55. El perdón

Capítulo cincuenta y cinco.

Christian Harrison.

Mis manos se vuelven puños en un intento de liberar todo el enojo en mí al ver a mi hermana pequeña ahí, a unos metros de nosotros, viéndome tan fijamente.

Podría ignorarla si estuviera solo, como lo he hecho desde que me enteré de la maldad que hizo, pero ahora estoy con Erica, y me niego en lo absoluto a dejar que Audrey hable con ella, no luego de todo lo que sé.

Sin decir nada, me levanto de mi lugar antes de que ella decida acercarse, pero instantáneamente Erica se voltea hacia mí de nuevo y me ve con las cejas levantadas en una expresión preocupada.

—¿Qué vas a hacer?—Me pregunta, levantándose también de su silla, pero antes de responder, la tomo por los hombros y la obligo a sentarse, inclinándome hacia ella.—¿Christian?

—Tranquila, solo voy a ver lo que quiere.—Le respondo con una media sonrisa, esforzándome por calmarla.—Tú solo espérame aquí, ¿de acuerdo?

Ella duda un momento, mirando al suelo y haciendo una mueca, así que la tomo del mentón y la beso de la manera más calmada y rápida que me sale, logrando una sonrisa por su parte junto con un asentimiento de cabeza.

—Está bien.—Acepta finalmente.

—Volveré pronto.—Le aviso y antes de incorporarme, aprovecho para susurrar algo en su oído.—Y luego te mostraré cosas muy interesantes, Ana.

La veo tensarse y sus mejillas volverse de color rojo mientras la paso por un lado, sintiéndome orgulloso por haber conseguido eso pero rápidamente mi felicidad se va cuando me centro en la persona hacia la cual camino. No tardo en alcanzarla y cuando lo hago, Audrey baja la vista sin poder sostener la mía. Se queda en silencio un momento, mirando hacia sus costados y causando que mi paciencia se agote, sin embargo, me limito a esperarla un poco más hasta que finalmente me ve directo, una sonrisa leve formándose en sus labios.

—Hola, hermanito.—Dice tímidamente mientras sus ojos azules se esfuerzan por verme sin nerviosismo.

—Hola.—Cito con frialdad, pero ella mantiene su sonrisa y un breve silencio.

—Estuviste muy bien en el partido de básquet.—Continúa luego de unos segundos.—Felicidades por la victoria y el trofeo.

—Gracias.—Contesto de igual manera que anteriormente, haciendo que el nerviosismo de Audrey sea más notable.

Sin embargo, parece no darse por vencida, porque sigue con la misma expresión de que nada malo sucede entre nosotros, y eso me está quitando toda la tolerancia que me ayuda a seguir con esta conversación absurda.

—Así que...—Comenta lento, pensando con cuidado sus palabras.—¿Qué te está pareciendo el Festival?

—Audrey.—Respondo cansado, cerrando los ojos un momento y respirando hondo antes de seguir.—¿Qué es lo que quieres?

Finalmente su sonrisa se borra y sus ojos dejan de verme tiernamente, hasta pienso que por un momento se humedecieron pero no llego a verlos ya que ella se voltea, dándome la espalda y soltando un fuerte suspiro.

—Sígueme.—Me indica y comienza a caminar lejos de mí, dejándome con preguntas en la boca.

—¿Por qué?, ¿Qué es lo que planeas?—La cuestiono, pero no me responde, solo sigue su camino.—¡Audrey, maldita sea, espera!—Le grito con el ceño fruncido y sin poder hacer más nada por frenarla, la sigo a regañadientes.

Ella continúa su camino y yo la sigo de manera más normal, intentando hacer una escena ante los ojos de todo el Instituto y de la persona más importante ahí, Erica. Por un momento solo pienso en ella, pero no me volteo para verla, simplemente confío en que se fue con Madison y no vio que me estaba yendo. Y si lo hizo, me hará caso y se quedará donde le dije.

Audrey y yo llegamos a la entrada de la carpa, que en este caso es la salida, y la atravesamos sin vacilar. El viento invernal de la noche no me afecta, pero ella se abraza y continúa, dirigiéndose hasta el instituto. Cuando entramos, Audrey da unos pasos más hasta llegar a las primeras escaleras que vemos. Se sienta en ellas y toca un punto a su lado, invitándome, pero yo solo ignoro su acción.

—No puedes quedarte ahí parado.—Me dice con un tono divertido pero yo no me inmuto.—Pareces una estatua.

—Ve al punto o volveré por donde vine.—Le ordeno, cruzándome de brazos y quedándome frente a ella.—No me importa dejarte sola aquí.

—Que cruel estás siendo conmigo, Christian.

—¿Vas a decirme que no lo mereces?—Pregunto molesto, mi mente llenándose de recuerdos que alimentan cada vez más mi enojo.—¿Que la culpa de todo lo que sucedió entre Erica y yo no la tienes tú?, ¿Que lo que hiciste fue por buenas intenciones?

—No, no y... sí.—Su última respuesta me hace reír, pero ella permanece con una expresión neutra.—Me merezco tu forma de ser ahora conmigo, al igual que acepto la culpa de lo que pasó, pero créeme que lo hice por buenas razones.

—Tus enfermizos e infantiles celos de hermana menor no son una buena razón.—La contradigo, alzando un poco la voz.

—No fue por eso que lo hice.—Murmura mirando el jugueteo que hace con sus manos sobre su regazo.

—Claro.—Digo entre dientes.

—Christian...—Susurra con los ojos brillantes.

—¿Qué?, ¿Ahora que vas a decir?—Le pregunto sin paciencia, mirándola de mala manera y sin importarme levantar el tono.—¿Acaso piensas meter a nuestra madre en tu mierda de justificación?

—¡No quería que terminaras lastimado!—Grita con el ceño fruncido, provocando que lágrimas rueden por sus mejillas. Yo permanezco neutro, pero no puedo evitar sentir un poco de asombro al verla así.—Yo solo... solo quería cuidarte. No pretendía lastimarte, sino todo lo contrario. Quería... quería protegerte.

—¡¿Progeterme de qué?!, ¡¿De Erica?!, ¡¿Es una broma?!

—¡De terminar con el corazón roto, idiota!—Masculla con la voz temblorosa, apretando sus manos en puños.—Yo siempre he sabido de tu amor por Erica, Christian, desde tu primer año.

Su confesión hace que mi expresión se suavice, e inesperadamente ya no siento enojo, sino sorpresa y confusión. Ella continúa luego de tranquilizar su temblor.

—Aún recuerdo la vez que llegaste a casa luego de tu primer día en la secundaria. Siempre jugabas conmigo, pero aquel día estabas tan absorto en tus pensamientos, con una expresión deprimida y angustiante... ¿Lo recuerdas?

Permanezco en silencio un momento, intentando acordarme de aquel día. No me cuesta mucho trabajo, y aunque no sabía que tenía esa expresión que describe, sí sabía cada cosa que está diciéndome ahora.

—Aquel día te insistí para que hiciéramos cosas que te gustaran porque creí que tuviste un muy mal día, incluyendo todo lo que pasó con mamá, papá y Mary. Aún así acabaste rechazando todos mis esfuerzos. Al final del día te pregunté directamente que era lo que te sucedía, tú dudaste al principio, pero acabaste por contármelo.—Me explica con sus ojos fijos en los míos.—Dijiste que conociste a una chica, a alguien que te hizo olvidar los problemas que vienes sobrecargando desde hace meses y que...—Ella hace una pausa, mordiéndose el labio inferior.—...que era la primera persona que te hacía sentir esa extraña sensación que me describiste esa vez.

—Sigue sin haber algo en todo eso que tenga que ver contigo.—Comento antes de escuchar más sobre aquel recuerdo.

—Jamás me dijiste el nombre de la chica.—Continúa, ignorando mis palabras.—Así que decidí investigar por mi cuenta. Lamento decirte lo que te voy a decir a continuación, pero no tanto como lamento el haberlo hecho en sí, en fin, he notado como comenzabas a escribir. Primero era alguna que otra vez a la semana, luego tres veces sin falta, y después lo hacías casi todos los días. No me tomó mucho trabajo revisar todo lo que escribías cada vez que no estabas, ni me faltó tiempo para leer.

—¿Así que violaste mi privacidad?

—Dije que lo sentía.—Vuelve a disculparse.

—Que lo sientas no compensa cuatro años de eso, Audrey.—Le informo, esta vez con más calma, sin embargo el enojo hacia ella aún sigue presente e intacto.

—Lo sé. He cometido errores, demasiados para poder contarlos, y no sabes lo arrepentida que estoy de ellos, pero Christian, no soy la mala persona que crees. Hice lo que hice porque quería cuidarte. Cada vez que leía un nuevo escrito en tu libro, sentía que estabas  enamorándote cada vez más, y eso me asustó. No voy a mentirte, sí me enojaba que dejáramos de pasar tanto tiempo juntos cuando eramos pequeños y me enoja que actualmente no hayas estado hablándome como lo has hecho desde que yo entré a la secundaria, pero lo peor de toda esta situación con Erica era imaginarla rechazarte y que tú terminaras con el corazón roto.

Dejo pasar un momento y luego suelto una risa, la cual provoca una mirada confusa por parte de mi hermana.

—¿Quién pensaría que podría ser rechazado?—Pregunto sin poder evitarlo.

Ella rueda los ojos, sus mejillas aún viéndose húmedas por las lágrimas y sin sonreír, se me queda viendo.—No es gracioso porque tú lo creías, Christian.

Mi sonrisa se va, no solo por la seriedad de su expresión, sino porque cada palabra que dice me lleva a aquellos tiempos, donde no me sentía como ahora, sino completamente lo contrario.

Y Audrey lo sabía mejor que nadie.

—Fuiste el ícono de Belmont desde tu primer día, siendo el futbolista estrella de los chicos y el suspiro de las chicas, pero en el fondo, solo te interesaba la aprobación de una persona.—Ella estira su mano hasta tomar la mía y la acaricia suavemente.—Y lo peor de todo, es que temías no ser suficiente para ella, como le sucedió a mamá con papá.

Lo dijo.

Sus últimas palabras me hacen quitar bruscamente su mano, retrocediendo y provocando que Audrey se levante preocupada.

—Christian-

—No.—La detengo cuando se acerca.—Cállate.

—Aunque me callara, los dos sabemos que es así.

Y lo sigue diciendo.

—Basta.—Ordeno.

—Sabemos que te sentías así.—Sigue hablando, su mirada profunda sobre mí.

—Detente.

—Y que aún te sientes así.

—Audrey.

—Como mamá con papá.—Finaliza, ignorando por completo mis advertencias.—Insuficiente para Erica.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?!, ¡¿Esta es tu forma de hacer que te perdone?!—Pregunto a gritos, sin poder controlarme y veo como se tensa.—¡Es una porquería!

—L-lo siento, yo...

—¡Ya deja de disculparte!—Le exijo furioso y luego veo hacia otro lado, intentando calmarme pero me es imposible.—¡Mierda!—Maldigo, llevando mis manos a la cabeza mientras veo hacia abajo.

No quería decirlo, pero recordar todo lo que Audrey me estaba diciendo dolía.

Dolía demasiado recordar.

—Son unos imbéciles.

Solté una risa cuando vi como Adrián y otros amigos del equipo me mostraron su dedo medio desde la camioneta como respuesta a mi insulto.

—Tú te lo pierdes.—Me gritó mi mejor amigo y luego de guiñarme un ojo a modo de despedida, soltó un grito y arrancó el motor del vehículo, alejándose de mi vista con el resto del grupo.

Negué aún sonriente y relamí mis labios mientras revolví mi mojado cabello para luego disponerme a abrir la puerta de mi casa.

Había tenido la última práctica antes del campeonato, por lo que llevaba puesto el uniforme de básquet y el sudor se apoderó de mi cuerpo. Estaba ansioso por entrar a casa y darme una ducha.

Pero apenas llegué a tocar la perilla cuando la puerta se abrió desde dentro, encontrándome con una cara conocida.

—Mary.

Ella era la mejor amiga de mamá, y prácticamente pertenecía a la familia debido a sus muy frecuentes visitas a la casa. Era como una segunda madre para mí, así que no tardé en sonreírle.

—Que bueno verte. Ya me estaba pareciendo extraño que no hayas aparecido en ningún momento del día.—Bromeé pero ella se me quedó viendo con una expresión sorprendida.—¿Por qué esa cara?, ¿está todo bie–

No pude acabar la frase. Mis ojos bajaron a su cuerpo, viendo como su vestimenta formal, con la que la vemos la mayoría del tiempo cada vez que venía, estaba arrugada. Algunos de los botones de su típica camisa estban desabrochados, su falda levantada hacia la mitad de sus muslos y tenía los zapatos en sus manos. Y para finalizar, su cabello estaba suelto y medio revuelto.

La vi con el ceño fruncido, sin poder entender nada y ella no tardó en darse cuenta de mi inspección.

—Lo siento.—Me susurró con ojos llorosos.

—¿Sentir qué?—Le pregunté cada vez más extrañado.

Pero Mary no me respondió. Se apresuró a pasarme por un lado e irse corriendo hasta su auto, el cual estaba estacionado frente a la casa contraria a la nuestra.

Entré y cerré la puerta detrás de mí, totalmente confundido por lo que acababa de pasar. No entendía absolutamente nada, pero pronto vi a papá bajar las escaleras, y no me importó su expresión de sorpresa al verme, sino su atuendo formal, el cual estaba tan mal acomodado y deshecho como el de Mary.

No tardé en unir las piezas más de lo que mi padre tardó en frenar frente a mí.

—Te lo puedo explicar.—Me dijo papá, intentando poner una mano en mi hombro, pero al instante oí un llanto proveniente de los pasillos, así que esquivé su toque y, dejándo a mi desalineado padre atrás, subí rápido las escaleras, siguiendo aquella voz balbuceante, desconsolada y rota.

Llegué al cuarto donde dormían mis padres. La puerta estaba abierta, por lo que no tardé en ver una de las más desgarradoras imágenes de mi vida.

Mi madre yacía ahí, sentada en el suelo, pegada a un costado de la cama y con la cara dentro de sus brazos sobre su lado del colchón.

No dudé en sentarme a su lado y obligarla a verme, pero cuando lo hice, algo dentro de mí se derrumbó al ver sus ojos azules, aquellos que siempre han estado tan encendidos y brillantes desde que tengo memoria, apagados, rojos y llenos de lágrimas.

Definitivamente, no tardé nada en unir las piezas.

Mi madre intentó hablar, pero todo lo que salía de su boca eran frases entrecortadas y sin sentido. Tal vez quería explicarme, o solo decirme que todo estaría bien, pero no importaba, porque yo sabía perfectamente el motivo de su estado y se lo hice saber envolviéndola en mis brazos.

—É‐él... y-y... y Ma-ry...—Fue lo único que dijo ella que pude entender.

—Tranquila, mamá.—Le susurré al oído, intentando calmarla, pero al parecer, solo lo empeoré, porque su llanto se volvió más fuerte y trajo consigo una frase que pudo ser capaz de decir perfectamente.

—No fui suficiente.—Lloriqueó, aferrándose a mi ropa, sin importarle que esta estuviera mojada.

—Eres muchísimo más que suficiente.—Dije con la esperanza de que lo creyera realmente, y si lo negaba, yo seguiría hablándole, intentando confortarla.

Pero a veces un hijo no puede controlar la situación del todo.

—¿Entonces por qué me engañó?—Pregunto ella con su voz quebradiza y sin fuerzas.

Y ya no tuve palabras para contestar su pregunta.

Solo me quedé ahí, esperando a que se quedara sin lágrimas, sintiéndome totalmente idiota por no saber qué más decir.

Cierro mis ojos tras la angustia de haber recordado todo eso y le doy la espalda a mi hermana, soltando un largo suspiro.

—Si crees que te odio por lo que hiciste, entonces te equivocas.—Le digo sin verla.—Eres mi hermana menor, y te querré siempre. Sin embargo, va a llevar su tiempo el que pueda sentirme cómodo hablando contigo o que ya no me enoje sabiendo que estás cerca siquiera.

—El que necesites, yo te esperar–

—Y si tienes que disculparte con alguien directamente.—La interrumpo y me volteo hacia ella, enfrentándola nuevamente.—Entonces ve a hablar con Erica, no conmigo.

Audrey no se molesta en ocultar la sorpresa en su rostro ante mis palabras, y luego comienza a jugar con sus dedos, mirando hacia todos lados. Yo permanezco en silencio, esperando alguna respuesta de ella pero lo único que hace es mostrarse inquieta.

—¿Qué?, ¿No piensas hacerlo?—Cuestiono con una ceja arqueada.—Wow, cuánto arrepentimiento tienes.

Mi hermana menor baja la cabeza y al cabo de un segundo, veo como algunas lágrimas ruedan sobre sus mejillas, sorprendiéndome.

Pienso en decir algo, pero Audrey es más veloz.

—No es nada de eso.—Murmura con la voz quebrada y levanta la vista hacia mí.

Sus ojos azules cristalinos y sus labios presionados hacen que mi forma neutra de mirarla vacile por un segundo.

—¿Entonces?

—Estoy dispuesta a ir a disculparme con tu novia, porque aunque no confío en ella lo suficiente, sí me ha caído medianamente bien en lo poco que hemos hablado, y si te hace feliz, debo aceptarla y creer ciegamente que no va a hacer nada que te hiera.

—No lo hará.—Le afirmo.

Y si lo hiciera me lo merecería.

Ya he perdido la cuenta de cuántas veces la he lastimado, y ella aún ha seguido ahí, esperándome, perdonándome y amándome.

Ella podría destruirme en cualquier momento, y aún así, tal y como ella ha hecho, yo me quedaría a esperarla.

Pero estoy seguro de que no lo hará.

—Eso espero.—Responde Audrey.—Mi problema ahora es..., ¿y si ella no quiere escucharme?

Estoy a punto de responderle, pero luego pienso en que no hay nada que pueda decirle ante eso. Realmente no lo había pensado porque no imaginaba ese punto como una posibilidad mínima siquiera. Pero Audrey tal vez tenía razón, después de todo, Erica fue la que más sufrió.

Y a causa mía.

Me paso una mano por el cabello, soltando un suspiro angustiado al pensar en eso.

Pero entonces una voz ajena a mi conversación con Audrey se oye claramente.

—Ya te he escuchado.

Erica.

Me mantengo firme, viendo la espalda de Christian unos segundos más antes de que él se voltee a verme, dando un paso a su izquierda, dejándome ver también a Audrey y su expresión de sorpresa.

Me acerco a ellos en pasos lentos y siento que por un segundo mis piernas tiemblan, pero agradezco el estar acompañada por Mason y Madison a mis costados, quienes me dan una palmada en los hombros a cada lado para poder seguir.

Cuando llego a Christian, este me ve con el ceño fruncido y yo solo le sonrío, pasándolo por un lado hasta llegar frente a Audrey, quien me ve unos segundos más antes de ver detrás con el ceño fruncido.

—¿Ellos qué hacen aquí?—Me pregunta la menor de los Harrison, refiriéndose a mis mejores amigos, mientras se pasa la mano por su mojado rostro.

—Para serte sincera, ellos llegaron a mis espaldas sin que yo me diera cuenta y ya era demasiado tarde para regañarlos y decirles que se fueran.—Le explico algo avergonzada.

Era cierto de todas maneras. Vi a Christian salir con Audrey y mi curiosidad pudo conmigo, por lo que los seguí hasta aquí y me quedé detrás de los casilleros, pero cuando me volteé Mason y Madison estaban ahí.

Casi grito si no fuera porque Mason puso su mano dentro de mi boca.

Y aclaro que, no lo mordí solo porque temía que gritara, pero ganas no me faltaron.

—¿Significa que escucharon toda la conversación?—Pregunta Audrey con temor a la respuesta, viendo aún por detrás mío y podría asegurar que el rubor repentino de sus mejillas no es solo por sus lágrimas. Yo asiento y ella me ve con enojo.—No puedo creerlo.

—¿Acaso no era eso lo que querías?—Cuestiono confusa.

—No, bueno, sí, pero no así.—Confiesa ella, frunciendo el ceño.—Y quería que tú sola lo escucharas, no tus amigos.—Añade molesta, fijando su vista nuevamente hacia atrás y esta vez decido voltearme para confirmar la mirada penetrante de Audrey en mi mejor amigo, quien desvía la vista como puede.

—Sí, tienes razón y lamento eso, pero lo importante es que te oí.—Inquiero, recuperando la atención de la Harrison menor.—He escuchado tus justificaciones, tus arrepentimientos y tus preocupaciones por tu hermano. Y Audrey, no podré entender del todo la gravedad de tus emociones como para que hayas hecho lo que hiciste, pero sí puedo entender un poco.

—¿Eh?—Dice ella confundida.—¿Que lo entiendes dices?

—Yo también tengo una hermana mayor por la cual preocuparme. Sí, ella es una chica, pero eso no quita el hecho de que pueda sentirme celosa de su cercanía con su novio. Sin embargo, yo entiendo que esté enamorada y no voy a hacer jamás nada para intervenir, porque yo también estoy enamorada de alguien,—Hago una pausa para echarle un rápido vistazo sobre mi hombro al chico de ojos azules antes de volverme hacia Audrey.—Y no quisiera que nadie intentara separarme de esa persona solo porque no piensa que sea bueno para mí. Yo sé lo que es bueno para mí, y si me equivoco, entonces querré correr el riesgo y saberlo por mi cuenta.

Audrey baja la vista, una última lágrima corre por su mejilla y me apresuro a limpiarla con mi dedo índice tras tomar su rostro con mis manos para que me vea.

—¿Entiendes todo lo que acabo de decirte?

Ella me ve durante un momento y no puedo evitar tragar grueso ante esa penetrante mirada azul, hasta que finalmente asiente, provocándome una sonrisa.

—Entonces te perdono.

La menor me ve sorprendida por mis palabras, pero, sin borrar mi sonrisa, la abrazo, sintiendo como todo el rencor que tenía hacia su persona se esfuma y creyendo que, el de ella hacia mí igual cuando Audrey me corresponde el abrazo.

—Gracias.—Me susurra y yo la veo una vez más luego de separarnos.

—No hay de qué.—Le respondo y la veo directo a los ojos una última vez.—Prometo cuidar de Christian, Audrey, lo prometo.

Ella me devuelve la sonrisa y siento como unas manos se apoyan en mis hombros.

—Debemos volver al Festival.—Me informa Chris, llevándome con él luego de que le doy una sonrisa más a Audrey.

Pienso que mis mejores amigos van a seguirnos, pero Mason me da una mirada que me hace saber que ahora es su turno de hablar con la pequeña Harrison, y no me preocupo cuando veo como Madison me sonríe.

Christian y yo no tardarmos en llegar a la puerta del Instituto. Me apresuro a salir al exterior y el viento invernal golpea mi rostro, haciéndome sentir muy bien. Cierro mis ojos y extiendo mis brazos a los costados de mi cuerpo, disfrutando completamente del ambiente frío.

Cuando abro los ojos otra vez, veo en el cielo como copos de nieve comienzan a caer y una enorme sonrisa invade mis labios.

—Adivina en qué estoy pensando.—Oigo susurrar a Christian en mi oído a mis espaldas. Mi corazón late fuerte pero no me muevo.

—No lo sé, ¿en qué estás pensando?

—En lo mucho que quiero besar a una chica bajo la nieve.

Su comentario me hace reír, pero me mantengo quieta.—¿Como en las películas?

—Exacto.—Confirma para luego tomarme de la cintura y voltearme, pegándome a él.—¿Quieres?

—No veo porqué no.—Contesto entre risas y lo siguiente que siento son sus labios contra los míos, moviéndonse suavemente y con una sincronía perfecta mientras los copos de nieve rozan mis mejillas.

—Hay que regresar al Festival.—Le digo contra sus labios, recordándole que aún seguimos fuera.

—Tengo mejores cosas en mente.

—¿Ah sí?, ¿cuáles?

—Te dije que debíamos irnos temprano para que pudieras verlas.—Me informa y se me queda viendo, como si esperara mi aprobación. Suelto una risita y seguidamente lo vuelvo a besar a modo de sí.

Esta noche habrá un festival de sexo. Dice mi subconsciente.

———

N/A: ¡Buenas, mis queridísimos y queridísimas!
Tarde pero seguro, ¡ajá!, apuesto a que esperaban actualización la semana próxima, pero no. ;)

#Q&AT
¿Qué les pareció el cap?, ¿Muy intenso?, ¿Muchas emociones?, ¿Mucho de mucho?, ¡Perdón, no sé qué preguntar porque hubieron muchas cosas!, ah, no, si sé, ¿qué les pareció el que hayan perdonado a Audrey?

¡Nos veremos la próxima semana, ahora sí!

Agradezco cada apoyo que están dando por cierto, y no es por hacerles sentir mal, pero falta súper poco para el final, así que sigan dando mucho amor a cada cap porque no sabrán cuál será el último. ;(

¡Ya me despido!

Los y las quiere, Cami. <3

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