esto es..... inesperado

Con el pasar de los días, la presencia de Megatron en la base Autobot comenzó a generar una mezcla de intriga y desconfianza. Los Autobots, aunque aún cautelosos, no podían evitar notar pequeños cambios en su comportamiento.

Megatron, aunque distante, ya no mostraba la agresividad que lo había caracterizado durante milenios. No buscaba conflicto ni hacía comentarios sarcásticos o desafiantes. En cambio, se mantenía en silencio, observando a su alrededor mientras recuperaba fuerzas bajo la supervisión de Ratchet. Streamline, siempre atenta, también notaba las sutilezas en su actitud, aunque aún mantenía cierta distancia por precaución.

Optimus, como siempre, lo observaba con una mezcla de esperanza y precaución. Sabía que el cambio en alguien como Megatron no era algo que sucediera de un día para otro, pero los signos estaban ahí.

Durante una de las reuniones en la sala de control, Bumblebee emitió un sonido de confusión, señalando que Megatron había pasado horas en la misma habitación sin intentar sabotear nada ni interrogar sobre las operaciones Autobot. Arcee, siempre la más escéptica, cruzó los brazos y comentó:

— Es difícil creer que alguien como él pueda cambiar de verdad. No podemos bajar la guardia solo porque parece tranquilo.

Bulkhead asintió, aunque parecía menos convencido.

— Sí, pero admito que esperaba más... resistencia. Él no es el Megatron que solía destrozar todo a su paso.

Optimus se mantuvo en silencio por un momento antes de hablar.

— El cambio verdadero toma tiempo, y Megatron ha recorrido un largo camino. Sin embargo, debemos estar preparados para cualquier cosa. Aunque muestra señales de un cambio, su naturaleza es compleja.

A pesar de las dudas, los Autobots no podían negar que Megatron ya no era el líder beligerante de los Decepticons que habían enfrentado durante tantos años. Incluso Ratchet, aunque nunca lo admitiera abiertamente, parecía sorprendido por la docilidad de su paciente.

En los días que siguieron, los Autobots lo observaron más de cerca. Megatron, en lugar de buscar confrontaciones o conflictos, permanecía inmerso en sus propios pensamientos, reflexionando sobre las palabras de Optimus y las acciones del pasado. Aunque no lo decía en voz alta, había algo en su actitud que sugería que, después de siglos de guerra, el líder Decepticon estaba reconsiderando su propósito.

Poco a poco, aunque con escepticismo, los Autobots comenzaban a aceptar que quizá, solo quizá, Megatron estaba en un camino diferente.

Después de varios meses en la base Autobot, Megatron había alcanzado un estado físico mucho mejor. Ya no necesitaba la asistencia constante de Ratchet ni la ayuda de los Autobots para moverse. Aunque todavía estaba lejos de su máximo poder, podía levantarse y caminar por su cuenta, lo que impresionó a más de uno en la base.

Una tarde, mientras estaba sentado en la sala principal junto a Optimus, Ratchet y Streamline, Megatron tomó una decisión que desconcertaría a todos.

—He decidido algo —dijo Megatron con su voz profunda, interrumpiendo la conversación casual entre Optimus y Ratchet.

Optimus levantó la vista y asintió lentamente, invitándolo a continuar.

—No necesito quedarme aquí más tiempo. Agradezco la ayuda que me habéis brindado —continuó Megatron, mirando brevemente a Ratchet—, pero no pertenezco a este lugar. Soy un guerrero, un conquistador. Mi vida no está en la paz que habéis construido.

Ratchet, cruzando los brazos, lo miró con escepticismo.

—¿Y qué propones entonces? ¿Volver a ser el tirano que has sido durante milenios? Porque si es así, no dejaré que salgas de aquí. Aún eres una amenaza, Megatron.

Megatron negó con la cabeza, sorprendiendo a todos.

—No, Ratchet. Ya no soy el mismo de antes. No pretendo retomar la guerra ni destruir nada. Solo... —Megatron hizo una pausa, como si las palabras le pesaran más de lo esperado— quiero estar solo. Quiero regresar a donde me encontrasteis. La cueva.

Streamline, que había estado en silencio todo este tiempo, dio un paso al frente.

—¿La cueva? ¿Quieres aislarte de todo? —preguntó, claramente desconcertada.

Megatron asintió, con una expresión seria.

—Esa cueva es donde he pasado meses solo, donde he tenido tiempo para reflexionar, para pensar en lo que he sido y lo que he perdido. Ahí es donde quiero estar. No deseo formar parte de ninguna facción, ni Autobot ni Decepticon. Simplemente, quiero tiempo para mí. El tiempo que no tuve cuando me obsesioné con el poder.

La sala quedó en silencio. El único sonido que se escuchaba era el zumbido bajo de los sistemas de la base.

Optimus, con su habitual calma, inclinó ligeramente la cabeza, observando detenidamente a su antiguo enemigo.

—Entiendo lo que estás diciendo, Megatron. La soledad puede ser un camino para la reflexión, pero quiero que sepas que siempre habrá un lugar para ti aquí, si lo necesitas.

Megatron soltó una leve risa irónica, casi sin emoción.

—Tú siempre tan compasivo, Optimus. Pero no es compasión lo que necesito. Necesito paz, una paz que no encontraré en ningún otro lugar que no sea lejos de todos, en esa cueva. —Megatron hizo una pausa, como si estuviera sopesando sus próximas palabras—. No soy como vosotros. Mi naturaleza no ha cambiado por completo, y no pretendo engañarme a mí mismo creyendo que puedo encajar aquí. Pero tampoco tengo el deseo de continuar con mi antigua vida.

Ratchet frunció el ceño, incapaz de ocultar su desconcierto.

—¿Entonces te vas a convertir en un ermitaño? ¿Vas a vivir el resto de tus días en una cueva, lejos de todo y de todos?

Megatron miró a Ratchet con una seriedad que lo hizo callar.

—¿Por qué no? Ya he destruido tanto. Tal vez es momento de dejar de hacer daño. Tal vez... es todo lo que me queda.

Optimus observaba atentamente, meditando cada palabra que Megatron decía. Después de un largo silencio, habló con voz grave.

—Si este es tu deseo, no te lo impediré. Sin embargo, debo preguntarte: ¿Estás seguro de que esto es lo que necesitas? ¿Aislarte? ¿Alejarte de todos?

Megatron lo miró directamente, su expresión endurecida.

—Lo estoy, Optimus. He luchado suficiente. He causado suficiente sufrimiento. Quiero estar solo, lejos de la guerra, de la violencia... de los recuerdos. Y si algún día decido que este no es mi camino, sabré dónde encontrarte.

Optimus lo miró durante unos segundos antes de asentir con comprensión.

—Que así sea, entonces. Te llevaremos a la cueva, como lo pides.

Ratchet abrió la boca, claramente en desacuerdo, pero Optimus lo detuvo con una mirada. Sabía que Megatron estaba tomando una decisión que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba basada en la ira ni el orgullo, sino en algo más profundo.

Streamline, aunque algo sorprendida, también asintió.

—Te llevaré yo misma, si es lo que deseas.

Megatron inclinó ligeramente la cabeza hacia ella, en señal de respeto.

—Lo aprecio, Streamline.

Así fue como, al día siguiente, Megatron fue transportado de regreso a la cueva donde había comenzado su camino de reflexión. Al llegar, se mantuvo en pie, con la vista fija en la entrada oscura de la cueva.

—Este es mi lugar ahora —dijo, más para sí mismo que para los demás—. Aquí es donde encontraré mi respuesta, sea cual sea.

Streamline lo miró una última vez antes de encender sus propulsores y regresar a la base. Mientras Megatron se adentraba en la cueva, los Autobots observaban desde la distancia, cada uno con sus propios pensamientos sobre el inesperado giro de los acontecimientos.

Megatron, por primera vez en su vida, estaba solo, no por necesidad o destierro, sino por elección.

Con el paso de los días, Megatron comenzó a disfrutar del silencio y la tranquilidad que le ofrecía la cueva. El lugar, rodeado de montañas y bosques, se sentía como un rincón apartado del caos que había gobernado su vida por tanto tiempo. Podía oír el viento, el suave murmullo de los árboles, y, en algunos días claros, ver el cielo azul extendiéndose sin fin. Era un contraste sorprendente para alguien que había pasado eones en la guerra, rodeado de metal, fuego y destrucción.

Había momentos en los que Megatron simplemente se sentaba en la entrada de la cueva, mirando el horizonte mientras su mente se perdía en pensamientos. Reflexionaba sobre su vida, las decisiones que lo habían llevado a ser quien era, y si aún quedaba algo de redención en su camino. La soledad, aunque dura, le proporcionaba claridad.

Un día, mientras estaba inmerso en sus pensamientos, escuchó pasos aproximándose. Se trataba de David, el hombre que lo había ayudado cuando nadie más lo hizo. A su lado, como siempre, estaba su pequeña hija, quien miraba a Megatron con una mezcla de admiración y timidez. Era curioso, pensaba Megatron, cómo la inocencia de los niños podía ver más allá de su temible apariencia.

—Megatron —dijo David, saludándolo con una sonrisa amistosa mientras avanzaba con su hija detrás—. Hoy te traje algunas cosas que pensé que te podrían interesar. Herramientas, alimentos, aunque no sé qué realmente necesitas.

La hija de David asomó la cabeza desde detrás de su padre, sus grandes ojos fijos en Megatron.

—Hola —susurró ella, tan tímida como siempre.

Megatron, con una leve inclinación de cabeza, respondió a ambos.

—David. Pequeña.

David se sentó en una roca cercana, dejando las provisiones en el suelo.

—Sabes, cada vez que venimos aquí, mi hija me pregunta si vamos a verte. Creo que le agradas más de lo que piensas.

La pequeña niña, con las manos entrelazadas frente a su pecho, asintió tímidamente.

Megatron observó a la niña por un momento antes de hablar.

—¿Por qué? —preguntó, no por desinterés, sino con genuina curiosidad. Para alguien que había sido temido y odiado por generaciones, la idea de que un humano, especialmente una niña, lo mirara con admiración era difícil de comprender.

David sonrió, inclinándose hacia su hija.

—Quizás deberías preguntarle a ella.

La pequeña, aún nerviosa, dio un paso adelante.

—Tú... tú eres grande y fuerte —dijo en voz baja—, pero no me das miedo como los malos de las películas.

Megatron arqueó una ceja, algo intrigado por la comparación.

—¿Los malos de las películas? —repitió, sin comprender del todo.

—Sí —dijo la niña con un poco más de confianza—. En las películas, los malos siempre tienen esa mirada malvada y hacen cosas malas, pero tú... tú no me das esa sensación. Pareces... triste.

Aquellas palabras hicieron que Megatron permaneciera en silencio por un momento, su mirada se suavizó levemente. ¿Triste? Él, Megatron, el líder de los Decepticons, había sido muchas cosas, pero nunca triste, o al menos nunca lo había reconocido. Era una percepción inocente, pero de alguna manera, acertada.

David, notando la incomodidad de Megatron ante el comentario de su hija, intervino.

—Ella siempre ha sido buena para notar cómo se siente la gente —dijo David con una ligera risa—. Aunque debo admitir que nunca pensé que vería a mi hija hablando con alguien como tú. En el pasado, Megatron, no pensé que estuvieras interesado en la conversación, y mucho menos en la compañía humana.

Megatron lo miró, serio como siempre.

—El pasado... ha quedado atrás. Soy consciente de lo que fui, pero no pretendo volver a serlo.

David asintió, cruzando los brazos mientras observaba el paisaje desde la cueva.

—Eso es bueno de escuchar. Pero debo admitir que siempre me he preguntado algo. Desde que comenzamos a traerte cosas, nunca nos has dicho exactamente por qué nos ayudas. Sabes, cuando todo se fue al infierno y nos atacaron aquellos hombres, no tenías ninguna razón para protegernos.

La pregunta flotó en el aire por unos segundos, mientras Megatron mantenía su mirada fija en el horizonte.

—¿Por qué? —repitió Megatron, casi en un murmullo—. En el pasado, hubiera tomado lo que quisiera sin dudarlo. No hubiera mostrado compasión. Pero... —hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas— las circunstancias cambian. Tu gente me ayudó cuando no había razón para hacerlo, y he aprendido que la fuerza no siempre se mide en poderío o destrucción.

David escuchó con atención, sorprendido de escuchar a Megatron hablar de esta manera.

—No pretendo ser un héroe, ni busco redención —continuó Megatron—. Pero he vivido suficiente para saber que el ciclo de destrucción en el que estaba inmerso no lleva a nada. Ustedes me ayudaron, y aunque mi instinto me dice que no debo nada a nadie... —miró a la niña, quien ahora se sentaba cerca de él, observando el paisaje—... hay algo diferente en esta vida que he encontrado aquí.

David sonrió levemente.

—Supongo que todos podemos cambiar, incluso aquellos que menos esperamos.

La pequeña niña miró a su padre y luego a Megatron, sonriendo tímidamente.

—¿Podré venir a verte de nuevo? —preguntó la niña, con un brillo de esperanza en sus ojos.

Megatron la observó por unos instantes, una chispa de algo que él mismo no lograba entender cruzó por su mirada.

—Si así lo deseas, pequeña, estaré aquí.

David asintió, poniéndose de pie.

—Gracias, Megatron. No solo por lo que has hecho por nosotros, sino por... por darnos la oportunidad de conocerte más allá de lo que hemos escuchado en las historias. —Levantó a su hija en brazos—. Nos veremos pronto.

Mientras David y su hija se alejaban, Megatron se quedó en la entrada de la cueva, observándolos desaparecer en el horizonte. Por primera vez en mucho tiempo, algo en su interior sintió una calma que no estaba basada en la victoria ni en el poder, sino en una conexión que nunca había buscado, pero que de alguna manera había encontrado.

Tal vez, pensó, el cambio no era una cuestión de redención, sino de aceptación.

Al día siguiente, el sol se filtraba tenuemente en la cueva donde Megatron había estado refugiado por semanas. Sentado sobre una enorme roca, el antiguo líder Decepticon meditaba sobre todo lo que había sucedido, cómo su vida había tomado un giro inesperado desde su derrota y cómo la paz de aquel lugar le había permitido reflexionar. Sin embargo, en lo profundo de su ser, sabía que este período de calma no duraría para siempre.

David y su hija llegaron poco después de lo acostumbrado, caminando tranquilamente hasta la cueva. La niña, como siempre, corría delante, emocionada por ver a Megatron, aunque su padre seguía manteniendo un leve resguardo, consciente de la magnitud de aquel ser alienígena.

—¡Megatron! —gritó la niña mientras se acercaba, con una sonrisa en su rostro.

Megatron giró lentamente su cabeza hacia ellos, su expresión permanecía impasible, aunque con una leve sensación de familiaridad hacia los dos humanos. Sin embargo, algo en el aire lo hizo fruncir el ceño. Algo estaba mal. El viento traía consigo una vibración distinta, una presencia familiar y poderosa que se acercaba.

—Pequeña, regresa con tu padre —dijo Megatron con un tono grave, sus ojos fijos en el cielo.

David, notando el cambio en la actitud de Megatron, miró hacia arriba, intentando identificar qué lo había puesto en alerta. Entonces lo vio: tres figuras negras que descendían desde las alturas, acercándose a gran velocidad.

—¿Qué… qué es eso? —preguntó David, su tono de preocupación evidente.

—Decepticons —respondió Megatron en voz baja.

El aire se volvió más tenso mientras las tres figuras se acercaban, transformándose en el suelo a pocos metros de ellos. Soundwave aterrizó primero, imponente y silencioso como siempre. A su lado, dos Decepticons más se unieron: uno alto y esbelto con una armadura negra, y otro más bajo pero corpulento, con cicatrices de batallas pasadas en su cuerpo metálico.

David retrocedió instintivamente, abrazando a su hija con fuerza mientras los Decepticons caminaban hacia Megatron.

—¡Lord Megatron! —exclamó el Decepticon corpulento, avanzando con paso firme—. ¡Al fin te hemos encontrado! La causa Decepticon te necesita. Sin ti, estamos perdidos. Debes volver a liderarnos.

El otro Decepticon, más esbelto y con una mirada astuta, se adelantó un paso.

—Los Autobots están ganando terreno, y nuestros esfuerzos están siendo en vano sin tu liderazgo, mi señor —dijo con una voz más calculada—. Si no regresas, todo lo que hemos luchado por construir se derrumbará.

Megatron los observaba en silencio, su expresión inescrutable. Los dos Decepticons continuaban presionándolo, tratando de convencerlo de regresar al campo de batalla. Pero algo en Megatron había cambiado.

—Megatron, la causa Decepticon te necesita ahora más que nunca —insistió el corpulento—. ¡Es tu destino liderarnos hasta la victoria final!

Megatron permaneció en silencio por unos instantes más, como si estuviera midiendo cada palabra que estaba a punto de pronunciar. Luego, levantó su mirada hacia ellos, y su voz, aunque suave, resonó con una firmeza inquebrantable.

—He liderado a los Decepticons durante milenios —comenzó—. Luché por un ideal, por el poder y por el control, creyendo que el fin justificaba los medios. Pero esa creencia... esa obsesión, nos ha destruido a todos. La guerra ha costado demasiado, tanto a los Autobots como a los Decepticons.

Los dos Decepticons lo miraban, atónitos. No esperaban escuchar esas palabras de su líder. El corpulento dio un paso hacia adelante, su voz llena de frustración.

—¡Eso no puede ser, Megatron! ¡Eres nuestro líder! ¡Nosotros te seguimos! ¡Es tu deber guiarnos!

Megatron no parpadeó. En cambio, avanzó un paso hacia ellos, su mirada más severa que nunca.

—Ya no lidero a los Decepticons —sentenció con gravedad—. No puedo seguir un camino que sólo trae destrucción y miseria.

El Decepticon esbelto, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo, balbuceó:

—Pero… pero sin ti, los Decepticons caerán. ¡Todo por lo que luchamos se perderá!

Megatron lo miró con calma.

—Si lo que construimos se basa en el sufrimiento y en la guerra interminable, entonces que caiga. Ya no deseo continuar por ese sendero.

El silencio en la cueva era ensordecedor. Los dos Decepticons no podían creer lo que estaban escuchando. Habían llegado hasta allí con la esperanza de recuperar a su líder, y ahora lo estaban perdiendo de una forma que jamás habrían imaginado.

Sin embargo, en medio de ese silencio, algo inesperado ocurrió.

—Megatron… —la voz mecánica de Soundwave resonó, interrumpiendo el tenso momento.

Todos se giraron hacia él. Durante milenios, Soundwave había sido la sombra silenciosa de Megatron, su más fiel y leal servidor, incapaz de emitir palabra alguna. Pero ahora, por primera vez en siglos, Soundwave estaba a punto de hablar.

—Has tomado una decisión... —continuó Soundwave con su tono profundo, mientras los demás lo observaban incrédulos—, y por primera vez, debo decir que estoy de acuerdo.

Los dos Decepticons lo miraron, completamente atónitos. Soundwave, el más fiel seguidor de Megatron, estaba aceptando su decisión de renunciar a la causa Decepticon. Esto era algo que nunca imaginaron que sucedería.

—Soundwave… —murmuró Megatron, sorprendido por las palabras de su antiguo lugarteniente.

—No hay honor en una guerra que nunca termina —continuó Soundwave—. Hemos luchado durante demasiado tiempo. Si tu decisión es esta, entonces yo te seguiré... no como líder de los Decepticons, sino como alguien que también desea un cambio.

La cueva quedó en silencio nuevamente, mientras las palabras de Soundwave resonaban en el aire. El corpulento Decepticon intentó decir algo más, pero no pudo. Todo lo que creían sobre su causa, su liderazgo, y su futuro, se estaba desmoronando frente a ellos.

Finalmente, Megatron asintió lentamente hacia Soundwave.

—Gracias, viejo amigo —dijo en voz baja—. Sabía que comprenderías.

Soundwave inclinó levemente la cabeza, un gesto que no necesitaba palabras.

Los dos Decepticons, aún en estado de shock, se miraron entre sí, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar. Uno de ellos finalmente rompió el silencio.

—¿Esto significa que... la causa Decepticon ha terminado?

Megatron los miró por última vez antes de volver su mirada hacia el horizonte.

—La guerra nunca termina —respondió Megatron con un tono sombrío—. Pero yo no continuaré peleándola.

Los dos Decepticons entendieron que no había nada más que decir. Soundwave les dio una señal, y los tres se transformaron de nuevo en vehículos antes de desaparecer en el cielo, dejando a Megatron solo una vez más.

David y su hija, que habían estado observando todo en silencio, finalmente se acercaron a Megatron.

—¿Y ahora qué? —preguntó David, con una mezcla de curiosidad y alivio.

Megatron miró al horizonte y respondió con calma.

—Ahora... espero ver qué más puedo aprender de este mundo.

Fin del capítulo

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top