31. La primera cita II

Capítulo treintaiuno.

Luego de verificar que estuviera bien, exceptuando claro el vestido lleno de tierra y mi cabello despeinado, Christian recoge la canasta pequeña que traía consigo cuando apareció.

—¿Me explicas por qué pareces salida de Posesión Infernal?—Pregunta él mientras se acerca a mí nuevamente.

—Gracias por recalcar lo horrorosa que estoy.—Respondo irónica, cruzando los brazos sobre mi pecho.

Christian llega hasta mí y su mano libre sube a mi cara, donde acomoda gentilmente mi cabello detrás de mi oreja. Se inclina hacia delante, su rostro quedando a centímetros del mío mientras me sonríe.

—Incluso cubierta de tierra tengo ganas de besarte.—Susurra, su aliento mentolado chocando contra mis labios.

Está lo suficientemente cerca como para que su suave colonia golpee mi nariz, enviándome una satisfacción olfativa. Muerdo mi labio cuando mis ojos examinan su cara; sus simétricas facciones son gloriosas en toda la extensión de la palabra, sus ojos azules como el mar, sus pestañas largas, su nariz perfectamente respingada, su piel libre de acné o cualquier otro defecto de pubertad. Es como si lo hubiese creado algún arquitecto en un intento de materializar la belleza masculina en todo su esplendor, convirtiéndolo en la estatua andante más perfecta de la historia.

Mi vista baja a sus labios y siento la fuerte necesidad de probarlos, pero sé que es muy pronto. Sin embargo, tenerlo así de cerca sabiendo que puedo dictar cuándo nos besamos o no me provoca una tentación muy difícil de controlar. Es cierto que las personas con poder pueden volverse locas.

Yo estoy loca por besarlo.

La realidad es que estaba tan hipnotizada por la hermosa criatura que tenía delante de mí y que dijo que quiere besarme, que comencé inconscientemente a cerrar mis ojos, esperando a que Christian tomara la iniciativa para acercarse lo suficiente y besarme. Pero mis labios jamás tocaron los suyos, su voz habló antes de que pudiera pasar cualquier cosa.

—¿Ya puedo besarte, eh?—Dice en tono divertido, alejando mi hipnotismo.

Al abrir los ojos, me encuentro con una expresión arrogante delante. Pero no es lo único que veo. Unos ojos intensos de color azul, como un océano a mitad de la noche, están mirándome fijamente y con destellos de deseo tan claros que casi puedo sentir mi corazón en la garganta.

—No me malentiendas,—Susurra, su voz ronca y grave provocandome estragos.—Estoy tan ansioso de perder el control y besarte ahora mismo, Erica.—Su vista cae en mis labios medio abiertos y con su pulgar acaricia el inferior,—Pero ahora es tu turno de sufrir la espera.

Cierro la boca y me incorporo, dando un paso atrás, alejandome de él. Me aclaro ma garganta, desviando la mirada. Apostaría a que mis mejillas están sonrojadas y maldigo las luces colgando de los árboles que iluminan excelentemente la zona en donde estoy parada.

—No te dije que pudieras.—Afirmo.

Christian ríe y niega con la cabeza, me da la espalda y camina hacia el río, haciéndome señas para que lo siga. Cuando nos acercamos, puedo ver con mayor claridad la gran desembocadura del agua corriente. La zona se expande en un precioso lago, rodeado de árboles. Miro hacia arriba una vez que los árboles no tapan nuestra visión, inclinándose sobre nosotros y me quedo deleitada por la hermosa imagen del cielo nocturno, repleto de estrellas. Vuelvo a ver el lago y me doy cuenta de que el agua refleja el cielo volviendo el ambiente más precioso.

—Christian.—Susurro impresionada,—Esto es increíble.

Me vuelvo hacia él con una sonrisa y lo veo abrir la canasta que trajo al principio. De ella saca una manta a cuadros de color rojo y blanco que coloca en el suelo rocoso en el que estamos parados, extendiéndolo todo lo que puede.

—Eso dije la primera vez que vine aquí.—Responde con nostalgia, sentándose sobre la manta y me señala un punto a su lado para que lo acompañe.

—¿Quién te enseñó este sitio?—Pregunto curiosa, sentándome a su lado.

Él no dice nada y su sonrisa nostálgica desaparece. Nos quedamos en silencio por unos instantes y siento que mi pregunta no fue de su agrado. Christian vuelve a meter sus manos dentro de la canasta y saca dos termos rojos pequeños.

—Aún no me has dicho cómo terminaste cubierta de tierra.—Vuelve a hablar mientras destapa los termos y comienza a servir en las tapas de ambos algo parecido al café.

Me extiende una de las tazas improvisadas y cuando la tomo, inhalo el delicioso aroma que desprende de este, confirmándome que su contenido si es café. Me permito darle un sorbo a la caliente bebida antes de responder.

—Estaba asustada porque oía ruidos raros en los árboles y arbustos, creí que se trataba de un animal salvaje intentando atraparme, entonces salí corriendo. Las ramas alborotaron mi cabello...—Bajo la vista, avergonzada,—...luego entré en pánico y me tiré dentro de un arbusto.—Añadí, apretando los labios.

—¿Animal salvaje?, ¿En serio?—Pregunta Christian en tono de burla y lo fulmino con la mirada mientras él toma un sorbo de su café.—No hay animales salvajes por aquí.

—Entonces eras tú queriendo asustarme.—Aseguro, mirándolo acusatoriamente.

—No te vi en ningún momento cuando atravesé el camino.—Responde inocente.

—Eso significa que...—Hago una pausa, tragando saliva,—Significa que Pie Grande existe.

La risa de Christian suena por toda la zona y no puedo evitar sonrojarme luego de oírme a mi misma decir lo anterior.

¿En serio?, ¿Pie Grande? Dice mi subconsciente y vuelvo a darle otro sorbo a mi taza, mirando hacia la bella laguna con el reflejo del cielo estrellado en ella.

—¿Qué?, piénsalo, si tú no me estabas gastando una broma, entonces algo me perseguía.—Sigo defendiendome, a pesar de que mi subconsciente me grita que pare de hacer el ridículo.—Creo en las leyendas, la evolución es extraordinaria, tal vez si—Crujidos detrás de nosotros suenan, interrumpiendome y tanto Christian como yo nos volteamos a ver. Mi miedo regresa y comienzo a temblar tanto que casi derramo mi café.—¡Regresó por mí!, ¡Pie Grande!

—Silencio.—Christian me cubre la boca con su mano hasta tranquilizarme.—Quédate aquí, ¿de acuerdo?—Me susurra y yo afirmo con la cabeza.

Él deja su taza a un costado y se levanta con cuidado, caminando hacia la dirección de donde provienen los endemoniados crujidos. Sus pasos son cautelosos, intentando provocar el menor ruido posible, pero el silencio se hace presente. Christian se detiene un momento, atento a su alrededor y yo solo me limito a observar, en caso de que pase algo. Es entonces cuando, un arbusto que está a un metro de él, comienza a moverse desesperadamente a diferencia de todos los demás y Christian da un paso atrás, su expresión se vuelve seria y su cuerpo se tensa, como si estuviera a punto de comenzar un partido de básquet y él se concentrara en alcanzar el balón antes que su contrario.

Pasan unos segundos de alboroto entre las hojas de la planta hasta que, finalmente, una figura sale disparada de la misma.

Instintivamente suelto un fuerte grito.

Christian Harrison.

Mis tímpanos duelen luego de oír el grito agudo y chillón de Erica cuando el supuesto animal salvaje sale de su escondite y la asusta.

—Es...—Hago una pausa, más impresionado que asustado.—...un conejo.

Delante de mí, el animal que salió de los arbustos y causó tanto lío resulta ser un conejo blanco y pequeño. Me vuelvo hacia Erica y para mi sorpresa ella está parada a un metro de mí, mirando fijamente al pequeño animal. Me agacho para tomar al conejo en mis manos y acercarlo hasta la chica que hace unos instantes estaba aterrada.

—Así que Pie Grande.—Digo divertido,—No se parece mucho a como lo cuentan las leyendas.

—No es gracioso.—Responde molesta.

Sonrío al ver sus mejillas sonrojadas y su nariz arrugandose gracias a su expresión enojada. Ella sigue mirando al conejo y se lo acerco con cuidado, ofreciéndoselo para que lo sostenga. Erica me mira con asombro, dudando de si tomarlo o no.

—No muerde.—Bromeo y ella me fulmina con la mirada antes de aceptar cargarlo.

El pequeño animal cabe perfectamente en el hueco de sus dos manos. Su pelaje es suave y se ve brillante, sus pequeños bigotes se mueven de arriba abajo mientras que el conejo olfatea la mano de Erica en un intento de familiarizarse con su aroma.

—Me hace cosquillas.—Habla ella, sonriendo levemente mientras ve enternecida a la criatura.—Es tan pequeño y lindo.

—Y para nada monstruoso.—Le aclaro.

—Sigue con tus bromas y mi cita seguirá pero con esta linda bolita de pelos.—Habla con firmeza, sobando su nariz con la del conejo para luego mirarme mal.

Levanto mis manos en el aire,—Está bien.

Ella vuelve a sonreír y camina otra vez hacia la orilla de la laguna, donde de sienta sobre la manta. La imito y nos quedamos en silencio unos minutos, yo escuchando el correr del agua transparente mientras veo como la chica con la que vine me ignora por un conejo.

Vuelvo mi vista hacia el nocturno paisaje mientras tomo un sorbo de mi café y pienso en lo bien que se siente la calidez de la bebida, siendo que la noche es fría. Es entonces cuando le echo un vistazo a Erica y me doy cuenta del fino abrigo que trae. Aunque se ve distraída jugando con el animal, puedo notarla temblar levemente a la vez que tensa sus hombros y aprieta sus piernas, intentando acurrucarse dentro de su tan abierta ropa.

En serio se ve hermosa.

Pienso mientras me permito examinar su vestimenta. Mis ojos suben por sus piernas descubiertas y arrugo las cejas, preguntándome porqué salió así con el frío que hace. Sigo mirando, mi mirada viajando por sus brazos cubiertos por las mangas de su suéter negro y me detengo en el escote de su vestido, pensando en que jamás la he visto más allá de su ropa.

Me muero por tocarla.

Decido contenerme y desvío la vista molesto conmigo mismo. Suelto un suspiro y me comienzo a quitar la chaqueta, sintiendo una leve brisa pero nada que me afecte. Vuelvo a ver a Erica y sin decir nada se la pongo sobre los hombros. Ella se sobresalta ante mi imprevista acción y me ve confundida unos segundos antes de arrugar su entrecejo.

—¿Qué haces?—Me pregunta pero al no darle respuesta continúa,—Quédatela, hace frío.

—Entonces procura estar bien abrigada.—Le respondo volviendo a ver al frente.

—Christian, no–

—Déjame darte una buena impresión en la primera cita.—La miro de reojo,—¿Quieres, Ana?

Ella no responde, pero estoy seguro de que no seguirá protestando así que sonrío satisfecho, centrándome en la laguna. Me tiro hacia atrás, sosteniéndome sobre mis brazos.

—Perdona por haberte incomodado hace un momento.—Susurra tímida y la veo confundido.—Cuando te pregunté sobre este lugar y quién te lo enseñó.

—Ah.—Digo casualmente.

—Aunque puedes hablarme de eso cuando quieras hacerlo.—Lleva una mano a mi hombro.—Te escucharé.

—Gracias.—Le respondo gentilmente.

Unos segundos de silencio largos se crean entre nosotros y veo por el rabillo del ojo como Erica me ve inquieta. Me volteo a enfrentarla y arqueo una ceja al notar como está roja intentando aguantarse algo.

—¿Estás queriendo que te lo diga, verdad?—Logro deducir.

Ella inhala exageradamente y luego me ve seria, apretando sus labios.—Tal vez.

Río ante su absurdo intento de cambiar de expresión y vuelvo a fijar mi vista al frente. Mi sonrisa se desvanece de a poco, recordando.

—Conocí este lugar gracias a mi madre.—Confieso con pesadez,—Todos vinimos aquí a pasar un fin de semana.

—¿Todos?—Me pregunta ella.

—Elliot, Audrey y yo.

—¿Y tu padre?

—Fue después de su divorcio.—Admito, sintiéndo algo extraño en mi pecho.—Iban a cumplir once años de casados y mi madre planeó venir aquí de forma sorpresa. A pesar de ser su día, ella quería que estuviésemos todos juntos. Pero una semana antes de eso...—Aprieto los puños detrás de mí,—...ella vio a mi padre y a Mary juntos, en la habitación donde ambos durmieron cada uno de sus años de matrimonio.—Cuento despreciando cada palabra.

—Christian.—Susurra Erica, acercándose a mí. Noto en ella una expresión preocupada, pero su presencia y su disposición a escucharme me hacen continuar.

—Mi madre no quiso desperdiciar la oportunidad de mostrarnos este lugar maravilloso, así que se tragó su corazón roto y nos trajo a nosotros tres, sus hijos.—Añado con nostalgia,—Vinimos a pasar el fin de semana, ella decoró este lugar tal y como está ahora. A partir de entonces vengo a asegurarme de que esté de la misma forma siempre. Cambio las baterías de las luces, corto la hierba...

Me levanto, sintiendo los ojos de Erica detrás de mí mientras me dirijo a un árbol alrededor del lugar y cuando llego, levanto unas hojas que tapan una pequeña marca.

Un corazón que rodea cuatro iniciales...

'A-C-E=D'. Audrey, Christian, Elliot es igual a Débora.

Era una ecuación extraña que mi madre inventó, refiriéndose a que nosotros tres conformamos todo lo que ella es.

—Y admiro los recuerdos.—Finalizo.

Trazo los bordes del corazón tallado en la madera con una media sonrisa y suelto un suspiro mientras pienso en cambiar el tema de conversación. No soy un experto en esto de tener una cita, pero apostaría que hablar de cosas tan tristes del pasado no es algo que normalmente se haría. De seguro que ahora Erica debe sentirse incomoda sabiendo la historia de este lugar.

Me dispongo a voltearme pero ni siquiera puedo dar la mitad de un giro cuando siento como unos brazos delgados me rodean desde atrás, y al instante siento una enorme calidez en mi espalda.

—Lo lamento.—Se disculpa Erica.

—También yo.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por esto.—Susurra ella, apretando sus brazos en mí.—Fue una cita estupenda.

Me volteo a verla, provocando que ella deje de abrazarme. Cuando la tengo frente a mí, no puedo evitar sorprenderme al encontrarla sonriéndome dulcemente. Vuelvo a sentir algo extraño en mi pecho y solo me limito a admirar su expresión. Levanto mi mano y ahueco su mejilla, acariciandola con mi pulgar.

Tienes permiso para besarme.—Me informa, haciéndome sonreír.

—Creí haberte dicho que era tu turno de esperar.—Bromeo.

Ella me toma por el cuello de la camiseta y luego de pararse de puntillas, estampa sus labios con los míos suavemente.

Mueve tímidamente su boca sobre la mía, pero no hace que me guste menos. Dejo pasar unos segundos antes de tomar su cabello en un puño y atraerla más a mí, profundizando nuestro beso. Después de una semana de espera, no puedo ser tan gentil y calmado como ella piensa. Muevo más desesperadamente mis labios sobre los suyos, disfrutando de ella como si no lo hubiese hecho en mucho tiempo.

Fue mucho para mí.

Muerdo su labio inferior, provocándo que ella suelte un gemido contra mis labios. Puedo sentir como su cuerpo tiembla, pero intenta ocultarlo. Rodeo su cintura con mi brazo, sosteniéndola firmemente y apretándola más contra mí. Lamo sus labios antes de adentrar mi lengua en su boca, explorándola como veces anteriores. Erica intenta seguir mi ritmo con la respiración pesada y yo no soy menos, mi respiración es igual de errática que la de ella pero mi deseo es más fuerte.

Finalmente terminamos separándonos por falta de aire. Apoyo mi frente sobre la suya mientras nos vemos fijamente, intentando recuperar el aliento.

—Wow.—Susurra ella.

—Esto pasa cuando haces esperar a alguien que no quiere hacerlo.—La miro aún algo deseoso y trazo sus labios con mi pulgar.—Ahora esto me pertenece.

Erica arquea una ceja,—¿Posesivo, Grey?

—Solo marco lo que es mío.

—No soy un objeto.

—Lo sé.—Sonrío.—Solo espero que te haya quedado claro que quien te besa de esta forma, haciéndote sentir todo lo que ahora, solo soy yo.

Ella duda antes de asentir en afirmación y vuelvo a besarla una última vez, disfrutando de sus labios.

El tiempo pasó rápido.

Permanecimos en aquella zona en el bosque un poco más antes de darnos cuenta de la hora. Con pesadez tuvimos que regresar. Acompañé a Erica por el camino entre los árboles hasta que por fin entendió por donde debe pasar cuando volvamos la próxima vez como ella dijo.

La próxima vez.

Sus palabras aún suenan en mi mente e intento controlar mis ganas de sonreír como estúpido el resto de la noche. Conduzco regresando al centro de la ciudad y atravesando el mismo, volviendo por donde vinimos.

—¿En serio vas a quedártelo?—Pregunto con la vista al frente.

—No pude dejarlo en aquel bosque macabro.—Dice en tono protector, mimando al conejo blanco que encontramos.—Además me ama y yo a él.

—Ese animal fue parte de la cita mucho más de lo que yo.—La molesto, fingiendo estar herido.

Salimos del centro de la ciudad y nos adentramos en las calles de los vecindarios que ya me son más conocidos. Mientras pasamos las casas con aire más hogareño, le echo un vistazo a Erica, quien le da unos cuantos mimos más a la criatura antes de volver a hablar.

—Pero el animal—Dice haciendo hincapié en la palabra animal,—No recibió besos como los que tú te ganaste.

Sonrío victorioso al oírla decir eso. Doblo en una esquina y paro en la casa que ya conozco tan bien. Apago la camioneta y me volteo a ver a Erica.

—El conejo no es tan encantador como yo.

Ella voltea los ojos,—Ni tan arrogante.

Me desabrocho el cinturón y salgo del vehículo. Lo rodeo hasta llegar a la puerta de la chica con la que salí esta noche y la abro, mirandola totalmente satisfecho.

—Eso no te impidió besarme.—Le informo mientras ella sale de su asiento.

—Podría arrepentirme.

—¿Ah sí?—Me inclino hacia ella, acercando mi rostro al suyo y aunque se hace la difícil unos segundos, termina dejándome darle un corto beso. Lamo su labio inferior antes de separarme,—Mentirosa.—Le digo triunfante.

Erica ríe y la acompaño hasta la puerta de su casa. Estamos a punto de llegar cuando esta se abre antes y su hermana mayor aparece en el umbral.

—Un minuto tarde.—Reprocha Emma, mirándome como si estuviera por asesinarme.

—No seas dramática.—Exclama Erica, entrando a su casa y empujando a su hermana dentro antes de que pudiera decir algo más. Luego se voltea y antes de cerrar la puerta me da una última sonrisa.—Buenas noches, Grey.

—Buenas noches, Ana.—Susurro mientras ella desaparece detrás de su puerta.

Camino hacia mi camioneta, esta vez sin molestarme por contener mi sonrisa estúpida y entro en el asiento de copiloto, tirándome hacia atrás y soltando un enorme suspiro.

Estoy a punto de repasar cada cosa sucedida esta noche en mi mente pero el ruido de mi teléfono vibrando y sonando fuertemente me lo impide. Lo tomo a regañadientes y contesto la llamada luego de ver el nombre del contacto.

—¿Papá?

—Christian.—Su voz suena quebrada.

—¿Papá?—Pregunto preocupado, reincorporándome en mi asiento.—¿Qué sucede?

Oigo su respiración acelerada a través del teléfono y frunzo el ceño mientras que mi preocupación va creciendo.

—Ven ahora mismo al hospital.—Hace una pausa antes de pronunciar con mucha dificultad las siguientes palabras:—Es tu madre. Algo pasó.

———

Nota de la autora: ¡HICE LA ACTUALIZACIÓN A LAS 11:59 LO JURO!, así que cuenta como viernes. Llegué, lo prometo.
¿Qué les pareció este cap?, ¿Intrigados no? kajsjs siempre les hago lo mismo ;)
Voten, comenten, compartan y siganme.

Buenas noches, los quiero.

Un beso, Cami.

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