Capitulo 11

[NARRADOR]

Pasó un tiempo, cuatro meses para ser exactos. Y los problemas que pudieran ser causados por Naomi o Miguel quedaron en un muy alejado segundo plano, en un cero a la izquierda, más bien.

La razón: Sam había comenzado a ver gente que no debería estar allí. Además de que, luego de que no consiguieran evitar la liberación de Lucifer, este asesinó a Gabriel.

Castiel pensaba en eso y sentía una inmensa rabia. Si, había aprendido a sentir algunas cosas, entre ellos la tristeza, ira, odio y rabia. No eran sentimientos muy agradables, la verdad. Era como si un veneno le estuviera carcomiendo lentamente por dentro, haciendo que aumentaran aquellas sensaciones que le provocaban el dolor y la ira que en ese momento se apoderaban de él.

No hubiera estado tan de mal humor en esos últimos días si no fuera porque Bobby, el amigo de Sam y Dean, el cual era como un padre para ellos, había logrado regresar de la muerte de alguna forma que él aún no entendía. Sospechaba que Crowley tuviera algo que ver con eso, aunque no estaba del todo seguro.

Pero Crowley no importaba, en ese momento lo que le importaba era el rencor de que ese hombre había podido regresar y Gabriel, entre otros de sus muchos hermanos, no podía ¿Por qué? Por el simple hecho de que a los ángeles se les castigaba luego de la muerte, ya que en el Edén los ángeles no morían. Sino que lo hacían cuando eran echados o despertaban voluntariamente.

Era obvio que el cazador mayor se daba cuenta de las miradas asesinas que el ángel le dedicaba. Aunque, a pesar de que Castiel no las disimulaba y él las notaba, no le había dicho nada a los hermanos Winchester. Al menos, no por el momento.

— Ese ángel tuyo –Había comenzado a hablarle Bobby a Dean.— Parece que no le agrado.

— ¿A Cas? –El mayor de los hermanos sonaba sorprendido.— No creo que haya alguien a quien Castiel no quiera. Le he visto acariciar ratas que encontrábamos en los cuartos de hotel.

— Pues siempre hay una primera vez para todo –Defendió su punto el mayor.— Y si, creo que me odia.

Dean alzó una ceja ¿Castiel, odiando a alguien? Le sonaba como el comienzo de una fábula. Porque, para él, que el ángel odiara a alguien era algo que sonaba como una muy mala broma.

Lo que sí notaba el Winchester mayor era que Castiel estaba más distante, más alejado de ellos, más retraído. Le sorprendía el hecho de que el ángel hubiera pasado de ser prácticamente su sombra a evitarle cual si fuera alguna clase de peste o plaga. Pero no le daba importancia porque estaba más preocupado por su hermano, el cual se encontraba en una situación similar a la del ángel.

Sam tenía arranques de ira repentinos, alegando que alguien a quien solo él podía ver no le dejaba en paz. En otras ocasiones simplemente se quedaba viendo a la nada misma con una expresión de puro horror. Pero cuando le preguntaban qué era lo que veía, simplemente decía que no era nada.

Bobby y Dean ya habían intentado todo tipo de rituales y exorcismos para aliviar la atormentada mente del Winchester menor. Pero nada parecía ayudar, es más, las cosas parecían calmarse por unos días y luego todo regresaba peor. Aquello ya parecía una película de terror de poca monta.

Ese día en particular, Sam se había quedado dormido luego de toda una noche batallando con lo que fuera que veía. Mientras que Dean se había ido a realizar un trabajo sencillo, unos duendes atormentando a los niños de una guardería.

Eso había dejado a Bobby solo en el búnker. Aunque no realmente solo, puesto que el ángel andaba cerca.

Castiel iba de un lado al otro, evitando al hombre como si este tuviese alguna enfermedad venérea que se le podría contagiar con solo estar muy cerca. Pero Bobby era listo, no tardó mucho en aprenderse los patrones de escape del ángel y así consiguió interceptarlo en uno de los pasillos. Sorprendiendo a Castiel.

— ¿Te ocurre algo, chico? –Le preguntó, cruzándose de brazos.

Ante la ausencia de respuesta, Bobby frunció el ceño. No había tenido que soportar silencios caprichosos desde que los hermanos Winchester eran adolescentes. Y normalmente solo era Dean el que se negaba a hablarle, Sam fue siempre más tranquilo.

— Escucha chico, no te conozco, pero los idiotas confían en tí y quiero darte una oportunidad –Comenzó a decir el hombre, intentando sonar razonable.— Si estuviéramos en otras circunstancias, te hubiera disparado. Pero ahora voy a hacer a un lado que eres un demonio...

— Ángel –Le corrigió.

— Dejémoslo en que eres una criatura rara a la que debería matar –Pidió.— Dejaré eso de lado y te diré que, si tienes algún problema conmigo, podemos resolverlo hablando.

Castiel miró al hombre, sus palabras parecían sinceras y sus intenciones buenas. Pero eso no bastaba, no todo podía conseguirse con buenas intenciones. Gabriel no había podido detener a Lucifer con buenas intenciones, él no había recuperado a su hermano con buenas intenciones. Eso no servía en el mundo real, ahora Castiel lo sabía.

Las luces parpadearon y el ángel desapareció de allí, dejando al cazador mayor desorientado y sin entender qué había ocurrido.

Sam y Dean llegaron, Dean miró alrededor al no ver al ángel que, cuando se fueron, estaba allí.

— ¿Y Castiel? –Preguntó, atrayendo la atención de Bobby.

Sam pareció notar entonces que el ángel faltaba e igualmente comenzó a mirar a todos lados.

— Se fue –Les dijo aquél al que consideraban un padre.

— ¿Cómo que se fue? –Preguntó Dean.— Castiel nunca va a ningún lado, no conoce nada no a nadie además de a nosotros.

— ¿Estás preocupado, Dean? –Le preguntó su hermano menor, el Winchester ignoró el tono insinuante en la voz de su hermanito.

Miró a ambos hombres, los dos le miraba esperando a que respondiera.

— Por supuesto que no –Dijo, sonando ofendido por la pregunta.— Es un ángel, puede cuidarse solo. No necesite que yo vaya por ahí cuidándole.

Dean dejó el bolso que traía sobre la mesa y se dio media vuelta para irse a su habitación.

— Saben qué, es mejor que se haya ido –Dijo sonando muy convencido de sus palabras.— Por fin puedo dejar de fijarme qué hace, ya estaba harto, es como cuidar a un enorme bebé con gabardina.

Dean en ningún momento supo que Castiel siempre podía escuchar lo que decía.

NOTA DE LA AUTORA:

¡Hola! No he muerto. Pero tuve un bloqueo muy largo, sepan disculparme amores. Los extrañé mucho.

Maldito Dean, como va a decir esas cosas. Te pasas.

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