35. El baile
¡La canción que está después de la imagen la estuve reservando para este momento!
Pueden descargarla si quieren, pero lo importante es que cuando lean la palabra "máscaras", la reproduzcan.
Y acuérdense de las estrellitas. <3
¡Disfruten!
Capítulo treintaicinco.
La casa de Madison es extremadamente grande, por si no sabían.
Por fuera, se ve tal y como lucía la última vez que la vi aquella noche que Christian nos trajo a ella y a mí a nuestras casas. Su jardín delantero no es tan grande si se mide desde la calle hasta su puerta, pero si lo es si se hace desde ambos lados. Un simple camino pavimentado con rosas alrededor recorre el medio de este hacia la puerta de su extensa casa de dos pisos color blanca y gris.
Madison se detiene frente a la puerta, soltando su enorme vestido y se voltea con dificultad hacia mí y Mason, quienes la seguíamos, evitando pisar la parte de atrás de su disfraz.
—Cubre tus ojos.—Me dice mi mejor amiga con una sonrisa en sus labios brillantes gracias a su labial.
Arqueo una ceja irónica,—Ya sé lo que me espera ahí dentro, Madison.
—¡Solo cúbrelos!—Insiste ella molesta y miro a Mason, quien me ve con una expresión seria.
—Hazle caso.—Dice él con voz de asesino serial.
Ruedo los ojos ante las amenazas poco tenebrosas de ambos y llevo las manos a mi rostro, cubriendo mi visión. Al instante siento una calidez recorrer mi espalda y doy un brinco.
—Tranquila,—Habla Mason en mi oído,—Es para evitar que te caigas, así que evita excitarte al tenerme tan cerca, ¿sí?
Doy un codazo hacia atrás y, sea donde sea que haya impactado mi golpe, sonrío al oír un gemido de dolor salir de mi mejor amigo.
—Da gracias que es tu cumpleaños.—Dice él con dificultad y comenzamos a caminar con la voz de Madison guiándonos en susurros.
Unos pasos más adelante, oigo una puerta detrás mío cerrarse y el pánico me invade.
Y no es solo por la fiesta.
—¿Ya puedo ver?—Pregunto ansiosa.
—Aún no.—Exclama la voz de mi mejor amiga y suelto un suspiro, dando más pasos hacia delante y teniendo plena confianza en los brazos de mi mejor amigo sosteniéndome desde atrás.
Siento como doblamos luego de unos cuántos pasos más y mi paciencia empieza a desvanecerse a la vez que mi nerviosismo aumenta.
Mis emociones son como un medidor, el lado derecho pesa más que el lado izquierdo o viceversa.
—¿Y ahora?—Vuelvo a preguntar frunciendo el ceño.
No recibo respuesta y eso me hace querer quejarme, pero antes de poder hacerlo, las manos de Mason me sujetan con más fuerza, haciéndome frenar y por poco casi caer hacia atrás.
—¿Madison?, ¿Mason?—Pregunto preocupada cuando siento como mi mejor amigo me suelta,—¿Siguen ahí?, voy a destapar mis–
Un movimiento brusco me interrumpe. Al instante me quitan las manos de mi rostro y las luces, que al parecer estaban apagadas pero no pude verlo debido a que mi vista era opacada, se encienden, dejándome ver el enorme espacio del living de la casa invadido de personas con ropajes victorianos.
—¡Sorpresa!—Gritan todos al unísono, incluyendo a mis mejores amigos, quienes están frente a mí, delante de todo el mundo.
—Oh Dios.—Susurro con una sonrisa enorme en mi cara al ver todo.
Las paredes están forradas de papel con dibujos de mandalas preciosas sobresalientes de colores rojo y dorado. Hay sofás con telas que combinan y encima de cada uno de los muebles pegados a las paredes hay grandes espejos con marcos dorados formando ramas de árbol. En el centro del techo hay un candelabro también dorado, pero a diferencia de toda la demás decoración antigua, de este cuelgan luces eléctricas en lugar de velas.
Mi vista baja nuevamente hacia las personas, a quienes reconozco de mi instituto, al menos a la mayoría, con ropas victorianas,. Las chicas con vestidos largos, algunos grandes como el de Madison, otros pequeños como el mío, y los chicos llevan trajes muy parecidos pero con distintos colores en las chaquetas, en los pantalones y en las camisas, inclusive algunos llevan sombreros que van a juego.
Están todos los de mi clase, los de clases anteriores y más jóvenes sin exagerar, ya que no deberían haber alumnos tan menores en un cumpleaños de dieciocho. También logro reconocer a los de nuestra clase contraria.
La clase de Christian.
Christian...
—¡Bueno!—Madison alza la voz para que todos la oigan, sacándome de mis pensamientos,—Ahora que llegó la cumpleañera, ¡que empiece la fiesta!
Dicho esto, todo el mundo regresa a lo suyo a la vez que música comienza a sonar. El volumen sube lentamente hasta que el ambiente se convierte en una fiesta de esta generación, donde las bebidas en vasos de plástico recorren las manos de todos los adolecentes y estos bailan al mismo tiempo.
Me gustaría unirme a la diversión, pero una duda existencial merodea por mi cabeza ahora mismo. Me dirijo hacia Madison, quien habla entretenidamente con una chica de nuestra clase llamada Ashley.
—Hum, hola, ¿las interrumpo?—Pregunto a ambas con un poco de prisa.
—Hey, Erica, feliz cumpleaños.—Dice Ashley con una sonrisa y luego sus ojos bajan un momento por mi cuerpo antes de regresar a mi rostro,—Te ves muy hermosa.
—Lo mismo digo.—Le devuelvo a sonrisa y me acerco un poco más a Madison, mirándola inquieta,—Necesitamos hablar.—Digo entredientes manteniendo mi sonrisa lo mejor que puedo.
—Oh pero... Ashley me estaba diciendo lo lindo que está mi vestido.—Bufa Madison.
—Es urgente.—Aprieto su mano con ligereza y luego le doy una mirada suplicante de 'Por favor' que mi mejor amiga no logra resistir.
Ella suelta un suspiro y vuelve a ver a Ashley,—Bueno bonita, luego seguimos hablando sobre lo hermoso que es mi vestido y lo bien que me queda, ¿sí?, ahora debo dejarte un rato, órdenes de la cumpleañera.
Ambas nos despedimos rápidamente de nuestra compañera de clase y jalo del brazo de Madison hasta sentarnos en uno de los sofás vacíos.
—¿Qué pasa?—Pregunta ansiosa.
—Dijiste que hiciste lo que te pedí, ¿cierto?
—Así es.—Afirma con la cabeza.—Se supone que debe estar aquí.—Dice a la vez que mira a su alrededor unos segundos antes de devolver la vista hacia mí,—No veo a Christian por ninguna parte, pero prometo que sí lo invité.
Arrugo mi entrecejo preocupada,—Tú crees que...—No logro terminar la frase, pero Madison entiende perfectamente lo que quiero decir.
—¡No no no!—Hace una breve pausa, pensándolo mejor.—Bueno, puede ser una posibilidad que...
—No haya querido venir.—Finalizo por ella.
Resulta ser que hoy, justo después de hablar con Emma sobre lo sucedido con la madre de Christian, llegaron a mi muchísimos pensamientos que tienen cierta lógica, al menos para mí, y podrían ser la razón por la cual Christian no quiere tener una relación conmigo.
Pero claro, no puedo solo suponer, necesito confirmarlo.
Así que le pedí a Madison algo que para muchas personas debería definirse como "perder mi dignidad", y así fue cuando le dije a mi mejor amiga que invitara al chico que me rechazó unos días antes a mi fiesta de cumpleaños con la idea de volver a hablar con él sobre ese mismo tema.
Sí, aplausos para mí, la chica con menos decencia moral y social en todo el planeta Tierra.
—No digas eso.—Vuelve a hablar Madison, poniendo una mano en mi hombro.—No perdamos las esperanzas, ¿de acuerdo? Hay muchas personas aquí y algunos están esparcidos también por otros lugares de la casa, como es de esperarse. Daré una vuelta para ver si está por ahí, mientras tú puedes quedarte aquí a conversar con los invitados de tu fiesta.—Dice recalcando el «tu» con seriedad.
—Pero Madison, yo no–
—¡Hey, tú!—Ella me interrumpe y grita tan fuerte que debo verificar que mi tímpano no esté destrozado. La veo sacudir su mano para alguien detrás de mí y cuando me volteo, veo una cara familiar acercándose a mí.
Es un alumno de nuestra clase contraria.
—Adrián.—Susurro asombrada, viendo lo bien que le queda el traje que lleva puesto, el cual es totalmente negro, incluyendo la tela sobresaliente de su pecho que forma parte de su camisa como decoración extra en el disfraz.
Su chaqueta larga lleva muchos botones y no tienen ningún diseño extraño, mientras que sus pantalones y zapatos van a juego. Su cabello castaño peinado pero con ese toque algo casual que lo hace verse más guapo. Sus ojos cafés reflejan el brillo del candelabro colgado en el centro de la sala y otras lámparas menores pegadas en las paredes.
¡¿Qué se supone que haces?!
Grita mi subconsciente y meneo la cabeza, alejando ese hipnotismo que acabo de tener por un chico lindo.
Aunque, cabe aclarar que incluso los chicos inconmensurablemente lindos por fuera son horribles por dentro. Él no fue tan agradable aquella noche que bailamos juntos, por si lo habían olvidado.
Adrián nos alcanza y saluda a Madison, quien se levantó del sofá y me obligó a hacerlo también, con una señal de cabeza antes de fijar su atención en mí. Mi mejor amiga le susurra algo al oído y luego me pasa por un lado guiñándome un ojo y balbuceando algo que entiendo como "buena suerte".
Decir que siento incomodidad ahora mismo es poco, pero agradezco cuando el guapo chico da un paso más hacia mí y me sonríe cálidamente.
—Feliz cumpleaños, Erica.—Su voz suena mucho mejor de lo que recuerdo.
—Oh, recuerdas mi nombre.—Digo sin pensar y luego me retracto al darme cuenta de que nadie va a la fiesta de una persona cuyo nombre no sabe,—Quiero decir, gracias.
Él suelta una risa ronca,—Ven.—Dice extendiendo su mano hacia mí. Lo miro dudosa y él ladea su cabeza, mirándome divertido,—No muerdo si eso es lo que te asusta.
Su comentario me hace sonreír y a la vez me avergüenza un poco pero reprimo ambas emociones en un simple asentimiento para luego tomar su mano y seguirlo hasta una de las mesas donde él recoge dos vasos de plástico.
—No, gracias.—Me niego amablemente cuando Adrián me ofrece uno de los vasos los cuales están llenos de bebidas que huelen a alcohol.
—Adelante, es solo un vaso de tequila.
—No tengo ganas de beber, gracias otra vez.
—Oh vamos, esta es tu fiesta, ¿o no?—Su insistencia hace que mi paciencia se tambalee un poco.
—Eso no significa que quiera beber.—Digo a la vez que mi tono amable va desapareciendo,—Nuevamente, no, gracias, Adrián.
—Aburrida.—Responde él antes de darle un sorbo a su vaso y dejar el otro sobre el mueble de donde lo sacó.
—El alcohol no te hace más divertido, ¿sabes?—Empiezo a dar a notar el enojo en mi voz y me cruzo de brazos.
—En tu caso debería ser que sí.
—Mejor me voy.—Finalizo, ya harta de sus tontos comentarios. Esto me recuerda a cuando conversamos en la fiesta de los Harrison y fue todo un tonto después de bailar sensualmente junto a él. Sí, yo fui también poco decente pero eso no debería hacerle creer que soy una cualquiera, como terminó insinuando aquella noche diciéndome que deberíamos ir a uno de los cuartos de la casa.
—Espera.—Él me toma del brazo, detendiendome y me vuelvo hacia él para comenzar a insultarlo cuando vuelve a hablar,—Estaba bromeando, lo lamento.—Sus ojos café me miran con vergüenza,—Soy un estúpido a veces y me doy cuenta tarde, discúlpame.
Mis ganas de dejarlo ahí luego de descargar mi ira en ataques verbales contra él se desvanecen tras su disculpa. En la casa de los Harrison, él fue un idiota todo el tiempo, pero ahora acababa de pedirme perdón, y aunque prácticamente no lo conozco, puedo notar la honestidad en su voz.
Suelto un suspiro corto antes de sonreírle,—Estás perdonado.
—Amén.—Dice devolviéndome la sonrisa.
—¿Eres religioso?—Pregunto curiosa.
—No, pero hace unos días comencé a ver una serie sobre Jesús y bueno, ciertas palabras se me pegaron.—Informa encogiéndose de hombros.—Amén, shalom, mazel tov.—Hace una pausa breve y luego me ve serio,—¿Esa palabra también es hebrea, no?
—Es judía.—Digo evitando la risa al ver su expresión.
—Ah.—Dice lentamente a la vez que asiente y luego me ve confuso,—¿Entonces no?
—Los judíos son hebreos.
—¡¿En serio?!—Alza la voz sorprendido y abre los ojos como platos. Luego aclara la garganta y chasquea la lengua indiferente,—Quiero decir, ya lo sabía.
Me río abiertamente ante su mentira y él me ve molesto pero lo ignoro, luego me reincorporo haciendo como si nada, sin embargo, Adrián aún me fulmina con la mirada.
—Eres muy mala, cumpleañera.
—Y tú muy poco observador, invitado.—Dejo escapar una risita,—Debes prestar más atención al ver una serie.
—Bla bla, como sea niña "yo sé que un judío es un hebreo"—Responde ofendido, haciéndome reír aún más.
Adrián y yo estuvimos hablando durante un buen rato más y resultó ser todo lo contrario a la estúpida primera impresión que tuve de él. Es gracioso, amable y buen conversador, sobre todo buen conversador, puesto que nuestras charlas fueron basadas en temas poco convencionales como la religión, la reencarnación, y pequeñas explicaciones repetidas de por medio sobre porqué los hebreos eran judíos.
Al cabo de una hora y media nos encontrábamos en el sofá donde Madison y yo estábamos antes de que él llegara. La gente seguía esparcida por todas partes y recibí muchos buenos deseos y felicitaciones de ellos, y los cuales estaban obligados a responder a la pregunta de Adrián.
—¿Hebreos o judíos?—Pregunta él a uno de sus amigos, quien me felicitó con anterioridad.
—Amigo, son lo mismo.
—¡Demonios!—Gruñe Adrián y se cruza de brazos molesto,—Ya puedes irte.—Le dice al chico pelirrojo, que si no mal recuerdo, bailó con Madison aquella noche en la fiesta de la casa Harrison.
Casa Harrison...
Harrison...
Christian...
Tras las conversaciones tan entretenidas con Adrián, olvidé por completo a Madison y la búsqueda que supuestamente fue a hacer. Miro a mi alrededor sin éxito y estoy a punto de levantarme y decirle al chico que ahora porta un semblante de malhumor fingido que debo irme cuando mi mejor amiga aparece en mi campo de visión.
—Pero qué...
Mi boca se abre mientras veo lo desalineada que Madison está. Su cabello rubio, el cual estaba peinado anteriormente en un rodete perfecto ahora está en una coleta simple, sus labios se ven sumamente rojos y camina hacia mi a la vez que acomoda su vestido.
—Perdón por la tardanza.—Se disculpa una vez está frente a mí, acomodándose el escote de su ropa de una forma muy poco sutil hasta que se percata de la presencia de Adrián a mi lado.—Oh, hola.—Dice avergonzada.
—Qué hay.—Le responde él levantando una mano en el aire y luego sonríe.—Parece que te divertiste, ¿eh, Jones?
—No me llames por mi apellido, ¿ok?—Ella lo fulmina con la mirada y Adrián termina levantando su otra mano en el aire en señal de paz.—Ven un segundo.—Dice Madison mirándome con una expresión seria.
La obedezco y nos alejamos un poco de Adrián. Cuando paramos, la expresión autoritaria de Madison cambia y su rostro me ve con tristeza a la vez que toma mis manos.
—Lo siento, no lo encontré por ninguna parte.—Dice torciendo los labios,—Parece ser que no vino.
Track.
Ese es el único ruido que logro oír estando en medio de la fiesta luego de oírla decir eso. Mi corazón se parte en pedazos por vez número... Bien, ya no sé cuántas veces exactamente se habrá roto, pero ya sobrepasó hace tiempo la mil veces.
Fijo la vista al suelo y siento las lágrimas agolparse en mis ojos.
¿Acaso Christian ya no quiere verme?, ¿Me dejó ir tan fácil y tan rápido?
Así parece ser, es por eso que no vino. Ignoró la invitación y decidió no venir, a lo mejor ya está en compañía de otra chica, una que seguro hará su noche más interesante de lo que yo y mi tonta fiesta podríamos.
—C–creo que debería irme.—Susurro cabizbaja.
Ya sé que mi fiesta de cumpleaños no tiene que ver con Christian, pero aún así, ¿quién sería capaz de disfrutar su propia fiesta estando tan triste?, simplemente pasar así el día en que naciste es una de las cosas más deprimentes del universo, y lastimosamente a mi me tocó estar de esta forma.
—No.—Dice Madison, tomando mi brazo.—Debes distraerte, estabas bien con Adrián hace un momento, te veía reír desde lejos.
—Madison, yo no–
—Quédate un poco más.—Me interrumpe,—Hay algo más.—Ella me sonríe levemente y luego me suelta, camina hacia la entrada a la sala y hace una señal al fondo de las personas para alguien que aparentemente controla la música, porque esta baja levemente y Madison se aclara la garganta, llamando la atención de todo el mundo.—Damas y caballeros en esta linda fiesta, ¡es un placer para mí anunciar que la hora del baile ha llegado!
Una vez anunciado esto, Mason entra detrás de ella, su cabello más desalineado que la última vez que lo vi. Lleva consigo varias bolsas negras y deja dos en cada mesa que encuentra en la sala. Todo el mundo va hacia ellas y sacan dos tipos de máscaras distintas.
(EJEM)
Los chicos se colocan máscaras de cuero negro con bordes brillantes y las chicas máscaras ramificadas del mismo color, solo que tienen pequeñas gemas pegadas en ellas.
Una música suave comienza a sonar y todo el mundo se posiciona para bailar con las máscaras puestas.
—Esto es para ti.—Una voz susurra en mi oído y me volteo rápidamente, encontrándome a un chico enmascarado con un antifaz en su mano,—Concédeme esta pieza, cumpleañera.
Es Adrián.
Quiero rechazarlo e irme, pero Madison y Mason hicieron esto para mí. Además, él se ve tan lindo ahora mismo, que casi podría olvidarme de mis penas.
Tomo la máscara que es para mí y me la coloco, mirándolo sonriente para luego tomar su mano,—Vamos.
Nos posicionamos en el centro de la sala y comenzamos a bailar. Adrián me hace girar suavemente, nuestras manos se entrelazan mientras que yo tengo otra sobre su hombro y él tiene la que le resta en mi cintura. Nuestros pasos se sincronizan, bailando tan bien que casi me siento en el aire.
El momento es tan mágico que algo en mi pecho hace que me sienta viva, como si no tuviera ningún problema que soportar o solucionar, ningún remordimiento o pena que tenga encima de mí.
La música suena más fuerte y Adrián vuelve a hacerme girar, pero esta vez termino estando contra su pecho, chocando ligeramente con él. Levanto mi mirada y cuando me encuentro con sus ojos café, mi hipnotismo vuelve.
Recorro su rostro, sus facciones tan varoniles y simétricas. Su nariz recta, sus pestañas largas y sus labios carnosos hacen que se vea tan bien ante cualquier chica que lo mire de cerca.
Trago grueso al notar los pocos centímetros entre nosotros. Él comienza a acercarse, su cálido aliento rozando mis labios, sus manos bajan a mis caderas y las aprieta ligeramente, atrayéndome hacia él. Nos movemos al ritmo de la música, lenta y cuidadosamente. Él cierra sus ojos, acercándose más y más.
Va a besarme.
Y yo también voy a besarlo, pero en el momento en que cierro mis ojos, su nariz toca la mía y nuestras respiraciones se mezclan, un nudo desagradable se forma en mi garganta a la vez que mi pecho me da una punzada. Es entonces cuando lo entiendo.
No quiero besarlo a él.
—Quiero a Christian.—Las palabras salen de mis labios sin poder detenerlas, y Adrián se detiene, abre sus ojos y aleja su rostro, mirándome con el ceño fruncido.—Lo siento.
En ese mismo instante, las luces bajan, el lugar volviéndose más oscuro y poco visible. El volumen de la música sube aún más y las siluetas de todo el mundo comienzan a juntarse en un círculo. Adrián me toma con firmeza y me lleva de un lado a otro, en una danza que no logro reconocer.
—¿Qué tiene que ver Christian con esto?—Oigo su voz como puedo ante la música, los movimientos y la gente.
—No puedo besar a alguien más aún.—Le digo, moviéndome al compás de la música, la cual se volvió rápida de momento.
—¿Por qué no?—Me pregunta él, haciéndome girar sola y cuando lo hago, volvemos a juntar nuestras manos.
—Solo no puedo.
—Erica.—Su voz se vuelve insistente y seria.
—Solo tengo ojos para él.—Me falta el aire con esta danza, pero logro articular mis palabras.
—¿Y no puedes olvidarlo?
—Aún no.
—No lo entiendo, pero está bien.—Termina diciendo a la vez que me hace girar nuevamente.
Esta vez, doy dos giros más a la vez que Adrián me suelta. Las siluetas en la muy escasa luz se mueven como yo, mientras que otras parecen rodearnos. El baile parece una especie de extraño ritual, pero sigo intentando imitar los pasos que ya aprendí.
Finalmente, siento las manos de Adrián en mí otra vez.
La música vuelve a ser lenta, la luz vuelve a brillar como antes y las siluetas se convierten en chicos y chicas disfrazados.
—No espero que lo entiendas, pero así es.—Digo mirando hacia abajo a la vez que mis manos regresan a su hombro,—Quiero a Christian, y ningún chico puede cambiar ese sentimiento.—Sonrío con tristeza, recordando esos ojos azules que no me ven de la misma forma que yo a ellos.—Lo malo es que él no siente lo mismo por mí, y ahora tampoco le intereso como para querer venir a mi fiesta.
Siento el ardor de las lágrimas en mis ojos pero las reprimo y levanto la vista para encontrar los ojos del chico que estuvo conmigo toda la noche. Sin embargo, hay un problema.
Jamás encuentro ojos color café detrás de la máscara.
Sino un mar azul que hace que mi corazón de una voltereta dentro de mi pecho y mis piernas tiemblen.
—No eres Adrián.—Digo torpemente mientras mi respiración se vuelve errática.
El portador de la máscara negra de cuero con unos ojos azules preciosos toma mi cara entre sus cálidas manos, haciéndome estremecer ante el contacto, y apoya si frente sobre la mía, mirándome fijamente.
—No lo soy.
—Y si viniste.—Balbuceo, absorta en su mirada.
—Sí vine.
Su voz es ronca y se oye melodiosa, haciéndome entender perfectamente quién es. Reconocería su voz en cualquier parte.
—Christian.—Susurro embobada mientras nuestras respiraciones chocan por la cercanía.
—Ana.—Sus ojos bajan a mis labios y los traza suavemente con su pulgar.
La danza sigue a nuestro alrededor mientras nosotros nos quedamos parados, pero no me importa. Llevo mis manos hacia la parte de atrás de su cabeza, enredo mis dedos en su cabello y cierro mis ojos cuando nuestras narices se tocan.
—Yo... yo te.... te...
Quiero decirle que lo quiero, que lo necesito y lo mucho que lo he extrañado, pero todo lo que sale de mis labios temblorosos ahora son oraciones incompletas.
Sin embargo, recibo una respuesta que jamás esperé oír de él.
—Siento lo mismo que tú y más.—Susurra rozando mis labios,—Lamento haber sido un idiota.
Eso es todo lo que necesito para jalarlo hasta mí y besarlo como jamás he besado a nadie.
Nuestros labios se sincronizan perfectamente, bailando una danza que nuestros pies no hacen, sintiéndose tan bien y delicioso. Él me atrae más hacia él, dejándome sentir su cuerpo definido por encima de nuestras ropas. El calor que emana él no es nada comparado con el que me está haciendo sentir con ese beso tan fugaz.
—Te necesito.—Digo entre susurros.
—Aquí me tienes.—Me responde él sonriendo contra mis labios.
Me separo de él mientras mi pecho sube y baja desesperadamente. Lo veo fijamente, sintiendo tantas cosas dentro de mí y deseando algo que antes no podía permitirme por temor a cosas menores, pero que ahora estoy segura de que quiero.
—Te deseo.—Digo con seguridad al chico que fue el amor de toda mi secundaria.
———
Nota de autora: ¡SÚPER LARGO CAPÍTULO!, perdón por tanto, pero es que aaaaaaa, fue súper excitante de escribir, me emocionó mucho y todo. ¿Qué les pareció?, ¿Cómo se sienten?, a mi me duele todo y tengo un calambre en la mano izquierda por tener el celular por tres horas seguidas.
¡Voten, comenten y compartan porque esto es épico!
Los quiere, Cami. ♡
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