24
Fernando
―Susan, ya te dije que no sé patinar ―me quejo por tercera vez en el día.
―Dijiste que lo haríamos cuando me recuperara y ya estoy bien ―hace un tierno puchero como una niña pequeña.
―Corazón, sé lo que dije, pero resultó ser más complicado de lo que creí ―me sostengo con más fuerza del barandal. Debo admitir que si fuera una bicicleta yo fuera feliz, la sé dominar excelente. Pero patines... esto es del diablo, con cualquier cosa uno se cae.
Voltea los ojos divertida mientras sonríe. La veo alejarse dando vueltas una y otra vez, es experta en esto. Se ve que le gusta mucho.
―Amor ven ―estira su mano hacia mi dirección― patinemos juntos.
Sus palabras me obligan a aferrarme con más fuerzas del barandal― ven tú cariño, yo no puedo hacerlo ―musito aterrado.
―Si no vienes me iré sin ti ―gira una y otra vez, su cabello vuela despreocupadamente gracias al viento― y sabes que lo haré.
Aflojo un poco mi agarre estirando mi mano hacia ella― ayúdame por favor ―suplico― admito que me asusta hacerlo solo ―se gira en mi dirección, sonríe lo más que puede mientras asiente y se acerca despacio.
―Nada te cuesta decir que algo te asusta, puedes confiar ―se para al frente de mí ― puedes confiar en tus padres, Isaac y hasta en Jenifer, ella te tomó mucho cariño.
Sonrío con ternura― ¿y en ti no? ―hago en intento de tomar su rostro, pero de inmediato pierdo el balance así que me vuelvo a sostener con fuerza.
―¿Sabes que te amo mucho no? ―aprieta sus mejillas haciendo una mueca rara.
―Lo sé linda, también sé que nos vamos a casar ―sonríe con timidez.
Baja la mirada mientras comienza a mecerse de un lado al otro ―Sabes, quiero tener dos perros, uno llamado sol y el otro verano ―decide pararse a mi lado― unos huskys, son como lobos, son muy lindos.
Comienzo a reír― tú y tus nombres raros, en verdad te gusta mucho el verano ¿por qué no las otras estaciones? ―mira hacia el cielo dejándome apreciar más sus pecas gracias a la luz del sol.
―En primavera me daba mucha alergia, en otoño todas las plantas mueren y en invierno el frío me hacía una mala jugada, además no me gusta la navidad ―frunce el ceño― Santa nunca cumplió mis deseos ―Muerde su labio inferior― El verano era perfecto para mí, nada me hacía daño, el sol acariciaba mi piel, la brisa era muy fresquita y todos se animaban por las vacaciones. Bueno, ahora puedo disfrutar todas las estaciones, será divertido ―Sonríe.
Detallo su perfil una vez más.
Su nariz es gordita y pequeña, como una fresita creo, ya que ahora mismo se encuentra roja al igual que sus mejillas. Sus labios son tan rosados al natural, como si constantemente usara labial, pero no es así. Sus cejas son gruesas y rojizas, ahora mismo están despelucadas y una que otra sobresale del grupo. Esas pequitas salpican su rostro despreocupadamente, tan tenues que a lo lejos no pueden apreciarse, pero allí están.
Ella es tan linda.
Alzo una ceja curioso― ¿qué no te cumplió Santa? ―me voltea a ver inocente― Creí que serías amante a la navidad para ser sincero.
Frunce sus labios― Me incluiste es estereotipos cliché ―Bromea― Cada año hasta los 8 le escribí una carta pidiendo estar sana, yo quería dejar de usar el inhalador o hacer ciertos tipos de actividades ―señala su pecho a la altura de lo que supongo sus pulmones― tuve que esperar muchos años para lograr ese objetivo y gracias a Santa no fue.
Esquivo su penetrante mirada― ¿te sientes feliz? ―con el rabillo del ojo noto como asiente muchas veces.
―No era lo que esperaba, pero no me quejo ―alza los hombros desinteresada. En verdad que nunca dejará de hacer eso.
Miro hacia el cielo con melancolía― ¿sabes que te extraño, no?
La escucho suspirar― lo sé, yo también a ti y a mi familia, todos están muy tristes.
La volteo a ver― ¿eres real o sólo eres producto de mi imaginación? ―mis ojos se cristalizan al pronunciar esas palabras.
Vuelve a sonreír― no lo sé, sólo sé que estoy contigo ―empieza a patinar― sabes, el aire es más puro donde estoy, tienes razón sobre eso de la contaminación ―Bromea, pero no río, no puedo hacerlo.
Empieza a alejarse despacio― No te vayas aún ―alzo la voz, ella empieza a sacudir su mano como despedida― no me dejes por favor.
Coloca ambas manos alrededor de sus labios simulando un altavoz― espero seguir viéndote aquí, no quiero que vayas a dónde estoy, aun tienes tiempo.
Niego con desespero― sin ti no me importa que no sea mi tiempo ―trato de seguirla, pero no puedo despegar mi mano del barandal― quiero estar contigo.
Cada vez su silueta se vuelve más pequeña, no quiero que se vaya, es muy pronto― No seas idiota ―sonrío sin darme cuenta ante su lejana voz chillona― como vengas a mi nueva casa no te voy a perdonar nunca.
Cierro los ojos unos instantes― ¡Susan lo siento! ―grito con todas mis fuerzas.
Al abrirlos me encuentro con el oscuro y vacío techo de mi habitación.
¿En verdad todo esto fue un sueño?
Me siento sobre la cama tomando mi vientre con una mano, no puedo hacer muchos movimientos ya que me arde interiormente y duele exteriormente. No sé por cuál factor duele tanto, si es por no comer o por estar más vomitando que otra cosa o simplemente por la culpabilidad, talvez sean las 3 juntas cobrando un tipo de karma.
Me pongo de pie en dirección al balcón, no sé qué hora sea, pero no es importante para mí. Hace varios días perdí la noción del tiempo y no pienso recuperarla justo ahora.
Abro la delgada puerta de cristal despacio, se encuentra algo fría y húmeda gracias al clima nocturno. Al salir, un insoportable frío obliga a mi piel erizarse como nunca antes, fue tanta la sorpresa de mi cuerpo que hasta apreté los dientes y cerré los ojos.
Estoy más susceptible de lo que creí.
Una amarga sensación navega por mi boca pidiéndome expulsarla, pero la ignoro, eso no es importante, además dudo que tenga algo para expulsar.
Miro hacia el cielo con detenimiento notando como hay más estrellas que antes, miles podría decir yo. A Susan le hubiera gustado apreciar esto, aunque no sé si haya sido amante a este tipo de cosas, nunca le pregunté.
No te pregunté tantas cosas linda, teníamos mucho por aprender del otro... lo siento tanto.
Bajo mis ojos hacia el edificio donde vivía, este se encuentra todo apagado lo cual es extraño ya que los otros aun alumbran ¿Estarán enterados sus vecinos?
Coloco mi pecho sobre el barandal y paso mis piernas hacia delante de forma rápida, luego me incorporo quedando sentado sobre dicho barandal de aluminio que sirve para no dejar caer a nadie. Mis pies cuelgan hacia el vacío obligándome a ver hacia abajo. Todo se ve tan pequeño desde aquí, el octavo piso es lejano al parecer.
Comienzo a mover mis pies hacia delante y hacia atrás como niño pequeño, recordando todas las veces que vi a Susan hacerlo sin darse cuenta.
Apoyo mis manos sobre el frío aluminio aun mirando hacia abajo, todo está vacío, ni un alma habita por allí.
Alzo mi mano en dirección a la nada. Sólo debo hacer un movimiento, un pequeño impulso hacia delante y estaré a su lado ¿dolerá?... Golpeo mi frente con mi mano mientras empiezo a negar.
No, no merezco estar a su lado, soy el culpable de todo esto, por mí pasó...
Debo vivir con esta culpa.
Asumir mi error y sufrirlo en carne propia.
"Como vengas a mi nueva casa no te voy a perdonar nunca."
Ay Susy, no sé si mi mente te creó para que no hiciera una idiotez o si en verdad fuiste tú, pero no sé qué hacer linda. Yo debería estar en tu lugar ¿por qué pagaste tú? ¿Por qué?
Me giro impulsándome hacia el suelo, las frías baldosas acarician mis entumecidos pies descalzos.
Empiezo a caminar en dirección al baño, todo en medio de la absoluta oscuridad.
Al llegar a mi destino enciendo la luz obligándome a cerrar los ojos por el brillo. Cuando recupero la visibilidad detallo mi alrededor.
Me encuentro con el piso completamente sucio por las veces que no llegué a tiempo para vomitar.
Alzo mi mirada centrándola en el blanco inodoro, me le quedo viendo fijamente como si fuera lo más relevante de mi vida. Siento como me invita con descaro a vomitar una vez más, a que expulse lo que no tengo causándome un espantoso dolor abdominal.
Cierro los ojos volteándome hacia otra dirección, cuando los abro me doy cuenta que estoy al frente del espejo, tenía días sin verme en uno. Lo que veo no me sorprende en lo más mínimo, hay un miserable Fernando mal alimentado y exhausto. Con ojeras más pronunciadas que de costumbre, aruñazos en la cara, pálido, con labios secos y sin vida.
Me centro en mis ojos percatándome que estos se encuentran llorosos, y notando como las lágrimas escurren por mis mejillas sin aviso alguno.
¿Cuándo empecé a llorar?
Elevo mi mano hasta mi cabello completamente despeinado, todos los perfectos rulos que existieron algún día yacen desechos apuntando hacia distintas direcciones.
Tomo un mechón de este tratando de crear un pequeño rulo, quizás pueda arreglar algo de mí. Pero al enrollarlo en mi dedo este se desprende por completo. Alzo la vista hacia mi reflejo con horror. Tomo otro mechón de cabello y este queda en mi mano también.
¿Qué es esto?
Comienzo a tocar mi cabello viendo como cae, como si mi mano estuviera maldita y trajera la desgracia.
Es el precio por tus culpas Fernando.
Con manos temblorosas abro el grifo del lavamanos enjuagándome el rostro.
Al hacer contacto el líquido con mi piel me arrepiento por completo, un ardor invade mi mejilla haciéndome apretar los dientes con fuerza.
Lo había olvidado.
Salgo del baño con rapidez. No quiero seguir viendo mi miserable presencia, no quiero ser testigo de mi hundimiento, no quiero esto.
Al llegar nuevamente a mi habitación me siento sobre el suelo de inmediato recostándome contra la pared. Toco mi cabello una vez más notando como sigue quedando entre mis dedos.
Fernando, quiero ser una gran compositora.
¿Sabes?, quiero ser como mi hermana.
Estoy ansiosa por escuchar mis canciones.
Quiero una casa en la playa.
No quiero morir Fernando.
―Lo siento, lo siento ―empiezo a negar con desespero, su voz inunda mi cabeza por completo― yo no quería esto, yo quería que hicieras todo lo que querías, lo sabes muy bien Susan.
La mataste.
Eres el culpable.
Fuiste tú y solo tú.
―Yo no quería ―cubro mis rostro― yo la amaba ¿cómo podría hacerle daño?
Pero lo hiciste.
Por tu culpa su familia se arruinó.
Le quitaste sus sueños.
Deberías morir.
―Yo no quise, no quería ―miro mi alrededor en busca de algo que no sé lo que sea― Si ella no puedo cumplir sus sueños yo tampoco lo haré ―Empiezo a negar otra vez. Si ella no pudo ser feliz yo tampoco, perderé todo, así como yo se lo arrebate a ella, es lo que debo hacer, es lo justo.
Eres miserable
No mereces ser feliz
Morirás siento nadie
Me pongo de pie cubriéndome los oídos en un vano intento de callar mis pensamientos. Empiezo a caminar en dirección a mi pequeño escritorio. Miro con detenimiento todo, cuadernos, libros, lápices.
Fue tu culpa.
No quise.
Haces daño a quien tocas ¿no viste como tu hermano se fue de tu lado? Tus padres también se deshicieron de ti.
Mientes, ellos no lo hicieron, yo no tuve que ver en sus decisiones.
¿Seguro?
Cállate...
Susan nunca debió conocerte, fuiste su perdición.
Cállate por favor.
Ella sólo quería amar y terminó muerta.
―¡CÁLLATE!
Coloco mis manos sobre el escritorio y las muevo con rapidez de un lado al otro comenzando a tirar todas las cosas al suelo con enojo. Camino hacia las paredes y quito todos los cuadros que yacen en ellas quebrándolos por completo contra el suelo. Muchos pedazos de vidrio cubren el piso haciendo que me corte las plantas de los pies con cada paso, pero no me interesa, ese dolor no es nada comparado con el que oprime mi pecho cortándome la respiración cada día, cada noche, cada hora, cada minuto.
―Lo siento Susan ―susurro hacia la nada― yo no quise hacerlo...
Pero pasó.
Silencio.
Me dirijo hacia el armario y lo tiro con todas mis fuerzas hacia el suelo, un fuerte estropicio inunda mi habitación por unos segundos. Tomo la ropa y comienzo a tirarla por todas direcciones. Cierro mis manos con fuerza clavando mis uñas en mis palmas. Empiezo a golpear la dura madera del armario con desespero, los golpes vuelven a llenar mi habitación, mis manos arden, pero sigo, sigo hasta cuando me canso de hacer lo mismo.
―No merezco tener nada.
Camino hasta mi cama agarrando la almohada entre mis dolorosas manos. Saco el algodón de la funda y comienzo a despedazarlo con rapidez, siento como mi vista se vuelve borrosa gracias a las lágrimas.
―Yo no merezco vivir.
No mereces morir tampoco, lo único que has ganado es tu miseria.
Miro mi alrededor en busca de consuelo. Centro mi vista en algo que aparece gracias a los pequeños rayos de luz que se cuelan del balcón.
Mi cámara
Destrúyela.
Me dirijo hacia ella a pasos rápidos. Mis manos se encuentran temblorosas, pero la envuelvo entre ellas― No puedo usarte ―acaricio el aparato― no puedo tenerte...
Rómpela.
Estoy a punto de aventarla contra el suelo, pero esas intensas ganas de vomitar aparecen haciéndome cubrir mi boca, son tan intensas que a duras penas me permiten dar un par de zancadas hacia el balcón. Me asomo hacia el vacío expulsando todo lo que quedaba en mi interior, si alguien pasaba ese preciso momento tuvo muy mala suerte.
Me siento sobre el piso una vez más y abrazo mis rodillas. Dejo que mi cuerpo caiga lentamente hasta que mi cien toca el frío azulejo.
―Quiero volver a verte, pero no lo merezco ―sorbo mi nariz― no sé si vuelva a querer a alguien como te quiero a ti, no sé si algún día podré superar este dolor, lo dudo. Pero de algo tengo certeza, y es que nunca olvidaré que todo esto fue por mi culpa, siempre estaré anuente a eso.
Lo siento tanto pequeña.
♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡
¿Saben que estamos llegando al final?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top