Capítulo 17
Al día siguiente Patán y Patapez llegaron en uno de los barcos de Berk junto a la anciana Gothi y algunos vikingos.
Inmediatamente hicieron pasar a la anciana al cuarto del príncipe y Mérida se dedicó a narrarle todo lo que su hermano padecía desde pequeño. Las recaídas que tenía con frecuencia. Lo fácil que se cansaba al hacer algún esfuerzo. La tos que persistía. Y la sangre que habia escupido en el último ataque.
La anciana escuchaba todo con sus ojos blancos puestos en Hubert, mientras éste seguía inconsciente sobre su cama. Respirando dificultosamente, y tosiendo de vez en vez. A un lado de la anciana se encontraba Patapez traduciendo todo lo que Mérida decía. Pues por palabras de Hiccup, la anciana hablaba la lengua muerta de la última tribu fundadora de Berk. Y Patapez era el único que podía entenderla puesto que habia aprendido esa lengua de su padre Bocón el rudo. Y él de su padre, y éste ultimo de su padre sucesivamente.
Hiccup los miraba recargado desde el marco de la puerta. Cruzado de brazos. El monarca de Dunbroch a un lado de él en la misma posición, examinando a la anciana Gothi con una intensa mirada. Habia mandado a Patán a vigilar de Chimuelo y a alimentarlo, mientras los dos mellizos pelirrojos restantes seguían en su búsqueda por el bosque.
Después de que Mérida terminara de describir todos los síntomas de su hermano, la anciana Gothi lo observó otro rato en silencio. Silencio que inquietaba a ambos pelirrojos. Y Hiccup no pudo evitar una pequeña sonrisa al ver que tan parecidos eran esos dos. Entonces el mayor se volvió hacia él.
-Hey muchacho, ¿estás seguro de esta anciana? ¿Al menos puede ver? – se preguntaba ansioso el monarca de Dunbroch agitando constantemente su pata de palo.
Hiccup sonrió de lado, contestando a su pregunta confiadamente.
-No la subestimes, Fergus.
Y para asombro de Hiccup, el pelirrojo sonrió. Pero su sonrisa era diferente. Fergus le estaba sonriendo desde los ojos. Pura y sinceramente.
-Cierto. – habló entonces apaciguador. – Siempre olvido lo confiable que puede ser el reino de Berk.
Hiccup se tomó eso como un cumplido. Sabía que el mayor habia recordado la antigua guerra que habían tenido y el tratado al que habían llegado, pero todo eso ya estaba en el pasado y ambos reyes lo sabían.
De pronto fue cuando la anciana Gothi comenzó a hablar rápidamente, haciendo que ambos pelirrojos se volvieran absortos hacia ella. No entendían ni una palabra, pero la anciana no dejaba de hacer ademanes hacia Hubert, hacia las ventanas, el cuarto, la chimenea, hacia ellos mismos. Y Hiccup supo entonces lo que decía. No necesitó de ninguna traducción pues sabía que la deducción a la que habia llegado la noche anterior era correcta.
Después de unos minutos hablando, la anciana calló de repente y ambos pelirrojos se volvieron ansiosos hacia el rubio vikingo:
-¡¿Qué fue lo que dijo?!
Patapez carraspeó su garganta nervioso, y entonces habló:
-El príncipe tiene pulmón de Gronckle.
o-o-o-o-o
Al escuchar las palabras del vikingo ambos pelirrojos parpadearon desconcertados.
-¿T-tiene qué?
-Patapez – exigió el jinete de dragón. – Explícalo en simples palabras, sin usar metáforas de dragones.
El rubio vikingo se rascó la cabeza.
-Está bien. – se aclaró la garganta y comenzó a hablar. – Gronckle es la raza de dragón más pequeña que existe. – Hiccup rodó los ojos al escucharlo. Bueno, tal vez con comparaciones de dragones los pelirrojos podrían entender. – Gothi nos está diciendo que el príncipe de cierta forma aún tiene pulmones de niño. Es decir, inmaduros. Por eso se cansa con facilidad. Tiene problemas al respirar y entonces se origina la tos.
Mérida y Fergus seguían viendo al vikingo con asombro.
-¿Pulmones de...
-...niño?
El rubio asintió.
-Al ser el menor de trillizos era muy probable que pudiera salir con esta condición. En sí mismo, el embarazo de mellizos es muy riesgoso y siendo tres en esta ocasión pudo haber sido aún más.
-Es verdad. – habló de pronto el mayor perdido en una memoria. – Elinor estuvo en absoluto reposo durante esos días.
-El príncipe nació con sus pulmones sanos, - continuó el vikingo. - tan sólo no están lo suficientemente maduros como los de sus hermanos. - Tanto Mérida como Fergus abrieron los ojos. – Se puede seguir viviendo aun en esa condición. Sólo que ahora el príncipe tendrá que vivir con ciertos límites. Y al ser traspasados esos límites es cuando surgen las recaídas.
-¿Eso quiere decir que mi hermano ha sufrido esas recaídas por esforzarse demás? ¿Por exigir de más a sus pulmones?
-Así es. Pero el exigir hasta cierto punto también es bueno para él. Gothi dice que el príncipe necesita de ejercicio físico para fortalecer sus pulmones. Caminar al aire libre, respirar aire puro proveniente de los árboles. Y también nadar. – entonces Patapez miró a su alrededor. – El tenerlo encerrado en un cuarto es lo que le está haciendo empeorar. El aire contaminado por el hollín de la chimenea es lo que provoca los ataques de tos. Las puertas y ventanas cerradas sin que el aire limpio pueda circular libremente por la habitación, ni los rayos de sol puedan entrar, es lo que está empeorando su salud.
Al escucharlo, de pronto Mérida se volvió hacia su padre y con ambas miradas decididas por parte de ellos, se incorporaron de sus lugares dirigiéndose a las ventanas. Abriéndolas estrepitosamente.
-Anciana Gothi, Patapez. Dígannos que más debemos de hacer.
La anciana entonces sonrió hacia los presentes. Y como si hubiera entendido cada palabra que habia dicho la pelirroja, continuó hablando en su lengua muerta.
o-o-o-o-o
Después de eso Mérida junto a Moudi se habían encargado de preparar el remedio que la anciana Gothi les habia dado para apaciguar la tos de Hubert y aliviar su irritada garganta. Después de que la tos se fuera entonces comenzarían con la rehabilitación de Hubert. Lo levantarían a dar pequeñas caminatas por los jardines del castillo para que sus pulmones se acostumbraran al ejercicio. Lo ayudarían a subir y bajar escaleras para practicar ese pequeño esfuerzo. Y más adelante cuando sus pulmones se acostumbraran a todo eso, Mérida lo llevaría al lago del bosque. A que nadara un poco para que sus pulmones siguieran fortificándose.
Esto, entre algunas otras actividades y remedios más, fue lo que Gothi les recetó para que su hermano aprendiera a vivir con ciertos límites. Para que sus pulmones se fortalecieran, y él pudiera sanar rápidamente. Y es lo que Mérida haría hasta que pudiera ver a su hermano completamente sano. Así le tomara el resto del año.
Sin embargo nunca se imaginó que el plan de Hiccup no era precisamente ese. Y la felicidad que la habia abrumado por la recuperación de su hermano, se esfumaría en un momento.
o-o-o-o-o
Habían pasado diez días desde que la anciana Gothi junto a Patán y Patapez habían llegado a Dunbroch, y desde entonces Hubert realmente habia mejorado. La anciana seguía dándole instrucciones a Mérida y a sus hermanos del cuidado que debían tener con el príncipe. Y gracias a ellos, Hubert habia despertado aliviado al tercer día después de tomar diariamente el remedio que le administraban. Los ataques de tos habia desaparecido, y el príncipe sentía su garganta más suave y liviana. Aun así, Mérida no quería provocar que hiciera mucho esfuerzo desde el comienzo. Así que pasado una semana fue cuando comenzó con su rehabilitación. El pequeño de los trillizos comenzó con caminatas dentro del castillo ayudado por sus hermanos quienes no dejaban de pelear y reír mientras lo ayudaban. Después esas caminatas se extendieron a los jardines del castillo y Hubert parecía estar mejorando mucho desde entonces.
Y ahora, en estos precisos momentos, Mérida se encontraba observando a sus hermanos jugar en el jardín. Aunque en palabras de ellos en realidad estaban entrenando, Mérida nunca los podía ver de esa manera. Las risas y discusiones entre ellos jamás los dejaban entrenar como debía de ser. Mientras tanto, Hubert los veía sonriendo desde una banca de madera. Sentado a pocos metros del área de entrenamiento. Habia hecho su rutina diaria de ejercicio y ahora descansaba para ver a sus hermanos intentando entrenar.
Mérida lo observaba llena de dicha pues su semblante era más animado. El color habia regresado a su pequeño rostro y coloreado de nuevo sus pequeñas pecas. Estaba satisfecha con el resultado que las instrucciones de Gothi habían tenido, y siempre estaría en deuda con ella. Sin embargo, aún no se sentía lista para partir. Para dejar a sus hermanos otra vez.
Suspiró y dejo de pensar en ello pues eso la ponía muy ansiosa. Y lo más importante ahora era, que Hubert se estaba recuperando y eso la llenaba de felicidad.
Se incorporó de su lugar tomando su arco, y se acercó a sus hermanos divertida de ver como intentaban inútilmente darle a la diana del blanco frente a ellos.
-¡Hey muchachos! – los llamó. - Lo están haciendo todo mal. – y llegó junto a ellos.
Harris el mellizo del medio, resopló.
-Gracias por notarlo oh, gran guerrera de Dunbroch. Creo que no nos habíamos dado cuenta.
Mérida rodó los ojos divertida al escuchar su sarcasmo.
-Harris no provoques a Mérida. – lo reprendió Hamish, el mayor. – Sabemos lo que es capaz de hacer con ese arco. – sonrió entonces hacia su hermana. Y Harris comenzó a reír.
-En serio muchachos. – soltó la pelirroja tras un suspiro. – Creo que son peores que Gustav y Heather.
-¿Quienes?
-Olvídenlo. – y tomando su arco en posición, Mérida lanzó una flecha directo al blanco al que sus hermanos nunca pudieron acertar.
Los pelirrojos bufaron.
-Presumida.
La pelirroja sonrió orgullosa.
– Les enseñare a cómo manejarlo correctamente, enanos.
Y durante toda la tarde Mérida se dispuso a entrenar a sus hermanos entre discusiones y golpes; y risas por parte de Hubert quien los miraba sentado a pocos metros de donde se encontraban ellos. La noche cayó rápidamente y los pelirrojos dieron por terminado el entrenamiento para después entrar al castillo.
Mérida se encontraba realmente contenta. Pasar estos ratos con sus hermanos después de un tiempo sin haberlos visto, le estaba cayendo de maravilla. Y ahora que las cosas estaban mejor no podía ser más afortunada.
Entraron al gran salón y sus hermanos se despidieron de ella, alegando darse un baño antes de poder cenar. Y Mérida pensó que tal vez haría lo mismo. Se dirigió hacia su alcoba y se sorprendió de pronto al ver a Hiccup dentro en una extraña posición. No lo habia visto durante todo el día, y en estos últimos diez días en los que habia estado cuidando a su hermano, tan solo lograban verse por la noche cuando se preparaban para descansar. Sabía que Hiccup también habia estado ocupado en ese tiempo. Sus dos oficiales junto a sus hombres y Gothi aún no partían a Berk y Mérida tenía entendido que Hiccup habia estado ayudando a su padre con los deberes del reino, supervisando obras, y corrigiendo tratados. También mandaba a sus dos oficiales a llevar información a los condados de los lores con la ayuda de sus dragones los cuales Mérida se habia dado cuenta los habían traído con ellos en el barco.
La pelirroja se alegraba de que al menos Hiccup tuviera algo que lo mantuviera ocupado pues sabía que después de la visita que Hans les habia hecho hace diez días en Berk, algo rondaba por la cabeza del rey dragón. Algo que lo mantenía en ese estado de ensimismamiento. Estaba segura que Hiccup no le diría nada puesto que la última vez que habia preguntado sobre ello, antes de que llegara la carta hablando sobre la enfermedad de su hermano, Hiccup habia evadido el tema rotundamente. Y Mérida presentía que podía ser algo importante acerca de Drago. Y eso era por lo que temía.
Estos últimos días después en los que Hubert se repuso un poco de su estado, Hiccup habia estado muy absorto en sus pensamientos. Mérida se habia dado cuenta de eso. Y cuando lo encontraba inesperadamente durante las labores del día, siempre lo veía mirando fijamente un trozo de pergamino el cual escondía en cuanto se percataba de su presencia.
Como lo estaba haciendo justamente ahora.
-Hiccup. – lo llamó entonces sacando al castaño de su ensimismamiento y haciendo que estrujara en su puño el trozo de papel.
-Mérida. – sus ojos esmeraldas de pronto brillaron diferentes, y Mérida tuvo un muy mal presentimiento. – Tenemos que hablar.
o-o-o-o-o
Al escuchar esas palabras Mérida cerró la puerta tras ella y entró a la habitación. La chica, antes rebosante de alegría por el radiante momento que habia pasado con sus hermanos en esa tarde, ahora entraba a la habitación con un extraño sentimiento oprimiendo su pecho. La atmosfera se sentía diferente y se habia dado cuenta de ello al ver a Hiccup con un serio semblante en sus ojos.
-Mérida, han pasado diez días. Tenemos que regresar.
Lo sabía. De eso se trataba, y es que la pelirroja ya lo veía venir. Podía comprender que el castaño estuviera ansioso por regresar a Berk pero ¿no podía al menos esperar unos días más? habia dejado a Berk en buenas manos. ¿Por qué el apuro? Al menos Mérida quería prolongar su estancia en Dunbroch una semana más. Hasta estar completamente segura de que Hubert estaba bien.
-No. – contestó entonces la pelirroja frunciendo sus cejas. Sabía que al final el castaño no le llevaría la contraria. Después de todo conocía a Hiccup y si ella le venía con esta petición de alargar su estadía, sabía que al final él la aceptaría.
Sin embargo sus pensamientos estaban equivocados, y fue por eso que Mérida quedó estupefacta al ver como el semblante de Hiccup se ensombrecía seriamente. Se acercó a ella con los puños a sus costados y una mirada retadora.
-Está bien, - sentenció. - entonces me iré yo.
Y esas palabras se clavaron duramente sobre su pecho.
-¿Por qué haces esto? Sabes que mi hermano sigue enfermo.
Y al responder, el castaño parecía como de a poco perdía el control:
-Han pasado diez días Mérida. Tu hermano mejoró, nuestra presencia aquí ya no es necesaria. En cambio Berk nos necesita.
-No. – siguió insistiendo tercamente la chica. Sus manos convertidas en puños. Su furia comenzaba a crepitar en sus ojos azules. – Te pido cinco días más, Hiccup. Que nos cuesta esperar cinco días más.
-¡Todo Mérida! – se exaltó de pronto el joven rey dragón. – Necesito volver. Necesito estar en Berk... Terminar con esto. – arrojó al suelo el papel rugoso de su mano y aunque las últimas palabras las habia soltado en un susurro, Mérida alcanzó a oírlo. Y entonces comprendió, haciendo que su furia creciera dentro de ella.
-Así que es eso. De eso se trató todo esto tiempo. – recriminó furiosa. - De tu maldita obsesión por acabar con ese hombre. –sus mejillas se encendieron acaloradas por lo que reclamaba, pero no lo podía evitar. Tal vez no debería de haber tocado ese tema tan delicado para él de esa manera, pero ahora realmente se sentía furiosa. – ¿Crees que no pude notar el cambio en tu actitud desde que Hans nos visitó hace diez días? ¿Qué es lo que te dijo, Hiccup? ¿Que contiene ese maldito papel que siempre escondes en tu mano para que yo no pueda verlo? Si importa más que lo que siente tu reina, entonces vete.
Las sombras producidas por su castaño cabello no la dejaban ver sus ojos esmeraldas cuando se alejó de ella. Su voz era profunda y severa al hablar:
-No lo entiendes, Mérida. No metas mis sentimientos por ti en esto. – se acercó al escritorio de madera tomando su casco de vikingo. Su semblante era inescrutable cuando pasó por un lado de ella dirigiéndose hacia la puerta. – Tal vez no necesito que entiendas mi causa hacia Drago. – abrió la puerta y le dio la espalda. – Sin embargo, siempre creí que mis sentimientos por ti eran claros. Siempre te los confesé así. – y dedicándole una última mirada, soltó con decepción en su voz: - Tal vez tan sólo espere demasiado de ti. Más de lo que tú estabas dispuesta a darme.
Cerró la puerta tras de sí y entonces Mérida cayó sobre sus rodillas, en un interminable y sentimental llanto.
Esas palabras habían atravesado su corazón. Y un llanto que jamás habia experimentado como hasta ahora, ni siquiera en la muerte de su madre, salió doloroso de su pecho.
o-o-o-o-o
¡Gracias por leer! por supuesto se venia un poco de drama entre ellos dos para ya dirigirnos al clímax de la historia, como les dije nos acercamos al final. La historia consta de 20 capítulos y un epilogo que pronto subiré. ¡Muchas gracias por seguirla! Nos leemos pronto :D
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