Parte 2- Sombras en la pared
Kim buscando terminar de calmarse, se duchó, se puso la pijama y se arregló el cabello húmedo antes de volver a salir a la sala dispuesta a cumplir su misión de disculparse con Edward o de lo contrario sabía que no podría volver a conciliar el sueño.
Su padre para entonces se encontraba desenterrando del sótano un montón de accesorios y luminarias navideñas para adornar la casa en la fiesta de Nochebuena que como tradición brindaban y que ya estaba a la vuelta de la esquina.
-Mejor probarlo todo con tiempo antes que estar teniendo que ir a buscar repuestos a última hora- le compartió en cuanto ella le vio subir con un pesado cartón, al pasar en dirección a donde se encontraban los demás.
Su mamá, Edward y Kevin se encontraban frente al televisor viendo una película de horario estelar. Bueno, a decir verdad sólo Edward le estaba poniendo atención pues la habían dado un montón de veces y el resto ya prácticamente la conocía de memoria, aparte de que su madre sólo se encontraba allí como distracción en tanto tejía un abrigo de lana rojo que le pudiera combinar en dicha temporada y Kevin a su vez se hallaba acostado boca abajo en el suelo adhiriendo cromos nuevos a su álbum de historia automotriz.
Kim decidió contemplar en silencio la escena durante unos instantes antes de hacer notar su presencia. Edward parecía ser ya un miembro más de la familia y lucía maravillado con esa caja electrónica capaz de emitir imágenes y contar historias, que se notaba a leguas no dejaba de resultarle mágica. Estaba tan concentrado en el film que a duras penas pestañeaba y regresaba a la realidad cuando su madre le pedía que le ayudase cortando las hebras de lana.
Kim sonrió encontrándolo tierno sin saber a ciencia cierta por qué y luego ingresó a la sala para tomar asiento junto a su madre en el sofá.
-Con permiso- dijo pasando frente a ellos y sólo entonces notó que él cambiaba su centro de atención por ella, pareciendo de repente algo emocionado y nervioso.
"¿Será posible que esté interesado en mí?" Kim sin poder evitarlo se volvió en su interior a preguntar pero entonces la respuesta le llegó en una breve mirada de embeleso por parte de él sobre la bata que usaba para dormir y sus medias, como cualquier chico en presencia de algo bonito haría, pero que al contrario de muchos al percatarse que ella lo había notado, enseguida trató de disimular para que no lo encontrara ofensivo. Sin embargo aquella sutil acción dentro de su candidez fue tan adorable que la hizo sonrojar.
-Oh cariño que bueno que saliste, están dando esa película romántica con el galán de moda que tanto te gusta. ¿Cómo es que se llama?- su madre chasqueó los dedos intentando recordar el nombre del actor pero en eso de repente recordó algo más –Por cierto, ¿ya te sientes mejor?-
Kim sorprendida por una interrogante que no esperaba iba a corroborarlo, pero antes de que pudiera mentir de nuevo sobre un malestar que nunca sintiera, su padre interfirió llamando a su madre.
-¡Peg amor, no encuentro las luces de exteriores para cubrir el tejado!-
-Bill, te expliqué que están junto a ese viejo sofá del cual no tienes el valor suficiente para deshacerte- replicó su mamá con un suspiro de cansancio, bajando la labor sobre su regazo al comprender que tendría que levantarse a buscarlas por sí misma.
-¡No las encuentro querida, no están!- Kim escuchó que su papá insistía desde las escaleras del sótano.
-¡Ya voy, ya voy!- exclamó la sra. Peg levantándose y luego en voz más baja para ellos comentó –Siempre las dejo en el mismo lugar pero lo que pasa es que no busca bien-
-Peg te ayudo- Edward enseguida comedido se ofreció a colaborar y ya iba a incorporarse también pero ella no se lo permitió
-No hace falta querido, no te preocupes, ya te dije que quiero que te sientas como en casa. Anda continúa viendo la película ¿está interesante verdad?- la Sra. Peg con amabilidad expresó palmeándole con cariño el hombro y Edward asintió con una sonrisa de niño bueno. Lo siguiente que Kim vio fue que su mamá ya emprendía la retirada, más de pronto pareció recordar otra cosa
–Por cierto, el que sí se va a mover de aquí es el cachorro más pequeño. ¡Kevin hora de ir a la cama!- indicó y el cachorro como era de esperarse enseguida protestó
-¡Pero no, por qué yo debo ir a dormir temprano y Kim o Ed si pueden quedarse hasta más tarde!-
-Porque ellos no tienen restricción de horarios televisivos como tú- su mamá respecto a aquello fue muy clara
-Vaya pues- se quejó Kevin de mala gana, levantándose a regañadientes con sus cosas – ¡Pero algún día creceré y no podrán controlarme!- se fue refutando hacia su cuarto
-Buenas noches Kevin- profirió Edward como siempre educado pero el niño no le escuchó
Entonces él y Kim se quedaron solos y un silencio incómodo se expandió entre los dos sin que ninguno en los primeros segundos se sintiese capaz de romperlo.
Kim por mucho era la más perturbada pues se encontraba en presencia de alguien que había sido víctima de su complicidad en desadaptadas maquinaciones, y en esos momentos que con anterioridad ansiara, no podía siquiera verle de frente y eso que hasta había soñado con él...
Él tenía su atención puesta en ella entonces, podía advertirlo mirándola de reojo de tanto en tanto con timidez, por lo que respirando profundo se llenó de valor para ser la que diluyera el hielo, sin embargo en ese rato como una ironía de la vida, porque no podía explicarlo de otra forma, antes de que se diera cuenta por qué parte iba esa famosa película que se había visto mil veces, y pudiera tomar el control remoto antes de tener que pasar por una embarazosa situación de brindar explicaciones, llegó la escena de pasión.
Edward como era de imaginarse, volvió a centrar su interés en el televisor asombrado, observando por primera vez la simulación de algo que con probabilidad no sabía bien de que se trataba.
-Un beso- le escuchó decir cuando los protagonistas comenzaban a desatar entre ellos el fuego que iba a terminar consumiéndolos después. Kim tuvo que mirarlo de soslayo y notó que él alternaba la mirada entre la pantalla y ella con ganas de realizar preguntas, que al final se animó a formular ganado por la curiosidad.
-Ellos... ¿qué hacen?-
A Kim no le quedó más que responder perdida por varios segundos también en la belleza de la elogiada escena
-Van a hacer el amor-
-¿Hacer el amor?- inquirió él
-Sí, sucede cuando dos personas que se aman quieren sentirse piel a piel y compenetrados- trató de exponerle haciendo gala de una aparente madurez, pues ya era una estudiante de primer año de universidad después de todo, aún a pesar de sonrojarse todavía con la sola mención del tema -...Debe ser algo sublime si el amor es verdadero- al final algo apenada agregó, pensando en que ella aun teniendo novio no conocía a totalidad la magnitud de ese sentimiento, así como en las veces en que Jim le había insinuado querer tener relaciones sexuales o había intentado seducirla, y lo había detenido por no sentirse lista. En esos momentos comprendía que quizá era porque no lo quería lo suficiente, al tiempo que se sentía convencida de que no era la persona adecuada para entregarle su primera vez.
Para cuando volvió a mirar a Edward, él ya había perdido de nuevo todo el interés en el film y sólo la contemplaba a ella, cómo adivinando el porqué de su repentino abatimiento y a Kim no se le hizo difícil notar las emociones que se advertían en su interior. Una era obvia preocupación por su causa y otra coraje, rabia por saberla en los brazos equivocados. Así de súbito, con perspicacia, comprendió el motivo del caos acontecido en el baño. Nada más que puros e intensos celos. Algo que le impresionó con la fuerza de un relámpago, tanto como cuando le confesara que se había metido en problemas con gusto por ella.
Por suerte, algo que le agradeció al destino, la luz se fue en esos instantes, y no tardaron en dejarse oír abajo los reclamos de su madre hacia su padre acusándole de tener la culpa.
-¡Bill, te dije que no conectaras la luminaria en ese tomacorrientes que está dañado, ahora no tenemos energía eléctrica en toda la casa!-
Aparte de la réplica de su padre
-Calma cielo, lo repararé enseguida, créeme no estudié dos años de Ingeniería Eléctrica de por gusto y además mirémosle por el lado bueno, al menos no fue un cortocircuito muy grande-
Kim en tanto, buscó su propia solución para vencer la oscuridad y ante la mirada de Edward, sorprendido por la situación, se levantó a encender una lamparita a velas en forma de farol que yacía colgada en un rincón de la sala como adorno.
-¡Y hágase de nuevo la luz!- bromeó ya de restaurado y total buen humor al conseguir iluminar otra vez en parte la sala y le dedicó luego a él una confortable sonrisa que se hizo más grande al ver su expresión entretenida. Edward para su regocijo le correspondió igual.
Kim meditó así mientras llevaba la lámpara en la mano a colocarla en la mesa del medio de la sala, sobre que quizá en otra ocasión antes de conocerlo bien, de haberse suscitado una situación así estando sola en su compañía se hubiese llevado un susto mortal. No obstante, a esas alturas se sentía tan bien con su presencia que ya nada importaba. De algún modo Edward había logrado que sólo viese belleza en él.
-Pero no veremos el final de la película- se dio cuenta apenado él
-Se quedan juntos- ella no dudó en contarle sintiéndose ya en mayor confianza, al tiempo que se sentaba en la alfombra frente a la pequeña mesa buscando ubicar mejor la luz –Pero podemos ir a la videotienda a comprarla o alquilarla- propuso –Es más, podemos traer varias de diferentes géneros y hacer una maratón de películas una de estas noches. ¿Qué te parece?-
-Me encantaría- contestó él con la ilusión percibiéndosele en la voz, como si hubiese estado esperando por una convivencia amistosa y cercana como esa con ella durante mucho.
-¿Te gustaría el sábado?- entonces Kim le consultó además, ya decidida a que el fin de semana no vería a Jim, a quien estaba considerando de por sí muy seriamente cortar. Le resultaba gracioso por otra parte su propio comportamiento al sentir que le estaba pidiendo a Edward una cita.
-Sí, estaría bien- confirmó de inmediato el joven manos de tijera contento, y ella para disminuir un poco el nerviosismo que tanto su emoción como la de él le producía, se le ocurrió hacer algo para volver divertido el resto de la conversa. Algo que sabía él encontraría novedoso.
Sombras en la pared.
-Quiero que veas esto- profirió con entusiasmo mientras se ubicaba erguida de espaldas a él, acomodándose de la mejor forma para poder jugar con la luz y la oscuridad –Observa por favor la pared con atención- le indicó y al instante siguiente juntó sus manos empezando a simular con ellas diversas formas. Un juego con el que se divertía con su hermano desde que eran pequeños y que su padre les enseñara. Formó así un conejito, un ave y un hombre cantando al que incluso le puso voz, pero entonando una canción de pop femenino de moda, aquello hizo reír a Edward, haciéndola darse cuenta de que su sonrisa era bonita y que al verla le producía como un extraño hechizo de embeleso, más poco le duró la felicidad previo a que se le transformara en melancolía y lo siguiente que Kim le escuchó fue triste.
-Yo no puedo hacerlo- intercambió con ella así una mirada de pena, terminando por agachar la cabeza, sólo que Kim no estaba dispuesta a permitir que después de todo lo malo ocurrido algo eclipsara su alegría, y enseguida ideó algo más.
-Tengo una idea- argumentó moviendo un poco la lámpara para que su luz se viese reflejada con intensidad en otra pared, la que se encontraba junto a donde Edward yacía sentado en el sillón, y acercándosele entonces con premura de rodillas sobre la superficie alfombrada, mientras él la observaba con interés, con cuidado le tomó las filosas manos para posicionarlas juntas por las muñecas, pidiéndole que mantuviera las cuchillas extendidas de manera que pudieran asemejar a grandes alas sobre la superficie escogida como pantalla de proyección. Ella luego tomó asiento en el piso a su lado, muy cerca suyo (tanto que si inclinaba la cabeza bien podía apoyarla sobre su pierna, según pensaba) para no interferir en el haz de luz, y para finalizar colocó despacio una sola mano de forma vertical en el medio de las suyas, logrando así asemejar la silueta de un hombre alado.
Maravillada del resultado lo miró enseguida sonriendo, encontrándolo a él en su mismo estado y nunca le pareció más dulce.
-Un ángel- declaró convencida –...Que me recuerda a ti-
Edward quedó conmovido ante sus palabras, ella pudo leerlo con claridad en su rostro, pero antes de que pudiese articular respuesta, la energía eléctrica regresó.
Kim entonces se levantó de un alegre brinco, consciente dentro de sus estrategias de coquetería naturales que lo dejaba embelesado, y le deseó buenas noches antes de retirarse a su habitación.
-Buenas noches Kim- escuchó que él le susurraba a sus espaldas en medio de un suspiro, lo que le hizo correr lo que le faltaba del camino una vez que estuviera fuera de su vista, radiante de felicidad.
Era oficial, Edward le empezaba a gustar.
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Continuará...
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