recuerdos del pasado

Mientras Megatron avanzaba por el denso bosque, su mente comenzaba a viajar en el tiempo, alejándose de su situación actual y llevándolo a los recuerdos de su juventud, antes de que fuera conocido como Megatron, cuando el nombre que llevaba era Megatronus, el gladiador más temido de Kaon.

En aquellos años de gloria, Cybertron era un mundo de grandes desigualdades. La élite de la alta sociedad vivía con lujos inimaginables, mientras que los que vivían en las profundidades de Kaon, como él, eran olvidados y destinados a una vida de sufrimiento. Pero Megatronus no se conformó. Se alzó como un guerrero, un gladiador temido en las arenas de Kaon, donde luchaba no solo por sobrevivir, sino por demostrar que los oprimidos podían ser poderosos.

Recordó el estruendo de la multitud coreando su nombre, el crujido del metal cuando sus oponentes caían bajo su fuerza brutal. Las arenas de Kaon eran su hogar, y el caos de la batalla su vida. Fue allí donde su destreza en combate se forjó, donde su voluntad de poder se convirtió en una llama insaciable.

Cada oponente que derribaba en la arena solo aumentaba su reputación, hasta que ya no había nadie dispuesto a enfrentarse a él. Se convirtió en una leyenda viviente, el gladiador invencible que inspiraba tanto miedo como admiración. En esos tiempos, pensó Megatron, yo era libre, un conquistador por derecho propio, no atado a las cadenas de una causa política ni a las intrigas de los Decepticons.

Fue en ese momento de su vida cuando conoció a Orion Pax, un joven archivista que se convertiría en Optimus Prime. En su mente, veía esos primeros encuentros, donde Orion y él discutían sobre el destino de Cybertron. Orion creía en el cambio pacífico, en la reforma, mientras que Megatronus sabía que solo a través del poder y la fuerza podía cambiarse el sistema. Siempre fuiste ingenuo, Orion, pensó con desdén. Pensabas que podías cambiar el mundo con palabras, mientras yo lo hacía con mis puños.

Con el tiempo, Megatronus dejó atrás su vida de gladiador y adoptó el nombre de Megatron, en honor a uno de los Prime antiguos, buscando no solo el poder personal, sino el control absoluto de Cybertron. Su ascenso en los Decepticons fue rápido y brutal, y pronto se convirtió en su líder indiscutible.

Pero ahora, al pensar en su antigua vida, Megatron sentía una mezcla de nostalgia y amargura. ¿En qué me he convertido? se preguntaba. Antes, mi poder venía de mi fuerza, de mi destreza en la arena. Ahora, me veo enredado en traiciones, en luchas políticas que desgastan mi gloria.

Aunque estaba herido y en su momento más bajo, ese recuerdo encendió algo dentro de él. El guerrero que había sido, el gladiador que nunca se rendía, aún estaba ahí. Y si había algo que había aprendido en esos años, era que la derrota no era el final, sino el preludio de un regreso triunfal.

Con renovada determinación, Megatron juró que, al igual que en los días de las arenas de Kaon, se levantaría una vez más. No importa cuán profundas sean mis heridas, ni cuán lejos haya caído. Megatronus renacerá, y todo aquel que me haya desafiado pagará el precio.

El líder Decepticon volvió a avanzar, pero esta vez con una mirada de fuego en sus ojos.

En la base autobot

Optimus Prime estaba perdido en sus pensamientos, contemplando el horizonte desde lo alto de la base Autobot. Los recuerdos de su pasado, de cuando aún era conocido como Orion Pax, lo envolvían. Recordaba los días antes de la guerra, cuando él y Megatronus habían compartido una visión para un Cybertron libre de corrupción. Sin embargo, el tiempo y los ideales divergentes los habían separado, llevando a Megatron por el camino de la conquista y a Optimus por el de la defensa de la vida y la paz.

Mientras reflexionaba sobre aquellos días y las decisiones que lo habían transformado en Optimus Prime, un sonido familiar lo sacó de su trance. Bumblebee se acercaba, emitiendo sus característicos pitidos y zumbidos. Aunque no podía hablar, Optimus entendía perfectamente la preocupación que Bumblebee intentaba expresar.

"Estoy bien, Bumblebee," dijo Optimus en respuesta a los sonidos. "Solo pensaba en los caminos que nos trajeron hasta aquí."

Bumblebee emitió unos cuantos zumbidos más, haciendo gestos con sus manos para tratar de animar a Optimus y recordarle que no estaba solo en esa lucha. A pesar de los desafíos, siempre habían enfrentado las dificultades como un equipo, y Bumblebee estaba allí para recordárselo.

Optimus asintió, reconociendo el apoyo de su leal compañero. "Lo sé, Bumblebee. Hemos recorrido un largo camino juntos. Y mientras sigamos unidos, no importa lo que Starscream o cualquier otro Decepticon intente, siempre encontraremos la forma de proteger a esta Tierra y a nuestros amigos."

Bumblebee soltó unos sonidos de confirmación y optimismo, golpeando suavemente su puño contra su pecho en señal de determinación. Optimus, con una leve sonrisa, puso su mano en el hombro de Bumblebee.

"Vamos. Hay mucho que hacer," dijo Optimus, antes de volver su mirada hacia el futuro, dejando los recuerdos de Orion Pax en el pasado.

Lincoln y Streamline se encontraban sentados juntos en la base Autobot, después de un largo día de entrenamiento. El ambiente estaba tranquilo, lo que dio pie a una conversación más personal. Lincoln, curioso como siempre, no podía dejar de pensar en el pasado de Streamline y el de los Autobots.

“¿Cómo era Cybertron en sus días de gloria? Quiero decir, antes de que todo esto comenzara. ¿Y cómo eras tú antes de… todo lo que pasó?”, preguntó Lincoln, mirando a Streamline con genuina curiosidad.

Streamline, que en ese momento había estado limpiando su arma, se detuvo por un instante, pensativa. Sus ópticas brillaron de una manera diferente, como si los recuerdos afloraran.

“Cybertron en la Era Dorada… era magnífico. Brillaba como una joya en el universo, lleno de vida, de energía. Las ciudades se extendían por kilómetros y kilómetros, todo estaba en perfecta armonía. Las torres de Iacon alcanzaban los cielos, y había una paz que parecía que jamás acabaría. Cada rincón estaba lleno de la chispa de la vida, y nuestros avances tecnológicos parecían ilimitados.”

Lincoln escuchaba con los ojos muy abiertos, imaginando el planeta metálico en su esplendor, muy diferente a lo que era ahora, devastado por la guerra.

“Yo… bueno, yo era diferente en muchos sentidos”, continuó Streamline con un tono más suave. “Era una ingeniera. Mi trabajo era asegurar que la energía de Cybertron fluyera sin problemas, creando las rutas de suministro y mantenimientos para nuestras ciudades. No me veía a mí misma como una guerrera. Ni siquiera pensaba en pelear. Pero la guerra cambió todo. Megatron y los Decepticons rompieron nuestra paz, y todos tuvimos que adaptarnos.”

Lincoln inclinó la cabeza, entendiendo cómo la guerra había forzado a muchos Autobots a abandonar sus vidas pacíficas.

“No fue fácil para mí al principio, convertirme en lo que soy hoy. Pasé de ser alguien que construía, a alguien que destruía. Aún intento encontrar ese equilibrio entre ambas cosas.”

“¿Extrañas tu vida de antes?”, preguntó Lincoln, notando la melancolía en la voz de Streamline.

“Claro que sí”, respondió ella, mirando al horizonte. “Pero también sé que debo luchar por lo que queda de ese Cybertron, por lo que significa ser un Autobot. Y ahora… ahora también tengo algo más por lo que luchar.” Ella giró su cabeza para mirar a Lincoln. “Tengo razones aquí, en la Tierra, que me importan mucho.”

Lincoln sonrió ligeramente, entendiendo que ahora él también era parte de esas razones. “Debe haber sido increíble ver ese Cybertron. Ojalá algún día las cosas puedan volver a ser como eran.”

Streamline asintió, aunque sabía que el camino hacia esa paz sería largo y complicado. Pero con compañeros como Lincoln a su lado, sentía que la esperanza aún seguía viva.

Mientras tanto, en la Nemesis, Starscream se encontraba en su cámara, observando el vacío estelar a través de las ventanillas de la nave. A diferencia de Streamline, sus pensamientos no estaban llenos de nostalgia o esperanza por un Cybertron glorioso. No, los recuerdos de Starscream estaban teñidos de odio y resentimiento.

En su mente, las imágenes del pasado volvían a él con una amargura corrosiva. Recordaba aquellos días de la Era Dorada, pero no con aprecio, sino con desprecio. Para él, esa era una época de sumisión y opresión. Antes de unirse a los Decepticons, Starscream había sido un científico bajo la autoridad de los Consejos de Sabios y los Primes. Aquel pasado lo quemaba por dentro.

"Cybertron, esa reluciente joya... solo era una prisión disfrazada de paraíso", murmuraba para sí mismo, apretando sus puños con frustración. “La tiranía de los Primes… Optimus y su estúpido idealismo, todos eran cegados por la falsa paz.”

Cada vez que pensaba en esos días, una ira silenciosa se apoderaba de él. Mientras algunos Autobots añoraban el pasado, Starscream lo odiaba profundamente. Para él, la Era Dorada no era más que una fachada de control, donde su ambición había sido reprimida por los que ostentaban el poder.

“No fui creado para seguir órdenes. ¡No fui hecho para vivir a la sombra de esos tiranos!” Su voz aumentó de volumen, y de un golpe, destrozó la consola cercana. “Megatron me liberó de esas cadenas… pero ahora, incluso él me ha fallado. ¡Yo debí haber liderado desde el principio!”

Starscream veía su pasado no como un lugar de esperanza, sino como un recordatorio de todo lo que había perdido, de cada oportunidad que le fue arrebatada por aquellos que estaban en el poder. Y ahora, como líder de los Decepticons, aunque solo fuera momentáneamente, veía una nueva oportunidad. Ya no más a la sombra de Megatron, ni de Optimus, ni de nadie. Esta vez, el universo sabría quién era Starscream.

Se levantó de golpe, decidido. "El pasado no importa. Solo el futuro lo hace. Y yo, Starscream, seré quien lo forje."

Su mirada se endureció, y mientras los otros Decepticons le rendían pleitesía, su mente no dejaba de maquinar planes para consolidar su poder. El odio por lo que una vez fue Cybertron lo impulsaba hacia adelante, decidido a ser el líder que creía que siempre debió ser.





















Megatron, herido y debilitado, se arrastraba por el oscuro y sombrío bosque. Cada paso que daba le recordaba lo lejos que había caído. Su cuerpo, una vez temido por millones, ahora estaba cubierto de grietas y cicatrices, y su poderosa armadura apenas se mantenía en pie. Llevaba semanas solo, sin que nadie viniera a rescatarlo. No había señales de sus Decepticons, ni de Soundwave ni de Starscream.

Cada vez que intentaba contactar a la Nemesis, su comunicador fallaba. El silencio absoluto era su única compañía, y la soledad se volvía cada vez más pesada. A medida que avanzaba, su mente se llenaba de pensamientos oscuros. Nunca antes había sentido tanta vulnerabilidad.

"¿Es esto lo que se siente ser débil?" se preguntaba Megatron, con un tono amargo en su mente. "¿Es esta la derrota que alguna vez impuse a otros?"

Con cada día que pasaba, su mente se volvía más reflexiva. El líder Decepticon, alguna vez imparable, empezaba a cuestionarse. No solo sus decisiones recientes, sino su propia existencia y sus acciones pasadas. Cada batalla, cada traición, cada sacrificio que había hecho para llegar a la cima... ¿había valido la pena?

"Starscream... ese traidor inútil", pensó, apretando los dientes. "Si ha tomado el mando en mi ausencia, su reinado será breve."

Pero más allá del odio hacia Starscream, lo que más le preocupaba era su propio estado. Nunca había imaginado que terminaría así, solo y abandonado en un rincón oscuro del planeta. Su orgullo le impedía siquiera considerar pedir ayuda a los Autobots. Sin embargo, con cada día que pasaba, su cuerpo le fallaba más y más.

El cansancio y el dolor comenzaban a nublar su juicio. "¿Y si este es el final? ¿Y si, después de todo, no hay nadie que venga por mí?"

Durante esos largos días y noches, sin la voz de Soundwave, sin la arrogancia de Starscream o la presencia constante de sus soldados, Megatron se enfrentaba a su mayor enemigo: la duda.

Fin del capítulo

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