Capitulo 52: Sentimientos

(Haley)

—¿Es un chiste?

Estaba completamente segura de que Narco solo intentaba hacerme una broma de mal gusto. Porque eso era. ¿No? Los ojos me picaban y las lágrimas amenazaban con salir en cualquier momento, pero debía contenerme.

—¿No recuerdas que te dije que nunca miento?

Desconcertada, no supe qué decir. Lo recordaba. Y eso solo significaba que Tyler no iba a regresar a la vida. Ante todo esto, noté que Narco comenzó a alejarse de mí, caminando por el pasillo.

—¿Hay alguna manera de evitarlo? —pregunté lo suficientemente fuerte para que escuchara.

No se dio la vuelta, sino que se bastó a detenerse un momento para responder.

—Pregúntatelo tú misma.

Perfecto. Y con eso las lágrimas salieron sin poder evitarlo, dejándome destrozada.

(Tyler) 

Busqué a Haley por los pasillos cuando las clases terminaron, quería contarle que no había nadie en la casa de los Gay y que en resumen no había averiguado nada nuevo. Y de paso también verla, me aburría mucho no poder hablar con nadie, y aún más que no me notaran. En eso, la vi saliendo justo del baño en el que siempre hablábamos. Estaba lejos de mí, pero al ver la vestimenta que habíamos elegido juntos por la

mañana no pude no reconocerla. Pero al parecer ella no lo hizo conmigo, ya que de inmediato se encaminó hacia la dirección opuesta.

—¡Haley! —le grité caminando tras ella para darle alcance, lo que fue fácil, ya que ella tenía que lidiar con una estampida de alumnos que querían irse ya y le impedían avanzar con rapidez.

Al ya estar junto a ella la miré extrañado.

—¿Haley?

Esta se sobresaltó por mi cercanía y seguro que también por la rapidez en la que la alcancé. Sonreí cuando sus ojos se encontraron con los míos.

—Te eché de menos.

Haley bajó la mirada ante mis palabras. Yo, en cambio, la observé atentamente. Tenía los ojos rojizos. ¿Había estado llorando?

—¿Qué sucedió?

Negó con la cabeza de inmediato, justo cuando abrió su casillero para sacar sus cosas.

—Tienes que ir con Lauren y April —me susurró apoyando su frente en la pared, para seguramente evitar que alguien la observara hablando sola.

—¿Por?

—Van a ir a buscar la evidencia a la iglesia.

—¿Y tú no vas?

—Recuerda que me tienen vigilada, no es seguro.

—Bien.

No me moví, sino que seguí observando a Haley, que seguía ahí apoyada, pero ahora con los ojos cerrados. Estaba seguro que pensaba que ya me había ido, porque justo en ese momento pude ver cómo una lágrima caía por uno de sus ojos.

—Cuando vuelva quiero una explicación, te guste o no —le dije en el momento, a lo que esta abrió los ojos sorprendida y se bastó con desviar la vista—. Prométemelo.

Hubo un silencio en el cual teníamos la vista fija el uno al otro. Pude notar que no era nada bueno, nunca había visto a Haley de esa forma, tan... triste.

—Solo... vuelve pronto, te estaré esperando en el departamento.

Iba a preguntarle por qué ahí, y por qué no podíamos encontrarnos en mi casa, pero justo en ese momento Lauren pasó junto a Haley haciéndole una seña de llamada para después contarle qué tal iba, y sin dudarlo me encaminé hacia ella. No sin antes despedirme de Haley con un grito.

—¡Volveré pronto! Intenta no extrañarme tanto.

Ella, que seguía en su casillero a unos cuantos metros, se detuvo un momento, y podría jurar que una sonrisa se posó en sus labios, aunque dudara unos pocos segundos. Y con ese mínimo gesto al menos me fui más tranquilo. Odiaba ver a Haley de esa manera. Y también odiaba que seguramente fuera por mi culpa.

—¿Lista? —le preguntó April a Lauren al estacionar el coche frente a la iglesia.

—Nunca había estado más lista en mi vida —le sonrió amarrando su cabello oscuro en una coleta—. Hoy Steve por fin podrá vivir sano y salvo.

April le sonrió también y apagó el coche para salir ya. Lauren se estiró la falda y April se echó la trenza hacia la espalda, a lo que ambas se encaminaron hacia ahí. Y yo por detrás también lo hice. Nuevamente choqué contra la pared. Por supuesto no la podía traspasar, así que sin pensarlo dos veces entré junto a April y Lauren para no quedarme afuera. La iglesia seguía igual que siempre, pero con una diferencia: el sacerdote no estaba por ninguna parte. En cambio, había otro ocupando su lugar. Tenía que ser una broma. April, que lo observó atentamente, frunció el ceño.

—¿Era él?

Lauren, que estaba con los ojos puestos en los cuadros que había alrededor, lo observó un momento, encogiéndose de hombros.

—Debe serlo.

—¡No lo es! —les grité a ambas, pero por supuesto ninguna me escuchó.

April, al darse cuenta de que Lauren no tenía ninguna intención de acercarse, sino de dar una vuelta por el lugar, se encaminó sola hacia él, que le estaba dando la espalda mientras colocaba unos candelarios en sus respectivos lugares.

—¿Hola?

El sacerdote, que era alto y algo robusto, se dio la vuelta con una sonrisa, saludándola.

—¿En qué puedo ayudarla?

April titubeó, algo nerviosa.

—Vengo de parte de Haley Dickens.

El sacerdote, que claramente no tenía ni idea de quién era esta, se quedó pensativo.

—Oh, mira es pasando esa puerta hasta el final del pasillo, ahí está el comedor. Ya comenzaron, pero con más ayuda mejor.

Aturdido, no entendía de qué hablaba, pero April, creyendo seguramente que se trataba de la evidencia para inculpar a Richard Grey, sonrió ampliamente y fue en busca de Lauren para encaminarse juntas. El sacerdote les dijo que para cualquier duda o ayuda le avisaran, que él estaría aquí todo el día.

Nos encaminamos por una puerta que había junto al altar, que nos llevó por un pasillo bastante largo, hasta que al fin llegamos al lugar. Era un comedor bastante amplio que ahora mismo se encontraba bastante concurrido. Había varios jóvenes con unas camisas azules que estaban dando de comer a niños de entre dos y cinco años. Estos debían formar parte de alguna congregación, grupo, servicio, etc. Y tenía que admitir que estaban haciendo un excelente trabajo.

Encontré al sacerdote con dos niños que debían tener tres años, que reían mientras este intentaba que se terminaran su comida. April al verlo se acercó a él de inmediato, y al reparar en ella la miró, interrogante, sonriéndole de manera amigable.

—Hola, ¿vienes a sumarte a esta aventura?

April negó con la cabeza.

—Haley Dickens me mandó aquí para hablar con usted.

Al parecer esa respuesta lo tomó desprevenido, ya que se quedó un momento en silencio, hasta que al fin reaccionó cuando uno de los niños le tironeó la oreja.

—¿Y por qué no vino ella?

—Porque al parecer está siendo vigilada por usted ya sabe quién.

Este asintió, a lo que se despidió de los pequeños diciéndoles que volvía en cinco minutos, llevando a April a una mesa que estaba más alejada de todo el alboroto. Busqué a Lauren, pero estaba muy ocupada hablando con algunos jóvenes que estaban jugando y alimentando a los niños, por lo que April al ver seguramente lo mismo que yo no quiso interrumpirla.

—¿Quieres algo? Tenemos café, cereales, leche...

—No, estoy bien.

—Entonces puedes empezar contándome qué relación tienes con Haley y por qué has venido hoy aquí.

—Es una historia larga.

—Tengo tiempo.

—Pero los... —esta apuntó a todos los niños.

—Vienen casi todos los días, y sé que están en buenas manos. Tú en cambio veo que andas algo apresurada.

—Bien.

Así que iba a ser una tarde larga.

(Haley)

—Roy, estoy llegando ahora a casa.

—Dijiste lo mismo hace diez minutos y no has llegado. Estoy a cargo, Haley, si tu madre llega a saber que...

Volqué los ojos.

—Vamos, si llega a sermonearte yo te defiendo. Tú tranquilo, solo me he retrasado cinco minutos y estoy a pocos minutos de llegar.

—Bien, te esperaré en la entrada en CINCO minutos, no seis ni siete. Y ni te atrevas en diez.

Así que corté y volví a tirarme a mi preciada cama para descansar, ya habían pasado casi dos horas y Tyler no volvía, mientras que April y Lauren tampoco daban señales de vida. Perfecto. Estaba ahora mismo en el departamento, repasando la charla con Narco, recordando cómo todo se fue abajo. No pude volver a clases luego de una hora, y es que me resultaba imposible dejar de llorar. Me había pasado todo el tiempo a solas buscando en el ordenador una respuesta para Tyler. Tenía que haber una forma de traerlo de vuelta.

Porque recordaba al sacerdote: él había dicho que la única forma de que Tyler volviera a la vida era con amor, lo que significaba que había una forma. Porque él no iba a mentirme, ¿o sí? Imprimí unos cuantos artículos que había encontrado en Internet sobre personas que veían muertos, pero como ya esperaba, ninguna venía con las instrucciones para traerlo de vuelta a la vida. Fastidiada, al terminar me dispuse a guardarlo todo en mi cartera y salir de ahí. Roy iba a matarme cuando pasaran los cinco minutos, y Tyler iba a aparecer tarde o temprano en su casa luego de ver que ya me había marchado de aquí.

Justo cuando iba a salir sonó la alarma del reloj de mesa que mi madre se había comprado hacía una semana. Tomada por sorpresa me asusté bastante y me dispuse a apagarla, entrando a la habitación de mamá. Al no poder entender bien el aparato terminé por sacar el cable del enchufe, pero al hacerlo más fuerte de lo normal choqué mi brazo contra el pequeño mueble que había justo en la pared, y cayó al suelo. Varios libros pequeños y cuadernos quedaron fuera de sus lugares, por lo que me dispuse a colocarlos donde estaban. Y uno me llamó sumamente la atención.

Estaba abierto en una página cualquiera, pero al ver una foto de adolescentes de mi madre, Holly, Fernando y Roy no pude evitar tomarlo en mis manos y acercarlo más a mis ojos. Era en el instituto, Roy andaba con la chaqueta del equipo mordiendo en broma a mi madre, que tenía los ojos abiertos de par en par. Justo al sacar la foto debía haber pegado un grito. Fernando, por su parte, tenía a Holly tomada de la cintura, sonriendo a la cámara a medias, mientras que Holly sonreía perfectamente. Y ahí caí en la cuenta de que se trababa de su diario, el que nunca había sabido que existía.

Lo cerré de golpe al leer lo que había escrito abajo, ya que sabía que debía ser personal y no estaba bien. Pero la curiosidad picaba en mi interior, por lo que me dispuse a darle una ojeada sin leer para saber hasta qué fecha llegaba. Y para mi sorpresa el último día que había escrito había sido cuando tenía un año. De inmediato me puse a ver qué día había comenzado, pero no había fecha, sino que solo se bastaba con un enorme título que decía:

DÉCIMO GRADO, AQUÍ VOY.

Esto me dejó claro que se trataba del primer día de clases en el año que cumplieron los dieciséis años, justo cuando se había quedado embarazada. Tentada, tenía unas ganas enormes de saber todos los secretos que contenía, las respuestas que podía darnos de todas nuestras dudas. Solo una página, nada más. De inmediato me puse a leer la primera.

Querido diario:

Como ya debes suponer, hoy comencé el décimo grado. ¡Ni te imaginas lo feliz que estoy! Por la mañana papá vino a despertarme, porque al parecer se me olvidó colocar el despertador y casi llego tarde, pero no lo hice.

Mamá me prestó su falda de flores que llega hasta la rodilla y usé la blusa que con Holly habíamos comprado en una tienda de la esquina. Al parecer me veía bien, porque ya conseguí una cita para el viernes con un chico muy lindo. Pero por otro lado hay otro que me llama mucho la atención. Se llama Roy, está en el equipo de fútbol americano y sale con varias chicas. Es dos años mayor, por lo que ya te imaginarás que ni aparezco en su radar.

Te estarás preguntando por qué mi interés en él, la cosa es que...

—¡Haley, ya llegué! —la voz de Tyler desde la entrada del departamento me hizo volver a la realidad y cerrar de inmediato el diario de mi madre, dejándolo en el lugar en el que estaba y enderezándome para ir con él.

Me había quedado intrigada por saber qué venía después con respecto a mi madre y Roy, pero ver a Tyler estaba diez veces por sobre. Salí de la habitación de mi madre con una sonrisa, pero él venía con una mueca de disgusto.

—¿Qué pasó?

Este se demoró en responder, y ahí caí en la cuenta de que no iba a ser nada bueno. Y así fue. Al escucharlo me di cuenta de que lo que dijo Narco se estaba cumpliendo.

—El sacerdote se negó a dar las pruebas de tu abuelo para incriminar a Richard Grey.

No dije nada, me quedé en blanco. ¿Que había dicho qué?

—Mientes.

Tyler se acercó más hacia mí, suspirando.

—No va a ayudarnos, se lo dejó bastante claro a April y Lauren.

Iba a decir algo, pero mi celular comenzó a sonar. No sabía qué hacer ni qué decir, estaba totalmente bloqueada. Era Roy.

—Estoy en camino —le dije cortante, y de inmediato colgué el teléfono. Entonces pude darme cuenta de que April me había mandado mensajes.

Sin tomarle atención a Tyler los abrí.

Necesito que me llames. Haley, no quiso darme las pruebas, TE NECESITO YA. Estoy en casa de los Ross esperándote. ¿Dónde estás?

Nerviosa, dejé el teléfono de lado, sin querer verlo.

—¿Estás bien?

Asentí levemente.

—No lo entiendo, él debería ayudarnos. ¿Por qué se negó?

—Dice que es peligroso.

Silencio. No entendía nada, Richard Grey era un peligro para la sociedad,
y él lo sabía.

—¡Él es un peligro! Anda suelto luego de matar al que se le pusiera en contra.

—Quizás no quiere meterte en esto, Haley.

—¿Y entonces qué? Él lleva esas pruebas consigo durante años y no ha hecho nada —le apunté, cabreada. Tyler iba a decir algo, pero me adelanté—. Sabes que tengo razón, Tyler, no intentes convencerme de lo contrario.

Este rodó los ojos y se dispuso a seguirme hacia la salida del departamento. Y yo, apresurada, necesitaba llegar a casa de los Ross ahora.

—Mañana voy a ir a primera hora a hablar con él.

—No vas a conseguir nada. Él no va a colaborar.

—¿Y qué quieres que haga, Tyler? Si no hago algo no vas a regresar a la vida.

—Podemos buscar otra alternativa.

—Entrar a su oficina y llevarme las pruebas, esa es la única alternativa que tenemos ahora —le respondí totalmente convencida.

Tyler soltó un bufido.

—Claro, y luego irás donde Richard Grey y lo amenazarás de muerte.

—Voy a hacerlo, me ayudes o no.

(Tyler) 

Realmente algo había pasado con Haley Dickens, porque estaba completamente seguro de que la chica que tenía al frente no se parecía ni en la mitad.

—¿Estás loca? Vamos, Haley, ¿acaso estás consumiendo alguna pastilla que te afecta el cerebro?

Esta frenó su paso por las escaleras y se bastó a mirarme con el ceño fruncido.

—¿Qué dijiste?

—¡Que no vas a ir a robarle las pruebas al sacerdote! —le grité, cansado.

—No voy a robarlas, solo a recuperar lo que era de mi abuelo.

Iba a decirle algo, pero Haley retomó su camino por las escaleras, dejándome atrás. Al fin llegamos a la salida del departamento, y yo observaba a Haley esperando que me echara un vistazo, pero me ignoró por completo.

—Sé que quieres meterlo en la cárcel por lo que le hizo a tu abuelo, pero apresurándote de esta manera puede ser peligro... —no pude terminar, ya que esta levantó la vista y pude notar cómo sus ojos se cristalizaban.

—Quedan solo cinco días para las elecciones, Tyler. Te mentiría si te dijera que estoy apresurándome por mi abuelo, porque lo estoy haciendo por ti.

Mis ojos se quedaron fijos en los de ella, observándonos atentamente. ¿Sería cierto? ¿Lo estaba haciendo por mí? No sabía qué decir ni qué hacer, pero Haley fue más rápida y abrió la puerta que daba a la calle del departamento, saliendo sin siquiera dejarme responderle. Me dejó literalmente con las palabras en la boca.

No fui tras de ella, sino que me dejé caer al piso sin tener ni idea de lo que ocurría a mi alrededor, y es que ahora mismo mi mente solo tenía una preocupación. Haley. Ella estaba dispuesta a darlo todo para que volviera a la vida. ¿Pero, y si no lo hacía? «Quedaría destruida». Y por primera vez en mi vida, le di la razón a esa maldita voz de mi interior.

(Haley)

—Él dijo que no iba a dar las pruebas, que era peligroso —me dijo April en el jardín de la casa de los Ross.

Estaba oscuro, por lo que seguramente nadie desde la casa podía vernos.

—Lo mismo que te dije yo.

La voz de Tyler a mi derecha me asustó bastante. No lo había oído acercarse hacia nosotras y había creído que no volvería a verlo hasta mañana temprano luego de lo que le había dicho. «Concéntrate, Haley».

—...intenté persuadirlo, pero es imposible, ese hombre está totalmente convencido de que no va a ayudarnos. Dijo que ya había ayudado a tu abuelo en una ocasión y que no iba a dejar que nos sucediera lo mismo, en especial a ti.

Suspiré mientras April soltó una maldición.

—Lo peor es que no sé qué hacer ahora. ¡Me dejó totalmente desprevenida, Haley!

—Creo que si él no está dispuesto a ayudarnos lo más razonable sería ir nosotras por ellas, sin su ayuda.

—Razonable mis pelotas —volvió a hablar Tyler, pero nuevamente no le hice caso—. Tú no vas a ir.

Me coloqué justo detrás de él, dándole la espalda y concentrándome en la reacción de April.

—¿Robarlas? —esta fruncía el ceño, a lo que yo asentí levemente—. No lo sé, es complicado... además, ¿cómo vamos a saber dónde las tiene? Podrían estar en cualquier parte de la iglesia, tardaríamos días en encontrarlas, y no nos queda suficiente tiempo.

—¿Y qué propones? Es esa opción o nada.

April guardó silencio, yo no quitaba la vista de ella, esperando alguna orden, respuesta, mandato. Algún plan B que pudiera tranquilizarme. Porque ahora mismo lo único que pasaba por mi mente era que Tyler no iba a volver a la vida.

—Podría hablar con mi padre, hablarle sobre esta investigación que tiene el sacerdote. Y quizás a él sí se la dé.

—Es una buena idea.

—Voy a intentarlo, pero tú prométeme que no vas a ir a meterte ahí, recuerda que podrían seguirte y sin esas pruebas estamos perdidas.

No dije nada.

—¡Haley, prométeselo!

—Bien.

April asintió y se despidió de mí, ya que tenía que estudiar para un examen de mañana y terminar dos trabajos. Y ya eran las nueve de la noche. Cuando desapareció de mi vista me dispuse a caminar de vuelta a la casa, ya que mis ojos estaban a punto de cerrarse. Y en el camino un carraspeo de Tyler llamó mi atención, pero en vez de preguntarle qué le sucedía lo ignoré. Y volvió a repetirlo. Y nuevamente lo ignoré. Hasta que en el tercer intento no pudo aguantarse y abrió la boca.

—¿Hola?

—¿Eh?

—Se te ha olvidado algo —no dije nada, sino que enarqué una ceja esperando a que siguiera hablando—. Hoy estabas como una mierda en el pasillo y quiero saber a qué venía.

Aparté la vista de inmediato, concentrándome en el césped, que se movía lentamente ante la ausencia de viento que había hoy en Chicago.

—¿Podemos olvidarlo? Solo tuve un mal día.

—¿En serio?

—Sí, no es nada.

Seguía con la vista fija en el césped, esperando que Tyler olvidara el tema.

—Si no quieres contarme lo que te sucede puedo aguantarlo, solo pido que no me trates como el imbécil que era antes. El Tyler de hace meses te hubiera creído, pero él ya no existe.

(Tyler) 

Fui a casa de Steve por la mañana, quería saber qué tal le iba y si podía descubrir algo más sobre el maldito imbécil que trabajaba con el hijo de puta de Gay.

—Llegaré tarde hoy, no me esperes para cenar —dijo ese hombre repugnante despidiéndose de su mujer.

Al pasar por el lado de Steve le dio unas palmadas en la espalda. La madre, que seguramente no tenía ni idea de lo que realmente sucedía entre su marido y su hijo, sonrió dulcemente, despidiéndose también. Steve no dijo nada, sino que dejó el plato a un lado, soltando un suspiro.

—¿Tu tobillo cómo está? Porque realmente no entiendo cómo pudo haber pasado de estar mejorando a volver a empeorar de un día a otro.

Este se encogió de hombros.

—Ni idea.

Su madre se le quedó mirando, pero Steve no se había dado cuenta, ya que estaba concentrado en comer su pan con queso y jamón.

—Espero que no andes metido en esas carreras de nuevo —habló seriamente.

—Nunca lo estuve, fue papá el que inventó eso.

Esta echó su cabeza hacia atrás, soltando una carcajada.

—¿Y por qué tu padre inventaría algo como eso?

Steve se encogió de hombros, cogiendo sus platos para llevarlos al lavadero.

—Pregúntale a él.

—Steve, no empieces de nuevo con lo mismo.

Este se quedó quieto, aún con los platos en sus manos.

—¿Con qué?

—Con culpar a tu padre de todo —volcó los ojos, fastidiado—. Tienes que aprender a aceptar tus errores y a no buscar siempre a alguien para hacerte creer a ti mismo que no tienes la culpa de nada.

—Oh, vamos. Esto te lo dijo él, ¿no?

—¡¿Puedes dejar de meter a tu padre en eso?! Estamos hablando de ti. De tus problemas.

—¡Él es mi problema! —le gritó acercándose a ella—. Es un maldito imbe...

La madre de Steve respondió con un manotazo en su mejilla. Steve, sin darse cuenta, soltó los platos y estos cayeron al suelo, rompiéndose en pedazos. Pero sus ojos estaban fijos en otra cosa. En su madre. Y ahí pude ver en sus ojos que ella nunca antes le había golpeado, y eso era lo que había causado que Steve estuviera en shock a pesar de que esta se acercara a él de inmediato.

—Lo siento mucho, no quería hacerlo, Steve —esta le acariciaba la mejilla enrojecida con cariño, totalmente arrepentida—. Hijo, por favor...

Justo en ese momento Steve volvió en sí, y apartó el rostro de inmediato.

—No puedo seguir con esto —fue su respuesta mientras iba saliendo de ahí con cuidado, para no cortarse con los platos rotos.

Yo lo seguí. Este tomó su mochila, que estaba en la entrada, y se bastó a hacer oídos sordos a las llamadas que su madre le hacía desde la cocina, para luego salir fuera y caminar hacia el instituto, ya que el coche que Marie Acuña había destruido lo había dejado sin trasporte.

Por el camino fue en silencio. Steve se pasaba las manos por los ojos una y otra vez, intentando seguramente calmar las lágrimas que amenazaban por salir. Y no soltó ni una sola. En ese momento quería decirle que todo iba a ir bien, que podía quedarse en mi casa, que le exigiría a Fernando que lo adoptara, al igual que al parecer lo había hecho con nosotros. Quería dejarle claro que me tenía consigo, que si su padre volvía a ponerle una mano encima yo mismo iba a hacer lo mismo con él. Pero la realidad no era esa. Y apestaba.

(Haley)

—¿Quieres que te lleve? —me preguntó Roy mientras desayunaba.

En la mesa estaba Mark perdido en sus pensamientos, mientras que George andaba muy concentrado intentando descifrar el acertijo que venía detrás de la caja de cereales. Asentí, sabía que Roy quería hablar conmigo sobre lo de ayer. Y era mejor enfrentarlo ahora que luego. En eso, apareció Marie en la estancia vestida con el pijama. Venía bastante apresurada, algo que me extrañó, ya que aún faltaban veinte minutos para que el instituto comenzara.

—¿Han visto un CD?

Me quedé de piedra. Tenía que estar bromeando, ¿no? Roy la miró interrogante.

—¿Un CD?

—Sí, tengo dentro muchas fotos de mi infancia y no lo encuentro.

Tenía unas ganas enormes de levantarme y gritarle que cómo podía habérsele perdido, pero por supuesto no lo hice. Simplemente me quedé sentada evitando su mirada en mí.

—¿Nadie?

Mark negó con la cabeza sin quitar la vista de su celular, ocupado. George solo se bastó a sacarle la lengua sin hacerle caso. Y Roy se encogió de hombros respondiéndole que no lo había visto.

—Y tú, Haley, ¿lo has visto? —hacía días que Marie no me hablaba, y que ahora lo hiciera fue extraño.

Me quedé muda, aún pasmada. Obligando a mi cerebro a volver a funcionar pude responder, algo torpe.

—No, lo siento.

—¿Seguro?

Asentí, nerviosa. Esta tomó asiento en la silla de mi lado, soltando un suspiro. Quería decirle que la ayudaría a buscarlo, que me tenía consigo, pero me quedé en silencio.

—Haley, come más, ni has tocado tu desayuno —habló Roy luego de unos minutos en los que no me di cuenta que me había quedado perdida en mis pensamientos.

—No tengo hambre.

Este iba a decir algo, pero James apareció en la estancia.

—¿Quién fue el gracioso que me pintó las uñas por la noche? —este levantó las manos, dejando en evidencia un tono rosado claro.

Roy se atragantó con la bebida, soltando una carcajada, al igual que George y Mark, que no se quedaron atrás en ello. Yo levanté una ceja, sonriendo a medias.

—Quizás esa rubia de la fiesta del sábado se coló en tu habitación y no pudo evitar convertirte en su muñeca de nuevo —le molestó Marie, riéndose sola por unos segundos, ya que los demás la siguieron.

—Ya, ya, ya, en serio. ¿Quién fue?

Todos se levantaron de sus sillas, caminando hacia diferentes direcciones, dejándome a mí ahí sentada con James, que se quedó parado observando a cada uno de ellos.

—¡Eh, no se vayan! ¡Respondan, carajo!

Por supuesto nadie le hizo caso.

—Haley, salimos en cinco —me dijo Roy dándome un apretón cariñoso en el hombro—. Y James, quítate eso antes de que la prensa que está allá afuera crea que tienes problemas de identidad sexual, por favor —le regañó autoritariamente.

—Eres tan gracioso, Roy Miller —ironizó entrecerrando los ojos.

—Ese es mi segundo nombre, princesa —fue lo último que dijo, sonriendo.

Y James, que estaba a mi lado, soltó una maldición. No quería quedarme sola con James, pero no hubo manera. Este se sentó en la silla en la que Marie había estado hacía menos de un minuto y se dispuso a tomar el desayuno. Yo me llevé la taza de leche a la boca, intentando terminármela para después no desmayarme nuevamente en el instituto.

—¿Y cómo te ha tratado la vida estos días?

No sabía qué decir, así que me dispuse a responderle lo primero que me vino a la mente.

—Bien.

Ni él se creía eso.

—¿Seguro? Porque ahora mismo tienes una cara de mierda —me encogí de hombros—. Tiene algo que ver con Marie, ¿no?

No respondí, sino que desvié la vista hacia mi plato. Así fue que nos quedamos en silencio un momento, hasta que este siguió con el tema.

—No voy a mentirte diciéndote que no tengo ni idea de qué sucedió entre ustedes dos, porque lo sé. Solo quería decirte que lo que sea en que estés metida cuentes conmigo.

De inmediato posé mis ojos en él. No entendía a qué venía todo esto.

—¿Eh? ¿Por qué haces esto?

—Tyler lo hubiera querido, ¿no? —me sonrió, a lo que yo no pude hacerlo—. No pude evitar lo que sucedió, pero al menos puedo evitar que pase de nuevo con alguien importante para él.

Aturdida, abrí la boca, pero al darme cuenta de que no tenía ni idea de qué decir volví a cerrarla, apartando los ojos de James, que me miraba esperando una respuesta. Me quedaba claro que todos querían protegerme, que todos querían que contara con ellos en lo que fuera. Pero eso no era lo que necesitaba, ahora mismo era Tyler el que debía volver a la vida, esa era mi gran preocupación. Y sabía que no iba a ser posible, pero quizás si le decía a James la verdad las cosas podían cambiar. Solo quedaban cinco días, y no podía sola.

—James, yo... —no sabía cómo empezar— ...hay algo que tengo que...

La voz de Roy desde la puerta principal me impidió seguir hablando.

—¡Haley, al coche o llegarás tarde!

James, que estaba a mi lado, soltó un gruñido.

—Anda, en el instituto te busco y terminamos nuestra conversación.

Sin poder ni abrir la boca me levanté, encaminándome a mi habitación para coger

mis cosas rápidamente. No podía creer que había estado a punto de confesarle la verdad a James. Una ola de ansiedad se propagó en mi cuerpo. Sentía una opresión en el pecho, y el ritmo del corazón se me aceleró.

Caminé apoyándome en la pared de la habitación hacia mi cartera, de donde saqué el tarro de pastillas, y me di cuenta de que solo quedaba una. Una. La observé atenta, pero al sentir pasos que venían hacia la habitación me la metí en la boca de inmediato. Entró en mi organismo y todo ese nerviosismo desapareció.

—Recuerda que mañana presentamos el trabajo de Literatura —me dijo Simon mientras estábamos apoyados junto a mi casillero—. ¿Estás bien?

Asentí. Justo en ese momento un par de chicas pasaron junto a nosotros, saludando a Simon cariñosamente. Eran un año menor, por lo que fueron agradables conmigo. En realidad, demasiado. Yo les sonreí, dejando de lado todo lo relacionado con Tyler. Cuando desaparecieron del pasillo le di un empujón a este.

—No sabía que tenías un club de fans.

—¿Yo? No, solo las ayudé el otro día con un problema que tenían en la sala audiovisual —se excusó, soltando una risa nerviosa.

—Sí claro —cerré mi taquilla mientras este seguía negándome el hecho de que se estaba convirtiendo en una celebridad aquí dentro.

Así fue como luego de bromear con el tema llegamos a la cafetería, donde Marie acuña llamó a Simon desde una mesa a lo lejos.

—¿Vienes?

Negué con la cabeza, señalándole a April y Lauren, que me esperaban en una mesa afuera. Pude notar que a Simon no le agradaba la idea, que prefería que almorzara con ellos, pero las cosas habían cambiado y no podíamos evitarlo.

—Si es por Marie puedo convencerla de que tiene que confiar en ti, de que todo...

—Simon, para —le corté—. Luego del instituto hacemos algo —le propuse sonriendo, a lo que en sus ojos apareció un brillo, y también sonrió.

—Bien, entonces nos vemos en la salida.

Ambos caminamos en direcciones opuestas. Por un lado quería ir a sentarme con Simon y Marie, tener un almuerzo normal y agradable. Pero no había tiempo, necesitaba hablar con April y Lauren. Al llegar ahí ambas estaban discutiendo.

—No voy a esperar más, April.

—¡Solo déjame hablar con mi padre y explicárselo bien todo! —le gritó ya fastidiada.

Hoy teníamos la suerte de que había muy poca gente aún en la cafetería y la terraza estaba muy poco concurrida, así que nadie estaba escuchándonos.

—¿Y cuándo será eso? Steve se ha largado de su casa, cuando su padre vuelva del trabajo y se dé cuenta va a matarlo.

—¿Y por qué ha hecho tal estupidez?

Me senté en la silla que quedaba en medio de ambas, pero por supuesto ninguna de las dos reparó en mí.

—Ya no aguanta más.

April se quedó en silencio. Se amarró su cabello en una coleta, soltando un suspiro.

—Es imposible apurar las cosas, Lauren, no podemos hacerlo todo tan rápido, ya que así algo puede salir mal.

—Lo entiendo, solo digo que necesitamos las pruebas ya. E ir a robarlas no suena tan mal. ¿Tú qué opinas, Haley?

Ambas me observaban, esperando una respuesta de mi parte.

—Estoy de acuerdo con Lauren.

—Entonces no se dirá nada más, mañana por la tarde lo hacemos.

April, que nos observaba a ambas con los brazos cruzados, se quedó pensativa un momento.

—Aún sigo creyendo que es arriesgado —un silencio, en el cual creí que April iba a echarse para atrás, pero no fue así—. Bien. Hoy hablaré con mi padre a ver si llega a un acuerdo con el sacerdote, si no es así mañana temprano en el instituto les informo de cómo lo haremos. ¿Bien?

Lauren se levantó a darle un beso en la mejilla a April gritando cuánto la quería por esto, y para mi sorpresa al pasar por mi lado me sonrió ampliamente.

—Gracias, Haley.

Y en ese momento me di cuenta de que detrás de todas esas personas malas que había visto en toda esta pesadilla también había otras que me habían sorprendido, demostrándome que las apariencias engañaban, que detrás de esa máscara había alguien mejor de lo que uno cree. Y Lauren Davis era una de ellas.

(Tyler) 

—¿Por qué estoy aquí? —habló Steve cruzándose de brazos.

Whitey, que miraba por la ventana de su oficina hacia las canchas de fútbol americano, se dio la vuelta con su silla, sonriendo burlonamente.

—¿Por qué crees que estás aquí?

Steve volcó los ojos.

—Me voy —este se enderezó de la silla caminando hacia la salida.

Justo en ese momento la puerta se abrió, dejando pasar a Roy. Saludó a Steve con un apretón de manos, y este, aturdido, los miraba a ambos sin entender nada. Pero yo sí lo sabía. Whitey se levantó para saludar a Roy y luego dirigirse hacia la puerta de la oficina.

—No me toquen nada, lo quiero todo tal cual a como está ahora. Y hablo en serio, Roy, ni se te ocurra —le advirtió, a lo que este asintió como un niño pequeño—. Y Fox, te quedas después del instituto para hablar sobre unas cosas.

Ambos asintieron, y así fue como Whitey desapareció de la estancia, dejando la oficina a merced de Roy, que se sentó en la silla del entrenador, dando vueltas como un niño de cinco años.

—¿Quieres probar?

Steve negó, observándolo con el ceño fruncido.

—¿Por qué estoy aquí?

La silla paró de dar vueltas y Roy se aclaró la garganta, adoptando una posición seria.

—Porque sabemos lo que estás pasando con tu padre.

Un silencio. Yo observaba atentamente la reacción de Steve, que abrió los ojos, seguramente por la sorpresa, para luego colocarse en alerta.

—No tienes ni idea de lo que hablas.

—Vamos, chico, aquí no somos los malos de la historia.

—¿Y qué quieren de mí, entonces?

Al igual que Roy, me extrañé ante su pregunta.

—¿Por qué querría algo?

Steve se encogió de hombros.

—Oh, vamos. ¿Realmente crees que me voy a creer que ustedes hacen todo esto y no quieren nada a cambio? Puedo ser un adolescente, pero no un imbécil.

Roy se acercó más a él, intentando encontrar las palabras correctas.

—Solo queremos ayudarte, no queremos nada a cambio, confía en mí.

—No lo entiendes, no quiero tu ayuda. Sé cuidarme solo.

—Claro, y ahora me vas a venir con el rollo de que sabes cómo manejar con él, que no hay que meter a la policía, que si tu mamá se entera puede hacerle algo a ella y todo eso... Pero voy a saltarme todo ese discurso que vas a decirme para dejarte claro algo: NO TENGAS MIEDO.

—No tengo miedo.

—Sí lo tienes, y es por eso que no quieres meter a nadie en el problema, porque sabes que si llega a resultar mal es a ti con quien se va a descargar.

Frunció el ceño, observándolo perplejo.

—¿Cómo tú...?

Este cerró la boca cuando Roy se levantó y colocó su pierna encima del escritorio, subiéndose el pantalón hasta la rodilla. Justo ahí se podía apreciar una cicatriz bastante grande en toda la rodilla izquierda. La había visto antes, pero nunca creí que tuviera que ver con esto. Steve iba a preguntarle algo, pero Roy al parecer le leyó la mente.

—Mi tío, vivía con él a tu edad —Roy volvió a bajarse el pantalón y se dispuso a volver a su sitio, mientras que Steve seguía pasmado—. No me digas que no tengo idea de lo que hablo, porque la tengo, viví una pesadilla toda mi adolescencia y te aseguro que hubiera deseado que alguien me ayudara como ahora lo queremos hacer Whitey y yo.

Ninguno habló. Roy tenía la vista fija en Steve, esperando una respuesta de su parte, mientras que él al parecer la evitaba. Y ahí caí en la cuenta, al igual que Steve, de las consecuencias que le trajo a Roy esa cicatriz.

—Esa es la lesión por la que no pudiste seguir jugando, ¿no?

Asintió.

—No te muestro esto para que sientas pena por mí, yo lo superé hace años... lo que quiero es que confíes. Queremos ayudarte, queremos evitar que te suceda lo mismo que a mí o peor aún.

—No puedo, aunque quiera. No confío en...

—...personas mayores. Crees que todos son como él —finalizó Roy, y Steve asintió—. Estuve en tu lugar, sé lo que se siente.

Esperé que mi mejor amigo dijera algo, pero este se quedó en silencio. Al parecer todo esto le había sorprendido bastante, ya que era la primera vez que veía a Steve sin saber qué decir.

—¿Qué sucedió con tu tío?

Roy soltó un suspiro.

—Te mentiría si te dijera que fue a la cárcel. Se largó al darse cuenta de que podía ser una posibilidad y nunca más lo vi.

—Hijo de puta.

—Pero en tu caso él va a ir, te lo aseguro.

—¿Y cómo piensas hacerlo?

—De eso no te preocupes, lo único que quiero que hagas ahora es alejarte de él, solo evita que te golpee. Eres bueno, Steve, sabes jugar. Lo más seguro es que consigas beca en alguna universidad, pero si ese tobillo empeora, aunque lo condenen a cadena perpetua, el daño no se va a revertir.

Roy le sonrió, y Steve también lo intentó, pero a medias.

—Lo intentaré.

—Cualquier cosa que necesites me llamas —este le entregó una tarjeta con su número—. Estaré ahí de inmediato, no lo olvides. Y ahora ven aquí, niño.

Roy se enderezó y Steve también. Aquel se colocó frente a frente.

—Sé que no has tenido un padre ejemplar, pero que eso no signifique para ti que todos sean igual. Whitey se preocupa mucho por ti, al igual que yo, y te aseguro que igual que cualquier adulto mayor que esté informado de lo que estás pasando. ¿Bien?

—Bien —ahora sonrió ampliamente, y noté que estaba a poco de ponerse a llorar como una nena, pero se contuvo.

En eso, Roy observó su reloj y, apresurado, caminó hacia la puerta.

—En pocos días voy a meter a ese imbécil a la cárcel, te lo prometo. Recuerda, cualquier cosa que quieras me llamas. Estoy a tus servicios —este hizo una reverencia y mi amigo soltó una pequeña risa—. Adiós, campeón.

Pero antes de salir Steve no pudo evitar preguntarle algo.

—¿Por qué Whitey hizo todo esto?

Al comienzo no entendí bien a qué se refería, pero luego lo entendí. Steve quería saber por qué el entrenador del equipo se preocupaba tanto por él.

—Creo que le recuerdas a su hijo. Él murió hace varios años, y Whitey nunca se perdonó no haber estado ahí cuando él lo necesitaba. Contigo aún puede.

Steve se quedó ahí parado, sin moverse, seguramente pensando qué sería su vida si su maldito padre se pudriera en la cárcel.

—Sería perfecta —dije en voz alta.

Por supuesto el silencio fue mi respuesta.

(Haley)

Las clases acabaron y no vi a Kyle en ningún momento del día, cosa que me extrañó. ¿Dónde estaba metido? ¿Le habría pasado algo? Sin pensarlo dos veces saqué mi celular y me dispuse a escribirle un mensaje.

¿Estás bien? No sé de ti desde el viernes.

Observé su última conexión, y de inmediato me apareció En línea. Pero por extraño que parezca, no respondió. Esperé un minuto. Dos minutos. Tres minutos. Y luego al parecer ya no estaba conectado. Iba a llamarlo, pero al ver a Tyler caminando por el pasillo hacia mí robó mi atención.

Este al verme dudó si venir hacia mí o no, pero yo le sonreí. Lo último que habíamos hablado había sido ayer por la noche. Y no habíamos terminado muy bien que digamos, sus palabras aún resonaban en mi cabeza. Si no quieres contarme lo que te sucede puedo aguantarlo, solo pido que no me trates como el imbécil que era antes. El Tyler de hace meses te hubiera creído, pero él ya no existe.

Tenía razón, ya no era una opción andar mintiéndole frente a frente. Pero, ¿qué le decía? «Tyler, estoy triste porque Narco me dijo que no ibas a volver a la vida. Así que todo lo que te prometí y toda esa esperanza que tienes... ¡Pues es una mentira! Porque vas a morir lo queramos o no».

Sacudí la cabeza para sacarme esas ideas de la mente al ver que se estaba acercando cada vez más a mí. Y de inmediato me puse a caminar hacia el baño más cercano, y Tyler me siguió por detrás. Al ya estar dentro esperé que las chicas que había desaparecieran, lo que se demoró bastante.

—¿Cómo estuvo tu día? —le pregunté cuando ya todas se habían ido. Tyler sonrió.

—Bien, Roy y Whitey se han preocupado de hablar con Steve para ayudarlo con el tema de su padre.

—¡Eso es increíble, Tyler!

Este asintió.

—¿Y tú? No te dije nada por la mañana porque estabas duchándote y no quería molestarte ahí dentro.

Sorprendida, parpadeé unas cuantas veces para asegurarme de que todo esto era real. ¿Tyler había dicho lo que acababa de escuchar? Porque me era muy difícil creerlo. Había creído que se había largado enojado conmigo y por ello no había aparecido en todo el día, pero nunca porque no quería molestarme en la ducha.

—En realidad, has cambiado... —susurré.

No pensé que Tyler lo escuchara, pero sí lo hizo.

—Ni yo mismo me lo creo —este me observó desde encima del lavabo, donde estaba sentado—. ¿Sabes lo que es más extraño? Antes solo reparaba lo que yo quería ver de cada persona, en cambio ahora, aunque me guste o no, veo lo que es, tal cual. Y es jodidamente perfecto.

—¿Ah sí?

Entendía el punto, pero no podía evitar emocionarme cuando Tyler se ponía a hablar así.

—Es que es... no sé cómo describirlo. Pero al tener esa vida perfecta que creía pasaba por alto muchas cosas. Creía que la felicidad era satisfacerme a mí mismo de todos los placeres de la vida, que si me preocupaba de los demás estaba despreocupándome de mí mismo y que eso no era una opción. Pero nunca fue así. Lo único que conseguía era ser la causa de la infelicidad de los demás solo para conseguir la mía. Que a fin de cuentas ni lo era realmente.

Lo escuchaba atenta, y es que realmente no podía creer lo que tenía frente a mí. Que la mentira se convierta en verdad, resonaba en mi cabeza. Porque la persona que tenía frente a mí lo había conseguido. Tyler no era el mismo, él había cambiado.

—Ni sabes la cara de Steve luego de que Roy le prometiera que iba a ayudarlo. Estaba tan... feliz. Espero que alguna vez pueda hacer lo mismo con alguien, formar parte de esa esperanza, de ese sueño. Hacerlo posible. ¿Sabes? Sería increíble.

—Lo harás, Tyler, lo harás —hablé con un hilo de voz, con mis ojos fijos en los de él.

—Eso espero.

Sonreí, al igual que él. Tenía que admitir que esperaba recordar este momento para siempre. Porque sea lo que fuera lo que venía, si Tyler vivía o moría finalmente, aquí tenía la evidencia de que él cambió, que no murió siendo un chico que se creía el centro de atención, sino que había aprendido el punto de la existencia misma. Que no consistía en un foco de luz del cual había que estar preocupado constantemente para que nadie se cruzara en él, sino más bien estar ahí, apuntando con él y buscando quien necesitaba de ella para salir de esa oscuridad. Ese era el punto. Y él lo había entendido.

En ese momento el sonido de mi celular quebró nuestras miradas, pero la sonrisa de Tyler no desapareció, seguía ahí. Al parecer iba a ser imposible sacársela de encima.

—¿Simon? —respondí de inmediato, dándole la espalda a Tyler.

—¿Dónde estás? Te he estado esperando durante quince minutos en el estacionamiento. Estás bien, ¿no?

—Sí, solo... —iba a darle una excusa, pero no quería seguir mintiéndole—. Voy para allá ahora, perdón.

Al cortar sentí los ojos de Tyler clavándome la espalda.

—Tengo que irme.

—¿Sales con Simon?

No sabía por qué, pero su tono de voz al decir salir había sonado como si se tratara de una cita, lo que por supuesto no era. Pero quizás eran ideas mías y Tyler lo decía como una salida de amigos nada más, así que no le tomé importancia y me dispuse a asentir.

—¿Y a qué hora vuelves?

Me di la vuelta frunciendo el ceño.

—No lo sé.

—¿Y a dónde vas? ¿A su casa? —este estaba de brazos cruzados, ya no estaba encima del lavabo, sino a un metro de distancia de mí.

—Tampoco lo sé, vamos a ver ahí.

Hubo un silencio en el que ninguno dijo nada, y no sabía por qué mis pies no se movían del suelo.

—¿Quieres venir? —no sabía por qué había dicho tal estupidez, pero lo hice.

Tyler enarcó una ceja, estudiándome detenidamente, seguramente creyendo que estaba bromeando, pero no era así.

—No quiero arruinarles la salida —volqué los ojos—. Además, tengo planes, voy a salir con Marie.

¿Ah sí? Solté una carcajada. Él seguía serio, como si realmente fuera cierto.

—¿Y no deberías llamarla para que esté lista? —le molesté.

—¿Celosa? —este caminó hacia mí, cortando el espacio que nos separaba, quedando frente a frente.

Aturdida, me quedé quieta, sin saber qué hacer ni qué pensar.

—Yo... —intenté hablar, pero me quedé atontada con sus labios, que llegaban justo a la misma altura que mis ojos.

Quería besarle. Ahora. Este, al notarlo, se acercó más aún, bajando su rostro para que nuestros labios quedaran a la misma altura. Mis ojos ahora se colocaron en los suyos, que me miraban atentamente. Un paso más y nos besábamos. Sin pensarlo me pasé la lengua por los labios, que estaban secos. Y eso no pasó desapercibido para Tyler, que llevó los ojos a ellos. Y así fue como se fue acercando lentamente. Cerré los ojos, rogando que no me traspasara, que pudiéramos besarnos. Pero el sonido de mi celular volvió a escucharse entre de las cuatro paredes. Y yo me eché atrás, soltando el aire que había mantenido, acalorada.

—¿Quién mierda es ahora? —me preguntó Tyler fastidiado.

No, fastidiado se quedaba corto. Estaba furioso. No pude hablar, por lo que le mostré la pantalla. Este soltó una maldición justo en el momento en que atendí la llamada.

—Simon, voy ahora, espérame dos minutos.

—¿Pero estás bien? Puedo ir a buscarte. ¿Dónde estás? —al parecer realmente se estaba preocupando.

Iba a responder, pero la voz de Tyler por detrás captó mi atención.

—¡Conmigo está, capullo! Sí, Tyler Ross —gritó colocándose junto al celular, pero por supuesto Simon no escuchó nada.

—¿Haley? ¿Sigues ahí?

—Sí, sí, estoy ahora en camino para el estacionamiento.

Corté la llamada y me dispuse a tomar mi cartera para salir. Avergonzada, me di la vuelta para despedirme de Tyler. Pero no estaba. Sentí un apretón en el pecho, habíamos estado a punto de besarnos por segunda vez. Y estaba muy confundida. Agradecía que se hubiera ido, porque no tenía las agallas para hablar del tema ahora mismo. En realidad, nunca las tendría.

Habíamos pasado una tarde agradable con Simon. Como el día había estado despejado y el sol pegaba fuerte no dudamos en ir a la heladería a por unos helados. Simon me contó sobre los partidos en los que había jugado y cuánto le había servido mi ayuda cuando practicábamos en el jardín de su casa. Yo, por mi parte, le hablé sobre Anna y Roy. Se mostró muy feliz por ambos.

—Tengo la sensación que quizás Roy sea mi padre —le solté cuando tocamos el tema, y Simon me miró interrogante—. Él estuvo presente mi primer año de vida, y según lo que tenía entendido mi padre me abandonó después de cumplir un año, las fechas calzan, pero...

—¿Pero qué?

—Si él fuera mi padre, ¿por qué me abandonó? ¿Y por qué no me lo dice?

—Quizás está esperando el momento para decírtelo, no puede venir y soltarte algo así.

Simon tenía razón, pero no estaba bien que me lo escondieran. Y ahí recordé mi última charla con Simon fuera de la casa de Steve. ¿Qué era lo que tanto te gustaba de Tyler? Porque si mal no lo recuerdo solo hablaste una vez con él y fue hace más de un año. Nerviosa, intenté buscar las palabras correctas para preguntarle a Simon cómo sabía de esa conversación con Tyler un año atrás.

—¿Recuerdas el día que nos conocimos?

Este, que estaba saboreando su helado de piña, asintió, despreocupado.

—Estaba caminando con mi almuerzo sin saber dónde sentarme hasta que vi un árbol que daba la sombra perfecta, y cuando estaba a pocos metros de llegar, te vi. Al parecer ambos tuvimos la misma idea —este me sonrió y yo lo imité—. ¿Por qué la pregunta?

Pero en realidad había algo que me decía que no calzaba, que había gato encerrado. Y no quería creerlo, pero al menos tenía que asegurarme de lo contrario.

—Quería escuchar cómo fue para ti el momento en que nos vimos por primera vez —sabía que quizás había sonado comprometedor, pero era lo único que se me había ocurrido para ver si me mentía o no.

—Fue genial, si es lo que quieres saber.

Y ahí pude confirmar mis temores. Simon me estaba mintiendo. Este siguió comiéndose su helado y yo ya no tenía hambre. Lo peor era que no sabía cómo empezar, porque no iba a pasar esto por alto. No cuando mi instinto me gritaba que había algo raro.

—¿Sucede algo?

«Respira Haley, tú puedes», me dije a mí misma dándome el valor para hacerlo. Y ahí comencé, ya no había vuelta atrás, y sea lo que fuera lo que Simon me escondía estaba segura de que no iba ser nada bueno.

—¿Entonces nunca me habías visto antes del almuerzo del primer día de instituto hace un año?

Mi pregunta al parecer lo tomó por sorpresa, ya que frunció el ceño y me estudió detenidamente.

—¿Qué? ¿Por qué lo preguntas?

—Solo responde, Simon —sabía que estaba sonando dura y fría, pero necesitaba saber la verdad ya.

Este se demoró un momento, hasta que por fin lo hizo.

—Nunca antes te había visto, eso ya lo sabías.

Había creído que me iba a decir que sí, que me había visto hablando con Tyler, pero al parecer no fue así. Con los nervios a flor de piel me dispuse a proseguir.

—Al salir de la casa de Steve mencionaste que solo había hablado una vez con Tyler Ross, y había sido el año pasado —esperé ver una reacción en él, y la hubo: se quedó quieto, observándome atentamente—. Pero yo nunca te lo conté, así que dime Simon cómo lo sabías. Y quiero la verdad.

Pensé que iba a darme una excusa, o algo por el estilo, pero no fue así. Yo esperaba una respuesta de su parte, pero estaba perdido en sus pensamientos. Hasta que debieron haber pasado unos cuantos minutos, en que se dispuso a hablar, al fin.

—Los vi.

—¿Y por qué me mentiste?

—No lo hice.

—Simon, mi encuentro con Tyler ese día fue a primera hora, cuando te conocí fue a la hora de almuerzo. Y acabas de decirme hace unos minutos que no me habías visto nunca antes del receso.

Este soltó una carcajada, pero yo lo conocía y sabía que era más de nervios que de gracia.

—Pensé que te referías a hablar. Además, ¿por qué le das tanta importancia?

—Porque quiero saber la verdad.

—¡Esa es la verdad! No sé qué más quieres escuchar. Sí, te vi con Tyler Ross ese día, y perdón por no mencionártelo. ¿Qué más podría mentirte respecto a eso?

Y ahí caí en la cuenta de que tenía razón. ¿Qué esperaba? ¿Que hubiera un secreto enorme detrás de todo ello? Al parecer todo el caos de mentiras y secretos estaba empezando a afectarme seriamente la cabeza.

Llegué a casa unos veinte minutos después de que hubiera arruinado toda la salida con Simon por el tema de Tyler. Luego de haber sacado el tema nada fue lo mismo, este al parecer se había incomodado con todo el asunto, y yo lo único que quería era irme ya. Y así lo hicimos, me despedí de Simon en la parada del autobús y ahí terminó todo. Me sentía como una idiota al haberme puesto a pelear con él por tal estupidez. Pero lo bueno era que me había quedado un poco más tranquila con el asunto, aunque aún había una parte de mí que me decía que algo no estaba bien.

Al llegar a casa había unos cuantos periodistas afuera, y lo peor era que justo venía caminando, por lo que tuve que pasar entre ellos.

—Hola, señorita, disculpe, pero... ¿Cómo se llama? —era una mujer del canal 5, que me había colocado el micrófono a pocos centímetros de los labios y con la cámara frente a mí.

—Haley, Haley Dickens.

—Espera. ¿Eres pariente de Albert Dickens?

Y con solo decir el nombre de mi abuelo todo el resto se abalanzó sobre mí haciéndome preguntas, las cuales intentaba evitar para poder llegar al timbre y que me abrieran la puerta de una vez. ¿Eres su nieta? ¿Eres la niña que estuvo presente cuando el metro pasó encima de él? ¿Fuiste testigo de su suicidio? ¿Él mismo caminó a las vías o lo empujaron? ¿Crees que fue planeado? ¿Un grupo de mafia? ¿Qué haces aquí? ¿Sales con alguno de los hijos de Fernando Ross?

Y así sucesivamente iban gritándome las preguntas que les venían a la mente, y a mí, pequeña como era, me resultaba muy difícil deshacerme de ellos. Hasta que el sonido de una motocicleta llegando a la casa llamó su atención y se encaminaron hacia Mark. Pero este fue rápido y se acercó hacia mí a una velocidad pequeña para no atropellar a ninguno de ellos.

—Sube, vamos a entrar por detrás —me susurró, acercándose a mi oído.

Sin pensarlo dos veces me coloqué por detrás de él escuchando cómo los periodistas me preguntaban si estábamos de novios, lo que negué de inmediato.

Llegué a casa de los Ross por una pequeña abertura que seguramente Mark había hecho para escaparse por las noches, lo que me sorprendió bastante.

—Muchas gracias —le dije al bajarme, y él asintió y desapareció conduciendo la motocicleta por el jardín para ir a dejarla al estacionamiento.

Yo me encaminé a mi habitación, necesitaba estar sola. Pero al llegar Marie estaba ahí, encontrándome con todo desordenado: los cajones estaban abiertos y con todo revuelto, incluso el armario, ya que todo estaba tirado en el suelo. Y Marie estaba agachada mirando por debajo de las camas, muy ocupada.

—Ha estado así hace horas.

Al escuchar la voz de Tyler me sobresalté, reparando en él, que estaba sentando en mi cama. Iba a decirle algo, pero justo Marie se enderezó.

—No lo encuentro, por eso el desorden —se bastó a decirme sin siquiera mirarme a los ojos.

—¿Quieres que te ayude a buscarlo?

—No, puedo sola.

Y con eso salió de la habitación, dejándome ahí parada. Tyler soltó una pequeña carcajada, la cual silenció en el momento en que mis ojos se colocaron en los suyos para que cerrara la boca. Odiaba que Marie me tratara de esa forma, pero si esa era la única forma para evitar seguir mintiéndole me conformaba con ello. Solté un suspiro, echándome a mi cama junto a Tyler.

—¿Cómo estuvo tu salida? —me preguntó luego de unos minutos incómodos en que ninguno abrió la boca.

Agradecí que él lo hiciera, ya que seguramente yo no lo hubiera hecho. Y es que el asunto del beso venía a mi cabeza una y otra vez.

—Bien —pude decir sin poder evitar recordar todo el asunto de Simon.

—No me mientas. ¿Qué sucedió?

Tyler se colocó frente a mí, observándome detenidamente.

—¿Te hizo algo? —no le respondí—. Si Simon te llegó a poner...

—No me hizo nada —dije negando de inmediato al ver cómo se ponía—. Tranquilo, solo fue... peleamos por un asunto y no sé qué pensar.

—Cuéntame.

«Mala idea, Haley, mala idea».

—No es nada.

—Vamos, quiero saberlo.

—¡Que no! —grité levantándome de la cama para encaminarme al baño.

No podía contárselo a Tyler, aunque quisiera. Por qué, ¿qué le decía? «Él sabe que yo hablé contigo el primer día de clases, ese día que tú no recuerdas. Y, bueno... yo solo se lo conté a mi madre, y que él lo supiera me hace pensar que puede haber algo raro detrás de ello». ¿Estúpido, no?

—Encerrarte en el baño no va a detenerme —me dijo por detrás, siguiéndome.

—¿Y si me desnudo? Tendrás que salir.

—¿Estás tentándome?

Abrí los ojos, sonrojándome.

—¡Claro que no! Estoy diciendo que ahora que eres una buena persona no harías algo así.

—Pruébame —me di la vuelta fijando mis ojos en él y caí en la cuenta de que no iba a deshacerme de él hasta que se lo contara.

—No vas a dejarlo, ¿no?

—Nop —este sonrió, mostrándome todos sus dientes, dejando en evidencia esos pequeños hoyuelos que solo se veían si su sonrisa era tan grande como lo era ahora.

Suspiré.

—Bien, pero prométeme una cosa.

—Lo que quieras.

—Sé sincero, no quiero que sientas lástima ni pena por mí. ¿Bien? Porque si es así créeme, Tyler, que me será muy complicado estar junto a ti.

Este me miró interrogante, sin entender a qué venía todo eso. Pero al ver que seguía esperando que me respondiera, asintió.

—Lo prometo, nada de pena ni lástima. ¿Solo eso?

—Solo eso.

Así fue que salí del baño para cerrar la puerta de la habitación, para prevenir cualquier incidente como el de James en el restaurante.

—¿Y bien? Empieza a hablar —al parecer Tyler estaba impaciente, pero no sabía cómo empezar.

Me senté en la cama y Tyler hizo lo mismo, pero en la de Marie. Tomé una gran bocanada de aire y me dispuse a hablar.

—Hace un año, cuando entré al instituto, a mi madre le dio por maquillarme y vestirme a su gusto. Ella hablaba sobre la "primera impresión", y que debía aprovechar mis atributos. La cosa es que al llegar me costó mucho encontrar mi horario, ya que andaba sin gafas, y las lentes de contacto se me cayeron por el lavamanos cuando intentaba colocármelas mejor —Tyler sonrió burlón, pero con lo nerviosa que estaba yo no pude hacerlo—. La cosa es que iba tarde para mi primera clase y justo cuando iba entrando por el pasillo resbalé, y en vez de estrellarme contra el suelo alguien me atrapó.

Noté que Tyler desvió la vista de mí, pero seguí de todas formas. Él se había dado cuenta, lo sabía.

—Nunca había conocido a un chico tan bueno, tan... caballero. Él me dijo que no lo habían dejado entrar a su clase por llegar tarde, y yo intenté hacerlo con la mía, pero fue en vano. Pasamos el primer periodo hablando. Él me dijo que estaba nervioso porque tenía dos hermanos mayores que eran leyenda en este instituto y no quería decepcionarlos. Y yo le hablé de lo asustada que estaba porque no conocía absolutamente a nadie. Y recuerdo perfectamente sus palabras para tranquilizarme...

—No te preocupes, al menos nos tenemos el uno al otro —me cortó Tyler, que levantó la mirada hacia mí.

Abrí los ojos como platos, pasmada. ¿Lo habría escuchado mal?

—Lo recuerdas —pude decir con un hilo de voz.

Tyler solo asintió, volviendo a desviar los ojos de mí. Y ahí me di cuenta de que no iba a añadir nada más, que estaba esperando que siguiera hablando. Así lo hice.

—Luego de que tocara nuestra siguiente clase nos despedimos, y esa fue la primera y última vez que hablé con ese chico ese año. Nunca supe qué pasó. Solo recuerdo que el día siguiente fui al instituto tal cual soy, pasé frente a él y justo cuando iba a saludarlo este me miró, pero en vez de sonreírme o, al menos saludarme, se bastó con mirar hacia otro lado y seguir su camino. Por supuesto, pasaron los días y ese chico pasó a ser igual que sus hermanos. Sus nervios al parecer desaparecieron de inmediato, mientras que yo, por mi lado, no tuve la misma suerte.

—Haley, yo...

—Déjame terminar —le corté, sonando molesta, pero en realidad no había querido sonar así—. Y ese chico dulce y caballero que conocí fue desapareciendo a medida que el año iba trascurriendo, convirtiéndose en todo lo contrario. Y lo más irónico era que mis sentimientos hacia él no desaparecían, porque seguía creyendo que ese chico estaba ahí dentro y que lo que dejaba ver era solo una máscara —sentí cómo unas lágrimas estaban empezando a bajar por mis mejillas, pero las quité de inmediato—. Te cuento esto para que entiendas lo que voy a decirte ahora —este asintió, volviendo a poner su vista en mí—. El punto es que nunca le conté a nadie lo que pasó entre nosotros dos, solo a mi madre. Pero no sé por qué Simon lo sabe. Y sé que lo más probable es que nos hubiera visto, nada más, pero tengo un presentimiento de que hay algo más.

Al terminar solté un suspiro, y tres lágrimas bajaron por mis mejillas. Cuando iba a quitármelas la respuesta de Tyler me tomó desprevenida.

—Lo hay. Tú has contado tu historia, pero yo también tengo la mía.

Y con solo conectar mis ojos a los suyos sabía que lo que fuera a decirme era algo que había callado desde un principio. Una verdad de Simon Adams que no quería escuchar, pero que debía saberla. Aunque doliera.

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