Capítulo 11

Después de su nada grato encuentro con esos niños y de demostrarles una pequeña lección de combate antes de que regresaran a sus casas enfurruñados por su derrota, y prometiendo que mañana le darían revancha a la pelirroja; Mérida y Astrid se encontraban ahora en el castillo riéndose divertidas de lo que habia pasado en la academia.

Como dijo la rubia, habían llegado a tiempo para la cena y al sentarse a la mesa con Hiccup y todos sus oficiales comenzaron a relatar lo que habia sucedido con esos mocosos en la arena. Astrid habia explicado el ataque furioso que habia tenido Mérida después de haber escuchado todas las quejas provenientes de sus futuros alumnos y entonces todos comenzaron a reír deseando el haber estado ahí para ver como la reina ponía en su lugar a esos malcriados. Sobre todo Hiccup no dejaba de sonreír al imaginárselo mientras veía a la pelirroja riéndose abiertamente por su anécdota. Sin duda le gustaba que Mérida se viera así de contenta, relajada, y sobre todo sin sus defensas puestas sobre ella. El paseo con Astrid le habia caído muy bien.

Terminada la cena los oficiales se retiraron a sus casas respectivamente y Mérida siguió a Hiccup hacia lo que sería su nueva habitación.

-Mientras conocías el reino junto a Astrid, hice traer todas tus cosas a tu habitación. – habló el castaño señalando una gran puerta de madera. - Espero que sea de tu agrado y si faltara algo puedes decirme ¿está bien?

Entonces la chica lo miró confundida, y Hiccup se imaginó en lo que estaría pensando.

-¿Dónde dormirás tú? – se volvió hacia él, expectante.

Hiccup sonrió de lado divertido.

-En mi habitación. – aclaró mirando la puerta contigua a la de la chica, para después dedicarle una sonrisa llena de malicia y diversión. – Pero si lo prefieres puedo dormir contigo esta noche.

Las mejillas de Mérida se encendieron y sus ojos chispearon con furia.

-Ni lo sueñes, rey dragón.

Y entró a su habitación cerrando la puerta fuertemente tras ella.

Hiccup soltó una pequeña risa al ver su reacción y pensó que habia valido la pena. Con su pequeña broma ahora sabía que la pelirroja al menos iba a pensar en él toda la noche. O hasta que se quedara dormida.

Suspiró. Al menos él pensaría en ella toda la noche. Tenerla a una puerta de distancia era una gran tentación, pero no quería abrumarla con su presencia y con lo nuevo que todo le parecería y, estaba seguro, apenas se iba acostumbrando. Era por eso que le habia asignado su propia habitación.

–Sabes que bromeaba mi reina. Pero si algún día quieres intentarlo, lo haré.

Al terminar esas palabras, Mérida escuchó como los pasos del castaño desaparecían por el pasillo. Al mismo tiempo sentía como los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos.

Estúpido rey dragón. Pensó.

Estúpido Hiccup.

o-o-o-o-o

A la mañana siguiente Hiccup se decidió en decirle a Mérida que tenía que partir hacia el nido junto con Chimuelo. Habia pensado decirle la noche anterior antes de que la pelirroja entrara a su habitación, pero no habia podido evitar hacer aquella broma y tras eso la chica habia entrado a su alcoba echa una furia. Suspiró resignado. Bueno, se lo merecía, tal vez ese tema aún era muy delicado para ella.

Hiccup habia pensado partir hacia el nido al día siguiente junto a Chimuelo puesto que todavía tenía asuntos que atender con Eret y terminar de explicar sus labores a Mérida, pero sin duda no dejaría pasar este día sin mencionarle a Mérida sobre su empresa en la búsqueda de los barcos cazadores de Drago.

Iba imaginando posibilidades de cómo podía contarle a Mérida cuando llegó al comedor pensando en encontrar ahí a la pelirroja, pero mayor fue su sorpresa al ver que no era así. En realidad Mérida no se encontraba por ninguna parte del castillo y al preguntarle a uno de los mozos por ella, éste le contestó que la reina habia salido muy temprano esa mañana, montada sobre su caballo con su arco en la espalda, y habia dicho algo acerca de ir a la academia a entrenar.

El castaño suspiró.

Bueno, ahora su charla tendría que esperar hasta que Mérida se desocupara. Mientras tanto Hiccup terminaría sus preparativos para partir mañana.

o-o-o-o-o

-¡Rudo, Mike, guarden a los dragones!

-Sí, mi reina.

-¿Espera, pero que haces?

-¡Regrésame a mi dragón, Rudo!

-Lo siento Gustav, órdenes de la reina.

Los dos niños se volvieron furiosos hacia la mayor, y Mérida no pudo evitar su sonrisa de satisfacción al verlos. Rudo y Mike eran los vikingos encargados del mantenimiento de la arena de la academia y los que resguardaban a los dragones en la especie de establo para dragones que tenía la construcción. Se habia ganado la simpatía de esos dos rápidamente y sobre todo después de mencionarles lo que tenía planeado para esos niños en ese día de entrenamiento que, al escucharla, soltaron una sonora carcajada al estilo vikingo. Al parecer ellos tampoco podían tolerar a esos mocosos insufribles, fue por eso que se habían puesto a disposición de la reina rápidamente. Y tan pronto habían llegado los pequeños soldados de Berk, Mérida hizo que les quitaran a sus dragones.

Estos niños aprenderían como era el sobrevivir sin ellos.

Entones Mérida soltó un fuerte silbido de sus labios que retumbo alrededor de la arena de la academia, eso fue suficiente para que los niños dejaran de quejarse y se percataran en lo que se acercaba rápidamente desde la entrada del lugar.

Mordu llegó entonces ágilmente con un estruendoso gruñido y sacudida que lleno a los niños de baba. Se habia posicionado frente a su dueña y veía a los niños fríamente con sus pequeños ojos negros.

-¿Pero qué demonios?- se quejaron éstos.

-Chicos déjenme presentarles a mi compañero de guerra. Él es Mordu. – los niños la miraron con el ceño fruncido. – Y ahora, permítanme explicarles de lo que se tratara el entrenamiento de hoy. Tendrán hasta el mediodía para llegar a la cima de pico de dragón, y contando desde ahora tendrán veinte minutos de ventaja hasta que Mordu y yo salgamos en su búsqueda.

-¿Que? – los menores de pronto la vieron como si se hubiera vuelto loca y eso divirtió a la pelirroja.

–Atravesaran el bosque y el arroyo, hasta llegar a la colina. – Mérida agradeció el recorrido que Astrid le habia dado el día anterior. – Ahí se encuentra una bandera, tienen que llegar hasta ella antes del mediodía para que el entrenamiento termine. Si Mordu o en este caso yo misma los atrapamos primero, entonces repetiremos esto mañana. Y al día siguiente, y al siguiente, hasta que puedan tomar esa bandera.

-¿Si nos atrapan? ¡Estarás cazándonos! ¡Como ardillas!– se enfureció el chico al comprender de lo que se trataba el entrenamiento.

-¿Estás loca? ¡Nunca llegaremos a esa colina sin los dragones!

-¡Ni siquiera tenemos armas!

-De eso se trata. – se jactó la pelirroja interrumpiendo sus quejas. – Que lleguen ahí sin ellos. Cuentan con sus dos brazos y piernas, y su cabeza es el arma más poderosa que pueden tener. Tienen un bosque lleno de herramientas para crear, ¡utilícenlas! Además el tiempo es su ventaja.

-¿¡Ventaja!? ¿Cual? ¡Sólo es injusticia!

Mérida subió a Angus mientras los chicos seguían quejándose y lanzándole miradas furiosas. Entonces Angus relinchó y Mérida tomó el arco en sus manos.

-Les recuerdo que de los veinte minutos que tenían desde que entraron a la arena sólo les quedan diez gracias a que lo han gastado en sus berrinches. Así que si no quieren que Mordu se los coma, será mejor que empiecen a correr.

-¿¡Comer!? Pero si dijiste que sólo nos atraparía.

Al ver como los niños no se movían Mérida los miró desafiante.

-¡Mordu! – gritó y el oso se colocó en guardia. - A por ellos.

Entonces salieron corriendo.

-¡Estás loca!

-¡Una bruja! ¡Eso es lo que eres!

Los niños salieron de la academia con un Mordu pisándole los talones, entonces el oso paró abruptamente en la entrada al verlos correr fuera de la academia.

Mérida se acercó a él.

-Bien hecho. – sonrió de lado al ver como los niños se alejaban hacia el bosque.

Aún faltaban cinco minutos más.

Esto sería divertido.

o-o-o-o-o

Una de sus flechas pasó rozando el cabello negro del muchacho.

-¿Acaso piensas matarme? ¡Reina loca!

Mérida soltó una carcajada.

-Creo que me tomare eso como un cumplido.

Entonces Mordu saltó sobre él y ahora el pequeño niño yacía bajo las patas del gran oso.

-¡Argh! Te odio, oso estúpido. – pataleaba furioso.

Mérida llegó hasta él montada sobre Angus y con una Heather amarrada de pies y manos detrás de ella, echada sobre Angus como un costal de papas.

-Se terminó. – sentenció la mayor. - Fallaron y aun no es medio día.

Los niños gruñeron al escucharla.

Mérida descendió de Angus y desató a Heather. Los menores se incorporaron y la miraban furiosos para diversión de la chica.

-Mañana lo volveremos a intentar. Por ahora regresen a sus casas.

-Iré por mi dragón. – comenzó a caminar Gustav enfurruñado con los puños apretados a sus costados.

-Oh no, nada de eso. – habló entonces la pelirroja mientras una sonrisa ladina comenzaba a nacer en su rostro. – No verán a sus dragones mientras no tomen la bandera que esta sobre esa colina. – la boca de los menores se abrió estupefacta. – No se preocupen por ellos, Rudo y Mike los cuidaran muy bien. Mientras tanto, analicen en sus casas lo que hicieron mal hoy y mañana intenten llegar antes de que Mordu los atrape.

Después de refutarle algunas cosas a la pelirroja, y al ver que no haría ningún cambio sobre su decisión, entonces los niños se fueron frustrados y llenos de ira hacia la reina loca que tenían ahora como maestra.

Mientras tanto, Mérida se encontraba demasiado satisfecha por los resultados que habia obtenido ese día. Esto comprobaba que los niños dependían demasiado de sus dragones para absolutamente todo. Pero ahora, y gracias a su entrenamiento, eso ya no sería así. Sabía que los dragones podían ser una gran herramienta para esos mocosos, pero no tenían por qué ser su debilidad. Sin ellos los niños volvían a ser comunes y corrientes. Vulnerables. Necesitaba entrenarlos en cuerpo, alma y espíritu si quería que en un futuro en situaciones donde los dragones no pudieran ayudarlos, ellos mismos pudieran defenderse por su propia cuenta. Gustav y Heather tenían que aprender a sobrevivir sin ellos. Al menos su generación y las más jóvenes que venían después de ellos.

Mérida suspiró y estiró su cuerpo con sus brazos hacia adelante. Ese habia sido un gran ejercicio. Habia disfrutado mucho el perseguir a los niños escurridizos y ver sus caras de frustración cuando los atrapaba. Mañana estaba segura serían más reacios a ser cazados pues ya habían experimentado el fracaso.

Sonrió al pensar eso. Tal vez mañana le darían más guerra.

Subió de nuevo a Angus y entonces llamó a Mordu a su lado.

-Vamos muchachos. – les habló a sus fieles compañeros mientras caminando por el bosque se acercaban cada vez más al arroyo. Aún faltaba una hora para el mediodía y entonces tendría que volver al castillo para la merienda. Así que mientras tanto atraparía algunos peces con Mordu como lo hacían siempre en Dunbroch después de un arduo entrenamiento. Al menos podría conservar algunas costumbres que tenia de su hogar, y eso la hacía recordarlo con nostalgia.

Llegaron al arroyo y Mordu entró de lleno en él comenzando a cazar a los peces escurridizos que huían de su gran boca rápidamente. Angus comenzó a pastar por su alrededor, y Mérida se adentró al agua hasta la altura de sus pantorrillas, con el arco en su mano dispuesta a cazar más peces que su compañero oso.

Así estuvieron un largo rato sin que la pelirroja se percatara de la hora que era. Fue entonces cuando detrás de ella escuchó como la llamaba una voz proveniente de una presencia que acababa de arribar. Eso la sorprendió de pronto, causando que Mérida casi cayera de lleno al agua del arroyo.

-¡Hiccup! – lo reprendió volviéndose hacia él aun metida en el agua.

El castaño al ver su expresión se echó a reír.

-Lo siento, no quería distraerte de tu eh... - dudó. - entrenamiento.

La pelirroja rodó los ojos.

-Pescando, estoy pescando.

-Oh, sí. Claro, por supuesto. – sonrió dándole la razón. – Por cierto, ¿cómo fue tu entrenamiento con Heather y Gustav?

Mérida salió del arroyo con tres peces diferentes incrustados en su flecha.

-El entrenamiento fue muy exiguo este día, y mande a Heather y a Gustav a sus casas. Tal vez mañana sea un poco más excitante de lo que fue hoy.

Al escucharla Hiccup sonrió acercándose a ella, mientras Chimuelo seguía con su vista la flecha con peces que la pelirroja tenía en su mano.

-De camino hacia el arroyo me encontré con Astrid y me dijo que los chicos habían llegado a ella convertidos en pequeños demonios enfurecidos. – Hiccup no pudo evitar soltar una pequeña risa al recordar lo que la rubia le habia contando. – Al parecer blasfemaban tu nombre, Mérida. Eso me hizo pensar en qué clase de entrenamiento se practica en Dunbroch.

Mérida no pudo evitar sonreír orgullosa.

-El adecuado como para fortalecer a esos niños en cuerpo, alma y espíritu. No dudo de la fortaleza y el apoyo que pueden brindarles sus dragones, pero tienen que aprender a hacer las cosas por ellos mismos. – Hiccup la miraba expectante mientras sentía como comenzaba a contagiarse de la pasión que emanaba de la pelirroja. – Además, su generación y las más jóvenes tendrán que trabajar aún más duro que la tuya, puesto que ellos crecieron con la protección de los dragones. Mientras tú y tus amigos tienen la ventaja de que no los tenían cuando eran niños, no contaban con la ayuda de los dragones y eso los convirtió en guerreros fuertes por sí mismos. Ahora Gustav y Heather tienen que alcanzaros en ese aspecto.

De pronto Hiccup la miró con admiración.

-Increíble. – habló asombrado. - Me has hecho darme cuenta de algo que ignoraba, o más bien nunca me habia puesto a pensar sobre ello. – confesó entonces. – Creo que he dejado que los más jóvenes dependen demasiado de sus dragones.

Mérida se sintió de pronto sorprendida al escuchar como sus acciones y palabras eran aceptadas por el rey de Berk, pues realmente se le habia cruzado brevemente por la cabeza que a lo mejor Hiccup no estaría de acuerdo con el entrenamiento que habia hecho con sus subordinados. Pero eso no era así. Le habia dado un nuevo panorama al castaño de lo que pasaba en su reino, y él lo habia aceptado abiertamente.

Entonces Hiccup se volvió hacia ella con una deslumbrante sonrisa.

-Creo que te estas adaptando muy bien a tu nuevo hogar. - el corazón de Mérida dio un brinco. – Y me atrevería a decir que el título de reina te viene perfectamente.

La chica se sonrojó. Y sacudiendo su cabeza quiso que sus palabras y su estúpida y apuesta sonrisa no le afectaran tanto.

-Por supuesto que sí. – habló entonces altiva. – He entendido perfectamente mis deberes aquí y Astrid también ha sido de mucha ayuda.

-Me alegra oír eso, Mérida. Pensé que a lo mejor una despedida tan rápida de tu reino y llegar a las tareas de otro, te abrumaría de sobremanera. Pero puedo darme cuenta de que estuve equivocado. Creo que simplemente no puedo evitar el preocuparme. – sonrió disculpándose con una mano sobre su cabeza.

Entonces Mérida rodó los ojos.

-Ese es tu problema rey dragón, te preocupas demasiado.

El chico suspiró.

-Sí, me lo han dicho siempre. – sonaba culpable. – Sin embargo no lo puedo evitar, es mi naturaleza.

La chica entonces lo miró con un semblante serio, analizando sus gestos y sus palabras. Recordó lo que habia hablado con Astrid el día anterior y ahora se daba cuenta de todo lo que cargaba el castaño sobre sus hombros. Intentaba protegerlo todo, su reino, sus amigos, los dragones, y ahora estaba segura que ella se encontraba dentro de esa lista también.

-Ya no te preocupes tanto, ¿de acuerdo? – Mérida comenzó a hablar de pronto movida por un sobrecogedor sentimiento de soporte. – No estás solo. – el chico abrió los ojos. – Me refiero a que nunca lo estuviste, al parecer tus oficiales siempre han estado para ti. Y ahora también me tienes a mí. – se sonrojó dándose cuenta de las palabras que acababa de soltar y desvió su mirada de esos profundos ojos verdes. - Quiero decir, que ahora puedes compartir esa preocupación. – trató de aclararse. - Soy reina de Berk y protegeré estas tierras al igual que tus oficiales. –terminó decidida con la frente en alto.

Al escucharla Hiccup tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no volver a tomar a Mérida de la cintura y besarla desenfrenadamente como la última vez. Cerró sus puños a los costados disminuyendo el impulso y tragó fuertemente. Mientras tanto Mérida, levemente sonrosada, era inconsciente del efecto que esas palabras habían tenido sobre él.

Mérida comenzó a jugar con los peces que tenía en su flecha. Quería entretenerse en cualquier otra cosa y desviar la mirada de la de el joven rey pues éste se habia quedado sin palabras y ahora sólo se limitaba a observarla fijamente, cosa que comenzaba a ponerla nerviosa.

Fue entonces cuando Chimuelo se acercó a ella sorprendiéndola un poco, y al ver como lo que el dragón negro quería era realmente el alimento en sus manos, Mérida soltó un bufido divertido y desprendiendo a los peces de su flecha los arrojó lejos seguido de un dragón emocionado quien voló tras ellos. Mérida rio por lo bajo, al menos esto la habia calmado un poco de los insistentes pálpitos de su pecho.

Al volverse de nuevo hacia el castaño, se pudo dar cuenta como el semblante de éste habia cambiado a uno más serio. Y el brillo en sus ojos verdes volvió a ese que lo hacía parecer mayor de lo que era.

-Mérida, - habló entonces el rey después de un tiempo en silencio. – Hay algo que tengo que contarte.

Y Mérida presintió que lo que Hiccup estaba apunto de decirle cambiaría su relación de ahora en adelante. Sin embargo, jamásse pudo haber imaginado que eso era el motivo que siempre habia tenido tantrastornado al rey de Berk.

o-o-o-o-o

Gracias por leer! :D

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