48. Las pruebas
"El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen."
–William Shakespeare.
(¡Disfruten!)
Capítulo cuarenta y ocho.
—Ya pueden irse, alumnos.—Dicta el profesor Connor, con quien tenemos la última clase del día, y la mayoría de las clases, por si querían saber.
Como lo han hecho en todo el transcurso del año, los alumnos toman sus cosas con suma velocidad y salen de igual forma por la puerta, no antes de que el mismísimo profesor lo hiciera.
A veces me pregunto si él no tendrá cosas por hacer luego de clases. Y que dichas cosas tengan que ver con la profesora Nelly.
Pero, aunque sea interesante teorizar sobre la vida de los maestros fuera de la escuela, no tengo tiempo para eso.
Recojo mis cosas tan rápido como puedo y cuando termino, tomo mi celular y lo reviso mientras doy pasos acelerados fuera del aula, recibiendo empujones de mis compañeros pero los ignoro.
Les dedico una sonrisa a Mason y Madison, quienes no se apresuran en recoger sus cosas, siendo parte de las últimas personas en salir. Hablé con ellos una hora atrás, diciéndoles que debía ir a hablar con alguien y que luego les explicaría, por lo que no me tomo el tiempo de despedirlos como se merecen.
Veo un mensaje brillando en la pantalla de mi celular, es de una notificación de instagram y no dudo en abrirlo cuando veo el nombre del usuario.
Harrisxn.Audrey te envió un mensaje.
Estoy esperándote.
Le doy me gusta a su mensaje para que sepa que lo leí y guardo el celular en el bolsillo de mi falda, llegando a las escaleras luego de pasar velozmente a otros alumnos y bajo de a dos escalones a la vez que me sostengo fuertemente de la barandilla, intentando no caer de manera torpe, algo que posiblemente sea muy común en mí.
Cuando ya estoy por los pasillos del primer piso de Belmont, me dirijo hacia mi casillero y una vez lo encuentro, marco la combinación y cuando abro la pequeña puerta metálica, una carta cae tan lentamente que logro recogerla en el aire antes de que toque el suelo.
A pesar de que ya imagino por parte de quién es, reviso la parte de adelante, efectivamente tiene el apelativo "Anónimo".
Pero no tengo tiempo de leerla, así que simplemente me enfoco en dejar mis libros dentro del locker y sacar del mismo mi bufanda, la cual no necesitaba usar dentro de la escuela puesto que hay calefacción, antes de cerrarlo otra vez.
Una vez tengo la prenda en una mano y la carta en otra, comienzo a caminar mientras giro la bufanda una vez alrededor de mi cuello y la parte que sobra la coloco sobre mi cabeza en un intento de pasar desapercibida, en caso de encontrarme a Christian por alguna parte.
Lo sé, soy toda una espía.
Una vez abrigada, doy pasos tan largos como mis piernas me lo permiten y veo de reojo la carta en mi mano, mi curiosidad carcomiéndome por dentro, haciendo que quiera parar en medio del pasillo y abrirla ahí mismo para leerla, pero mi curiosidad tiene un top de dudas por resolver, y en el primer puesto está la fluctuosa charla que tuve con la menor de los Harrison.
Llego a la salida del instituto y el viento me da una bofetada en el rostro junto con lo frío que se sienten mis pies por sobre la nieve, haciendo que me abrace de manera instintiva.
Aunque no pueda echarle la culpa a la camisa y el suéter que forman parte del uniforme del Instituto, puedo echármela a mí misma por no traer un abrigo más grande para usarlo una vez estoy fuera de la escuela.
Meneo la cabeza, dejando estas discusiones internas para después y comienzo a caminar por la entrada del Instituto, visualizando a Audrey de espaldas a unos metros de mí. Es fácil reconocerla debido a su cabello pelirrojo y castaño, el cual tiene recogido en una coleta un poco espesa, pero que se ve bien, además de que combina con su tapado rojo.
—Audrey.—La llamo cuando estoy a unos pasos de ella y se voltea, dedicándome una sonrisa, sus ojos azules recordándome como siempre a su hermano, y aunque se vean muy bonitos, combinando con la nieve a nuestro alrededor, no puedo evitar sentirme mal por hacer esto a espaldas de Christian.
—Me dijiste que querías que fuera lo más rápida posible en salir del instituto, pero veo que lo fui tanto que hasta llegué antes que tú.—Dice divertida, soltando una risita.—Y descuida, no te preocupes por Christian, él me avisó que estará con Adrián un rato antes de venir a casa, pero me dijo que no tardaría demasiado porque tiene algo importante que hacer en una hora o algo así.
Mi expresión vacila, cada palabra que sale de la boca de Audrey me hace sentir aún peor, por lo que decido cambiar rápido de tema.
—¿Y cómo llegaremos a tu casa tan rápido?, digo, a menos que tengas un vehículo, porque yo no.—Le comento preocupada.
Audrey me da una sonrisa más grande antes de dar media vuelta y señalar a la calle, a unos metros a la derecha de nosotras, donde yace un mercedes que logro reconocer perfectamente, sobre todo porque es el único que he sido capaz de ver físicamente en toda mi vida.
Sigo a la pequeña Harrison sin decir palabra alguna hasta el vehículo y entramos de igual manera, ella en el asiento de copiloto y yo detrás. No me sorprendo al ver a Elliot de conductor y él gira su cuerpo levemente para poder verme desde su asiento de adelante, dejándome verlo con una camisa gris que se ciñe levemente a él por su movimiento, denotando sus músculos.
—¿Qué tal todo, cuñada?—Me saluda sonriente.
—Aquí estoy, pasando tiempo con Audrey.—Le digo devolviéndole la sonrisa.—Espero que no te pongas celoso.—Le digo, oyendo a la pequeña Harrison reír por lo bajo ante la burla que le hago a su hermano.
¿Ya les mencioné lo bien que me cae Elliot?
Él arquea una ceja divertido y se voltea en su asiento hacia el frente, arrancando el automóvil y comenzando a salir lentamente del lugar en el que estacionó. Una vez ya estamos cruzando las calles, lejos del Instituto, él vuelve a hablar.
—No sabía que eras amiga de Audrey también, entonces creo que eres completamente parte de la familia ahora que nos conoces a todos.
No a todos. Pienso, recordando a la madre de los hermanos Harrison, pero no lo digo.
Seguimos hablando de tonterías y molestándonos entre sí mientras que avanzamos por las calles del vecindario. Cuando estamos a una calle de distancia de llegar a la casa Harrison, suelto un suspiro de alivio al tener en cuenta que Elliot no preguntó nada en relación con lo que vengo a hacer aquí realmente, y por el hecho de que Audrey tampoco comenta nada sobre eso, sino que sigue el juego de que estamos pasando tiempo juntas porque sí, cosa que agradezco.
Sin embargo, en el fondo me siento cada vez más sucia por estar haciendo todo lo que hago por un motivo realmente horrible.
Y que sigo esperando con toda mi alma que sea falso.
—Llegamos, damas, caballeros.—Dice Elliot animado y luego le echa un vistazo a su hermana.—Y Audrey.
—¡Hey!—Se queja ella, dándole un golpecito en el hombro.
—Eso no duele, pero haré como que sí solo para que te sientas mejor.—Le responde Elliot de manera amistosa y luego hace una expresión tardía de dolor antes de sonreírle.—Ya, abajo, niñas.—Nos insiste él, dándonos una mirada con ojos entrecerrados a ambas y le obedecemos.
Nos bajamos del vehículo y tocamos la puerta una vez la alcanzamos, esperamos unos segundos hasta que una mujer con uniforme blanco y negro abre. Como he estado aquí muchas veces ya, conozco a Olivia, la empleada de la casa, y ella me conoce a mí
—Señor y señorita Harrison, bienvenidos.—Los saluda y ellos le sonríen antes de pasar, yo comparto una mirada con la mujer y luego me sonríe.—Hola, señorita–
—Erica.—Le digo sonriente.—Vamos, tú y yo nos conocemos hace meses, te dije que somos amigas y que no es necesario llamarme así cada vez que entro aquí.
Olivia me da una sonrisa antes de recoger las cosas de Audrey y despedirse.
—Bueno, las dejo, debo ir a recoger ciertos papeles de la oficina de papá para el trabajo, si necesitan a un hombre apuesto, fuerte e increíblemente carismático, ya saben dónde buscar.—Nos avisa Elliot, guiñándonos un ojo y yéndose hacia el living y más allá de este, donde ya puedo reconocer fácilmente que hay una pequeña oficina de trabajo de James, su padre, pero que casi nunca usa debido a su inasistencia en esta casa.
Esa es una de las cosas que los Harrison y los Beckett tienen en común.
Los padres nunca están en casa.
—Bien, aquí estamos.—Le digo, finalmente estamos solas, en su casa, y tenemos el tiempo suficiente para hablar y que me muestre algo que justifique lo que dice.
—Sígueme.—Me dice, la sonrisa carismática y bonita que tenía cuando estábamos con Elliot desaparece y mantiene una expresión neutra.
Asiento en afirmación y la sigo, subimos las escaleras y los recuerdos de la primera vez que subí al segundo piso me invaden cuando llegamos al final. Vemos como el pasillo lleva a dos lados, izquierda y derecha.
La primera vez fui a la derecha.
Pero Audrey toma el pasillo del lado izquierdo, y con inquietud la sigo hasta el final del mismo, donde sé perfectamente qué hay.
El cuarto de Christian.
Cuando llegamos a su puerta, Audrey la abre y no duda en entrar, pero yo me quedo parada, sin poder moverme, y la menor de los Harrison no tarda en darse cuenta.
—¿Qué te sucede?—Me pregunta, su tono denota preocupación, pero su rostro muestra indiferencia.
—No sé si quiero hacer esto.—Le respondo, apretando los puños a mis costados, sintiendo el arrepentimiento enorme en mi pecho y las ganas de querer volver atrás, rechazar este encuentro, y decidir creerle a Christian.
—Oh vamos, no vas a querer parar ahora que estás aquí.—Me reprocha, frunciendo el ceño.—Viniste hasta mi casa solo para esto.
—Lo sé, pero yo–
—Lo que te impulsó en primer lugar fue tu duda hacia Christian, mi querida Erica.—Dice ella, dando unos pasos hacia mí y tomando mis manos.—Tu crees que no lo sé, pero en el fondo te mueres por ver lo que quiero mostrarte, quieres resolver tus dudas internas, y aunque intentes lo contrario, realmente estás desconfiando de Christian.
—Basta.—Susurro, soltando sus manos.
—Ahora tienes la oportunidad de ver la verdadera cara de la persona que te gustó desde hace años.—Insiste ella.
—Para...—Le pido, sintiendo cada vez menos seguridad de mi arrepentimiento.
—Y ver que,—Continúa, ignorándome.—Desde un principio, tu novio no fue más que una persona que jugó contigo.
—¡Ya basta!—Le grito, harta de sus insistencias, estallando sobre todo por el insulto que le dirigió a su hermano sin que él estuviera aquí.
Audrey parece tener una pizca de sorpresa en su rostro pero rápidamente me da una sonrisa de boca cerrada y me extiende su mano.
—Sacarte la duda o seguir manteniéndola.—Me dice, ladeando su cabeza.—Tú decides.
Aquel momento lo consideraría uno de los peores de mi vida, pero ahora mismo lo estaba viviendo, y debía tomar una elección. Hace menos de treinta segundos habría respondido rápidamente que no quiero entrar, que no necesito "sacarme la duda", que confío en Christian.
Pero Audrey había roto cualquier seguridad que había logrado construir desde que me habló sobre esto.
Sin decir nada, tomo su mano y mi cuerpo se recarga de emociones cuando doy un paso al frente, entrando en el cuarto de Christian, aquel en el que ya he estado muchas veces, pero que jamás me dio tanto miedo de estar como ahora.
Audrey me suelta cuando ya estamos dentro y se dirige a su cama, se arrodilla frente a ella y estira la mano debajo de la misma, sacando una caja de madera pintada de negro.
—¿Cómo sabías que eso estaba ahí?—Le pregunto, frunciendo el ceño.
—Secretos de una hermana menor.—Me responde tranquila y yo no puedo evitar mirarla mal mientras se levanta, pensando en lo mucho que habrá invadido la privacidad de su hermano.
Audrey se sienta en la cama y da palmadas en un punto de la misma a su lado, invitándome. Yo dudo unos segundos antes de hacerlo, mi vista fija en la caja apoyada en su regazo.
—De acuerdo, antes de mostrarte esto, debes ver esto.—Me avisa y saca una hoja muy doblada del bolsillo de su abrigo que luego me entrega.
Confundida, desdoblo el pedazo de papel y abro la boca cuando veo que es exactamente igual al cartel que estaba colgado aquel día en la pizarra de la escuela, solo que este estaba en una hoja de carpeta, por lo que era más pequeño, además estaba escrito de manera simple, como si fuera un borrador, pero decía exactamente lo mismo.
"Erica Beckett acosa desde las sombras al guapo Christian Harrison y afirma su deseo de ser Anastasia Steele para él."
—Lo encontré aquí, en su cuarto.—Me informa Audrey mientras veo detalladamente cada parte de la hoja.—Y acorde a su estado, estamos de acuerdo con que parece ser un borrador, dando a entender que sea el primer cartel.
—Eso no prueba nada.—Digo, mi subconsciente gritándome que esto sea quizás una simple transcripción.—Tal vez solo lo escribió luego de ver el cartel.
—¿Por qué haría eso?—Me pregunta dudosa.
—No lo sé, pero tampoco creeré que fue él quien lo planeó, tal vez este borrador no es suyo, sino de algún amigo suyo.—Le digo, mis labios formando una sonrisa.—Quizás le contó a alguien, a algún amigo en el que confiara lo suficiente como para hacérselo saber y luego esa persona lo divulgó.
—Erica...
—Lo sé, tampoco podemos saber el porqué de eso, pero es una teoría, podría ser, pero como sea, no importa quién sea y porqué lo haya hecho, lo perdono.—Digo apresurada, viendo a Audrey, pero luego bajo la vista a su caja.
—Esa no es la única prueba.—Me dice, frunciendo levemente el ceño.
Yo aún mantengo mi sonrisa y ella comienza a abrir la caja con una llave que recoge del cajón de la mesita de noche al lado de la cama, sorprendiéndome nuevamente por lo mucho que sabe sobre dónde Christian deja sus cosas en el cuarto.
Una vez abierta, Audrey saca de allí un libro de notas pequeño, el cual parece algo viejo, pero tiene alguna clase de encanto, además de que se ve bien cuidado.
—¿Y eso es...?
—No lo sé con exactitud.—Me responde torciendo los labios.—Pero diría que es algo muy cercano a un diario, aunque más bien las páginas están hechas con notas pequeñas.—Explica y lo abre, pasando su dedo por las hojas, haciendo que estas vayan de un lado al otro velozmente.—Como sea, mira.
—Audrey, no puedo ver eso.—Me quejo, viendo ese pequeño libro de hojas manuescritas como algo sumamente íntimo y que para nada debería estar en las manos de ella ahora.—Y tú tampoco debiste hacerlo.
—Pero lo hice.—Me responde con simpleza.—Y aunque te parezca malo, esto es lo que hizo que supiera la verdad, y también lo que hará que tú la sepas.
—Voy a sostener que todo esto es una equivocación.—Le digo firme, aunque mi curiosidad me haga tambalear.
—Entonces lee.—Ella me ofrece, parando en la primera página del libro, cuaderno o lo que sea que fuera.—Y luego puedes decir lo que quieras de lo que te estoy contando.
Con todo el pesar del mundo, alzo mi vista del suelo y veo la página que Audrey me ofrece leer. No me molesto en tocar el cuaderno, puesto que la menor de los Harrison lo está extendiendo lo suficientemente cerca para que lo comience a leer.
Lo primero que veo es la fecha.
01.03.16
Hoy fue mi primer día en la secundaria de Belmont y me fue increíblemente bien. Conseguí amigos, sobre todo amigas, demasiadas diría yo, además de que cada profesor me agradó, y las materias fueron extremadamente fáciles para mí.
Excepto por una cosa importante...
Hay una chica que no logro sacar de mi cabeza y eso me molesta muchísimo.
Pero como sea.
Y ahí se termina la escritura de la página. Alzo la vista hacia Audrey, viéndola confundida.
—¿Y esto qué tiene que ver?—Le pregunto.
—Nada, excepto el hecho de que tienes que comparar la caligrafía de este escrito y el del borrador.—Me explica y extiende su mano, pidiéndome la hoja suelta del cartel. Se la entrego y ella la posiciona al lado de la página, sin embargo, aunque se ven parecidas, no son completamente iguales.
—No se ven idénticas.—Admito, viendo fijamente la caligrafía.
—Entonces pasemos a las páginas más actuales, ¿quieres?
Ella me da el cartel y comienza a pasar las páginas, soltando un leve aire en su rostro y que yo también logro sentir al estar cerca de ella. Audrey para en el medio del libro, y me quita el borrador para colocarlo al lado de una página que tiene lo misma letra que en la hoja, por lo que decido leerla.
09.11.19
Como todos esperaban, hoy ganamos el partido del campeonato, por lo que, con el equipo fuimos a celebrar a una fiesta que organizó Adrián.
Me sorprendí demasiado al ver a tanta gente, inclusive asistieron los alumnos de la escuela rival, por lo que muchas chicas que desconozco charlaron conmigo, pero eso me agobió.
Sin embargo, a pesar de haber sido tanta gente, no fueron todos. Creía que sí.
Pero ella no estuvo ahí, para mí.
Y aunque no deba importarme, la odio por seguir pensando en ella.
—Esto es una... coincidencia.—Le digo, mi corazón latiendo sumamente rápido al leer que Christian escribió sobre una chica en ambas páginas que acababa de leer. ¿Será la misma?
—Erica.—Me llama y yo la veo, sus ojos viéndome con una intensidad que apenas puedo soportar debido a sus ojos tan parecidos a los de su hermano.—¿Aún no te das cuenta, verdad?
—¿De qué?—Le pregunto preocupada.
Audrey no responde, solo me tiende el libro, haciendo una bola de papel con el cartel de borrador. Camina hasta la puerta y luego se voltea para verme, dedicándome una sonrisa.
—Iré a tirar esto, no quiero que lo conserves luego de que leas eso.
—¿Leer qué?—La cuestiono, esta vez el miedo es claro en mi voz.
—Las dos últimas páginas que escribió.—Responde con un volumen bajo.—Suerte con eso, Erica.
Y luego de decirme eso se va, dejándome sola en el cuarto de Christian, con su libro secreto abierto en mis manos y la intriga que me provoca toda esta situación llenando mi pecho.
Me quedo paralizada, viendo a la puerta y pensando.
¿De verdad voy a hacer esto?, ¿Realmente debería leer más?, ¿Acaso no tuve suficiente?
Todo lo que me mostró Audrey hasta ahora no fueron más que pruebas absurdas, con muchas otras justificaciones detrás y con explicaciones tontas.
¿Por qué quiero saber esto?, ¿Por qué debería saberlo ahora?, ¿Por qué tendría que interesarme si lo hizo o no?, después de todo sucedió antes de que él admitiera que le gusto.
Entonces acaba con esto de una vez, léelo y comprueba que no hay nada de qué preocuparse.
Me dice mi subconsciente, y por primera vez, no lo cuestiono. Suelto un suspiro pesado y vuelvo mi vista hacia el libro en mis manos, paso las hojas y llego hasta la anteúltima, preparándome para leerla.
01.03.20
Es de este año.
Comencé el último año de la peor forma posible.
Claro, fui yo el que tuvo que dar el discurso de bienvenida, pero no me interesa, lo he hecho desde el segundo año.
Como siempre, todo sucedió como lo esperaba. Los alumnos me alabaron, los profesores me felicitaron, y mi día concluyó con éxito en cada sentido.
Excepto en uno.
Y ese fue ella.
Creí que por fin la olvidé, después del tema con mis padres, tenía demasiado en mi cabeza como para creer que ella causaría algo en mí otra vez, pero así fue.
Y sucedió de una forma terrible.
Pero sucedió.
Ella se llevó la peor parte de mí hoy, y aunque me odio por haberle hecho lo que le hice, no pude evitarlo.
Sin embargo, quiero pensar que en el fondo de seguro la odio, debo hacerlo.
Eso espero que así sea.
Algo en mi interior me arde, una sensación que jamás he sentido se apodera de mi pecho, y tampoco podría describirla perfectamente, pero es como si tuviera un enorme presentimiento, algo que estoy pensando tanto que sentiría que es real, pero a la vez no estoy completamente segura de ello.
Doy vuelta la hoja, llegando a la última página del diario y mis ojos se abren como platos cuando leo la fecha.
08.03.20
Esa fue la fecha.
Pienso en que tal vez la esté recordando mal, sacudo mi cabeza y me dispongo a terminar de leer antes de seguir suponiendo cosas sin sentido, mi pecho oprimiéndose cada vez más, pero lo soporto.
Hoy hice algo muy impropio de mí parte y que jamás creí que haría.
Quizás no sea nada, una pequeñez, pero que dio resultados inesperados para mí.
Y me gustan.
Tiene que ver con ella.
No tendría que estar escribiéndolo, pero me siento orgulloso de eso, así que lo haré.
Aquel día, el primer día de clases, descubrí que ella se sentía atraída por mí.
Mi corazón late desesperado, y sin tener razón alguna por la que deba suceder esto, mis ojos comienzan a ponerse húmedos, pero sigo leyendo.
Y como dije, fue imposible evitar hacer todo lo que hice ese día con ella, pero ya reparé mi error con otra cosa muy impropia de mí. Lo hice con la intención de que me odiara, para así yo poder odiarla a ella, pero eso simplemente me acercó aún más.
Realmente no esperaba que divulgar su secreto me ayudara a estar más cerca suyo, pero al parecer la vida es extraña.
Una lágrima rueda por mi mejilla, mi pecho arde, pero sigo leyendo, porque no puedo creerlo, aún no.
Y es entonces cuando leo el final.
Quería hacerle algo que la alejara de mí, pero en lugar de eso, simplemente se acercó más.
Increíblemente, Erica Beckett es realmente una chica fácil, así que me temo que no me queda otra que jugar con ella un rato.
Y ahí termina el texto.
Mis lágrimas comienzan a caer libremente por mis mejillas, sin que me sea necesario pestañear, y mojan las hojas del cuaderno en mis manos.
Escucho unos pasos que vienen en mi dirección y levanto la vista para encontrarme a Audrey, pero no es ella.
Es Christian.
Y él se detiene en el umbral de la puerta, mirándome sorprendido al notar su libro en mis manos.
Y yo solo le sonrío.
—Así que fuiste tú.
———
Nota de Autora: ¡Hola mis queridos y queridas!, hoy es martes de actualización, por lo que he aquí un nuevo capítulo, pero no con suspenso, sino con algo mucho peor: la decepción.
Les doy un capítulo largo porque así los que leen desde España pueden tener más contenido, en disculpas por actualizar tan tarde en su país. :(
¿Qué les pareció?, ¿Qué piensan de las pruebas?, ¿Y de la personalidad nueva de Audrey?, pero lo más importante... ¿Cómo se sienten en cuanto a Christian?, ¿Hay alguna explicación para lo que hizo?, ¡A responder!
Como siempre VOTEN, COMENTEN, COMPARTAN Y SÍGANME (opcional, solo para que estén al pendiente de la historia en su totalidad) para seguir apoyando esta historia que tanto les gusta.
¡Nos veremos el viernes!
Los y las quiere, Cami. ♡
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