Capítulo 18: Una colisión de orgullos capaz de detener el tiempo. Parte 1 (K.)
Kerrick
Estoy seguro de que en cualquier momento mis manos terminarán acalambrándose por llevar casi media hora jugando nervioso con mis dedos, además que también está el asqueroso detalle de que mis palmas sudan demasiado. La intriga me va a terminar matando antes de descubrir si ganamos o no.
La ceremonia se ha alargado debido a las constantes intervenciones de alumnos o maestros para hablar, ya sea de algún asunto deportivo, académico o evento en general a futuro. La directiva decidió que el asunto del resultado de las elecciones debería ser el penúltimo, solo detrás de la despedida y agradecimientos.
Una vez que el director por fin termina su discurso acerca de los programas conjuntos con otros institutos, uno de los encargados de las elecciones toma el lugar en el podio y comienza a explicar cómo se llevó a cabo todo el proceso durante las últimas semanas.
Mis nervios acaban de aumentar a un nivel monstruoso. Necesito saber los resultados.
Siento dos manos posarse sobre mis hombros, de inmediato sé que se trata de Amy y Nhoa, quienes ya me conocen lo suficiente para percatarse de mi estado. Sus leves apretones me transmiten tranquilidad y reducen mi nerviosismo.
Y luego de una larga espera, el maestro anuncia que se revelarán los resultados de las votaciones.
Como ya es costumbre aquí, nada más basta aplastar un botón para que algunas pantallas digitales desciendan y las que están a los lados aparezcan con los rostros de los presidentes de cada lista, y por supuesto, para quienes nos encontramos en el escenario principal también se prende una gran pantalla suspendida al fondo del teatro.
Los resultados se van presentando de forma ascendente, eliminando así una por una a las listas hasta que tan solo restan tres.
La Lista F fue la primera en ser eliminada, consiguiendo un cinco por ciento del apoyo.
Al regresar a ver a los chicos que retrocedían y se ponían a un costado como los demás equipos eliminados, pude distinguirlos por el sello que portaban. Eran los compañeros de Blake.
Mi mirada recayó al instante en el pelinegro a mi izquierda, quería asegurarme de que estuviera bien luego de la derrota de sus amigos, mas parecía estar en su propio mundo porque toda su atención se centraba en algún punto al frente.
Antes de poder preguntarle cómo se encontraba, el sonido emitido por los parlantes me lleva una vez más hacia la enorme pantalla, donde los números aumentan y disminuyen a una gran velocidad.
Me es imposible no morder mi uña por la expectativa, y ni se diga que mi pierna ha empezado a temblar cada vez más rápido.
Es entonces que las imágenes de ambos representantes de la Lista A bajan, mostrando a un lado que han obtenido el treinta y cinco por ciento de los votos.
La gente se levanta de sus asientos y los aplausos inundan el inmenso teatro en su totalidad.
En un lado se muestra mi foto y en el otro la de Blake, el centro está ocupado por un gran 52% que indica cuántos han votado por nosotros. Hemos ganado con un margen importante de ventaja sobre las demás listas.
La felicidad y emoción se apoderan de mí en menos de un segundo, a penas me doy cuento que me he acercado al pelinegro a mi lado para abrazarlo por nuestra victoria.
Me mantengo cerca de él y lo zarandeo feliz, luego de un tiempo siento sus manos en mi espalda como señal de que me está devolviendo el abrazo. Mi cara está casi pegada a su cuello, lo que me permite percibir un aroma dulzón que se me hace conocido.
Decido romper el acercamiento al entender lo que estoy haciendo.
Le ofrezco una gran sonrisa, aunque en parte también espero que no se haya dado cuenta de lo sucedido hace tan solo un instante, sin embargo, su expresión decaída me borra de a poco mi sonrisa. No luce como alguien que acaba de ganar, sino lo contrario, la única respuesta que consigue darme es una mueca extraña porque sus comisuras no se alzaron como quiso.
La duda me abofetea con fuerza y el miedo se expande por todo mi sistema, sobre todo porque me asusta que esté así por mi acción anterior, quizá lo incomodé.
Y ni siquiera fue intencional.
Quiero preguntarle por qué está así, disculparme por lo que hice o tan solo decirle que fue una estupidez del momento, pero mis palabras quedan en la punta de mi lengua y no llegan a salir porque los demás chicos de la lista están rodeándonos y forman un abrazo grupal.
Los directivos se acercan con las insignias especiales que indican que somos el Consejo Estudiantil, poniéndoles a Amy, Sam y Nhoa una verde, al pelinegro una azul y a mí una roja.
Es oficial, he cumplido lo que me propuse a inicio de año; mi lista ganó.
Por fin tengo algo que puedo presumir frente a mis padres, algo de lo que se sientan orgullosos de mí. Ya no seré una completa sombra en comparación con mi hermana.
Pero entonces la confusión se desata.
El micrófono no llega a mis manos como debería, sino que se le es entregado a Blake, y la mayor parte de los presentes se percatan de la situación porque el silencio inunda el ambiente, pero segundos después los murmullos se apoderan del lugar.
Blake no dice nada y no hace ningún movimiento, pareciera estar petrificado. No obstante, mi duda se refleja en mis expresiones cuando me fijo en que su piel se encuentra más blanca de lo normal. Está exageradamente pálido.
Antes de entender bien lo que ocurre, él ya está dejando el escenario a paso apresurado, no sin antes darme el micrófono. Los maestros lo llaman a susurros, mas es inútil porque no para.
Tengo la intención de seguirlo para saber qué pasa, si es que está bien o se encuentra mal, pero Amy se me adelanta y va tras el pelinegro. Nhoa se acerca y me recuerda que ya debo hablar porque todos están esperando.
Muy a mi pesar paso al frente y me acerco al atril para agradecer por el apoyo puesto en nosotros. Ni siquiera soy consciente de lo que digo, mi mente se encuentra algo preocupada por lo que pudo haber pasado con el pelinegro.
Y esta preocupación aumenta cuando mi amiga se ausenta durante la primera hora de clases y regresa unos minutos después de que haya iniciado la segunda. Cuando le pregunto qué sucedió, tan solo me dice que el chico se había mareado un poco y por eso se fue de allí, que todo está bien y no hay nada de qué preocuparse.
Pero sé que me está mintiendo de una manera muy descarada. La llevo conociendo durante mucho tiempo, me es fácil saber cuándo dice la verdad y cuándo no.
En esta ocasión se trata de la segunda opción, y no entiendo por qué ha decidido mentirme. ¿Qué sucedió realmente cuando ella fue persiguiéndolo?
Las horas pasan y el día llega a su fin, salimos y nos dirigimos hacia el salón especial para el comité, mas es una pérdida de tiempo porque Blake nunca llega.
Decidimos que lo mejor es reunirnos mañana cuando estemos todos, así que cada quien se despide y toma su camino.
Me paso la mayor parte de la tarde inquieto, pues por fin llegó el momento para contarle a mis padres sobre el consejo estudiantil. Aunque también hay otro motivo que empieza a molestarme y a veces alarmarme, donde el culpable es nada menos que el pelinegro y su desaparición de cualquier sitio.
Al igual que antes, no ha contestado ninguno de los mensajes que le hemos dejado los chicos, avisándole que mañana hay una reunión. Y realmente quiero creer que es debido a algún inconveniente que le surgió de imprevisto, pero no que intenta ignorarme por lo ocurrido antes.
Y la duda se mantiene constante hasta que escucho el auto de mis padres llegar.
Media hora después nos encontramos cenando en el comedor, mi madre luce demasiado feliz al hablar de un gran negocio que está cerca de cerrar, mi padre no se queda atrás al contar que por fin se solucionaron todos los problemas que provocó aquel empleado hace tiempo. Así se mantiene la charla hasta que todos en la mesa se giran a verme para escuchar si tengo algo que decir, me tomo unos segundos para prepararme y comenzar a hablar.
—Bueno, no les había contado nada porque primero quería asegurarme de conseguirlo —siento que soy el foco de atención en el lugar, lo que me pone un poco nervioso—, pero justamente hoy se dieron a conocer los resultados —suelto despacio mientras juego con mis dedos.
—¿Y sobre qué fueron esos resultados? —mi madre cuestiona, pero me ofrece una sonrisa para que continúe.
—Como este ya es mi último año, decidí junto a mis amigos crear una lista para las elecciones del consejo estudiantil. Durante este mes estuvimos haciendo la campaña y el viernes se dieron las votaciones, así que hoy en la ceremonia revelaron el grupo ganador —alzo mi mirada y puedo ver a las tres personas en la mesa que siguen sonriendo como si ya prevén lo siguiente que diré.
—Entonces ustedes... —mi padre me ayuda al ver que sigo callado.
—Nuestra lista ganó las elecciones, ahora soy el presidente en el Consejo Estudiantil.
Mis mejillas se prenden con intensidad cuando siento a mis padres rodearme con un abrazo y felicitarme, cuando Mary se acerca y pasa su mano por mi cabello como años atrás en mi niñez; me siento demasiado contento al sentir que el esfuerzo valió la pena, que están orgullosos de mí.
Este mágico momento se extiende hasta que un sonido lo rompe.
Mi madre se disculpa y vuelve a su puesto para agarrar el celular, su gesto cambia a uno de sorpresa y se aleja antes de contestar lo que parece ser una llamada.
Le toma menos de un minuto regresar corriendo y subir al segundo piso.
—¿Qué sucedió, cariño? —mi padre pregunta mientras pretende perseguirla.
—Me acaba de llamar el señor Mark para recordarme que en una media hora estaría aterrizando el avión desde Japón.
Mierda.
—¿Qué? Pero Kendall nunca nos dijo que llegaban hoy.
Mierda.
—No sé, pero apúrate que debemos estar allá para recogerla. Kerrick —mi madre me llama—, ¿quieres acompañarnos a ver a tu hermana?
¡Este era mi momento!
—No, lo siento —me niego al instante, intento no mostrar la molestia en mi voz—, solo quería contarles sobre lo sucedido hoy y luego retirarme a descansar, mañana debo madrugar porque desde ahora tengo más responsabilidades.
—Entiendo. Igual, mañana, cuando vuelvas puedes pasar tiempo con ella, seguro te ha extrañado mucho —no espera respuesta y se pierde por el pasillo.
El comedor queda vacío, solo estoy yo y la efímera felicidad que acaba de abandonarme.
Una mención de ella es suficiente para opacar cualquier cosa que haga o consiga, como siempre ha sucedido, ya ni debería sorprenderme.
Vaya día de mierda.
...
—¿Qué pasó? ¿Ya está en camino?
—Lo siento, al parecer no ha venido a clases —suspira la rubia y toma asiento.
—¿Es en serio? —gruño molesto—. Ayer desapareció y hoy también se ausenta, necesito que estemos todos para poder empezar.
—Quizá sucedió algo —agrega Sam al verme—, puede estar enfermo.
—Lo único que pasa con él es que es un irresponsable —recojo mi maleta y saco algunos documentos que me dieron en la mañana, entregándoselos a cada uno—, y no pienso seguir perdiendo el tiempo.
—Kerrick, estás exagerando demasiado y te comportas como un niño. Ya lo dijo Sam, tal vez no se encuentra bien de salud —suelta su regaño Amy, lo que aumenta mi molestia.
—Tú nada más vives defendiéndolo y excusándolo por cualquier cosa que haga o diga, pareces más amiga de él que mía. Solo falta que salgas con que te gusta y por eso siempre estás de su lado —arremeto sin considerar siquiera lo que pueden causar mis palabras, pero la mueca de Nhoa, el sonrojo de Amy y la actitud incómoda de Sam me regresan a la realidad. Metí la pata.
El silencio inunda por algunos segundos el lugar y el ambiente se siente demasiado tenso.
—Jódete, no voy a soportar esta actitud —sentencia enojada, se levanta y arrastra su asiento hacia la otra punta de la mesa, lo más alejada posible de mí.
—Chicos, no deberíamos estar discutiendo entre nosotros, y tampoco es como si nos sobrara tiempo para hacerlo, tenemos que organizar a contra reloj el evento.
Todos asentimos a la voz de la razón, Sam, y comenzamos a planificar la fiesta de Halloween que se llevará a cabo en cuatro días, el día sábado. Aunque la tensión nunca desaparece, se vuelve tedioso dirigirnos la palabra o llegar a un acuerdo, lo que aumenta mi malestar por ser el culpable de ello.
Este no es el inicio que me hubiera gustado tener en el Consejo Estudiantil.
Los minutos transcurren hasta convertirse en horas, en los que pasamos revisando los fondos, las directrices del colegio que se tienen que cumplir obligatoriamente, las posibles ideas en cuanto a la fiesta y las cosas necesarias a conseguir.
Sin embargo, al final del día no llegamos a ningún acuerdo concreto, a excepción de los equipos que se encargarán de tareas en específico para aligerar la carga de la organización.
Amy y Sam, siendo quienes propusieron la idea, anunciaron que ellos serán los responsables del anuncio de la fiesta, la decoración del espacio y las bebidas. Por otro lado, la otra pareja restante, Nhoa y yo, deberemos convencer a los maestros para que nos permitan hacer el evento en otro sitio, luego conseguir el nuevo lugar, los equipos para la música y las luces.
Ellos se quedaron con el trabajo más difícil, así que ofrecimos ayudarlos después, pero rechazaron nuestra oferta al instante, pues dijeron que Blake también es parte de su equipo, que con tres ya es suficiente.
Y debo admitir que me molestó y me sigue molestando esa respuesta.
Así llegó el miércoles. Estuve casi una hora rogándole al director para que nos dejara prescindir de la opción del coliseo en el instituto y buscar un lugar aparte, fui tan terco que el señor regordete comenzó a sudar de lo exasperado que estaba y dejó de disimular su disgustó hacia mi persistencia. Terminó aceptando mi solicitud (aunque creo que solo se quiso deshacer de mi presencia), sin antes hacerme prometerle que no habría bebidas alcohólicas y ni cualquier otra sustancia perjudicial, y, además, avisó que mandaría a algunos profesores a controlar la fiesta para que no haya ningún inconveniente.
Salí triunfante de su oficina, de inmediato le comuniqué a Nhoa de que ya podía hablar con el salón de fiestas para apartar el lugar que habíamos estado viendo en la noche pasada. De esta manera cumplimos con nuestras tareas en un tres por uno, pues aquel gran salón ya venía incluido con los equipos necesarios para el DJ y el juego de luces e incluso de humo, dejándonos el único deber de encontrar a una persona que supiera prender el ambiente en una fiesta.
En un pestañeo llegó el jueves. Ese día tampoco nos acompañaba Blake en la reunión (aunque solo fue juntarnos en el comedor), pero decidí simplemente ignorar cualquier cosa que tuviera que ver con él, no estaba dispuesto a seguir preguntando por alguien que no se preocupa por nada.
Los chicos nos dieron a conocer sus avances, contándonos que: ayer, en receso, ya se encargaron de pasar por todas las aulas de último año para informar a los delegados, ya consiguieron las decoraciones básicas y lo necesario para los preparados como el ponche, pero luego de la reunión y elegir la temática, irían a comprar las demás decoraciones faltantes.
Y por esto último, como inmaduros que somos, entramos en una discusión que parecía no tener fin porque nadie daba su brazo a torcer y nos encontrábamos en un empate.
Amy y Nhoa querían una mascarada, si bien más apegada a nuestros tiempos, pero sin perder la esencia de llevar los trajes y vestidos casi estrambóticos.
Sam y yo nos inclinábamos por lo típico, una fiesta de disfraces a la vieja usanza para que cada quien se disfrace o vista lo que quiera, que no haya alguna etiqueta por cumplir.
Pasamos casi todo el receso defendiendo nuestra posición, hasta que, de la nada, la rubia nos recordó que aún faltaba alguien del Consejo por votar.
Si soy sincero, desde un inicio lo recordé, mas opté por hacerme el desatendido.
A Sam le bastó mandar un mensaje, y en menos de cinco minutos ya había obtenido una respuesta por parte del susodicho.
Al final, también votó por una fiesta de disfraces, siendo así la temática elegida.
Pero a pesar de que ganamos, la molestia se volvió a instalar en mí por alguna extraña razón que no entendí.
Mientras volvíamos a los cursos, nos fijamos que un grupo de chicos iba al rectorado, aunque entre todos sobresalía un pelinegro que nos vio y alzo su mano como un breve saludo, y sin esperar respuesta, continuó su camino.
Fue extraño volver a verlo, aunque no debería porque nada más pasaron casi tres días desde la última vez, pero por lo poco que distinguí de su expresión, puedo asegurar que ni siquiera parecía el chico de la ceremonia y mucho menos al de antes de ésta.
Terminando casi la jordana del día, para sorpresa de muchos, se anunció que no habría clases completas mañana, solo hasta la segunda hora, porque se llevaría a cabo la ceremonia de reconocimiento a los mejores alumnos del año lectivo anterior.
Entonces sospeché el porqué se dirigían esos chicos a la oficina del rector.
Y mis sospechas se consolidaron cuando mi amiga afirmó que Blake formará parte en la ceremonia, pues él le contó a través de un mensaje luego de que ella le preguntara si mañana podría ayudarnos con la decoración desde temprano.
Pero mi molestia volvió una vez más y, desde entonces, me ha estado acompañando durante toda la tarde y gran parte de la noche, lo que me ha permitido pensar por qué razón estoy enfadado. Aunque quizá no fue una buena idea poner tanto empeño en entenderme a mí mismo, puesto que la incredulidad también se convirtió en mi compañera cuando las posibles razones de mi actitud surgieron de mi cabeza.
¡Qué estupidez! Seguro el cansancio era el causante de tales disparates.
O al menos eso creía hace un instante, hasta que llegó un mensaje del coordinador del BA, del cual me concentré únicamente en la última parte.
«Se requiere la presencia del presidente y del vicepresidente del Consejo Estudiantil en la ceremonia celebrada el día de mañana, viernes, pero como el joven Blake ya es parte de la misma, solo faltaría que asista usted».
Ahora que acabo de excusarme con mis compañeros por no poder seguirlos mañana al terminar las primeras clases, leyendo las quejas de Amy de que también quería estar en la ceremonia y las de Sam por querer acompañar al pelinegro en ese gran momento, una parte de mí se alegra por la situación.
Por alguna razón me siento como el ganador, a pesar de que no existió ninguna disputa anterior.
Me levanto unos minutos antes de que la alarma suene, deseo aprovechar todo el tiempo posible para poder alistarme adecuadamente para la ceremonia. No quiero quedar mal en el primer evento que apareceré como presidente del Consejo.
De acuerdo a lo que se nos explicó, será algo rápido, en donde solo estarán presentes los estudiantes de cada curso, así que me causa un sentimiento agridulce, porque esperaba que mis padres pudieran asistir, pero a la vez, tampoco quería que sucediera porque llevarían consigo a mi hermana.
Desde el lunes que llegó en la noche, me he inventado cada excusa posible para evitar quedarme con ella en un mismo lugar o tener que pasar tiempo en familia.
Salgo del baño luego de haber tomado una ducha fría para despejar el cansancio y sueño, me acerco al armario y saco el uniforme especial de parada para este tipo de eventos, me visto y termino de arreglar antes de bajar a desayunar.
Con el fin de no encontrarme con mis padres cuando bajen al comedor, nada más echo un poco de cereal y leche en un tazón, acabándomelo en cuestión de un par de minutos. Vuelvo a cepillarme los dientes, sin antes fijarme por última vez en cómo me veo.
No me considero el chico más apuesto del instituto, pero creo que no estoy mal, o al menos eso me gusta pensar para mantener mi autoestima a flote.
Salgo de casa casi corriendo al escuchar el taconeo de mamá y la voz de papá cerca de las escaleras. Mientras paso por la entrada, me despido del chófer al encontrármelo y le pido que les explique a mis padres por qué me adelanté.
Espero unos cinco minutos hasta que llega Amy junto a su hermano en un carro, me subo y comenzamos a hablar sobre todo lo que debemos hacer hoy para que mañana no estemos tan atareados con los últimos detalles de la fiesta.
Pasamos las horas de clase (que en realidad fue tiempo libre para hacer lo que queramos) proponiendo ideas para los disfraces, pues la rubia cada año nos obliga a ir con una misma temática porque, según ella, es una buena forma de fortalecer los lazos de amistad.
Cuando parecía que por fin estábamos cerca de llegar a un acuerdo, ir de vampiros o de cazadores, todo el plan de disfrazarnos igual se fue a la basura porque Blake le había escrito a Sam que él ya eligió su atuendo y no lo iba a cambiar.
No puedo evitar reír porque sé muy bien lo terco que puede ser y que, por nada en el mundo, cambiaría de opinión.
La decisión final quedó en que nosotros iríamos de vampiros y dejaríamos al pelinegro ir como quisiera. Amy llamó de inmediato para apartar una cita en una tienda de disfraces, acordando que nos dirigiríamos allá luego de adelantar parte de la decoración.
El timbre sonó, anunciando que pronto empezaría la ceremonia.
Me despido de los chicos y voy directo hacia el ascensor para subir al sexto piso, y mientras escucho la cancioncita de fondo, mis nervios crecen y mi pie no para de temblar.
...
Las butacas están repletas, tanto las de abajo como las superiores. Cientos de pares de ojos observan a cada uno de los estudiantes que va siendo nombrado para pasar al frente y recibir el reconocimiento como el mejor de su paralelo.
Es claro que uno de ellos será el mejor egresado al final de año, aunque creo saber de antemano quién.
Me sorprendo demasiado al escuchar que a cada rato nombran a Blake para felicitarlo, ya que se mantiene como el mejor promedio en casi todas las materias (a excepción de una).
Me encuentro en uno de los asientos en el escenario, junto a algunos maestros, por lo que el pelinegro no se ha percatado de mi presencia. Aunque luce ausente, casi como la última vez.
Los murmullos y los aplausos inundan el teatro cuando lo vuelven a nombrar, y me atrevo a suponer que todos pensamos lo mismo; que esta ceremonia parece ser hecha solo para él. Se apoderó de cada felicitación y reconocimiento, y no cabe duda de que también se ganó la admiración de muchos.
Por ejemplo: la mía.
Pero mi preocupación salta a la vista cuando lo veo regresar a su puesto, su mirada se mantiene perdida, mas la palidez que lo envuelve y el temblor de sus manos terminan de prender mis alarmas.
Luce igual que el lunes, segundos antes de que haya dejado el escenario y comenzara con su comportamiento tan distante.
Mantengo mi atención puesta en él durante los siguientes segundos, pero la pierdo cuando escucho a todos reír.
—Discúlpenos, joven Blake, pero nuevamente deberá acompañarnos acá —dice con gracia el rector—. Me siento demasiado orgulloso de contar con usted en nuestro instituto, no solo ha sido el mejor de su promoción del Bachillerato Avanzado en los dos años anteriores, sino que también se dirige a convertirse en el estudiante con mejores resultados de todas las generaciones pasadas. Por favor, todos, una vez más, denle un fuerte aplauso.
Los aplausos quedaron de lado, pues ahora las ovaciones y los chiflidos dominan el teatro.
Sin embargo, no logro unírmeles, me es imposible cuando veo que el diploma que le entregaron comienza a teñirse de rojo.
Se da por terminada la ceremonia, lo que gatilla a un caos total. Los alumnos intentan salir rápido de aquí y disfrutar lo que resta del día, los profesores también van a paso acelerado hacia sus oficinas.
Pero nada de eso importa, me encuentro intentando seguir al pelinegro que corre entre el tumulto, mas casi se me hace una tarea imposible, pues no importa cuánto acelere, él se mantiene adelante y no consigo acortar distancia.
Alcanzo a divisar que llega a uno de los baños y, antes de entrar, agarra un cartel del carrito del conserje y lo coloca en la puerta.
Fuera de servicio, es lo que dice.
Entro de inmediato, mientras que los latidos de mi corazón se aceleran a un ritmo sin igual.
Su rostro está lleno de sorpresa y un miedo que nunca esperé ver cuando su mirada recae en mí; su cabello es un desastre, como si se lo haya estado jalando; de su cara resbalan gotas de agua, pero me asusta imaginar que puedan ser lágrimas; su camisa blanca cuenta con manchas rojizas al igual que el lavabo, y ni hablemos del piso; hojas, que sospecho son los diplomas, están tiradas por todo el lugar.
—Ándate de aquí —me detiene con un grito casi lastimero cuando hago el intento de acercarme—, por favor.
Ignoro su petición moviendo mi cabeza a los lados, y me acerco de nuevo. No puedo dejarlo solo al ver cómo se encuentra.
—Blake —tomo sus manos que no paran de temblar, de sus palmas sangra—, ¿qué pasó?
Evita mirarme alejando su vista hacia el lavabo y no deja de repetir que me vaya, que quiere estar solo.
—Si salgo de aquí será para pedir ayuda —suelto, lo que al parecer le afecta porque vuelve a fijarse en mí y niega repetidamente.
—Si haces eso, te lo juro, Kerrick —aleja sus manos de las mías y choca su dedo con mi pecho, haciendo presión para marcar sus palabras—, jamás te lo perdonaré.
—Entonces déjame ayudarte —vuelvo a tomar sus manos y las acerco al lavabo para limpiar la sangre. Tres marcas resaltan en cada palma, lo que me da una idea de lo que pudo haber sucedido—. Tú mismo te hiciste esto con las uñas, ¿no es así?
—No fue mi intención, ni siquiera me percaté de cuándo sucedió —se sincera, pero aún mantiene su mirada hacia abajo.
—Pero algo tuvo que provocar que lo hicieras, ¿qué fue? —al ver que sigue ignorándome, sostengo su rostro para que no pueda escapar—. Blake, por favor.
—Los vi, vinieron a pesar de que no debían estar aquí —suelta con molestia, pero sus ojos brillan, indicando que está a punto de quebrarse. Sin embargo, no entiendo a qué se refiere, y cuando estoy a nada de pedirle ser más claro, él me interrumpe:— No quiero hablar de esto, por favor.
¿Qué se debe hacer en estas situaciones? Estoy perdido, no tengo idea alguna y no quiero arruinarlo ahora que parece estar más calmado. Y no puedo evitar sentirme mal al ver su expresión tan afligida y su mirada llorosa, dejando ver un lado tan diferente al Blake fuerte, seguro y molesto de siempre.
Prefiero mil veces su otra versión, sobre todo porque me siento impotente ante la versión actual, la cual pareciera que con un mal movimiento de mi parte se puede romper en miles de pedazos.
—Blake —lo llamo de nuevo—, ven acá.
Extiendo mis brazos como una invitación, donde él tiene la completa decisión de aceptarla o no, pero para mi sorpresa, cuando termina de entender a lo que me refiero, no lo considera mucho más y se lanza hacia mí.
Su abrazo es fuerte pero también sutil, sus brazos me rodean casi a la altura del pecho.
Mi mano izquierda pasa con delicadeza por su cabello, mientras que la derecha soba su espalda para tranquilizarlo.
No me importa que mi camisa comience a mojarse o mancharse de rojo al estar en contacto con la suya, no me importa sentir que sus lágrimas humedecen el hombro donde recuesta su cabeza.
Pero sí me importan los vestigios verdosos y casi imperceptibles que se distribuyen en su cara, sí me importan (y quizá algo más que me da miedo aceptar) las tan conocidas marcas violetas y rastros de mordidas en su cuello.
Y mucho menos puedo ignorar el miedo que me sofoca y asfixia al pensar que en el momento que salgamos de aquí, esta burbuja que hemos construido explotará y todo volverá a ser como antes.
Decido dejar las preocupaciones y dudas para después, prefiero aprovechar el ahora.
Porque nada más importa cuando un leve aroma dulzón inunda mi sistema y logra que me relaje, que me olvide de todo lo demás a excepción de nosotros dos.
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