Capítulo 12

-Mérida, - habló entonces el rey después de un tiempo en silencio. – Hay algo que tengo que contarte. – la miró a los ojos y continuó: - Partiré de Berk mañana, me ausentare una semana.

Mérida asintió escuchándolo con la misma seriedad. Aun así no pudo evitar preguntar.

-¿Por qué?

El castaño suspiró.

-No es algo que pretenda ocultarte, pero tan sólo no quería abrumarte ni presionarte con los problemas del reino ahora que comienzas a acostumbrarte a él.

Mérida alzó una de sus cejas.

-¿En serio Haddock?

-Sí, lo sé. – se apresuró a aclarar el chico. – Es por eso que ahora quiero explicarte todo. Mi rápida partida después del anuncio del compromiso, y nuestra inmediata despedida de tu reino después de nuestra ceremonia. – Mérida asentía rotundamente a cada palabra del chico con sus brazos cruzados sobre su pecho. Habia hablado con Astrid sobre esto el día anterior cuando le estaba mostrando el reino y al parecer ahora Hiccup le diría eso que Mérida quería saber. - Sé que te estarás preguntando qué es lo que sucede...

-Más bien – lo interrumpió la pelirroja pues no pudo evitar reclamarle al castaño. – ¿Qué es lo que sucede contigo Hiccup? – el chico la miró sorprendido. – En ningún momento he pasado por alto como tu semblante cambiaba cada vez que mencionabas que tenías que partir por asuntos importantes que atender en tu reino. Y ahora que estamos en Berk, ¿piensas partir de nuevo? Me he convertido también en gobernante y guardián de este reino, creo que puedo saber la razón por la que estas tan inquieto. Si quiero llegar a ser la reina que Berk necesita, es mejor que comiences a no ocultarme nada, rey dragón. – terminó Mérida junto a un brillo desafiante proveniente de sus ojos azules.

Hiccup la miró de igual forma. Sabía que esto iba a ocurrir, conocía la naturaleza terca, obstinada pero guerrera de Mérida y aunque ya no podía evitarlo ahora, al menos habría querido posponerlo un poco más. Pero, se dijo, ya no podía alejarla. No podía alejarla de los problemas de su reino por más tiempo puesto que lo que ella decía era verdad. Ahora Mérida era su reina y gobernaría a su lado por el resto de sus días. ¿Quería que Mérida se acostumbrara a su nuevo hogar y lo sintiera como suyo propio? Entonces tenía que contarle sus problemas, sus batallas internas. Tenía que contarle acerca de Drago.

Entonces el castaño frunció el ceño, y emanando la fuerza natural del monarca que él era, habló:

-En ese caso, permíteme contarte acerca de la amenaza que cae sobre nuestro reino, Mérida. – la pelirroja lo escuchaba atenta. – Esta amenaza es un ser humano normal como nosotros. Su nombre es Drago. – hizo una pausa. - Y es el causante de la muerte de mi padre.

Entonces Mérida lo comprendió, lo comprendió todo. No importaba ya lo que el castaño le dijera después, ella lo comprendería perfectamente.

o-o-o-o-o

Entonces Hiccup se vio relatándole toda su historia a la pelirroja. La historia del día en que murió su padre. Aquella que habia guardado tan celosamente dentro de él que ni sus oficiales sabían de los detalles más profundos.

Ese día en que su padre murió, a su búsqueda solamente lo habían acompañado Hans y Eugene. Habían sido las personas que lo habían ayudado en ese tiempo a encontrar el paradero de Drago quien habia capturado a su padre. Pero cuando habían arribado hasta la guarida donde ese bastardo tenía al rey de Berk, Hiccup solamente habia encontrado los restos del imponente Estoico el Vasto. Su padre habia muerto por la mano de Drago. Y cegado por la furia y frustración que lo invadían en ese momento, Hiccup se habia batido en una feroz batalla contra él. No pudo vencerlo, pero su espada habia logrado dejar inservible uno de sus ojos. Y antes de que Drago huyera de la escena, habia jurado vengarse de Hiccup y de su pueblo, de aquel muchacho y aquellas personas que le habían impedido lograr su cometido de apoderarse de los dragones y de sus dominios.

Tras eso Hiccup habia regresado a Berk con el cuerpo sin vida de su padre, cargando por siempre la muerte de él sobre sus propios hombros. Su pueblo le había dado la ceremonia vikinga que el monarca merecía y Hiccup habia explicado a su gente lo que su valiente rey habia hecho para defenderlos a ellos y a los dragones. Advirtiendo también las posibles amenazas y guerras que estaba seguro se avecinarían de ahora en adelante tras la muerte del rey de Berk.

Y así fue.

-Tiempo después nosotros los atacamos. – afirmó entonces Mérida en un susurro abatido al terminar de escuchar a Hiccup, sintiéndose de pronto hastiada de ella misma, de la guerra que habia ocasionado su reino con el de Berk y de la cual ella habia contribuido. ¡Por los dioses! Hiccup habia sufrido demasiado, ahora lo sabía. La muerte de su padre habia significado mucho para él y que el asesino aun anduviera suelto por ahí queriendo matar a sus dragones lo llenaba de miedo y preocupación por su pueblo. Ahora podía entender a Hiccup: monarca de vikingos y dragones, y Mérida se sintió de pronto abatida por un remolino de sentimientos en su pecho. Abatida por la guerra que habia causado Dunbroch inmediatamente después de la muerte de Estoico. Después de que Hiccup habia luchado contra el asesino de su padre... – Dioses... - susurró percatándose de eso. Tanto ella como su padre y su reino habían atacado a Berk por lo mismo por lo que lo habia hecho ese asesino de Drago. – ¿En qué demonios nos difErenciamos de ese sujeto? – habló exaltada pues ahora se daba cuenta de que habían estado del mismo lado que ese despreciable hombre al intentar apoderarse de los dragones.

Mérida bajó la mirada y llevó las manos a su pecho, no podía mirar a Hiccup a los ojos. Era demasiado lo que estaba procesando ahora.

-No Mérida. Te equivocas. – la voz firme del castaño la sacó de pronto de sus pensamientos. – Tú y tu reino no se parecen en nada a Drago. Y nuestra alianza es prueba de ello. – Entonces tomó la mano izquierda de Mérida entre la suya en donde la alianza de oro alrededor de sus dedos reafirmaba sus palabras. Mérida lo miró y se sonrojó a su tacto. – Tal vez habían comenzado la guerra con el mismo propósito, pero se detuvieron. Recapacitaron y enmendaron su error. Errar es de humanos Mérida, y tan sólo son unos pocos valientes los que lo aceptan y aprenden de él. – acarició una de sus mejillas con su mano. – No eres en nada como Drago.

Mérida se dejó llevar por su tacto y el sentimiento de sus palabras. No podía dejar de mirarlo, perdiéndose en las profundas pozas verdes de sus ojos. Sabía que lo que decía Hiccup era por su experiencia propia con los dragones y de como de haberlos cazado durante años, ahora eran sus compañeros, sus aliados y amigos. Habían cometido errores al matarlos años atrás pero ahora eran compañeros confiables coexistiendo armoniosamente.

Fue entonces que sintió como se relajaba. Sintió como la calidez con la que Hiccup acariciaba su mejilla crecía alrededor de su pecho y se dejó llevar por ese sentimiento. Le agradaba. Se dio cuenta que la presencia de Hiccup la relajaba de sobremanera. Demonios, parecía que el estúpido rey dragón siempre tenía las palabras adecuadas para decir y no sabía si eso le gustaba o no. Pero por este momento, definitivamente sí. Le gustaba.

Tras un breve silencio, perdidos en la mirada del otro, de pronto sintieron como las manos que hasta entonces se encontraban entrelazadas eran humedecidas por la lengua del dragón mascota del castaño.

-¡Chimuelo! – gritó entonces Hiccup entre divertido y enojado mientras el gesto hacia que sus manos se separaran.

Mérida sacudió la baba de su mano lanzándole una mirada retadora al dragón.

-¿Así es como agradeces el pescado que te di? – entonces se percató de ello y olisqueando su mano Mérida rodó los ojos. – Aun huelo a pescado.

Ante esto Hiccup se echó a reír mientras un Chimuelo aun hambriento seguía tras la mano de Mérida queriendo encontrar un pescado invisible en ella, al mismo tiempo que la pelirroja intentaba apartarse de la enorme bestia. Con tantos movimientos y huidas, la mano de Mérida terminó en la frente del dragón por un momento y Hiccup se dio cuenta como ahora Chimuelo aceptaba la presencia de la pelirroja en sus vidas. Y al escuchar la pequeña risa que brotaba de los labios de Mérida, al parecer a ella también comenzaba a agradarle el dragón. El inminente odio que parecía haber tenido la pelirroja contra los dragones, al parecer se habia esfumado y Hiccup sintió una agradable sensación en su pecho por eso.

Tras esa pequeña disputa y después de que Mordu llevara en su boca pescados para compartir con Chimuelo, de pronto Mérida se volvió hacia el castaño quien habia dejado de reír y una atmosfera de tranquilidad y acogimiento los envolvía.

-Por cierto Hiccup. – el nombrado se volvió hacia ella. – ¿A qué lugar partes mañana?

-Al nido. - confesó sin más. - Es el hogar de los dragones. De donde ellos provienen. En este tiempo Drago ha estado intentado cazar la mayor cantidad de dragones que puede, pero los muchachos y yo hemos estado evitando eso en este último mes destruyendo sus flotillas cazadoras y alertando a los dragones. – soltó un pesado suspiro. – Y también intentando encontrar su paradero.

Ahora la pelirroja comprendía lo que aquejaba tanto al castaño. Lo que lo hacía partir tan rápido hacia su reino, y lo que lo hacía poner su semblante preocupado. Todo era culpa de ese maldito cazador Drago.

-¿Por qué querría Drago tantos dragones? – puntualizó entonces Mérida, analizando la información en su cabeza.

-Eso mismo me preguntaba yo, - continuó el castaño. - hasta que Hans llegó a mi reino con la noticia. Al parecer Drago intenta completar una clase de hechizo. – Entonces Hiccup le contó a Mérida como Hans y Eugene habían estado ayudándole todo este tiempo recolectando información del paradero de Drago. Del hechizo, y también de los secuaces que puede estén involucrados con Drago y su empresa. Hiccup le explicó todo mientras Mérida lo escuchaba con un semblante en su rostro lleno de seriedad. – Estoy muy preocupado puesto que sus flotillas se acercan cada vez más al nido, hacia los dominios de los dragones. Nadie sabe dónde se encuentra exactamente, sólo yo, pero aun así se están acercando demasiado. Al menos quiero asegurarme de que los dragones se encuentran bien.

Tras una breve pausa después de su explicación, Mérida apretó los puños a sus costados decidida. Y con un brillo guerrero en los ojos habló:

-Entonces ve, Hiccup. – sus palabras emanaban confianza en su voz. – Y no te preocupes por lo que dejas aquí. Yo me encargare de protegerlo. – y sonriéndole se acercó a él. – Sólo será una semana ¿no es así? Tu reino seguirá en pie, y creo que para entonces Heather y Gustav aun seguirán con su entrenamiento, intentando vencerme en tomar la bandera. – se jactó soltando una pequeña risa divertida.

Y sonriendo ladinamente por la dirección que tomaba la conversación ahora, el castaño se acercó también a ella.

-No los subestimes Mérida. – la desafío. – Son entrenadores de dragones natos, y sangre vikinga corre por sus venas.

La chica alzó una ceja.

-Nunca subestimaría a un vikingo, su majestad. – sonrió altanera. – Pero de un entrenador de dragones no estaría tan segura.

Sin poder evitar su cercanía, de pronto Hiccup la tomó de la cintura sorprendiéndola. Y el corazón de ella comenzó a latir frenético.

-Entonces hagamos un trato Mérida. Dentro de una semana, y a mi regreso, si esos chicos tomaron la bandera me dejaras dormir en tu cama. – Mérida abrió los ojos, y sus mejillas se colorearon exquisitamente. – Si no es así entonces combatiré contigo con todas mis fuerzas, como siempre lo has querido.

Ante esto Mérida no pudo evitar su cara de sorpresa. Primero por lo que el chico pedía si él ganaba, pero si ella fuera la que ganara se podía enfrentar a él. Hiccup le estaba prometiendo que se enfrentaría a él con toda su fuerza, su verdadera fuerza, era algo que no podía dejar pasar. Habia querido eso desde que habían combatido durante la guerra y habia descubierto que en realidad el castaño no la tomaba en serio a la hora de su contienda puesto que no quería lastimarla. Por su naturaleza pacifica sabía que Hiccup no se enfrentaría a ella tan fácilmente, pero ahora se lo estaba dejando muy fácil. Sabía que esos niños no lograrían tomar esa bandera, no podían contra el equipo que hacían ella y Mordu, así que sería un reto muy sencillo de ganar y así Mérida por fin podría combatir realmente con el engreído rey dragón y así poder demostrarle su verdadera fuerza.

La pelirroja sonrió y le devolvió la misma mirada retadora que le dirigía él.

-Hecho, rey dragón. - y sellando su juramente, Mérida envolvió sus brazos alrededor del cuello del castaño y se arrojó de lleno a sus labios en un profundo y rápido beso. Al separarse, Hiccup seguía conmocionado por su acción. – En vista de tu insistencia y hasta que esos niños tomen la bandera, esto será lo último que obtendrás de mí y de las obligaciones que tengo como tu mujer.

Hiccup seguía aturdido por el repentino asalto de la pelirroja cuando vio como ésta se montaba a Angus una vez más y partía rumbo al castillo con Mordu siguiéndole los pasos.

Demonios, pensó entonces el joven rey, eso le pasaba por jugar con fuego. Ahora se encontraba deseoso y excitado. Sólo esperaba que en una semana Heather y Gustav pudieran tomar esa maldita bandera.

o-o-o-o-o

Al día siguiente Hiccup partió hacia el nido, y Mérida salió a su encuentro a despedirlo. Parecía que cierta cercanía y confidencialidad habia nacido entre ellos después del día anterior. Ahora sabían las historias y secretos de ambos y, aunque intentara negarlo, Mérida comenzaba a sentir algo por ese estúpido pero astuto rey dragón.

-Nos vemos en una semana mi reina. – Hiccup habia tomado una de sus manos y besándola, le dedicó una insinuante mirada que la pelirroja no pudo ignorar. Y tomándola de la cintura acercándola a su cuerpo, el castaño le susurró a su oído. – A mi regreso espero tener preparado mi lugar en tu cama.

Sonrió ladino y la apretujó contra su pecho, pues aunque la pelirroja le habia dicho que no obtendría nada de ella como mujer hasta que el trato se cumpliera, un abrazo no podría estar dentro de ese término ¿o sí? Cada vez que la tomaba por la cintura disfrutaba de la cercanía de sus curvas, de cómo sus suaves pechos se pegaban al suyo removiéndose exquisitamente cuando ella intentaba zafarse de él. ¡Dioses! El deseo que sentía por Mérida lo estaba volviendo loco, solo esperaba no ser el único sintiéndose de esa forma.

Deshizo su abrazo al sentir como la ardiente excitación de su interior comenzaba a crecer en otra extremidad de su cuerpo la cual no sería nada favorable en ese momento, y respirando hondo se despidió con una mano de sus oficiales y montó en Chimuelo.

Mientras Mérida veía como Hiccup se alejaba por los cielos, llevó una mano a su pecho, al latido frenético de su corazón. Demonios, su cuerpo respondía a cada caricia que el chico le brindaba y eso comenzaba a asustarla. El extraño fuego abrasador que sentía revolverse en su vientre desde que el chico la habia besado por primera vez, crecía cada vez más y Mérida se daba cuenta que comenzaba a gustarle. Comenzaba a sentir que quería más de eso. Y sobre todo en ese momento no habia querido que el castaño dejara de abrazarla, de apretujarla contra su cuerpo, y de mirarla de esa forma que la hacía sentir deseada. ¡Dioses! ¡Eso era realmente! Hiccup la deseaba, ahora se percataba de ello y ciertamente le gustaba.

Le gustaba sentirse deseada, pero el problema era que ella sentía exactamente lo mismo por el rey dragón. Eso la ponía en desventaja. Su orgullo de guerrera la traicionaba y ahora bajaba sus defensas cada vez que ese rey la atormentaba tomándola por la cintura y besándola cuando menos lo esperaba. Maldito rey dragón, era astuto. Muy astuto.

Pero, pensó, ciertamente le agradaba la sensación de seguridad y satisfacción que llenaban su cuerpo cada vez que él la envolvía entre sus brazos. Sentía que eso era lo correcto, se sentía bien, y ningún orgullo y guerra importaban ya. Era exactamente por eso que Hiccup no podía ganar ese acuerdo. Si lo dejaba dormir en su cama; si lo dejaba estar más tiempo a su lado; si se entregaba a él en cuerpo y alma, no habría vuelta atrás para sus sentimientos.

Y para una guerrera valiente y apasionada de Dunbroch como lo era ella, eso era lo que más le aterraba. Darse cuenta que comenzaba a sentir algo por su propio esposo.  

o-o-o-o-o

Nos leemos pronto :D

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