Capitulo 53: ¿Abrazos?
(Tyler )
Haley me observaba atenta, esperando a que me dispusiera a hablar. Pero no sabía cómo comenzar.
—Mira, un día Simon y tú, perdón, el primer día de clases, yo y tú... —nuevamente no sabía cómo seguir—. Tú y yo...
Sin poder llegar a mi punto me callé, intentando ordenar las ideas en mi mente. Esperé que Haley me gritara que continuara, pero esta seguía con la misma expresión en su rostro. No quería decírselo. En realidad, no quería hablar del tema. Había sido hacía más de un año atrás, y lo único que iba a producir ahora serían más problemas para Haley. Y no quería verla peor de lo que ya estaba. Con todo el valor que pude, se lo dije.
—Haley, no puedo.
Esta frunció levemente el ceño y luego miró al suelo en un largo silencio.
—Lo necesito, Tyler, y lo sabes —susurró, sin atreverse a conectar mis ojos con los suyos—. Necesito saber el porqué, aunque duela.
La tensión en el aire era notoria, y no sabía qué responder, qué decirle. Yo mismo me había metido en esto solo, no me había podido aguantar de afirmarle a Haley que recordaba nuestro primer encuentro, que no la había olvidado, tal y como ella creía. Imbécil. ¿Y ahora qué?
—Tyler... por favor —me suplicó ahora con los ojos fijos en mí.
Podía ver un brillo de ansiedad en ellos. Haley no iba a dejar esto de lado. Lo único que estaba haciendo era retrasar una verdad que iba a salir tarde o temprano. Pero mi problema era otro.
—Decírtelo ahora solo va a empeorar las cosas, Haley.
Un silencio. Esta abrió la boca para decir algo, pero justo Marie entró a la habitación sin siquiera mirarla. Tomó su cartera, que estaba encima de la cama, y se dispuso a buscar algo dentro. Haley tenía la mirada en el suelo, esperando que la castaña se largara de la habitación. Pero yo aproveché para irme de ahí.
—Voy a salir —fueron mis últimas palabras, y no me atreví a mirar a Haley, porque sabía que ella quería matarme en ese momento—. Lo siento.
Pero lo prefería así.
(Haley)
Al irse Tyler de la habitación solté un suspiro, echándome hacia atrás y cayendo en la cama. Todo era un enredo en mi cabeza. Aún no me creía que Tyler recordara nuestra primera y última conversación cuando estaba vivo. Por un lado, quería sonreír, pero por el otro me angustiaba no saber qué era lo que escondía. Mientras repasaba en mi mente toda nuestra conversación ya por cuarta vez, la voz de Marie llamó mi atención.
—¿Te sucede algo?
Levanté la vista negando, con la cabeza, conectando mis ojos con los suyos, que me miraron un segundo para luego seguir buscando en la habitación seguramente el CD perdido. Noté que este era el momento perfecto para intentar suavizar las cosas entre nosotras, así que lo aproveché. Necesitaba normalidad en este momento.
—¿Le preguntaste a Martha si lo vio?
Marie se bastó con asentir. Nuevamente un silencio inundó la habitación. Solo el sonido de los papeles, libros y lápices de Marie se notaban mientras ella buscaba entre sus cosas, bastante nerviosa.
—¿Dónde fue la última vez que lo viste?
Pensé que no iba a responderme, pero después de un momento lo hizo.
—En el jardín.
Ya lo sabía, pero me había sorprendido el hecho de que no me mintiera. Mi sorpresa fue evidente, así que Marie no tardó en proseguir.
—No preguntes. Solo... llámame si llegas a encontrarlo.
Antes de poder siquiera abrir la boca esta ya había desaparecido nuevamente de la habitación, como si hubiera recordado algún lugar en el cual podía estar. Y esperaba que así fuera. Porque temía que quien fuera que lo encontrara se enterara de la verdad y abriera la boca. Al quedarme sola en la habitación una angustia invadió mi pecho. Todo lo que estaba pasando me estaba volviendo loca. Quedaba cada vez menos, y no entendía qué era lo que Tyler necesitaba para volver a la vida.
Él había cambiado, eso no lo dudaba. Pero también al parecer había cosas de las que no estaba enterada, lo que me llevaba a pensar que quizás ese era el problema. Necesitábamos confiar el uno en el otro. O quizás simplemente Fernando Ross debía ganar las elecciones, ya que recordando a Narco todo se decidía ese día. Aturdida, abrí la cartera en busca de las pastillas, pero al tomar el frasco me di cuenta de que ya no quedaban. La presión de duplicó y sentí que el mundo se me venía abajo.
¿Y ahora qué?
(Tyler )
Sinceramente, no tenía idea de dónde podía ir. Pero sí estaba seguro de que volver con Haley no era una opción. Kyle. Me detuve en mitad de la calle, me puse a pensar en dónde estaba su casa, ya que había ido la última vez cuando lo dieron de alta en el hospital. En mi debate interno de si debía tomar la calle de la derecha o la de la izquierda me quedé observando a un chico que estaba detenido a unos metros de distancia con su motocicleta. Lo había visto antes. Aaron. Era él, no me cabía duda. Me acerqué. Estaba en una gasolinera hablando por celular.
—Tranquilo, el dinero estará listo el sábado —fruncí el ceño. ¿Con quién hablaba?—. Vale, sí, lo sé. Me he demorado porque es mucho dinero, no podía conseguirlo tan rápido —un silencio, en el cual Aaron seguía con el móvil pegado en la oreja—. Bien, bien, voy a estar ahí, no voy a huir.
Al parecer del otro lado de la línea la persona cortó, ya que Aaron se quedó un momento en silencio esperando una respuesta, pero no fue así. Lo primero que hizo al separarse de su móvil fue pegarle una patada al suelo bastante fuerte, para luego subirse encima de la motocicleta. Quería seguirlo, saber en qué estaba metido, pero ahora había asuntos más importantes con los cuales mi atención estaba comprometida.
Era Haley. Necesitaba ordenar mi mente y entender qué me sucedía con ella. Porque no me cabía en la cabeza cómo no había podido cerrar la boca con respecto a lo que había sucedido un año atrás.
(Haley)
Ya era la hora de cenar, y hasta ahora la única que había llegado era yo. Martha, que colocó la bandeja con pollo a un lado de mí, me indicó que volvía enseguida, y pude escuchar cómo gritaba por la casa que estaba listo y que iba a enfriarse. Unos segundos después escuché los pasos rápidos de George, que se sentó junto a mí.
—Qué rico —este observaba con los ojos abiertos la cena, y cuando iba a servirse apareció James, que se le adelantó—. Ei, yo... ¡Era mío! —apuntó mientras el moreno sonreía maliciosamente.
—Tarde, pequeño, te pasa por lento.
Sonreí levemente mientras me llevaba ensalada al plato. Sentí cómo los ojos de James se fijaron un momento en mí, pero no levanté la mirada. Ahora mismo no quería lidiar con él y el asunto de la mañana. En los siguientes minutos se escuchaba a George pidiéndole a James que le pasara la bandeja con la cena, pero él, para burlarse, no lo hacía. Hasta que llegó Fernando, que al ver la escena miró a James fulminante.
—James, una vez más y voy a castigarte, deja a George tranquilo —este último le sacó la lengua y James no pudo evitar tomar un pedazo de pan para arrojárselo en la cabeza, y George soltó un grito.
—Y James Ross encesta, el público enloquece... el mejor jugador de la historia del mundo —este se había parado y movía las manos de un lado a otro.
George, que se sobaba la cabeza, no dudó en tomar uno de los tantos panes para hacer lo mismo que James, tirándoselo justo en la boca. No le entró, pero sí lo tomó desprevenido. Fernando se cruzó de brazos, observándolos a ambos.
—¡Los dos a sus habitaciones ya! —su voz penetrante hizo que ambos se paralizaran y asintieran con la cabeza.
George tomó su plato y cubiertos para desaparecer del comedor y James hizo lo mismo, pero más lentamente, y justo cuando pasaba junto a Fernando sonrió burlón.
—¿Me has castigado?
Fernando asintió, pero pude notar que suavizó el rostro.
—A tu habitación, James.
Este se le quedó mirando, impresionado.
—Con gusto, he esperado esto toda mi vida... —susurró dándose la vuelta, aunque de todas formas Fernando y yo lo escuchamos.
Ahí me di cuenta de que lo último que dijo James no era de manera irónica, ni mucho menos. Hablaba en serio. Según lo que Tyler me había contado de su familia cuando vivía, Fernando era un padre ausente y nunca estaba ahí para ellos. En cambio, ahora sí se estaba comportando como un verdadero padre. Sabía que debía alegrarme, que era una estupenda noticia. Pero también me daba a entender qué consecuencias había traído la muerte de Tyler, y esta no era mala sino estupenda.
Seguramente con la muerte de Tyler Fernando se dio cuenta de que debía tomar más importancia a su familia, a sus hijos. Y eso era lo que estaba haciendo ahora. Sentí cómo sus ojos estaban fijos en mí, por lo que salí de mi mente y me concentré en él.
—Holly me ha dicho que el vuelo se adelantó y llegarán el sábado por la noche
—me habló sonriendo y yo abrí mucho los ojos—. Al parecer alguien olvidó mencionar que el domingo es su cumpleaños.
Cierto. Lo había olvidado. Siempre lo celebrábamos con mi madre por la mañana, ella me traía el desayuno a mi cama con una pequeña torta de chocolate y me cantaba. Pero ahora mismo todo esto no era importante.
—¿Haley?
—¿Eh?
—Te estaba diciendo que aunque sean las elecciones vamos a celebrarlo todos juntos. ¿Te parece?
Asentí. Lo que más deseaba en ese momento era que mi cumpleaños no llegara nunca, porque sabía que no iba a aguantar pasarlo sin Tyler a mi lado.
(Tyler )
Desperté a regañadientes, no quería enfrentarme a Haley, y es que realmente no tenía ni idea de qué decirle. Pero para mi sorpresa esta pasó junto a mí y se dirigió a la ducha sin abrir la boca. Marie estaba aún bajo las sábanas, profundamente dormida. No sabía qué hacer, qué decirle. Prefería evitarla, pero debía ser maduro, nos quedaba poco tiempo y no podía desperdiciarlo peleando con Haley. Pero mientras el agua corría me dispuse a ver qué tal estaban todos en casa...
Primero fui a ver a Fernando, pero este ya estaba vestido desayunando. Roy, en cambio, andaba con el pijama y el pelo oscuro revuelto. Estaba muy ocupado leyendo unos papeles con sus gafas pequeñas.
—¿Cómo vas?
Roy levantó los ojos.
—Mal, la policía me dio una copia del informe del accidente de Tyler, pero nada calza —este se lo entregó a Fernando, y yo me acerqué hacia ahí.
Era un papel con varias hojas, de las que sinceramente no entendía nada. En cambio, mi padre, o más bien Fernando, se quedó leyéndolas atentamente.
—Dice aquí que no hay señales de que le hayan golpeado el coche, que el jeep quedó destruido solamente por haber chocado contra el poste, pero si miras la fotografía de aquí —Roy le entregó otro papel, en el cual se veían varios enfoques de distintas partes del coche—, esto son marcas de un coche, una camioneta para ser exactos. ¿Recuerdas cuando le abollé el Porsche a...?
—Fredick Wilmore, sí lo recuerdo —le cortó sin quitar la vista de las fotos—. El jeep de Mark estaba en perfecto estado. Para haber quedado así de abollado deben haberle chocado al menos tres veces.
—Y una de ellas pudo haber ocasionado que a Tyler se le desestabilizara el coche y se estrellara contra el poste.
Oh, sí.
—Y el conductor se sintió culpable y los sacó del jeep, llamó a la ambulancia y para que no lo detuvieran se largó.
Roy abrió los ojos, sonriendo.
—Es perfecto.
Aplaudí emocionado.
—Pero no tenemos evidencias. Solo suposiciones.
Bien, aquí venía Fernando a joderme la esperanza.
—Suposiciones que pueden reabrir el caso, ¿no?
Este se lo pensó un momento.
—No es tan sencillo. Hay testigos que se negaron a hablar, e incluso mi abogado, que habló con uno de ellos, dijo que solo habían jugado borrachos. Nada sobre un coche involucrado.
—Entonces alguien está mintiendo. Vamos, Fernando, tú estudiaste derecho en Harvard. ¡Haz algo!
—Puedo hacerlo, es solo que... ahora mismo no puedo. Y no me vengas con que Richard Grey está involucrado y hundiéndolo ganaré las elecciones. Él pudo haber sido, no digo lo contrario, pero no voy a actuar como él lo hace, voy a jugar limpio, como siempre he hecho. Voy a demostrarme a mí mismo que la vida es justa con quienes hacen lo correcto.
—¿Que los malos siempre pierden y los buenos siempre ganan?
Roy sonreía esperando la respuesta de Fernando, que asintió luego de pensárselo un momento.
—No siempre, pero espero que conmigo sea así.
(Haley)
Al salir de la ducha esperé que apareciera Tyler, pero no fue así, al parecer se había largado. Me vestí rápidamente, con algo simple y cómodo; unos pantalones negros, blusa holgada blanca, chaqueta café y unas zapatillas. Al terminar me até el cabello en una coleta y me dispuse a salir, pero la voz de Marie me detuvo.
—¿Ya sonó la alarma? —esta seguía con los ojos cerrados y pegó un bostezo, adormilada.
Que me hablara como si nada hubiera pasado entre nosotras me hizo olvidar por un momento a Tyler y concentrarme en mi amistad con Marie.
—No, falta casi una hora. Tú duerme.
Esta sonrió, sin responderme, y se llevó las sábanas hacia el rostro y se adentró en ellas, seguramente durmiéndose de inmediato. Me quedé ahí un momento, observándola. La echaba de menos, estos últimos días habían sido una tortura sin ella a mi lado, sentía que el instituto era aburrido y estresante, que no había nadie ahí para hacerme reír por tonterías, como Marie hacía.
Me consolé pensando que ya quedaba poco, que pasara lo que pasara iba a recuperarla. Salí de la habitación, encaminándome a la cocina, donde Fernando y Roy al verme entrar callaron de inmediato, observándome.
—Perdón, si quieren yo... —no pude seguir hablando al conectar mis ojos con Tyler, que al verme bajó de inmediato la vista.
Volví a la realidad cuando escuché que uno de los dos me habló.
—No te preocupes, ya terminamos —señaló Fernando, alistándose el traje y encaminándose hacia donde estaba—. ¿Quieres que te lleve?
—No, viene un amigo por mí.
—¿Un amigo? —este sonrió, echándole una mirada a Roy, que se encogió de hombros—. ¿Y se puede saber el nombre de ese "amigo"?
Dudé si decirlo, no quería que Tyler creyera que iba a exigirle a Simon que me dijera la verdad, aunque en cierta forma ese era el plan.
—Simon.
Le eché un leve vistazo a Tyler, que no levantó la vista, pero sí noté que se puso rígido. Fruncí el ceño, pero de inmediato desvié la mirada a Fernando y Roy.
—Oh, sí, lo recuerdo —asintió Roy para luego dirigirse a Fernando—. Es Simon Adams, ¿no?
Asentí. Fernando ladeó la cabeza, y luego frunció el ceño.
—¿No es el chico del que Tyler se hizo amigo en ese campamento de verano antes de entrar a primer año?
Sentí que el piso se tambaleaba. ¿Lo había oído bien? De inmediato fijé mis ojos en la mata de cabellos rubios, pero este seguía con la cabeza gacha. ¿Tyler y Simon eran amigos? ¿Cómo podía ser eso posible?
—¡Tienes razón! Sabía que me sonaba de alguna parte —apuntó Roy, pero su voz se sentía muy lejana en mi cabeza.
—Era un buen chico, mándale saludos de mi parte, Haley —tuve que hacer un esfuerzo descomunal para alzar la vista hacia Fernando intentando parecer natural.
—Sí, claro.
Y con eso Fernando se despidió, desapareciendo de la estancia. Me di la vuelta para salir de ahí, necesitaba ir al departamento, necesitaba un lugar para mí sola, necesitaba tranquilidad.
—¿Haley, estás bien? —la voz de Roy por detrás me hizo volcar los ojos.
—Sí —susurré intentando parecer normal.
«Por favor, que no insista», me dije a mí misma cerrando los ojos e intentando calmar mi respiración.
¡¿Tyler y Simon amigos?! Debía ser una broma, no podía ser cierto... En eso, mi móvil comenzó a sonar. El remitente no era ni más ni menos que Simon. No sabía por qué, pero al ver que era él quien llamaba no tenía el valor de contestar. Pero tuve que hacerlo. Nerviosa, llevé mi mano a las teclas y contesté la llamada.
—Estoy afuera, Haley.
Iba a contestar, pero no fui capaz. En cambio, corté de inmediato y me quedé ahí quieta.
—¿Haley, estás segura? Puedo llevarte al doctor de inmediato —sentí que ahora era Roy quien venía hacia mí, por lo que me esforcé para dejar de lado toda la mierda que tenía en mi cabeza y disponerme a actuar con naturalidad.
—Solo dormí mal anoche, pero con un café se me pasa.
—¿Seguro? —ahora lo tenía frente a mí.
Sonreí.
—Te llamo si hay cualquier cosa.
Este me devolvió la sonrisa, al parecer se lo había tragado.
—Bien —este se me acercó para besarme en la mejilla cariñosamente—. Siempre hacia esto con tu madre cuando tenía que dar un examen importante, era para la buena suerte.
Al ver que este esperaba una reacción de mi parte volví a sonreír, aunque sinceramente debía parecer una mueca.
—Gracias, Roy.
Este se despidió finalmente, diciéndome que si llegaba a sentirme mal que lo llamara o le dijera a James, Mark o Marie. Levanté la vista hacia Tyler en el momento en que al fin Roy ya había desaparecido. Este seguía ahí, y si no se había ido era porque estaba dispuesto a hablar conmigo. Con todo el valor que pude, me acerqué hacia él, que al escuchar mis pasos levantó la vista.
Nuestros ojos se encontraron y pude ver que detrás de esos ojos grises, más bien azulados, había nerviosismo, al igual que en los míos. Pensé que iba a decirme algo, una disculpa o una explicación. Pero no hizo ni lo primero ni lo segundo, solo me observó con la boca cerrada, los ojos nerviosos y los puños apretados. Al ver que no iba a decir nada, tuve que hacerlo yo.
—Aunque duela, quiero saberlo.
Tyler abrió la boca, soltando un suspiro.
—Pregúntaselo a él —este apuntó la ventana que daba al estacionamiento, pero no le hice caso. Sabía que Simon me estaba esperando afuera, pero esto era más importante.
—¡Quiero escucharlo de ti! —le grité, ya no me importaba si alguien me escuchaba, tampoco si me veía.
Solo quería saber qué estaba pasando.
—¡No puedo! ¿Es que no lo entiendes, Haley?
Fruncí el ceño.
—¿Entender qué?
El maldito móvil volvió a sonar, fastidiándome más aún. Tyler volcó los ojos, comenzando a caminar hacia la pared para salir de la casa, pero no iba a dejarlo.
—¡Me sinceré contigo, te abrí mis sentimientos! Solo te estoy pidiendo una simple explicación.
Esperé una respuesta de su parte, pero no la hubo. Tyler solo me echó un último vistazo, y pude darme cuenta de que no estaba enojado conmigo, sino avergonzado. ¿Pero de qué? No sabía por qué las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Sabía que quizás no era para tanto, pero el hecho de haberle dicho a Tyler lo importante que había sido para mí el día que nos conocimos y que él, en cambio, se lo hubiera guardado, me dolía.
Me dolía saber que Tyler no fuera capaz de decirme la verdad. Me dolía saber que Simon nunca me hubiera dicho que era amigo de Tyler. Y me dolía que me afectara tanto.
(Tyler )
No sabía dónde ir, pero sí estaba seguro de que debía ser algún lugar que no me permitiera pensar en Haley, que me hiciera olvidarla. Necesitaba ocupar mi mente, y la única forma era aferrándome en la persona que más odiaba en este momento. Richard Grey. Me encaminé hacia su casa a paso rápido, quería llegar ya y desocupar mi mente del pasado.
Sabía que cuando Haley se enterara quizás sus sentimientos hacia mi cambiarían, que me observaría con desaprobación e incluso desilusionada. Nunca creí que iba a sentirme avergonzado por mi pasado, y mucho menos con una chica. Recordaba que cuando estaba vivo amaba tener a cientos de chicas a mi disposición, e incluso creía que de esa forma era más deseado respecto a las mujeres, pero con Haley no era así. «Sácala de tu mente, joder», me regañé.
Llegué finalmente a la casa de los Gay. Observé si estaba su coche ahí estacionado, pero no, al parecer había llegado tarde. De todas formas, entré para asegurarme si estaba en lo cierto. Me encaminé por los pasillos, encontrándome con varias mujeres del servicio limpiando la casa, mientras que Aaron seguía durmiendo en su habitación. Llegué al fin al dormitorio de Richard y su esposa, que, si mal no recordaba, se llamaba Alicia, estaba recién levantándose. Desayunaba en su cama con los ojos soñolientos y el cabello desarreglado. Pude notar que no había dormido bien.
—¿Algo más que necesite, Señora Grey? —le preguntó la mujer vestida de delantal blanco con cuadros negros.
—No, puedes retirarte. Gracias.
Esta se quedó sola en su habitación. Y yo, impaciente, me quedé junto a ella esperando algo, porque estaba seguro de que había una posibilidad de que la esposa de Richard Gay nos pudiera ayudar. Y ahí fue donde mi teoría al fin se hizo cierta. Su celular comenzó a vibrar, dejando claro que alguien estaba llamándola.
Al ver de quién provenía la llamada me sorprendió bastante. Fernando Ross. Alicia se quedó quieta como una piedra. Se demoró bastante en atender la llamada.
—¿Sí?
Quería escuchar, por lo que me acerqué bastante a ella para poder oír la voz de Fernando.
—Recibí tu mensaje.
Hubo un silencio, en el que ninguno de los dos dijo nada, hasta que esta habló por fin.
—¿Entonces?
—No entiendo por qué quieres hablar del tema cuando ya pasaron dieciséis años —la voz de Fernando sonaba fría y cortante. Esta iba a decir algo, pero él siguió—. Y justo cuando quedan pocos días para las elecciones.
—Fernando, tienes que confiar en mí, él no sabe nada de esto, no tiene nada que ver.
—No te creo.
—Por favor... te necesito, Feñi —silencio, y Alicia seguramente pensó que Fernando iba a decir algo, pero no lo hizo—. Necesito saber la verdad de una vez por todas —esta se colocó una mano en la boca para que no se escuchara su sollozo.
—Intenté decírtela, pero nunca me escuchaste.
—¡Tenía dos hijos pequeños, Fernando! ¿Qué iba a ser de ellos? No soy una mujer fuerte, no podía sola —a esta se le quebró la voz, pero siguió de todas formas—. Es fácil creerle una mentira a alguien cuando es justo lo que uno quiere escuchar para evitar la verdad.
Fernando no dijo nada. Nuevamente, silencio.
—¿Cuándo?
—Te lo haré saber de alguna forma. He aprendido algo estos días, Feñi, y es que Richard tiene ojos y oídos por todas partes, no quiero arriesgarme.
—Bien. Ten cuidado, si llega a ponerte un dedo encima me llamas. A cualquier hora, a cualquier minuto. ¿Bien?
—No te preocupes, estaré bien —una sonrisa se colocó en sus ojos, apretando el celular más de la cuenta—. Cuídate, hermano.
—Tú igual.
La llamada terminó y yo sonreía como un imbécil. Por primera vez podía decir que esto no me había sorprendido, que había estado rondando por mi cabeza desde semanas. Y es que Fernando y Alicia eran muy parecidos, además de que Aaron y Marie tenían un parentesco de algún tipo, y ese era el más racional. Y, por supuesto, iba a tener que estar atento, no quería perderme esa conversación para nada del mundo. Porque estaba seguro de que ahí podría saber el pasado que tantas veces había deseado saber.
(Haley)
El camino hacia el instituto junto a Simon no fue de lo más agradable. Yo estaba adentrada en mis pensamientos, preguntándome si era capaz de pedirle ahí mismo a Simon una explicación, porque sabía que iba a dármela. Pero por otro lado quería que Tyler lo hiciera.
Ahora mismo estaba en la biblioteca. La razón por la que me había levantado temprano era para el trabajo de Literatura. Teníamos que corregirlo y tenerlo listo para la última hora del día. Y habíamos decidido juntarnos todos a primera hora para ver qué tal estaba y si necesitaba correcciones.
Steve, que había llegado hacía unos minutos, no había dicho ninguna sola palabra salvo el simple saludo al llegar. Y Simon leía la introducción de Steve, dejando claro que al parecer no estaba muy bien. Corrigió algunas faltas y cuando ya estuvo listo faltaban solo unos cinco minutos para que el timbre sonara.
—Nos vemos en Literatura —se despidió Steve tomando sus cosas, dispuesto a salir de inmediato de la biblioteca.
—Ei —se dio la vuelta, esperando que hablara—. ¿Crees que puedas darme una entrevista para el anuario? Estoy encargada del artículo del equipo —sonreí al terminar, intentando que me saliera lo mejor posible.
—Claro —este se quedó un momento pensando, seguramente cuándo podía ser—. Déjame ver cuándo podría ser y te aviso.
Asentí. Quedamos solos Simon y yo, y los nervios volvieron. Necesitaba una pastilla, de eso estaba segura.
—¿Estás bien?
No sabía por qué esa frase ya era común en mí, seguramente la escuchaba al menos tres veces al día, y en ese momento no estaba de ánimos, o quizás simplemente ya me había fastidiado y necesitaba explotar.
—No, no estoy bien —sabía que había sonado fría y cortante, pero ahora mismo me importaba poco.
Simon al parecer no se esperaba esa respuesta de mi parte, por lo que se demoró en responder.
—¿Quieres hablar de ello?
Silencio. ¿Si quería hablar de ello? Sinceramente, no tenía la menor idea. ¿Que si quería saber la verdad entre Tyler y Simon? Claro. ¿Pero estaba preparada? ¿Podría aguantarlo? De eso no estaba segura.
Abre los ojos, Haley. Hay tantas cosas importantes a las que no les has tomado atención. La frase de Narco se repetía una y otra vez en mi mente. Él tenía razón, tenía que abrir los ojos, aunque lo que fuera a ver no fuera lo quisiera. Lo necesitaba para encontrar una salida para Tyler. Si quería que él volviera a la vida necesitaba enterarme de cosas que seguramente no serían las que me gustarían. Cerré los ojos tres segundos y abrí la boca, lista para lo que venía. Y esperaba que no fuera tan malo como pensaba.
—Eras amigo de Tyler Ross —susurré sin desviar la vista de sus ojos claros, los cuales se abrieron de inmediato.
No podía describir bien cuál había sido su reacción exactamente, lo único que sabía era que no se lo esperaba. Un profundo silencio invadió nuestro alrededor, pero no me di por vencida. Seguí con la vista en él, pero Simon sí la apartó.
—¿Quién te lo dijo?
Su voz no sonó dura ni tampoco fría, y mucho menos cortante, lo que me sorprendió. Al ver que estaba esperando una respuesta, no dudé en dársela.
—Fernando Ross.
Nuevamente ninguno de los dos habló. Yo esperaba que empezara a hablar, pero él no tenía ninguna intención de hacerlo.
—Quiero saber qué sucedió, Simon, porque si te soy sincera ambos disimularon bastante bien que no se conocían desde que entramos al instituto.
Me había costado decirlo, pero lo había hecho. Ahora me dispuse a esperar una respuesta de su parte.
—¿Por qué quieres saberlo?
«¡Porque sé que tiene que ver conmigo!», grité en mi interior, pero por supuesto que no salió de mi boca. Justo en ese momento la bibliotecaria apareció frente a nosotros, dejándonos claro que si nos escuchaba una vez más hablando iba a echarnos de ahí. Simon de inmediato le dijo que ya nos íbamos, y empezó a ordenar sus cosas. Pero yo, en cambio, me quedé ahí mismo, y cuando esta ya había vuelto a su escritorio volví a hablar, pero bajando el volumen.
—Porque eres mi mejor amigo, y me mentiste.
—No lo hice.
Volqué los ojos. Iba a decirle algo, pero el timbre sonó sobre nuestras cabezas indicándonos que las clases comenzaban. Y Simon, como un cobarde, tomó sus cosas y se dirigió a la salida de la biblioteca a paso rápido. La antigua Haley se hubiera quedado ahí sentada, resignada, pero la de ahora no dudó ni un segundo en ir detrás de él. Cuando lo alcancé, ya por los pasillos del instituto, no dudé en tomarlo de la chaqueta del equipo para llamar su atención.
—Simon —pude decir jadeando—. Necesito saberlo.
Pensé que iba a negarse, que iba a salirme con alguna excusa, o simplemente no iba a hacerme caso y se iba a ir a coquetear con esas tres chicas que le estaban saludando a lo lejos. Pero no lo hizo, sino que se me acercó a la oreja para decirme algo.
—Bajo nuestro árbol a la hora del almuerzo. Solo te pido que no olvides que la razón por la que nos conocimos no cambia lo que somos ahora.
Me quedé muda, sin saber qué decir. Al parecer era cierto, lo que fuera a decirme Simon tenía que ver con el día en que nos conocimos. Y sabía que no iba a gustarme. En ese momento me di cuenta de que Tyler no había querido decírmelo porque sabía que iba a destrozarme, y él no quería ser el que lo hiciera. Y esperaba que no fuera tan malo como parecía.
(Tyler )
Luego de la charla de Alicia con Fernando todo se volvió aburrido. Su hermana se dispuso a darse un baño, que no tenía ganas de ver, y por eso caminé unos minutos por los pasillos sin encontrar nada nuevo, salvo Aaron, que al parecer no fue a clases y se quedó en su habitación escuchando música y dibujando en un cuaderno. Ahora mismo estaba observando unos cuantos trofeos de fútbol americano que había en unas repisas. No eran muchos, solo unos cuatro, pero no estaban mal.
Sabía que Aaron era bueno, lo recordaba en el partido. Él sabía cómo jugar, aunque a veces no acertaba en los pases, pero debía admitir que lo hacía bien, mejor que la mayoría de los Red Dragons. Luego me dispuse a ver las fotos familiares, en las cuales me di cuenta de que las sonrisas eran exactamente iguales a las que colgaban en mi casa. Falsas, ensayadas y totalmente hipócritas.
Haley tenía razón, no éramos tan distintos como ella creía. En eso, su celular comenzó a sonar, pero Aaron al ver de quien provenía la llamada no le hizo caso. Me acerqué intrigado. Era su padre. Aaron lo colocó en silencio y volvió a concentrarse en el dibujo, que no había visto, por lo que coloqué mis ojos en él. «Mierda», solté impresionado.
Por supuesto, Aaron siguió en su trabajo, detallando la sonrisa de Haley en el dibujo. La imagen era clara, había seis personas en ella y dos mesas a cada lado. En el lado izquierdo había dos mujeres, y con solo verlas era evidente que se trataba de Haley y Anna. Ambas reían felices, dándonos a entender que se lo estaban pasando genial.
En cambio, al lado derecho estaban las cuatro personas restantes. Un matrimonio, el padre del cual miraba su celular, desinteresado, y la madre lo observaba a él esperando quizás una respuesta. Luego estaban seguramente sus dos hijos: la chica estaba al lado del padre observándose el rostro con un espejo pequeño, mientras que el chico, que estaba junto a su madre, estaba con la cabeza gacha y la capucha puesta, escondiéndose de todo. Era fácil darse cuenta de quién era quién en la mesa, igual como también estaba claro cómo se sentía Aaron dentro del dibujo: como afuera en el mundo real.
Al terminar de analizar lo que dibujaba lo observé. Con sus ojos oscuros no quitaba la vista del bosquejo. Noté que estaba apretando muy fuerte el lápiz mientras trazaba los detalles restantes. Ahí pude darme cuenta de cómo se sentía. Él me había matado, ese era un hecho, pero eso no significaba que hubiera querido hacerlo. Quizás su padre lo había obligado o quizás solo quería asustarme y se le fue de las manos.
No lo sabía, pero sí estaba seguro de que Aaron no era lo que pensaba, que Haley podía tener razón sobre él. Solo era un chico atrapado en sus propios errores, sin alguien que le tendiera la mano.
(Haley)
Las horas pasaban una más larga que la otra, sentía de vez en cuando un mareo, pero intentaba no tomarle importancia y concentrarme en las clases que me tocaban, necesitaba estar completamente sana en el momento de la presentación de Literatura. Al menos era justo la última hora del día, así que seguramente los mareos iban a desaparecer luego de ir a la enfermería.
Y así fue que al terminar la tercera clase del día me encaminé hacia allí. En mi mente no desaparecía la oportunidad de poder "tomar prestado" otro tarro de pastillas de la enfermera. Al entrar esta estaba ocupada con una chica que vomitaba dentro del basurero. Y para mi sorpresa se trataba de Lauren Davis.
—No me digas que tú igual —me dijo la enfermera al ver mi rostro pálido. Seguramente ya debía de estar verde—. Ven aquí —esta me señaló una camilla a un lado de Lauren, que seguía vomitando—. ¿Qué sientes? —esta me pasó una luz con su pequeña linterna, luego me hizo abrir la boca y finalmente me tocó el rostro.
—Estoy mareada.
—¿Lo mismo que la última vez?
No respondí, sabía que si se lo afirmaba me iba a mandar a un hospital e iba a preocupar a Roy, así que negué de inmediato.
—Mucho menor, es solo leve.
—Bien, toma esto, son unas vitaminas —me entregó una tableta con tres pastillas pequeñas de colores—. Si te sientes mal de nuevo, vuelves.
Asentí y le di las gracias. Al pasar junto a Lauren le sonreí levemente, a lo que esta, en cambio, evitó mi mirada y siguió con lo suyo. Bien. Justo en ese momento la enfermera me dio la espalda atendiendo a Lauren, que al parecer no estaba muy bien. En ese momento me di cuenta de que era mi oportunidad, por lo que sin pensarlo dos veces observé los tarros de pastillas que había en su escritorio, y al darme cuenta de que no tenía tiempo ni para fijarme en cuál era el que necesitaba tomé el primero que tuve y me lo llevé a los bolsillos de la chaqueta.
Nerviosa, la enfermera justo se dio la vuelta en el momento en que yo también lo hice, y salí de ahí. Caminé a paso rápido por los pasillos, sabía que nadie me había visto, pero de igual forma observaba a mi alrededor por si alguien lo había hecho. Y ante mi descuido choqué contra Kyle, aunque más bien contra su silla, la cual me apretó bastante fuerte el dedo del pie. Solté un grito, y seguramente llamé la atención de todo el pasillo.
—Lo siento, Haley —la voz de Kyle parecía lejana en ese momento, ya que el dolor era bastante.
—No fue nada —dije entre dientes.
Así fue que me dejé caer en un banco que había en la esquina de uno de los pasillos, mientras que Kyle se colocó junto a mí.
—¿Estás segura de que no quieres ir a la enfermería?
Asentí.
—Ya se me está pasando, no es tan grave.
Era cierto, el dolor había disminuido y ya ni se sentía. Ambos nos quedamos en silencio, yo comprobaba que mi dedo no hubiera ido a mayores, mientras que Kyle, extrañamente, no abrió la boca.
—Nunca me respondiste el mensaje. ¿Qué sucedió? —le pregunté al recordarlo.
—Anduve un poco desanimado.
—¿Seguro?
Este se lo pensó un momento, lo que me hizo fruncir el ceño, extrañada.
—En privado.
—¿Eh?
Kyle miraba a su alrededor nervioso, y yo seguí su mirada, pero solo había unos cuantos adolescentes, nada fuera de lo común.
—Necesito hablar contigo en privado —susurró.
—Kyle, puedes decírmelo aquí, nadie está escuchando —le apunté a nuestro alrededor, la persona más cercana estaba muy ocupada hablando por el móvil a una distancia que dejaba bastante claro que era imposible que pudiera escuchar lo que hablábamos.
—No puedo —lo observé un momento, para luego mirar nuevamente a mi alrededor—. Haley, es urgente.
Noté que estaba hablando en serio, que realmente no estaba jugando. Y ya con las fotografías que vi en casa de Steve me había quedado más que claro que alguien podía estar espiando.
—Bien, ¿dónde?
—Cuando terminen las clases anda al gimnasio. Intenta que nadie te vea entrar.
Asentí.
—¿Vas a decirme de qué va todo esto?
—No es seguro, ahí te lo diré. Y no me llames ni me mandes mensajes, quizás también estén revisándolos —iba a decir algo, pero este me cortó—. Ríete como si te hubiera contado el chiste más divertido de tu vida.
Solté una carcajada intentando que se viera natural. No estaba segura de si lo había conseguido, pero al parecer eso fue suficiente para Kyle, que hizo andar su silla de ruedas por el pasillo, dejándome atónita. Estupendo.
Cuando se terminó la última clase para el almuerzo sentía que el corazón me iba a mil, quería tomar una pastilla de las que tenía en mi bolsillo, pero no fui capaz. Primero debía ver qué eran, y luego ingerirlas. Lo último que me podía pasar ahora mismo era terminar internada en el hospital.
Me encaminé hacia la cafetería, que estaba más dispersada hoy, ya que hacia un día agradable afuera y la mayoría de gente del último año estaba en la terraza. Al llegar me encontré con April, que hablaba con Mark mientras se servían el almuerzo. No quería que me viera, hoy no iba a poder almorzar con ella y Lauren y sabía que iban a fastidiarse por ello.
Intentando pasar desapercibida tomé solo una fruta. El estómago se me había cerrado por los nervios, y sinceramente si veía comida tenía la leve probabilidad de vomitar. Y esa no era una opción en ese momento.
—Ei, Haley, ¿dónde vas? —me preguntó April, justo en el momento en que había dado cuatro pasos para dirigirme afuera.
Me di la vuelta a regañadientes, pensándome una buena excusa que darle.
—Quedé con uno del equipo para ver lo del artículo del anuario —dije haciendo una mueca—. Lo siento.
April asintió, y pude notar cómo Mark, que estaba a su lado, me observaba atento.
—¿Y Lauren? No responde mis mensajes.
—Estaba en la enfermería en el primer periodo, no se sentía muy bien.
—Qué mal... bueno, Haley, me llamas por la tarde para ver qué tal te va con el anuario —pude ver cómo me guiñaba un ojo, dejándome claro que era la excusa frente a Mark Ross.
—Lo haré.
Volví a tomar el rumbo hacia afuera. La imagen de Tyler y Simon revoloteaba en mi mente una y otra vez. No sabía qué esperar, intentaba pensar qué podía haber ocasionado que ambos se hubieran separado hasta el punto en que se hicieran pasar por desconocidos. Recordaba tantas conversaciones con Tyler en las que él disimuló muy bien que no conocía a Simon que no tenía la menor idea de quién se trataba. Pero no había sido así.
Alcé la vista al llegar, Simon ya estaba instalado. Aún no me había visto y pude notar que estaba igual de nervioso que yo. Tenía la vista fija en su almuerzo, pero sin tocarlo. Seguramente tenía el estómago cerrado, al igual que yo. Cuando ya estaba a su lado Simon notó mi presencia. Me senté apoyándome al tronco y armándome de valor lo observé, y este hizo lo mismo conmigo.
Un silencio invadió nuestro alrededor. Las voces de los estudiantes desaparecieron de mi mente, y lo único que escuchaba era la respiración de Simon.
—Puedes empezar —tartamudeé finalmente.
Este desvió la vista de mí, observando el césped.
—Nos conocimos en un campamento el verano antes de entrar nuestro primer año aquí. Compartimos habitación y nos hicimos muy amigos. Ambos queríamos entrar al equipo de fútbol americano cuando empezaran las clases, y éramos los que comandábamos los equipos en el campamento. Nos lo pasábamos genial y siempre estábamos juntos. En ese entonces yo tenía novia —abrí los ojos, sin creérmelo—. Era la hija de unos amigos de mis padres, y estaba en el campamento, por lo que andábamos siempre Tyler, ella y yo. Éramos pequeños, pero yo me sentía enamorado.
Noté que Simon hablaba con los ojos brillantes por esa chica, y en mi mente no paraba de preguntarme qué habría pasado con ella.
—...cuando quedaban pocos días para el fin del campamento me di cuenta de que Annie estaba algo distante, pero no hice caso, creí que estaba triste porque íbamos a asistir a institutos distintos, pero no era esa la causa. Era algo mucho peor.
Simon levantó la vista, encontrándose con mi mirada, y pude ver en sus ojos qué había pasado.
—Te engañó.
—No solo ella.
Sentí como si un balde de agua fría cayera encima de mí.
—Tyler... —susurré sin pensarlo.
No quería escuchar si estaba en lo correcto, pero fue inevitable.
—Sí.
Y con esa afirmación todo calzó. Tyler no había querido contarme la verdad porque se avergonzaba de ella.
—¿Cómo fue? —pude decir, intentando dejar de lado mis pensamientos respecto a la mata de cabellos rubios.
—Era el último día del campamento, estábamos todos alrededor de una fogata. Annie estaba en mis brazos, pero de un momento a otro se levantó, me dijo que necesitaba llamar a sus padres y que volvía enseguida. Tyler, en eso, se colocó a mi lado y comenzamos a hablar animadamente de cómo iba a ser nuestro año escolar con los demás chicos que estaban ahí. Uno de ellos había traído alcohol y todos fuimos al bosque para beberlo. Lo hicimos, y de un momento a otro Tyler desapareció, y yo no le tomé importancia. Algo borracho. busqué algún lugar perfecto para hacer mis necesidades, ya sabes. El punto fue que vi a una pareja besuqueándose. La chica estaba en el suelo y el chico encima de ella. Como la única pareja del campamento éramos solo Annie y yo me causó curiosidad ver de quiénes se trataban, así que disimuladamente me acerqué a ellos —pude sentir cómo la voz de Simon se quebraba, y no sabía por qué yo tenía los ojos aguados—. Estaba oscuro, nunca pude haberlos reconocido si no hubiera sido por la risa de Annie, y luego la voz de Tyler. Al saber que se trataba de ellos dos no pude moverme, me sentía... traicionado. Me había pillado totalmente de sorpresa.
—Si no quieres seguir no lo hagas, Simon —mi voz sonó áspera, y es que realmente estaba sorprendida.
Saber que Tyler le había hecho eso a Simon me causaba náuseas, me sentía como una estúpida al creer que era mi mejor amigo el que tenía la culpa de todo, cuando el idiota había sido siempre la mata de cabellos rubios.
—Quiero hacerlo, Haley, si no te cuento la historia por completo no lo entenderás —asentí, esperando a que siguiera—. Los escuché hablar de mí en ese momento. Annie le preguntó a Tyler sobre qué iban a hacer conmigo. En ese momento tuve la esperanza de que Tyler se la sacara de encima, que le dijera que él no iba a formar parte de eso. Pero no fue así, su respuesta fue: Nada, Simon no tiene que saberlo, será nuestro secreto.
—Simon, yo... realmente lo siento.
—No lo hagas, aquí el único que tuvo la culpa fui yo. Aún no me cabe en la cabeza cómo pude hacerme amigo de un imbécil como él.
No sabía qué decir, estaba aún intentando asimilar todo esto.
—¿Y qué pasó después? ¿Les dijiste que los habías visto?
—No tuve que hacerlo, cuando volvieron a besarse intenté salir de ahí sin ser visto, pero fue en vano. Pisé una hoja seca y Tyler prendió su linterna en mi dirección. Lo siguiente que recuerdo fue a Annie llorando para que no se lo contara a sus padres y a un Tyler mudo.
—¿Hablaron después de eso?
—Tyler se disculpó, pero no le hice caso. Al día siguiente volvimos a nuestras casas y no lo vi hasta un día antes del instituto. Este vino a mi casa para arreglar las cosas, pero no dio resultado. Cuando se despidió me prometió que haría cualquier cosa para que lo perdonara, y en ese momento para mí era totalmente imposible. Nunca iba a poder olvidar lo que había pasado.
No pude evitar acercarme a Simon, y sin pensarlo dos veces lo abracé. En un principio este se quedó rígido, al parecer sorprendido por el gesto, pero luego me lo devolvió con más cariño que nunca. Y ahí recordé sus palabras de hoy por la mañana: Solo te pido que no olvides que la razón por la que nos conocimos no cambia lo que somos ahora. De inmediato me separé de él, quedándome frente a frente.
—Aún no entiendo qué tiene que ver esto conmigo.
—Todo —este me observó con los ojos afligidos, y caí en la cuenta de que lo que venía ahora era lo que había estado esperando—. El primer día de clases un profesor me pidió que fuera a buscarle unas fichas para la clase a su oficina, y así lo hice. Cuando estaba volviendo por los pasillos te vi con Tyler. Noté que te miraba como nunca antes había visto a ninguna chica en el campamento, sabía que seguramente te había tomado cariño. Y sin poder evitarlo sentí celos. Yo me había quedado solo, Tyler me había arrebatado a mi novia, a la chica que quería y ahora él se encontraba a otra.
No podía creer lo que estaba oyendo, sinceramente esto había sido lo último que me había esperado.
—En el almuerzo vi que Tyler estaba muy a gusto con el equipo de ese entonces, sabía que podía unirme a ellos, pero el hecho de que Tyler estuviera ahí presente me quitaba todas las ganas, por lo que salí afuera, y al verte caminando en busca de un lugar en el cual sentarte no dudé en seguirte.
—Así que no fue una coincidencia —solté, sonando más fastidiada de lo que pensé que estaba.
Simon desvió la vista de mí, seguramente avergonzado.
—Sé que no vas a entenderme, Haley, pero estaba tan dolido que pensé que quitarle a Tyler lo mismo que él me había quitado a mí era la única solución para poder superarlo.
Bufé. Ahora mismo no podía creer lo que estaba escuchando. Toda mi amistad con Simon había sido en base a una venganza contra Tyler. Noté que este volvió a fijar la vista en mí, y ahora fui yo la que no pude mirarlo a los ojos. Pude ver por el rabillo que la historia seguía y no pude evitar abrir la boca.
—No sigas, ya escuché suficiente.
Me enderecé para levantarme, pero Simon me cogió del brazo. Intenté zafarme, pero fue en vano.
—Por favor, Haley, déjame terminar.
Lo miré fulminante, y noté cómo este se encogió, intentando convencerme con un puchero mediocre. Quería irme, desaparecer. ¿Dónde estaba el timbre en este momento? Estaba segura de que ya había pasado más de una hora aquí sentada.
—Bien —volví a dejarme caer en el césped, pero esta vez a una distancia considerable de Simon—. Termina.
Este se demoró un momento en proseguir, pero lo hizo finalmente.
—Al salir de clases ese mismo día Tyler se me acercó, me volvió a pedir disculpas y me preguntó si había pensado sobre lo que me había ofrecido. Que él iba a hacer cualquier cosa para que lo perdonara. Y bueno, no dudé en apuntarte.
Sentí cómo una impotencia me recorría de pies a cabeza. Simon hizo una pausa, creyendo seguramente que iba a gritarle ofendida que cómo pudo haber hecho algo así, pero en cambio me quedé muda, esperando que prosiguiera, dejando todo ese odio en mí para dejarlo salir en el momento en que terminara. Porque estaba segura de que si no me controlaba iba a golpear a Simon ahí mismo.
—Le dije que estaba interesado en ti y que él debía alejarse. En un comienzo se negó, no voy a mentirte con eso, pero luego terminó aceptando. Me dijo que era justo, que él ya me había quitado a una chica y que se lo merecía por imbécil.
No pude evitar que una lágrima cayera por mi mejilla. No podía creer lo que estaba escuchando.
—Al finalizar con el trato, Tyler intentó que volviéramos a ser amigos, pero no lo dejé. Este, extrañado, no entendía qué sucedía, y yo no dudé en dejarle claro que con esto solo lo había perdonado, no que volveríamos a ser amigos. Y así fue, después de ese día cada uno siguió su vida.
Me quité la lágrima de la mejilla, intentando calmarme, pero no podía.
—Eres un imbécil —le dije, explotando de una vez y enderezándome.
—Haley, entiéndeme, estaba dolido, me había quitado a Annie frente a mis narices.
—¡¿Y que tenía que ver yo en eso?!
Sabía que estaba montando un espectáculo, que quizás la mayor parte del instituto estaba observándonos, pero no me importaba. Justo en ese momento sentí que alguien se acercaba hacia nosotros. Marie. Esta me observó con el ceño fruncido, seguramente intentando entender por qué diablos estaba llorando. Luego posó sus ojos en Simon, que estaba a punto de llegar a eso también.
—Mierda, ¿qué me perdí?
Simon se acercó a ella.
—Marie, déjanos solos.
—No, quédate. Yo me voy —tomé mi cartera del césped y comencé a caminar hacia la entrada de la cafetería.
—¡Vas a decirme en este instante qué diablos sucedió, Adams! —le recriminó por detrás.
No oí la respuesta de Simon, ya que estaba muy ocupada abriendo la puerta de la cafetería para dejarlos atrás a ambos. Pero fue en vano, ya que al caminar unos cuantos pasos la puerta de afuera volvió a abrirse, y sabía que era Simon.
—Déjame sola —le dije de inmediato al sentir que venía detrás de mí.
Pero este no se rindió, y se colocó justo frente a mí de un momento a otro.
—Tienes que escucharme, Haley.
—¡Ya escuché bastante! —grité para luego caminar por el lado, pero Simon fue más rápido y me agarró de la cintura y con la otra mano el brazo—. ¡SUÉLTAME AHORA MISMO!
La cafetería quedó en silencio al instante, lo único que se escuchaban eran mis movimientos para intentar zafarme de Simon, y en el momento que pude hacerlo aproveché para darle un gran manotazo en la mejilla. El sonido resonó en las cuatro paredes. Simon, en cambio, se quedó con la vista fija en mí, sin siquiera llevarse la mano. Ante eso sentí que la impotencia empezaba a fluir en mi cuerpo.
Sin pensarlo dos veces comencé a golpear a Simon varias veces, sabía que debía parecer una loca, pero necesitaba desahogarme. Las lágrimas caían por mis mejillas sin poder evitarlo y mi respiración se dificultaba en cada golpe que daba. Sabía que le dolía, pero al mismo tiempo sabía que él lo quería.
—Suéltalo, Haley —me susurró mientras yo seguía dándole puñetazos por todo su torso, rostro y brazos.
Había sido importante para Tyler, y por Simon él había tenido que dejarme de lado. Si no hubiera sido por él quizás ahora seríamos novios, quizás ahora estaría vivo.
—Te odio, te odio, te odio —repetía una y otra vez sollozando.
En eso, unos brazos me tomaron desde atrás, alejándome de Simon, pero yo no quería hacerlo.
—Suéltame, suéltame, ¡Suéltame! —grité furiosa, pero no lo hizo, sino que me envolvió en sus brazos.
—Desaparece de mi vista ahora si no quieres que termine lo que Haley empezó contigo.
Esa voz... James. Sí, era él.
—Déjame, necesito... —no pude seguir, un sollozo se me escapó de la boca y las lágrimas caían sin poder pararlas.
Sus brazos me apretaron y no pude evitar dejarme llevar. Cerré los ojos y me imaginé a Tyler. Lo necesitaba.
(Tyler )
No tenía ni idea de qué diablos hacía aquí, pero sí estaba seguro de que ver a Haley no era una opción. Así que de inmediato me encaminé a la cancha, quería ver qué tal iba la práctica de los Red Dragons. Para mi desilusión, al parecer el único que habían decidido practicar en el receso del almuerzo era solo Steve, que estaba trotando por la cancha. De todas formas, no pude evitar ir hacia él, siguiéndole el ritmo, como una práctica común y corriente.
—¿Y qué tal tu vida, amigo? —le pregunté luego de un momento en silencio. Por supuesto no hubo respuesta, pero no pude evitar dármela a mí mismo de todas formas—. Mal, te echo de menos todos los días, los Red Dragons no son lo mismo sin ti. Y bueno, el instituto menos —sonreí—.
—No me digas, yo también te echo de menos.
Vale, eso sí que había sido lo más patético que había hecho en toda mi vida. Me callé los siguientes minutos y me dispuse a observar cómo Steve iba haciendo lanzamientos y calentamientos. Sabía que le dolía la rodilla, pero también sabía que él no iba a darse por vencido fácilmente. Al escuchar que el timbre había sonado, dando por finalizado el receso, fui a ver qué tal estaba Kyle.
Iba por los pasillos con cuidado para no encontrarme con Haley, ya que sabía que lo más probable era que estuviera esperando verme para que le contara la verdad sobre Simon. Pero, sinceramente, no podía. Todos iban adentrándose a sus respectivas clases, y yo esperaba ver a esa silla de ruedas pasar de una vez, pero había desaparecido. De lo que sí estaba seguro era que estaba aquí, porque en su casa ya había ido a mirar y según lo que entendí Kyle sí había asistido al instituto hoy.
Al pasar los minutos los pasillos se fueron vaciando, hasta que finalmente ya estaban desiertos. Con tranquilidad, caminé por ellos disfrutando del silencio, y es que luego de escuchar todo el bullido de hacía unos minutos esto era el paraíso. Pero unos pasos lo quebraron. Iban apresurados, seguramente llegando tarde a la clase. Y justo cuando dobló al pasillo en el que estaba pude ver de quién se trataba. Haley. Me maldecí en mi interior. Estaba perdido.
—Hola —dije desviando la vista de sus ojos, que me observaban atentos.
Esta no respondió, lo que me preocupó. Sin poder evitarlo conecté mis ojos con los suyos. Con solo verla caí en la cuenta de que Haley ya lo sabía. Di un paso hacia ella, pero no cambió su expresión. Parecía perdida, aturdida y angustiada. Esperé que me gritara, que intentara golpearme, que me observara disgustada, incluso avergonzada de mí. Pero su respuesta fue otra, y me dejó totalmente pasmado.
La distancia que nos separaba debían ser cinco metros, pero eso no fue obstáculo para Haley, que de improvisto corrió hacia mí. No supe por qué, pero mi instinto fue abrir los brazos y dejarla caer en ellos. Sabía que poder tocarla iba a acabar en cualquier momento, que no iba a ser para siempre, pero no me importaba. Lo único que tenía sumamente claro era que Haley lo era todo para mí, que verla de esta forma me quebraba por dentro más de lo que imaginé.
—Perdóname —susurré en su oído—. No sabes cuánto me arrepiento de lo que hice, si pudiera volver atrás te aseguro de que nunca te hubiera...
—Shh... —me cortó, separándose un poco de mí, quedando ambos frente a frente. Sin dudarlo coloqué mis manos en sus mejillas, quitándole las lágrimas, pero estas seguían saliendo. Haley se estremeció—. Sé que no querías decírmelo porque te avergonzabas de tu pasado, pero debes entender que este no tiene que definir tu futuro.
Sonreí ante sus palabras.
—Soy un imbécil, no intentes convencerme de lo contrario —dije sin rodeos.
Esta soltó una leve carcajada. Y sin pensarlo me acerqué a su rostro. Haley, que estaba sonrojada, cerró los ojos, y yo me dispuse a besarla en la frente. Cuando mis labios tocaron su piel sentí una corriente, una sensación me sacudió de improvisto. Y estaba seguro de que Haley también lo había sentido.
La quería, no podía negarlo. Pero también tenía que aceptar que estaba muerto, que si no llegaba a volver a la vida el día de las elecciones todo acabaría. Y no quería hacer sufrir a Haley más de lo que ya iba a hacerlo si no volvía. Tenía que controlar mis sentimientos, aunque fuera una jodida mierda. Por ella.
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