Capítulo 15: El mar de mentiras que inunda tus ojos y amenaza con ahogarnos (B.)
Blake
Nunca llegué a imaginar que alguna vez me encontraría en una posición como la actual, pero mucho menos que mi seguridad y confianza se resquebrajarían por completo para dar paso a un caos interno provocado por la mezcla interna de perplejidad y nerviosismo.
Puedo asegurar que debo estar luciendo muy patético frente a él, lo que me causa vergüenza por cómo me estoy comportando y pena propia porque esto no es muy cool de mi parte.
Pero cualquiera estaría igual que yo si se encontrara en mi posición, es decir, ¿cómo puedes reaccionar cuando te sueltan en toda la cara (y sin anestesia) que descubrieron tu mentira? Ni siquiera se me llegó a cruzar por la cabeza que era una opción, así que no me preocupé por pensar en alguna excusa coherente y, ante todo, creíble para defenderme.
Ahora entiendo la estúpida frase «la mentira tiene patas cortas», aunque sinceramente hubiera preferido no entenderla a través de la práctica, me daba por satisfecho con saber el significado.
La rapidez con la que cambian las cosas es tan inesperada y sorpresiva, cuando menos lo esperas todo se puso de cabeza, quizá pasas de estar en una posición para tomar la otra.
Y eso último es lo que acaba de sucederme.
La buena tarde que pasé con el grupo el domingo fue casi borrada cuando hoy, apenas desperté, recordé la ceremonia que se llevaría a cabo para la presentación oficial de las listas participantes en la elección del Consejo Estudiantil.
Es increíble que me haya olvidado de algo tan importante para mis compañeros de campaña, al igual que riesgoso para mí en cuanto a la situación actual en el BA. Sigo sin poder aceptar que fui así de descuidado.
No es que tuviera algún problema con pararme junto a los chicos frente a todos los demás alumnos... Bueno, casi todos, pues sí existía un pequeño grupo de personas a las que no quería darles la cara. Es decir, ¿cómo me verían cuando se enteraran de que formo parte de una lista con un puesto valioso a pesar de que ya ocupo un cargo en el curso? Se supone que eso no se podría, pero aun así yo lo estoy haciendo sin inconveniente.
Además, no sabía de qué manera debía actuar cuando me topara con la lista de William. Es que literalmente me estoy enfrentando con mis propios compañeros de curso, y también pareciera como si quisiera acaparar todo lo que pueda sin importar nada.
Mirándolo desde la perspectiva de un tercero, sin dudar pensaría que tengo privilegios y los directivos cumplen con cualquiera de mis caprichos, cuando no es así, al menos no los mío, mas sí los de mis padres. Si por mí fuera, ni en esta u otra vida me hubiera inscrito (a voluntad) para competir por el Consejo; me da lo mismo, no me interesa.
Lo peor es que ya le arrebaté el cargo a William en nuestro curso, cuando de los dos solo a él le importaba de verdad y le hacía ilusión ocuparlo, y ahora vuelvo a interponerme una vez más no solo en su camino, sino también en el de Noah y Mia, como si me diera igual cualquier cosa y lo único que me importa es abarcarlo todo, sin ceder nada.
Pero no es así, en lo absoluto, porque ya sean cargos, halagos o reconocimientos, no interesa qué, me dan lo mismo, no tienen un valor real para mí. Si estoy involucrándome y participando en la elección, en realidad es para cumplir con las exigencias de mis padres y evitar por cualquier costo que comiencen a atormentar mi jodido día a día, que interfieran aún más en la poca libertad que me llegan a conceder. Nunca arriesgaría la mínima paz que me han cedido.
Y pues, no sabría decir si mi manera de ver las cosas es algo egoísta, mas elijo mil y una veces mi tranquilidad (incluso si es efímera) sobre el sueño de cualquier otra persona. No titubearía en pasar por encima de quien sea si eso significa un beneficio para mí en la índole que sea, mientras no me afecte, los sentimientos, sueños o esfuerzo de los demás no tienen importancia.
Lo sé, respecto a lo primero, pareciera que me contradigo porque, al fin y al cabo, termino cumpliendo las "voluntades" de mis padres en vez de las mías, pero ellos son una excepción en mi forma de hacer las cosas.
Es imposible luchar contra los monstruos que me trajeron al mundo, no existe la mínima posibilidad de salir victorioso, y si es que decido enfrentarlos, entonces solo me queda hundirme en una agonía sin fin bajo su merced.
Prefiero que mi situación con ellos se mantenga tal y como se encuentra ahora, por nada en el mundo me condenaría a una mayor presión y menos libertades. Me gustaría revelarme, por supuesto que sí, pero cuando la derrota es evidente, incluso antes de siquiera intentarlo, sería un sinsentido de mi parte seguir con aquella ilusión de libre albedrío que jamás alcanzaré.
Joder, cuánto odio todo esto.
En pocas palabras, la razón de mi mentira radica en que aún no estoy preparado para que mis compañeros se enteren de que pertenezco a una lista y seré el rival de algunos, sobre todo por la simple injusticia de que hayan hecho una excepción conmigo para permitirme participar.
Por eso decidí mentir, pues era más fácil y menos problemático que exponerme ante los demás. Sin embargo, mi pequeña victoria fue fugaz, y lo supe en mi interior cuando sentí una mirada sobre mí y descubrí la molestia que transmitía Kerrick esa mañana.
Le escribí solo para asegurarme si mis sospechas eran ciertas o si ya me encontraba imaginándome cosas que no eran, pero nunca respondió ni uno solo de mis mensajes, sin contar con el último, al cual le prosiguió un bloqueo.
¡La rata esa se atrevió a bloquearme! Qué gran descaro de su parte, ¿quién se cree para hacer semejante desfachatez hacia mi persona?
Debo admitir que mi orgullo se sintió algo herido porque esta fue la primera vez que me sucedía algo así, ya que normalmente (por no decir siempre) era yo quien bloqueaba.
Pasé la primera jornada sin concentrarme en las clases, pues consideré mucho más crucial maldecir al rubio cada minuto. Es posible que haya estado haciendo mucho drama, sí, pero ser orgulloso y vanidoso es casi un estilo de vida para mí, aunque casi nunca me comporte así frente a otros debido a que es primordial guardar las apariencias.
Por ello encontré vital tomar venganza porque, por supuesto, no iba a dejar que se saliera con la suya. Antes muerto.
¿Cómo decidí vengarme? Pues fácil, también lo bloqueé después de responder al último mensaje que me envió, pero claro, sin antes no haberlo molestado por un buen rato.
Sí, sí, sí, sé muy bien que fue una respuesta tan infantil, mas en ese momento lo disfruté demasiado, como no tienen idea. No hay mejor manera de hacerle sentir lo mismo que pagarle con la misma moneda, por muy resentido que me haga ver.
Todo el tiempo que pasó el rubio intentando acercarse para hablar conmigo fue un total desperdicio, puesto que yo solo lo ignoraba o pasaba de su presencia como él lo había hecho antes cuando estábamos en el comedor. Él se lo había buscado.
Lo siento tanto por esa pobre alma, pero me gusta regirme por la ley del talión.
Mi lado oscuro, ese rencoroso y orgulloso, ardía de satisfacción.
Bueno, al menos así era hace tan solo algunos minutos, pues ahora mismo mi cerebro parece haber sufrido un cortocircuito y, por lo tanto, ha dejado de funcionar; el pánico comienza a apoderarse de mí, fluye por mi cuerpo como si de sangre se tratase.
Quizá acabo de escuchar mal. Por supuesto, eso debe ser, es imposible que haya dicho lo que creo haber escuchado porque no existe una manera de que me descubriera.
Intento controlar mis dedos para que paren de jugar, pero no lo logro, así que me resigno y levanto mi cabeza para ver al chico que está a mi izquierda, el cual no despega sus ojos de mí. Está esperando por una respuesta que ni siquiera quiero soltar.
—¿Podrías repetir la pregunta, por favor? —digo con suavidad mientras agarro la soda, que tengo a lado, para dar un gran sorbo porque siento mi garganta seca.
—Blake, ¿por qué mentiste? —vuelve a soltar la misma interrogante que antes, lo que solo aumenta mis nervios por mil.
Soy una persona que siempre se esmera en tener todo bajo control, odio cuando algo no sale como quiero o si se dan situaciones inesperadas porque eso significa que cualquier plan que tuviera antes ya no sirve, entonces me toca improvisar y odio demasiado hacerlo, no es mi fuerte.
Y lo peor es que mi seguridad desaparece y me convierto en un manojo de nervios, dejo de ser el chico osado e inmutable para pasar a ser uno demasiado cobarde y huidizo que no puede afrontar nada. Detesto esta faceta tan lamentable de mí, pero detesto mucho más mostrarla ahora frente a él, casi un desconocido.
—No entiendo por qué piensas que mentí —intento mantener mi postura, mas su mueca me indica que no me cree en absoluto.
—Increíble que deba repetir lo que ya dije —suspira, levanta sus piernas sobre la banca y las cruza, girando para quedar frente a mí—. Tú mentiste al decir que te surgió algo y por eso no podrías acompañarnos, pero sé muy bien que no fue así porque ya habías llegado al instituto hace mucho tiempo, incluso estabas en tu puesto esperando tranquilo a que inicie la ceremonia —se detiene un instante para relajarse y tomar aire, pues habló muy rápido y sin parar. Ya relajado, rasca su mejilla antes de continuar—. Así que mi única duda es saber por qué razón decidiste mentir, opino que al menos nos merecemos la verdad.
¿Y ahora qué hago? No quiero contarle el motivo, pero también soy consciente de que si no lo hago terminará enojándose de nuevo. Aunque tampoco es que me importe él, sin embargo, si sucede eso, el malestar se sentirá y afectará a todo el grupo. No soy tan malo para provocar eso.
Y supongo que tiene un buen punto respecto a que ellos merecen la verdad, más que nada porque me descubrieron, pero sí sé cuán mal estuvo de mi parte haber abandonado a la lista en este día tan importante. Una pequeña pizca de culpa me invadió cuando entendí que solo a nuestro grupo le faltaba un miembro, pues todos los demás contaban con sus cinco integrantes, por otro lado, la nuestra quedaba sin su vicepresidente y el alumnado cuchicheaba sobre ello.
Vamos, estoy tratando de decir que al final provoqué que, de manera indirecta, la lista perdiera algo de terreno contra las demás. Y si esto hubiera sucedido hace tan solo unas dos semanas atrás, sin pensármelo dos veces, estuviera festejando con platillos y bombos porque es una maravillosa oportunidad para sabotear las elecciones y así asegurarme de evitar ganar.
Ni siquiera yo me entiendo a veces, puesto que algunos minutos atrás afirmaba con vehemencia que me importa un bledo aplastar a quien sea, siempre y cuando significara un beneficio para mí, sin embargo, aquí estoy, sin estar seguro de tomar ventaja de la situación y así destruir los planes de mis padres por completo.
Todo es culpa de esa rubia. Es decir, hasta ayer estaba muy bien, más que bien, pero tuvo que habérmelo dicho como si le haya preguntado o me concerniera saber algo del tonto de Kerrick.
«Estoy muy feliz de que hayamos conseguido las firmas a tiempo, aunque no voy a mentir que casi me daba por vencida, pero entonces llegaste tú y todo fue cuesta arriba».
En principio sospechaba que era uno de sus intentos para coquetear conmigo, mas mi pensar era desacertado porque ella solo estaba desahogándose y demostrando cuán contenta se encontraba por su amigo, su felicidad era la suya.
«Me culpaba porque fui yo la que encontró a Josh, quien antes ocupaba tu puesto, y por ello casi acabo con todo lo que nos esforzamos, con todo lo que se esforzó Kerrick por esas firmas».
«Aunque no me creas, ya que siempre andan discutiendo y parecieran odiarse, puedo decir que él está feliz de que hayas entrado en la lista, pero obviamente nunca lo admitiría porque es demasiado orgulloso para hacerlo».
Y eso fue como un fuerte golpe directo a todo mi rostro, nunca esperé que saliera con algo así. ¿Por qué me lo estaba diciendo? No había motivo, al menos desde mi punto de vista, ni siquiera éramos tan cercanos.
«En fin, creo que debes estar pensando de qué me está hablando esta loca... Solo quería agradecerte por haber aceptado unirte porque, gracias a ello, el sueño de Kerrick tiene más posibilidades de cumplirse. Celebraremos a lo grande cuando ganemos estas jodidas elecciones, perder no es una opción».
Lo que dijo era suficiente para unir los puntos y hacerme una idea más amplia de lo que estaba declarando. ¿Me importa su sueño? Pues es algo que me da igual. ¿Lo aplastaría si eso me favorece? Por supuesto que lo haría, pero supongo que la manera en la que se expresó llegó a tocar un poco de mi lado sensible.
Además, estos últimos días no los he pasado tan mal como supuse en un principio, más bien, podría decir que me he divertido un poco al estar con esos cuatro.
Siendo así, no estaría mal si dejara que las cosas fluyeran y sucediera lo que tenga que suceder, como muchos dicen, dejaré que el destino decida, no pienso intervenir.
Si al final terminamos perdiendo porque así se dio, entonces no existiría culpa que me atormente, pues no habré hecho nada que haya influido en ese resultado.
No obstante, si al final conseguimos ganar las elecciones, lo más seguro es que me recriminaré por no haber aprovechado la oportunidad que tuve en bandeja de plata, pero también tendría la conciencia tranquila. Además, siempre tendré la opción de inventarme algo y renunciar a mi puesto luego de que haya pasado un mes.
Ah, no lo sé, este será un problema para el Blake del futuro.
—Antes que nada, lo siento por haber mentido y, sobre todo, no acompañarlos en el escenario, sé que era un día importante para todos ustedes y que ausentarme no estuvo nada bien —intento no reír cuando el rubio pone una expresión de asombro al escuchar que me estoy disculpando—. Y respecto al por qué mentí, solo puedo decir que intenté evitarme algunas complicaciones en mi curso si es que me veían parado ahí —lo miro por el rabillo del ojo y ahora hay una mueca de molestia. No entiendo qué pasó, creía haber cuidado mis palabras.
—Por supuesto, cómo no lo pensé antes —bufa demostrando por completo su enfado—. Era obvio que el gran estudiante del Bachillerato Avanzado no querría que sus compañeros lo vieran con nosotros, los estudiantes del montón, no vaya a ser que no estemos a su nivel.
—¿De qué mierda hablas? —suelto irritado —. Justo ahora estás poniendo palabras en mi boca que nunca he dicho, solo supones y te crees con el derecho de dar sentencias sin siquiera saber algo, ni siquiera te cuestiones si estás en lo correcto. No es mi jodida culpa que te veas a ti como alguien del montón —golpeo su pecho con mi dedo—, así que evita soltar una estupidez sin estar seguro de antemano porque lo único que logras es quedar en ridículo.
¡Carajo, qué bien se siente!
Ups, quizá me exalté un poquito.
¿Le deberé decir que cierre la boca porque una mosca podría entrar?
Al parecer sigue procesando mis palabras, o quizá su cerebro en verdad se fundió y por eso no ha reaccionado durante estos segundos.
—Oye, qué exagerado, tampoco es que haya dicho algo de otro mundo, nada más te aclaré las cosas —acerco mi mano y sacudo con lentitud su hombro—. ¿Sigues vivo?
Bueno, no quise llegar hasta este punto, pero no me queda más opción.
Suelto dos cachetadas suaves y rápidas, lo que parece regresarlo a la realidad.
—¿Me acabas de gritar? —interroga incrédulo, aunque parece que la pregunta se la hizo a sí mismo—. Me acabas de gritar —ahora afirma y su entrecejo se arruga, me regresa a ver molesto.
—Si me lo preguntas, creo que estamos a mano, y tampoco voy a seguir discutiendo —alzo mis manos a la altura de mi pecho para enfatizar lo último—. Y lo siento por haber alzado la voz —admito, sobre todo porque prefiero evitar más confrontamientos. El rubio relaja la expresión.
—Bueno —baja la mirada y exhala, pareciera estar preparándose para lo que dirá—, supongo que fue mi culpa por asumir lo que no es —asiento cuando me regresa a ver—, pero la manera en que hablaste se entendió así.
—Claro que no, tú te creaste una historia en tu cabeza sin razón alguna —contraataco.
—No lo hubiera hecho si hubieses dicho la verdad sin tanto rodeo —acusa y me da un empujón suave—. Además, sigues sin decirla.
—Eres tan molesto —bufo, luego decido reposar mi cabeza en su hombro para molestarlo y, a su vez, evitar que me vea cuando hable—. La razón es que mis compañeros no saben que pertenezco a una lista y preferiría que se mantenga así el mayor tiempo posible, no por ustedes porque me da igual lo que otros puedan pensar, sino por mí, pues en mi curso ya hay una lista y no quiero que me vean como si intentara interponerme en su camino.
No puedo creer que le esté contando la verdad a este rubio molesto.
—¿Por qué supondrían eso? No hay nada de malo con que tú también desees ser parte del Consejo Estudiantil, así que, serían muy inmaduros si se enojan por ello —responde de inmediato. Siento su mirada sobre mí, está esperando que siga.
—Ya, pero las cosas son un poco más complicadas —acerco mi mano a la suya y la sostengo, aprovechando para quitarle su té y poder jugar con la botella como una forma de distraerme antes de proseguir—. El presidente de esa lista antes era el encargado en mi curso, pero en este año lo cambiaron y me dieron el puesto a mí, lo que seguro lo molestó. Y si a eso le sumamos que nuestras listas se enfrentarán en las elecciones, sería normal pensar que me odiará cuando se entere, sin contar a los otros chicos.
—Mierda —es lo único que espeta, haciéndome reír.
—Exacto —me alejo de su hombro y vuelvo a mi posición—, «mierda».
Pasan los segundos y nadie suelta ni una palabra, yo los ocupo cuestionándome si he hecho bien contándole esto, mientras él parece ocuparlos para analizar lo que he dicho.
—Espera —rompe el silencio y su mirada cae en la mía—, ¿cómo es posible que te hayan dejado entrar a una lista si ya tienes un cargo de curso?
Vaya, al final sí se dio cuenta de ese tan pequeño pero importante detalle. Debo admitir que me sorprende, siendo sincero, no esperaba mucho.
—No me gustaría hablar de ese tema, por favor —admito con una mueca que me es imposible de ocultar—. Ahora ya sabes lo más importante, así que si te parece bien, prefiero dejarlo así.
En serio deseo que ya no pregunte más, aunque si lo hace, no pienso responderle y me daría igual si se vuelve a enojar.
Aguardo mientras sus ojos me escudriñan por un largo tiempo, como si intentara desvelar todo lo que sigo ocultando, sin embargo, no sé si es por mi mueca que no ha abandonado mi rostro o por lo nervioso que luzco al no lograr parar mis dedos, pero él asiente y sonríe.
Siento que mi cuerpo entero se destensa, dejándome con cierto sentimiento de tranquilidad.
No puedo evitar ponerme así cuando mis padres están involucrados en algo, y por lo mismo no iba a confesar que soy una tonta marioneta de mis progenitores, la cual no tiene ni voz ni voto y hace cada cosa que ellos ordenen.
—Claro, con lo que me contaste ya es más que suficiente, y te agradezco por haber confiado para hacerlo —ahora él es quien luce un tanto inquieto—, aunque al final terminé obligándote a decirme algo que no te apetecía, así que lo siento mucho.
¡Dios, sus mejillas están enrojeciendo!
Qué gran momento para burlarme de él, pero por esta vez lo dejaré pasar.
—Tranquilo, te conté porque así lo decidí —palmeo su espalda para que deje su actitud inquieta—, porque créeme que si no hubiese querido, no habría dicho nada sin importar qué.
—Gracias —se levanta del banco y se estira un poco, entonces se gira hacia mí—. Entonces estamos bien, ¿verdad? —sonríe tímidamente y extiende su mano.
—Así es —me paro frente a él y asiento—, estamos bien —imito su movimiento anterior y estrecho su mano, le devuelvo la sonrisa.
Estoy algo contento de que al final conseguimos arreglar este problema.
Agarro mi maleta y la cuelgo en mi espalda, llamo al rubio y comienzo a caminar hacia la salida, pero me detengo por el asombro que me invade cuando siento sus manos sobre mis hombros, las cuales me obligan a darme la vuelta.
Estoy a nada de preguntarle qué está haciendo, mas Kerrick se me adelanta y no me permite hablar cuando se mueve.
Parpadeo sin comprender qué acaba de suceder, aunque vuelvo en mí cuando escucho su risa.
—¿Por qué hiciste eso? —exclamo con fuerza y me apresuro para alcanzarlo.
El calor invade mis mejillas.
—¿No es obvio? Estoy vengándome.
—Nunca te hice lo mismo —me pongo delante de él para impedir su paso y lo apunto acusándolo.
—Claro que sí —sonríe de lado—, y claro que iba a desquitarme por tus cachetadas.
—Solo fueron golpecitos leves, muy leves —golpeo su frente con mi dedo y él ríe más fuerte—, pero tus cachetadas por poco y vienen incluidas con una reconstrucción facial.
Mientras Kerrick sigue carcajeándose como si no hubiera mañana y yo sigo reclamándole por haberse excedido, las personas que pasan por allí se nos quedan viendo con curiosidad y algunos incluso sonríen.
¿Por qué carajos están sonriendo? Gente chismosa.
Pero el culpable de todo esto es una sola persona: el rubio tonto.
Joder, joder, joder, joder, joder.
Aaah, sabía que era una pésima idea quedarme hasta tarde conversando, es decir, casi nunca lo hago cuando al siguiente día tengo clases, ni mucho menos si hay una ceremonia tan importante como la de hoy; pero no, terminé entreteniéndome con el molestoso de Kerrick.
Me estoy pudriendo de sueño.
Pero claro, qué más esperaba si me acosté casi a las cuatro y me tuve que levantar tres horas después.
Luzco horrible, tengo las ojeras demasiado marcadas y oscuras, aunque la intensidad disminuyó un poco luego de la ducha fría, mas el sueño sigue intacto.
Me visto lo más rápido posible porque voy corto de tiempo, así que seguramente no alcanzaré a desayunar, pero prefiero eso porque en cualquier momento uno de mis padres va a venir a molestarme si no bajo dentro de los siguientes minutos.
Reviso por última vez llevar todo en la maleta, no quiero olvidarme ninguna tarea; me aproximo al espejo para verme, pero retiro mi vista al percatarme de cuán mal luce mi cara; retiro mi celular que estaba cargando, para luego agarrar los auriculares; y, ya con todo lo indispensable, salgo del cuarto.
Estoy listo.
Bajo las escaleras corriendo a toda prisa, tanto así que estuve a punto de caer. Ya en la primera planta, me acerco a mi nana para saludarla y darle un abrazo, el cual es fugaz porque ya estoy escuchando el claxon sonar, siendo una clara señal de que mis padres están perdiendo la paciencia por mi demora.
No puedo evitar sonreír cuando escucho a la mujer frente a mí decirme que me veo bien, que soy un chico bellísimo y que me desea toda la suerte del mundo.
Incluso llego a creerme sus palabras.
Al menos es así por un momento, hasta que mi madre decide regresarme a la cruda realidad.
—¡Luces espantoso! ¿Acaso no duermes? Ven acá—siento sus dedos apretar mi cara y acercarme a ella—. ¿Has visto esas ojeras? Se supone que hoy debes lucir impecable, por fin van a revelar cuál es la lista ganadora, pero tú pareces tan... —arruga su rostro con una expresión descontenta.
—Sabías muy bien cuán importante era que hoy destaques, no puedes verte peor que esos mequetrefes que tienes como compañeros —mi padre se gira hacia mí y repite la acción de mamá, pero su agarre es más fuerte y las zonas donde posan sus dedos comienzan a doler—. Qué gran decepción.
Me siento en la esquina derecha del auto y no hablo durante todo el viaje, intentando disminuir las ganas que tengo de gritar, patalear o llorar, ni yo mismo lo sé.
Recibo un mensaje del rubio recordándome que no llegue tarde y amenazándome por si lo hago, pero ni siquiera eso me hace reír o mejorar mi estado de ánimo, sigo igual.
En el intento por salir de la aplicación, termino aplastando mal y entro en el segundo chat, leyendo instintivamente el último mensaje que me había enviado hoy en la madrugada, y decido que debo seguir actuando y comportándome como él dijo, solo así me aseguraré de no derrumbarme frente a los demás.
«Si te soy sincero, es demasiado difícil poder descifrarte, casi una misión imposible. A veces me cuesta saber cuándo estás siendo sincero, no me refiero a tus palabras, sino a tus acciones, gestos, y no trates de negarlo porque sé que mientes, he hecho lo mismo.
También espero que no tomes a mal lo que diré, pero parecieras escudarte y evitar mostrarte cómo eres en realidad. Ya sabes, dicen que los ojos son las ventanas del alma, y cuando veo los tuyos, lo único que percibo es un mar a nada de desbordarse por la violencia de las mentiras, amenazándonos con ahogarnos a todos».
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top