43. La novedad
Llevamos +40 capítulos, era hora de dejarles una canción de mi queridísima Whistle Queen de esta generación <3
¡Disfruten!
Capítulo cuarenta y tres.
Bajo rápidamente las escaleras y casi me tropiezo en un par, pero me incorporo sosteniendome de las paredes del pasillo y me encamino hasta la cocina con la mayor velocidad que me es posible.
Mis pulmones se quedan sin aire mientras mi corazón se agita desesperado dentro de mi pecho mientras un único pensamiento invade mi mente ahora.
Van a quemarse las galletas.
Susurro oraciones en forma de rezos para que las galletas que dejé horneando no se hayan puesto totalmente negras.
Betty va a estar decepcionada de mí.
No es que vaya a meterme en problemas por dejar que se quemen, pero sí voy a sentirme culpable, ya que hoy durante la mañana le dije que podía encargarme de hacer sus famosas galletas, las cuales cocina una vez a la semana, mientras ella iba en busca de un pedido al centro de la ciudad.
—Y recuerda,—Me dijo con suma seriedad mientras se colocaba el saco rojo.—Ya ajusté la temperatura, así que debes dejarlas estar veinte minutos, ni un minuto menos porque pueden quedar crudas por dentro, y ni uno más porque van a quemarse por completo, ¿lo entiendes?
Estiré los brazos mientras cerraba los ojos con fuerza,—Ajam.—Dije soñolienta puesto que me había levantado hacia unos minutos atrás.
—¿Me repites lo que dije de los veinte minutos?—Me preguntó luego de llevarse su bolso de cuero al hombro. Yo solté un bostezo largo el cual la impacientó más.—¡Erica!
—Lo siento.—Me disculpé y pestañeé repetidas veces, intentando estar más consciente.—Ya desperté.
—¿Oíste lo que te dije o no?—Gruñó ella.
—Mmhm...—Balbuceé.—Ah, dijiste que las galletas deben estar en el horno cuarenta minutos luego de que lo encienda.
—¿Y?
—Ni un minuto más porque pueden quedar crudas y ni uno menos porque pueden quemarse.—Dije con algo de fatiga encima. Betty me vio con una ceja arqueada y una expresión preocupada, abrió la boca para decir algo pero la tome por los hombros y la acompañé a la puerta.—Tranquila, estará bien, ve a hacer lo que debas hacer.
—¿Segura?—Preguntó preocupada.
—Ajá. Ya, shu shu.—Le dije con una sonrisa mientras sacudí mi mano en el aire mientras ella daba pasos lejos de la casa.
—¡Volveré al mediodía!—Me avisó antes de subirse al taxi que la esperaba frente al jardín e irse.
Cerré la puerta y fui a la cocina a encender el horno, planeaba quedarme a esperar ahí, pero a los cinco minutos subí a mi cuarto y me di una ducha.
Sin embargo, la ducha duró más de lo que esperé.
Mientras mi recuerdo de esta mañana concluye, llego a la entrada de la cocina y mi mirada ve el humo que envuelve el lugar, proveniente del horno al otro lado de la mesa isla.
Doy pasos rápidos hacia este mientras siento las lágrimas de culpa agolparse en mis ojos.—Betty va a odiarme, Betty va a odiarme, Betty va a—Rodeo la mesa isla y dejo de hablar cuando me encuentro a quien menos esperaba ver.
—Buenos días, Erica.—Dice mi nombre a la vez que me ve por un segundo, el mar azul característico de los Harrison en sus ojos, sin embargo, los de Elliot son azul más claro.
Él me sonríe y fija su mirada en la bandeja que saca del horno abierto, del cual sigue saliendo humo, pero cuando las galletas están a la vista, estas están en su color perfecto.
—Las salvaste.—Digo aliviada al ver el marrón de esas galletas con chispas de chocolate.
Elliot se incorpora nuevamente, haciendo que levante la cabeza para verlo, y él empuja la puerta del horno, cerrándola mientras sostiene la bandeja de galletas recién hechas en sus manos, las cuales protege con guantes de cocina.
—Vi el humo e intuí que debía sacarlas.
—¿En serio?
—No.—Dice divertido.—Emma me dijo que revisara que las galletas de Betty no se quemaran.
—Y ella cómo sabe que—
—Betty se lo dijo.—Me interrumpe.
Aprieto los labios ante su confesión, evitando decir otra palabra. Debería sentirme ofendida, pero agradezco que Betty le haya avisado a Emma, y esta le haya avisado a Elliot, incluso si esas acciones prueban que no confían en mí para hacer galletas.
Aunque estén acertados.
—¿Podrías ayudarme con esto?—La voz de Elliot interrumpe mis pensamientos y cuando lo veo, él estira su mano hacia mí, confundiéndome.—Con el guante.—Aclara al notar mi expresión.
—Oh, claro.—Le respondo y no tardo en desabrochar su guante para quitárselo, un leve escalofrío recorre mi mano cuando toco la suya por un segundo.—Ya está.
—Eso es.—Él toma el guante que le quite y lo deja sobre la mesa isla, colocando la bandeja caliente sobre este.—Ahora solo dejemos que se enfríen y ya estarán listas.
—Wow, parece que sabes lo que haces, debes ser muy bueno en estos temas culinarios.—Le digo expectante de sus actos.—Yo habría dejado la bandeja sobre el mármol sin ninguna protección debajo.
—No creo eso.—Comenta mientras se apoya contra la mesa isla.
—¿En serio?—Digo esperanzada, apoyándome contra la mesada al lado del horno, quedando frente a él.
—Habrías dejado que las galletas se quemaran directamente.
—Oh.—Contesto y luego contraigo mi expresión en una de dolor a la vez que toco mi pecho.—Eso dolió.
Elliot ríe y yo lo acompaño. Desde que nos conocimos lo he visto muy frecuentemente en casa, a pesar de que papá y mamá no lo conozcan, su presencia constante aquí no es preocupante puesto que ellos nunca están.
Lo mejor de todo es que es realmente agradable.
Es carismático, me trata bien, es gracioso y sobre todo ya tenemos esa confianza que los novios de las hermanas mayores deben tener con las hermanas menores.
Aunque debo admitir que a veces es difícil no quedarse impresionada con él, porque claro, el problema está en que es un Harrison, y por ende, es inhumanamente guapo.
Su cabello negro, su rostro bien perfilado con facciones marcadas, sus ojos azul claro, y su cuerpo claramente es bien definido puesto que la ropa que usa habitualmente cuando está en esta casa permite que lo vea.
Usualmente lleva jeans, ahora mismo unos negros y una camiseta negra que se ciñe perfectamente a él.
Madre Santa, Emma, qué buenos gustos tienes.
Pero no piensen tonterías, porque a pesar de su belleza inconmensurable, yo ya tengo a mi propio ser inhumanamente guapo.
Christian...
Apuesto a que a él le quedaría igual de bien ese tipo de ropa, aunque prefiero verlo como lo he hecho hasta ahora, con camisas casuales y vaqueros, chaquetas y ese propio estilo de chico malo pero que lo hace ver tan bien.
Me pregunto cómo sería si usara...
—Tierra llamando a Erica.—Doy un brinco volviendo a la realidad, viendo la mano de Elliot sacudirse frente a mis ojos.—No dejes este mundo ahora mismo o tu hermana me matará.
—Ya volví.—Anuncio avergonzada.
—Emma me contó que tienes momentos donde pareces estar ausente a todo lo que te rodea.—Él ladea la cabeza.—Tus pensamientos han de ser muy satisfactorios.
—Ni te imaginas.—Le digo intentando aguantar mi sonrisa.
—Apuesto a que puedo adivinar de qué se tratan.—Propone, llevando una mano a su mentón y mirando al techo pensativo.
—Bien.—Acepto encogiéndome de hombros.—Pero dudo que logres saber—
—Son sobre mi hermano.
—Eh.—Me congelo al oírlo adivinar tan fácilmente, todo el aire en mis pulmones parece desaparecer.
—¿Adiviné, cierto?—No le respondo, quedándome aún anonadada.—Tomaré tu silencio como un sí.
Una vez que recuerdo cómo respirar, inhalo profundamente y trago saliva para hacer desaparecer también el nudo que se formó en mi garganta hace unos segundos.
—¿Quién... te lo dijo?—Pregunto bajo mientras siento mis mejillas arder. Él está a punto de contestarme cuando vuelvo a hablar, mi mente albergando la razón por la cual es sumamente posible que Elliot sepa de Christian y yo.—Voy a matar a Emma.
—Erica, ella no–
—¿Dónde está?—Grito, esperando que esté por algún lugar de la casa.
—En la habitación de huéspedes duchándose, por eso me envió a mí a sacar las galletas del horno, pero escucha, ella no–
—¡Ya vas a ver, Emma!—Alzo la voz y sin dejar que Elliot termine su frase, rodeo la mesa isla y camino furiosa fuera de la cocina.
Veo la puerta que lleva a la habitación de huéspedes donde yace mi hermana a unos metros pero cuando estoy por llegar, una mano me jala de la muñeca, deteniéndome.
—¡Erica, calma!—Me exige el mayor de los Harrison. Estoy a punto de volver a hablar pero al instante su mano cubre mi boca.—Por favor.—Insiste con la voz más baja, logrando que mi enojo tambalee. Él aprovecha que estoy en silencio para volver a hablar.—Emma no me dijo nada, ¿okey?
Me lo quedo viendo con el ceño fruncido sin decir nada y él frunce también el suyo.—En serio, Emma no me dijo nada de eso.—Vuelve a decir.
Mantengo mi mala mirada, pero nuevamente no le doy una respuesta.
—¡Lo juro!—Dice preocupado, alzando la voz.—¿Por qué no dices nada? ¿No me crees?
Mi ceño fruncido desaparece y arqueo una ceja a la vez que suelto un suspiro ahogado en su mano, espero unos segundos pero como él no se da cuenta, señalo con mi dedo índice su mano sobre mis labios mientras balbuceo un "si quieres que diga algo, entonces quita tu mano."
—Oh, lo siento.—Se disculpa y destapa mi boca, dando un paso hacia atrás.
—Incluso los chicos guapos tienen sus momentos tontos.—Susurro sin pensar mientras tuerzo los labios.
—¿Qué?—Oigo a Elliot preguntar.
—¡Nada!—Me retracto, desviando la mirada un segundo, intentando no sonrojarme más de lo que ya y vuelvo a ver a Elliot seria.—¿Entonces sabes de Christian y yo?
—Así es.—Me confirma.
—¿Qué tanto?
Él abre la boca para decir algo pero luego la cierra, me queda viendo pensativo, dudando de si decirme lo que tenía planeado.
—Son pareja, y de acuerdo, sí, digamos que tu hermana tuvo que ver con que yo me enterara de eso.—Estoy a punto de protestar pero él alza las manos en señal de alto.—¡Pero espera!, eso fue por la llamada, ¿recuerdas?
—¡Aún así, es una chismosa!
—Sí lo es.—Dice casualmente, haciéndome sentir un poco mejor por ponerse de mi lado.—Pero lo de que se gustaban no era una novedad para mí, lo supe por mi cuenta.
—¿Qué?—Pregunto confundida.—¿Cómo?
—Christian me lo dijo.
Y mi corazón parece dejar de latir tras sus últimas palabras. O al contrario, acababa de comenzar a latir más rápido de lo que podría llegar a correr un chita.
Doy un paso hacia atrás, apoyando mi espalda contra la pared del pasillo, de repente mis piernas se sienten temblorosas gracias a la emoción que invade cada parte de mi cuerpo.
—Christian... ¿Christian te habló de mí?—Balbuceo, intentando contener la suma felicidad que siento.—¿Es una broma, verdad?
Elliot suelta una risa que me impacienta, pero no me enoja, nada en este mundo podría arruinar este momento tan feliz para mí.
—No, no lo es.—Me asegura con una sonrisa torcida.—Christian habla de ti, siempre lo ha hecho.
—Oh Dios...—Logro decir, mi respiración volviéndose errática gracias a las miles de sensaciones acumulándose en mi pecho.
—Pero,—La continuación de su habla para por un segundo mi respiración.—Me parece extraño que recién ahora estén saliendo.
—¿Por qué?—Pregunto curiosa.
—Es que siempre me ha hablado de ti.—Me dice rascándose la nuca confuso.
Pero mi confusión es mucho mayor que la de él.—¿Qué?—Vuelvo a cuestionar tontamente.—¿A qué te refieres?
—Verás, desde hace tiempo que él—Él corta su explicación cuando la puerta que está a unos metros de nosotros se abre y al instante mi hermana aparece con una toalla en su cabeza, su cabello mojado que chorrea levemente su suéter negro es señal de que acaba de salir de la ducha.
Ella cierra la puerta y cuando gira su cuerpo en nuestra dirección, nos ve con el ceño fruncido y una expresión confusa.
—¿Qué están haciendo ustedes dos?—Nos pregunta con una mirada fulminante que rebota de Elliot a mí y viceversa.
—Hum...—Me es imposible formular una respuesta para ella debido a que mi mente aún sigue intentando deducir las palabras de Elliot antes de que Emma apareciera.
—Estabamos ideando un plan para matarte.—Le contesta Elliot, su mirada cambia a una juguetona al ver a mi hermana y su sonrisa torcida aparece.—Queremos cobrar el seguro de tu muerte.
—Sabes que no tengo seguro de vida.—Le dice Emma con una sonrisa desafiante.—Y también que no serías capaz de matarme.
Elliot se acerca a ella y observo como mi hermana cambia su expresión, el rojo invadiendo sus mejillas mientras ve al hombre que me da la espalda.
Oigo susurrar a Elliot algo que no puedo entender y al instante mi hermana desvía su mirada hacia mí. Ladeo la cabeza confusa y ella pasa por un lado a su novio, la diferencia de altura es tanta como la que tenemos Christian y yo, se para frente a mí y se cruza de brazos.
—Jovencita, tenemos que llevarte a la escuela.—Me informa como toda una hermana mayor ejerciendo su autoridad sobre la menor. Ella me ve de arriba abajo y agradezco estar con el uniforme, de otra forma apuesto a que me habría dicho mucho más que solo la pregunta:—¿Acaso no ves qué hora es?
—Se me había pasado.—Me excuso mirando hacia abajo.
Emma toma mi mentón y me obliga a verla.—Tienes exactamente treinta segundos para salir al jardín y entrar al coche de Elliot.
—¿Te tomaste tus pastillas de hermana responsable?—Le pregunto con la intención de hacerla reír pero ella ni se inmuta.
Su mirada color café amenaza con asesinarme, se inclina hacia mí manteniendo su seriedad y trago grueso cuando siento que está a punto de ahorcarme.
—Veinte segundos.—Me avisa, o mejor dicho, me amenaza.—Y contando.
—¡Si señora!—Ni siquiera dudo y rápidamente voy hacia la puerta de casa, saliendo por ella hacia el jardín.
Mi miedo causado por mi tenebrosa hermana hace que por unos cinco segundos no me de cuenta de que frente a la casa hay una camioneta negra estacionada, una que conozco lo suficiente.
La puerta del piloto no tarda en abrirse y mi corazón da una de sus típicas volteretas dentro de mi pecho cuando el chico más hermoso aparece.
Sin dudarlo ni preguntarme porqué está aquí, camino hacia él con pasos seguros y cuando lo alcanzo, envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, besándolo con todas mis ganas.
Christian no tarda en tomarme de la cintura y juntarme más a él, haciendo que nuestros besos se sientan más que magníficos.
—Te levantaste de buen humor.—Me dice cuando nuestros labios se separan.
—No es eso.—Le digo soltando una risita.
—¿Entonces?
Me encojo de hombros, mirándolo divertida.—Solo pensé en ti.
Él me da una de esas sonrisas que me desarman y me besa nuevamente por un corto tiempo antes de invitarme a subir en el copiloto. Yo acepto y le echo un vistazo a la puerta de mi casa, donde hacen Elliot y Emma mirando en nuestra dirección con una sonrisa que correspondo antes de meterme en la camioneta.
—¿Así que ellos y tú planearon esto?—Pregunto luego de abrocharme el cinturón y mientras la camioneta comienza a moverse.
Christian ve al frente mientras sonríe.—¿Qué cosa?
—Tu sabes qué.—Le digo refiriéndome a que tanto Emma como Elliot sabían que él pasaría por mí.
—No sé de qué hablas.—Se encoge de hombros.
—Manipulador.
—Me lo han dicho antes.—Dice divertido.
—Irritante.—Sigo maldiciéndolo con la esperanza de que se enoje.
—También me lo han dicho.—Su sonrisa se ensancha.
Me quedo muda ante la falta de insultos hacia él y eso parece aumentar su egocentrismo. Desvío mi mirada, intentando no ver su sonrisa de triunfador y concentrarme en las casas que vamos dejando atrás pero a los segundos siento su mano en mi pierna seguido de una meliflua y hermosa voz.
—Gané, gruñona.—Lo oigo hablar.
—Te odio.—Digo sin más.
—Eso no era lo que me decías la otra noche.—Me recuerda y mis ojos se abren grandes a la vez que mis mejillas se sonrojan, mi corazón late fuerte y mis piernas tiemblan.
Este chico va a matarme.
Me quedo en silencio el resto del viaje, sintiéndome avergonzada por el recuerdo que ronda en mi cabeza sobre lo que hicimos la última vez que nos vimos.
Minutos más tarde, llegamos al estacionamiento del Instituto, Christian aparca en un lugar cerca de la salida de este y mientras desabrocho mi cinturón, él se baja, rodea la camioneta y me abre la puerta.
—¿Qué haces?—Pregunto, aún algo ofendida por haberme hecho ruborizar.
—Siendo un caballero.—Dice ofreciendome su mano.
—Bien por ti.—Lo fulmino con la mirada.—Pero yo puedo bajarme sola.—Me dispongo a salir de la camioneta pero Christian se coloca enfrente mientras se sostiene de los bordes de mi salida, encerrándome.
—¿Prefieres que te saque yo?—Me susurra, su voz ronca oyéndose tan sexy y empeora cuando se inclina hacia mí, su rostro a centimetros del mío.—No tendré incoveniente en cargarte otra vez desde aquí hasta el interior de esa institución.
Trago grueso, y aunque me lo pienso durante un momento, termino por decidir la opción menos vergonzosa.
—Bien.—Tomo su mano, quitándola del borde de la salida del copiloto y cuando me bajo, Christian cierra la puerta y con sus llaves asegura la camioneta mientras caminamos lejos de este.
Una vez fuera del estacionamiento, nos dirigimos hacia la entrada de la secundaria, no tardamos en comenzar a mezclarnos con los otros alumnos que están llegando y es en aquel momento que me doy cuenta de algo que a partir de ahora será un cambio enorme en mi vida escolar el resto del año.
Todas y cada una de las chicas fijan su mirada en Christian como es de esperarse, pero luego pasan a mí y expresiones de sorpresa se forman en sus rostros cuando se dan cuenta de que él y yo estamos tomados de la mano.
La presión de toda la atención que hay en nosotros me sofoca e intento soltar la mano de Christian, pero cuando lo logro, él pasa un brazo por mis hombros, abrazándome de costado, estando más juntos que antes.
—Christian...—Susurro mientras intento ignorar todas los ojos asesinos de las estudiantes de Belmont.—Tienes que soltarme.
—¿Por qué?—Me pregunta con el ceño fruncido.
—Porque todas me está viendo como si fueran a asesinarme.
—¿Ah sí?
—Míralo tú mismo.—Le digo preocupada, viendo de reojo a las chicas que pasamos y luego me vuelvo hacia él cuando dejamos de caminar.—Creo que no debemos ser muy—
Christian deja de abrazarme y toma mi cara entre sus manos, besándome tan deliciosamente que por un momento ignoro todo mi alrededor. Él se separa y apoya su frente sobre la mía, mirándome con una sonrisa.
—Eres mi novia, no tenemos nada que ocultar ni ser discretos en absolutamente nada.—Él echa un vistazo a su alrededor, sus ojos azules congelando a las chicas que me estaban viendo con rabia y luego se vuelve hacia mí.—Si tienes problemas, me dices de ahora en adelante, ¿entendiste?
Me paro de puntillas y alcanzo sus labios, dándole un corto pero apasionado beso.
—Entiendo.—Le cofirmo con una sonrisa.
Él me devuelve la sonrisa y vuelve a abrazarme, caminando nuevamente hacia la entrada juntos, esta vez sin importarme las miradas fulminantes en mi espalda.
Incluso pasamos a Chloe, quien no se molesta en disimular su enojo ante nuestras demostraciones.
Christian Harrison es mi novio, y a partir de ahora es una novedad para toda la secundaria Belmont.
Una muy buena novedad.
———
Nota de autora: ¡Tarde pero antes de las doce!, siempre lo mismo yo, estoy justo sobre la hora cada vez que actualizo, les pido mil perdones, pero como siempre mi horario es muy apretado. ;(
¿Qué les pareció el capítulo?, ¿Se fijaron en la parte importante de la historia?, eso forma una teoría importante sobre algo que tienen que descubrir antes de que lo saque a la luz.
Nos vemos el viernes mis queridos y queridas wuuuuh
¡Los y las quiere, Cami!
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