Capítulo 10
Hiccup no era consciente de lo que hacía.
Lo único consiente que recordaba era la necesidad que habia tenido de besar a Mérida al escucharla decir cómo sería la reina que él necesitaba. Y de pronto eso lo lleno de satisfacción, y dicha que lo movieron a tomarla ahí mismo y besarla. Ni siquiera en su ceremonia de bodas se atrevió a besarla como lo hacía ahora.
Rozó la suavidad de sus labios, la sintió suspirar dentro de su boca, y la calidez húmeda de su lengua lo embriagó. Poco a poco sentía como el deseo por ella se iba encendiendo desde su vientre en una punzada de placer, y entonces Hiccup recuperó la cabeza.
Joder, aún seguían en el puerto con la gente de Berk celebrando su llegada y soltando un gran bullicio al verlos, necesitaba parar antes de que su deseo creciera hacia otra parte de su cuerpo. El castaño se separó de Mérida respirando agitadamente y al verla notó que no habia sido el único afectado por lo que habia hecho.
Mérida le devolvía una Mérida aun sorprendida por lo que acababa de ocurrir, con sus mejillas deliciosamente sonrojadas y su rebelde cabello revoloteando alrededor de su rostro gracias al viento marino que soplaba. Mientras su pecho subía y bajaba entrecortado.
Demonios si no dejaba de mirarla ahora mismo, Hiccup tenía miedo de no poder controlarse y caer de nuevo en la tentación de besarla.
Carraspeó sonoramente su garganta y se volvió hacia su pueblo mientras intentaba poner una tranquilizadora sonrisa. Y Mérida, a un lado de él, parecía haber salido de su estupor volviéndose también hacia la gente enérgica de Berk y saludándolos levemente con su mano.
Hiccup no se disculparía por ese beso puesto que habia nacido de lo más profundo de su ser, pero si Mérida llegara a enojarse por eso podría excusarse argumentando que era la evidencia que su pueblo necesitaba ver para confirmar que era su nueva reina.
El castaño sonrió para sus adentros, sí tal vez eso podría funcionar.
Pero el rey de Berk no necesito aclarar nada pues en ese preciso momento un gran alarido se dejó escuchar proveniente de uno de los barcos que acababan de arribar junto a ellos. Eso los puso en alerta volviendo rápidamente sus cabezas hacia el origen del ruido. Aun así Hiccup no lo reconoció como un rugido de sus dragones.
Estaba seguro que ese sonido era parecido a un...
-¡Mordu!
El castaño miró hacia la pelirroja quien en ese momento habia salido presurosa de la cubierta del barco hacia el muelle. Mérida también habia escuchado ese feroz rugido y Hiccup podía imaginarse lo que estaba pasando.
Uno de sus vikingos se acercó entonces a él, se veía agitado y un poco asustado.
-¡Señor algo ocurre con el oso de la reina!
Al escuchar eso Hiccup salió rápidamente tras Mérida quien podía ver como habia llegado ya al otro barco donde sus dos animales más confiables habían navegado toda la noche. Al llegar al barco, la tripulación de vikingos era un caos, el oso de alguna forma se encontraba en la cubierta, rugiendo y bramando desesperado. Las rendijas completamente negras que eran sus ojos brillaban ferozmente mientras sus vikingos trataban de calmarlo halando de las sogas que alcanzaron a enlazar alrededor de su cuello. Pero Hiccup podía saber lo bravo que ese oso podía llegar a ser. Lo habia visto en la guerra contra Dunbroch, y como en ese entonces, tampoco ahora se dejaría domar por ninguna soga.
Entonces Mérida entró en su campo de visión, posicionándose frente a la bestia.
-¡Mérida!- preocupado, Hiccup se habia acercado a ella instintivamente, pero Mérida lo paró con un ademan de sus manos. El castaño no se acercó.
Temía que en su ataque de desesperación el oso podría llegar a lastimar a su dueña. Mordu se encontraba en una situación de estrés, habia viajado más de un día en barco por el inquieto mar, encerrado en una enorme jaula con personas desconocidas. Y al llegar y desembarcar, no eran precisamente sus tierras con las que se encontró a primera vista. Nada de esto era familiar para él y Hiccup lo podía comprender. Sin embargo si la vida de Mérida corría algún peligro en esos momentos no duraría en entrar en acción junto a Chimuelo, por mucho que Mérida se enfadara con él después.
Pero entonces, y antes de que el castaño intentara hacer algún movimiento, una melodía llegó a sus oídos.
Se volvió hacia el origen de ese sonido y encontró a Mérida erguida valientemente frente a Mordu mientras le tarareaba una mística canción. Hiccup la reconoció, era la canción de la cascada. De pronto el enorme oso se habia calmado, al divisar a su dueña se acercó rápidamente a ella, los vikingos soltaron sus cuerdas y Mérida lo tranquilizó con su voz. El aterrador animal de antes ahora reposaba sobre sus patas casi ronroneando por las caricias que la pelirroja le daba sobre su cabeza. Y Hiccup quedo impresionado mientras una cálida sensación abarcaba su pecho al mirarla tan serena cantando esa misma canción de la cascada.
-Guao, Hiccup hermano, creo que te están ganando el puesto del mejor domador de bestias.
-¿Patán?
Al reconocer la voz que le habló desde sus espaldas, Hiccup vio como sus oficiales se encontraban tras él sobre sus dragones y al parecer habían visto lo que habia sucedido hace un momento. Patán y Astrid esteban en el barco mientras los gemelos organizaban a la gente aun enérgica en el muelle para que regresaran a la cotidianidad del día puesto que su rey ya habia llegado y ya no habia nada que ver ahí. Y Patapez terminaba de ayudar a desembarcar el resto de mercancía, regalos, objetos y demás que traían consigo desde Dunbroch. Entre ellos las pertenencias de la nueva reina de Berk.
-Hiccup, Mérida, que bueno que llegaron con bien. – Astrid se acercó a ellos saludándolos con una sonrisa en su rostro. Mérida ya habia calmado a su compañero guerrero y ahora éste se encontraba recibiendo ordenes dócilmente. – Lo que hiciste fui increíble Mérida.
La chica sonrió al parecer algo apenada al escuchar esas palabras. E incorporándose, se acercó hasta donde estaban ellos con la última orden hacia Mordu de que se comportara.
-Yo... siento esto. Creo que Mordu venia algo intranquilo desde que partimos de Dunbroch.
La rubia vikingo negó con la cabeza mientras la tomaba de las manos comprensiblemente.
-No te disculpes, lo entiendo perfectamente. Todo esto es nuevo para él.
-Pero vaya truco que sacaste de la manga ¿eh, reina? – Ante su imprudente comentario, Astrid le dio un codazo a patán. – ¡Auch!
-No, Astrid tiene razón. – habló ahora Hiccup volviéndose hacia la pelirroja. – Lo que hiciste fue increíble.
Mérida se encogió de hombros restándole importancia.
-Bueno al igual que ustedes utilizan esa cosa extraña que hacen con la mano para tranquilizar a sus dragones, nosotros utilizamos nuestra voz.
-Ahora entiendo porque los jefes de los clanes bramaban tan fuerte... ¡Ouch! ¡Astrid!
-Bueno, acaban de llegar y hay mucho que hacer. – después de callar a Patán, Astrid volvió a tomar la palabra animosamente.
-Sí, quiero enseñarle el reino a Mérida.
-Oh, no. Me temo que no, joven rey. Tienes que terminar de organizar a tus hombres. – siguió hablando la rubia mientras señalaba los demás barcos que seguían llegando al muelle. – Y Eret quiere que te reúnas con él después de eso.
Al escuchar esto último, Hiccup frunció el ceño y su mirada cambio rápidamente. La pelirroja no paso por alto la seriedad que volvía a su rostro haciéndolo parecer mayor de lo que era.
-Así que yo le mostrare el reino a Mérida. – Astrid la tomó de un brazo cariñosamente. – No tienes nada de qué preocuparte Hiccup. Le mostrare el reino y hare algunas presentaciones en lo que tú haces tus asuntos con Eret. Estaremos devuelta para la cena.
El chico asintió y relajando su rostro un poco, habló.
-Gracias Astrid. – y volviéndose hacia Mérida, llevó una mano a su cuello de pronto sin saber que decir. – Sé que a lo mejor estarás cansada así que espero no te moleste que...
-¿Bromeas? – la pelirroja lo interrumpió extrañamente entusiasta y eso bastó para que Hiccup la mirara ahora sonriendo. – Lo último que necesito ahora es descansar, - miró a la vikinga rubia. – Astrid muéstrame todo lo que puedas de Berk. Sólo tengo una petición, ¿pueden ir estos dos conmigo? – la pelirroja sonreía ampliamente mientras señalaba tras ella a Mordu y a Angus su caballo. – Creo que les vendría bien estirar las piernas y conocer las tierras.
La rubia río.
-Por supuesto que sí.
o-o-o-o-o
Una hora más tarde Mérida y Astrid se encontraban cabalgando alrededor de las tierras de la isla.
Mérida se encontraba montada sobre Angus trotando al paso de la rubia quien habia insistido en montar un caballo y no a su dragón Tormenta puesto que en esa etapa del embarazo seria riesgoso para ella y el bebé. Además de que su esposo Eret la encerraría en su casa hasta que el bebé naciera si la encontraba arriba de su dragón de nuevo. Al mismo tiempo, Mordu y tormenta les seguían los pasos desde atrás. Al parecer Mordu habia logrado amistarse con ese dragón y ahora se encontraba corriendo tras Tormenta en un entretenido juego.
Mérida los vio y suspiró. Bueno al menos Mordu ya se estaba familiarizando con el reino y sus dragones y ya no se veía agobiado como momentos antes. Sin embargo si no hubiera sido por la rabieta que el oso habia hecho, no sabía cómo es que iba a responder a lo que Hiccup habia hecho momentos antes. Inesperadamente el castaño la habia besado y, para su extraña sorpresa, Mérida le habia correspondido al beso. Y le habia gustado. Pero que Infiernos, ¡le habia gustado! Por eso en cuanto Astrid dijo que le mostraría el reino, la pelirroja no dudo en acompañarla. Aunque por fuera habia actuado normal, por dentro sentía un desastre de emociones.
Pero, se dijo Mérida, a fin de cuentas era su esposa. Si ponía las cosas por ese lado, Hiccup estaba en todo su derecho. Además, medio reino se encontraba en los muelles en ese momento, también pudo haber sido tan sólo una demostración frente a su pueblo.
Y convencida de esos pensamientos, Mérida suspiró poniendo su concentración en el camino por el que andaban.
Habían avanzado un gran tramo desde el muelle hasta donde ahora se encontraban. Habían pasado casas, construcciones y cosechas. Y aunque no diferenciaban mucho las construcciones de las de su reino lo que si llamaba su atención eran las mejoras que hicieron sobre éstos para los dragones. Humanos como dragones tenían su propio espacio y eso hacía a Berk un lugar diferente al resto, y claro que también fantástico a simple vista.
Un enorme campo se extendía frente a ellas, y al terminar se veía como se acercaban cada vez más al inicio del bosque.
Mérida se encontraba contemplando el panorama cuando Astrid se volvió hacia ella con una sonrisa.
-¿Te gusta?
-Es algo diferente a Dunbroch, pero me puedo acostumbrar. – sonrió orgullosa la pelirroja.
-No dudo ni un poco de eso. – Mérida le sonrió agradable, Astrid le comenzaba a caer bien. – Desde lo ocurrido en el barco creo que te has ganado el respeto de muchos, eres alguien formidable Mérida.
-Eso no fue nada, tan solo quería tranquilizar a mi compañero de batalla. Pero si hubiese sido un dragón el descontrolado, tal vez ahí no hubiera sido de mucha ayuda. No tengo tanta información sobre ellos, ¿sabes? Nunca creí que la necesitaría.
No sabía por qué pero ahora Mérida se encontraba charlando abiertamente con esta rubia vikinga, antes su enemiga. Creía que no necesitaría saber nada sobre los dragones, estaba evitando el conocerlos para no encantarse con ellos como lo hacían todos los que se encontraban con uno. Pero ahora que habia llegado a Berk y veía como los dragones eran parte de este reino también, tenía al menos que conocer un poco sobre ellos pues ahora eso sería parte de su empresa como reina.
-Entiendo el por qué– habló de repente Astrid sacándola de sus pensamientos. – ¿Por qué gastar tiempo en aprender sobre una especie peligrosa que intentó invadir tu reino? Te entiendo perfectamente Mérida. Hace un tiempo nosotros pensábamos exactamente lo mismo. Preferiríamos combatirlos antes que entenderlos. Pero entonces, y gracias a Hiccup, todo cambio.
-Hiccup me habló sobre eso. – afirmó la chica recordando las palabras de la noche anterior. - Eran reconocidos por ser vikingos profesionales en cazar dragones.
-Así es. – continuó la rubia soltando una pequeña risa. - Pero Hiccup era el peor de ellos. – sonrió nostálgicamente. – Yo tenía ocho años cuando Hiccup nació y quedo huérfano de madre el mismo día. Desde entonces lo traté como si fuera mi hermano pequeño. Me seguía a todos lados, le enseñe a crear su propio casco vikingo y le enseñe a pelear, aunque eso nunca fue su fuerte, él era más bien un chico inteligente. Le encantaba crear e inventar cosas con lo que tenía a su alrededor. Aun así quería ser reconocido como su padre y abuelo. Quería cazar un dragón a toda costa. Sus antepasados eran reconocidos por haber cazado al menos un dragón furia nocturna, la especie más poderosa de dragones. Y decidido a cazar uno, aunque sus inventos e intentos fallaran, de pronto habia encontrado a uno herido. Pero en vez de acabar con él, Hiccup hizo todo lo contrario, lo ayudó a sanar. Ahora ese dragón lo conocemos como Chimuelo.
Mérida abrió los ojos.
-¿Chimuelo es un furia nocturna?
Astrid asintió.
-El ultimo de su especie. Desde entonces nuestra perspectiva sobre los dragones cambió y Hiccup nos ayudó a comprenderlos. – Astrid se volvió hacia Mordu y Tormenta quienes seguían en su extraño juego de correr, volar y brincar. – Aunque Berk parezca una tierra de convivencia pacífica entre dragones y humanos, ellos tienen su propio hogar.
Mérida la miró interrogante.
-¿Qué quieres decir? ¿Acaso Berk no es su lugar de origen?
La rubia negó con la cabeza.
– Hemos aprendido a convivir con ellos, pero también tienen su propio nido al cual volver. – entonces los ojos de Astrid se volvieron hacia el horizonte. - Más allá de Berk y del mar del norte se encuentran sus tierras. Se podría decir que nosotros somos tan sólo una puerta hacia sus dominios. Dominios a los que mucha gente quiere llegar e invadir, pero son muy difíciles de encontrar.
Mérida escuchaba todo lo que la rubia le decía sorprendida, todo esto era nuevo para ella. Aunque la magia era una cuestión muy normal en los diferentes reinos, las criaturas fantásticas como los dragones, no. Puesto que ellos eran más difíciles de encontrar. Para muchos estas bestias sólo se dejaban ver unas veces cada tantos años, y hasta hace algunas generaciones atrás se dejaron ver con más frecuencia resultando esto en cacerías exhaustivas por parte de los vikingos hacia esa especie. Y pese a que luchaban contra ellos, en realidad nunca se habían puesto a pensar de donde provenían. Donde estaría su hogar o el origen de sus tierras, hasta que apareció Hiccup, pensó Mérida, y se volvió aliado de ellos y no su enemigo.
-¿Has estado ahí? ¿En su hogar? – preguntó la pelirroja con interés.
Astrid negó con la cabeza.
-El único que conoce su localización exacta es Hiccup. – por supuesto que sí, se dijo la pelirroja. -Por eso se ha empecinado tanto en protegerlos ya que personas peligrosas se encuentran tras el paradero de ese lugar para utilizarlo para su propio beneficio funesto.
Astrid frunció el ceño molesta tras esas palabras, y viendo ese gesto, Mérida recábalo la información en sus pensamientos. Por su puesto que mucha gente estaría interesada en un dragón, eran una mina de oro. Su padre le habia dicho que en el mercado negro pagaban exageradamente bien por las escamas de dragón, sus garras, huesos y dientes. Con ellos se podrían hacer armas indestructibles y armaduras extremadamente fuertes. Pero el precio por cazar uno también era muy elevado, se ocupaban muchas vidas humanas para tomar una de dragón. Era por eso que raramente se podría encontrar mercancía de ellos en los diferentes comercios ilegales.
Entonces la cuestión que rondaba en su cabeza salió inconsciente de los labios de Mérida:
-Tal vez eso sea lo que tiene a Hiccup tan ocupado.
-¿Como?
La pelirroja habia pensado en voz alta y se volvió hacia Astrid rápidamente.
-Tan sólo estaba pensando que me pareció muy extraño el que Hiccup quisiera regresar a Berk inmediatamente después de nuestra ceremonia de bodas. Según sus propias palabras argumentaba que tenía asuntos que atender en Berk con urgencia. Entonces pensé que a lo mejor fuera esto, lo que acabas de contarme. Sus dragones peligran al igual que su hogar, es por eso que insistió en volver tan rápido.
Astrid la miró entonces sorprendida, y una sonrisa se formó en su rostro.
-Eres muy intuitiva princesa, quiero decir mi reina. – le guiño un ojo divertida. – Y tienes razón, últimamente Hiccup ha tenido a los muchachos muy ocupados en la búsqueda de los barcos cazadores de Drago. Antes de regresar a Dunbroch para la ceremonia, hizo todo lo posible este último mes para deshacerse de ellos.
Al escuchar un nombre que no era familiar para ella, Mérida miró de pronto extrañada a la rubia.
-¿Drago? ¿Quién es Drago?
La mayor calló entonces, deteniendo a su caballo abruptamente mientras miraba a la pelirroja con un semblante diferente. Parecía triste.
-Lo siento princesa, pero creo que eso no me corresponde contártelo. – y Mérida pensó que tal vez habia tocado un tema serio para las personas de Berk puesto que la rubia habia olvidado nombrarla por los honoríficos. Sin embargo, ese semblante duró tan sólo un poco en el rostro de la rubia pues ahora una sonrisa volvía a cubrirlo. – Creo que he hablado un poquitín de más. - se excusó. - Pero descuida. Si tienes alguna duda, puedes preguntarle directamente a Hiccup. Estoy segura que no podrá ocultarte nada, parece tener una cierta debilidad por ti.
Y pasando por alto la pregunta que Astrid no pudo responderle, Mérida se sonrojó por la insinuación que ésta parecía dedicarle acerca del jinete de dragones.
-¿C-Como dices?
-¡Vamos Mérida! – ignorando su pregunta, la mayor apuró a su caballo con una deslumbrante sonrisa en su rostro. - Quiero mostrarte la academia antes de que anochezca.
Y girando su caballo la rubia salió al galope con una Mérida confundida atrás de ella.
o-o-o-o-o
Después de dejar el muelle y a sus oficiales a cargo del resto, Hiccup habia llegado cuanto antes al castillo en busca de Eret.
En cuanto Astrid le dijo que Eret quería verlo, sabía que tenía que ver con Drago y sus flotillas cazadoras. Fue por eso que no pudo esperar. Entró a la sala donde se reunían sus oficiales para asuntos de planes y estrategias, encontrándose a Eret en la enorme mesa con incontables papeles y pergaminos alrededor de él. Al escucharlo entrar, alzó la cabeza y se incorporó saludando a su rey.
-En hora buena por tu ceremonia, Hiccup. – sonrió atento Eret, y Hiccup le agradeció de igual forma. Pero los saludos duraron si quiera un rato pues Hiccup habia cambiado inmediatamente su rostro por uno más serio.
-¿Eret que pasa? Astrid dijo que tenías algo que decirme.
-Furtivo trajo esto, esta mañana. – sin más rodeos, el mayor le habia extendido un pedazo de papel al joven rey. – Trae el sello de Hawk.
Al escuchar ese nombre, Hiccup tomó rápidamente el sobre. Desde que se habia topado con Eugene en su boda contándole lo que habia sucedido con Hans, el castaño habia estado preocupado. Aunque Eugene habia dicho que todo iba bien, quería confirmarlo por él mismo. Fue por eso que al anochecer, cuando embarcaron rumbo a Berk, habia mandado a Furtivo con una nota desde el barco hacia el paradero de Hans.
La respuesta fue inmediata, así que esperaba que el pirata se encontrara bien. Y al leer la carta se dio cuenta que así parecía estarlo.
En ella decía que iba tras la pista del príncipe de Svalbard que al parecer se encontraba ayudando a Drago en la búsqueda del hechizo, y traía algo en su barco pirata que el príncipe quería con urgencia. Bueno eso explicaba lo que habia dicho Eugene del porque ese reino perseguía con insistencia a Hans. Pero algo todavía no dejaba de inquietarlo, ¿Svalbard cómplice de Drago? Tenía entendido que ese príncipe era un idiota. ¿Que querría Drago de él? ¿Por qué tenerlo como aliado?
Al final de la nota Hans comentaba que iría a cierta isla de piratas donde tal vez encontraría ahí información sobre el paradero de Drago, si ese fuera el caso se lo haría saber de inmediato mediante Furtivo. Se despidió con un enhorabuena por tu enlace y Hiccup suspiró con un poco de alivio.
Al menos sabía que Hans se encontraba bien. Y por lo visto en su boda, Eugene también estaba seguro en el reino de Corona. Pero ahora su interrogante era ¿qué demonios tenía que ver Svalbard con Drago? Ya tenía a una hechicera negra de Corona a su lado ¿por qué hacer alianza también con ese príncipe? A lo mejor habia una relación ahí que Hiccup aún no podía entender. Eso no le gustaba.
No le gustaba para nada.
Esto comenzaba a tornarse demasiado extraño. Pero ahora no le quedaba ninguna duda, Drago haría lo que sea por cumplir su empresa. Era por eso que reunía a príncipes idiotas y a brujas de magia negra como sus aliados para lograrlo. Sin embargo, Hiccup no se lo permitiría.
Después de terminar de leer la nota, el castaño la arrugó dentro de su puño y la lanzó hacia el fuego de la chimenea viendo cómo se consumía lentamente.
-¿Qué es lo que haremos ahora, Hiccup?
Eret habia hablado después de un pequeño silencio por parte de su rey. Y volviéndose hacia el mayor con decisión férrea en sus ojos, Hiccup habló:
-Continuaremos con la caza de las flotillas de Drago, Eret.
El nombrado asintió con vehemencia. Y fue en ese instante que una ráfaga de viento sopló tan fuerte que atravesó las ventanas de la sala y los pasillos del castillo. Como si de un lastimero aullido se tratase.
– E iré a visitar el nido con Chimuelo.
-¿Iras tú solo?
El castaño asintió. – Tengo un mal presentimiento.
-¿Qué harás con la reina en tu ausencia? ¿Sabe algo de lo que estás haciendo?
Hiccup pestañeo desorientado saliendo de sus profundos pensamientos con tan sólo esa simple mención de la pelirroja.
Demonios, no habia pensado en eso.
-¿Que se supone que le diga a Mérida? – habló para sí mismo con un deje de frustración, con el ceño fruncido y la preocupación reflejada en su rostro.
Ante esto, Eret sonrió de lado.
-¿Por qué no le cuentas la verdad?
Hiccup relajó su semblante suspirando con resignación.
-No es algo que pretenda ocultar, pero no quiero abrumarla con esto. Apenas se estará acostumbrando al reino y a su gente, a los dragones, a sus tareas como reina...
-Entonces no veo el problema en decirle. – lo interrumpió. - Astrid me ha hablado mucho sobre ella, le cae realmente bien ¿sabes? – el joven rey sonrió extrañamente orgulloso al escuchar esas palabras. – Y a lo que mencionaste por como recibía y atacaba en cada contienda contra ti durante la guerra, no veo como no pueda sobrellevar esto.
-Por eso exactamente. – su voz salió un poco exasperada. - Porque estoy seguro que querrá luchar y combatir con todas sus fuerzas. Está en su terca naturaleza. – entonces cerró los ojos un momento y se calmó. - Pero esta es mi guerra. No dejare que corra peligro. En especial si es contra Drago.
-No sólo es tu guerra, Hiccup. –le reprochó el mayor. - Es nuestra, y Drago es nuestro enemigo. Estoico era tu padre, pero también era nuestro rey. Deja de cargar el peso de su muerte por tu cuenta.
Aunque sabía que Eret tenía razón, no podía dejar de sentir que esa responsabilidad era únicamente de él. No habia podido ayudar a su padre a pesar de todo el esfuerzo que habia hecho por encontrarlo. Y al haber llegado por fin hasta él, habia descubierto que la muerte le habia llevado ventaja desde siempre. Eso nunca se lo perdonaría. Era su culpa que Estoico el Vasto estuviera muerto, y el matar a Drago haría que Hiccup calmara tan sólo un poco el peso de culpa que llevaba sobre sus hombros.
Tan sólo un poco.
-Está bien, se lo explicare. - A fin de cuentas era su reina. Y Eret sonrió victorioso por las palabras del joven rey, sin darse cuenta en ningún momento del semblante de preocupación que reflejaba el rey dragón en su rostro antes de salir de la sala.
o-o-o-o-o
Astrid la habia llevado por diferentes caminos de Berk y paisajes que intentaba memorizar cada que la rubia le explicaba algo sobre ellos o alguna historia popular de la zona. Le presentó también a algunas personas de Berk quienes se encontraban por el camino en su labor diaria. Y todo esto había pasado antes de llegar a la tan esperada academia. En donde ahora la rubia llevaba casi media hora explicándole lo que ahí haría. Ese era el lugar donde entrenaría a sus últimos guerreros más capaces y valientes, los que ella no habia podido entrenar puesto que habia entrado a la etapa de embarazo que no se lo permitía.
Al llegar, Mérida vio impresionada como la academia se alzaba frente a ella, enorme, algo vieja, pero imponente. Y le gustó. Sería un buen lugar para entrenar, moría de ganas de poner a sus músculos a trabajar otra vez y lanzar incontables flechas con su arco. Analizando la estructura, se dio cuenta que ésta era algo peculiar, pues en lugar de que hubiera techo cubriendo lo alto de la construcción, habia una especie de verjas posicionadas en cruces cerrando lo alto del techado en forma de domo. Parecía la mitad de una jaula, y se dijo que era para los dragones. Para que no salieran volando de ahí.
-Vaya, que rústico. – no pudo evitar decir.
-Si. – respondió la rubia divertida. – Esta es la vieja escuela de entrenamiento. Aunque nos amistamos con los dragones, no hemos cambiado esos viejos barrotes.
Desmontaron de sus caballos y se adentraron al lugar.
-Venga vamos, te mostrare el lugar por dentro. Podrás comenzar desde mañana tus entrenamientos pues veo que estas ansiosa. Mañana pediré a Gustav y Heather que se presenten para que conozcan a su nueva maestra. Estoy segura que te agradarán, aunque al principio pueden ser un poco...
Pero Mérida ya no la oía. Habían entrado a lo que era la arena de la academia y su atención se habia puesto en las dos presencias extrañas que se encontraban frente a ella luchando arrojándose al parecer una especie de armas la una a la otra.
Espera ¿acaso eso eran hachas?
Una de ellas salió volando de repente incrustándose a centímetros de sus pies, y Mérida frunció el ceño al ver quien las arrojaba... ¿Pero qué demonios? ¡Si apenas eran unos niños!
-¿Gustav, Heather? ¿Pero qué hacen aquí? – la rubia habia parado su diatriba y también parecía sorprendida por la presencia de eso niños en la arena.
-Estábamos entrenando por nuestra cuenta. – habló engreído uno de ellos.
-Ya que, al parecer, nadie quería ocupar esa labor. – se enfurruñó el otro con las manos en sus caderas.
Parecía que un tic nervioso nacía de un ojo de la rubia vikinga, entonces soltó un suspiro y continuó.
-En ese caso déjenme presentarles a Mérida – siguió Astrid mientras señalaba a la pelirroja a un lado de ella y Mérida temió hacia donde iba todo esto. - De ahora en adelante será su maestra de entrenamiento.
Y al ver la reacción de los mocosos, Mérida supo que esto no terminaría bien.
-¿Quién es ella?
Las preguntas surgieron en un bombardeo.
-Ella es la rein...
-Mira sus manos, apuesto que en su vida ha tomado un hacha.
-Por el contrario, ella es una poderosa gue...
-¿Y que es esa ropa? ¿Acaso puede pelear con ese vestido tan largo?
Los niños seguían con sus insufribles quejas mientras Mérida apretaba los puños a sus costados tratando de tranquilizarse.
¿Acaso esto era una broma? ¡Joder si apenas eran unos niños! No tendrían más de diez años. ¿Y estos eran los últimos guerreros más valientes y capaces que tenía Berk?
-No me gusta, es fea y su cabello es horrible.
-Cierto. ¿Estas segura que no es una bruja? Sino ¿por qué es tan rojo su cabello?
Estos eran los últimos guerreros en entrenamiento de Berk, y eran unos mocosos sumamente groseros para variar.
Entonces fue cuando Mérida explotó.
o-o-o-o-o
Nos leemos pronto! :D
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