44. El futuro

Para los y las que vienen de Booknet, agradecería mucho que voten todos los capítulos de la historia acá también, dejando su leído además, me ayudarían muchísimo. <3

Les dejo mi Twitter @_Cami_A para info sobre la historia en sí.

Sin más charlatanería...

¡Disfruten!

Capítulo cuarenta y cuatro.

—Tomen un volante.—Ofrezco a cada alumno que pasa, y a su vez, estos lo toman.—Que tengan lindo día.—Digo con una sonrisa a las personas que recogieron el papel.

—Tengan un volante.—Oigo a Madison decir con entusiasmo unos metros a mi derecha, pero cuando volteo a verla, su rostro no refleja el ánimo de su voz.—Tomen.

Frunzo el ceño y la veo fijo hasta que ella se da cuenta, arquea una de sus cejas mirándome confundida y yo señalo mi boca antes de torcer los extremos de mi comisura hacia arriba, formando una sonrisa, señalándome que ella debería estar con una expresión menos indiferente.

Madison niega con la cabeza y estoy a punto de acercarme a hablarle para decirle que debe fingir entusiasmo aunque sea pero una voz fuerte me gana.

—¡Son-rí-e!—Le exige él a ella usando un megáfono, llamando la atención de la gente que pasa a nuestro alrededor.

Mi mejor amigo está tan cerca de mí que mi tímpano duele y lo demuestro haciendo una mueca a la vez que llevo mi mano a mi oreja para cubrirla.

Mason se percata de mi sufrimiento y reacciona torpemente.—¡Lo siento!—Me dice aún con el megáfono frente a su boca, haciendo creciente mi dolor, pero luego lo baja y me toma por los hombros, revisandome.—¿Cómo estás?, ¿Me oyes bien?

Froto mi tímpano, fijando mi vista en sus preocupados ojos verdes.—¿Que si como bien?

—No no no.—Me dice meneando la cabeza.—Pregunté si me oyes bien.

—No, Mason, no quiero té.—Le respondo, fingiendo tener los tímpanos rotos.

—Oh Dios, ¡acabo de dejar sorda a mi mejor amiga!—Anuncia con una expresión de horror, me suelta y se sostiene fuertemente la cabeza mientras intento aguantar mi risa.—¡Ahora tendré que aprender lenguaje de señas!

Sin poder soportarlo más, me hecho a reír abiertamente, sosteniendo mi estómago por el dolor que provocan mis carcajadas. Mason fija su vista en mí, sin entender qué sucede.

—Mason, tranquilo, estoy bien.—Le digo una vez logro calmarme, él me ve con duda y el ceño fruncido hasta que yo continúo.—No tendrás que aprender lenguaje de señas.

Mis últimas palabras hacen que los hombros de mi mejor amigo se relajen y baje sus brazos, suspirando en alivio.

—No vuelvas a hacer eso.—Me reprocha enojado.

—Mientras tu no vuelvas a hablarle al oído con un megáfono.—Le recalco.

—Touché.

Nos damos la mano para finalizar nuestro trato a la vez que una persona carraspeando su garganta llama nuestra atención. Nos volvemos hacia Madison, quien está de brazos cruzados.

—Sigan con el trabajo.—Nos ordena con una mirada asesina.—¿Acaso tengo que hacerlo todo yo?

Le doy una mala mirada, segura de que Mason hace lo mismo a mi lado, pero nuestra amiga cambia sus ojos fulminantes por una sonrisa inesperada y expresión dulce, acto que me confunde hasta que ella señala sus labios.

—Son-rí-an.—Nos burla, dando pasos hasta quedar frente a nosotros.—¿Cuántos volantes más nos quedan por repartir?—Se queja ella, dirigiéndose a mí.

—Todos los que ves en tu mano.—Le respondo, viendo que aún les quedan unos cuántos. Madison hace un mohín antes de darnos la espalda y seguir repartiendo los papeles.

—Bueno, voy a ir al interior del Instituto a pegar estos en las paredes.—Le aviso a Mason, quien aún sigue a mi lado.—Tú puedes ir con Madison y hacer que muestre un mayor entusiasmo.

Él frunce el ceño.—¿Y por qué no vas tú con ella?

—Porque yo no puedo cambiar su humor con besos, querido amigo.—Le digo picaramente y antes de que él pudiera seguir protestando, yo continúo.—Repartan todos los volantes que les quedan, nos vemos en clase.—Me despido, caminando lejos de mi mejor amigo y adentrándome en el Instituto.

Una vez me encuentro en los pasillos del mismo, acomodo mi bufanda, envolviendo bien mi cuello y comienzo a ofrecer a los alumnos y alumnas que pasan a mis lados los volantes que llevo conmigo sobre el próximo festival de invierno, una celebración que hacen los de último año para el resto de la escuela, y como ya estamos a más de mitad de año escolar, es hora de planear todo.

—Tomen un volante.—Ofrezco sonriente a un grupo de compañeros de mi clase, entre ellos hay dos chicas que me ven como si quisieran asesinarme y sé el motivo, pero las ignoro y sigo mi camino.

Estos últimos meses he recibido esas miradas fulminantes de desconocidas muy seguido, y apuesto a que ya se imaginan porqué.

—Buenos días.—Me dice una voz al oído, haciéndome sobresaltar y cuando me volteo, unos ojos hermosos que jamás me canso de ver me reciben junto con una sonrisa torcida en esos labios que me encantan.

—Hey, ho–

No alcanzo a terminar puesto que Christian toma mi rostro entre sus manos y se inclina rápido hasta que sus labios chocan con los míos en un dulce beso.

Suelto un suspiro de satisfacción y me dejo llevar ante la maravillosa sensación durante los segundos que duramos juntos. Cuando nos separamos, mis ojos se fijan en sus labios levemente rojos, haciéndome sonreír, pero dejo de hacerlo cuando veo de reojo como un grupo de chicas murmuran cosas entre ellas al pasarnos por un lado, viendo a Christian con dulzura y a mí como si quisieran tirarse encima de mí y hacerme trizas.

Sí, el motivo de tener tantas enemigas es esto.

Se podría decir que ser novia del chico que es deseado por medio Instituto no es nada fácil.

Pero hasta ahora no me ha ocurrido nada mayor que esas miradas de odio y murmuros pocos disimulados, así que puedo ignorarlo.

Además hay algo que me hace muy fácil hacerlo.

O mejor dicho alguien.

Levanto la vista hacia el mar azul frente a mí y me quedo apreciándolo unos segundos. Por si no sabían, los ojos de Christian son tan hipnotizantes, hay algo en ellos que te hace querer verlos para siempre.

—¿Qué hacías?—Me pregunta a la vez que me suelta, sacándome de mi trance.

—Oh, estaba ofreciendo volantes para el festival.—Le explico mostrando los varios papeles que hay en mis manos.—Tengo que repartirlos todos antes de que suene el timbre de la primera hora.

—Considerando la hora, no creo que te esté yendo muy bien.—Me dice divertido.

—Eso es porque ninguna de las chicas que cruzo quieren recibir el volante.—Le explico molesta.

—¿Por qué no?

—Mmhhhm, no lo sé, tal vez porque me convertí en la novia del chico que las hacía tener sus primeros sueños eróticos.—Digo con una mueca de asco.

—Desde hace meses que lo eres.

—El rencor femenino puede durar bastante.—Le informo, suspirando.—No sé qué haré ahora.

—Yo sí.—Christian me quita los volantes que me quedan.

—¿Qué?—Pregunto, mirándolo con el entrecejo arrugado, confusa.

—Déjamelo a mí, voy a repartir todos y cada uno de estos volantes.

Suavizo mi expresión, sorprendiéndome por su propuesta.—¿De verdad?

—Ajá.—Me contesta, haciéndome sonreír pero él también lo hace, la arrogancia plasmada en su rostro.—Pero te costará.

—¿Acaso no puedes hacerme un favor sin necesitar algo a cambio?

—Claro que puedo,—Hace una pausa, mirando hacia un lado pensativo y luego volviendo su vista a la mía.—Pero no ahora.

—Bien.—Acepto rodando los ojos.—¿Qué quieres?

Christian da un paso hacia mí, acortando la poca distancia que teníamos otra vez y provocando que deba alzar la cabeza para verlo, mi corazón latiendo rápido ante la química que tienen nuestras miradas.

—Ven conmigo al Festival de Invierno.—Propone, la determinación en su voz es clara, haciendo que las mariposas en mi estómago revoloteen con más fuerza.

—¿Esa es tu forma de pedírmelo?—Pregunto, aguantando mis ganas de decirle que sí ahora mismo.

—¿Lo estoy haciendo mal?—Cuestiona preocupado, logrando verse un poco tierno.

—Podría ser mejor.—Me encojo de hombros intentando verme indiferente.

Christian no me responde, su mirada fija en la mía unos segundos más antes de dar un paso hacia atrás, la distancia entre ambos me hace sentir decepcionada.

—Okay.—Me responde con simpleza.

—¿Okay?—Repito mientras todos los sentimientos dentro de mi pecho se esfuman.—¿Cómo que okay?

Christian abre la boca para contestar pero otra voz masculina se hace presente, interrumpiendo el comienzo de su habla.

—Hey, hola tortolitos.—Nos saluda Adrián, abrazándonos a ambos mientras esboza una sonrisa.—Vaya, donde quiera que sea están juntos, como siempre desde que comenzaron a salir.

—Y como siempre, tú logras encontrarnos.—Le digo burlonamente, devolviéndole la sonrisa mientras los tres nos separamos.

—Soy un espía de la NASA, mi trabajo es saber donde está cada alumno de este Instituto.—Me informa serio.—Pero ahora que lo sabes, me temo que debo matarte.

—¿Puedo hacer una última llamada antes?—Suplico.

—Claro que sí, tu ve y haz una–¡Alto!, un espía verdadero no te dejaría llamar a nadie antes de matarte.

—Casi caes.—Me encojo de hombros antes de reír abiertamente ante la cara de indignación de él.

Adrián y yo hemos sido buenos amigos desde mi fiesta de cumpleaños meses atrás debido a que es realmente carismático y gracioso, además es el amigo de Christian, gracias a él nos vemos más seguido, por lo que nos hemos vuelto bastante cercanos y generado una buena confianza.

—Tu manipulación no podrá conmigo otra vez.—Me dice él, mientras se cruza de brazos.

—Eso es lo que dices, pero no lo que realmente crees.—Susurro mientras muevo mis dedos de forma que parezca brujería.

—Psst, claro que sí lo creo...—Él hace una pausa, desvaneciendo su sonrisa y luego sacude la cabeza.—Sí lo creo.

—Ajá.

—Como sea.—Finaliza ofendido y se voltea hacia Christian, quien estuvo callado durante nuestra pequeña conversación torpe.—Oye, iba a decirte que vayamos a hablar con los chicos del equipo para la práctica de esta tarde pero...—Él se vuelve hacia mí un segundo antes de seguir.—¿Acaso interrumpí algo?

Christian me ve por sobre el hombro de Adrián y tanto su amigo como yo esperamos por lo que va a responder.

—Hablábamos sobre que debo repartir estos volantes.—Su contestación provoca que mi corazón se hunda en mi pecho, pero mantengo la postura y la expresión neutra.

—Los volantes del Festival, ¡genial, me apunto!—Dice quitándole la mitad de los papeles a Christian y luego se voltea hacia mí sonriente.—No sabía que tú te encargabas de esto.

—No lo hago sola, ustedes y los demás alumnos de mi año deberán hacer los preparativos.

—¿Te refieres a hacer carteles con frases motivadoras e inflar globos?—Refunfuña Adrián. Yo asiento y él suelta un suspiro de estrés.—Bien, pero solo por ti.

—Qué caballero.—Bromeo.

—Más te vale que haya alcohol o estaré de malas.—Su voz amenazante me hace gracia, pero lo aguanto.—¿Capisci?

—Capisci.—Le respondo con un ojo entrecerrado.

—¡Perfecto!—Vuelve a alzar la voz.—Bien, entonces nos vamos.—Toma el brazo de Christian.

—Hey, espera.—Se queja mi novio, pero Adrián lo ignora.

—Nos vemos luego, Erica.—Se despide, llevándose a mi chico antes de que cualquiera de los dos pudiéramos protestar.

La situación me parece graciosa durante unos segundos antes de caer en la cuenta de lo último que hablé con Christian.

—¿Okay?, ¿Qué se supone que significa eso?—Susurro para mí, llena de dudas.

¿Acaso se rindió tan fácil con eso de invitarme al festival de invierno?

Elimino cualquier pensamiento negativo de mi cabeza y me dirijo hacia mi casillero. Lo abro y saco unos libros de dentro, pero cuando cierro la puerta metálica una figura alta aparece a mi lado, haciéndome brincar.

—Señorita Beckett.—Me saluda el profesor Connor.—Lamento haberla asustado.

—Descuide, no fue nada.—Me disculpo y le dedico una sonrisa.—¿Necesita algo?

—Sí, me gustaría verla en mi salón de clases ahora, necesito hablar de algo importante con usted, si no es mucha molestia.

—Por supuesto señor, no es ningún problema.

—Excelente, sígame entonces.—Me dice y comenzamos a caminar por el pasillo lleno de alumnos.

Doblamos el mismo y subimos las escaleras, girando a la derecha y entrando en mi correspondiente salón de clases. El profesor Connor se precipita hacia su escritorio, acomodándose en su silla y me indica que tome una silla para sentarme frente a él.

—¿Sobre qué quería hablar?—Pregunto una vez me acomodo en el lugar.

—Verá, señorita Beckett, no suelo hacer esto con ninguno de mis alumnos, pero necesito hablar sobre sus notas.—La seriedad de su voz más lo que me dice hace que me preocupe.

—Oh Dios, lo siento, prometo mejorarlas si ese es el problema, yo voy a–

—Son extraordinarias.

—Disculpe, ¿qué?—Pregunto, considerando el haber oído mal.

—Pues, déjeme decirle que después de las constantes llegadas tarde que tuvo más el castigo que le impuse hace meses, usted desarrolló un creciente desempeño en mi materia y otras cuantas más.

—Bueno... me he estado esforzando lo cuanto que he podido.

—Y lo ha hecho notar muy claramente, incluso se mostraba más emocionada y activa que antes,—Bajo la mirada un mometo, pensando en la razón por la que he estado así desde entonces, y luego vuelvo a levantar la vista.—Cosa que me agrada bastante, tanto a mí como a sus otros profesores.—Él hace una pausa para ajustar sus lentes.—Usted se encuentra cada vez más cerca de terminar su estudio secundario, así que dígame, ¿tiene alguna idea o interés de lo que va a estudiar?

—Aún no lo sé.—Confieso algo avergonzada por no darle una respuesta exacta, apostando a que si alguien más estuviera en mi lugar sí respondería como debe ser, teniendo en claro lo que quiere para su vida.

—¿Ninguna aspiración?, ¿intereses personales?—Sus preguntas comienzan a hacerme sentir incómoda hasta que continúa.—¿Algo en lo que sea buena?

—Perdón pero, ¿eso es algo importante?—Cuestiono refiriéndome a su última pregunta.

—Claro que sí. Mire, cuando se trata de elegir carreras universitarias, es fundamental que éstas ayuden sobre todo a su estado económico durante su vida, pero lo más importante que hay que tener en cuenta antes de tomar la decisión es la comodidad de lo que elija.

El profesor Connor apoya los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos de sus manos y mirándome serio.

—Señorita Beckett, debe tener bien claro que lo que escoja estudiar ahora puede ser lo que defina su vida adulta, por ende le recomiendo que escoja con suma responsabilidad no solo una carrera que beneficie su posición económica, sino que provoque que usted ame lo que sea a lo que vaya a dedicarse en el futuro. 

Sus palabras me dejaron sin respuesta, pero con miles de nuevos pensamientos sobre mi.

Sobre mi futuro...

Estos últimos meses he estado muy ocupada como para pensar en eso, sin embargo, recuerdo que a principio de año tuve ciertas charlas sobre ello con varias personas.

Ya he pasado por pequeños momentos de presión mental causado por no saber qué estudiar, y es normal, es tan común llegar a tu último año y pensar en tu futuro sin haberlo hecho antes, incluso si hay personas que ya lo han planeado todo desde más jovenes, una vez llegados a esta edad, a la adultez, es cuando realmente debemos plantearnos qué hacer, tenerlo claro y desearlo tanto que, una vez comencemos, debamos aceptar todo lo que vendrá, tanto los éxitos como los fracasos.

Porque sí, las decepciones también estarán.

Y es por eso que el profesor Connor tiene razón al decir que debemos escoger qué haremos de nuestars vidas de acuerdo a lo que nos guste.

Porque lo que escojamos para nuestro futuro será nuestra motivación para levantarnos cuando caigamos en el proceso.

Y, aunque no lo hubiese imaginado minutos atrás, siempre supe lo que quería hacer.

—Bueno, al parecer está decidiendo aún.—La voz del profesor interrumpe mis pensamientos, devolviéndome al salón de clase.—Yendo al punto, es gracias a todo su esfuerzo y dedicación, no solo en mi rama, sino en la de la mayoría de sus profesores, es para mí un honor y placer informarle que Belmont está ofreciéndole una becca para cualquier estudio en el cual quiera emprenderse.

—Oh Dios...—Susurro impresionada cubriendo mi boca, sintiendo tantas cosas emocionantes acumularse en mi pecho.

—Ahora que lo sabe, estaré a la espera de su decisón, de si va a aceptarla o no, y el saber a qué va a querer dedicarse.—El profesor se tira hacia atrás en su asiento, sonriente.—Felicidades señorita Beckett, usted es una de las estudiantes de este año que se lo ha ganado.

—Señor Connor.—Digo, reincorporándome.

—Dígame, señorita.

Hago una pausa, mirando al suelo, pensando en la decisión que estoy a punto de tomar, aquella que cambiará mi vida para siempre. 

Es lo que quieres, siempre lo hiciste. No es solo un pasatiempo, es tu pasión. 

Oigo a mi subconsciente apoyarme con mi deseo, y es todo lo que necesito para alzar la vista hacia el hombre frente a mí, el cual me está ofreciendo algo enorme, y con una sonrisa segura, sin una pizca de verguenza decido responder.

—Quiero ser diseñadora de modas.

Me preparo mentalmente para cualquier comentario negativo que él pueda darme, pero en vez de eso recibo una sonrisa amable por su parte, una que me hace dudar de si es genuina hasta que estira su mano hacia mí y yo la estrecho luego de unos segundos.

—Espero que su futuro sea prometedor, señorita Beckett.—Es todo lo que dice, y todo lo que necesito oír para sonreír ampliamente.

Al mismo tiempo, oigo la campana sonar, por lo que le doy las gracias al profesor y me ubico en mi asiento luego de acomodar la silla que traje conmigo en su lugar. Momentos después, los alumnos comienzan a aparecer dentro del salón, mirándome confundidos pero no me dan importancia. 

Cuando el salón está llenándose, veo entrar a Mason y Madison, ambos hablando y riendo entre sí, cosa que me hace reír a mi también. Ellos se sientan en sus pupitres y se voltean hacia mí, mostrándome sus manos.

—Todos repartidos.—Dicen al mismo tiempo y sé que se refieren a los volantes.

Yo les muestro mis manos también y cuando ven que están vacías, los tres comenzamos a aplaudirnos entre sí, orgullosos de nuestro trabajo bien hecho.

—Tengo una duda.—Anuncia Mason con expresión confusa.—¿Cómo lograste repartir todos los volantes si las chicas no te los aceptaban?

—Digamos que recibí ayuda.—Confieso sonriendo.

—Christian.—Dice Madison segura de sí y yo no me molesto en preguntar cómo lo supo, de seguro para ella era obvio a diferencia de mi mejor amigo.—Si él te ayudó, significa que hablaron del tema.

—Duh.—Le responde Mason, haciéndome soltar una risita.—Perdón.

Madison rueda los ojos antes de volver su mirada hacia mí.—Y dime, ¿te invitó al Festival?

Su pregunta me toma por sorpresa un momento, y luego siento un nudo en mi estómago al recordar su forma de pedírmelo y el hecho de que no lo hiciera mejor, después su respuesta y el que no haya insistido para convencerme de ir con él...

—¿Erica?—Pregunta Madison, y de seguro mi expresión cuando volví a centrarme en ella habrá sido muy notoria, porque ella tuerze los labios y asiente.—Bien, no importa.

—¿Cómo que no?—Pregunta Mason, quien no parecer haberse percatado de lo que pasa.—Vamos Erica, Christian te invitó al festival o-

—¡Que no importa!—Le exige Madison, mirándolo mal. Mason la ignora y ella se cruza de brazos.—Sigue actuando así y no iré al Festival contigo.

Abro los ojos ante la sorpresa de su confesión y oigo gruñir a Mason, volteándose hacia adelante.—Bien, no importa, como sea.

Miro a Madison anonadada y ella me guiña un ojo, haciendome sonreír.

Al menos alguien si invitó como se debe a la persona que le gusta al Festival.

Suspiro y con un dolor leve en el pecho ante la indiferencia de mi novio, presto atención a la clase.

———

Nota de Autora: ¡Hooolaaaa!, acá estamos con una nueva actualización, perdón por no decirles antes a aquellos y aquellas que vienen de Booknet, pero acá en Wattpad acostumbro a subir los capítulos por la noche, espero paciencia por parte suya ♡

¿Qué les pareció?, ¿Qué piensan sobre el tipo de carrera que eligió Erica?, ¿Ustedes también tuvieron/tienen esa duda existencial?

Comenten, voten y síganme para más. <3

Los y las quiere, Cami.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top