Capitulo 4: Conociendo a Ric

(Fernando)

Maldito director.

Maldito Brandon.

Maldita vida.

Repetía una y otra vez en mi cabeza, mientras que en última fila observaba fijamente la ventana, donde podía ver a lo lejos la cancha de futbol, donde estaban los Red Dragons practicando, y por ende, Roy y Brandon.

El muy hijo de puta se había salvado, el director solo le dio castigo por hoy, mientras que en cambio yo tenía castigo durante toda la semana.

— Fernando, ¿Qué rasgos puedes son claros en la obra que el autor ha querido trasmitir? – me preguntó la profesora Torres de Literatura, y yo por mi parte fruncí el ceño. – Ya sabe, de "El Gran Gatsby".

Me lo pensó un momento.

— Critica a la alta sociedad americana, o más bien una sátira. – me sonrío, haciéndome un gesto de que explicara más allá. – Y es que nos deja ver como Gatsby soñador, persistente, que incluso cambia de nombre, que se crea una nueva identidad para abandonar su condición de marginal, para así formar parte del grupo y así acceder a su gran anhelo, que es la joven de la que está enamorado, es finalmente aplastado por una sociedad que, tras sus riquezas, esconde su falta de seriedad, de compromiso y su incapacidad de sentir algo más que sus mezquinos y más inmediatos apetitos.

Como siempre la clase paró todo murmullo y  risa, con sus ojos fijos en mí.

La señora Torres se le elevó aún más las comisuras de sus labios, y acto seguido comenzó a aplaudir

— Excelente. – repetía, a lo que la clase se le sumó, aunque exactamente la mayor parte de las chicas.

Y era que ya en último año, Literatura era más bien un electivo, no un ramo obligatorio, por lo que la mayor parte de la clase eran chicas y el resto chicos que de cierta forma les llamaba leer buenos libros.

La clase dio fin unos pocos minutos después, donde la profesora Torres me hizo señas para que me acercara a ella, y eso hice.

Y era que si tenía que admitir cual era la razón por la que la escuela no era tan mala después de todo, una de las razones era ella.

Debía de rondar los cuarenta años, tenía el cabello castaño corto y un poco regordeta, pero nada fuera de lo común a una mujer de su edad.

— Quería felicitarte por el ensayo de la semana pasada, realmente me sorprendió la manera en que entendiste tan bien los sentimientos y motivaciones del protagonista, y pudiste dejarlos en evidencia de manera tan clara.

Al ver que esperaba una respuesta de mi parte, se la di.

— Gracias. 

— Tienes una brillante mente critica Fernando, y no soy solo yo la que lo ve así, todo el departamento de Castellano está de acuerdo conmigo – desvíe la vista de ella, ya sabía a lo que iba a llegar. – Pero, creo que tu o no eres consciente de ello o no te interesa en absoluto.

Me encogí de hombros.

Soltó un suspiro observándome fijamente.

— Sé que has colocado Derecho en Harvard como tu primera opción para la universidad Fernando, pero quiero preguntarte, ¿Has sido realmente tú el que ha hecho esa elección?

Como un acto reflejo di un paso hacia atrás, frunciendo el ceño.

— ¿A que intenta llegar?

Esta pensó un momento, y yo estaba a pocos segundos de salir ya de ahí.

— ¿Qué te motiva a estudiar Derecho en Harvard? Dime solo una razón y no te hablaré más del tema.

No supe que decir, abrí la boca para responder, pero la cerré al darme cuenta que no tenía la mayor idea de una razón por la cual estudiarlo.

Ese siempre fue el plan.

Me quedé ahí intacto un momento, hasta que fue la profesora Torres quien terminó por pasar a mi lado con sus cosas para encaminarse a la puerta.

— Piénsalo Fernando, Gatsby hizo todo por una razón,  Daysi.

Me di la vuelta enseguida.

— Usted mejor que nadie sabe que no es el perfecto ejemplo. – le respondí de inmediato, a lo que al abrir la puerta giró su rostro.

— Quizás no tuvo el final que esperaba, pero al menos las elecciones que hizo fueron propias. Su vida fue suya, no dejes que la tuya no lo sea.

Y con ello salió, dejándome con la cabeza echa un lío.


(Anna)

— Claro, el sábado por la noche, pásame a buscar a las siete. – le dije sonriendo, a lo que el rubio me guiñó un ojo.

— Perfecto, ahí estaré. ¿No quieres que te lleve a tu casa?

Negué.

— Tengo castigo. – hice un puchero a lo que este soltó una carcajada.

— Chica mala, me agrada.

Solté una carcajada.

Nos despedimos finalmente, y siendo sincera ni recordaba su nombre, pero era guapo, y caballero, así que no estaba mal salir con el sábado por la noche.

Holly que estaba a unos pocos metros en su casillero me observó negando con la cabeza, y yo por mi parte le sonreí victoriosa.

— Es guapo, no lo niegues.

Esta se encogió de hombros.

— Yo no he dicho nada. – Sí, claro. Y era que la mirada de Holly decía mucho más. Esta guardo sus cosas y se acercó hacia mí. – No parece tu tipo amiga. – fruncí el ceño. - Y estoy más que segura que le romperás el corazón.

— ¡Oh vamos! – solté dándole un empujón ofendida. – Tampoco soy así.

— ¿Ah, no? – esta me enarcó una ceja. -  Anna tu eres la persona menos comprometida que conozco, te gusta salir con chicos, pero cuando quieren  ser tu novio los rechazas sin pensártelo dos veces.

— ¿Acaso es un delito esperar a mi príncipe azul? – simule estar ofendida, observándola con los ojos abiertos de par en par.

Negó.

— Más bien una apuñalada en sus corazones.

Solté un suspiro, cerrando mi taquilla y apoyándome en la pared, observando mi falda y zapatos, en silencio.

— Tiene un amigo muy lindo, y va a venir con nosotros.

— ¿Y qué tiene que ver en todo esto? – sonreí sin mirarla a los ojos, cerrando los míos de inmediato al escuchar una exclamación de tu parte. - ¡Anna Dickens no puedo creerlo!

— Me preguntó por ti y si estabas soltera, no pude evitarlo. – le susurré aún con los ojos cerrados y escuché sus pisadas de un lado a otro.

— Odios las doble citas contigo, lo sabes muy bien.

Abrí los ojos caminando hacia ella y colocando mis dos manos en sus hombros, para que se quedara quieta.

— Vamos, es nuestro primer día, ¿Cómo iba a rechazar una doble cita de unos chicos tan lindos? Además de último año. – esta iba a protestar, pero la callé. – ¿Recuerdas el pacto que hicimos en las vacaciones? Ya sabes...

— Que este año lo haríamos inolvidable. – dijo al mismo tiempo que yo, y no dude en sonreírle soltando una risa.

— Vamos, si llegas a aburrirte nos vamos, lo prometo.

Esta se cruzó de brazos.

— ¿Realmente vas a venirme con lo mismo? Anna lo estas arruinando con tus promesas que nunca cumples. – iba a protestar, pero esta volcó los ojos dándose la vuelta. – Hablamos luego, que quizás Fernando Ross me esté esperando para llevarme.

Esta comenzó a caminar hacia la salida y yo no pude evitar soltar una exclamación.

— ¡Esa es mi amiga! Dale duro contra el coche Acuña, deja que fluya,  ¡eh!

Esta no dudo en darse la vuelta para que me callara, completamente avergonzada por si alguien llegaba a escuchar, y yo por mi parte era lo que menos me importaba.

— ¡Recuerda el preservativo! No quiero ser tía tan joven.

Solté una carcajada cuando esta finalmente salió por la puerta levantándome el dedo.

Al ya estar sola en el pasillo, decidí que ya debía ir a la sala de detención o quizás me metería en más problemas aún.


(Fernando)

— Vamos, seré puntual.

— No lo serás, te conozco. – refunfuñe con la vista fija en la salida del instituto, esperando que una cabeza rubia saliera al estacionamiento.

Roy soltó un suspiro.

— No vas alcanzar, tu casa queda a quince minutos de aquí, te ganaras una suspensión.

— Lo sé.

— Trabaje contigo meses en el coche, me dejaste salir el sábado por la noche con él, lo merezco, no le hice ningún rasguño... - este cerró la boca un momento, y yo volví la mirada hacia Roy, a ver que le había sucedido, pero me encontré con una sonrisa burlona, esa sonrisa que ya sabía a qué iba. Negué antes de que abriera la boca. – El problema no es el coche, ¿no? ¡No puedo creerlo! – este soltó una carcajada, y yo volqué los ojos. – Tranquilo Feñi, que no voy a coquetearle, ni tampoco le contare cosas vergonzosas de ti. O bueno, quizás alguna.

— No voy a prestártelo, además seguramente ya se debe haber ido.

Roy miró tras mi hombro, negando.

— Viene hacia aquí, y tu detención ya debe haber comenzado.

Me volteé enseguida, y Holly estaba a unos metros caminando hacia aquí despidiéndose de un par de primer año con una sonrisa, y al conectar mis ojos con los míos me sonrío, y luego desvió  la vista apresurando el paso.

— Lo siento, si tienes otros planes para la tarde puedo irme en autobús. – habló al llegar, pero ambos negamos con la cabeza.

— Fernando tiene detención, así que yo te llevaré, ¿No es así? – respondió Roy, a lo que lo fulmine con la mirada, pero este por su parte abrió su palma de la mano. – Las llaves amigo.

Las saqué de mi bolsillo, pasándoselas a regañadientes.

— Anda con cuidado.

Pasé junto a Holly, quien no abrió la boca y sin siquiera mirarla les di la espalda a ambos y comencé a caminar devuelta al edificio, maldiciéndome interiormente por el hecho de tener una jodida detención.

Entré al aula, la misma que llevaba siendo desde mi primer año, por supuesto solo éramos tres personas ahí dentro, Brandon,  y una chica de cabello negro que estaba dándome la espalda hablando con el estúpido ese.

No dude en sentarme en primera fila, prendiendo mi MP3 y cerrando los ojos, sumergiéndome en mis pensamientos.

Comencé a pensar en lo dicho por la Señora Torres, ¿Por qué entraba a Harvard?

Simple, mis padres siempre habían hablado de ello, siempre ese ha sido el plan.

Salir del instituto, entrar a Harvard, luego hacer una pasantía en la empresa de mi tío Frank en New York y finalmente crear ya luego de años mi propia firma de abogados.

Un futuro impecable. – como diría mi madre.

Ante todos esos pensamientos, sentí que alguien me quitaba un auricular.

Whitey.

Excelente.

— Por  ustedes tres niñatos rebeldes e inmaduros que se han metido problemas el primer día, he tenido que cancelar la práctica de hoy para encargarme de su detención. – refunfuñó caminando de un lado a otro de la sala. -  Brandon bájate del pupitre, o pasaran de dos a cinco partidos que no jugaras esta temporada  ¿me oíste?

— Si entrenador.- le respondió nervioso, y yo de inmediato sonreí.

Si había un profesor con cerebro además de la Señora Torres, ese era Whitey.

— Como es el primer día y no tienen tarea  ni nada por el estilo, quiero que me ordenen la cancha de futbol, ya. – este apuntó la puerta y nos hizo a todos salir de la sala para encaminarnos hacia el campus.

Y para mi sorpresa la morena no era nada menos que la amiga de Holly, esa que había aparecido en mi casa el sábado.

— Anna no me esperaba verte aquí. – le habló Whitey en el camino, por supuesto su tono no fue amigable, si no que duro.

— Problemas con un profesor, por favor no le digas a mi padre, él ya está muy ocupado con el trabajo y no quiero darle otra preocupación más en su lista.

Noté que Whitey demoró un momento en responder.

— Si te metes otra vez en problemas y me entero se lo diré, que ahí no te quepa duda.

Anna soltó una exclamación agradecida, y pude escuchar la risa de Brandon, mientras que yo por mi parte me encaminé a paso rápido para poder terminar lo más rápido posible con la detención.


(Anna)

— ¿De qué se conocen con Whitey? – me preguntó Brandon, quien había sido el culpable con Fernando Ross de armar un escándalo en la cafetería, me intrigaba saber a qué había venido todo eso, pero con Fernando Ross a unos pocos metros me era imposible preguntarle.

— Amigo de mi padre. – respondí mientras guardaba las pelotas dentro de una malla.

— Wow, y yo que pensaba que el viejo no era antisocial.

Me encogí de hombros, observándolo con el ceño fruncido.

— ¿Es muy duro?

Este me miró sorprendido, pero luego sonrió.

— Olvido que eres de primero, espera una semana y sabrás de lo que hablo.

Me le quede mirando un momento, Brandon era lindo, me gustaba como llevaba el cabello castaño peinado hacia un lado, tenía un buen porte, espalda ancha y estaba en forma, sin olvidar su sonrisa, que de seguro le servía para coquetear con cualquier chica.

Pero caí en cuenta que siempre los chicos lindos están de novios, así que no dude en preguntárselo.

— ¿Y estas soltero?

Sus ojos avellana me observaron un momento, intrigado a que dirección iba mi pregunta, y se lo dejé ver sonriéndole coquetamente, noté como este trago saliva asintiendo.

— ¿Tu?

—  ¿Qué crees? – le moleste enderezándome para llevar conmigo la malla con ya todas las pelotas dentro, arrojándola a un compartimiento.

Al darme la vuelta noté a Fernando Ross a unos metros cargando consigo un par de sacos, y al ver que aún le quedaban bastantes por llevar, decidí encaminarme hacia él haber si necesitaba ayuda, pasando junto a Brandon, que me guiñó un ojo.

Me mordí el labio para no soltar una risa, y era que ese chico me estaba agradando.

Y al llegar donde Fernando, este de inmediato sin siquiera echarme un vistazo, habló con voz dura.

— No necesito tu ayuda.

Desconcertada, fruncí el ceño.

— Esto es un trabajo en equipo, así que si queremos irnos lo más rápido posible tenemos que trabajar juntos.

— Paso. – este volvió a tirar uno de los sacos, pasando de mi con desinterés.

¿Realmente era tan cretino?

Sin pensarlo dos veces tomé un saco de los que faltaban, y sin hacerle caso comencé a llevarlo atrás de él.

Y noté como soltó un bufido, pero no dijo nada, hasta llegar a las gradas, donde iba dejándolos juntos.

— Eres terca.

— Y tu un cretino. - Sonrío volcando los ojos, y negó con la cabeza sin decir nada. – Vamos, dímelo.

Este demoró un momento en responder.

— No importa, no lo entenderías. – este nuevamente pasó a mi lado.

Realmente Holly tenía razón con él, incluso me agradaba el hecho de que no se hablaran, o más bien que él no le pusiera atención.

Era un imbécil.

Y decidí fastidiarlo con ello.

— Holly tenía razón contigo, eres de esos arrogantes adinerados que no les importa nadie más que sí mismos. – dije alzando la voz, y de inmediato caí en cuenta que no debí haberlo dicho.

Fernando se quedó quieto al instante, dándome la espalda y todo se quedó en silencio.

Abrí la boca para disculparme, para dejarle claro que había mentido, que no era cierto, que Holly nunca me había dicho algo así, aunque fuera mentira.

— ¡Eh Anna, ven ayudarme aquí preciosa! – soltó Brandon a unos metros, desvíe la vista a su dirección y noté que este sonreía muy animado, y caí en cuenta que le debía haber encantado ver como acababa de humillar a su "enemigo".

Estupendo.

Volví la vista hacia Fernando, y abrí la boca para pedirle disculpas.

— Yo...

— ¡Se acabó el tiempo! Pueden irse ya. – me cortó Whitey, quien estaba sentado en las gradas desde que habíamos comenzado. Y para mi sorpresa me apuntó con el dedo. – Anna tú te quedas, voy a tu casa así que puedo llevarte. Y ustedes dos fuera de mí vista ya.

Brandon de inmediato dejó lo que estaba haciendo, a pesar de que aún quedaban un par de cosas sin terminar, encaminándose a paso rápido hacia el edificio despidiéndose de mi con un grito, y para mi sorpresa Fernando se colocó dos sacos en cada mano, y los fue a dejar a su lugar, sin siquiera dirigirme la vista.

— Ya acabo la detención Ross, no tienes que hacerlo.

Whitey iba bajando por las gradas hacia nuestra dirección, con el ceño fruncido, pero Fernando no le hizo caso, colocándolos en su lugar para luego ir a buscar los restantes.

— No hago las cosas a medias, puedo ser un arrogante adinerado, pero al menos termino con lo que empiezo. – Y al terminar de hablar dejó los últimos sacos junto a los demás.

Y lo siguiente que hizo fue encaminarse hacia el estacionamiento, sin decir nada más.

Escuchándose acto seguido la carcajada de Whitey, colocándome una mano en el hombro para irnos ya.

— Debo admitirte que ese chico lo último que podría ser es un cretino.

No supe que decir.

Y era que tenía razón.


(Fernando)

— ¿Acaso discutiste nuevamente con Brandon? – me soltó Roy en camino a casa, solo lo miré con mi peor cara. – Lo tengo, ¿Whitey te hizo correr diez vueltas a la cancha? – volqué los ojos. – Bien, ¿Richard "Gay" apareció en la escuela para joderte?

— ¿Estás loco? – solté de inmediato con un bufido.

— Que quieres que crea, si no me dices porque mierda tienes esa cara de que vas a matar a alguien en cualquier momento.

Me crucé de brazos, mientras que Roy frenaba justo en una luz roja a unos pocos minutos de su casa.

— ¿Soy un arrogante adinerado? – solté sin pensarlo, y de inmediato me arrepentí  de ello, ya que Roy me observó con los ojos abiertos de par en par.

Y luego soltó una carcajada.

— ¿Brandon te dijo eso? ¡Vamos hombre que nunca creí que te afectaría lo que te dijera ese imbécil!

— Eso no importa, ¿Soy o no soy un arrogante adinerado?

Mi mejor amigo se quedó en silencio, pensándoselo un momento, hasta que finalmente soltó un suspiro.

— ¿Lo quieres con o sin rodeos?

Enarqué una ceja, abriendo los ojos pasmado a su dirección, en donde Roy se mordió el labio para no soltar una carcajada.

— De todas las personas tú eras la última que pensé que me veía de ese modo. – Roy aceleró, volcando los ojos.

— Oh vamos Feñi, sé muy bien que no eres un arrogante con dinero como tú también lo sabes. El punto es que si no te conociera como lo hago no sería raro que pensara de ese modo. – al terminar de hablar estaciono el coche frente a su casa, apagando el motor. – Mi tío no está en casa, así que puedes entrar. – este abrió la puerta del coche, y yo hice lo mismo por mi parte. - ¿Y a quien irritaste para que te soltara esa mierda?

Me tiró las llaves a las manos, justo cuando cerrábamos las puertas y comenzábamos a caminar hacia la entrada de una casa de solo un piso, una cocina, una habitación, un baño, la sala y el sótano que Roy usaba de habitación desde que era un crio.

— La amiga de Holly, la que apareció en mi casa el sábado, esa de cabello negro. –  noté que Roy frenaba, y al acercarme a él lo observé interrogante, notando como sonreía de oreja a oreja.

— Cada vez me agrada más esa chica. – este me dio palmadas en la espalda, caminando a paso rápido hacia la puerta de entrada, abriéndola con la llave. –Míralo de este modo, te dijo en la cara lo que muchos dicen a tus espaldas.

Volqué los ojos.

— Bien, mañana le iré a agradecer por el halago.

Roy soltó una carcajada, y ambos entramos para echarnos en el sillón verde oscuro, y la mesilla de madera que estaba al frente como era usual estaba ensuciado por completo, incluso podían verse restos de hierba en la mesa, las latas de cerveza vacías y un par de cigarrillos alrededor.

Noté como mi amigo refunfuñaba ante ello, y antes de que pudiera decir algo este se enderezó hacia la cocina, volviendo con una bolsa de plástico de supermercado, comenzando a botar todo ello.

— Seis meses más y me largo, solo seis jodidos meses. – repetía como lo llevaba haciendo desde que había cumplido los diecisiete años.

Y era que ese tiempo faltaba para que Roy fuera mayor de edad y pudiera dejar de vivir con tu tío, el cual llevaba viviendo con él desde que tenía diez años.

— ¿Pudo conseguir trabajo?

Este me señaló la mesa.

— No lo creo, seguramente el idiota debe andar apostando el poco dinero que le queda.

Me quedé en silencio, el tema no era agradable para Roy, lo tenía muy claro, y sabía que no quería hablar más sobre él ni la situación en la que se encontraba.

Así que decidí darle a Roy algo para que despejara su mente.

— Vamos fuera, a ver cómo está tu lanzamiento para el viernes. – tomé el balón que estaba tirado a unos metros cerca de la cocina, para acto seguido sacar dos cervezas de la nevera, entregándole una a Miller.

Mi amigo frunció el ceño, negando.

— Ross estoy bien, no necesitas hacer esto.

Me apoye en la pared a mi lado, abriendo la lata para darle un sorbo.

— ¿Cómo te llamas?- le pregunté, a lo que este soltó un bufido. – Dime, ¿Cómo te llamas? – repetí con voz más dura.

— Roy Miller.

— ¿Quién eres?

— Un campeón.

Este abrió su lata al igual que yo, y le dio un par de sorbos sonriéndome luego de volcar los ojos.

— ¡Red Dragons! – grite para fastidiarlo, a lo que este no dudo en caminar hacia la puerta de entrada, para salir fuera.

— ¡Invencibles!

Y así fue como el ánimo de mi mejor amigo cambio de inmediato, y era que algo que había aprendido sobre él a lo largo de los años era como jugar futbol le hacía olvidarse de todos sus problemas,  y si esa era la única forma de sacarlo de toda la mierda en la cual vivía, podía aguantarme jugar junto a él para conseguirlo.

Podía ser un arrogante adinerado para muchas de las personas que conocía, pero con Roy no, él me conocía como realmente era y con ello me conformaba.

Pero no iba  a mentirme a mí mismo, más que el insulto de la chica de cabello negro  hacia mí, me dolía el hecho de que Holly Acuña también me viera de ese modo.

Como un "arrogante adinerado que solo se preocupaba de sí mismo".

Y era que quizás con Roy no lo era, pero ¿Lo sería con Holly y el resto?


(Anna)

— Buenas noches, hay una mesa vacía por aquí, síganme. – repetí a una pareja, comenzando a caminar por el bar para señalarles un lugar libre.

Ambos que debían rondar los treinta años sonrieron y acto seguido les tomé el pedido, un par de tragos y aperitivo para picar.

Llevaba trabajando en el bar Trouble desde las vacaciones, y a pesar de haber entrado a clases había pedido dos días durante la semana, en los cuales salía una hora más temprano que el resto, ya que tenía escuela y a Cam, mi jefe, hasta ahora no puso problema.

Mi padre por su parte no tenía idea de esto, y era que justamente había elegido ambos días en que tenía claro que se quedaba a trabajar en la oficina hasta muy tarde, así que aprovechaba.

Era uno de los bares más finos de la ciudad, por lo que las personas que entraban a él eran la mayoría de alta clase y con dinero, así que nuestro uniforme era una falda negra ceñida, una blusa blanca recatada, tacones no muy altos negros, y una coleta.

A veces lo pasaba bien con las otras chicas con las cuales trabajábamos aquí, ya que de vez en cuando entraban hombres que debían tener veintitantos años, y no estaban mal, así que dejábamos que nos coquetearan para pasar el rato.

Y hoy el hombre que estaba haciendo esa tarea conmigo debía de tener unos treinta o más, estaba en la barra desde hace ya más de una hora y no paraba de repetirme lo mismo, que su mujer era gorda y lo engañaba, que si quería irme con él a un hotel y que nunca había visto a una mujer más hermosa que yo.

Por supuesto no me creía ninguna de ellas, así que me restaba a no hacerle mucho caso, y sirviéndole más tragos cuando me pedía con una sonrisa y así obtener más ganancia de propina.

Necesitaba el dinero, así que si esta era la forma, no estaba mal.

— Adivina quien vino hoy de nuevo. – me habló Silvia, una compañera de trabajo tres años mayor que yo. – Y está observándote otra vez. – me susurró en el momento en que desvíe la vista en busca del hombre que se refería.

No fue difícil encontrarlo, era el hombre guapo que venía de vez en cuando, su presencia no pasaba desapercibida, debía de tener unos veinticinco años o quizás menos, tenía el cabello castaño muy claro, incluso algo rubio y ojos verdes, los cuales me miraban la mayoría de las veces que concurría al bar por la noche.

Siempre veía con amigos o con alguna que otra chica, pero hoy para mi sorpresa venía solo, y por primera vez se acercó a la barra con una cara espantosa.

Nunca había hablado con él, y era que a pesar de tener unas ganas inmensas de establecer una conversación, su atractivo me dejaba corta, y si era sincera, era el único hombre que conocía hasta ese momento que me causaba algo así.

— Eh preciosa, mi departamento, tu, junto a mi... vamos, sé que te gusta la idea. – volvió a repetir el hombre ya borracho por tercera vez.

Me basté con sonreírle con cortesía, intentando que el corazón no se me desbordara al ver como el guapo y atractivo se sentaba en la silla vacía junto al hombre borracho en  la barra.

De espalda a él me trague la vergüenza y decidí que era mi oportunidad de tomar su pedido antes de que Silvia u otra lo hiciera, dándome la vuelta a su dirección.

— Buenas noches, ¿En qué puedo ayudarlo? ¿Va a tomar algo? ¿Va a comer algo? O bueno, si quiere ambas, ya sabe, usted decide si no lo sé, quiere comer, beber y bueno... – callé al notar que mi nerviosismo me estaba jugando en contra, y más aún cuando el hombre levantó la vista hacia mí sin ninguna expresión.

— Lo más fuerte que tenga, no me importa el precio.

— ¿Mal día? – le pregunté mientras le preparaba el que para mi gusto era el trago más fuerte de todos los que contaba el bar.

Este que seguía con el rostro escondido entre sus manos, asintió sin mucho ánimo.

— Un día de trabajo muy duro.

Así que no era universitario, ya lo suponía. – me dije interiormente.

— Vamos lindura, no seas tímida y ven conmigo. – soltó nuevamente el borracho que estaba a su lado, sonriéndome a poco de perder el equilibrio.

Y el hombre guapo y atractivo desvió la vista hacia él y luego hacia mí, sonriendo levemente.

— Al parecer tampoco estás en tu mejor día, ¿eh?

No pude evitar reír ante ello, asintiendo.

— He tenido mejores. – respondí dejándole el trago ya listo frente a él. – Espero que le sirva para mejorar su noche.

Este me observó un momento, para luego echarle un vistazo al gordo que estaba sentado junto a él ya borracho, y para mi sorpresa le entrego el vaso a este, quien frunció el ceño.

— Va por mi cuenta, para que siga pasándolo bien. – le dijo sonriéndole, donde este se lo llevó a la boca sin pensárselo dos veces. Y acto seguido desvió su vista hacia mí. – Definitivamente quedar en su estado no iba a ayudar a que mejorara mi día.

— Buena decisión. – dije, cruzándome de brazos sin saber que más decir, echándole un vistazo al reloj.

Y para mi sorpresa su voz volvió a escucharse.

— ¿Cómo te llamas?

— Anna. – no sabía cómo tratarlo, si de "Usted" o "tu", así que antes de que me decidiera, al parecer notó en mi rostro el debate, apresurándose.

— Ric, un gusto.- este me sonrío estrechándome la mano en modo de saludo, a lo que sentí un escalofrío de pies a cabeza. Pero antes de decir algo su teléfono comenzó a sonar de su chaqueta.

Y este pidiéndome disculpas se enderezó, dejándome un billete bastante grueso y antes de que pudiera darle el cambio este ya estaba saliendo del bar apresurado.

Decepcionada me quedé intacta un momento, hasta que finalmente observé nuevamente la hora, y caí en cuenta de que mi turno ya había acabado, así que sin tomar en cuenta los piropos y halagos del gordo borracho fui a cambiarme de ropa con rapidez.

Y me despedí de manera rápida de las chicas, de Cam dejándole claro que me guardara la propina ya que iba apresurada y Silvia, la cual me imploró que la próxima noche que viniera le contara todo, aunque claro, no había mucho que hablar al respecto de la corta charla que habíamos mantenido.

Al encaminarme hacia la salida noté que alguien colocaba su palma en mi trasero, de manera firme y de inmediato me giré escandalizada, encontrándome con nada menos que el gordo borracho que había venido tras de mi desde la barra.

— Oh vamos, sé que tú quieres, deja de hacerlo más difícil. – me susurró mientras que yo intentaba quitármelo de encima a punto de gritar, pero este coloco una mano en mi boca, acariciando ahora con mayor facilidad mi trasero sin problemas.

Antes de que pudiera reaccionar, el hombre fue impulsado hacia atrás con un leve empujón, y al estar ya tan borracho no se necesitó más para dejarlo fuera de combate.

Respirando aún acelerada por lo que acababa de pasar, y algo asustada al haberme sentido inútil ante un manoseo repugnante,  ver a Ric aparecer frente a mí me impulso a lanzarme a sus brazos para resguardarme en él, a pesar de no conocerlo de nada, y era que necesitaba a alguien, quien sea para poder tranquilizarme.

— Ya paso, estas bien ahora. – me decía junto a mi oreja, y yo por mi parte más que llorar, estaba en estado de shock. - ¿Quieres que te acompañe? – asentí. - ¿Andas en coche? – negué. - ¿Ibas a irte caminando? – asentí. – Bien, te llevó.

Era un completo desconocido, quizás incluso podía ser aún más peligroso que el hombre gordo de hace instantes, pero había algo en él que me hacía sentirme a salvo, así que me deje llevar hacia su coche, el cual ni vi el modelo al entrar.

Me abrochó el cinturón al ya sentarse de piloto, para acto seguido prender el motor y así fue como le señalé el camino, en donde él intentaba subirme el ánimo con su mano tomando la mía, dándole leves apretones.

Y al llegar ya al departamento me había tranquilizado por completo, incluso estaba a gusta ahí dentro del coche con el olor a perfume de hombre, olor a cigarrillos y su mano entrelazada con la mía.

— ¿Estás bien? – me preguntó quitándome el cinturón, y para luego hacerlo él también.

Asentí y este salió del coche para abrirme mi puerta, y yo no podía evitar que los latidos de mi corazón se acelerasen.

Al ya estar fuera frente a frente ambos nos observamos a los ojos sin decir nada, hasta que Ric lo quebró.

— No soy muy bueno para estas cosas, pero si algún día quieres salir conmigo o hablar, lo que sea, aquí te dejo mi número. – este con un lápiz de su chaqueta escribió en una servilleta que sacó de su pantalón su teléfono, y sin pensarlo dos veces lo tomé para guardarlo en mi mochila sonriéndole.

— Muchas gracias por todo. – pude decir caminando con él hacia la puerta de entrada, y nos quedamos en silencio ambos.

— No fue nada, al menos mi día no fue tan malo como yo creía. – comentó provocando que me derritiera por dentro. – Bueno, buenas noches Anna. – soltó al ya estar frente a la puerta y para mi sorpresa deposito un beso en mi mejilla de despedida y se encamino hacia su coche

Me quedé ahí un momento, con la cabeza echa un lío y con unas ganas enormes de cometer una locura, de aprovechar el momento, de hacer lo que tanto había deseado al verlo dentro del bar durante todo el verano en que trabaje ahí.

Recordé la promesa que había hecho con Holly: "Que este año sería inolvidable".

Así que sin saber muy bien ni que yo misma hacía, corrí hacia Ric, tomándolo por sorpresa al alcanzarlo y  con mis manos aferrar su rostro y chocar mis labios con los suyos, devorándonos la boca con un beso que duro menos de tres segundos, pero que para ambos al parecer se sintieron eternos e increíbles.

Al abrir los ojos me encontré con su mirada intrigada fija en mi.

— Ahora tu día ha pasado a ser mejor de lo que te esperabas, ¿no?

Sonrío y yo no pude evitarlo también.

— Mucho mejor. – me susurró, apoyando su frente con la mía.

Y en ese momento sentí que tenía frente a mí al hombre que tanto había querido encontrar.

Por lo que no dude en preguntarle su nombre por completo.

— ¿Ric es de Alaric?

Negó con la cabeza, observándome con sus intensos ojos verdes.

— No, Ric  es de Richard, Richard Grey.


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Bueno aquí el nuevo cap, NO OLVIDEN EN VOTAR!!! Y espero ver en los comentarios como les va pareciendo la novela y como ya saben, amo los comentarios largos :)

Espero ver sus opiniones, un saludo enorme!

PD: Los que preguntan qué ha pasado con MAG y la editorial les cuento que aún sigo corrigiéndola, les avisaré cuando la envíe, que aún no ha sucedido.

J. Rosewell.

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