Capítulo 2

Llegué a la casa con su rostro grabado en mi mente. Me acerqué a la ventana, a mirar el cielo, y entonces, su recuerdo estuvo más latente que nunca.

Revisé algunas de las tantas novelas, que había escrito, y no dejaba de pensar en Joey Tempest, entonces, comencé a redactar una nueva historia, la que complementaría mi máxima colección de novelas, de amor, sobre un amor imposible e idealizado.

Anocheció y yo estaba tan inspirada, que podía terminar esa misma noche, de escribir la nueva historia, que con tanto anhelo había empezado.

Miré la luna, que estaba pegada junto a mi ventana y la que me hacía compañía. Volví a recordarlo, a él, en aquel lugar.

Era guapo, de tes clara, cabello cobrizo y ojos celestes. No sabía que me pasaba con él, pero sentía que, aquel hombre, ya lo conocía de alguna parte.

Me asomé a la ventana y descubrí un inmenso cielo, cubierto de ilusiones sobre algo en especial.

De pronto advertí que ya había amanecido y tuve que dejar de escribir, puesto que mis ojos eran bolsas de arenas.

Mis historias siempre las escribía de noche, porque tenía mejor inspiración...

Esa tarde no dejé de pensar en él, en su magnífico y extraño lugar de ensueños y en ese oportuno y dulce encuentro de ambos; el que Joey acariciara mi rostro con su enorme mano, fue algo tan mágico.

Por el momento preferí guardar silencio y solo pensé y recordé aquel encuentro. Sonreír y sentí nervios, a la vez. También algo de temor, por sentirme como me estaba sintiendo. Era una extraña sensación por aquel hombre de ese misterioso lugar.

Los días transcurrieron y tenía muchos deberes que cumplir, por lo que no me daba el tiempo para arrancarme hasta el lugar misterioso, sacado de mis novelas de amor...

Regaba el jardín y de pronto su recuerdo vino a mí. El de volver a ver sus ojos, una vez más, y sentirme tan viva, como aquel maravilloso día en que lo conocí.

<< ¿Qué será de ti Joey? >>

<< ¿Continuarás yendo a ese lugar, lleno de encantos? >>

Miré las flores, recordé su tierna sonrisa, y sin más, corrí a buscarlo...

Corrí sin detenerme por las calles.

<< Te veré hoy en aquel lugar, Joey. >>

Eso pensé y me llené de incertidumbre si lo encontraría, o no, merodeando junto a la pileta. Solo deseaba verlo y oír su suave voz.

El camino que llevaba al lugar se me hizo extenso, y esta vez, sin que el viento me guiara, tuve que buscarlo sola.

Llegué hasta una arboleda desconocida y solitaria, guiada a través de un largo sendero. No sabía si detenerme o continuar, y pensé que tal vez me habría alejado del camino, que llevaba hasta el lugar misterioso.

Miré el sendero rodeado de árboles y me centré en él. Solo miré el final de este.

Tenía la esperanza que si encontraría a Joey.

Corrí por aquel camino rodeado de árboles, los que estaban todos situados en dos filas, que componían tal sendero.

Solo quise llegar cuanto antes y verlo a él.

Salí del interminable camino cubierto de árboles y vi un pasillo y entré. Al fin llegué al lugar misterioso.

Sin evitarlo, corrí, otra vez, por la plaza y ahí lo vi. Estaba tan modesto y callado. Ensimismado en sus pensamientos y escuchando el viento.

Lo miré en silencio, por un momento, y él se volteó, y me sonrió como aquel día en que nos conocimos.

No supe que decirle y solo lo miré y me sentí inmensamente feliz, de nuevo, por haberlo encontrado.

_ Regresaste. - dijo mirándome con ternura. Su dulce sonrisa hizo derretirme por completa.

_ Si, Joey. Volví. - le dije con alegría y le sonreí con pudor.

_ Me alegro mucho de tenerte aquí conmigo. Deseaba mucho verte, Stephanie.

Me miró con destellos y yo me perdí en sus profundos y maduros ojos celestes.

_ No me explico que me atrae a este lugar, pero sentía que tenía que regresar y verte a ti, Joey...

No me pude callar eso y lo miré nerviosa. Él me miró fijamente y otra vez me sonrió y tomó mi mano.

_ De verdad estoy muy contento de que hayas vuelto a mi lugar secreto...

_...

Le sonreí con rubor en las mejillas y sentí algo tan bello al sentir el roce de su mano junto con la mía. Amé que tomará mi mano.

Joey, no soltó mi mano y yo sin negarme, me llevó a caminar por su lugar, una vez más, y entonces descubrí algo nuevo, que estaba ocurriendo en mi vida.

Caminábamos, por uno de los tantos caminos de su lugar, y conversábamos de cualquier tema en particular. Reíamos, y con insistencia, nos mirábamos con una cálida sonrisa.

Cada vez, yo lo encontraba más y más guapo. No me importaba los años que tuviera.

Lo miraba con frecuencia a mi lado y sentía que lo conocía de antes. Su rostro se me hacía tan conocido. Traté de hacer memoria de dónde lo había visto antes, pero nada logré recordar.

Discreta, volví a mirarle su rostro y él volteó a mirarme. Apenada, desvié la mirada y él lo advirtió; sonrió coqueto y con ternura.

_...Dime Joey ¿Por qué te gusta tanto cantar?

_ Porque cuando lo hago, siento que olvido todo a mi alrededor. Sólo me concentro en alguna letra, en especial, y además me siento muy alegre cada vez que lo hago.

_ Entiendo.

Sonreí con alegría. Me sentí tan cómoda en compañía suya, que deseé que los próximos minutos que pasaran, jamás transcurrieran y permanecieran por siempre en ese mismo día, en aquel lugar secreto, junto a él.

Cayó la noche, vi la luna y miré los ojos de Joey, que destellaban intensamente. Me perdí otra vez en ellos y él acarició mi mejilla. Me sonrió con anhelos.

Yo más que embelesada, sentí que olvidé el mundo a mi alrededor. Cerré los ojos y Joey me besó.

Me sentí tan dichosa; mi corazón y alma vibraron mientras él me besaba, como nunca, antes, ningún hombre lo había hecho.

Al cabo de nuestro beso, nos sonreímos y abrazamos. Me sentí tan protegida y feliz en sus brazos, y sólo pensé en el dulce beso que él me había dado.

Busqué en mi ventana, una estrella en especial y recordé, una vez más, el instante en que Joey me besó.

Me sentía con tanta felicidad que me reía sola. Miré el cielo y descubrí que Joey era lo que yo buscaba. Ese algo que, desde aquel día, había llenado el vacío de mis días rutinarios.

Esa noche no dejé de pensar en él, y en su dulce y apasionado beso. No podía conciliar el sueño y me acerqué a la ventana y volví a mirar las estrellas, que me llamaban para recordarlo y extrañar su mirada. Dije su nombre con idilio.

<< Joey, mi dulce hombre misterioso. >>

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