Capitulo 58: Ángel

(Tyler)

Sentí que estaba sobre un malvavisco, era suave y al mismo tiempo mi cuerpo se acomodaba a la perfección. Pero eso no podía ser posible. Abrí los ojos de golpe y me quedé helado. ¿Mis ojos? En eso, mis oídos despertaron y pude escuchar el sonido del despertador a mi lado, pero no era el que comúnmente Haley había tenido todas estas semanas. No, ese sonido era el despertador que Roy me había dado para navidad meses atrás. ¿Podía ser posible?

Moví mi cabeza lentamente hacia los lados, y caí en la cuenta de que estaba acostado en mi cama con las sábanas puestas. Vestido solo con un bóxer y con un dolor de cabeza terrible. ¿Resaca? Quería moverme, poder asegurarme de que no se trataba de un sueño, pero estaba pasmado. No podía ni siquiera abrir la boca. Justo cuando el despertador iba a volver a sonar alguien entró en mi habitación.

—¡A despertarse, pequeñajo, hoy es tu gran partido!

Mierda. El sonido de la cuchara de palo golpeando la olla una y otra vez retumbaba en mi mente. Pero antes de ni siquiera poder asimilar por completo lo que estaba sucediendo sentí cómo James se me echaba encima. Sentí. No lo había traspasado. De inmediato llevé una de mis manos al cuerpo de James, exactamente en el brazo que intentaba sacudirme como si fuera una muñeca. Y lo toqué.

—¿Cómo te llamas?

Pasmado, no tenía ni idea de qué hacer ahora.

—¡¿Cómo te llamas?! —repitió.

—¿Tyler Ross? —tartamudeé sin poder salir de mi estupor.

James, que estaba encima de mí, frunció el ceño, sin quitarme los ojos. Él me veía. No podía ser. Unas lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas al darme cuenta de que estaba vivo, que ya no era un maldito fantasma.

—¿Estás llorando?

Solté una carcajada, acompañada de un sollozo. No podía parar. Mientras, mi hermano salió de encima, comenzando a retroceder lentamente para salir de mi habitación. Me enderecé, observándolo con una sonrisa.

—He vuelto. ¡QUE HE VUELTO, JODER! —grité con todas mis fuerzas, para luego seguir llorando como un niño—. Estoy vivo, no puedo creerlo... —susurré, tocando las sábanas a mi alrededor, deleitándome con su tacto.

Y James, que estaba todavía ahí presente, seguía observándome horrorizado, y no dudé en echarme encima de él antes de que pudiera escapar, abrazándolo de inmediato, mientras que este en menos de un segundo me sacó de encima.

—¡MAAAAARK! ¡Ven ahora mismo! —gritó retomando su marcha atrás—. ¡Tyler se ha vuelto una nena! ¡UNA NENA, MARK! —yo, en cambio, volví a reír.

—¡Paren de jugar ambos y bajen ya! —gritó, seguramente desde la escalera.

Escuchar su voz me dejó helado. Mark estaba bien. Y ahí caí en la cuenta de algo. Ellos estaban actuando como si el hecho de que hubiera muerto y vuelto a la vida fuera lo más normal del mundo. Tomé mi celular, que estaba en la encimera, y al tenerlo entre mis manos torpemente intenté que se prendiera la pantalla. Y ahí lo vi. No había vuelto a la vida, había vuelto al día del accidente. El celular se cayó de mis manos, pero no me importó. Lauren estaba viva. George estaba vivo. Y aún más importante. Haley también lo estaba.

—Tyler, no sé qué mierda ingeriste ayer, pero no llegarás al instituto comportándote como una nena, porque sabes que tengo una reputación a la cual... —antes de que terminará me di la vuelta a su dirección, para abrazarlo de improvisto nuevamente.

—¡Te eché de menos!

—Que me sueltes, joder —me empujó nuevamente, y caí al suelo, golpeándome la cabeza en el escritorio, pero sinceramente no me importó. Volví a soltar una carcajada.

James se encaminó a la puerta, sin siquiera darme un vistazo.

—Date una ducha ya, enano, no irás así al instituto —soltó cerrándome la puerta, mientras que yo por mi parte hiperventilaba.

Estaba vivo. Nada había ocurrido. Necesitaba encontrar a Haley. Salí de mi habitación de inmediato, corriendo escaleras abajo en dirección a la puerta de entrada.

—Vamos, Mark, te reto a ver quién termina primero sus huevos con tocino —escuché hablar a James desde la cocina.

Pero al parecer Mark no le hizo caso, ya que apareció justo en el momento en que había terminado de bajar las escaleras. Al verlo recién despertado, con su cabello despeinado, los ojos entreabiertos y bostezando frente a mí, unas lágrimas comenzaron a caer nuevamente. Era él, mi hermano, el Mark que no había estado presente en mi accidente, que no había comprado un arma y había hecho uso de ella.

—¿Tyler? ¿Sucede algo?

No sabía qué decirle. Me había acostumbrado estos meses a que solo Haley me notara, y ahora las cosas ya no eran así y me era difícil asimilarlo. Al ver que esperaba una respuesta asentí.

—¿Y eso que sucede es tan urgente que no puede esperar a que te vistas? ¿O es necesario que vayas en ropa interior?

Extrañado, me eché un vistazo. Oh, cierto. Había olvidado que seguía en bóxer. Escuché una risa de su parte, y al levantar la vista me topé con sus ojos claros observándome. Sin pensarlo dos veces abrí los brazos para envolverme en ellos, al igual que con James, pero esta vez Mark no me echó de encima, sino que se quedó quieto.

—Tyler, dime ahora qué sucedió —me exigió, pero no enojado, sino más bien preocupado—. ¿Es muy grave? Porque si es así...

—¿No puedo solo estar feliz por ver a mi hermano?

Este se separó, observándome de arriba abajo.

—¿Tú? Vamos, Tyler, suéltalo, lo sabré tarde o temprano, y si necesitas ayuda sabes que haré lo que pueda para ayudarte —al terminar se cruzó de brazos, como si de esa forma pudiera hacerme soltar lo que supuestamente había hecho.

Sentí otros pasos aparecer, y dirigieron la vista hacia ahí.

—Que te dije que este está raro... —sentenció James—. Tyler, anda a ducharte —me apuntó—. O no te irás conmigo hoy al instituto —asentí de inmediato, encaminándome hacia la escalera para volver a mi habitación—. Ahora vamos —le escuché decirle a Mark.

—Sabes que voy a ganarte —se bufó en respuesta hacia James, y yo por mi parte solté una carcajada que escuchó—. Tyler, la próxima vez que llegas tan tarde y despiertas a toda la casa te juro que voy a contárselo a Fernando. Y va para los dos —señaló.

Me quedé en mitad del camino, cayendo en la cuenta de que se trataba de la misma conversación que habíamos tenido ese mismo día.

—Que tú no hayas salido no es nuestro problema —le respondió James, al igual que había hecho yo.

—Ayer me llevé mi salida a la cama.

Y al escucharlo me quedé pasmado. Diana.

—...no la toquen, es mi novia —se apresuró a decir—. Es Diana.

No podía hablar. A pesar de haber vuelto al día de mi accidente el problema era que muchas cosas habían comenzado ese día. Cosas que debía evitar.

—¿La conozco? —habló James.

—Claro que no, es modelo, va a clases en casa.

Antes de que pudiera reaccionar James corrió escaleras arriba.

—Mierda —solté cuando pasó a mi lado, apresurándome para alcanzarlo.

—¡Ni se atrevan! —gritó Mark desde abajo.

Diana. Necesitaba llegar antes que James. De inmediato pude ir a la delantera, y antes de que James tomara el vaso, como recordaba que había hecho la última vez, lo tomé yo. Y en vez de tirárselo a los pies lo llevé conmigo mientras James me intentaba empujar, pero yo ya tenía mi objetivo claro. Y esta vez no iba a perder.

Abrí la habitación de Mark, y en el momento en que iba a cerrar la puerta el rostro de James apareció frente a mí, pero de inmediato empujé, alcanzando a colocar el pestillo. Me dejé caer al suelo, mientras lo escuchaba maldecir al otro lado de la puerta.

—¡Vas a pagármela!

—Maldito imbécil —dijo Mark, tal y como recordaba.

Yo no los seguí escuchando al fijar mis ojos en Diana, que estaba justo saliendo del baño envuelta solamente en una toalla. Mi otro yo se hubiera lanzado a ella para besarla y llevarla a la cama o, por el otro lado, para golpearla y hacerle pagar por todo lo que nos había hecho. Pero decidí otra alternativa. Me quedé ahí, observándola, y cuando esta me vio pude notar su sorpresa, la cual escondió de inmediato.

—¿Y Mark? —me preguntó, fingiendo ese acento francés y acercándose a mí lentamente.

Pero antes de que llegara a mí lo solté.

—¿Eres la hija de Richard Grey?

De inmediato frenó, observándome con los ojos abiertos de par en par. Y yo proseguí.

—Según lo que tenía entendido estaba en la India ayudando a los niños pobres y muertos de hambre —le señalé.

—No sé de qué hablas —fue su respuesta, fingiendo estar totalmente extrañada por lo que hablaba—. Soy de Francia, no soy hija de ese hombre que has nombrado.

—Debí haberme equivocado, no me hagas caso —me acerqué a ella, tomándola de la cintura, para llevar mis labios a su oreja—. Luego le preguntaré a mi padre, porque el parecido es increíble.

Y, como ya suponía, Diana se alejó de mí de inmediato, y yo, fingiendo, fruncí el ceño.

—¿Es por Mark?

Esta se demoró en responder. Comenzó a vestirse rápidamente, colocándose el vestido de inmediato para luego dejar caer la toalla y colocarse sus zapatos.

—Llego tarde, un gusto —se despidió dándome un beso en la mejilla para luego decirme unas cuantas palabras en francés, esperando que seguramente me lo creyera.

—Te acompaño hasta la puerta —le susurré, acercándome a ella para asegurarme de que no volviera a entrar a nuestras vidas.

Y así fue. En el momento en que la puerta de entrada fue cerrada por ella misma, Mark apareció, pero antes de que me dijera algo le corté.

—Es la hija de Richard Grey, Mark, no voy a aceptarla en casa.

Este se demoró un momento en hablar.

—¿La has echado?

Me encaminé hacia los sillones, para dejarme caer en ellos.

—Más bien ella misma se fue sola —Mark frunció el ceño, y yo en cambio me encogí de hombros—. Anda a cambiarte, que te están esperando ahí afuera —le apunté, y justo se escuchó el sonido de la música a tope de sus amigos.

Mark asintió, pero antes de irse se volteó hacia mí.

—¿Sucedió algo en la fiesta de ayer, Tyler? —negué de inmediato—. Si estás así por el partido de hoy ten claro que si ganas o pierdes seguirás siendo tú, Tyler, no le hagas caso a James y su estúpido estatus de popularidad.

—¡Te he escuchado! —gritó este último desde la cocina. Solté una carcajada, mientras que Mark volcó los ojos para encaminarse hacia la escalera—. Tyler debe ganar porque es un Ross, así que cierra la boca y no lo desanimes.

—Sí, claro, y los Ross somos invencibles... —ironizó mientras subía al segundo piso.

Yo no paraba de reír. Luego de darme una ducha, ansioso para llegar al instituto de una vez por todas para ver a Haley, bajé a la cocina en busca de James para partir ya. En el camino llevé mi mano a las paredes y muebles a mi paso, deleitándome con su tacto. Y al entrar vi a Martha ya limpiando los platos de Mark, mientras que James reía a carcajadas con la vista fija en su móvil, mientras se metía a la boca el resto de su desayuno.

—Coma ya, Tyler, que su desayuno va a enfriarse —me habló, sonriéndome, para apuntarme el poco natural desayuno de casa—. ¿Una fruta?

Iba a negarme, pero al recordar mi último día de vida en el cual me había hecho la misma pregunta decidí responder de otra forma.

—Por supuesto —me senté en la silla junto a James, el cual movió su cabeza hacia mí un momento, para luego hacerlo hacia Martha.

Yo recibí gustoso la manzana.

—Sabe, uno de mis nietos tiene tu edad, está en Colombia y hoy se viene a Chicago.

—¿Ah sí? —le pregunté sin poder evitar sonreírle.

Martha asintió emocionada.

—Estoy convenciendo a mi hija de que la haga entrar a su instituto, así al menos pueden ayudarla a incorporarse aquí.

Iba a abrir la boca para asegurarle que así sería, pero James se adelantó.

—Si está buena yo me encargo.

Martha de inmediato le dio un golpe en la cabeza con el diario que llevaba en mano, y James soltó un grito. Mientras que yo reía a carcajadas viendo la escena caí en cuenta de lo distinto que puede ser un momento por las actitudes que uno elige para vivirlo, que, a final de cuentas, pueden significar algo más grande de lo que uno se imagina en otras personas e incluso en uno mismo.

—Enano, te espero en el coche. Solo cinco minutos, si no estás me voy —soltó mi hermano, levantándose de su asiento para encaminarse hacia la salida.

Y yo, que seguía ahí sentado, no sabía qué hacer. Mi mente aún intentaba procesar todo lo que estaba ocurriendo, quería correr en busca de Haley, pero al mismo tiempo tenía que ser razonable, ya que con o sin Haley las cosas estaban igual de jodidas como en un principio. Richard Grey de todas formas iba a joderla, iba a ganarle a mi padre. La única diferencia que había hecho era estar presente en esa desgracia. Y no tenía ni puta idea de cómo remediarlo.

—¿Está bien? —la voz de Martha llamó mi atención y salí de mis pensamientos.

Esta me observaba preocupada, y yo de inmediato intenté decirle algo para no preocuparla, pero en realidad no pude hacerlo.

—Hay algo que tengo que resolver y no tengo ni puta idea de cómo hacerlo. Sé que si me adentro van a ocurrir cosas horribles, pero al mismo tiempo si no lo hago también ocurrirán.

Sabía que era una estupidez soltarle esto a Martha, pero sabía que ella no se burlaría de mí. Sus ojos me observaron un momento, para luego adentrarse en sus pensamientos. Hasta que al fin habló.

—Si me dices que de las dos formas cosas horribles ocurrirán, al menos si te adentras sabrás que hiciste lo posible para evitarlas. Y es que la intención siempre será más valiosa que el resultado.

Sus palabras retumbaron una y otra vez en mi mente. Si me adentraba a intentar hundir a Richard Gay podía poner en riesgo mi vida y a las personas que quiero, pero si no hacía nada él iba a seguir ganando todo el tiempo, destruyendo a personas como yo, como Lauren, como April, como James, como George o como Haley, que intentarán frenarlo. Y esta vez prefería ser yo quien perdiera la vida en el intento. No ellos. Iba a abrir la boca para agradecerle a Martha sus palabras, pero los bocinazos de James desde el estacionamiento llamaron nuestra atención.

—Anda ya, Tyler, suerte en el partido de hoy —se despidió, dedicándome una sonrisa.

Y yo, de inmediato, me enderecé para abrazarla, y Martha, al igual que mis hermanos, se quedó pasmada.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí y por mis hermanos —le dije para luego encaminarme hacia la puerta.

Pero antes de salir recordé algo, y fui de inmediato a buscarlo para llevarlo conmigo. Y al llegar al coche James me soltó varias maldiciones, pero al ver lo que llevaba conmigo las dejó de lado.

—Mierda, se me había olvidado —este salió del coche para tomar su trabajo de biología. Más bien el intento de trabajo—. Si no lo llevaba de seguro reprobaba —suspiró, adentrándolo en el maletero del coche.

No me esperé un agradecimiento de su parte, él era James, y era así. Cuando este ya se adentraba al coche me decidí de lo que iba a hacer hoy. Y es que, aunque tuviera unas ganas enormes de ir a por Haley, había cosas que debía resolver primero.

—Hoy me iré en mi moto, James.

—Vamos, Tyler, no bromees y sube ya —este por supuesto no me creía, porque desde que había entrado al equipo era tradición irme con él al instituto.

—Tengo que hacer un par de cosas —James me observó un momento, y yo le sostuve la mirada para que así de esa forma se diera cuenta de que hablaba en serio.

Y así fue como cayó en la cuenta de ello, soltando una maldición y dedicándome su peor mirada, para así prender el motor y desaparecer del estacionamiento. Me dejó ahí parado, preguntándome si había tomado la decisión correcta. Porque si no era así no tenía ni idea de qué debía hacer.

Andar en moto fue más difícil de lo que nunca imaginé. Luego de los accidentes en que había sido presente el miedo de subirme ahí fue enorme. Pero debía hacerlo, no podía perder tiempo. Y así fue como lo hice, pero por supuesto no aceleré, iba a la velocidad promedio para evitar cualquier clase de accidente. Finalmente llegué al lugar que iba a ser el primer paso. La iglesia. El corazón volvió a latir rápidamente, dejándome claro lo nervioso que estaba. Volver aquí luego de todo lo que había sucedido me hacía sentir muy raro, y más aún cuando no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir en el futuro. Pero lo que sí estaba seguro era que necesitaba las pruebas.

Con mi mochila en la espalda dejé la motocicleta estacionada y me encaminé hacia las grandes puertas que se alzaban frente a mí. Los momentos que recordaba haber estado aquí se disparaban en mi cabeza como si hubiera sido ayer, pero al mismo tiempo caía en la cuenta de que nunca había ocurrido realmente. Nervioso, me acerqué a las paredes, llevando mis manos hacia ella. Y sentí su tacto. Apreté para ver si podía traspasarlas, pero fue imposible. Extrañado, llevé mis ojos a las puertas, que estaban cerradas. Algo dudoso, terminé acercándome hacia ellas, rogando para que pudiera abrirlas, de que pudiera entrar ahí dentro. Y así fue.

Entré. Con las manos pude abrir ambas puertas y por primera vez entrar a la iglesia por mi cuenta. Y no tenía ni idea de cuál era la razón. A esa hora la iglesia estaba desierta, debía haber unas tres personas repartidas en distintos bancos, mientras que el sacerdote estaba arreglando en el altar un par de cosas. Nervioso, no sabía qué hacer, necesitaba la evidencia, pero al mismo tiempo no había reparado en que ya no era un fantasma, que las personas me veían y que iba a ser más difícil de lo que imaginé encontrarlas. Pensé en colarme a la habitación del sacerdote y sacarlas de inmediato, pero la quité de mi mente de golpe, ya que lo más probable era que me pillara, por lo que tenía que ir con la verdad. Esa era la respuesta. Así que sin pensarlo más me encaminé hacia él, quizás si le contaba lo que me sucedía él podría ayudarme.

Mientras me acercaba cada vez más hacia donde estaba iba dándole gracias a Dios por la oportunidad que me había dado, por el hecho de estar aquí ahora. Y que no iba a desperdiciarla. Carraspeé al ya estar detrás de él, llamando su atención.

—¿Sí? ¿Puedo ayudarlo? —me preguntó al darse la vuelta y fijar sus ojos en mí.

Y por alguna extraña razón vi en sus ojos un chispazo, un brillo que me hizo preguntarme si lo había visto antes. Y no pude evitar soltarlo.

—¿Lo conozco?

El sacerdote se demoró un momento en responder, para luego sonreírme y asentir.

—Roy te traía aquí cuando eras un bebé.

Sorprendido, no supe qué decir. Realmente me quedé pasmado. Y este, al notarlo, me hizo señas para que nos sentáramos en un banco cercano, y lo seguí.

—¿Y qué haces aquí, Tyler? Porque debo admitirte que me es una gran sorpresa esta visita.

«¿Qué hacía aquí?», me repetí en mi mente intentando buscar una forma de decirle lo que me había sucedido. Quería contárselo todo, explicarle lo que me había pasado y que de esa forma me entendiera. Pero el tiempo me jugaba en contra. El celular vibraba en mi pantalón desde que había entrado a la iglesia, y sabía perfectamente de quién se trataba. Whitey. Steve. Y Lauren. Lo apagué de inmediato para poder hablar, y así fue como abrí la boca de una vez por todas.

—Necesito su ayuda —pude decir, a lo que este me observó, intrigado—. Necesito la evidencia que usted tiene en su habitación para detener a Richard Grey.

Un silencio. Yo no quité los ojos de los suyos, quería que entendiera que lo que estaba haciendo tenía una razón, que creyera en mí. Tardó en responder, pero lo hizo finalmente.

—¿Tienes idea del riesgo que correrías? —me susurró luego de asegurarse de que nadie estuviera escuchándonos—. No sé cómo sabes de la existencia de esta, pero olvídalo, mantente alejado, Tyler, por tu propio bien.

—No voy a hacerlo, no voy a dejar que él se salga con la suya como lo ha hecho todos estos años —le respondí de inmediato, mientras que él negaba con la cabeza.

—Va a salirse con la suya, Tyler, siempre lo hace.

Este se levantó del asiento mientras sus palabras retumbaban en mi mente. Y no dudé en soltarlo.

—No porque usted haya perdido la esperanza significa que los demás también debamos hacerlo. Yo tengo fe de que puedo frenarlo, y necesito que usted crea en mí.

Mis ojos estaban fijos en su nuca, esperando una reacción de su parte.

—He visto lo que les sucede a las personas que han intentado hundirlo, Tyler, sé de lo que hablo —me respondió, dándose la vuelta a mi dirección—. Él, cuando entres o intentes llegar a la comisaría, va a frenarte de una u otra forma, es así, esa es la verdad.

—Entonces hay que buscar otra forma, tiene que haberla. No puedo dejar que siga haciendo de las suyas, no es justo.

Sentí al sacerdote sentarse nuevamente junto a mí, y luego suspiró.

—Él tiene a la mitad de la comisaría de su parte, es por ello que no he podido hacer nada con la evidencia, no puedo arriesgarme a perderla.

—¿Y si encuentro otra forma?

Ambos nos observamos un momento, y yo rogaba que me permitiera de una u otra forma tener esa evidencia en mis manos. Y finalmente habló.

—Pues ya sabes dónde estará.

Sonreí, al igual que él. Y ahí caí en la cuenta de que lo único que necesitaba ahora era buscar una forma de incriminar a Richard Gay sin usar a la policía para ello. ¿Pero entonces cómo? Me despedí del sacerdote con un fuerte apretón de manos y unas cuantas palabras, para luego encaminarme a las puertas y salir. En el momento en que llegué a estas, noté una frase que estaba escrita sobre ambas puertas, que me explicó a la perfección lo que había ocurrido aquí. Para ser visto se necesita dejar de verse uno mismo.

Llegué al instituto justo cuando faltaban unos minutos para la hora de almuerzo. Estaba nervioso, porque necesitaba ver a Haley. Sabía que aún no había arreglado por completo la situación con Richard Gay, pero también tenía muy claro que Haley podía ayudarme a buscar la forma de hacerlo. De eso no me cabían dudas. Al bajar de la motocicleta no había muchas personas cerca. La mayoría estaba saltándose clases, fumándose un cigarrillo a escondidas. Por supuesto, de inmediato se me echaron encima para preguntarme qué tal el partido de hoy y que debíamos ganar a todo costo.

En ese momento tenía que admitir que quería volver a ser un fantasma para evitar todo eso. Busqué por los pasillos la sala en la que debía encontrarse Haley, pero en el momento en que iba a llegar a su aula, que si recordaba debía ser Matemáticas, Whitey apareció.

—¡A MI OFICINA AHORA! —me gritó desde varios metros, pero su voz retumbó en todo el pasillo.

No quería ir, en realidad lo único que quería era ir a por Haley. Así que sin pensarlo dos veces corrí hacia la sala, para abrir de golpe y adentrarme en ella. El murmullo se convirtió en silencio, todos los ojos estaban puestos en mí. Pero yo estaba muy ocupado buscándola entre mis compañeros. Y para mi mala suerte, Haley no estaba ahí.

—¿Señor Ross, me puede explicar qué sucede? —me soltó el profesor, que me observaba cabreado, mientras que la clase soltaba burlas y risas.

—¿Sabe dónde está Haley Dickens? —tartamudeé, nervioso.

¿Tartamudeé? ¿Qué me estaba pasando?

—Ha pedido permiso para faltar a mi clase. Y por haber interrumpido mi aula usted se quedará por la tarde durante...

Su voz se calló en el momento en que Whitey apareció, saludándolo con un leve gesto para luego agarrarme de la chaqueta.

—Vienes conmigo Ross o te juro que te saco del equipo. ¿Me escuchaste bien?

Asentí como un niño asustado, Whitey realmente estaba cabreado. Y ahí caí en la cuenta de lo que sucedía. Hoy era uno de los partidos más importantes de la temporada. Además, por la fiesta del día anterior dos defensas no habían venido a clases y no iban a poder jugar en el partido. Y Whitey debió haber pasado toda la mañana buscándome sin éxito, hasta ahora.

Lo seguí por los pasillos, aguantándome las ganas de abrazarlo, y es que a pesar de todo Whitey ante mi muerte había demostrado que no era solamente el capitán del equipo de fútbol americano para él, sino que más que eso. Todo fue en silencio, hasta que llegamos a la cancha, donde todo el equipo ya estaba entrenando.

—La has cagado, Tyler. ¿Lo sabes? —asentí, a lo que este frunció el ceño, pero no me dejó hablar, sino que siguió—. Por la jodida fiesta que te montaste ayer con el equipo hoy no van a poder jugar...

—Jason y Yerko, lo sé —le corté mientras buscaba por las gradas a Haley.

¿Dónde estaba?

—Entiendes lo que significa, ¿no?

Asentí, y antes de que volviera a tomar la palabra fijé mi vista en él, para hablar.

—Lo siento.

Sus ojos se abrieron de par en par, observándome detalladamente. Sabía que creía que estaba jugando o montándole una broma, pero no era así.

—¿Qué dijiste?

—No voy a repetírselo de nuevo —le solté.

Había cambiado, pero tampoco mi orgullo había desaparecido por completo. Whitey no dijo nada, sino que tocó el silbato para que todos tomaran atención en lo que nos fuera a decir. Y los chicos al verme comenzaron a acercarse a mí para saludarme y comenzar a charlar de la fiesta de ayer, entre ellos estaba Steve, el cual no dudé en saludar de inmediato.

—Te juro que un minuto más sin que aparecieras y a Whitey le venía la regla

—me susurró riendo, mientras yo soltaba una carcajada—. ¿Qué pasó? ¿El alcohol te pegó mal?

Negué de inmediato, encogiéndome de hombros para echarle un vistazo rápidamente, dándome cuenta de las marcas de golpes que antes habían parecido insignificantes, pero que ahora se veían claramente. Maldito imbécil. Recordar la última vez que lo había visto me enfurecía más de lo que imaginaba, pensar que su propio padre lo maltrataba me dejaba mal. Pero ahora no era el momento ni el lugar para hablar del tema con Steve.

Justo cuando iba a decirle algo el timbre sonó sobre nosotros, dejándonos claro que era hora del almuerzo y Steve no dudó en encaminarse con la masa de jugadores hacia la cafetería, y es que esa era la reacción normal del equipo. Iba a seguirlos, ya que Haley debía estar ahí, pero al ver al último chico del equipo que seguía entrenando mi mente se quedó en blanco. Kyle.

Mis ojos comenzaron a humedecerse de inmediato al ver cómo corría de un lado al otro. Sus piernas se sincronizaban a la perfección con los pasos que le correspondían a su puesto en el equipo. Realmente Kyle era una pieza clave en este. Sí, sonaba exagerado y al mismo tiempo marica, pero en ese momento despegar mis ojos de sus piernas me era imposible. Él podía caminar. Sus sueños no estaban destruidos, él era Kyle Reyes, el chico que tenía un futuro prometedor por delante. Este levantó la vista en un momento al notar seguramente que alguien lo estaba observando. Y al verme se quedó quieto un momento, para luego bajar sus ojos y volver a calentar. Por un leve instante creí que me recordaba, pero al parecer no era así.

—Kyle, guarda energías para el partido, anda a almorzar —le dije, intentando sonar lo más amigable posible.

Este volvió a dirigir su mirada hacia mí, interrogante.

—Tranquilo, Ross, anda tú a hacer tu espectáculo, yo paso de él —me soltó con una sonrisa, pero yo de lo que lo conocía sabía que en realidad no era así.

Kyle no estaba ni furioso, ni feliz, sino más bien indiferente conmigo. Quería decirle tantas cosas, quería contárselo todo, soltarle que habíamos sido grandes amigos, que nos llevábamos bien, que me había hecho aprender varias cosas de la vida, pero ahora no fui capaz de decirle absolutamente nada. Solo me resté a asentir, para luego evitar que me viera llorar, dándome la vuelta en dirección a la cafetería. Luego tendría tiempo de hablar con él, de ser lo que una vez fuimos.

Al llegar a la cafetería todo era un griterío, los del equipo estaban esperándome justo en la entrada, lo que me extrañó bastante.

—¡Ahí viene! —gritó uno de ellos a mi dirección—. Vamos, Ross, que ya todos esperan —este me golpeó la espalda, alentándome a ir a la cabecera.

—¿Quién será la victima hoy? —me preguntó Steve a mi lado, mientras que yo caía en la cuenta de lo que estaba sucediendo.

Hoy era viernes, lo que significaba que había espectáculo en la cafetería. En simples palabras, que había una víctima a la cual avergonzar. Intenté salir de ahí, dándome la vuelta, pero los del equipo me atraparon de inmediato, soltando una carcajada y llevándome hacia nuestra mesa. Ante mi negación a ir hacia ahí me choqué contra alguien y caí al suelo, embarrándome toda la ropa con el almuerzo. Silencio. Lo único que escuchaba era la voz de un chico.

—Lo siento, lo siento, no quería, yo realmente lo siento, perdón, yo no quería...

Su voz se me hacía conocida, por lo que levanté la vista hacía él, cayendo en la cuenta de que era el mismo chico que había elegido como víctima ese mismo día. Y para mi mala suerte el equipo comenzó a gritar.

—¡La víctima ya ha sido elegida! —vociferaban todos, mientras que yo, ayudado por Steve, fui enderezado del suelo, quitándome con la mano la comida del cuerpo.

Toda la cafetería comenzó a aplaudir al ritmo del griterío, estando de acuerdo con que la víctima era él por haberme empujado accidentalmente al suelo y embarrarme con el almuerzo. Y yo no tenía ni la menor idea de qué hacer. Nervioso, busqué a Haley a mí alrededor, pero no la encontré. En eso, varias chicas me dedicaban miradas, coqueteándome, pero sinceramente me importaba poco.

—¡Por favor, no lo hagan! Por favor... no —iba gritando, tratando de hacer fuerza, pero era inútil, los del equipo eran tres veces más grandes y fuertes que él.

Y justo en ese momento todas las miradas se dirigieron hacia mí, ya que era el momento de hacer el discurso para dar iniciada la tradición. Ver tantos ojos en mí, notándome, me era sumamente extraño. Pero no me quedó otra alternativa que hablar.

—Hola a todos, yo... miren, como ya saben, hoy es el partido, y bueno, yo, eh...—no sabía cómo mierda salvarme de esta, pero de un momento a otro un recuerdo se me cruzó por la cabeza—. Ya hemos elegido a la víctima, pero desde ahora las cosas van a ser distintas —todos me observaban intrigados, esperando que prosiguiera, y así lo hice—. Nuestro compañero aquí presente está de cumpleaños hoy, así que el partido que jugaremos será en su honor. ¡Así que quiero que todos los aquí presentes le cantemos feliz cumpleaños para hacerle de este día el mejor! —grité.

Pude notar cómo muchos se lo pensaron un momento, obviamente extrañados por mi actitud, pero al final terminaron cediendo al ver que todo el equipo me apoyaba. El chico, que seguía agarrado por cuatro del equipo, fue soltado cuando les dije que lo hicieran, y de inmediato lo tomé del brazo y lo coloqué junto a mí. Y así fue como toda la cafetería comenzó a cantarle feliz cumpleaños, produciendo en él una amplia sonrisa. Y al final terminamos gritando lo usual.

—¡Invencibles!

—¡INVENCIBLES! —me respondieron todos al unísono.

Y antes de que el chico se escabullera entre la multitud me acerqué hacia él.

—Recuerda que hoy hay fiesta en mi casa después del partido, tienes que venir —le señalé, a lo que este asintió, nervioso.

Sonreí para mis adentros: el hecho de haber cambiado mis acciones para mejor me animaba más de lo que imaginé.

Luego del almuerzo comencé a buscar a Haley por el instituto. Busqué en las aulas, en el baño, en el gimnasio, en las salas de profesores, en la cancha e incluso en el estacionamiento. Pero nada. No había rastro de ella.

—¡Tyler! —escuché desde detrás de mí, pero antes de girarme unas manos se colocaron en mis ojos, tapándomelos mientras repartía besos en mi mejilla y cuello—. ¿Quién soy?

Lauren. De inmediato quité sus manos de encima para poder verla. Estaba vestida exactamente como recordaba, con una falda rosa claro y una blusa blanca a juego. Sonreí al conectar mis ojos con los suyos. Ella estaba viva. Pero al mismo tiempo sus problemas de anorexia, bulimia y depresión seguían ahí. Así que de inmediato lo solté.

—Estás preciosa Lauren, realmente estás perfecta.

Y antes de que pudiera reaccionar siquiera esta se me colgó al cuello, pegando sus labios a los míos. Eso sí que no me lo esperaba. Sus labios acariciaban los míos, esperando una respuesta, pero yo estaba pasmado. Intenté sacarla de encima de mí, pero me era imposible. Seguía intentando intensificar el beso, que yo intentaba evitar. Ante todo, una voz se escuchó a nuestras espaldas. Y al saber de quién se trataba me quedé en blanco.

—Perdón, yo... puedo volver después, es que necesito...

—Cuatro ojos, lárgate, mi novio no quiere al comité periodístico encima —escuché decir a Lauren a kilómetros de distancia.

Con solo escuchar la voz de Haley mi cuerpo me traicionó, dejándome ahí parado sin siquiera moverme.

—Es que yo, solo son un par, un par de preguntas, es para, el comité necesita, preguntas cortas, yo, he... perdón, no importa —tartamudeó para luego comenzar a alejarse de nosotros.

Y lo siguiente que escuché fue una risa por parte de Lauren a mi lado.

—Esa chica necesita un psicólogo ya, y ropa nueva. ¿Quién en su vida combina verde oscuro con rosa? ¿Tyler? ¿Tyler a dónde vas?

La voz de Lauren fue alejándose de mí cada vez más. Mi cuerpo al fin reaccionó en el momento en que Haley estaba por desaparecer del pasillo. La necesitaba. Ahora mismo. Corrí como un loco por detrás, pero al doblar al pasillo esta ya no estaba.

—¡Mierda! —grité, golpeando una puerta que tenía a mi lado.

Y ahí caí en la cuenta de dónde se había metido Haley todo el día. Comité periodístico salía escrito en la ventanilla, en la cual podía verse que había un gran alboroto ahí dentro. Sin pensarlo dos veces entré, produciendo que todo el murmullo desapareciera al instante. Con la mirada busqué a Haley entre todos ellos, pero no había rastro de ella.

—¿Tyler? ¿Qué haces aquí? —April me observaba a unos pocos pasos con los brazos cruzados, para luego echar una mirada a su alrededor—. ¿Qué miran? Necesito que terminen ya el artículo, así que a trabajar. ¡Ahora!

Todos le hicieron caso sin dudarlo, y yo no podía quitar mis ojos de su rostro y su cuerpo, que estaban en perfectas condiciones.

—Necesito hablar con Haley —solté de inmediato.

April enarcó una ceja.

—¿Haley Dickens?

Sabía que April le tenía un gran aprecio a Haley, por lo que el hecho de ver que el mujeriego de la escuela quería hablar con ella a solas no dejaba más que pensar que o quería acostarme con ella o ya lo había hecho. Le sonreí, asintiendo. April soltó un suspiro, volcando los ojos para acercarse a mí.

—¿Puede ser luego? Realmente necesitamos terminar el artículo de los Red Dragons de la semana que viene hoy mismo —me encogí de hombros, ese no era mi problema—. Haley es una de las mejores que tengo, y está muy ocupada encargándose de ello —me susurró.

—April, es solo un momento, además no sirve para nada esa estupidez de artículo más que para subirnos el ego a cada uno del equipo —solté—. ¿Puedes decirme dónde está?

—Quizás ustedes lo vean de esa forma, pero es más que eso.

—¿Ah sí? ¿Cómo qué?

Sabía que era una estupidez pelear con April por tal tontería, pero el hecho de que no me permitiera hablar solo un momento con Haley me cabreaba. Me cabreaba mucho.

—Con el artículo le damos al instituto e incluso a sus familiares la opción de enterarse de cada uno de ustedes, de sus sueños, sus metas, de todas las verdades en conjunto que los componen a cada uno de los Red Dragons. Y me decepciona que tú y la mayor parte del equipo no lo aprecien, las noticias son el medio en el cual no hay vuelta atrás, todo lo que publicamos se queda tal cual, y eso es lo lindo de ello, que si se maneja bien puede ser un gran conductor para revelar mentiras y emitir la verdad.

¿Revelar mentiras y emitir la verdad? Una idea se adentró en mi cabeza. ¿Sería posible? La policía no era una opción para llevar la evidencia, pero la prensa era algo totalmente distinto, con solo enviar toda la evidencia a todos los canales de televisión y diarios de Chicago Richard Gay terminaría tras las rejas en un abrir y cerrar de ojos. Así que sin pensarlo dos veces salí de ahí. Primera parada, la iglesia. Segunda parada, todos los diarios y noticieros de la ciudad.

(Haley)

Entré a Literatura justo en el momento en que la señora Torres iba a cerrar la puerta. Le agradecí de inmediato el haberme dejado entrar y me encaminé hacia la primera fila, en la cual había un puesto vació junto a Simon. Las risas de los del equipo retumbaban en el aula, pero intenté no hacerles caso. En realidad eso era lo que llevaba haciendo desde que había entrado al instituto. Al sentarme eché un vistazo al asiento de Tyler Ross, que estaba vacío, y no sabía por qué razón me extrañó bastante. Él venía cuando le daba la gana, no era ni raro ni normal que viniera o faltara a clases, y es que ser el jefe de los Red Dragons tampoco debía ser tarea fácil. Lo saqué de mi mente en el momento en que la profesora Torres comenzó a hablar.

—He leído sus trabajos y solo puedo decirles una palabra: decepcionantes —de inmediato me pregunté si el mío formaría parte de ese grupo, porque realmente me había esforzado para que quedara bien.

Pero en el momento en que esta dejó mi trabajo encima del pupitre pude respirar tranquila. Había sacado un sobresaliente. Iba a levantar la vista para preguntarle a Simon cómo le había ido, pero el sonido de la puerta que se abría llamó mi atención. Aunque en realidad llamó la atención de la sala por completo, ya que se trataba de la mata de cabellos rubios, que venía acalorado y con la respiración acelerada.

—¿Puedo saber cuál es el motivo de que entre tarde a mi clase, señor Ross?

Desvié la vista de inmediato de él en el momento en que vi cómo sus ojos me pillaban mirándolo. Sonrojada, puse toda mi atención en el trabajo, que ya me sabía de memoria.

—Perdón, profesora Torres, no volverá a ocurrir.

Abrí los ojos ante la sorpresa, al igual que todos los presentes. ¿Tyler Ross disculpándose? Evité levantar la vista, no quería que se diera cuenta de mi mirada sobre él nuevamente.

—Siéntese ya —le respondió esta, y pude escuchar cómo movió la silla unos pupitres más atrás junto a todos sus compañeros del equipo.

—¿Qué nota, Ross? —le escuché hablar a Steve, su mejor amigo.

Al parecer cuando se la mostró la nota debía de ser tan baja que provocó que todos ellos explotaran a carcajadas, produciendo un regaño por parte de la profesora Torres. Y yo, tan estúpida como siempre, al intentar sacar un lápiz de mi estuche dejé llevar con mi codo los libros que tenía a mi costado. Cerré los ojos, esperando la burla.

—Gafotas, que se te cayó tu vida social —se burlaron atrás de mí.

Toda la clase comenzó a reír por el comentario, y yo comencé a recoger los libros sin darme la vuelta hacia ellos. Y para mi sorpresa alguien comenzó a ayudarme.

—Haley, aquí tienes.

Esa voz. No podía ser. La mata de cabellos rubios estaba a pocos centímetros de mí, ambos estábamos en el suelo recogiendo los libros, y él ya tenía los que faltaban en sus manos. Nerviosa, no tenía ni idea de qué decir. ¿Sería un sueño? Sus ojos grises me observaban intensamente, y yo no sabía qué hacer. Este, al notarlo, me ayudó a enderezarme frente a todos los presentes, y yo me dejé caer de inmediato a mi asiento, intentando esconderme con mi cabello. Tyler Ross se quedó ahí parado junto a mí un momento, hasta que finalmente dejó los libros encima del pupitre.

Unos murmullos desde atrás comenzaron a escucharse en el momento en que Tyler Ross volvió a su asiento, y yo por mi parte me maldecía por no haberle siquiera agradecido el gesto. ¿Y si ahora ya nunca más me habla? ¿Y si le gusto y ahora por no agradecerle ya no? ¿Y si le digo ahora? ¿O sería muy raro? Toda clase de preguntas se agolpaban en mi mente, las cuales tuve que callar al escuchar mi nombre por parte de la señora Torres.

—Haley Dickens, pasa adelante y lee tu trabajo, que fue el único pasable entre todos estos monos incivilizados.

No podía ser, ahora sí que mis nervios habían aumentado a mil. Mis manos temblaban y pensaba que iba a desmayarme en cualquier comento. Solo pude asentir con la cabeza y tomar mi trabajo. Por detrás pude escuchar unos bufidos, pero no les di importancia. Todo lo que había en mi mente en ese momento era Tyler Ross. Ni me di cuenta cuando ya estaba al frente de toda la clase. Al alzar la vista pude ver a la mata de cabellos rubios, ahí sentado. Con su rostro esculpido de un ángel. Sus cabellos rubios, algo ondulados, le daban un aire rebelde. Me quedé como una tonta mirándolo hasta que otras burlas que dijeron sobre mí me hicieron volver al mundo real. Apreté con fuerza el papel que tenía en mis manos y me mentalicé de que debía hacerlo bien para no ser el hazmerreír de siempre.

—La máscara que nos disfraza —dije, leyendo el título. Exhalé e inhalé pausadamente y seguí—. ¿Una máscara? ¿Un disfraz? ¿Un sentimiento? ¿Un engaño? ¿Un defecto? ¿Un deseo? Todos queremos ser algo que no somos. ¿Para qué? Para ocultar esos defectos que cada uno de nosotros tiene dentro, para engañarnos a nosotros mismos. Esa es la máscara que nos disfraza cada vez que hacemos algo que, en vez de hacernos algún bien, nos hace ser malas personas, solo para disimular ser alguien que no somos, solo para caer bien. ¿Caerle bien a quién? Caerle bien a alguien que seguramente no vale la pena. ¿Porque quién lo vale si hay que disfrazarse para estar a su altura? ¿Es algo normal tener que ser otra persona por miedo a ser rechazado? No, no lo es. La vida es corta para estarla viviendo de la sombra de alguien. Cada persona es diferente, cada persona tiene algo que aportar al mundo, y si todos vamos a estar con una máscara disfrazados, ¿qué sentido tiene? Solo quiero dejar claro que la vida no es para vivirla disfrazado, sino que es para vivirla tal cual somos. Sacarse esa mascara que nos ciega y vivirla como adolescentes que somos.

Haley Dickens.

Al terminar levanté la vista para ver qué les había parecido. El único que estaba aplaudiendo era Simon, mi mejor amigo, y tres compañeros de primera fila. En cambio, los del equipo de fútbol americano, que estaban lo más atrás posible, se habían perdido lo más seguro en el momento que comencé a hablar. Tuve una leve esperanza de que Tyler Ross hubiera escuchado mi trabajado, y me sorprendió al conectar mis ojos con los suyos que sí lo había hecho. Una sonrisa se posó en sus labios en el momento en que ambos nos observamos. Y por alguna razón sentía que había una historia detrás de ella.

(Tyler )

«Haley no me recuerda», me repetí por décima vez minutos antes de comenzar el partido. Ella me había visto y no me había reconocido. Y necesitaba que lo hiciera. El entrenador nos empezó a gritar en la cara como cualquier partido sobre lo importante que era ganar y que estábamos en nuestra cancha y no podíamos darles ni una oportunidad de ganar ni un solo punto.

—Quiero que hoy den todo lo que tengan —iba hablando el entrenador, mirándonos a cada uno a los ojos—. Porque les prometo que ellos van a darlo todo en nuestra cancha, y este es su momento para demostrarles quiénes realmente mandan —todos aplaudimos, este nos silenció con su mano para que lo dejáramos terminar—. Este es un juego en equipo, quiero que lo tengan realmente claro. Y, por último, quiero que muevan sus traseros y ganen este partido —gritó.

Todos saltaron y gritaron, poniéndose los cascos. Whitey se acercó a mí para darme algunas indicaciones y estrategias, yo solo asentía y las memorizaba en mi mente. Tenía que concentrarme, pero al mismo tiempo recuerdos de todos los momentos que había pasado con Haley retumbaban en mi mente.

Al salir hacia al campo las luces me cegaron. Miré hacia las gradas. Estaba todo el instituto ahí, gritando como unos locos. Algo usual en todos los partidos. Miré hacia las animadoras. Ahí estaba Lauren, que me guiñó un ojo. A mi lado estaba Steve, que estaba mirando en la misma dirección, y ahí vi lo evidente que era y cómo no me había podido dar cuenta. El partido comenzó. Igual como la primera vez, nuestros adversarios eran buenos. La defensa era nuestro punto débil, ya que sin nuestros dos jugadores estrella nos arrasaban cuando tenían la oportunidad. El marcador marcaba una gran diferencia entre nosotros y ellos. Durante el partido sabía que Aaron era el capitán de su equipo, por lo que más de una vez me preocupé en no molestarlo, sino en ser lo más amigable posible. Y es que después de todo debía admitir que Aaron era igual que yo, no le había tocado una vida fácil con respecto a la relación con su padre.

Al final del primer tiempo los Red Dragons estaban debilitándose. Yo no podía hacer mucho, ya que era quarterback. Solo me disponía a dar las estrategias en cada juego y tiraba el balón al compañero que estuviera al alcance, pero los malditos siempre lo derribaban antes de que pudiera llegar a meter una anotación importante. Llegamos a la mitad, y al igual como recordaba, ellos ganaban por una diferencia enorme. Pero en mi cabeza, al saber que habíamos ganado la última vez, no me preocupaba en absoluto.

—¿Cuántas veces hemos oído el dicho de que si uno cae, debe ser fuerte y levantarse? —Whitey se notaba que estaba furioso, justo como lo recordaba, pero mirando a cada uno con esperanza, dejándonos claro que no estaba perdido, que podíamos hacerlo —. Hoy no voy a decírselo, porque aquí nadie ha caído aún. Estamos por hacerlo, de eso que no les quede duda, y por ello son ustedes quienes juntos deben sostenerse para no caer —un silencio—. Este juego no se ha acabado, no hemos caído, así que dejen la cara de que así lo fue, y oigámoslo una vez más —este me dedicó su mirada y supe lo que debía decir.

—¡Red Dragons!

—Invencibles.

—¡Red Dragons!

—INVENCIBLES —gritaron todos.

—Ahora demuéstrenme lo que les he enseñado.

Salimos a la cancha, y debía admitir que las palabras de Whitey habían tomado un sentido aún mayor al haberlas escuchado por segunda vez. Y es que al igual que la última vez la única forma de ganar era si yo metía los puntos. Y así fue, durante el segundo tiempo hice exactamente las mismas maniobras que la primera vez que había jugado. Así, fui anotando puntos sin pasarle el balón a nadie. Sabía que mis compañeros me gritaban que se lo pasara, y más de una vez el enemigo me derribó al no haber lanzado el balón. Pero no me importaba, debía ganar el partido, aunque jugara yo solo. Cuando quedaba menos de un minuto el marcador mostraba que estábamos iguales en puntos. El entrenador me llamó hacia él.

—Ross, si no pasas el balón a tus compañeros te prometo que te saco del equipo. ¿Entendido?

Yo asentí, apenas podía respirar. Me dirigí hacia el centro de la cancha para reprender el partido. Grité la estrategia y el balón llegó a mis manos. Me eché hacia atrás para buscar a quién le daba el balón, pero mis amigos estaban todos bloqueados por los del equipo contrario. En un momento dado vi el marcador, quedaban cuarenta y cinco segundos, luego al entrenador, que me decía con sus gestos que hiciera algo, luego vi a Mark junto a James, quienes gritaban como unos locos.

«Concéntrate», me dije mentalmente al caer en la cuenta de uno del equipo. Era ni más ni menos que Simon. Estaba solo, sin nadie que lo marcara, al igual que la primera vez, y en vez de seguir yo jugando por mi cuenta se la lancé de golpe, rogando para que no hubiera cometido un error al arriesgarme con él. Durante la trayectoria del balón todas las gradas se mantuvieron en silencio. Para mi sorpresa, cayó en sus manos, produciendo que todos los presentes saltaran de sus asientos chillando y festejando. Y Simon no dudó en correr como un loco para darnos la victoria. Y lo hizo.

El equipo de inmediato se echó encima de él, tomándolo en hombros y vociferando su nombre una y otra vez. Ante ello, las animadoras comenzaron a adentrarse al círculo del equipo, y para evitar a Lauren comencé a buscar a Haley por las gradas, pero no había ni rastro de ella. Y al pasar por el lado del equipo perdedor no dudé en acercarme a Aaron, que parecía exhausto y desanimado.

—Habrá más partidos en los cuales podrán intentar derrotarnos, no se preocupen —bromeé, ganándome una leve sonrisa de alguno de ellos. Pero Aaron me evitaba—. Hoy hay fiesta en mi casa, para que vengan —la mayoría soltó exclamaciones animadas, aceptando la invitación—. ¿Vienes, Grey? —le pregunté con cuidado de no confundirme con su apellido.

Este se encogió de hombros.

—Voy a verlo.

—Oh, vamos, si es porque nuestros padres compiten por el mismo cargo te aseguro que me importa una jodida mierda si es alcalde o no lo es —me sinceré, y Aaron por su parte frunció el ceño.

—¿Hablas en serio?

Asentí. Este me observó un momento, seguramente para asegurarse de que no era una trampa de mi parte. Y al notarlo sonrió.

—Ahí estaré —este se despidió con un apretón de manos, al cual respondí amigablemente.

Y es que la única forma de evitar el accidente era esa.

El hecho de que Haley no me recordara me volvía loco. Más de lo que imaginé, y era por ello que luego de que terminara el partido en vez de partir a casa, porque luego comenzaba el baile de primavera, no dudé en ir en busca de Narco. Y es que sabía que el único que podía responderme esa duda era él. Sabía que ya era tarde, que quizás ya no estuviera en el instituto, pero por alguna extraña razón presentía que sí lo estaba. Y no me equivoqué. Narco estaba al final de uno de los pasillos observando unas fotos que había en uno de los tantos paneles del instituto. Y para llamar su atención carraspeé.

—Hola, Narco —le saludé, dedicándole una leve sonrisa, mientras que él por su parte me echó una mirada de arriba abajo.

—Tyler Ross en carne y hueso —susurró, sonriéndome con una mueca.

—He vuelto, a pesar de todo lo que ocurrió volví a la vida.

—¿Qué ocurrió? —iba a explicárselo, pero de inmediato me cortó—. Todo lo que crees que sucedió, Tyler, no lo fue.

Fruncí el ceño. ¿Qué intentaba decir con esto?

—¿A qué te refieres? ¿Que el hecho de haber muerto no era más que un sueño?

—No, un sueño no lo era, porque los sueños sí existen.

—No lo entiendo.

—Tus recuerdos no son más que una mentira ahora, porque nunca sucedieron.

—¿Y qué quieres? ¿Que los olvide nada más?

—Olvidarlos jamás, porque son ellos los que te hacen ser quien eres en este momento, pero sí entender que los demás no lo hagan.

—Hablas de Haley, ¿no?

Narco no respondió. Se concentró en dar una vuelta en círculo alrededor de mí.

—Ella no lo recuerda, ni tampoco lo hará... ¿No es así?

Este se encogió de hombros.

—¿Quieres que lo haga? —asentí de inmediato, por supuesto que quería que lo hiciera—. Entonces ya debes saber cuál es la respuesta.

Me quedé ahí parado sin saber a qué se refería y Narco al notarlo volcó los ojos.

—Hay una razón por la cual volviste a la vida, y esa misma razón es la que puede ayudarte a hacerla recordar —iba a preguntarle más, pero él siguió—. Solo recuerda que nada es lo mismo.

Asentí. Narco ya había terminado, y comenzó a caminar hacia la salida del instituto, dejándome ahí solo en el pasillo. Pero antes de que desapareciera no dudé en gritarle unas cuantas palabras.

—¡Gracias, Narco! ¡Muchas gracias!

—Solo espero que seas feliz —fue lo último que dijo antes de desaparecer.

Y esperaba que lo fuera.

En la limusina de camino al baile de primavera no pude evitar fijarme en Lauren y Steve, los cuales disimulaban demasiado mal su romance a escondidas de mí. Antes, al no haberme fijado en él, no podía evitar pensar lo estúpido que era por ello. Y es que en este momento se veía tan evidente... No quería venir, en realidad lo único que quería hacer era ir a buscar a Haley a su departamento y hablar con ella a solas, pero sí quería hacerla recordar, debía demostrarle mi cariño hacia ella, y qué mejor forma que frente a todo el instituto. Al llegar los chicos comenzaron a tomarse todo el alcohol que pudieron dentro del coche, pero yo pasé de inmediato, saliendo de ahí para adentrarme junto a la multitud. Pero la voz de Lauren detrás de mí me impidió buscar a mi objetivo.

—Tyler, ¿dónde vas? ¿No vas a quedarte un momento dentro del coche?

Negué con la cabeza, a lo que esta, por su parte, se quedó ahí parada sin saber qué hacer. Hasta que Steve apareció en la instancia.

—¿Sucede algo?

Al ver que solo estábamos los tres en ese momento, sin muchas personas a nuestro alrededor, ya que la fiesta había partido hacía más de una hora, no dudé en sacar el tema de una vez por todas.

—Sé que ambos salen juntos a escondidas de mí —ambos se quedaron en silencio un momento, y cuando abrieron la boca para rebatir no los dejé—. Y no se atrevan a mentirme, porque lo sé. Y tranquilos, que tampoco es grave, en realidad incluso creo que hacen una buena pareja.

Luego de ver cómo ambos darían su vida por el otro me era imposible enojarme e incluso romper esa relación que ambos tenían.

—¿Hablas en serio? —preguntó Lauren sin creérselo.

—Tyler, realmente lo siento, amigo, sabes que tú para mí...

—Steve, tranquilo, no pasa nada. ¿Somos amigos, bien? —les eché una mirada a los dos, los cuales sonrieron, incómodos—. Si ustedes son felices juntos, pues yo también lo soy.

Sabía que no me creían, y es que con solo ver sus rostros asustados preguntándose cómo iba a vengarme hacia ellos me lo dejaba más que claro. Pero en este momento ese tema era el menor de mis preocupaciones. Entre la multitud tuve que evitar a más de una docena de chicas, la mayoría se me echaba encima de esa forma que tanto había anhelado mientras era un fantasma. Pero ahora mismo el hecho de encontrar a Haley me llamaba mucho más la atención. Por supuesto mi intento de encontrarla no funcionó. Al parecer había faltado, y el hecho de pensarlo me desanimó bastante.

Luego de varios minutos, e incluso quizás una hora, por fin el baile ya estaba llegando a su fin con la coronación del rey y la reina del baile de primavera. No fue una sorpresa para mí haber ganado. Lauren, como recordaba, dio exactamente el mismo discurso. En cambio, yo, recordando un poco el mío, decidí de inmediato que era basura y que después de todo lo que había aprendido debía hablar de algo mucho más importante.

—Mi nombre es Tyler Ross, y estoy aquí presente muy agradecido por haber ganado esto gracias a ustedes, se han pasado. Solo quería decirles que nunca dejen de ser quienes son, actúen con autenticidad y recuerden que todos somos únicos, y eso es lo que nos hace especiales.

Al terminar noté cómo los aplausos se escucharon con más ganas que de costumbre, lo que me dejó más que tranquilo. Y de inmediato luego de esto le pedí a Kyle su coche, como recordaba haberlo hecho la última vez, y es que quería volver a casa para ver qué había sucedido con respecto a la evidencia.

Pero hacerlo había sido una muy mala idea. La casa estaba ya con la música a lo máximo. James estaba como un loco, mientras que Mark se bastaba a hablar tranquilamente con sus amigos. Y ya estaba todo último año y penúltimo ahí dentro. Todo era una locura, pero de todas formas pude escuchar cómo había funcionado finalmente mi plan con la evidencia al escuchar el tema principal del que se hablaba en la fiesta.

—No vas a creerlo, en los medios se habla de que el político Richard Grey ha sido arrestado por traficar drogas en la ciudad.

—En el noticiero del canal 3 acaban de mostrar todas las evidencias y testimonios de varias personas, incluso se cree que ha sido también cómplice el padre de Fox, el amigo del hermano pequeño de James.

Y así sucesivamente, los rumores circulaban como un avión por toda la casa, para luego pasar a ser chistes y burlas. Entre todo ello recordé a mi padre, Fernando, que debía seguir en su viaje de negocios. Y en ese momento recordé sus últimas palabras hacia mí. Y lo siento, nunca estuve ahí cuando quizás pudiste necesitarme, y ni te imaginas cuántas veces al día me regaño a mí mismo por todo lo que pude haber hecho contigo y desgraciadamente nunca hice.

Fui al final del jardín intentando dejar la música atrás, y en el momento en que lo logré marqué su número para llamarlo. Sabía que parecía una locura, pero tenía que hablar con él, ya que después de saber todo lo que realmente sucedió en el pasado ello me hacía entender en cierta forma la actitud que siempre tuvo conmigo.

—¿Tyler? ¿Sucede algo? —me peguntó en el momento en que contestó mi llamada.

Nervioso, me quedé en blanco un momento, para luego armarme de valor y abrir la boca.

—Necesito hablar contigo. ¿Cuándo vuelves?

—Mañana. ¿Te has metido en algún lío?

—No, no, es solo que... creo que estoy listo para saber la verdad de todo lo que ocurrió con mi madre.

Un silencio. Fernando se demoró en responder, pero lo hizo finalmente.

—Cuando llegue te lo contaré todo.

—Bien.

—Nos vemos mañana hijo, cuídate.

—Tú igual —sentí cómo Fernando iba a cortar la llamada, pero no pude evitar hablar nuevamente—. Espera.

—¿Sí?

—¿Viste lo que pasó con Richard Gay?

Escuché una risa por su parte.

—Sí, aquí no han parado de hablar del tema.

Iba a comentarle algo al respecto, pero James comenzó a gritar mi nombre totalmente borracho, y eso llamó mi atención. Y, por supuesto, también la de mi padre.

—¿Ese ha sido James? —no respondí, a lo que este volvió a hablar—. Si llego a saber que se han montado una fiesta en casa sin que...

Corté de golpe, ya que James había aparecido a mi lado sin previo aviso, y era una mala idea que Fernando escuchara más sus gritos borrachos.

—¿Estás sobrio? —me preguntó, llevando una de sus manos a mi cabello, tocándolo lentamente.

Extrañado por su actitud, asentí.

—¡Entonces tú irás por más alcohol! —volvió a gritar levantando las manos al aire.

Negué de inmediato con la cabeza, no iba a hacerlo de ninguna manera. Y James, que estaba más borracho que cualquiera de la fiesta, ni se inmutó. Siguió su camino coqueteando con todas las chicas a su paso.

Mientras, me encaminé a ver quiénes habían llegado ya. Entre ellos Lauren y Steve, que estaban besándose junto a la escalera. Suponía que Steve no tenía idea aún de lo de su padre, o quizás simplemente le importaba tan poco que esa era su manera de celebrar que se había deshecho de él de una vez por todas. Por otro lado, los de mi curso iban entrando por la puerta principal en masa, y yo me dedicaba a observar a cada uno de ellos. Y no había rastro de Haley.

Entre ellos, en un momento apareció Aaron. Venía con el rostro enrojecido, y pude deducir que había estado llorando. Y por supuesto que debía ser por el tema de su padre. Me acerqué a él para saludarlo de inmediato.

—Aaron, me alegra que hayas venido —pude decirle, a lo que este se encogió de hombros.

—¿Hay algún trago para olvidarme de la mierda de vida que tengo? —soltó de golpe, y yo asentí, llevándolo a la cocina.

—Puedes pasar la noche a dormir aquí, si quieres, hay varios sillones y habitaciones disponibles.

Aaron asintió de acuerdo para luego llevarse a la boca de un solo trago un par de vasos de tequila.

—Donde sea está bien —dijo, dedicándome una sonrisa, aunque más bien parecía una mueca, para luego perderse entre la multitud.

Lo observé un momento. Me daba lástima pensar en la vida en la que estaba adentrado.

—¿Tyler?

Me di la vuelta en el momento en que escuché mi nombre por la espalda. Y me sorprendí al ver que se trataba de Simon Adams. No pude abrir la boca. Verlo ahí frente a mí me hacía recordar ese campamento de un año atrás.

—Necesito hablar algo contigo.

Extrañado ante ello, asentí. Por el camino hacia un lugar más tranquilo de la casa varias personas se nos acercaban para alabarnos por el partido de hoy. Se me hacía raro. Muy raro. Al llegar a mi habitación ambos nos quedamos ahí parados frente al otro sin tener idea de qué decir. Yo me mantuve tal cual. Si Simon quería hablar conmigo que lo hiciera ya.

—Quería primero agradecerte lo que hiciste por mí en el campo de juego hoy.

—No fue nada —pude decirle con la vista fija en el suelo.

Nuevamente nos sumamos a un silencio incómodo, en el cual ninguno de los dos hablaba, hasta que finalmente Simon lo cortó nuevamente.

—¿Recuerdas esa chica con la que te prohibí tener algo cuando comenzamos el instituto hace un año?

Haley. Sí, la recordaba perfectamente.

—Sí, lo hago.

—Bueno, vengo a informarte de que si quieres estar con ella hazlo, no pasa nada.

—¿Hablas en serio? —le solté de inmediato. Sinceramente, no le creía nada.

Simon asintió.

—¿Está aquí?

Nuevamente hizo el mismo gesto, y de inmediato me enderecé de la silla. Y antes de salir de la habitación Simon habló.

—Cuídala, Tyler, no le hagas daño —me soltó—. Es la mejor chica que he conocido y espero que tú también lo veas así.

—No te preocupes, lo sé —le susurré para luego salir de ahí en busca de Haley de una vez por todas.

Bajé las escaleras a paso rápido, echándole una mirada a toda mi casa. Pero no había rastro de ella. Hasta que al fin la vi. Haley se mantenía apoyada en la pared junto a la escalera. Parecía estar muy aburrida, pero al mismo tiempo noté qué es lo que estaba buscando de aquí. Yo.

En el momento en que esta notó mis ojos puestos en los suyos pude ver cómo me sonrió de inmediato, intentando coquetearme. Pero yo ya la conocía, no la necesitaba de esa forma. Al llegar junto a ella me apoyé a su lado, recargando mi cabeza en la pared, a pocos centímetros de Haley. Y ahí, en ese momento, recordé las palabras de Narco. Hay una razón por la cual volviste a la vida, y esa misma razón es la que puede ayudarte a hacerla recordar. El amor. Esa era la razón. Y sabía perfectamente lo que debía hacer.

—Estás muy linda, Haley —le dije en un intento de coqueteo que ya tenía oxidado técnicamente.

Ella se sonrojó de inmediato, soltando una leve carcajada.

—¿Gracias? —me respondió, echándose una mirada a la ropa. Era dos tallas más grande, y llevaba pantalones anchos y chalecos de hombre.

Y en ese momento, al notar su rostro, su cuerpo, sus ojos, su sonrisa y todo de ella, caí en la cuenta de que no podía seguir más con esto. Necesitaba que recordara. Necesitaba que me entendiera. Así que sin pensarlo dos veces comencé a gritar para llamar la atención de todos los presentes, provocando que cortaran la música y que todo se quedara en silencio, esperando a que me dispusiera a hablar, y así fue como lo hice.

—Hola a todos. Quiero hablar sobre una persona muy especial para mí, y quiero hacerlo en público para darle a entender lo mucho que me importa. Esta persona se llama Haley Dickens, es la chica que tengo aquí a mi lado —la apunté, ganándome un sonrojo de su parte—. Y, bueno, la conocí el primer día de clases en el instituto y por alguna razón caí bajo su encanto, pero por razones que no voy a contar ahora no pude llevar más allá esa relación. Pero ahora sí puedo.

Todos los presentes me observaban, atónitos. Y aún lo hacían más las mujeres, a quienes al parecer no les estaba agrandando para nada lo que decía.

—¿Y cómo vas a poder? —escuché decir entre la multitud.

Una pequeña risa salió de los labios de Haley, y me hipnotizó al momento, dejando mi vista clavada en sus labios. Y esta vez no dudé en acercarme a ellos. Porque ahora no había forma de evitar que pudiera besarla.

—Te amo —fue lo último que dije antes de sellar mis labios con los suyos.

Con solo tocarlos una chispa me recorrió de pies a cabeza. Sentí cómo mi corazón se aceleraba y mi mente no dejaba de pensar en ella. Mis labios se movían sobre los suyos lentamente, saboreando por primera vez esa boca suave que tantas veces había querido tener sobre la mía. Mis manos viajaron a su cabello para intensificar el beso, pero fue imposible, ya que Haley en un comienzo no reaccionó, sino que se quedó quieta mientras yo intentaba alguna participación de su parte, pero al parecer no iba a ser así.

Para mi sorpresa, Haley se separó de mí de golpe. Y al conectar mis ojos con los suyos pude notar lo que había sucedido. Haley no me recordaba. Aunque, ¿qué era exactamente lo que quería que recordara? Con mi llegada lo único que había conseguido había sido cambiarla por completo, llenarla de mentiras e hipocresía, vestirla con ropa con la que no era ella misma y comportarse como alguien que nunca fue realmente.

Ahí caí en la cuenta de que no era lo suficientemente bueno para Haley, que, aunque la amara, eso no dejaba de lado el hecho de que se había convertido en otro yo. Verla feliz me dejaba claro que meterme en su vida solo iba a complicar las cosas, y yo no era capaz de fingir que todo lo que nos había ocurrido nunca pasó. No podía esconderle cosas o mentirle en la propia cara sobre las verdades que ella desconocía pero que, en cambio, yo sabía a la perfección. Me di cuenta de que lo mejor era alejarme de ella, dejar las cosas tal y como estaban. Yo por mi lado y ella por el suyo.

—¿Qué fue eso? —susurró con un hilo de voz. Estaba confundida, de eso no me cabía duda.

No le respondí. En realidad, no me creía capaz de hacerlo, y por ello comencé a alejarme de ella hacia la salida. Lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas en el momento en que salía por la puerta. Me dolía, pero si la quería tenía que ser capaz de dejarla ir. Y sabía de todas formas que la cuidaría, que no dejaría que nadie le hiciera daño, pero con la diferencia que ella nunca sabría que yo estaría ahí.

Iba a ser como su ángel guardián.

Y con eso me era más que suficiente.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top