Capitulo 38 : Despertar
(Tyler )
—Venga, ¿por qué sigues aquí? —Kyle me miraba atentamente, a lo que yo solté un gruñido cansado.
Y es que ya llevaba diciéndomelo desde hace tres horas. Estábamos en la cafetería del hospital, donde en un comienzo habíamos tenido de qué hablar, ya que le había dicho todo lo que había pasado hoy, y por supuesto también lo de ayer.
—¡Tyler! —este me llamó, a lo que lo miré sin ninguna expresión—. Anda con Haley, no seas orgulloso.
—Calla, hago lo que me da la gana. Y no me da la gana de ir con Haley. Y para con el tema del orgullo, cierra la boca con eso —le apunté, cabreado.
Este, por su parte, se encogió de hombros.
—¿Acaso vas a golpearme? Porque recuerda que no puedes hacerme nada.
Bien, Kyle se lo había buscado. Me levanté de mi asiento y comencé a caminar hacia la salida del hospital. «Sí hay algo que puedo hacerte. Y es dejarte solo, imbécil».
—¿Vas a buscarla? —este iba por detrás, entusiasmado, a lo que yo volqué los ojos—. ¿Tyler? No me vengas con lo de la ley del hielo —solté un suspiro, cabreado—, eres tan niñato cuando te enojas —este ahora reía, haciendo que me enfureciera más.
¿Por qué siempre reía? Subí el dedo del medio, al igual que Haley la última vez que habíamos establecido palabra, lo que que me dejó con la boca abierta, pues no me lo esperaba para nada del mundo.
—Bien, no me hables, a ver si de esa forma puedes usar bien tu cerebro y reconocer de una vez lo que realmente te pasa con...
—¡Cierra la boca! —me di la vuelta gritándoselo frente a frente.
—Acepta de una vez que te pasan cosas con Haley. ¿Por qué lo niegas?
—¿Por qué les da por meterse en mi vida? Yo me conozco mejor que tú y sé muy bien lo que quiero y lo que no. Así que para de preocuparte por mí y preocúpate mejor por ti.
—¿De qué hablas? No mezcles mi vida con tus...
—Tan feliz todo el tiempo —le corté, soltando una carcajada burlona—. ¿Y sabes qué? Esa chica, tu novia, no va a esperarte sentada a que despiertes el resto de su vida. Ella va a seguir su vida y te va a dejar, esa es la realidad. Mejor preocúpate por eso que por andar metiéndote en la vida ajena.
Kyle había cambiado su expresión a una nunca antes vista en él. Su boca estaba apretada, dándome a conocer una fina línea, en la que sus ojos tampoco ayudaban, parecía que iba a saltar contra mí en cualquier momento.
—Eres un imbécil.
«Créeme que ya lo sé», me dije a mí mismo antes de darme la vuelta y desaparecer por las puertas del hospital, dejando a Kyle atrás.
(Haley)
Necesitaba hablar con Tyler. Y lo necesitaba ahora. ¿Pero dónde? Ya había pasado un día desde mi encuentro con Narco. Ayer me había pasado toda la tarde buscando a Tyler, pero no había ningún rastro de él. Por la mañana había tenido la esperanza de encontrarlo, pero este se esfumó de inmediato, sin darme siquiera el tiempo para contarle sobre mi conversación "interesante", si se le podía llamar de esa manera.
Ahora caminaba por los pasillos de la escuela con la vista arriba buscando a la maldita mata de cabellos rubios. «Vamos Tyler, aparece», rogaba interiormente. Pero, por supuesto, como siempre, la suerte no iba de mi parte. Lauren Davis venía hacia mí a paso lento pero seguro. Pensé en doblar en uno de los pasillos y de esta forma ahorrarme lo que fuera que quisiera, pero ya no era esa "rata de biblioteca", y si quería decirme algo que lo hiciera. Con mucho gusto.
—A ver... —esta ya estaba enfrente de mí, mirándome de arriba abajo—. ¿Amarillo con rojo? —la miré confundida—. Y yo que llegué a creer que realmente tenías algo de sentido común...
Miré mi ropa, unos pantalones amarillos ajustados más una blusa roja. ¿Muy mal? Porque realmente había sido un lío por la mañana elegir qué ponerme, puesto que sin Tyler era un desastre con el tema de combinar prendas y verme como una chica... una chica como Lauren. Y hasta ahora ya ni sabía por qué me seguía preocupando por eso. Lauren estaba con esa mueca de asco hacia mí, pero ni le di importancia.
—¿Qué quieres?
—Auch, qué tono que te tenías guardado, cuatro ojos.
Ni lo pensé dos veces, comencé a caminar pasando por su lado, golpeándole el hombro. No iba a dejarle burlarse de mí en mi propia cara, tenía cosas más interesantes que hacer.
—Espera, no te vayas —Lauren corrió hacia mi lado, y me extrañó verla tan preocupada. ¿Qué quería de mí?—. ¿Puedes ser mi tutora en Física? Estoy reprobando.
Y esa era Lauren Davis, directa al grano. Con solo ver su rostro sin ninguna mueca de gracia caí en la cuenta de que hablaba en serio. Carraspeé.
—¿Por qué te preocupa reprobar ahora?
—Porque mi padre me quitará el coche si lo hago —Solté una carcajada—. Vamos, Haley, lo necesito.
—Vamos a hacer como si esta conversación nunca hubiera ocurrido.
—¿Eso es un no?
Seguí caminando con la vista gacha. Lauren, por supuesto, no se quedó atrás, y me siguió los talones. En eso, pude ver a Marie entre la multitud, bostezando como quien no duerme en toda la noche. Me acerqué a ella, esperando que Lauren desapareciera de mi espalda.
—Hola, Marie —le saludé, colocándome junto a ella.
Lo peor era que Lauren seguía detrás de mí. Marie me echó una mirada con sus ojos soñolientos, que se abrieron de par en par al haber reparado en la chica que tenía por detrás.
—Sabía que seguía durmiendo, era imposible que el despertador sonara tan temprano —susurró, a lo que no pude evitar morderme el labio para evitar soltar una carcajada.
Y es que ver a Lauren Davis detrás de mí era algo nunca visto. «Créeme que también me gustaría que esto fuera un sueño», me dije.
—¿Lista para la prueba?
—Nop, mi plan es despertar, hacer ver que estoy enferma y faltar a clases —me respondió, encogiéndose de hombros.
—No estás soñando, Marie —volqué los ojos, ya que al parecer realmente se lo estaba tomando en serio—, si quieres te explico algo antes de que toque el timbre —le animé al ver sus ojos abiertos de par en par.
—¿Estás jodiéndome? —la voz de Lauren por detrás me hizo respirar profundamente.
—¿Y qué le pasa a esta? —se metió Marie, acercándose a Lauren, justo lo que no quería que pasara—. A ver, princesita, ¿se te rompió la corona?
Bien, Marie iba a comenzar una pelea en pleno pasillo, y eso que aún ni habíamos entrado a clases. Perfecto día.
—Perdona, ¿me hablas a mí?
Marie soltó una risa irónica.
—¿No te cansas de parecer una retrasada mental? Si te gusta tanto disimular ser una Barbie, al menos sé una real, con cerebro, no puro plástico.
Yo me eché un paso atrás, noté cómo las dos se mantenían la mirada fija la una en la otra sin siquiera pestañear. Estupendo.
—Te crees que siempre tienes la razón, ¿no? No sabes una mierda de mí.
—¿Y qué? Solo hablo lo que todos creen, pero no tienen las agallas para decírtelo.
—No me hagas reír. ¿Lo que todos creen? Si solo tienes un par de amigos, ni sabes lo que dices.
—¿Y tú cuántos tienes, Lauren? A ver, ¿por qué crees que todo el instituto sabe todo sobre ti? Por los chismes, ¿no? Y para comenzar un chisme alguien tiene que abrir la boca. Y cuando te sucede algo, ¿a quién se lo cuentas? —Marie miraba fijo a Lauren, que estaba ahora con el ceño fruncido—. Respóndeme. ¿A quién se lo cuentas?
—A mis amigas. No sé qué diablos quieres...
—Tus amigas. Pues entonces ahí está el punto —le cortó—. Yo tengo un par de amigos, pero al menos lo son realmente. Las tuyas son solo chismes, plástico.
En el pasillo había unas cinco o seis personas que miraban con atención la escena, y Lauren lo notó, poniéndose nerviosa.
—¿Por qué mierda me dices esto?
—Porque yo fui igual a ti, una chica que se creía la reina del mundo, que todo en su vida era perfecto, hasta que llegué a un punto en que por supuesto el cuento de hadas terminó explotando.
—No soy igual a ti, estúpida.
—Ahora no, pero sí antes lo era. ¿Y te digo qué es lo que nos diferencia? —noté cómo a Lauren le temblaba el labio.
Marie se le acercó al oído y Lauren se quedó quieta como una piedra.
—Que la opinión de los demás me importa una jodida mierda.
Marie le dio unos cuantos golpes en la espalda, a lo que Lauren ni se movió. Justo en ese momento, el timbre resonó sobre nuestras cabezas.
—¿Vas a enseñarme o qué? —Marie ya había llegado a mi lado, sonriéndome abiertamente.
—La prueba es ahora —pude decir, tenía toda mi atención en Lauren, que seguía ahí parada sin abrir la boca.
—Jódeme. ¿Estás de broma?
Negué con la cabeza, dándome la vuelta con Marie para caminar hacia la clase de Física.
—Esto me pasa por no cerrar la boca nunca. Imbécil, imbécil —solté una risa cuando esta se golpeaba la cabeza con la mano—. Y tú no te rías, que no es gracioso.
—Bien, no abriré la boca —sentencié.
Mientras Marie ojeaba mi cuaderno rápidamente miré hacia atrás. Pude notar, en la distancia, que Lauren corría hacia Steve, echándose en sus brazos. No pude ver la expresión de Lauren, pero sí la de Steve. Y me dejó bastante claro que Lauren estaba llorando en sus brazos.
¿Qué había pasado? ¿Por qué le había afectado tanto lo que dijo Marie?
(Tyler )
Mark estaba fuera de clase fumándose un cigarrillo en la entrada, sin siquiera inmutarse con el hecho de que el timbre había sonado hacía ya cinco minutos. Este seguía con el mismo ritmo, ya que al parecer la menor de sus preocupaciones era entrar a clase. En ese momento eché un vistazo al instituto, preguntándome qué estaría haciendo ahora Haley.
Me encontré con las siluetas de Lauren y Steve caminando hacia el campus, y se notaba que algo ocurría. Sin pensarlo dejé a Mark atrás, encaminándome hacia ellos. Al ya estar a pocos metros pude escuchar exactamente lo que discutían.
—No hagas caso, Lauren, no dejes que te afecte —Steve tenía el brazo alrededor de su cintura, atrayéndola hacia él, mientras se escuchaban los sollozos provenientes de esta.
¿Por qué Lauren lloraba?
—No puedo evitarlo, soy así —Lauren se llevó las manos al rostro mientras negaba con la cabeza.
—Estabas tan bien, Lauren, tienes que dejar de meterte en peleas.
—No quería, solo fui a pedirle a Haley Dickens que me hiciera tutorías, como me había dicho el profesor.
—¿Y por qué terminaste peleando con Acuña?
—Ella me dijo que no, entonces le seguí insistiendo. Y cuando comenzó a hablar con Marie le ofreció ayuda. Me enojé, pues le acababa de pedir lo mismo y se había negado. Entonces Marie comenzó a fastidiarme y... sabes que no iba a callarme.
—Tienes que estar tranquila, Lauren, y lo sabes. No te hace bien pelear a cada momento, me lo habías prometido.
—No quería hacerlo, es que ella... me saca de mis casillas. Ni te imaginas las cosas horribles que me dijo.
—Olvídalas, sabes que ellas no te conocen. Ei, mírame —Steve le tomó la mejilla para que Lauren lo mirara en vez de desviar la vista. Noté cómo unas cuantas lágrimas caían de sus ojos. Lágrimas reales—. No importa lo que diga el resto.
—Es fácil para ti decirlo cuando nadie habla mierdas de ti a tus espaldas.
—Sí lo hacen. ¿Y crees que me importa? No me vale nada la opinión de cualquier cretino de aquí, lo que sí vale es la opinión de los que quieres. Y la persona que más quiero eres tú.
—Escucharlo resulta tan simple.
—¿De qué hablas?
—De que no puedo evitar que la opinión de los demás no me importe, lo hace, y aunque lo intente no me es posible.
No entendía ni una mierda de lo que hablaban. ¿Desde cuándo Lauren Davis era tan sensible? Aún no me cabía en la cabeza si esto era parte de una actuación o algo así.
—¿Te has estado tomando las pastillas?
¿Pastillas? Miré a Lauren expectante. Steve paró de caminar, poniéndose junto a ella. Esta, por su parte, estaba con la vista en el suelo.
—Joder, Lauren, las necesitas. El psiquiatra lo dejó claro, si no te las tomas puedes empeorar.
—No te enfades, perdón.
—Claro que me enfado. ¿Por qué no las has tomado?
—¡Me dejan mal! Me siento como una mierda luego de tomármelas, ni puedo salir de mi cama.
Steve se pasó una mano por el cabello, al parecer estaba pensando qué decirle. Yo no sabía de qué iba todo esto.
—Solo será un tiempo, es para que mejores.
—Puedo hacerlo sin ellas, estoy segura —hubo un silencio, en el cual Steve miraba hacia los lados, sin mirarla—. No me crees capaz, ¿no?
—No es eso, creo que si te lo recetaron es porque es lo mejor para ti.
Nuevamente se formó un silencio, mientras Lauren jugaba nerviosa con sus dedos, y unas cuantas lágrimas más se formaban en sus ojos.
—Si quieres terminar conmigo dilo y ya.
—¿Qué?
Lauren soltó una carcajada quebrada que no tenía nada de alegría. Más bien era deprimente.
—Vamos, una novia con depresión, anorexia y bulimia no creo que sea lo más atrayente —abrí los ojos de golpe. ¿Lauren Davis con depresión? ¿Anorexia? ¿Bulimia?—. Puedes estar con cualquier chica cien veces más linda, delgada y feliz que yo.
—No soy Tyler, Lauren. ¿Por qué no puede entrarte en la cabeza? —¿Yo? Los miré con toda mi atención—. Me gustas, ni te imaginas cuánto. Y si tengo que repetirte todos los días lo hermosa, delgada y perfecta que eres para que te quede claro, lo haré.
—No puedes estar hablando en serio.
Steve volcó los ojos, cabreado.
—Sí que lo hago, Lauren. Sé que es apresurado, pero realmente te quiero, como nunca antes he querido a nadie. Y créeme que lo que me enamoró de ti fue lo de aquí —Steve había acortado la distancia con Lauren, quedando a escasos centímetros, y con el dedo apuntó a su corazón—. Sacas lo mejor de mí como nunca nadie lo ha hecho.
—Es difícil creerte cuando fuiste el mejor amigo de Tyler —esta lo miraba directamente a los ojos.
Y al escuchar nuevamente mi nombre no entendía de qué iba. ¿Qué tenía que ver con los problemas de Lauren?
—Sé que él causó tu inseguridad, tu miedo a subir de peso, tu desorden alimenticio. Pero eso no significa que yo soy igual. Y creo que con lo que llevamos juntos nunca te he hecho sentir así. ¿No?
¿Qué yo había causado qué? Debía ser una broma. Más de una vez le había comentado a Lauren que no le quedaba bien algún que otro pantalón, algunas faldas y vestidos. Pero... ¿Qué más quería que hiciera? Si me estaba preguntando cómo le quedaba y le quedaba mal, ¿para qué iba a mentirle? ¿Y ahora era yo el responsable de que sufriera depresión, anorexia y bulimia? Lauren asintió con la cabeza.
—Gracias, Steve —dijo esta, colgándose a él.
Los dos comenzaron a besarse como en una película romántica. Y yo, que no tenía ningún ánimo de quedarme contemplando a mi exnovia y mi exmejor amigo me retiré de la escena para dejarlos darse el lote en pleno instituto, algo a lo que ellos ya estaban familiarizados, al fin y al cabo.
( Haley)
—Pero si es el señorito popular —comentó Marie al ver a Simon caminando hacia nosotras con su bandeja en mano—. Ya estaba empezando a dudar si tu cabeza aún seguía con las neuronas intactas.
Simon frunció el ceño a Marie, sonriendo de lado. Y es que Marie nunca paraba con sus ironías de ese tipo, mientras que yo por mi parte quería salir de ahí. No sabía cómo mirarlo, no sabía cómo hablarle. ¿Sería cierto? ¿Realmente estaba enamorado de mí?
«Vamos Haley, ni te lo creas», me molestó mi inseguridad, haciéndome al menos relajarme. Tenía que autoconvencerme de que Simon no sentía nada por mí. Este en vez de sentarse al lado vacío que estaba junto a mí se sentó al lado de Marie, sin siquiera mirarme. «Bien, Haley, sácate de la cabeza esa idea», me dije a mí misma, «solo eres su mejor amiga».
—¿Listo para el partido del viernes? —le preguntó Marie, emocionada.
Simon asintió con la cabeza mientras se llevaba la comida a la boca.
—Los chicos dicen que es pan comido, aunque Whitey de todos modos nos ha hecho quedarnos hasta tarde entrenando.
—Está bien, mejor no confiarse —yo asentí con la cabeza, sin añadir nada—. ¿Y Steve Fox sigue siendo un cretino como siempre? ¿O ha cambiado su actitud?
—Ni me hagas hablar de él —Marie soltó una carcajada, a lo que Simon volcó los ojos—, con eso te digo todo.
Mientras estos dos seguían charlando me perdí observando la cafetería en busca de la mata de cabellos rubios, pero principalmente me interesaba Narco. Necesitaba encontrarlo. Necesitaba hablar con él. Necesitaba saber quién era. En eso que mis ojos se toparon con los de James Ross, que estaba justo entrando a la cafetería, y noté que se me quedó mirando fijamente, frunciendo el ceño. Yo bajé la vista de inmediato, avergonzada.
—¿Haley? —la voz de Marie me hizo volver a estos dos.
—¿Eh?
—Estás rara. ¿Qué sucede?
Negué de inmediato, pareciendo de lo más normal.
—Nada, solo tengo sueño.
Los miré a ambos como si nada, volviendo a tomar atención en mi almuerzo.
—Voy a buscar una gaseosa. ¿Quieren? —Simon y yo negamos, pero en ese momento me arrepentí. Quería decirle a Marie que no se preocupara, que yo iba a por ella. Pero, en cambio, ni me moví, dándome cuenta de que iba a quedarme sola con Simon.
No, no podía ser. Observé cómo Marie caminaba hacia la máquina de gaseosas, que quedaba en la otra esquina de la cafetería. «Apresúrate, vamos», pedía interiormente.
—¿Y? ¿Qué era eso tan urgente que tenías que hacer ayer? —la voz de Simon me hizo voltearme hacia su dirección.
Oh, cierto, cuando iba a hablar con Narco este había aparecido ahí.
—El trabajo, iba a llegar tarde —mentí. No iba a contarle nada de mi relación con Narco, nunca lo haría.
Simon me mataría, ya que el tema de las drogas lo ponía loco. ¿Y qué más iba a pensar si le decía que había ido a hablar con él? Mejor ahorrárselo.
—¿Y cómo estuvo? ¿Muy agotador?
Asentí con la cabeza, a lo que desvié la vista en busca de Marie, pero esta había desaparecido.
—Como siempre, ya sabes.
—¿Llegaste muy tarde a casa?
—Bastante, pero al menos me dio un poco de tiempo para estudiar.
Simon miraba a un punto fijo de la mesa, como si quisiera decirme algo. Quería preguntarle, pero tenía miedo de que fuera algo que tuviera que ver con el beso. Prefería ahorrármelo.
—Marie está tardando bastante, iré a ver qué sucede —me excusé, levantándome de mi asiento, a lo que los dedos de Simon tiraron de mi brazo suavemente. Lo miré extrañada.
—Creo que puede ingeniárselas para comprar una gaseosa —sin dudarlo, volví a mi asiento. Entonces Simon quitó su mano de mi brazo, echándome una mirada—. ¿Qué sucede, Haley? Y no me vengas con que tienes sueño, porque no me lo creo.
—Nada, en serio, que no dormí bien.
—Y otra mentira más. ¿No te cansas? Ya hasta te está saliendo natural.
—¿De qué hablas? —tartamudeé nerviosa.
—Soy tu mejor amigo, ¿lo recuerdas? Te conozco mejor que cualquiera, y sé distinguir una mentira de tu parte.
Un silencio. Eso fue lo que se formó cuando Simon me miraba directamente a los ojos, esperando una respuesta de mi parte. Una respuesta que no llegó.
—Sé que me echaron de menos, chicos —Marie rompió el momento, abriendo su gaseosa con aire triunfante—. ¿Qué decían?
Yo solté un suspiro, desviando la vista nuevamente hacia la entrada de la cafetería, a ver si Tyler hacía su entrada.
—Hablábamos con Haley de su trabajo, ya sabes, ayer tuvo un día duro —ni me digné a darme la vuelta, el tono de voz de Simon sonó frío e irónico, lo que me hizo darme cuenta de que él sabía perfectamente lo que Marie iba a responder.
—¿Eh? ¿No habías renunciado hace unas semanas?
Bien, ahí estaba. No podía más, tenía que desaparecer de ahí ahora mismo. Sin siquiera voltearme tomé mi bolso y me enderecé, alejándome de la mesa, y escuché a Marie llamarme desde lo lejos, y por parte de Simon ninguna palabra. Le había mentido, pero él también me había seguido el juego sabiéndolo.
Salí de la cafetería de inmediato, con el corazón a mil. Tenía que salir, estaba cansada de mentirle a Simon, pero también quería evitarlo, no podía con todo esto del beso. ¿Pero por qué me importaba tanto?
(Tyler )
Caminar por los pasillos sin tener el valor de entrar en la cafetería por Haley era patético. Pero, ¿qué más podía hacer? Era la verdad, no quería encontrarme con ella. Aunque, por otra parte, necesitaba saber qué diablos había ocurrido con Lauren Davis por la mañana. Mis súplicas fueron escuchadas, ya que justo en ese momento esta estaba doblando hacia el pasillo por el que venía, pero aún no se percataba de mi presencia.
Iba a decirle algo, pero la figura de Simon Adams apareció al instante. Mis nudillos se apretaron, haciéndome quedar ahí quieto, sin moverme, puesto que la cara de Haley al verlo era diferente a la que estaba familiarizado. Algo andaba mal.
—Espera, Haley —le pidió Simon cuando esta comenzó a caminar sin reparo, alejándose de él. Yo por mi parte me aparté para que no me pudiera ver—. ¡Ei! Aquí el que debería estar enojado debería ser yo, tú me mentiste.
«¿Qué mierda me perdí aquí?», sonreí al ver que al parecer habían discutido.
—¿Yo te mentí? ¿Y tú qué? Sabías que ya no estaba trabajando y de todas formas fingiste que no. ¿Y eso qué es? —Haley se había dado la vuelta hacia él, con un tono de voz bastante frío.
—Estaba viendo hasta qué punto me mentías en la cara.
—¿Con qué fin? —el tono de voz de Haley cada vez subía más de volumen, parecía que iba a plantarle un puñetazo en el rostro...
—Dímelo tú. ¿Con qué fin me mientes? —un silencio, en el que Haley bajó la vista—. Me preocupo por ti, no lo hago para fastidiarte.
—No estoy metida en nada, si es lo que quieres saber —ahora la risa algo burlona de Haley se hizo escuchar, donde volcó los ojos.
—Y de nuevo. ¡Para de mentir! —le recriminó acercándose más a ella.
—No lo estoy haciendo, si no me crees es tu problema, no el mío —noté cómo esta se abría ante la proximidad de este.
—Claro que lo es, eres mi mejor amiga.
—Sí, MEJOR amiga —le recalcó—, no soy tu hermana ni tu hija, así que puedo cuidarme perfectamente sola, gracias —Haley le sonrió con una mueca y comenzó a caminar alejándose de Simon Adams, que estaba ahí parado, tieso como una roca.
—¡Esta no eres tú! Sea lo que sea en lo que estás metida, aléjate.
Haley paró de mover las piernas, y pensé que iba a darse la vuelta y responderle con una grosería o algo por el estilo, pero al parecer se arrepintió, ya que siguió su camino luego de la pausa, sin mirar atrás. Simon, que había esperado una reacción de esta, negó con la cabeza, soltando un suspiro frustrado, dándose la vuelta al camino contrario. Yo saltaba de alegría. Haley cada vez se acercaba más en donde estaba, y sin pensarlo dos veces dejé mi orgullo de lado para encararme a ella.
—Hola —dije, y me maldecí al parecer tan estúpido.
«¿Hola? Pareces marica, Ross», me molestó mi interior.
—Mier... —esta ni pudo terminar, cayendo al suelo al haberla asustado.
—¿Lo siento? —fruncí el ceño al ver cómo esta seguía mirándome directamente, aún apretando los dientes—. Me ha gustado que hayas puesto en su lugar al cretino de Simon, bien hecho —le guiñé un ojo mientras se enderezaba.
—Y te dignaste a aparecer...
—Como no fuiste capaz de pedirme perdón, pues fui maduro y vine a solucionar las cosas.
—¿Yo, pedirte perdón? Tú eres el que no puede aceptar una pizca de realidad.
—Auch. ¿Pero qué te picó hoy? A ver, creo que mi ausencia te ha puesto cada vez más amargada.
—El hecho de tener que mentir a todos me pone amargada, no tu ausencia.
Abrí los ojos ante sus palabras. ¿Quién era esta? Pero recordé lo que acababa de presenciar: había tenido una pelea con Simon por el hecho de tener que mentirle, principalmente por mí. Era normal que estuviera fastidiada con el origen de la mentira en sí. Y ese era yo.
—Para cambiar el tema, yo también te eché de menos, Haley —sonreí de oreja a oreja, ganándome una curva diminuta por parte de ella.
—Capullo.
—Sabes que te pone que lo sea —esta ahora soltó una carcajada ante mi atrevimiento, ganándome suavizar su humor.
—Antes de olvidarnos de nuestra discusión quiero dejarte algo bien claro —la miré extrañado—. Si vuelves a hablarme del mismo modo que el del otro día juro que no voy a ayudarte. Y hablo sumamente en serio. ¿Bien?
Realmente estaba asombrado por el cambio tan radical que estaba tomando Haley. Sin pensarlo asentí con la cabeza.
—Entonces, déjame que te diga ahora yo algo bien claro. Tú no me juzgas, como tampoco lo he hecho yo contigo. Creo que uno mismo se conoce mejor que otro. ¿Bien?
Haley también asintió en señal de acuerdo, a lo que los dos nos relajamos, ya que la discusión de hacía unos días aún quedaba en el ambiente.
—¿Has descubierto algo más? ¿Quieres contarme qué has hecho estos días?
—En resumen, nada importante. Ya sabes, decidí tomarme unas vacaciones con el cuarteto. Y, por otro lado, he estado con Mark y Diana... —Haley iba a preguntarme algo al respecto, pero me adelanté—. Complicada historia. Y bueno, también de Steve y Lauren. Vas a contarme qué mierda sucedió contigo y ella en la mañana.
—Larga historia.
—Pues cuéntame, tengo toda la eternidad.
En eso, como si la mala suerte estuviera en una nube sobre mí, el timbre comenzó a sonar, informando de que las clases volvían, que el receso había terminado. Pero no iba a rendirme así de fácil. Miré a Haley, que me observaba con un puchero.
—¿Quieres escapar? —le animé, acercándome bastante a ella—. Solo te perderás Literatura, sabes que te va bien de todos modos.
—Está bien —abrí los ojos sorprendido, sonriendo ampliamente, a lo que esta negó con la cabeza—. Solo por esta vez, tengo que contarte algo mucho más serio que Lauren Davis, créeme.
(Haley)
Corrí hacia el autobús, que justo estaba a punto de cerrarse. Mi corazón latía a mil por segundo y sentía que iba a morir de los nervios. Había escapado del instituto por primera vez en mi vida. Y lo peor de todo era que pensar que pudieran haberme visto me ponía a cien.
—¿Ves como no era tan difícil? —Tyler estaba a mi lado, sonriendo como un niño pequeño. Al parecer el hecho de haber aceptado su invitación lo había puesto de muy buen humor.
—Eso lo dices porque no tuviste que trepar una muralla de cuatro metros.
—Esas son las ventajas que conlleva ser un muerto parlante, no me quejo.
Yo ni respondí, solo me quedé mirando el camino por un buen rato. La discusión con Simon me había puesto mal. Bastante mal.
—¿A dónde vamos? —miré a Tyler, esperando su respuesta, a lo que este se encogió de hombros.
—Creo que ir a "nuestro lugar" no estaría mal.
—¿Nuestro? —subí una ceja sin creérmelo.
—Si quieres le llamo mi lugar, que luego tú me robaste.
—No te lo robé, el lugar era tan tuyo como mío. Solo me sorprendiste al usar un plural. Estás avanzando, Tyler —le sonreí orgullosa.
Hacer verdad algo que es mentira. La frase de Narco venía una y otra vez a mi cabeza, y más aún si tenía a Tyler a mi lado. No sabía a qué se refería, pero el hecho de que Tyler hubiera dejado su orgullo de lado para hablar conmigo no estaba mal.
—Bueno... cambiando de tema. ¿Qué tienes que contarme?
—Prefiero que lo hablemos cuando lleguemos —este frunció el ceño y yo le hice señas con los ojos para que notara que un grupo de chicos que estaban sentados al final del autobús me miraban extrañados, y hasta uno tenía su celular apuntándome.
—Te están grabando, ya imagino mañana a todos con un vídeo de ti hablando sola —Tyler soltó una carcajada, burlándose de mi—. Aunque quizás solo están grabando tu fatal atuendo. ¿Qué diablos te dije con combinar rojo y amarillo? ¿Es que te volviste loca?
Me tragué las palabras que quería decirle, no iba a avergonzarme más por él. ¿Qué le sucedía a todo el mundo con esos dos colores juntos? ¿Era tan fatal? Miré mis pantalones amarillos más mi blusa roja sencilla. ¿Tan mal me veía? Y yo que creía que había sido perfecto.
Al fin llegamos. El autobús nos dejó a unos pocos metros del lugar.
—¿No te sientes mal con estar aquí? Ya sabes, el accidente.
—Extrañamente me siento mejor aquí que en cualquier parte, es raro, lo sé.
No quería retomar nuestra charla del fin de semana, en la que este mismo lugar comenzamos a hablar sobre todo eso, de modo que cambié el tema, yendo al grano.
—Necesito hablarte sobre Narco, no vas a creértelo.
Este miraba los alrededores sin ningún interés.
—Con todo lo que ha pasado Narco es una de mis menores preocupaciones.
—Ahora ya no lo será —le respondí nerviosa.
Tyler me puso toda su atención, cambiando su expresión a una seria.
(Tyler )
—¡No puedo creerlo! ¿Narco? ¿Qué mierda tiene que ver él con todo esto?
—No lo sé, me decía cosas algo extrañas, pero siempre creí que era porque estaba colgado. Pero cuando me dijo todo esto créeme que estaba limpio —me pasé una mano por el cabello, nervioso, y es que luego de que Haley me contara su conversación al pie de la letra me quedé con la boca abierta. La última persona de la que me esperaba algo así era él.
—Él lo sabe, no hay duda —sentencié luego de un silencio, en el cual Haley me miraba esperando que dijera algo y yo me restaba a reflexionar toda la información.
—¿Pero por qué? ¿Qué tiene que ver un estudiante narcotraficante en todo esto? No calza, Tyler.
—No lo sé, pero tenemos que averiguarlo. Si sacamos cuentas, él está de nuestra parte.
Ya que, entonces, ¿por qué le había contado todo esto a Haley?
—No me confiaría, Tyler. Narco no me da confianza. No creo que sea una buena idea.
—Lo es. Piénsalo, Haley, ¿por qué te dijo lo que te dijo? Podría no haberte dicho nada, pero, en cambio, lo hizo.
Un silencio, en el cual Haley estaba pensándoselo. Yo pensaba en frases que me había dicho Haley, las cuales retumbaban en mi mente.
"Tic-toc, tic-toc, tic-toc, tic-toc. Si tú avanzas no puedes dejarlo atrás, si él avanza no puede dejarte atrás. Son un todo, el todo no puede avanzar si uno se queda atrás, esa es la clave. Si uno queda atrás, todo el todo se queda atrás. Y el tiempo sigue corriendo, tic-toc, tic-toc, tic-toc". ¿Significaba que me quedaba poco tiempo? Porque sabía que todo lo de dejar atrás y avanzar significaba que los dos teníamos que ir juntos en esto.
Pero el tema del tic-toc me ponía nervioso, tenía miedo de que eso fuera sinónimo de que me quedaba poco tiempo para volver a la vida y que, si no lo hacía, pues me iría... donde sea que tuviera que ir. Comencé a pensar en otras frases que este había dicho, y había una que me resultaba extrañamente familiar.
—Verdad, mentira, todo depende de cómo se mira —repetí, ganándome la atención de Haley—. Lo he escuchado antes, estoy seguro.
—Es Shakespeare, lo vimos el primer trimestre en Literatura. Aunque más bien la frase original es: Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira. De todos modos, luego Pedro Calderón de la Barca la modificó: En la vida todo es verdad y todo es mentira. Más tarde Ramón de Campoamor también la tomó, cambiándola de nuevo: En este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.
—Bueno... eso responde perfecta y detalladamente a mi duda —le dije, aún sin poder entender cómo mierda Haley sabía tanto—. Entonces podemos concluir que la frase tiene que ver con todo lo que me está sucediendo por... —la miré esperando su sabia respuesta.
Ilumíname, gran sabia Haley.
—Creo que por un motivo bastante simple. Según Narco tú eres la Mentira —asentí
con la cabeza de acuerdo— y yo la Verdad. Es como un sinónimo de lo bueno y lo malo —iba a protestar, pero esta siguió—. Deja que termine. Entonces todo esto va de que la mentira depende de las circunstancias. Y la verdad igual. Y pensándolo bien, quizás se refiera a que tenemos que ver todo esto desde otro punto de vista. Quizás la mentira tiene una razón de serlo y la verdad también. Tenemos que averiguar el porqué.
—No me convence. ¿Y cómo sugieres que lo hagamos?
—Convirtiéndote en verdad, como dijo Narco. La respuesta es esa. Y mira, has cambiado, pero no del todo. Aún te falta, y creo que para poder convertirte por completo tenemos que cambiar el juego.
—¿Cómo?
—No lo sé, pero sí estoy segura de que necesitamos que Narco sea más claro. Y no quiero asustarte, pero creo que él me advirtió de que no queda mucho tiempo.
¿Cuánto? ¿Meses? ¿Semanas? ¿Días? ¿Horas? Necesitaba saber la cifra exacta, me ponía nervioso pensar que en cualquier momento iba a desaparecer e irme... ¿dónde? Aún faltaban muchas cosas por resolver. Aaron. Richard. Fernando. Roy. Anna. Mark. Incluso mis propios padres, que no tenía ni idea de quiénes eran realmente. Y por otro lado me daba mucha curiosidad saber quién diablos era Narco. ¿Cómo mierda sabía todo eso?
(Haley)
—¡Llegué, mamá! —grité al entrar en casa, colgando mi bolso en el perchero.
En eso, escuché unas risas provenientes de su cuarto, cuya puerta estaba abierta de par en par.
—¿Mamá? —pregunté, entrando dentro y encontrándome con mi madre y Roy sentados en su cama mirando un álbum de fotografías.
—¿Qué te dije? Roy es tu padre —la voz de Tyler hizo que esa suposición se hiciera más que obvia.
—¡Haley! Ven aquí a ver estas fotos con nosotros —mi madre me miraba sonriendo ampliamente.
Roy por su parte reparó en mí y me saludó de manera cariñosa, haciéndome un hueco entre ellos. Tyler soltó una carcajada, ya estaba mirando las fotos con ellos.
—Siempre supe que no eras una chica normal, pero esto me lo deja más que claro —dijo Tyler burlándose de mí. Yo me puse entre ellos para poder ver por qué se reían tanto de mí.
«Trágame, tierra, te lo suplico», rogué al ver la foto en la que aparecía a los once años, vestida con una blusa escotada, una pollera apretada de mamá y unas botas de aguja que me quedaban enormes. Sin olvidar que le había robado el maquillaje, pareciendo más un payaso que una mujer.
—Ni sabes el susto que me llevé al verla así vestida —le comentó mamá a Roy.
—No sabía que desde pequeña ya querías ser stripper, Dickens, te pega bien
—Tyler me miraba seductoramente, relamiéndose los labios.
Y yo le dije, moviendo los labios: «Púdrete, Ross», a la vez que lo fulminaba con la mirada. Aunque, claro, el rubor de mis mejillas no pudo evitarse.
—Haley, realmente eras un ángel de pequeña —comentó Roy al ver unas cuantas fotografías de mí cuando era bebé, y tengo que admitir que no salía nada mal.
—Un ángel en las fotos, pero qué dolor de cabeza que eras, niña —mamá cerró por fin el álbum y fue a dejarlo a su lugar—. Llorabas o hablabas en todo momento.
—Eso es cierto —interfirió Roy, y noté cómo mamá, que estaba dándonos la espalda guardando el álbum de fotos, se quedó quieta—. O sea, ya sabes, cuando vine a visitarlas hace muchos años.
—¿Cuándo exactamente? —me metí, y noté cómo Roy miraba a mi madre.
—Cuando todavía ni habías cumplido un año —dijo mamá segura, a lo que me encogí de hombros, como dando a conocer que tampoco era que me importara tanto.
—Pregúntale si conoció a tu padre, a ver qué dice —la voz de Tyler, próxima a mí, hizo que ahora me pusiera nerviosa. Odiaba hacer esto. No quería, pero tenía que averiguar si era cierto que Roy era mi padre.
—Entonces conociste a mi padre, ¿no?
—Sí, lo hice —la cara de Roy no hizo más que reafirmar la suposición de Tyler.
(Tyler )
Luego de que Roy se marchara fui a la habitación de Haley, ya que esta se había encerrado después de que Roy le respondiera a la pregunta.
Sí, lo hice.
Esa había sido la simple respuesta de Roy luego de que Anna lo echara más bien de su casa, ya que, según ella, Roy tenía una comida importante con su trabajo. A Roy, en un comienzo, lo tomó desprevenido, dejando claro que todo era una mentira. Pero, en fin, Haley realmente se creyó eso, y le dejó irse.
—En conclusión, Roy es tu padre —sentencié, al ya estar dentro, echándome encima de la cama de Haley con los brazos abiertos.
—No lo sabemos.
—Claro que sí, tú misma viste la cara de tu madre y la de Roy cuando les preguntaste.
Haley volvió la vista a sus estudios, y no agregó nada, ya que al igual que yo sabía que tenía razón. Solo que no quería admitirlo.
—¿Qué estudias? —le pregunté luego de un rato.
—Química.
—No entiendo. ¿Qué vas a estudiar?
—No lo sé, me apasiona la Literatura, pero también me voy por las Ciencias.
—Ah. ¿Entonces serás doctora o escritora?
—Ahá.
—Te veo más como escritora, de doctora serías un desastre.
—¿Gracias?
—Solo te digo lo que veo, mejor no trabajes de nada relacionado con tener la vida de alguien en juego. Como ya dije, serías un completo desastre.
—Eres un cretino, Tyler, mejor no digas nada —esta se volteó hacia mi mirándome furiosa—. Además, ¿qué insinúas? ¿Que soy un completo desastre ayudándote a volver a la vida?
Fruncí el ceño, no me refería a eso.
—Me entendiste mal, me refiero a que eres un desastre en temas en que te pones muy nerviosa, como hospitales, sangre y todo eso.
Esta se demoró en responder, aunque al final lo hizo.
—Tienes razón, pero solo en ese punto —esta volvió a mirar los apuntes, escribiendo sus resúmenes—. ¿Y tú qué estudiarás?
—Me gustan los números, y aunque es difícil de creer no me va mal en Matemáticas.
—Qué bien, eso es estupendo, Tyler —Haley nuevamente se dio la vuelta hacia mí, sonriéndome de oreja a oreja. Asentí con la cabeza—. ¿Y qué tienes pensado con el fútbol americano?
—No lo sé, todo dependerá. Si puedo llegar a las ligas mayores sería genial, pero tampoco voy sin nada por si acaso. No sé si me entiendes, pero no quiero arriesgarme al fútbol americano, porque cualquier lesión puede arruinarme la carrera y la vida para siempre.
—Te entiendo, me sucede algo parecido con la escritura. Si estudio para crear novelas y luego no tengo éxito, ¿qué haría con mi vida? Por eso me pienso todo lo que tiene que ver con la medicina. Es como un plan B.
—Exacto —sentencié, no podía creer que a Haley le sucediera lo mismo que a mí—. Creo que escribirás unos libros increíbles, tienes la pinta de escritora profesional.
(Haley)
Me quedé quieta, con el lápiz en la mano sin poder creerme lo que había escuchado. ¿Tyler Ross me había dicho un cumplido? No podía creérmelo, siempre había pensado que decir que quería ser escritora era sinónimo de perdedora, de rata de biblioteca. Pero, en cambio, al decírselo a Tyler su reacción fue una totalmente diferente a la que me esperaba.
—Tú... también serías un excelente matemático —pude decir, algo torpe—, aunque... también eres excelente en el fútbol americano. O sea, tampoco digo que mejor sigas el deporte, pero como dijiste, ya sabes, matemáticas, plan B... y... —noté cómo Tyler soltaba una carcajada— ...mejor me callo.
—No, si lo entendí, solo que te pones tan roja cuando estás nerviosa —este siguió burlándose, aunque lo hacía de buena intención, por lo que no pude enojarme con él. Me costó desviar la vista de su tan perfecto rostro.
«Haley Dickens, cierra la boca o se hará evidente que se te cae la baba», me habló mi cerebro, y yo le hice caso.
—¿Y qué tal Kyle? —pude decir. Era lo único que se me ocurría para cambiar de tema.
—Hemos discutido, ya sabes, hoy no fue mi día.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió?
Tyler al parecer se debatía consigo mismo si decirme o no la raíz de lo que había sucedido con Kyle, hasta que al fin abrió la boca.
—Dije algo que no debí.
—¿Qué cosa?
—No quieras saberlo.
—Dime —le exigí. Quería saber cuánto era el daño que había hecho. Tyler me miraba y bajaba la vista sin abrir la boca.
—Estaba cansado de que siempre estuviera tan feliz, ya sabes, Kyle tiene esperanza, cree realmente que va a volver, va a jugar al fútbol americano, a ayudar a su familia con el dinero que gane y a vivir feliz para siempre con su novia. Tantos sueños, tanta felicidad, me hizo cabrearme.
Asentí con la cabeza, Tyler estaba celoso de Kyle. Pues este tenía más oportunidades de Tyler de vivir y refregarle en su cara todas las cosas que iba a hacer, pues debieron llevarlo a un colapso hacia Kyle.
—Entonces, le dije la realidad. Me plante ahí, y le dije que su novia no iba a esperarlo el resto de su vida, que no fuera ingenuo, ya sabes.
«La has cagado, Ross», pensé en mi interior. No conocía a Kyle directamente, pero con lo que me contaba Tyler él era un chico con sueños, esperanza y felicidad. Y que Tyler, la única persona con la que podía hablar, le dijera algo así no estaba nada bien.
—Ahora es tu turno de decir: Tyler Ross no has cambiado nada, no puedo creerlo, yo creí que habías cambiado —este imitaba mi voz, aunque no en burla, sino más bien algo entristecido.
Negué con la cabeza.
—Tienes que ir ahora a disculparte con él, Tyler —fue lo que salió de mis labios—. Eres lo único que tiene.
(Tyler )
No podía creer que le hubiera hecho caso a Haley, ya había llegado al hospital y estaba caminando por los pasillos en dirección a Kyle. No quería venir, pero la insistencia de esta no me dejó más opción. Y si quería volver a la vida tenía que hacer este tipo de cosas, como disculparme más seguido.
Al ya estar en el pasillo, desde donde estaba su habitación a unos pasos, noté que estaba sentado en mitad de este, y que tenía las manos en la cabeza y la vista en el suelo. «Solo te acercas, le dices "lo siento" y ya está», me animó esa vocecita en mi cabeza. Animado, me acerqué a él rápidamente. Tomé aire y solté rápidamente las palabras.
—Lo siento.
Listo, todo arreglado. Kyle subió la vista hacia mí, mirándome un momento sin decir nada. Parecía bastante decaído.
—¿Qué has dicho?
Estupendo, el idiota no lo había escuchado. Volqué los ojos y nuevamente tomé aire.
—Lo siento.
—¿Eh? Habla más fuerte.
—Jódete, escuchaste perfectamente —noté cómo Kyle soltó una risa, haciéndome señas para que me sentara junto a él, cosa que hice.
—Ya estaba dudando si vendrías a disculparte. Me alegro mucho que lo hagas, amigo —me animó, donde no había rastro de resentimiento en su voz.
—¿No estás enojado?
—Sip, pero el hecho de que te disculparas me ha hecho aflojar.
—Sabes que no quería decirlo, estaba fastidiado con que todos creyeran que me conocían mejor que yo.
—¿Haley? —esa mirada que puso Kyle me hacía tener ganas de golpearle el rostro. Ya sabía que iba a comenzar su discurso de: "Tyler, dile a Haley que te gusta. Haley es la perfecta chica para ti" y bla, bla, bla.
—No empieces —le corté antes de que comenzara con todo eso.
—Bien, no diré nada al respecto.
Asentí de acuerdo, y me puse a mirar el hospital, que estaba bastante vacío. Solo se veía a las enfermeras caminar de un lado a otro.
—Quiero retractar lo que te dije sobre tu novia. Confío en que vas a salir de esta, vas a jugar al fútbol americano, ayudar a tu familia y a vivir feliz para siempre con tu novia. Ten fe y todo va a resultar tal cual lo quieres. Y me tienes a mí para... lo que sea —Kyle me miraba intrigado—. Mierda, sabes que esto no se me da bien —Reyes soltó una carcajada.
—Haley te dijo que me dijeras eso, ¿no? —este sonreía, intentando tragarse la risa.
—Sí, estuve aprendiéndomelo todo el camino. Y no te rías, creo que me salió mejor de lo que me esperaba.
Kyle volvió a reír sin hacerme caso. Yo, por mi parte, también sonreí.
—Aunque todo esto sea una completa mierda me alegro mucho de que al menos haya algo bueno —lo miré sin entender—. Tengo que confesarte que no me caías bien cuando estábamos los dos "vivos", solo te admiraba por lo bien que jugabas, pero por lo demás te encontraba un completo capullo.
—¿Gracias?
—Te lo digo para dejarte claro que no es así, que con todo esto al menos pude conocerte, conocer al verdadero Tyler Ross.
Aunque quería burlarme de él por lo marica que se estaba comportando, no pude. Ya que si hablábamos en serio también agradecía haber conocido a Kyle detrás de toda esta mierda que estaba viviendo.
—Luego vamos a reírnos de todo esto, los dos en las ligas profesionales, ganando millones, imagínatelo. Mis hermanos van a poder comprarse todo el centro comercial y mamá por fin va a poder operarse del hígado —Kyle se perdía entre sus pensamientos, imaginando todo el futuro que se le venía.
Yo también lo hice. Imaginar todo lo que haría cuando estuviera vivo... Iba a ser una pasada. En eso, se escuchó a una enfermera gritar en el pasillo. Todo sucedió muy rápido.
—A la habitación 146. ¡Está despertando! —las enfermeras se movían de un lado a otro.
Yo estaba en estado de shock. ¿Habían dicho 146? Porque, si mal no lo recuerdo, esa habitación era la de Kyle.
Sí, era él. ¿Estaba despertando? ¿Kyle Reyes? ¿Estaría hablando en serio? Miré a mi lado, donde Kyle estaba con la misma expresión en el rostro. No se movía, quieto como una piedra.
—Kyle... ¿Es imaginación mía o acaban de decir que...? —ni podía hablar de lo conmocionado que estaba.
—Yo también lo oí —susurró moviendo su cabeza a mi dirección con los ojos abiertos de par en par—. ¡Mira! —este gritó, moviendo sus brazos.
Se notaba cómo estos comenzaban a desaparecer. Alcé la vista hacia él. Kyle estaba comenzando a desvanecerse. Escuché su risa nerviosa. Me miraba fascinado.
—¡Voy a volver, joder! ¡TYLER, VOY A VOLVER! No puedo creerlo, no puede ser
—este sonreía, totalmente flipado.
En eso, su cuerpo ya estaba desapareciendo, y yo también sonreí. ¡Kyle iba a volver! Me sentía muy feliz por él. Pero noté que una enfermera que había salido de la habitación parecía preocupada. Extrañado, puse mi atención en ella al instante.
—¡Llamen al doctor Matthew, lo estamos perdiendo! Necesitamos ayuda —gritó al pasillo, siendo como me volteé de golpe hacia Kyle.
Pero este ya no estaba. No. No podía morir. Me rehusaba a que ocurriera. Sin pensarlo dos veces salí como un torbellino hacia la habitación, donde mis preocupaciones estaban pendientes en él. Kyle no podía morir, no podía tirar todos esos sueños que lo esperaban para ser cumplidos. Crucé la pared blanca, adentrándome a la habitación 146.
Todo era un caos, había tres enfermeras intentando ayudar a Kyle, que convulsionaba en su camilla. Estas le daban del aparato de oxígeno y lo demás que hacían era ir controlando el ritmo cardiaco, que estaba bastante bajo.
—¿Dónde mierda está el puto doctor? —grité, cabreado.
Kyle Reyes no iba a morir. Me acerqué a él temblando y me coloqué a su lado. Justo en ese momento comenzó a sonar un pitito, y al mirar la pantalla me quedé quieto, sin poder creérmelo. Había bajado a cero, todo había bajado a cero, lo que significaba que...
¿Kyle había muerto? Le eché una mirada aún sin poder salir de mi pasmo, encontrándome con su cuerpo inerte.
—Kyle... —unas lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Caí al suelo sin siquiera percatarme—. No... por favor, Kyle... —rogaba.
El doctor apareció en ese momento, le abrió la camisa a Kyle de golpe y le pidió a una enfermera que le diera un desfibrilador. Yo me enderecé, y es que quizás este pudiera salvarlo. En el primer intento no sucedió nada, luego en el segundo tampoco. El doctor pidió que subieran la carga, y lo intentó dos veces más. Pero nada.
Parecía que se había rendido con Kyle, pero pidió una última vez, y la carga volvió a subir. Cerré los ojos, rogando a Dios, o a quien fuera que pudiera ayudar a Kyle a vivir, que lo hiciera. En eso, el aparato que estaba conectado a Kyle comenzó a sonar. Abrí los ojos y vi cómo las enfermeras estaban sonriendo y el doctor les pasaba las dos placas.
—Estable —sentenció.
Una sonrisa enorme se posó en mi rostro y unas cuantas lágrimas más bien de alegría comenzaron a caer.
—¡GRACIAS! —grité a todo pulmón con la vista hacia arriba.
El doctor comenzó a inspeccionar los ojos de Kyle con una linterna, a lo que yo lo miraba intrigado.
—Díganle a su familia que Kyle Reyes va a despertar hoy mismo —las enfermeras felicitaron al doctor por última vez, retirándose de la habitación. Este, al terminar de comprobar que todo estuviera perfecto, hizo lo mismo.
Al quedarme solo en la habitación tenía los ojos abiertos de par en par. ¿Había dicho que iba a despertar hoy mismo? Sonreí ante la idea, hacía menos de cinco minutos Kyle estaba a punto de morir y ahora iba a despertar en cualquier instante. Me quedé un momento junto a él hasta que ya se puso algo aburrido, por lo que salí de la habitación en busca de su familia. Quería saber de ellos.
Entré en la habitación de espera, donde además de su familia noté varias caras conocidas del equipo, entre ellos Steve, que estaba sentado en una de las sillas charlando con otros chicos preocupados. Por otro lado, me acerqué al grupo que debía ser la familia de Kyle. La madre era una mujer que debía rondar los cuarenta y cinco años, era algo regordeta. Su padre parecía el típico negro simpático de las películas. Y bueno, sus hermanos eran bastantes.
Había dos chicas de distintas edades. Luego estaban unos dos pequeños con la vista gacha, sin decir nada. Si contaba a Kyle, ¿eran cinco hijos? Abrí los ojos sin creérmelo, por supuesto que con tantos sus padres no podían ingeniárselas. Y por esa misma razón, Kyle, al ser el mayor, sentía la responsabilidad de ayudarlos con la beca, que lo más probable ganaría para entrar a una excelente universidad. Sonreí sin poder evitarlo, quería ver eso.
Ya me imaginaba a Kyle conmigo jugando en la misma liga, riéndonos de todo lo que nos había sucedido. Sí, eso iba a suceder. En eso, una figura femenina bastante atractiva llamó mi atención. Debía ser la novia de Kyle, no me cabía duda. Esta estaba sentada con los ojos llorosos y un rosario en mano. Seguramente rezando. Yo la observé detalladamente, era una chica bastante sencilla, tenía el cabello oscuro como Kyle, de estatura media, y estaba bastante buena.
—¿Familia Reyes? —toda la atención de la sala se centró en el doctor Matthew, que estaba ahí parado con una sonrisa. La novia de Kyle se acercó a él de inmediato.
—Aquí —el padre de Kyle levantó la mano, con toda su familia atrás, más todo el equipo —¿Cómo está mi hijo?
—Estable, todo está en orden. Y... —este hizo un silencio, en el cual todos estaban bien atentos— ...está despertando, por lo que pueden entrar usted y su mujer a la habitación. Luego podrán ir entrando poco a poco cuando ya esté en perfecto estado.
Todos los del equipo comenzaron a aplaudir y reír, entusiasmados.
—¿Puede venir la novia de mi hijo? —su madre tenía a esta agarrada del brazo. Le cayó una lágrima por la mejilla.
—Claro, vengan conmigo —el doctor fue llevándolos a la habitación, mientras que yo, sin pensarlo, entré traspasándola de inmediato.
Me acerqué a Kyle. Estaba entreabriendo los ojos justo en ese momento. Sus padres y su novia entraron y se pusieron alrededor de este. Kyle entreabría y cerraba los ojos, ya que según el doctor debía ser por la luz de la habitación. Este al fin los abrió completamente, y noté que estaba algo confundido. Su vista estaba en los aparatos, la habitación. Y luego llegó a parar en los presentes, y caí en la cuenta de que no reparó en mí. Kyle Reyes ya no me veía.
«Claro Tyler, si él ahora está vivo», me dijo la vocecita en mi interior.
—Soy el doctor Matthew. Estás en el hospital, tuviste un accidente. ¿Lo recuerdas?
Mi amigo asintió con la cabeza, aún aturdido.
—¿Cómo te llamas?
—Kyle Reyes.
—¿Edad?
—Dieciséis años.
—¿Los reconoces?
—Mi padre, mi madre y mi novia —al decir la última palabra Kyle le guiñó un ojo.
Su madre se le echó encima, llorando de emoción, diciéndole cuánto lo quería y cuánto lo había echado de menos. Lo mismo hizo su padre, aunque de este solo cayó una diminuta lágrima. Por último, su novia se acercó a él sonriendo, al igual que mi amigo, que no dudó en darle un rápido beso en los labios.
—Te quiero —le dijo esta, y Kyle se mordió el labio.
—Yo también te quiero.
En eso que el doctor se acercó hacia él.
—Creo que voy a dejarles para que puedan hablar en privado —este se dio la vuelta para salir, pero la voz de Kyle lo hizo darse la vuelta de golpe.
—Doctor, ¿cuándo voy a sentir mis piernas?
Debía ser una broma, tenía que serlo. El doctor abrió los ojos, y sus labios formaron una fina línea. Su rostro dejaba bastante claro que no sentir las piernas no formaba parte del plan. No tenía que esperar que respondiera la cruda realidad. Con solo ver su rostro dejaba más que claro qué era lo que había sucedido. Y me negaba a aceptarlo.
¡Kyle no podía estar parapléjico! Tenía que haber una solución. Sin sus piernas se echaban abajo todos sus sueños. El fútbol americano no iba a ser una opción para él, y sin la beca, la universidad y la posibilidad de ayudar a su familia tampoco iban a serlo. Yo seguía ahí parado, sin reparar lo que sucedía a mi alrededor. Solo veía cómo Kyle escuchaba al doctor decirle lo que realmente estaba sucediendo y cómo este se quedaba atónito, sin hablar.
El sollozo de la madre y la novia, que había sido de alegría hacía segundos, ahora más bien era un llanto amargo, donde el padre había tensado el rostro, golpeando la pared para descargarse.
—¡Está mintiendo! —le gritó Kyle fuera de sus casillas, mientras el doctor se había quedado en silencio con la vista baja—. ¡Mierda! No puede ser, esto no puede estar pasando...
Claro que no puede estar pasando, Kyle no se merecía esto. Era injusto. ¿Por qué él? De entre todos los estúpidos cretinos del equipo, ¿por qué justo él? Su familia lo necesitaba, él era la esperanza que tenían para salir adelante. Y ahora todo se había ido a la maldita mierda.
Todos esos sueños que Kyle iba a alcanzar se habían jodido. Y ni quería imaginar lo que iba a venir. Porque fuera lo que fuera no iba a cambiar el hecho de que Kyle Reyes no iba a poder caminar el resto de su vida. ¿Por qué? Por mi maldita culpa. Sí, toda mía.
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¿Qué les ha parecido? KYLE HA DESPERTADO!!
No olviden en votar y comentar, para mi gusto este es uno de mis capítulos favoritos, ¿y el tuyo?
Espero que les haya gustado, y subiré el próximo en unos días, ya que me voy fuera de casa y estaré sin internet!!
Un saludo enorme!
J. Rosewell.
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