Capítulo 19
-¿Que pasa rey dragón? ¿Acaso eh quebrado tu voluntad? – continuaba provocándolo el grotesco vikingo. – Rey de Berk. Conocido alrededor de los reinos del Norte como el domador de dragones. Ja. – se bufó. – Eh domado a tu alfa. – señaló burlonamente hacia Chimuelo. – ¡Vamos! Es tu turno. Doma al mío. Muéstrame como lo haces, rey dragón. – y tras él, el Bewilderbeast lanzó otro rugido ensordecedor mientras Drago soltaba una carcajada. – ¿Sabes que hice con todos los dragones que cazaba alrededor de tus tierras? – Hiccup seguía arrodillado en el suelo, con la cabeza gacha y los hombres de Drago sobre él. – ¡Se los di de comer! – rió. – Ahora soy como su madre, esta bestia sólo me obedece a mí. - Y acercándose lentamente a Hiccup continuó: - Pero ¿sabes? Hace algunos años le di de comer algo diferente. ¿Quieres saber qué fue? – tomó entonces a Hiccup bruscamente por su cabello y estiró su cabeza hacia atrás. Los ojos verdes del jinete ahora lo veían con fuego. Eso hizo a Drago mofarse. – Nada más que a tu padre. Estoico el Vasto. – entonces Hiccup le escupió a la cara. Directamente a la cicatriz que le habia dejado en su ojo izquierdo tiempo atrás. Drago gruñó furioso y estrelló violentamente la cabeza del castaño contra la cubierta del barco. Se limpió el rostro y entonces su sonrisa burlona volvió cuando habló de nuevo: – Pero por su puesto la bestia lo escupió de inmediato, como si le hubiera dado de comer excremento. – rió a lo que sus hombres secundaron su risa. – Aquella vez yo no mate a tu padre, rey dragón. Lo mató mi alfa. Y tan sólo te llevaste el deshecho de comida que mi dragón habia dejado.
Al escucharlo Hiccup sintió una enorme ola de furia y frustración crecer sobre su cuerpo, impulsándolo a apartar a quienes lo tenían sujeto y correr directamente hacia Drago en un rabioso grito.
Aquella última vez que se habia enfrentado a Drago, éste no le habia confesado todo esto. Tan solo habia llegado a la escena donde su padre yacía muerto en el suelo. Y después de haber luchado un breve momento contra él, y en donde habia inutilizado su ojo izquierdo, el cobarde de Drago habia salido huyendo antes de que pudieran terminar la contienda. Y entonces Hiccup habia regresado a su reino, con la muerte de su padre a cuestas y una profunda ansia de venganza.
Hiccup de ninguna manera permitiría que ese bastardo mancillara la memoria de su padre de esa manera. Y aunque en ese momento sólo se encontrara él para enfrentarse a Drago, tenía que vencerlo. Tenía que salvar a Chimuelo, y vengar la memoria de su padre. Pero entonces la cabeza le punzó de dolor. En su furia, habia arrematado contra el rostro de Drago con uno de sus puños pero ese golpe también lo habia perjudicado a él. Su cabeza sangraba por el golpe que el oscuro vikingo le habia dado contra la cubierta, y entonces todo se volvió negro para Hiccup.
Maldiciendo mientras tomaba su mejilla adolorida con una de sus manos, Drago dio instrucciones a sus hombres al ver el cuerpo inconsciente del muchacho sobre la cubierta:
-Llévenlo a las celdas del barco, y al dragón a las jaulas. – comenzó a rugir. - Cuando amanezca díganle a los pescadores que drenen al furia nocturna. El joven rey de Berk aún nos puede ser de ayuda una vez que tome control sobre todos los reinos del Norte. – y sonriendo maliciosamente hacia el chico, soltó: - Comenzando con Berk.
o-o-o-o-o
Mérida llegó a la isla de las coordenadas en la madrugada. Faltaba una hora para el amanecer, y aun así el cielo ya comenzaba a tener un matiz claro. Sobrevoló la isla cerca del puerto y entonces los tres enormes navíos que yacían ahí anclados llamaron su atención. Sabía que el pueblo de esa isla era mayormente pesquero así que ver esos barcos resultaba algo sospechoso.
Fue entonces cuando vio a alguien conocido sobre la cubierta de uno de ellos. Chimuelo se encontraba semidormido dentro de una gran jaula y Mérida vio horrorizada como el dragón negro se encontraba gravemente herido, mientras enormes cadenas rodeaban su cuerpo para inmovilizarlo. Echó unos vistazos rápidos y precavidos a los tres enormes barcos y salió volando de ahí con Albóndiga. Lejos de la vista de las personas que comenzaban a despertar dentro de esos barcos.
Aterrizó lejos del puerto y cerca del pueblo de la isla, dio instrucciones a Albóndiga de regresar a Berk junto a las coordenadas que traía con ella y un mensaje para los oficiales de Hiccup. Pues si Chimuelo estaba preso sobre esos navíos eso significaba entonces que Hiccup también habia sido capturado. Tenía que armar un plan, tenía que liberar a Chimuelo de ahí y luego ir por el castaño. Pero primero tenía que pensar. Si esos enormes barcos eran de Drago, entonces ella sola no podría hacer gran cosa. Esta isla colindaba muy cerca de Berk, y mandando a Albóndiga con el mensaje al menos pasarían unas tres o cuatro horas para que los refuerzos llegaran. Mientras tanto, tenía que idear un plan.
Albóndiga se alejó por los cielos con su mensaje, y entonces escondiendo su arco y carcaj tras su capa y colocándose la capucha sobre su cabeza, Mérida se dispuso a entrar al pueblo.
El amanecer comenzaba a revelarse cada vez más y la pelirroja pudo notar como de algunas casas la vida cotidiana comenzaba a despertar. Siendo un pueblo pesquero estaba segura que el trabajo ahí comenzaba desde el alba. Y así era. Hombres ataviados en sus vestimentas de trabajo salían de sus hogares hacia el puerto llevando con ellos carretas llenas de sus herramientas. Mientras las mujeres salían a despedirlos para después prender los hornos y cuidar a los niños.
Rezagada tras la pared de una de las casas, Mérida notó entonces un comportamiento extraño en los habitantes del pueblo. Lucían aterrados, con miedo al ver como el firmamento se aclaraba. En esos momentos una extraña figura entró entonces a su campo de visión. Una persona se acercaba a la plaza principal del pueblo donde los pescadores se estaban reuniendo para partir hacia el puerto. Pero esta extraña persona era diferente a ellos. Y cuando abrió la boca para comenzar a ladrar ordenes, Mérida supo entonces que no pertenecía al pueblo.
-¡¿Dónde está Haakon?! – vociferó entonces el extraño hacia los jóvenes pescadores que llegaban al punto de reunión.
Al escucharlo, una figura se acercó a él.
Este hombre parecía más grande que los demás. Más alto y mayor en edad. Mérida intuyó que era el nombrado Haakon.
-Aquí estoy, Egil. ¿Qué es lo que quiere Drago ahora? – su voz era serena. Controlada. Dando seguridad a los rostros aterrados de sus subordinados pescadores.
-Hemos capturado a un furia nocturna. – hablaba altanero el tal Egil. - Y las órdenes de Drago son que lo drenen de inmediato.
El mayor frunció las cejas.
-Sabes que eso es un proceso tardado, Egil. Y aún más con un dragón de esa magnitud. Al menos nos tomara hasta el mediodía drenarlo por completo, y sin mencionar que aún tenemos que ir a recolectar la pesca del día.
Mérida vio como el subordinado de Drago sonreía altanero a las palabras del anciano, y eso la hizo enfurecer. Sus sospechas habían sido aclaradas. Drago habia tomado esa isla a la fuerza, y los habitantes lo obedecían por temor.
-¿Acaso tengo que decirte como hagas tu trabajo, Haakon? Eres el jefe de este pueblo ¿no es así? ¡Pues organiza a tus hombres!- rugió. – Ese dragón tiene que estar drenado antes del mediodía, y si no es así entonces prepara a uno de tus hombres para dárselo de bocadillo al alfa.
Ante la mirada aterrada de los presentes por su amenaza, Egil se echó a reír grotescamente. Haakon apretó los puños a sus costados en frustración.
-Lleva al dragón a mi taller. Me ocupare de él.
Y burlándose una última vez, Egil se marchó de ahí hacia los barcos. Entonces Mérida vio como las personas que habían presenciado todo comenzaban a reunirse alrededor del anciano nerviosos y ansiosos por lo que pasaría. El mayor los apaciguó.
-Regresen a sus labores. – demandó serenamente. – Horneen el pan, preparen la comida, y regresen a la pesca. Yo me ocupare del dragón.
-Pero Haakon...
-Y esperemos – interrumpió a los lamentos de las personas. - que este sea el último dragón que Drago nos trae.
Los habitantes del pueblo lo obedecieron sin rechistar, y regresaron a sus labores diarias mientras el mayor se encaminaba hacia un lugar alejado del pueblo.
Mérida decidió seguirlo pues ese dragón al que iba a drenarle toda la sangre indudablemente era Chimuelo. Y con lo que acababa de presenciar, una idea comenzaba a resurgir en su cabeza.
o-o-o-o-o
-Sal de ahí niña. Sé que has estado siguiéndome.
Mérida saltó de pronto sorprendida al verse descubierta por el anciano jefe de la isla. Y saliendo de su escondite, retiró la capucha de su rostro. Habían llegado hasta una especie de casa o taller en las profundidades del bosque, lejos del pueblo. Y ahora Mérida veía al anciano con determinación en los ojos. Estaba a punto de hablar cuando éste se adelantó.
-La reina de Berk, y princesa de Dunbroch. – afirmó.
-¿C-Como? ¿Sabe acerca de mí?
-Entonces ese furia nocturna que capturaron es definitivamente del rey dragón. – siguió hablando el anciano para sí mismo mientras entraba por las enormes puertas de su taller.
-¡Espere! – Mérida lo siguió dentro. – Como sabe quién... - pero entonces lo que vio dentro la dejó de pronto sin habla. Una enorme y vieja barca vikinga colgaba desde la altura del techo. Se veía algo gastada y derruida, pero aun así impresionante ante los ojos de Mérida pues era muy diferente a los barcos que estaba acostumbrada a ver en Berk. Recorrió su vista por el inmenso espacio que figuraba como un taller para el anciano, y se sorprendió de ver armamento vikingo dentro. Escudos redondos, cascos enormes y grotescos. Y armaduras oxidadas. Todo se veía derruido, desgastado por el tiempo... y entonces Mérida se volvió violentamente hacia el anciano al reconocer la insignia que estaba sobre todo ese armamento. – ¡Usted es un vikingo de Berk!
-Lo era. – la corrigió el mayor sin voltearla a ver en ningún momento. Su atención estaba puesta en las herramientas que manipulaba frente a él. – Y ahora mi pueblo está metido en un gran lio, y de nuevo todo es gracias a los dragones. – su voz salió con algo de resentimiento al mencionar aquello ultimo el cual Mérida pudo notar.
-¿Desde cuándo Drago tiene secuestrada a esta isla?
El antiguo vikingo suspiró.
-Poco más de dos meses. Ha estado cazando a esas bestias y me las a traída para drenarles la sangre. Sin embargo, desde hace un mes habia dejado de traérmelas. Con eso creí que pronto se iría de la isla. Pero no fue así. Y ahora tiene al rey dragón bajo su poder junto a su poderosa bestia.
Mérida frunció el ceño al escucharlo. Sabía por qué Drago habia dejado de enviarle dragones al anciano pues en ese tiempo Hiccup comenzó a destruir sus flotillas cazadoras. Pero al parecer, y al ver la urgencia por drenar a Chimuelo, su verdadero objetivo fue siempre llegar a Hiccup. La pelirroja apretó sus puños con fuerza. Y ahora lo habia cumplido.
-Haakon – habló la chica serena, permitiéndose hablarle por su nombre. – Tenemos que detener a Drago.
Y mayor fue la sorpresa de Mérida al ver como el anciano ahora se volvía directamente a ella con una sonrisa en su rostro.
-Por supuesto que lo haremos, su alteza. – y tomando una antigua hacha vikinga en sus manos continuó. – Tal vez el objetivo de Drago es cazar innumerables dragones para tomar su sangre, pero el mío siempre fue sacarlo de esta isla en cuanto habia arribado. Así que cuente conmigo para lo que sea. Después de todo aún me quedan buenas memorias de Berk.
Fue entonces cuando Mérida se percató de su expresión al decir aquellas últimas palabras. Se veía melancólico y perdido en algún recuerdo.
El anciano dejó el hacha sobre la mesa de trabajo y Mérida se aventuró a preguntar aquello que la inquietaba desde que vio todos esos objetos vikingos.
-Haakon. – el aludido volteó. – ¿Cómo es que llegaste a esta isla? – y viendo las armaduras vikingas a su alrededor continúo: - ¿Cómo es que ya no te consideras más un vikingo de Berk?
El mayor suspiró. Su mirada melancólica cuando habló:
-Soy viejo, su majestad. Tal vez no le interese la historia de un anciano vikingo como yo. Pero hasta en esta pequeña isla olvidada por la mano de los dioses, hasta las noticias llegan. Y siendo usted la regente actual del reino en el que nací, tal vez sea su derecho el saber. – Mérida asintió seria al anciano, pues llevaba tan solo un corto tiempo siendo reina de Berk a diferencia de Haakon quien habia nacido y crecido en ese reino. Era por eso que Mérida le debía toda su atención y respeto a aquel que una vez fue un vikingo del reino que ahora ella protegía. – Yo fui de la vieja generación de vikingos caza dragones comandados por Estoico el Vasto. – Mérida abrió los ojos. - Décadas atrás, los vikingos de Berk eran reconocidos alrededor de los reinos del Norte por su increíble valentía al cazar dragones. Entonces éramos jóvenes y orgullosos vikingos... – suspiró el anciano. – Pero ese fue nuestro mayor error. Éramos orgullosos, rebeldes, tercos. No escuchábamos ni obedecíamos a nadie que no fuera Estoico el Vasto. Y entonces aquella tragedia pasó. – el anciano hizo una pausa. Mérida lo escuchaba ansiosa. – Fuimos tras una travesía. Más de una docena de barcas vikingas repletas de los más fuertes y poderosos hombres de Berk. Íbamos tras un dragón alfa. Seria nuestro premio mayor, demostraríamos nuestra hombría y valentía como vikingos de Berk que éramos. Pero nunca nos imaginamos que la travesía se volvería en nuestra contra.
-¿Qué fue lo que sucedió? – preguntó entonces Mérida ansiosa al ver como el anciano se habia callado de pronto.
-No encontramos al alfa. – continuó despacio. – Y al regresar a Berk... encontramos el reino completamente destruido. – Mérida se llevó una mano a sus labios sorprendía. – Habia sido el ataque de un dragón. De un alfa. Tal vez el mismo que estábamos cazando, nunca supimos realmente. Y sin embargo, muchas personas murieron ese día. Entre ellas mi esposa y mi hija. – Mérida soltó un gemido. – Ese día perdí lo que más amaba, habia perdido a mi familia... – la voz del anciano se quebró un poco. – ...por el estúpido orgullo vikingo.
-N-No tenía idea... – murmuró la pelirroja acongojada.
-Claro que no, niña. Estoy seguro que ni el joven rey Hiccup sabe de esto. El día de la tragedia, Estoico también habia perdido a su esposa. Y su hijo, siendo apenas un bebé, fue lo único que le dejó. Desde ese día no se habló más sobre ese tema, pues tan sólo traía dolorosos recuerdos. Los vikingos lloraron la muerte de sus familias en silencio y protegieron con presteza la que aún les quedaba con vida. A mí ya no me quedaba nada en ese reino, tan sólo sufrimiento y frustración, fue por eso que me fui. Llegue a esta isla y fui acogido por su humilde población. Me volví parte de ella. Y con el tiempo comencé a apreciarla. Me volví su protector... Hasta que Drago apareció con su colosal alfa.
Mérida entonces parpadeó desorientada. El sentimiento de aflicción al escuchar aquella historia se estaba convirtiendo nuevamente en ansiedad al escuchar las últimas palabras del anciano.
-¿Alfa? – casi rugió. – ¿Drago tiene un alfa?
-Sí. – afirmó el anciano, su ceño fruncido con seriedad. – Al parecer Drago le da de alimento a dragones de razas inferiores y el alfa lo obedece. Esa enorme bestia es lo único que me ha mantenido sosegado de no rebelarme contra él pues no quiero que dañe a nadie más. No quiero que dañe a mi pueblo.
-No será así esta vez. – Mérida habló entonces con sus puños fuertemente cerrados a sus costados. Sus ojos azules ardían en llamas de determinación. – En esta ocasión no dejare que otro alfa dañe a tu familia Haakon. – el anciano abrió los ojos sorprendido ante las palabras de la joven reina. – Tal vez ya lo sepas puesto que las noticias llegan hasta esta pequeña isla, - Mérida sonrió de lado orgullosa. - pero el sobrenombre de Hiccup no es sólo apariencia.
Y contagiado por eso, el anciano se permitió sonreír.
-El rey dragón. – soltó entusiasta. – Hiccup Hadock III conocido como el primer caballero domador de dragones alrededor de los reinos del Norte. Rey de Berk, e hijo del gran Estoico el Vasto.
Mérida asintió entusiasta.
-Exacto. – y viendo a Haakon a los ojos su semblante serio volvió. – Tal vez las decisiones de antaño no fueron las correctas, ¿pero quién decide eso? eran vikingos y tan solo hacían lo que mejor sabían hacer: cazar dragones. Después de todo eran otros tiempos. Sin embargo ahora, y gracias a la valentía de nuestro rey, los dragones son nuestros aliados. Y como regente y protectora de Berk que soy – tomó una de sus manos. – doy mi palabra en que protegeremos esta isla.
Desde ese momento el anciano reconoció en la pelirroja la valiente reina que era. Y no la extraña niña que lo habia seguido hasta su casa. Y poniendo toda su esperanza en esas palabras, Haakon habló decido:
-Entonces, primero tenemos que liberar al rey dragón de las manos de Drago. Y – el anciano se volvió hacia las puertas del taller donde se escuchaba como voces y ruido de ruedas pesadas se acercaban al lugar. – se me ocurre una idea.
Haakon escondió a Mérida en un pequeño armario donde guardaba herramientas, al tiempo que Egil la mano derecha de Drago, llegaba con el furia nocturna encerrado en una jaula sobre una gran carreta.
Y viendo a través de la rendija, Mérida comprendió entonces la idea de Haakon.
Primero tenían que liberar y sanar a Chimuelo. Y si lo que el anciano vikingo habia dicho en la plaza era verdad, tendrían hasta el mediodía hasta que los hombres de Drago regresaran al taller a ver el trabajo de Haakon. Para entonces Mérida estaba segura que los oficiales de Berk llegarían a la isla y entonces podrían armar un plan y enfrentarse a Drago.
Sólo esperaba que Eret, Patán y los demás llegaran a tiempo.
o-o-o-o-o
Eret, Patán, Patapez y los gemelos llegaron exactamente dos horas antes del mediodía. Mérida habia estado esperándolos cerca de la bahía del otro lado del puerto donde Drago tenía sus barcos. Y en cuanto divisó a los dragones en el cielo, arrojó una de sus flechas desde su posición para alertarlos. Aunque al principio tomaron una postura defensiva, al ver que era la reina pelirroja los oficiales se dirigieron directamente hacia ella.
-¿Pero qué demonios? Casi nos matas allá arriba, su majestad. – se quejó divertido uno de los gemelos.
-Si hubieras muerto, hubiera montado más ligera en Guacara hermano.
-Cállate tonta.
-Demonios, cállense de una vez. – se quejó el vikingo más bajo.
-Reina Mérida, ¿qué es lo que está pasando? – Eret fue el primero en tomar la palabra seriamente, y el silencio se hizo presente en los oficiales.
Mérida lo miró de igual forma y entonces hizo un ademan con su mano.
-Acompáñenme, en el camino les contare.
Los llevó con sigilo hasta el taller de Haakon, mientras comenzaba a relatar todo lo que habia visto desde que habia llegado a esa isla y también de la ayuda que habia obtenido del anciano con el que ahora se dirigían.
Una vez todos dentro del taller, Mérida hizo las presentaciones y los dragones se acercaron entusiastas a Chimuelo quien se recuperaba rápidamente de sus heridas. Después de que Egil dejara a Chimuelo para drenarlo. Mérida se habia acercado a él para apaciguarlo una vez que el dragón la habia reconocido. Después de eso lo presentó a Haakon como Hiccup siempre le habia enseñado, y el anciano se dedicó a sanar las heridas del dragón en todo ese tiempo.
Y ahora que todos se encontraban reunidos en su improvisada base, Mérida se dispuso a explicarles el plan y las estrategias que usarían para liberar al rey dragón de las repulsivas manos de Drago.
Después de un rato de escuchar a la pelirroja, los oficiales se miraron decididos y determinados a realizar correctamente lo que les correspondía a cada uno para así poder liberar a su rey.
Fue en ese preciso momento cuando escucharon como las voces de Egil junto a sus hombres y el sonido de ruedas pesadas, se acercaba al taller una vez más.
Y entonces sonrieron.
-¡Excelente! – gritó uno de los vikingos gemelos entusiasmado. – Que empiece el plan: ¡rescatar al bobo rey dragón!
Y contagiada por el entusiasmo, Mérida sonrió de lado.
Aguarda bobo rey, te sacare de ahí como sea.
o-o-o-o-o
Gracias por leer! :D
Los siguientes dos capítulos serán los últimos. Capitulo 20 más el epilogo. Terminado este primer libro subiré "Mi Caballero Pirata" correspondiente al Fandom de Frozen con la pareja de Elsa y Hans.
Nos leemos pronto :D
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