Capítulo 6: Las Águilas Rojas


Después de que nuestras identidades fueran reveladas, comenzamos a pasar más tiempo hablando, tanto sobre nosotros, como de nuestra vida espiritual. Aunque aún habían varios detalles que omitíamos en nuestras charlas, estaba muy contento de tener a alguien como Jonathan, que aparte de amigo era un hermano en Cristo. Todo esto ocurrió el sábado al terminar el entramiento.

Al día siguiente, era el día libre de toda la escuela, por ende cada uno se fue a casa. Por mi parte fui con mi querida familia para ir por la mañana a la Iglesia y el resto de la tarde fue para estar en casa, platicando sobre mi primera semana en el internado y por supuesto que no podían faltar las preguntas acerca de Jonathan. Estaba acorralado así que no me resistí y les hable un poco sobre él.

Todos parecían sorprendidos de como resulto ser este muchacho creyente, pero no de mala forma, de por sí se alegraban en gran manera de que haya alguien acompañándome en mis años de preparatoria y que mejor que un chico que creía en el Señor con el que era mucho mejor congeniar.

No podía estar más de acuerdo, ya que por experiencia, sé que es mejor tener solo un amigo con una amistad fuerte que muchos con los que solo tienes una relación superficial y muy probablemente pasajera.

—Ahora que lo pienso, ¡Deberías invitarlo mijo! —exclamó mi nana desde la sala, mientras estaba sentada en su silla mecedora

—¡Nana tiene razón! —replicó Victoria entretanto que recogía los platos de la comida— Nos gustaría conocerlo, de hecho, ¡Sería mejor que viniera con su familia!

Por más buenas que sean las intenciones de mi hermana, no creo que invitarlos sea buena idea. Considerando que no se mucho sobre su familia, pero no pienso que sea mala idea por el momento invitarlo solo a él para una comida un domingo o sábado.

—¡Oye Deian! —voceó María llamando mi atención, sentada junto con nana— ¿Es guapo tu amigo?

—¿Guapo? —repetí confundido, pues nunca lo había pensado ni admirado su rostro en particular

No pensaba responderle, pero parece que era algo en lo que todas estaban interesadas. Incluida Isabella, que para sorpresa de todos estaba lavando los trastes. Cosa que nunca hace si puede evitarlo.

—¿Acaso importa si lo es o no?

—¡Claro que importa! —exclamaron todas al unisón, como si hubiera dicho algo grosero.

No quería ser apedreado así que, les trate de dar una respuesta más satisfactoria.

—¿Supongo que es "guapo"...? —dije titubeante mientras pensaba en sus rasgos para dar detalles— Es güero, piel clara y ojos azules. Es todo.

Todas estaban sorprendidas e interesadas en saber más, pero no era el adecuado para eso. Mire por un momento a María y parecía estar soñando despierta.

—¿Eso es todo? —preguntó Victoria un poco decepcionada por mi descripción física de él

—¿Pues si...? ¿Qué más quieres que te diga? —respondí en tono elevado, de nuevo confundido

—Uchalas, así qué chiste —soltó Isabella quitándose el mandil con el que estaba lavando los trastes y pronto entró a la sala para unirse a la conversación.

—Bueno, yo ya no tengo nada que contarles. Mejor díganme como le fue a cada una en la semana, ya hable demasiado de mí —dije tratando de finalizar el tema de la apariencia de mi amigo

—Trabajar como mesera no esta mal, dejan buenas propinas y si haces horas extras te dan un bonus. Lo malo es manejar con algunas personas malhumoradas o que tienen problemas con los "extranjeros"

Mi hermana mayor ha estado cambiando constantemente de trabajo, por diversas razones. Una de ellas fue el ser acosada por su jefe y aunque le he dicho varias veces que lo mejor es que yo trabaje, piensa que es mejor que me dedique al estudio.

Lo agradezco en verdad, pero si este privilegio le sigue dando problemas a mi familia, sin dudarlo soy capaz de dejarlo.

—Cuidar a Stephanie no es difícil, es una niña bien educada —mencionó Victoria y añadió— Aparte es nuestra vecina, así que no tengo que andar sola en calle por la noche, de hecho los padres son muy amables, me dejan algunas veces dinero extra

De cierta manera me tranquiliza que ella no tenga que salir con todos los peligros que hay en las calles. Y aunque tenga 20 años, la tratamos todos como si tuviera menos, en especial Isabella. Ella es muy sobreprotectora con nosotros.

—Estudiar en casa y estar con nana es genial, no tengo que preocuparme de nada extraordinario, solo de mis tareas diarias —dijo María mientras tomaba la mano de mi abuela— ¿Verdad Nana?

—Ya te he dicho varias veces que estoy bien, no necesito que me cuides —respondió sujetando la mano de María y dando unas pequeñas palmadas para que no se preocupara— harías bien yendo a la escuela, en vez de andar aquí solo velando por mi seguridad.

Aunque nos externe eso cada que puede, estamos negados a dejarla sola. Sabemos lo difícil que es quedarte solo sin nadie y puede que no lo quiera admitir, pero somos consientes de que disfruta de que María este en casa con ella.

—¡Ay Nana! Tu sabes que a mí el colegio no me gusta, de hecho estoy peleada con todo lo que tenga que ver con una institución, prefiero estar en casa aprendiendo yo sola y de paso hacerte compañía

Mi hermana siempre sabe que decir para que Nana no le de más vueltas al asunto. Y creo, que todos acordamos que es lo menos que podemos hacer por ella, después de todo lo que tuvo que pasar para cuidarnos, y en un país que apenas conocía.

Para mi sorpresa paso el tiempo volando, cuando vi mi teléfono ya eran las 9 pm y eso significaba que ya debía volver al internado pues el toque de queda son las 10 pm. Entonces me despedí de todos con la promesa de que volvería el próximo fin con un invitado.

Pensaba ir solo, pues no quedaba tan lejos, pero Isabella insistió en acompañarme y aunque no quiera que saliera, me dijo que era su deber como hermana mayor. Y cuando saca esa carta es imposible negarse, aun así mientras estábamos en camino le dije seriamente que no hacía falta que me acompañara, pues ya sabía el camino.

—Aparte soy un chico, desafortunadamente es poco probable para nosotros peligrar a estas horas —añadí mientras metía mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, ya que empezaba a hacer fresco

—¿Y luego? —preguntó en tono burlesco y continuó entre risas— Para mi sigues siendo un chamaco

Cuando dice eso midiendo tan poco, hace que dude y me cause gracia al mismo tiempo.

—Y no creas que por tu altura dejas de ser un niño —expresó mirándome con una mirada aterradora, como si me hubiera leído la mente acerca de su altura

—Me retracto de pensarlo —dije admitiendo mi falta, alzando mi mano en señal de disculpa

—Más te vale portarte bien Deian, no quiero saber que andas metido en problemas, ¿Me escuchas? —dijo muy seria y creo que entiendo su preocupación, pero aún así sigue dando miedo

—Haz tus devocionales, ora y lee, ¿De acuerdo?

—Lo mismo digo

—¡Ay que lindo mi hermanito! —exclamó en voz alta mientras me daba un puño en mi hombro lo bastante fuerte como para sujetármelo con dolor todo el trayecto que quedaba.

Cuando llegamos al portón Isabella hablo con el guardia disculpándose por la demora, luego volvió conmigo y nos despedimos con un abrazo, cabe aclarar que el abrazo lo empezó ella.

—Cuídate grandote —por increíble que parezca a veces mi hermana le da por decirme pequeño o grande cuando se le da la gana.

—Tú también hermani... —estaba por terminar la oración cuando recordé que si seguía estaría condenado, por lo que preferí ser un buen hermano— hermana mayor

Isabella se veía contenta y avergonzada por llamarla así, pues no suelo hacerlo con frecuencia.

Puede que no les diga directamente que las quiero, pero ellas lo saben y las aprecio demasiado, más de lo que piensan.

—Ya vete, pues

—Eso hago —respondí mientras caminaba hacia la entrada

—No me contestes así —expresó mi hermana indignada

—Esta bien, her-ma-na ma-yor —dije de manera burlona sacudiendo mi mano

Así es como nos llevamos y si bien, a veces me molesta que este muy pendiente de mí, no puedo evitar pensar que ella es lo más cercano que tendré a una madre. Incluso a pesar de que dije que Nana nos cuidó, ella tuvo que trabajar duro para traer dinero y comida a la casa. Por ende, Isabella se quedaba gran parte del día con nosotros.

Una vez que entré en mi dormitorio, para milagro mío, pues siempre suelo perderme, me dispuse a terminar mi día dándole las gracias primeramente a Dios. Por haberme permitido ir a la iglesia y ver a mi familia.

Cuando termine mi oración, fui a acostarme para dormir pensando que mañana sería otro día especial y así fue, pues entraría oficialmente como parte del equipo de las águilas rojas.

Como siempre, antes de empezar la jornada, di gracias para luego dirigirme a tomar las clases. No me tope con Jonathan hasta que entre al salón, al parecer suele despertarse más temprano o me tarde en venir.

—¡Buenos días, Jonathan! —exclamé contento mientras me sentaba en mi pupitre, dejando la mochila a un lado.

—Buenos días, ¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue ayer? —preguntó desde su mesa, acercándose hacia adelante para que le escuchara

—Bien, pase el domingo con mi familia y fui a la iglesia —respondí un poco despistado, ya que estaba revisando que tuviera todo para las clases.

—Que bueno

—¿Y tú? —pregunté de vuelta

—También fui a la iglesia y luego me vine a la escuela —respondió de forma cortante y me sorprendió que no fuera con su familia.

—¿Y eso? ¿No fuiste a casa?

Desafortunadamente no pudo contestarme, pues el profesor ya había llegado. Quedo entonces en pausa nuestra conversación, por lo que una vez que termino estaba decidido a mencionarle la conversación en el almuerzo, pero por alguna que otra razón no le pregunté.

—Después del almuerzo tenemos que ir al club de baloncesto —comentó Jonathan mientras comía su almuerzo. El día de hoy había tocado burritos de carne con guacamole o mejor dicho, lo que para los americanos es guacamole, porque siendo sincero no estaba tan bueno.

—¡Cierto! Ahora que lo dices, ¿Dónde quedan los casilleros para cambiarte?

—Iremos juntos y te los enseñare, están justo al lado del gimnasio

Se estaba acercando la hora por ende nos apresuramos a terminar para ir directo al gimnasio. Por suerte no estaba muy lejos.

Una vez que llegamos nos alistamos y fuimos a la cancha. Jonathan no entro, él al ser el asistente del entrenador estaba en las bancas con aguas y toallas listas, pero por su expresión no disfrutaba mucho de su puesto.

Cuando entré y vi el tamaño del terreno de juego, me sorprendí de lo grande que era. No se comparaba para nada con el que se encontraba frente a mi apartamento. Me encontraba muy absorto en lo mío hasta que noté que un chico se me acercó llamando mi atención.

—¿No piensas calentar? Deja de estar parloteando —dijo como si me estuviera regañando, pero al verme mejor comprendió porque estaba tan despistado— ¿Eres nuevo verdad?

Asentí apenado y de inmediato comencé a estirarme. En cuanto lo hice me observo por un tiempo y a pesar de intentar no percatarme de su mirada fija, era inevitable que no me sintiera intimidado.

—Tienes una buena complexión —comentó sorprendido para después darme una palmada en la espalda

—¿Cómo te llamas? —preguntó el chico de tez oscura y con cabello afro

—Deian Martínez

—Mucho gusto, soy John Lincoln

—Mucho gusto —respondí ofreciéndole mi mano, pero al parecer no a todos les gusta saludar de esa forma.

El chico parecía querer preguntarme algo, pero no lo hizo hasta minutos después de estirar

—Si no te molesta, ¿Puedo preguntar si eres amigo de Jonathan?

Me tomo por sorpresa esa pregunta, no sabía que era tan observador, bueno, al ver como me miro al principio supongo que es su forma de estudiar a la gente.

—Lo soy, ¿Por qué?

—Oh, así que eres de esos —dijo como si comprendiera o más bien, dándose a entender que Jonathan por ser mi amigo era de "esos" y añadió algo que me confundió más— No te preocupes, no te juzgo por eso.

—¿A que te refieres?

—Ya sabes, eres... —estaba por continuar, pero fue interrumpido por la llegada de los demás del equipo y posteriormente la del entrenador.

Quise que terminara con lo que iba a decirme, pero el entrenador hablo y todos nos quedamos en silencio.

—Buenas tardes jóvenes, ¿Qué tal les fue el fin de semana?

Cuando todos respondieron que la pasaron bien, continuo diciendo:

—Me alegro, bueno, si ven a su derecha podrán ver a un chico nuevo que se ha integrado el día de hoy —entonces me señalo y por costumbre estaba por presentarme, pero el profesor se adelanto —Él es Deian Martínez, espero y quiero que le den una buena bienvenida al equipo.

Varias miradas se posaron en mí y no niego que sentí una gran presión. Pero no me quise intimidar por ello.

—Martínez, es un gusto soy el entrenador Smith. Espero que nos llevemos bien durante esta temporada

De por sí estaba confundido con lo antes dicho por mi compañero John y le estaba dando vueltas a eso, pero esto es aún más confuso. ¿Por qué el entrenador tiene el mismo apellido que Jonathan?

Por mi mente se cruzó la probabilidad de que hubiera un parentesco entre ellos. Sin embargo, tenía más preguntas que respuestas. Mi cabeza estaba hecha un lío.

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