Capitulo 51: Respuestas
(Haley)
Seguía con la vista fija en el ordenador sin saber qué hacer. Pero al escuchar a Steve llamándome desde el pasillo no tuve más opción que dejarlo todo tal cual y salir del despacho de su padre. Mis manos temblaban, pero tenía que actuar normal o iban a sospechar. Así que, evitando a Steve, me adentré a otro baño que encontré cerca y me dispuse a abrir mi cartera para sacar una pastilla. Necesitaba relajarme y esta era la única forma de calmar los nervios.
(Tyler )
Me quedé en casa toda la mañana, Haley se había ido apresurada a casa de Steve y me había pedido que me quedara a averiguar qué pasaba con Mark. Le pedí que me explicara por qué, pero como no tenía tiempo solo me dijo que lo hiciera y luego me lo contaba todo. Accedí extrañado y me dispuse a estar junto a Mark toda la mañana. Y hasta ahora lo único que había hecho era despertar, ir al baño y volver a la cama. Bastante interesante.
Luego de unos minutos en que ya mi aburrimiento llegaba a tope decidí ir a ver qué tal iban los demás, así que dejé a Mark y me encaminé hacia el primer piso. James estaba bajando las escaleras con el móvil en la oreja y en la otra mano un vaso de agua, mientras que Roy justo entraba luego de haber salido a trotar.
—...vas a borrarla, me importa una mierda si fue la mejor noche de tu vida, Rita. ¿Es que te volviste loca? ¡Ahora tu novio va a enterarse de nuestra aventura del verano! —al parecer James había visto las fotos de Facebook y, como había previsto, estaba muy cabreado—. Si no desaparecen en cinco minutos vas a conocer a un James Ross completamente distinto al que conoces, y te aseguro que no va a gustarte.
Este cortó finalmente y Roy lo miraba con las cejas alzadas.
—Y por fin despertó la bella durmiente.
—No hables.
James siguió su camino hacia la cocina, pero por supuesto Roy lo siguió por detrás.
—¡¿QUÉ DIJISTE?! —le gritó en su oído para molestarlo, ganándose un golpe de James en la cabeza, y Roy no dudó en soltar una carcajada.
—Anda a hablar con tu novia y para de joderme.
—Auch. ¿Es que acaso a la princesita le removieron el esmalte? Porque tengo que admitir que el rosa te queda bien. ¿O no? —este le mostró su móvil, donde había la foto de James de la fiesta de ayer.
Por supuesto mi hermano se le echó encima para quitársela y eliminarla, pero Roy fue más rápido y se lo lanzó a Fernando, que justo pasaba caminando leyendo el diario.
—Uau. ¿Es que ahora tengo una hija? —ironizó.
—Par de... —este trató de quitárselo, pero Fernando dio un pase a Roy—. No estoy jugando, eliminen la maldita foto... ¡ahora!
—Pero si estás tan linda... —hizo un puchero y James volvió a golpearlo—. Respeto, chico, que soy mayor que tú —ahora Roy le devolvió el golpe, y al parecer fue bastante fuerte, ya que James cayó al suelo, mientras que Roy y Fernando se sentaron en la isla de la cocina para desayunar y chocaron las palmas.
Martha observaba con el ceño fruncido la escena sin añadir nada, mientras que James, enfurecido, se levantó y desapareció de la estancia sin antes gritarles que eran unos completos imbéciles.
—¿Qué lees?
Fernando dejó el diario al lado de Roy, que se dispuso a echarle una hojeada.
—...Richard Grey ha estado bajando en aceptación estos últimos días. Por otro lado, Fernando Ross está alcanzándolo. ¿Será que el escándalo de la muerte de su hijo menor ya ha sido olvidado? ¿O será él mismo el que le ha dado tanta popularidad? —todo se sumió en un silencio, hasta que Roy soltó una maldición—. Nunca creí que los periodistas fueran tan hijos de puta.
—No me sorprende, para mí siempre lo han sido.
Roy lo observó un momento.
—¿Por qué esa cara? Al parecer vas a ganar de todos modos.
—No puedo confiarme, sabes cómo es él. Seguramente ahora está pensando una forma de echarme abajo.
—Y es por eso que debemos seguir investigando el tema del vídeo desaparecido.
—No me digas que crees que ese imbécil tiene algo que ver en ello —Fernando dejó la taza de café de lado y lo miró interrogante.
—Eso es lo que he intentado decirte, Feñi. No lo creo, estoy completamente seguro. Él sabía que ibas a la delantera, tenía que dar algo para que te vinieras abajo. No entiendo por qué no lo denunciamos de una vez por su maldita red de drogas.
Entonces Fernando y Roy estaban al tanto del negocio sucio de Richard Grey. ¿Pero por qué diablos no lo habían denunciado?
—Porque si lo hacemos él le contará a la prensa todo sobre el accidente de Natalia y ahí mi reputación quedaría al fondo del basural de la ciudad.
Oh, ahí estaba mi respuesta.
—Lo sé, lo sé, pero... ¿Qué pasaría si contaras la verdad a la prensa y todos lo entienden? Yo lo entendí, no veo por qué todo Chicago no lo haría.
—Porque eres mi amigo, me conoces realmente. Y sabes que no quiero hablar de ello —Fernando se enderezó para salir, y Roy se levantó también.
—La verdad va a saberse tarde o temprano, lo único que estás haciendo es evitar lo inevitable —mi padre abrió la boca, pero Roy lo calló—. No intentes convencerme de lo contrario, si quieres engañarte a ti mismo hazlo, pero no va a funcionar conmigo.
—Cuando termines de decir estupideces me llamas y vemos qué tal con el vídeo del que tanto hablas —caminó hacia su habitación dejando a Roy ahí parado con la boca abierta.
Martha recogió lo que había en la mesa, observando de reojo a Roy, que seguía ahí.
—Sabes que Fernando nunca hablaría con un periodista de temas personales.
—Tendrá que hacerlo tarde o temprano, la verdad va a salir en algún momento. Y presiento que Richard Grey va a usarlo en contra de Fernando para hacerlo caer en la popularidad para las elecciones.
—Ese hombre es capaz de cualquier cosa, nunca me dio buena espina.
—Ni me lo digas, tengo que admitir que la mejor paliza que he dado ha sido a ese hombre.
Martha soltó una carcajada negando con la cabeza desaprobatoriamente, y Roy volcó los ojos.
—Sabes que se lo merecía.
—No he dicho lo contrario.
En eso, Mark apareció en la estancia, y sin decir ni una sola palabra se preparó el desayuno, que constó de pan con jamón y queso más un vaso de leche blanca.
—Buenos días, Roy. ¿Cómo amaneciste? Lindo día, ¿no? —dijo Roy imitando la voz de Mark—. Oh, buenos días para ti también, Mark. Amanecí muy bien, y sí, el día precioso.
Mi hermano se bastó a sonreír y cuando pasó al lado de Martha le dio un beso en la mejilla cariñosamente. Ese gesto me hizo recordar al verdadero Mark, el que todas las mañanas saludaba a Martha de esa forma. Ante su extraño pero increíble comportamiento no dudé en seguirlo hasta su habitación.
Al entrar, justo su celular estaba vibrando. Y al acercarme a la pantalla antes que él, pude ver quién era el remitente. April. Mi hermano al ver lo mismo que yo lo cogió de inmediato.
—¿Ya llegaste? Bien, voy ahora.
Cuando cortó yo lo miraba sorprendido. ¿Quién era y qué había hecho con el Mark de todas estas semanas? Lo siguiente que hizo fue quitarse el pijama de manera rápida, colocándose vaqueros y una camisa. Al terminar se llevó la nariz a cada axila y decidió echarse desodorante. Yo, que lo miraba divertido por todo esto, lo seguí sin dudarlo, encontrándome con April saliendo de su coche.
—Empieza a hablar.
Para mi sorpresa, su tono fue hostil y frío. Pero Mark no se inmutó, estaba muy ocupado observando a su alrededor para luego tomar la muñeca de April y arrastrarla con él hacia el patio trasero.
—¿Qué sucede? ¿Mark?
—Shh...
April no protestó. Se dejó llevar hasta que al fin la soltó. Estábamos al final del jardín, donde tres árboles escondían el lugar de cualquier persona que estuviera dentro de la casa. Y ese debía ser su propósito.
—Perdón por lo de ayer.
Abrí los ojos sorprendido, al igual que April, que de inmediato se recompuso y se dispuso a hablar.
—La vi, Mark, sé que no vas a creerme, pero esa modelo tiene algo...
—Te creo.
—Estoy segura de que no es lo que dice... Espera. ¿Qué?
Mark se apoyó al árbol que estaba a su lado y sonrió a medias.
—Es la hija de Richard Grey.
April se quedó ahí quieta, seguramente preguntándose cómo no se había dado cuenta.
—No puede ser posible, la única hija que tienen está en...
—En la India como voluntaria en algún tipo de congregación. Por eso no hablan de ella en los medios, pero por alguna razón está aquí.
—¿Vas a decirme que la rubia de piernas largas es la hija de Richard Grey?
—Cuesta creerlo.
—¿Desde cuándo sabes esto?
—El día que la conocí, la noche antes de la muerte de Tyler.
—¿Y crees que puede tener algo que ver?
—No me sorprendería.
April asintió.
—¿Y has fingido todo este tiempo por...?
—Quiero descubrir por qué está haciendo todo esto.
—Claramente para ayudar a su padre.
Mark, interrogante, frunció el ceño.
—¿Qué sabes tú de eso?
Esta se quedó en silencio un momento. Al parecer la pregunta le había tomado por sorpresa y ahora intentaba ingeniárselas.
—Sé que Richard Grey está metido en la red de narcotráfico de la ciudad, ya sabes, mi padre habla de trabajo en casa. Y estoy completamente segura de que esa chica estaba ayer sacando algo de las sillas, pero no me entra en la cabeza por qué lo haría... —esta al parecer descubrió algo, mirando a Mark con la boca abierta—. ¿Cómo no lo pensé antes...? ¡Micrófonos, Mark! Ha estado grabando las conversaciones dentro de la casa —April la apuntó y mi hermano la observó, pasmado.
—No puede ser...
El móvil de Mark comenzó a sonar. April pudo ver de quién se trataba, ya que mi hermano estaba con la mirada fija en la pantalla.
—¿Diana? ¿Es ella?
Mark asintió.
—Quedamos en almorzar juntos y debo irme ya.
—¿Qué piensas hacer? —levantó la vista hacia April, pensándoselo un momento.
—Seguir con la farsa.
—¿Y hasta qué punto?
—April, ella espera sacar información de mi familia seguramente para hundir a Fernando en las elecciones, pero yo me he preocupado en que solo salga de esta casa información falsa.
—¿Cómo estás tan seguro? Ella tiene micrófonos ahí dentro, Mark. Debes terminar, dile que la quieres fuera de tu casa, que si llega a abrir la boca tú vas a contarle a la prensa todo lo que hizo solo para ayudar a su padre. Es la única forma.
Este negó, soltando un suspiro.
—Déjame hacer esto a mi modo.
—¿Qué modo? En cualquier momento va a hundir a tu padre, tienes que hacerle frente, es lo más inteligente, Mark.
—Por eso no quería decírtelo... —susurró, pero April lo escuchó.
—¿Qué?
—Sabía que actuarías de esta forma, que intentarías ayudarme. Pero no necesito tu ayuda, April, puedo solo con esto.
—¿Y entonces por qué me lo has dicho?
Hubo un silencio, en el cual ambos se observaban el uno al otro.
—Porque te extraño.
Bien, ahora sí tenía que admitir que Mark Ross había vuelto. Y esperaba que no fuera un desliz de un día y que mañana volviera a desaparecer.
(Haley)
—¿Esto hay que entregarlo o leerlo enfrente de la clase? —preguntó Steve mientras trabajábamos.
Podría haberle respondido, pero mi cabeza estaba en otra parte. ¿Sabría que hablaba con Tyler? ¿Sabría que he estado hablando con su hijo? ¿Sabría nuestro plan con April y Lauren? ¿Sabría que ayer fuimos a la iglesia?
—Lo entregas y si la profesora lo revisa y le gusta nos hará leerlo —la voz de Simon me sacó de mis pensamientos—. Pero claro que no va a llamarte a ti para decirlo en voz alta.
—¿Y por qué no lo haría?
—Oh, vamos, ¿realmente quieres que te lo diga?
—¿Realmente quieres que repita la pregunta? —se burló Steve enfadado.
Simon volcó los ojos y se dispuso a responderle.
—Porque no va a querer humillarte frente a la clase, podría hacerlo si fuera una persona como tú, pero a la profesora Torres no le gusta andar avergonzando a nadie.
El tono de Simon había sido irónico, burlesco y terriblemente imbécil. Quería decirle que cerrara la boca, pero no quería meterme. Steve lo observó, seguramente pensando qué hacerle, pero terminó sin decir nada y siguió haciendo el trabajo, lo que agradecí internamente. Luego de unos minutos en silencio les pregunté cómo iban, para poder irme ya.
—Me falta aún.
—Yo creo que sería bueno terminarlo cada uno por separado.
—¿Tú crees? —le molestó Steve irónicamente.
—¿Qué? ¿Tienes algún problema en hacer algo por ti mismo?
Steve al parecer no le molestó, sino que sonrió burlón.
—Si estás haciendo esto para impresionar a Haley créeme que no está funcionando.
No levanté la vista. Me quedé quieta intentando entender qué tenía que ver todo esto conmigo. Simon al parecer estaba igual que yo, porque no añadió nada. En cambio, todo se sumió en un silencio en el cual Steve siguió con su trabajo. Así fue como cada uno siguió a lo suyo, hasta que Steve se puso a preguntarme si estaba llevando bien la introducción, y yo iba corrigiéndolo.
—Creo que sería mejor que en el comienzo se citara una frase de Hamlet —se metió Simon.
Iba a responder, pero Steve se adelantó.
—¿Tú crees?
—Estoy intentando ayudarte.
—Nadie te pidió tu ayuda, por eso le pregunté a Haley y no a ti.
—Somos un equipo.
—¿Y qué mierda tiene que ver eso?
—¿Acaso no sabes lo que significa? Claro, olvidé que Whitey te ha dejado fuera del juego por semanas.
—No tienes ni idea de lo que dices. ¿Pero te digo algo? Me importa una mierda lo que creas.
Simon iba a responder, pero yo no aguanté más su pelea de niños.
—Steve, cierra la boca, y Simon tú también. Tenemos que avanzar.
Este último entornó los ojos para luego negar con la cabeza, fastidiado. Fox se bastó a concentrarse en el ordenador, sin reclamar.
—Podemos hablar aquí sobre la vida de hoy relacionada con la obra mediante un ejemplo, ¿no? —me apuntó luego de unos minutos.
Lo miré interrogante mientras una sonrisa se colocaba en mi rostro. ¡Era perfecto!
—Me gusta, se vería genial.
Steve asintió emocionado, comenzando así a teclear en el ordenador. Justo en ese momento Simon tomó su mochila, para luego caminar hacia la puerta de la habitación.
—¿A dónde vas? —le pregunté de inmediato.
Simon se dio la vuelta hacia mi dirección, encogiéndose de hombros.
—Me largo. Como ahora se llevan tan bien no los quiero molestar más.
—Oh, vamos, ¿es que acaso herí tus sentimientos, Adams? Al parecer di justo en el blanco...
Simon me echó una mirada, no sabía por qué lo hacía, quizás esperaba que lo defendiera, o quizás solo quería despedirse de esa forma conmigo. Al parecer fue la primera, ya que en vez de responderle a Steve soltó una leve carcajada y se encaminó hacia la salida. En eso, recuerdos de Simon conmigo vinieron a mi mente, todas esas veces que se habían burlado de mí en el instituto y que él me había defendido, y así su reputación se fue a los suelos. Y solo por mí. Porque había preferido estar junto a mí que con todos los demás. Sin pensarlo dos veces me levanté y lo seguí por detrás. Escuché a Steve que me llamaba, pero no le hice caso. Necesitaba hablar con él.
—¡Simon! —le grité al verlo encaminarse hacia el coche de su madre.
Se dio la vuelta hacia mi dirección, observándome sorprendido, pero al mismo tiempo podía notar que estaba enojado. Muy enojado.
—Yo... —en realidad no tenía ni la menor idea de qué decirle—. Lo siento.
Parpadeó unas cuantas veces, acercándose más hacia mí, y yo bajé la cabeza sin tener el valor de verle el rostro.
—¿Por qué? —su voz estaba a centímetros de mí, y pude sentir cómo los nervios iban multiplicándose en mi cabeza.
—No me hagas decírtelo, ya lo sabes, Simon.
—Quiero escucharlo de tus labios.
Ahora sí que me había atrapado, luego de un silencio respiré profundamente y me dispuse hablar.
—Todo lo que pasó con Steve hace un momento... tú siempre me has defendido y ahora yo no lo he hecho ahí dentro.
—¿Y eso es todo?
Afirmé levantando la vista hacia él. ¿Por qué más debía disculparme? Simon volcó los ojos, y yo lo miré, interrogante. Pero antes de decir algo se dio la vuelta, volviendo a retomar su camino al coche.
—¿Te has enojado?
—Déjalo, Haley, no vas a entenderlo —este abrió la puerta del auto y se adentró en él.
Sentí cómo la sangre me hervía. ¿Qué sucedía ahora? ¿Qué había hecho mal? Porque si mal no lo recuerdo él había sido el que se había comportado como un cretino la última vez que habíamos hablado. Él me había gritado cosas horribles luego de haberme violado bucalmente.
—¡¿Que no voy a entenderlo?! —le grité, explotando de una vez. Simon, al escucharme, salió del coche mirándome, perplejo—. He venido a pedirte perdón por lo que acaba de suceder, que ni siquiera fue para mucho. ¿Y tú te enojas? ¿Es que ni se te pasa por la cabeza cuánto me ha costado incluso dirigirte la palabra después de todo lo que sucedió? —sentí cómo los ojos comenzaban a picarme y unas lágrimas cayeron sin poder evitarlo.
—Haley, yo...
—No digas nada, sé perfectamente la imagen que tienes ahora de mí. La clon de Lauren Davis, ¿no?
—No quise decirlo...
—Lo hiciste. Y si vamos a comenzar a compararnos con los demás ten por seguro que tú tampoco eres el mismo de antes, así que mírate a ti mismo antes de hacerlo conmigo.
Ahora Simon se acercó a mí, y yo, como un acto reflejo, di un paso atrás. Parecía que iba a golpearme con solo ver su rostro.
—¿Es que tampoco lo ves? —al ver que esperaba una respuesta por mi parte negué con la cabeza, no tenía ni idea a qué se refería—. He intentado todas estas semanas en parecerme a ese imbécil del que tanto estabas enamorada, a ver si de esa forma podía hacer nacer algún sentimiento en ti. ¿Y qué he conseguido? Que empieces a salir con Lauren Davis y April Granger, e incluso con el idiota de Steve Fox.
—¿Qué estás diciendo, Simon?
—Ya me escuchaste, Haley.
—¿Te has intentado parecer a Tyler Ross todo este tiempo? Bromeas, ¿no? —una risa nerviosa salió de mis labios, y es que no podía ser cierto.
Pero Simon no mentía en que sus acciones habían sido muy parecidas a las de él, estaba ahora al mando del equipo, se pasaba haciendo bromas con los Red Dragons y qué decir de las fiestas, en que al parecer estaba con muchas chicas. ¿Y todo eso lo había hecho para que me gustara él? Salí de mi bloqueo mental y lo observé. Estaba con la mirada gacha a pocos centímetros de mí. Mi corazón se encogió.
—Simon, yo... no tenías por qué hacer eso.
—Porque no te gusto y nunca voy a hacerlo —me cortó.
Un silencio, no sabía qué decir.
—¿Qué quieres que te diga? Te quiero, pero como un hermano.
—Bien —este sonrió hipócritamente—. Pero, dime, ¿qué te gustaba de él? Porque lo único en que no pude parecerme fue en el bullying que hacia constantemente en el instituto. ¿Era eso? —era cierto, Simon se parecía en cierta manera, pero nunca hubiera podido comportarse como el idiota que era Tyler—. ¿O solo te gustaba su físico?
La manera de comportarse de Simon me estaba asustando. Además, estaba muy cerca, y eso me ponía nerviosa.
—No quiero hablar del tema —pude decirle en un susurro.
—¡Es que dime, Haley! ¿Qué era lo que tanto te gustaba de Tyler? Porque si mal no lo recuerdo solo hablaste una vez con él y fue hace más de un año.
—Si vas a seguir insultándome y humillándome mejor ándate de una vez. No sé ni por qué te pido disculpas, lo único que haces es pisotearme una y otra vez.
—¡Es para que te des cuenta de lo que es cierto! Te lo digo para ayudarte, porque eres mi mejor amiga y sabes que te quiero.
—Esta no es la manera, Simon, si realmente fueras mi amigo estarías tú pidiéndome disculpas, no yo.
—¿De qué hablas?
—Lo recuerdas perfectamente.
Sí, me había comportado mal ahí dentro con Steve, pero eso no justificaba que hubiera olvidado lo que había sucedido hacía semanas con Simon en mi departamento.
—Haley, eso... estaba borracho, intenté pedirte disculpas, pero tú no me dejaste.
Lo recordaba, en el instituto después de Literatura se había quedado esperándome, pero no lo dejé.
—Estaba dolida, no quería ni verte la cara. Al pasar los días esperé que vinieras de nuevo, pero no lo hiciste.
—Estaba avergonzado, tú me conoces, sabes que por dentro me sentía como una mierda, al igual que ahora.
—¿Y entonces?
Este al parecer no lo comprendió, quedándose en silencio con el ceño fruncido. Hasta que al fin lo captó.
—Perdón por lo que pasó —dijo observándome fijamente, y yo sonreí, aunque con lágrimas en los ojos—. Estaba borracho y cabreado, y lo que te dije... —este colocó sus manos en mi rostro, acariciándome las mejillas mojadas— ...aún intento asimilar que has cambiado y que debo aceptarlo. Que ya no somos Simon y Haley contra el mundo —solté una carcajada, y él igual—. Ven aquí —no dudé en abrazarlo, al igual que él hizo conmigo.
—Te he echado de menos —susurré.
—Ni te imaginas yo.
No supe cuánto tiempo pasó, solo me resté a abrazarlo, a tenerlo junto a mí.
—Solo dime qué sucede, Haley, puedes confiar en mí —seguíamos en la misma posición y no quería mirarlo a la cara.
No sabía qué decir. Y no quería mentirle. Simon se separó, observándome, esperando una respuesta.
—No puedo.
—Déjame ayudarte.
—No es tan sencillo.
Quería decirle, quería contarle. Pero por otro lado me imaginaba a Tyler cuando se enterara.
Me mataría y al mismo tiempo contarle a Simon significaba implicarlo en todo esto, y si lo hacía podría estar en peligro. Yo odiaba todo el caos que había ahora en mi vida y sería egoísta adentrar a Simon en ello.
— ¿Haley?
Volví en mí, y me lo encontré de frente esperando una respuesta. Yo observé sus ojos azules, su cabello oscuro, su nariz pequeña, y le di un vistazo rápido a su ropa. Estaba bien, llevaba vaqueros y una camisa escocesa de tonalidades verde oscuro. Llevaba una vida común y corriente, sus preocupaciones eran sus notas, ganar los partidos y tener amistades. Esas eran las preocupaciones de un adolescente. Pero las mías no lo eran, y si se lo decía su vida iba a cambiar. Y no tenía el derecho de hacerle eso.
—Solo espera una semana y ahí te diré todo lo que quieras saber —respondí de golpe, era la único que podía decirle a Simon. Y esperaba que confiara en mí.
—Bien, pero si necesitas a alguien para lo que sea, me llamas. Por favor, recuérdalo.
Asentí sonriendo. Simon no parecía muy contento, pero al menos ahora lo tenía conmigo.
—Gracias por entenderlo.
—En realidad no lo hago —este se encogió de hombros—, pero eres mi mejor amiga, y si me has mentido todas estas semanas sé que tienes una buena razón. Solo espero que nada malo te suceda en ello.
No dije nada. Se me acercó para besarme en la mejilla, sonriéndome, y luego comenzó a caminar hacia su coche nuevamente. Me quedé ahí observando cómo su coche prendía y se ponía en marcha para luego desaparecer de mi vista.
Sentí cómo toda esa angustia que tenía en mi pecho iba desapareciendo y solté una carcajada que acompañó unas cuantas lágrimas de alegría. Al fin lo había arreglado todo con Simon, al fin lo tenía conmigo. Y es que realmente lo había echado mucho de menos. Una semana y luego podría contárselo todo.
(Tyler )
Luego de todo lo que había sucedido con April y Mark me quedé nuevamente aburrido en casa, esperando a que Haley volviera. Pero no lo hizo. El almuerzo fue con Roy y Marie, ya que todos los demás estaban fuera, menos James, que estaba en su habitación durmiendo. Y ahora me encontraba en la cocina con Marie, que había aparecido hacía unos minutos, y Martha seguía regañándola.
—Si tu madre supiera que has llegado a esa hora e incluso... —ni seguí prestándole atención, y al parecer Marie estaba igual que yo.
Hasta que al fin apareció James, que estaba recién salido de la ducha.
—Martha, necesito a tu linda nieta unos minutos.
—¿Para emborracharla como lo hiciste ayer?
—¿Qué? —este miró a Marie, que se encogió de hombros sin ningún interés en desmentirlo—. Ella me emborrachó a mí.
—Sí claro... —volcó los ojos y fue a abrazar a Martha, que los observaba atentamente—. Te quiero, ¿lo sabías?
—Si haces esto para que no le cuente nada a tu madre tranquila, no voy a hacerlo.
Marie sonrió y la soltó de inmediato para caminar hacia Ross.
—¿Vamos?
—¡Pero que conste que una vez más y con gusto llamo a Holly! —le gritó antes de que Marie desapareciera por la puerta.
—¡Gracias, abue! —fue su respuesta.
Yo no dudé en seguir a este par. Al fin las cosas se estaban poniendo interesantes.
—Roy y Fernando están buscando el vídeo —le explicó James a Marie cuando ya estaban en su habitación. Este caminaba de un lado a otro, mientras que Marie abría un chocolate que este tenía en su escritorio.
—¿Y? No van a encontrarlo.
—¡Lo sé! Pero van a descubrirnos.
Marie volcó los ojos despreocupada. Pero para James era todo lo contrario.
—¿Por qué estás así? Entiende que no van a pillarnos.
—No conoces a Roy, él no va a parar hasta tener el vídeo en sus manos. Ahora creen que fue Richard Grey o algo así.
—Mejor, así nunca se les pasará por la cabeza que tú lo tienes.
—Pero... ¿Y si llegan de alguna u otra forma a él? No pueden saber que Mark estaba ahí.
—¿Por qué no? Al menos tendrán las agallas de pedirle respuestas, no como tú.
James soltó un suspiro, pero no se quedó tranquilo. Comenzó a buscar el vídeo en su escritorio, pero al verlo tan nervioso noté que no lo encontraba.
—Marie, no está aquí... —susurró sin darse la vuelta.
Tenía que estar bromeando.
—Y por cosas como esta serías un desastre sin mí —esta se levantó y fue hacia el reproductor, que lo prendió y sacó el disco, a lo que James se acercó hacia ella de inmediato para quitárselo. Pero Marie fue más rápida—. Debes decírselo a tu hermano, James, tienes que pedirle una explicación sobre esto.
—Voy a hacerlo.
—Claro, y yo voy a casarme contigo —ironizó mientras hacía girar el disco en sus dedos—. Tengo una idea, cuando se lo digas a Mark te lo devuelvo.
—Sí, estupenda idea —soltó una carcajada para luego volver a ponerse serio—. Ahora entrégamelo, Marie.
Esta se negó y James no dudó en tirarse encima de ella. Pero mi hermano, que era un musculitos aunque con reflejos de una tortuga, cayó al suelo mientras que esta, sin pensarlo dos veces, salió de la habitación corriendo como si su vida dependiera de ello.
—Mierda, mierda, ¡Mierda! —escuché desde la habitación de James mientras seguía a Marie por el pasillo.
Por el camino se encontró con Fernando entrando a casa con George y apresurada los saludó a ambos y se dispuso a irse, pero su hermano se lo impidió.
—Fuimos a ver Cómo entrenar a tu Dragón, y adivina, Fernando me prometió que me regalaría a Chimuelo para mi cumpleaños.
—Estupendo, bien por ti —se bastó a responder.
Pero ahora fue Fernando quien le habló, por lo que Marie tuvo que escucharlo a regañadientes, observando de reojo las escaleras.
—¿Quieres salir a cenar fuera por la noche?
Asintió con la cabeza sonriendo y se dispuso a seguir su camino a paso rápido. Por detrás George siguió hablando emocionado de la película, y Fernando no se quedó atrás. Cuando llegó a su habitación miró hacia los lados, seguramente buscando un lugar para esconderla, y así fue como al escuchar los gritos de James, que venía hacia aquí, corrió al baño, abriendo la ventana y tirando el disco fuera. Justo cuando James entró Marie se echó a su cama controlando su respiración.
—¿Dónde está?
—¿De qué hablas? —esta pestañeó varias veces, mirándolo sin entender a qué se refería. O, mejor dicho, fingiendo no entender a qué se refería.
—No estoy para chistes, Marie.
—Te la devolveré cuando hayas hablado con Mark —esta se enderezó y se encaminó hacia la puerta de la habitación, pero James la agarró del brazo cuando pasó junto a él.
—La quiero ahora.
—Yo también quiero ahora un Porsche, pero ya sabes, no siempre podemos tener lo que queramos.
—Marie, estamos hablando de mi hermano, no tiene nada que ver contigo. Dime ahora mismo dónde mierda la dejaste.
Esta iba a abrir la boca, pero Haley justo apareció en la estancia, observando a ambos para luego fijar su vista en la mano que tenía James sobre ella. Confundida, me echó una mirada interrogante. Pero antes de abrir la boca Marie se aprovechó de la situación.
—Fuera de mi habitación ahora —le apuntó la puerta y James, enfurecido, la miró a los ojos, pero Marie, en cambio, observó a Haley y James no tuvo más remedio que salir, ya que por supuesto Haley no podía enterarse de nada.
Cuando James desapareció Marie se frotó la zona en que James la había tenido agarrada, para luego encerrarse en el baño. Haley, que seguía en el marco de la puerta, se cruzó de brazos esperando una explicación.
—¿Vamos a otro sitio? Esta casa está matándome de aburrimiento.
Haley sonrió asintiendo. Y pude notar que estaba más feliz que de costumbre. ¿Acaso sería por verme? Debía serlo.
(Haley)
Nuestro lugar no quedaba muy lejos de la casa de los Ro(s, por lo que nos dispusimos a ir caminando. Había tenido suerte de no haberme cruzado con nadie al salir, en especial con Roy, que me había mandado mensajes preguntándome cuándo llegaría desde que había entrado en casa de Steve. Y ahora, luego de haber terminado el trabajo, al fin pude volver con Tyler, a quien no había visto desde muy temprano. Lo malo era que todo el camino nos lo pasamos en silencio. ¿Por qué?
Porque seguramente había un hombre en este momento siguiéndome a cada paso, tomándome fotos e intentando escucharlo todo. Y, sinceramente, no quería parecer una loca hablando sola. Así que luego de contarle a Tyler de manera rápida al salir de su casa se mostró de acuerdo. Por el camino recordé la charla con Simon, repasando cada palabra que nos dijimos y cómo al final había tenido a mi mejor amigo de vuelta. Una sonrisa se colocó en mi rostro, y para mi sorpresa Tyler me guiñó un ojo. ¿Y a este qué le sucedía?
Al fin llegamos a nuestro preciado lugar. La curva de la calle estaba frente a nuestros ojos, y por supuesto no dudamos en saltar el alambre, como la última vez, y recostarnos en el césped.
—¿Ahora podemos hablar?
—Espera —levanté la vista hacia los alrededores y no había nadie cerca, y mucho menos para oír lo que dijéramos—. Sí, ahora sí.
—¡Por fin! —gritó de golpe, haciéndome saltar—. Lo siento, la emoción, ya sabes.
No respondí, sino que me quedé mirándolo. Tyler al notarlo enarcó una ceja.
—¿Estoy más guapo?
Solté un bufido.
—Y acabas de arruinarlo.
—¿Arruinar qué?
—Ya sabes, cuando no te comportas como un completo idiota.
—Auch. No te das cuenta de que tus palabras me parten el corazón, ¿no? —bromeó haciendo un puchero, y yo solté una carcajada—. ¿Real?
—Un poco.
—Ya verás, voy a hacerte reír diez veces más que tu abuelo.
—No lo creo.
—Como me llamo Tyler Ross.
—Como me llamo Haley Dickens.
—¿Quieres apostar?
Lo observé atenta, pensando que se trataba de una broma, pero al parecer Tyler hablaba sumamente enserio.
—Bien. ¿Pero qué gano?
Tyler se lo pensó un momento.
—Un beso.
Nerviosa, intenté mantenerme tal cual. Tyler por supuesto no notó mi nerviosismo, ya que estaba muy cómodo acostado con los ojos cerrados y los brazos extendidos hacia atrás. Respondí lo más tranquila posible.
—¿Y si quiero otra cosa?
—No pensé que fueras tan rápida. Bueno... una noche, nada más. Y créeme, será la mejor de tu vida.
Abrí los ojos, sonrojándome, y Tyler soltó una carcajada abriendo también los suyos.
—No puedo creer que te sonrojaras, eres tan predecible.
Intenté que notara el odio que sentía hacia él en ese momento, pero era Tyler, él solo seguía riéndose de mí sin siquiera notarlo.
—Sabes que no me refería a eso.
Este no me hizo caso y terminé cerrando los ojos, intentando no tomarle atención. Habíamos venido aquí a pasar un buen rato, y Tyler lo único que había hecho era arruinarlo. Sabía que parecía una niña pequeña, pero realmente odiaba cuando bromeaba así conmigo, porque ya sabía que había estado enamorada de él desde ese primer día en la secundaria. El día que lo conocí decidí no contárselo a nadie, a excepción de mi madre, que al morir Tyler exploté con ella. Pero a nadie más.
En eso, recordé la charla de hoy con Simon.
¡Es que dime, Haley! ¿Qué era lo que tanto te gustaba de Tyler? Porque si mal no lo recuerdo solo hablaste una vez con él y fue hace más de un año.
¿Cómo lo sabía él? Porque estaba cien por cien segura de que nunca le había dicho nada con respecto a esa charla con Tyler.
—¿Haley? —la voz de este me hizo volver a la realidad, pero esa pregunta seguía resonando en mi cabeza.
Deseaba que fuera un error, que no hubiera nada malo detrás de ello.
(Tyler )
—¿Dónde fuiste ayer, Mark? —le preguntó Fernando mientras cenaban.
—A una fiesta de unos compañeros.
Y era cierto, ayer había sido la fiesta de O'Connor, un compañero de Mark, y por supuesto todo el instituto estaba invitado. Pero con Haley habíamos decidido no ir y quedarnos en nuestro lugar. Y tenía que admitir que había sido mejor de lo que esperaba.
—¿Hasta tan tarde?
—Sí —este siguió comiendo sin siquiera levantar la vista, y Fernando al ver que no iba a recibir más palabras de este se dispuso a hablar con George, que, emocionado, se puso a contar sobre la emocionante película que ya me tenía harto.
—Y fue así que Chimuelo casi... —no le presté atención y me dispuse a observar a Haley, que al sentirse observada me vio y sonrió disimuladamente.
Ya era domingo, y el día había sido muy tranquilo. Fernando los había invitado a todos a almorzar en algún parque cercano, y había estado bien hasta que llegó la prensa a arruinarlo todo y por ese motivo tuvieron que irse a casa. Haley se había pasado toda la tarde hablando con April y Lauren por mensajes, ya que luego de que les informara de que estaba siendo espiada constantemente ir a la iglesia a buscar la evidencia no fue una opción.
—George, creo que ya todos entendimos el punto —le cortó Marie de una vez fastidiada.
Pero James sonrió, burlón.
—En realidad no. ¿Quién es Chimuelo?
Con esa simple pregunta toda la cena fue alrededor de George, que no cerró la boca explicando la película por completo. Mark una que otra vez sonrió al pequeño, mientras que Marie volcaba los ojos. Fernando y Roy tuvieron que disculparse un momento por una llamada importante. James de inmediato observó a Marie, que se encogió de hombros. Y es que seguro que el tema debía estar relacionado con el vídeo. Antes de desaparecer tras los dos mayores y dejar la mesa con la voz chillona del pequeño insoportable me acerqué a Haley.
—No me esperes despierta, voy a ver si averiguo más cosas.
Haley asintió de acuerdo.
— Bien, entonces hablamos mañana. No, no te preocupes, puedo a esa hora —Fernando cortó la llamada y se quedó un momento pensativo.
—¿Qué dijo?
—Lo mismo que tú, que hay algo raro en el accidente de Tyler.
—¿Ves? Te lo dije.
—No sé, Roy, no tengo tiempo ahora para ello. Tengo que lidiar con todos los eventos, conferencias, discursos... ¿Podemos dejarlo para después de las elecciones?
—Fernando, no lo estás entendiendo bien. Si es cierto que la muerte de Tyler no fue un accidente, ¿quién crees que pudo haber sido el que lo mató?
Mi padre se quedó en silencio, procesando lo que había dicho Roy, hasta que al fin lo entendió.
—No hay forma, Roy, si fue él no tenemos cómo mierda probar que es culpable.
—Sí, con ese vídeo.
—¡Que él debe tener! —le gritó, alterado—. No voy a meterme en su juego, es justo lo que quiere, Roy. ¿No lo ves?
—Lo único que veo es que hay que sacar a relucir la verdad de lo que realmente le sucedió a Tyler.
Fernando soltó un suspiro, sentándose en su cama. Roy, que seguía ahí parado, se le quedó mirando atentamente.
—Sé que no te crees capaz, Feñi, pero ya no somos niños, estoy seguro de que podremos meterlo en la cárcel de una vez por todas.
—No, no podremos. Lo único que vamos a conseguir es que nos humille de nuevo. La única forma que tengo de demostrarle de una vez por todas que no soy su juguete es ganando estas elecciones.
—Y vas a hacerlo.
—No voy a asegurarme del éxito hasta que lo consiga.
—Entonces yo voy a encargarme.
—Es peligroso.
—Sabes que no voy a dejarle poner un dedo encima de mí. ¿No?
Fernando soltó una leve carcajada, asintiendo.
—Entonces no hay de qué preocuparse, yo me encargo de todo con el jefe de policía, vamos a meterlo de una jodida vez a la cárcel.
Y ese jefe debía ser el padre de April. Fernando se levantó, acercándose hacia él.
—Solo ten cuidado, sabes de lo que es capaz.
—Lo sé, pero no va a pasarme nada, Feñi. ¿Cuántas veces me he metido en líos? Si tú y yo perdimos la cuenta hace años.
Ambos terminaron abrazándose amigablemente para luego cada uno dedicarse a lo suyo. Roy desapareció de la habitación porque había quedado para hablar con Anna, y Fernando tenía que preparar un discurso para mañana. Y me quedé ahí parado sin saber siquiera qué decir luego de toda la charla. Lo único que tenía claro era que tenía una semana, ni más ni menos. «Tengo que volver», me repetí en mi interior.
(Haley)
—No puedo creérmelo —volvió a repetir Lauren en la cafetería—. Es que parece una película. ¿Cómo puede ser que los tengan a todos vigilados?
Iba a responder, pero April se me adelantó.
—Quizás para evitar que alguno intente algo en su contra, es lo más razonable.
—Pero nosotras estamos haciéndolo —susurré paranoicamente.
—¿Y? A la única que espiaban de nosotras tres era a ti, así que Lauren y yo iremos a buscar la evidencia a la iglesia. Tú ni te acerques ahí.
—Bien.
Así, al terminar de dejarlo todo claro, nos levantamos y fuimos a diferentes direcciones: Lauren con Steve, April a la oficina del comité periodístico a ver unos asuntos y yo busqué a Kyle, pero al parecer no había venido hoy. Me sentía muy mal por él, ya que no había asistido a la fiesta a la que tanto me había insistido que fuera. Pero realmente no había tenido ganas y no quería emborracharme ni cometer alguna otra estupidez. Además, luego de escuchar a la mayor parte del instituto diciendo que había sido una locura me alegré de no haber ido.
Volví en mí buscando a Simon entre las mesas, pero estaba con Marie, así que preferí ir al baño a esperar a que el timbre sonara. Era lunes, y Tyler había decidido averiguar más sobre Richard Grey y así poder asegurarnos que no estaba enterado de todo el plan que teníamos con Lauren y April. Porque era nuestra única oportunidad. De camino al baño más alejado de la cafetería apareció Narco, que estaba justo apoyado en la puerta que estaba buscando. Al acercarme este sonrió de esa manera espeluznante, y yo intenté no hacerle caso.
—Abre los ojos, Haley. Hay tantas cosas importantes a las que no les has tomado atención.
—¿Otro de tus acertijos?
Negó con la cabeza.
—Más bien un consejo.
—¿Y por qué no eres más exacto?
—¿Por qué debería serlo? —lo miré interrogante y él hizo lo mismo.
—Bien. ¿Algo más?
—¿Hay algo más que quieras saber?
Solté una carcajada, y es que realmente no me entraba en la cabeza el propósito de Narco con todo esto. Pero no iba a desperdiciar la oportunidad.
—¿Qué sabes de Richard Grey?
—Drogas.
Eso ya lo sabía, así que necesitaba más.
—¿Y?
—Ya te he respondido.
—¿No hay nada más que sepas de él?
—Sí.
—¿Puedes decírmelo? —volqué los ojos fastidiada.
—No. Te he dicho lo que querías saber —este caminó hacia un lado, dejando la puerta del baño despejada para que entrara.
—¿Lo que necesito saber?
Asintió encogiéndose de hombros.
—Justamente.
—Sabes que no entiendo ni la mitad de lo que me dices, ¿no?
—Y ese es el punto —este comenzó a caminar en círculos alrededor de mí—. Solo una pregunta más, tengo una cita en cinco minutos.
Me quedé en blanco. Realmente no tenía ni idea de qué duda podía preguntarle, y es que en realidad tenía muchas. Pero Narco no tenía por qué saber las respuestas. Así que me decidí por una, la única de la que quizás podía conocer la respuesta.
—¿Tyler va a volver a la vida?
Me esperé un acertijo, un consejo, una frase extraña, una pregunta, una risa, incluso palabras incoherentes, pero nunca ese monosílabo que quebró todas mis esperanzas.
—No.
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