Prólogo
¿Jenny te gustaría ir a esa fiesta de disfraces conmigo?
_ ¿Lo dice en serio? _ Preguntó la doncella impresionada. _ Pero si no tengo disfraz y no se comportarme delante de esa gente tan estirada y distinguida.
_ No te preocupes por lo que vas a llevar y menos te preocupes por los estirados, además llevarás antifaz y nadie te reconocerá y sé que te comportarás muy bien.
_ ¡Oh Dios mío!_ dijo la joven claramente emocionada. _ ¿Usted haría eso por mí?
_ Claro que sí, ya te he dicho que tú eres más que mi doncella, eres mi dama de compañía, aunque tú insistas en decir lo contrario y el trabajo de una acompañante ir a donde su señora vaya.
La chica abrazó a Theresa.
_ Gracias... _ dijo riendo.
Dos días después, en el salón principal de la mansión de los Condes de Headfort...
Se encontraba una Jenny emocionada y a la vez nerviosa al verse rodeada de todos esos aristócratas tan elegantes. Quién lo diría, ella una simple sirvienta, se encontraba en aquella fiesta compartiendo con ellos como si fuera su igual... <<Si ellos supieran>> pensó divertida. Todo en el salón de baile era elegante y exquisito. Las luces titilantes de las magníficas lámparas de araña hacían resaltar las extravagantes joyas que adornaban a la mayoría de las damas. El parpadeo de los candelabros que engalanaban todo el lugar creaban un ambiente mágico. El champán chispeaba en las copas de cristal que era llevadas por los sirvientes en relucientes bandejas de plata hacia donde giraban las parejas alegremente en la pista de baile con sus majestuosos disfraces diseñados por las más exclusivas modistas de Londres y París.
Jenny miró su vestimenta y se dio cuenta que su disfraz de gitana también era muy hermoso. Estaba tan agradecida con Lady Theresa, ella era mujer muy buena, sincera y generosa que siempre estaba allí para ayudarla. Esa noche era importante para la doncella porque no quería hacer quedarle mal a su señora con alguna indiscreción. Un lacayo le ofreció una copa de champán y ella aceptó mientras seguía contemplando todo a su alrededor; le llamó la atención una pareja de enamorados que pasó enfrente de ella e inmediatamente Jacob vino a su mente, cómo le gustaría que él estuviera allí, lo extrañaba, echaba de menos sus bromas, echaba de menos su sonrisa, si él estuviera allí con ella sería la noche perfecta, pero tenía que esperar hasta el siguiente fin de semana para volverse a encontrar, pero pronto eso iba a cambiar, porque su amado Jacob le había propuesto matrimonio y tan solo en seis meses sería su esposa y no volverían a separarse jamás. La joven se llevó a los labios la tercera copa de champán, tragó deprisa. Era la primera vez que bebía algo tan delicioso y por lo visto además de ser deliciosa le estaba calmando la ansiedad y le estaba agudizando otros sentidos. El lugar estaba abarrotado de hombres y mujeres que charlaban a gran velocidad y sin pausa haciendo que la música interpretada por la orquesta fuera apenas perceptible. La música no le resultaba familiar, pero le hacía vibrar su cuerpo, quería bailar. Lady Theresa llevaba un buen tiempo enseñándole a bailar y esa noche quería comprobar si las clases dieron resultados o no.
Un buen rato después, un joven pirata se acercó a ella y le pidió que bailaran, a lo que la chica accedió encantada de la vida. Jenny bailó minueto, gavota, contradanza y el vals, literalmente se sentía en las nubes. Todo iba muy bien hasta que su mirada recayó sobre un hombre. Un hombre que en ese momento la estaba mirando fijamente, llevaba un traje de dominó negro que le daba un halo de misterio. A pesar de encontrarse al otro lado del salón a ella le pareció que era un hombre muy atractivo, tenía el cabello oscuro cortado a la moda, no podía definir exactamente el color de sus ojos, pero sí podía decir que eran enigmáticos, él no era como ninguno de los caballeros que había conocido esa noche, él era una visión poética. El misterioso caballero se dio cuenta de su minucioso escrutinio y le sonrió mientras caminaba hacia ella.
Nerviosa, se ruborizó y bebió un poco de champán, su respiración se aceleró cuando sus miradas volvieron a encontrarse. Sus ojos eran grises idénticos a los cielos grises oscurecidos... Absolutamente y sin discusión alguna, era el hombre más guapo que hubiera visto en su vida. Sus rasgos tenían una elegancia y una perfección inauditas. En sus labios había una sonrisa muy atractiva, que seguramente era una perdición para las mujeres.
_ Buenas noches, encantadora gitana _ dijo con voz ronca y el pulso de ella se aceleró cuando le tomó la mano para besarla. Cuando él le volvió a sonreír ella apartó la mano como si quemara y se abanicó imitando a la perfección a las chicas que había visto antes en la fiesta.
La joven atribuyó a la bebida el efecto que ese hombre le estaba provocando, no solía sentirse de esa manera, pero aquel caballero, con su vital masculinidad, la inquietaba.
El misterioso caballero al ver que ella no decía nada, se acercó un poco más y le dijo:
_ Jamás había conocido a una gitana tímida, es una lástima porque tenía un deseo enorme que leyeras mi mano y me dijeras que me deparará el destino.
_ Me temo que esta noche mis facultades adivinatorias no están disponibles _ logró decir al fin luego de haberse recuperado de la impresión.
Él le sonrió y continuó con picardía.
_ Oh vaya eso sí que es una novedad... en tal caso me permitiré ser más audaz porque desde que te he visto no he podido apartar la mirada de ti y estoy anhelando con locura bailar contigo _ dijo con voz grave y seductora.
Jenny le dio gracias al cielo por llevar un antifaz que cubriera el rubor que teñía su rostro. había algo en él que la hacía sentir de una manera que no podía explicar o quizás tal vez era el champán o el ponche pensó; volvió a mirarlo a los ojos y se sintió extrañamente conectada con él. Y fue en ese momento que decidió no pensar en nada más que en el momento que estaba viviendo. Esa era la irrepetible y única noche a la que tendría el privilegio de asistir.
_ ¿Bailamos? _ Volvió a preguntar el enigmático caballero.
Ella asintió con un ligero movimiento de su cabeza y solo eso necesitó para que el osado hombre la tomara de la mano y la guiara hasta la sala. Bailaron una y otra vez. Resultó que además de ser muy guapo, era un hombre encantador que la hizo reír hasta más no poder, él no le reveló su nombre y ella por razones más que obvias tampoco le reveló el suyo. Entre baile y baile ya habían perdido la cuenta de las copas de ponche y de champán que habían bebido.
_ No puedo bailar más, mis pies piden clemencia _ dijo Jenny cuando su misterioso acompañante la invitaba nuevamente a bailar un vals _ además estoy un poco acalorada.
_ Ven, salgamos un rato a dar un paseo al jardín.
Ella se quedó meditabunda y luego le contestó.
_ No sé si deba, no sería correcto.
_ No dañemos la noche con decoros, reglas y todas esas tonterías, tú y yo mi bella gitana la hemos pasado estupendamente, no me prives ahora del placer de tu compañía.
Jenny bebió otro trago de su copa, su conciencia trató de advertirle que no era buena idea confiarse de un extraño, pero estaba tan achispada que hizo caso omiso de las advertencias.
_ Está bien vamos.
La sonrisa que él le regaló la desarmó por completo y pensó que luego más tarde pensaría porque ese desconocido producía en ella sensaciones que no había sentido antes, ni siquiera con su adorado Jacob.
Él la tomó de la mano nuevamente y una corriente le erizó toda la piel, al parecer el también sintió lo mismo porque la miró de soslayo con el ceño ligeramente fruncido que luego sustituyó por una pícara sonrisa y un guiño.
Caminaron al amparo de la noche, dejaron a todas las personas que paseaban por los jardines atrás...
_ Conoce muy bien esta propiedad por lo que veo. _ Comentó ella.
_ Efectivamente parte de mi juventud la pasaba aquí con mis amigos.
_ Entonces eres muy amigo de los condes.
_ Si, amigo muy cercanos.
_ ¿Y a dónde vamos?
_ A un pequeño lago, que solo mis amigos y yo conocemos el camino y que ahora tú también conoces.
_ Dudo que lo recuerde, tengo mis sentidos repletos de alcohol _ dijo ella riéndose.
Cuando llegaron al lugar solo la luna era su acompañante, por tercera vez en la noche él intentó quitarle la máscara, pero ella se lo impidió.
_ ¿Por qué no quieres que te la quite? _ preguntó. _ Me encantaría ver tu rostro sin el antifaz.
_ Es mejor dejar las cosas como están _ rió nerviosamente _ Yo creo que no... _ Él apoyó un dedo en sus labios y los silenció. Después esos mismos dedos cruzaron su mandíbula, acariciaron su cabello, su mano se posó sobre la nuca y la atrajo hacia la boca de él. Y cuando sus labios se rozaron, el contacto fue una explosión para ambos.
El beso comenzó apasionado y se volvió casi violento. Jenny se aferró al cuerpo del caballero, él llenaba todos sus embriagados sentidos, y donde la tocaba dejaba su piel ardiente. En algún momento él la depositó en el suelo y la apretó contra la hierba fresca, le acarició el muslo, ella estaba tan enfebrecida con sus besos que no se dio cuanta cuando liberó del corpiño sus pechos, solo fue consciente cuando él dejó de besarla y su cabeza bajó hacia sus senos y su preciosa boca se cerró sobre un pezón y el delicado y virginal botón se tensó en el interior de su gloriosa boca. Involuntariamente arqueó su espalda y él profirió un gruñido suave y erótico. Él volvió a deslizar las manos bajo sus firmes muslos, más allá de las medias y sus ligas blancas, hasta que sus manos encontraron su piel caliente, le cubrió las nalgas y la atrajo más hacia su erección, luego lentamente introdujo un dedo en sus pliegues húmedos y acarició su clítoris hinchado, su cuerpo se estremeció al sentir la caricia de sus dedos. Él liberó su erección, puso los muslos de la chica sobre la cadera y entró en ella con un solo y rápido embate. Las uñas de ella se hundieron en su espalda cuando se tensó bajo él.
_ Maldita sea... _ dijo él sobresaltado.
Jenny abrió los ojos y vio el bello rostro del hombre confundido y en sus ojos un brillo de culpabilidad, todavía obnubilada por todo lo que estaba sucediendo, algo en su interior la impulsó a detenerlo cuando sintió que él se estaba separando de ella, eso bastó para que la lucha interna que él parecía tener, terminara y se abandonara nuevamente en los brazos de ella. Él se precipitó nuevamente sobre su boca y fue incrementando sus embates cuando sintió el deseo de ella crecer, eso hizo aumentar aún más el placer del caballero que poco tiempo después enterró su rostro en el cuello de la joven cuando terminaron de hacer el amor.
Minutos después la realidad les hizo frente y se separaron, ella se levantó y comenzó a arreglar su ropa.
_ ¿Quién eres? _ preguntó él en un tono cortante.
_ Eso ya no importa _ contestó ella aturdida y con un nudo en la garganta.
_ Para mí sí importa, quítate la máscara.
_ No por favor, dejemos las cosas así. _ dijo con voz suplicante, el miedo comenzaba a apoderarse de ella.
_ ¿Cómo puedes pedirme algo así? Yo soy un caballero, mi deber es cumplir, te he deshonrado.
<< ¿Oh Dios mío qué he hecho? >> pensó en Jacob y en como lo había traicionado, se sintió como la peor mujer sobre la tierra, y peor se iba a sentir, si el hombre que tenía enfrente descubría que ella no era una aristócrata sino una simple sirvienta. Ya era suficiente con lo que acababa de ocurrir para añadirle otro error más, no le quedaba otra alternativa que salir de allí, antes que fuese demasiado tarde. El hombre intentó detenerla pero ella corrió y corrió como si de eso dependiera su vida.
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