41. El sentimiento
Perdón por no subir ayer, no tuve tiempo. :(
Pd; No sé si la canción tenga mucho que ver con el concepto del cap, pero la escuché una y otra vez mientras escribía y no sé, se las dejo por si quieren ♡
Día 4 (por problemas técnicos) del maratón
¡Disfruten!
Capítulo cuarenta y uno.
Veo como el balón naranja con rayas negras se desplaza en el aire a cámara lenta, tensandome por completo hasta que este termina rebotando en el aro, rodeando el mismo y entrando.
—¡Sí!—Grito victoriosa, dando un salto de alegría mientras respiro pesadamente.
—Demonios.—Oigo como Christian suelta una maldición a mis espaldas y me volteo a verlo.
Él está a un metro de mí, su boca entreabierta, dando a notar su errática respiración a simple vista, su rostro está levemente mojado por el sudor y sé que el mío está igual.
—¿Cansado?—Me burlo, poniendo las manos sobre mis caderas y alzando la cabeza. Él no me responde pero sus ojos azules están fulminándome, sin embargo, eso alimenta mi ego.—Se supone que eres el mejor jugador del Instituto.
—Solo estoy siendo gentil.—Dice él luego de respirar hondo.
—Te dije que no quería que lo fueras.—Le aclaro, recordando nuestras palabras antes de comenzar el juego.
—Aún así lo soy.—Me responde, reincorporándose.
—Sí claro.—Me cruzo de brazos y lo miro con el ceño fruncido.—Lo dices solo porque no aceptas el hecho de que estés perdiendo, señor basquetbolista estrella.
—No es eso.
—¿Ah sí?—Ladeo mi cabeza y esbozo una sonrisa torcida.—Entonces pruébalo. Deja de ser gentil y comienza a jugar en serio.
—No lo sé.—Dice él, lleva una mano a su mentón y mira hacia arriba, haciendo una expresión pensativa durante unos segundos antes de verme con esa perversa y sexy sonrisa que lo caracteriza.—No creo que lo resistas.
—Eres un bebé.—Digo, recordando la forma en la que lo llamé cuando estábamos en los pasillos.—Uno muy miedoso.
Christian deja de sonreír.—¿Cómo me llamaste?
Cierro mis manos en puños y las levanto a los costados de mi cara, haciendo un mohín.
—Bebé.—Repito.
Él me ve unos momentos mientras yo sonrío triunfante hasta que da pasos largos hacia mí, acortando el metro de distancia que había entre nosotros. No tarda en pararse frente a mí, su cuerpo quedando a centímetros del mío y yo levanto la cabeza para verlo, causando que la valentía y suficiencia que sentía hace un momento vacile.
—¿Quieres que deje de ser gentil?—Pregunta, su voz se vuelve ronca y sus ojos azules están clavados en los míos.
Trago grueso, intentando ocultar mi nerviosismo y asiento.—Sí.
—Entonces así será.—Me avisa y yo intento alejarme para recuperar el balón que está a unos metros de nosotros pero Christian tira de mi muñeca, logrando que choque contra su pecho, y con su otra mano toma mi mentón, obligándome a verlo.—Pero con una condición.
—No me gusta a dónde va esto.—Susurro intentando mantener su intensa mirada.
—Si gano, harás lo que sea que vaya a pedirte luego.—Propone directo.
—¿Y si me niego?—Pregunto sintiendo su respiración chocar contra mi rostro.
Christian se inclina sobre mí, nuestras narices rozándose. Automáticamente cierro mis ojos, esperando por un beso suyo que jamás llega, sin embargo, su rostro se mantiene a medio centímetro del mío.
—Me temo que seguiré siendo gentil.—Susurra y abro mis ojos al oírlo, encontrándome con el mar de los suyos.—¿Qué dices?
Mi lado racional hubiera respondido que no porque no sabré qué hacer si pierdo, pero el orgullo y la arrogancia de Christian se me contagiaron tanto en estos momentos que no dudo ni un segundo en responder.
—Hecho.
Él sonríe y me suelta. Aprovecho para darle la espalda e ir a por el balón pero nuevamente soy jalada de mi pobre brazo, chocando por segunda vez en el pecho de mi novio.
—¿Qué?—Pregunto molesta ante su repetida acción.
—Tranquila.—Dice con una sonrisa satisfecha en sus labios. Lleva una mano hacia mi rostro y corre un mechón rebelde de mi cabello detrás de mi oreja.—Debemos tomar el descanso de medio tiempo, ¿lo olvidas?
—No es necesario.—Le digo, aunque en realidad las piernas me tiemblan y el corazón me late rápidamente tras todo el ejercicio que hice.—Bueno, descansemos un poco, por tu bien.
Christian suelta una carcajada ante mi aceptación y ambos nos dirigimos hacia las bancas donde los jugadores del equipo descansan en el medio tiempo.
Nos sentamos y permanecemos en silencio durante un rato, dejándonos escuchar la respiración abierta del otro.
Mi pecho sube y baja pesadamente, pero me siento realmente bien al estar aquí con él, el silencio que en ocasiones anteriores era incómodo o tenso, ahora me produce paz y satisfacción.
Y es por la gran comodidad del momento que mi cabeza comienza a recrear pensamientos a causa de recuerdos.
¿Y tú? ¿Estás enamorándote de Christian?
La voz de Madison haciéndome esa pregunta es el recuerdo principal que invade mi mente, desencadenando más preguntas en mi interior, pero todas refiriéndose a lo mismo.
¿Qué es lo que siento ahora por Christian?
Lo quiero.
¿Eso es todo?
No lo es.
¿Estás enamorándote de él?
No puedo responder eso aún.
¿Lo amas?
No lo sé...
Otras personas pudieron experimentar lo que es el amor a esta edad o incluso más jóvenes, pero yo no soy tan esperanzada. Jamás sentí amor siendo tan pequeña y pienso que no soy capaz de hacerlo, que todavía me faltan años de experiencia para saberlo, para creerlo y para sentirlo.
Pero todo eso forma parte de mi cabeza, la cual he estado intentando escuchar cada vez que podía cuando trataba con temas tan delicados.
Solo que ahora es mi corazón quien está involucrado en un tema tan importante.
Para ser totalmente honesta, Christian Harrison fue mi amor de secundaria gracias a su hermoso físico, y no estoy orgullosa de ello, pero a medida que fueron pasando los años la admiración fue desarrollándose en mí cada vez que lo veía el primer día de clases, siendo siempre el que da el discurso de bienvenida, el mejor de la clase, el mejor jugador de básquet y el chico por el que todas suspiran.
Y cuando llegó este último año, lo conocí y mi primera impresión sobre él fue extremadamente horrible, luego empeoró, después fue todavía más odioso...
Pero, al mismo tiempo, consiguió lograr que mis sentimientos por él crecieran mucho más.
Mis sentimientos...
¿Cuáles sentimientos?
Además de la admiración y la atracción física, Christian me hizo desarrollar más sentimientos de los cuales no creí que tendría hasta después de los veinticinco años mínimo, porque hoy en día es realmente difícil creer en el amor.
Incluso con historias de finales felices que nos motivan a creer en el amor, la vida a veces no es realmente lo que parece, a veces ese sentimiento puede irte en contra y herirte tanto como puede hacerte feliz.
Pero, a pesar de sus altos y bajos, es el sentimiento más bello del mundo.
—Bueno, chica muda.—La voz de Christian me saca de mis pensamientos y lo veo levantarse a mi lado.—Ya han pasado diez minutos, es hora.
Frunzo el ceño por un momento al enterarme de todo lo que tardé pensando, pero rápidamente asiento y me levanto, siguiendo a Christian hasta la cancha.
Él se desvía para recoger el balón en una punta y regresa al centro, donde se posiciona frente a mí.
—¿Lista, Ana?—Pregunta él con una media sonrisa.
—Lista, Grey.—Aseguro.
Y luego de mi respuesta, Christian tira el balón al aire, dando comienzo al juego, el cual pienso poner todo mi empeño y ganarlo como sea que haga falta, tal y como lo había hecho en el primer tiempo.
El balón llega a su máximo punto de altura y luego desciende. Doy el salto más alto que puedo y, tal y como en los saques anteriores, imaginaba alcanzarla antes de que Christian pudiera tocarla, pero no fue así.
El chico que me lleva casi una cabeza de diferencia alcanza el balón antes que yo, empujándolo lejos de mí y cuando volvemos a tener los pies sobre el suelo, él pasa a mi lado con una velocidad casi irreal, dejándome congelada en el mismo lugar.
Me toma unos segundos reaccionar y voltearme, comenzando a correr tras Christian, mi vista fija en lo que rebota entre su mano y el suelo. Pongo todo de mí para moverme tan velozmente como me es posible, pero cuando estoy a medio metro de él, Christian frena abruptamente y lo siguiente que veo es como da media vuelta, me rodea y se queda detrás de mí.
Freno lo más rápido y cuidadosamente posible, pero cuando estoy dando media vuelta también, Christian levanta el balón, tensa sus brazos y luego los flexiona para tirarlo, encestadolo limpiamente sin tocar ni por un segundo el aro.
Christian se vuelve hacia mí y su sonrisa torcida arrogante hace aparición.
—Debo cambiar mi pregunta.—Dice ladeando la cabeza.—¿Lista para perder?—Pregunta con arrogancia.
Estás frita. Dice mi subconsciente.
Sin embargo, aunque ya no sea estable, mi orgullo sigue estando presente.
Subo las mangas de mi blusa hasta el codo y, luego de recoger el balón, me posiciono en el centro y miro seria al chico que se coloca frente a mí.
—Ya veremos.—Digo, intentando creerlo.
Tiro el balón hacia arriba, comenzando nuevamente el juego.
Y el mismo proceso me atormenta.
Los siguientes quince minutos, en cada saque, Christian alcanza el balón antes que yo, corre más rápido y encesta el doble de canastas que yo, haciendo que vencerme se vuelva cosa de niños. Sin embargo, es gracias a mis muchos tiros limpios que logro acumular la misma cantidad de puntos que él.
Sí, tengo mucha suerte.
—Un... minuto...—Jadeo, sosteniéndome de mis rodillas y respirando pesadamente.—Solo uno... por favor.
Levanto la vista, encontrando frente a mí al chico de mis sueños, sosteniendo el balón a un costado de su cuerpo, mirándome divertido y sin ninguna pizca de agotamiento.
—¿Cómo... diablos...—Intento articular una palabra pero mi respiración inestable me lo impide. Tomo una profunda respiración, intentando incorporarme.—...no estás... cansado?
Christian niega con la cabeza, haciendo que mi mandíbula caiga al piso de la impresión.
—¿Cómo... es... posible?—Le pregunto, recordando el primer tiempo de nuestro uno versus uno.
—Porque estoy jugando en serio.—Dice encogiéndose de hombros.
Cierro los ojos fuertemente mientras suelto un largo suspiro, pero al instante respiro hondo ya que aún me falta el aire. Abro nuevamente los ojos y veo a Christian acercarse a mí con una sonrisa torcida en sus hermosos y tentadores labios.
—Estamos empatados, así que los siguientes puntos serán los ganadores.—Dice mordiéndose el labio.—Y espero que estés lista para perder.
—¡Deja de decir eso!—Le respondo rodando los ojos.
Christian da un paso más hacia mí, mirándome juguetón, logrando que las mariposas en mi estómago revoloteen ferozmente.
—¿Por qué?, ¿Te pongo nerviosa?
—No.—Digo desviando mi mirada y dando un paso hacia atrás.—Y deja de intentarlo, sigamos.—Termino contestando y camino hasta el centro de la cancha de básquet antes de que Christian pueda tensarme más con sus palabras o cercanía.
Él, sin embargo, no dice nada, solo camina hasta mí con su mirada hipnotizante fija en la mía, posiblemente causando que tenga una expresión totalmente tonta al verlo, mi corazón latiendo a mil por minuto y mis mariposas estomacales a punto de hacer agujeros desde el interior.
Todo esto es lo que Christian hace que sienta.
¿Qué se supone que es?
—¿Lista?—Pregunta mi novio, sacandome de mis pensamientos.
—Preguntas mucho eso.—Le digo en un intento de burlarlo, pero él solo sonríe aún más.
—Tomaré eso como un sí.—Responde.
Y todo pasa en cámara lenta a partir de esas palabras.
Christian lanza el balón por última vez al aire, este llega a su máximo punto alto y cae nuevamente hacia nosotros. Ambos saltamos al mismo tiempo y cuando pienso que esta vez va a ser como las anteriores, dónde mi contrincante me quitó el balón con una rapidez impresionante, estiro un poco más mis dedos y logro empujar la pelota naranja hacia delante de mí, consiguiendo llevarlo a espaldas de Christian.
Cuando mis pies tocan el suelo, comienzo a correr rápidamente hacia adelante, sin mirar atrás, teniendo la vista fija en el objeto frente a mis ojos.
Una sonrisa enorme se apodera de mis labios cuando alcanzo el balón y empiezo a rebotarlo contra el piso y mi mano derecha, dejando a mis espaldas a mi oponente.
A mi hermoso oponente.
Mi novio...
¡Concéntrate! Me grita mi subconsciente como jamás antes había hecho.
Me doy una cachetada mental y me concentro en mi siguiente objetivo: La canasta.
El aro de repente se ve tan lejano y mis piernas comienzan a temblar, pero no pienso seder ante la presión, no cuando voy a lograr ganarle al chico más arrogante que conozco.
Y el más perfecto...
¡Oh, por favor! Refunfuña mi subconsciente, dándome otra bofetada.
Cuando vuelvo en sí otra vez, me paro en seco al ver la cesta frente a mí, midiendo el doble que yo, pero eso no es un problema para mí. Me preparo para tirar el balón, apuntando con mi súper vista al cuadrado dibujado en el tablón, tenso mis brazos un momento y aguanto la respiración al mismo tiempo que flexiono los brazos para tirar.
Y finalmente lanzo.
———
Nota de autora: Hoy el capítulo es cortito porque mañana (mejor dicho hoy;c) es el último del maratón y lo quiero intentar hacer bien largo, so... ¡Disfruten!, y comenten qué les pareció ;)
Los y las quiero, Cami. <3
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