Capítulo 6

[DEAN]

Abrí los ojos como platos y me levanté de repente, una dolorosa jaqueca se apoderó de mi cuerpo y me llevé una mano a la frente, estaba mareado y adolorido. Recordaba como Castiel me tocó en la frente con dos de sus dedos y luego sentí que mi cuerpo se desvanecía para que finalmente todo se volviera negro y quedara inconsciente antes de que mi cabeza impactara contra el suelo. Escuchaba los murmullos que venían desde fuera del cuarto, reconocí la voz de su hermano, la de Castiel y la de aquel maldito que se había metido en donde nosotros nos encontrábamos y había comenzado a hablar de nuestra madre, maldito bastardo.

Me coloqué una camisa y entre-abrí la puerta del cuarto, desde el espacio que estaba abierto podía ver a Sam de espaldas a mí y a los dos ángeles sentados frente a él. La niña estaba en frente del televisor mirando una película romántica.

- A ver... Déjame ver si entendí - Dijo Sam - ¿Tú fuiste enviado a cuidarnos a mí y a Dean porque nosotros estamos metidos indirectamente en medio de una guerra entre el Edén y el Infierno?

- Así es - Respondió Castiel, ya lo golpearé por haberme hecho lo que me hizo.

- ¿Y qué se supone que tenemos nosotros que ver con todo esto? - Pregunté con enojo mientras salía de la habitación.

Mi hermanito se volteó a verme y antes de que yo pudiera seguir avanzando hacia aquel idiota con sonrisa de payaso se levantó de la silla en la que estaba sentado y me colocó una mano en el pecho mientras me miraba con reproche. Era una obvia mirada que me pedía que no hiciera nada estúpido o iba a golpearme, y por como frunce el seño lo veo capaz. Decidí no hacer nada por ahora, será mejor si me guardo la paliza para acabar con ese maldito bastardo luego, cuando mi hermano y Castiel no puedan detenerme y tenga mi linda daga a mano.

- Lamento decir que no lo se, Dean - Dijo Castiel con su frío y calculador tono de voz - Pero haré lo posible por averiguarlo.

- ¿Y como piensas averiguarlo si no sabes ni ducharte en este mundo? - Dije molesto - Estarías muerto de no ser por nosotros.

- Y tú en el Infierno de no ser por él - Saltó Sam a defenderlo - Así que deja de actuar como un crío y escucha.

Me sorprendí de que Sam me respondiera así, se supone que el hermano mayor soy yo, el que debe hacer los comentarios maduros aquí soy yo. Pero mi propio hermanito me está diciendo que hacer, y lo peor de todo es que tiene razón, odio cuando tiene razón.

(...)

[NARRADOR]

Finalmente, el mayor de los Winchester se resignó a obedecer la mirada asesina que le dedicaba su hermano menor y se sentó frente a ambos ángeles del señor. Los cuales no se habían movido ni un centímetro ni habían cambiado sus expresiones, Gabriel seguía sonriendole burlonamente al cazador mayor mientras que Castiel tenía una expresión pensativa.

- Aunque lo que me preocupa por ahora no es vuestra participación en este conflicto - Admitió el arcángel - Me preocupa el echo de que dos alas negras fueron expulsados del edén en menos de dos días.

Ahora que Castiel escuchaba eso se puso a pensar en eso, era algo realmente extraño que eso ocurriera, ya de por sí era raro que un ángel tan joven como Adara fuera expulsado del Edén. Aun mas lo era que el de ojos azules, el cual era un devoto ciervo del señor, hubiera sido expulsado.

(...)

[GABRIEL]

Vaya que estos dos humanos son aburridos, aunque el mas alto no está nada mal. Que yo sepa el humano que Castiel debe cuidar es el otro, así que no hay problema si me acerco al gigante.

- Ni lo pienses - Me susurró Castiel.

- ¿Pensar en qué, hermanito?

- Ya sabes de qué hablo - Me recriminó - No te acerques a ninguno de ellos con tus intenciones.

- Vaya que me conoces bien - Le sonreí.

- ¿Podrían hablar en nuestro idioma? - Nos sacó de nuestra discusión el tal Dean.

- Solo le decía a mi buen hermano que lo mejor será que me vaya, debo arreglar unos cuantos asuntos.

Me levanté de donde estaba sentado y caminé hacia la pequeña ángel en la sala, esta al verme me sonrió tímida y se levantó, realizando una pequeña reverencia.

- Te deseo suerte con la curación de tus alas, pequeña - Le dije con una sonrisa.

- ¿A donde iras? - Me preguntó Castiel.

- Ya me conoces, hermano. Soy un espíritu libre que viaja por el mundo en busca de aventuras y chicas con grandes senos - Reí - Deberías unirteme algún día.

Sin mediar mas palabra chasqueé los dedos y desaparecí en un rayo de luz blanca, muy dramático todo, pero así so yo.

Tengo que averiguar por qué el viejo está expulsando ángeles, y por qué a Castiel, si él ni siquiera lo ha visto cara a cara. Solo los arcángeles podemos verlo.

(...)

Desaparecí y volvía a aparecer en la entrada del Edén, al llegar al otro lado me encontré con Zachariah. Él con una expresión de sorpresa me miró, hace mucho que no regresaba a casa.

- ¿¡Gabriel!? - Su expresión no tenía precio - Gracias a padre que has regresado - Vino a abrazarme.

- Es bueno verte, Zach - Lo saludé con su mote de cuando eramos jóvenes - ¿Qué está ocurriendo aquí?

- ¿A qué te refieres?

- Pues a que dos alas negras fueron expulsados sin razón aparente - Le aclaré - ¿Acaso el viejo esta de mal humor?

- No lo llames así.

Rodé los ojos, todos le tienen miedo de que nuestro padre los eche del Edén, no entiendo por qué. Yo en la Tierra la paso mejor que bien, el nivel de libertad aquí es incomparable con el de el mundo humano, no hay nada mejor que hacer lo que quieras cuando quieras y con quien quieras.

- ¿Dos alas negras que fueron expulsados sin razón? - Me preguntó - No he oído nada acerca de eso ¿Seguro que no había razones para expulsarlos?

- Uno de ellos tiene menos de 1600 años.

- Eso es realmente inusual... ¿Y el otro?

- Es Castiel.

- ¿¡Qué!? - Mi hermano tenía una expresión de no creérselo - Castiel no mataría ni a un humano.

- Lo se, por eso regresé. Tenemos que decirle a padre que...

- ¿Hablar con padre? - La voz de Uriel nos interrumpió - No me hagas reír, Gabriel.

El idiota que se cree soldado venía caminando hacia nosotros con una sonrisa socarrona, yo que siempre sonrío así se que no es nada bueno. Uriel casi nunca sonríe y cuando lo hace algo malo pasa, recuerdo la explosión del Monte Vesubio.

- ¿No me vas a dar la bienvenida?

- Al contrario, te iba a pedir que te vayas.

- ¿Y desde cuando te hago caso? - Alcé una ceja - No recuerdo haberlo hecho alguna vez.

Lo vi fruncir el seño por una fracción de segundo, pero luego volvió a sonreír como antes. Algo tramaba este maldito intente de ángel.

- ¿Para qué regresaste? - Comenzó a caminar en círculos a mi alrededor - ¿Qué ocurrió? ¿Los humanos tampoco te quieren? No me sorprendería, siempre has sido un inútil. Al igual que Lucifer.

- ¡No te atrevas a hablar de él!

Lo cogí por el cuello con la furia apoderándose de mí, este idiota no sabe nada de Lucifer y no voy a permitir que ningún ignorante hable mal de él.

- ¿Por qué te quedaste, eh? - Apreté mi agarre en su cuello - ¿Por el poder? ¿La satisfacción de subir de rango cuando él cayera? Dame pistas.

- Lo único que te voy a dar es una paliza - Solté apretando los dientes.

Sentí una mano en mi hombro, miré de reojo y ahí estaba Zachariah con su típica expresión de hermano preocupado.

- No vale la pena, Gabriel - Me dijo con voz calmada - Ya recibirá su merecido.

Solté mi agarre en su cuello y lo arrojé lejos de mí, de seguro Uriel creyó que lo que dijo Zach fue solo una amenaza, simples palabras. Pero no, Zachariah era reconocido aquí por tener visiones cada tanto, no eran cosas muy importantes las que veía, pero con saber que al idiota que casi estrangulo iban a darle su merecido me bastaba por ahora.

Volteé a ver a Uriel, estaba riéndose mientras se levantaba, maldito idiota de mente retorcida. Cuando estuvo finalmente de pie me miró con una sonrisa de burla.

- No sabía que fueran masoquista, Uriel - Le dije viendo su rostro - Cuando quieras te vuelvo a estrangular.

- ¿Qué es tan gracioso - Preguntó Zach.

- El echo de que este intento de arcángel crea que podrá hablar con padre. Eres un idiota.

Estaba a punto de acercarmele para golpearlo cuando Zachariah se colocó frente a mí dándome la espalda e impidiéndome acercarme a ese maldito.

- Vete de aquí, Uriel - Le Dijo mi hermano con tono dominante - Tienes trabajo que hacer . Es una orden mía.

- ¿Por qué te metes en esto, Zachariah?

- Porque soy tu superior.

- No por mucho... - Escuché murmurar a Uriel mientras se alejaba.

Miré a Zachariah, él pareció no escuchar lo que dijo nuestro, por desgracia literalmente divina, hermano. O por lo menos su expresión no me indicaba que estuviera preocupado por la recién dada amenaza.

Decidí pasar por alto el comentario de ese idiota intento de soldado celestial y seguí a Zachariah. Debía hablar con los demás arcángeles antes de que me fuera permitido hablar con padre.

¿Qué es peor que verte obligado a pasar tiempo con tus hermanos? Fácil, que tus hermanos sean Arcángeles con los cuales no has hablado desde que escapaste de casa y no han sabido siquiera en cual de los mundos estabas o si al menos seguías con vida. Porque si, desde que me fui he dado impresiones falsas de que estaba muerto para que dejaran de molestarme y al parecer funcionó, pues cuando entré a la oficina en la que se encontraban mis hermanos me miraron como si fuera un fantasma recién salido de Inframundo.

- ¿¡Gabriel!? - Tanto Miguel como Rafael me miraban sin creer lo que veían.

- He vuelto, perras - Dije con una sonrisa.

Miguel frunció el seño y se cruzó de brazos mientras que Rafael corrió hacia mí y me dio un golpe en el hombro en señal de saludo. Buenos tiempos en los que nos saludábamos así cuando eramos niños.

- ¿Tú no saludas, Mi? - Pregunté levantando una ceja.

- ¿Qué haces aquí?

- Si, hermano. También te extrañé, me ha ido bien en estos miles de años que estuve fuera ¿Y tú como has estado? - Dije todo eso con mi característico tono sarcástico.

Miguel frunció aun mas el sueño, adoro hacerlo enfadar, es mi trabajo como el menor de los arcángeles. Exasperar a los mayores, es mi propósito para existir. Después de todo soy Loki, el bromista original, mi vida gira en torno a provocarle problemas a las personas. Es mi naturaleza.

Luego de una "Hermosa" charla con mis queridisimos hermanos que mas bien parecían querer matarme con la mirada, sobre todo Miguel, no conseguí el "Privilegio" de hablar cara a cara con mi padre. Iba a tener que rezarle como si fuera un humano, o peor, como si fuera uno de los ángeles inferiores. No tengo nada contra ellos, pero según los humanos, aquel que no conoce a su padre o que este no quiere ver a su descendencia es llamado hijo bastardo, y al ser rechazado mi petición de ver a mi padre me siento como uno.

No pienso rezar en el Edén, antes muerto a que algún otro ángel me vea rezar. Ni por todo el poder de los mundos lo haría. Decidí regresar a la Tierra para hacerlo, allí ninguno de mis hermanos iba a verme suplicarle a nuestro padre que me escuchara.

(...)

[NARRADOR]

- Bueno viejo... - Gabriel comenzó a rezar en enoquiano - Nunca he sido del tipo que te habla muy seguido. No soy como Castiel, a él si que le gusta hablarte - El arcángel sonrió recordando cuantas veces había visto a su hermano rezándole a su padre - Solo quiero respuestas, no es nada del otro mundo. Pero ¿Por qué? ¿Qué tienes contra Castiel? Él siempre ha sido del tipo callado y ya se que es menos sociable que una rata, pero aun así es un gran guerrero ¿Por qué echarlo a él? ¿Por qué no a mí? Que me fui por milenios y bien tenías razones para hacerlo.

Como ya le había pasado a su hermano de alas negras cientos de veces, su padre no respondió. Gabriel estaba indignado, sabía que él no fue un hijo modelo, ni siquiera un buen arcángel. Pero merecía una respuesta porque lo que estaba batallando era una causa injusta, una simple discriminación o complot extraño; aun no lo averiguaba.

- Bien, no respondas - Dijo dejando el enoquiano y pasando a un idioma humano - Luego se preguntan por qué me fui de Edén.

Lo último lo murmuró entre dientes mientras apretaba los puños, necesitaba despejar su mente de alguna forma, quizás buscaría una compañía de una noche o se iría de fiesta a Midgard, allí siempre era recibido por mujeres hermosas que le servían banquetes dignos de un Dios pagano.

Y eso hizo, ahora se encontraba en el centro de un gran salón sentado junto al mismísimo Thor. El cual reía y contaba las hazañas de ese día, Gabriel sonrió al recordar cuando le contó al Dios del trueno que según los humanos ellos eran hermanos, aunque el actor que interpretaba a Thor no de parecía en nada. El Dios del trueno tenía una expresión de hombre que acaba de regresar a su hogar luego de años de guerra, mantenía una barba de cinco días y tenía varias cicatrices en los brazos, abdomen y rostro. Aun así, todo herido y decrépito, Gabriel le tenía un fuerte aprecio a aquel guerrero.

- ¿No vas a festejar? - Le preguntó una de las chicas que se encargaba de bailar para entretener.

- No, de echo iba a preguntarte si quieres sentarte aquí a beber. Te ves agotada.

La joven sonrió y acomodándose la falda se sentó en el regazo de Gabriel, comenzando a jugar con los cabellos de este mientras él le alcanzaba una jarra con vino. No es que ella estuviera coqueteandole, al contrario, solo lo hacía porque era una costumbre de allí: "Los verdaderos hombres siempre tienen mujeres dispuestas a su disposición". Era una frase muy usada en Midgard y para estar allí debías respetar las tradiciones y leyes, como en los demás mundos.

Luego de que el arcángel se hartara de la fiesta que parecía no terminar jamás, regresó a la Tierra para asegurarse de que su hermano estuviera bien. No le pregunten por qué lo hacía, solo se le dio la gana.

Toda la noche se quedó vigilando a Castiel, el cual leía en compañía de la joven alas negras, mientras los hermanos Winchester dormían en sus respectivos cuartos en el nuevo lugar en el que residían, era una enorme casa abandonada.

NOTA DE LA AUTORA:

Aww... Gabriel se preocupa por su hermanito, es un amor de ser vivo. Espero que les haya gustado.

En fin, sin mas que decirles me despido mandandoles muchos besos y abrazos, y deseándoles un buen día. Adiós mi linda manada.


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