Capítulo 14: Iniciando una nueva etapa con pie derecho, o quizá ¿izquierdo? (K.)

Kerrick

Desde que me levanté, el entusiasmo recorre por cada una de mis células y el nerviosismo se evidencia por el jugueteo de mis dedos y el temblor de mi pierna izquierda, el cual comenzó al instante de subir en el auto que me llevaría al instituto.

Como casi nunca antes, tengo tiempo más que suficiente para llegar sin preocupación alguna, e incluso me atrevería a decir que seré el primero en aparecer entre alumnado y docentes, solo los conserjes me pueden hacer competencia justo ahora.

No puedo evitar reír un poco al recordar la expresión sorprendida de mi madre cuando me vio en el comedor terminando de desayunar, y es que ella apenas estaba bajando a buscar algo de comer y, por lo general, yo sigo en mi quinto sueño cuando eso sucede. Aunque también me causó mucha gracia que mi padre casi se haya ahogado con su café cuando se percató de mi presencia, pues ya estaba listo para salir.

Pero siendo sincero, creo que nada se puede igualar ni comparar a las sonrisas sinceras y la alegría desprendida de sus miradas al momento de entender que mi dinámica de madrugar y tomarme en serio los deberes en la última semana se mantenía, que me esforzaba de verdad para cumplir con mis responsabilidades.

Se siente bien que, luego de tanto tiempo, mis padres no me miren con una decepción desbordante, sino todo lo contrario, ahora pareciera que su esperanza volvió a avivarse.

Tal y como lo había predicho, cuando llego no hay ninguna solo alma por los pasillos (sin contar a los empleados de limpieza), así que me toca pasar media hora en total soledad hasta que van apareciendo mis amigos, los cuales también lucen emocionados por hoy.

—¿Quién hubiera pensado que ustedes tres estarían parados frente a todo el instituto dentro de unos minutos? —Carl nos señala y con su otra mano sostiene su mentón como si estuviera pensando—. Es una completa locura.

—¿Acaso esa es una manera sutil de insultarnos? —cuestiona la rubia a mi lado con una sonrisa que intenta evitar—. Deberían estar organizándonos una gran fiesta por este gran logro que nunca creímos que sucedería.

—Sería un tanto irónico si al final su lista termina ganando contra las que están conformadas por los cerebritos de los demás paralelos —ríe John—. ¿Se imaginan que destrocen en votación a la lista del BA? Se convertirían en los primeros en poner en su lugar a los favoritos del director.

—Se convertirían en todas unas leyendas —secunda Carl.

—Por si lo olvidaron, déjenme recordarles —Nhoa rodea los hombros de ambos chicos y los acerca— que en nuestra lista también hay un estudiante del Bachillerato Avanzado, por lo que no sería una victoria como la pintan porque alguien de esos favoritos —con sus dedos hace comillas imaginarias para enfatizar la última palabra, mientras que mis amigos intentan escapar del agarre sin resultado— nos estaría ayudando.

—Ya entendimos —gritaron ambos chicos moviéndose constantemente hacia cualquier dirección para liberarse—, ahora suéltanos.

Unos minutos después se nos unió Sam, quien saludó a todos y nos informó que ya debíamos ir detrás del escenario para escuchar las indicaciones del acto y cómo procedería, pues en poco tiempo daría inicio.

Entonces comprendí, la tan buena suerte que me había estado acompañando desde temprano no podría durar para siempre, porque las cosas nunca van como yo quiero, siempre debe suceder algo que lo complique todo.

En esta ocasión se trataba de una persona: Blake. Era el único que aún no había llegado.

Le pregunté de inmediato a Amy si sabía algo, pero su respuesta solo me hizo suspirar con molestia; él no había revisado sus mensajes.

Pasaron los minutos, los estudiantes llenaron las butacas, los directivos se encontraban en sus puestos correspondientes en el escenario y la encargada de abrir el acto se acercaba con serenidad al micrófono que descansaba sobre el atril.

Los latidos de mi corazón aumentaban y el nerviosismo se desató cuando aquella mujer soltó las primas palabras: «Buenos días».

Busqué al instante mi celular para desbloquearlo y entrar en el chat de cierto pelinegro irresponsable. Exhalé buscando calmarme antes de comenzar a escribirle.

Kerrick: La ceremonia acaba de arrancar, ¿ya estás llegando?

Kerrick: Estamos tras bambalinas del escenario, todas las listas se encuentran aquí.

Mi pierna no dejaba de temblar mientras esperaba que contestara, así pasaron dos minutos y no hubo respuesta alguna, pero entonces pude notar que se conectó y al instante se desconectó, ignorando mi mensaje por completo.

Kerrick: No me jodas, acabo de ver que estabas en línea hace tan solo unos cuantos segundos, así que deja de ignorar los mensajes y responde rápido.

Aguardé casi un minuto hasta que mi mensaje se marcó como leído y él comenzara a escribir.

Blake: Al menos me hubiera gustado recibir un "Buenos días, ¿cómo amaneciste?", pero ni eso, qué frío, pareciera que la lista te importara más que yo.

En serio que las ganas de arrastrarlo por todo el instituto solo aumentan día tras día.

Kerrick: ¿En cuánto llegas? Ya falta poco para que presenten a las listas.

Blake: Tu frialdad traspasa la pantalla y me hace tiritar.

Blake: Y respecto a lo otro, lo siento. No creo que pueda llegar a tiempo, surgió un problema en la mañana que me hizo retrasar.

Kerrick: Se supone que acordamos estar todos presentes.

Blake: Lo sé, también estuve ahí ayer. Igual esto no afecta en nada, luego de receso nos reuniremos para ir a visitar los demás cursos.

Kerrick: Ok, como sea.

Blake: ¿Estás enojado?

Kerrick: No.

Blake: Parece que sí. Ese mensaje estuvo muy seco.

Kerrick: Pues mójalo.

Blake: ¿Seguimos hablando del mensaje?

Kerrick: ¿Ah? No te entiendo y ya me cansé de hablar contigo. Adiós.

Blake: Bah, todo mundo ama hablar conmigo, no lo niegues.

Me reí al leer su última contestación, pero de inmediato me detuve al sentir tres pares de ojos sobre mí, observándome curiosos por saber la razón de mi ahora adquirida tranquilidad, pues tan solo unos minutos atrás parecía que me quedaría sin pierna de tanto moverla por la impaciencia.

Pero tampoco podía hacer algo más, de nada serviría que siga muriéndome de nervios ahora que sé que no alcanzará a llegar. Si bien me hubiera gustado que nuestra lista se presentara completa, no tengo el poder para teletransportarlo de su auto hasta acá.

Lo único que me queda es soltar un leve suspiro cuando mis amigos parecen querer hablar. Estoy seguro que saldrán con alguna bobería como es habitual.

—¿Se puede saber con quién hablas? —se acercó la rubia con cautela y, en un pestañeo, intentó arrebatarme el celular, pero logré alejarlo—. Así que es con alguien importante porque ni siquiera me dejas ver, entiendo.

¿Qué cosas dice? Por supuesto que no es nadie importante. 

—Seguro que una chica por fin pudo llamar su atención —Nhoa me atrajo hacia él cruzando su brazo por mis hombros—, ¿verdad? No trates de ocultarlo.

¿De dónde acaba de sacar tremendo disparate? ¿Una chica que me atraiga? Ya quisiera que fuera así, sin embargo, muy a mi pesar, solo se trata de un pelinegro amargado que ama molestarme. Imposible que llame mi atención, solo es alguien que me provocará canas a tan corta edad.

—Por fin nuestro niño está creciendo —la dramática de mi amiga cubrió su boca con un asombro exagerado—, ya entró oficialmente en la etapa de las hormonas alborotadas y los primeros amores desenfrenados —fingió limpiar una lágrima de su rostro, mientras que los otros dos chicos intentaban no reír tan fuerte para llamar la atención de los demás alumnos que estaban alrededor.

Intento evitar con todas mis fuerzas que la sangre suba a mis mejillas, mas fracasó de forma estrepitosa. Siento poco a poco cómo aumenta el ardor en esas zonas, y todo por culpa de aquella insinuación.

No sirvo para ser adolescente.

—¿Será del colegio? —cuestionó dubitativo Sam, aunque parecía que fue un pensamiento que soltó sin querer.

—¡Kerrick Taylor Mills! —puse los ojos en blanco cuando Amy alzó la voz captando la curiosidad de los otros estudiantes, y también porque sabe muy bien que odio cuando me llaman por mi nombre completo—. ¿Acaso no he sido una grandiosa y espectacular mejor amiga para que no me hayas contado sobre tu primer amor y, sobre todo, que es de aquí?

Me quise morir cuando esos tres empezaron una discusión acerca de quién será la persona con la que conversaba, de qué paralelo era o si mismo pertenecía al instituto o era de otro lugar. Llegaron al punto de divagar sobre nuestro futuro, que tendríamos una delirante y bella historia de amor, la cual terminaría en un rompimiento que no podría superar en años.

—Solo estaba hablando con una gran molestia —sentencié, ellos de inmediato me regresaron a ver—, así que dejen de estar imaginado cosas tan absurdas y sin sentido alguno.

—Claro, no sabía que una gran molestia podría hacer reír a alguien de esa forma—comentó burlona la rubia—, ya me gustaría tener a mí a una molestia así.

Suspiré cansado porque los tres volvieron a reír cuando no pude dar una mejor respuesta o refutar a mi amiga.

Los iba a ignorar, pero entonces el maestro que se acercaba a nosotros captó mi atención.

—Buenos días, chicos —nos saludó asintiendo—. Kerrick, ¿podrías venir un momento, por favor?

Un tanto dudoso acepté. Nos alejamos unos cuantos pasos antes de que él comenzara a hablar.

—Quería informarte que Blake no los podrá acompañar en la presentación de listas, ya se acercó a mí y me explicó sus razones. Pero supuse que ustedes no sabrían y estarían esperándolo, así que decidí avisarte para evitar cualquier inconveniente después.

—Claro, no se preocupe —le sonrío con amabilidad por haberse tomado el tiempo—, él ya me contó.

—¿En serio? —la duda y sorpresa eran más que evidentes al momento de preguntar—. No pensé que él no tuviera problemas para hablar de ello.

Y esa última frase prendió una alarma en mí.

—¿Y cuándo se comunicó con usted? —indagué como si nada más fuera pura curiosidad.

—Hace veinte minutos se acercó.

Un momento, creo que acabo de escuchar mal o el coordinador se equivocó y quiso decir que hace veinte minutos Blake le escribió.

Claro, eso debe ser.

Porque ¿No se supone que hace tan solo cinco minutos seguía en camino hacia acá?

—Verdad, había olvidado que ya llegó hace rato.

—Sí, fue uno de los primeros en ocupar su puesto para la ceremonia.

Así que me mintió.

Eso era lo único que me repetía a cada rato, mientras esperábamos a entrar al escenario, mientras caminábamos por el piso de madera y nos posicionábamos en nuestro lugar, mientras mi mirada comenzó a buscar en la primera fila y lo encontró.

Realmente me mintió.

Se percató casi al instante de que lo estaba viendo, pues se fijó en donde me encontraba. Alzó su mano en forma de saludo, pero no respondí, y quizá presintió que algo andaba mal porque empezó a teclear en su celular, luego lo señaló y me apuntó.

Blake: Te recomendaría que pongas una expresión mucho más amigable para atraer a la mayor cantidad de alumnos, porque ahora mismo tu rostro dice "atrévete a mirarme y te rompo el cuello".

Lo único que hago es leer el mensaje, mas no hay ganas de siquiera responder.

Blake: ¿Has decidido ignorarme? Pero si no he hecho nada.

Blake: ¿Acaso estás enojado conmigo? ¿Por qué?

Blake: Si es por lo de hoy, ya te dije que me surgió un problema. Llegué unos segundos antes de que salieran al escenario, por eso no me les uní.

Y lo peor es que sigue mintiendo como si nada.

Blake: Qué infantil tu comportamiento, Kerrick.

Kerrick: Jódete.

Lo bloqueé de inmediato antes de que me llegara otro mensaje suyo. Aunque logré divisar su entrecejo arrugado sin entender el porqué de mi actuar, decidí hacer como si no estuviera allí.

Odio las mentiras.

Odio que alguien me mienta.

No soporto ni una ni otra.

Soy consciente de que la mentira es algo inherente al ser humano, tanto así como la felicidad o la tristeza. Sé que es una comparación tonta, pero mi punto es que todos hemos mentido alguna vez, ya sea con algo pequeño o mucho más complejo, ya sea para evitar grandes problemas o tener que exponer una razón que no quisiéramos que otros se enteren.

Tampoco puedo dármelas de santo porque también lo he hecho en reiteradas ocasiones. Sin embargo, siempre intento evitarlo o que, por lo menos, no sean nada tan importante.

Sí, quizás estoy exagerando y exageré hace unas horas cuando decidí bloquear al tonto pelinegro, porque quién sabe y tuvo un buen motivo para optar por no decirme la verdad, además que no debo olvidar cómo se sorprendió el coordinador al creer que Blake me contó su razón para no estar con nosotros.

No obstante, en el instante que me enteré y, sobre todo, cuando continúo con ello de forma tan descarada a pesar de que yo ya lo sabía (aunque él seguro ni se lo imaginaba), no conseguí que mi enojo mezclado con decepción se apoderara de mí.

Es muy probable que la palabra decepción pueda sonar muy fuerte, pues estamos hablando de alguien a quien apenas estoy conociendo y tampoco es como si tuviera una buena relación con él para que me afectara de alguna forma.

Pero todo se remonta a diferentes etapas en mi corta y triste vida:

La primera vez que descubrí cuánto puede destruir una mentira fue el mismo día que cumplía siete años. Me sentía demasiado feliz porque había muchos compañeros de clases que estaban allí celebrando junto a mí, e incluso mis padres no paraban de felicitarme y abrazarme. Y entonces, cuando iba en busca de mis cuatro mejores amigos en ese tiempo, logré escuchar a sus madres burlándose de mí, pero alentándolos a que sigan llevándose con aquel estúpido niño porque su apellido puede ser útil a futuro.

No terminaba de procesar muy bien las palabras de esas señoras, mas supe al instante que no eran buenas porque mi madre apareció por detrás y les gritó que se retiraran de la casa.

La segunda vez fue en gran parte mi culpa, o al menos así lo siento. Sucedió cuando tenía quince años, había dos chicos a los que volví a considerar mis amigos, así que ignoré el hecho de que siempre era yo la persona que pagaba por todo o quien debía prestarles dinero cuando se olvidaban el suyo (que era prácticamente siempre). Fui tonto por no aceptar lo obvio, pero en serio me obligaba a creer que me estimaban como amigo, al menos hasta que los escuché hablando mal de mí, riéndose por lo estúpido que era y cuán fácil podían sacarme el dinero.

En ese instante juré que no volvería a caer en algo así, mas me comí mis palabras y perdí mi dignidad, pues hace tan solo medio año atrás sucedió de nuevo.

No fue sobre amistad porque ya tenía a mi querido grupo de tontos, quienes me demostraron que sí hay personas sinceras. Se trató más desde un ángulo amoroso, aunque todavía no estoy del todo seguro si alguna vez existió ese sentimiento de mi parte, pero al menos sé que ella nunca sintió nada por mí.

Jane Smith fue la primera chica con la que quise intentar tener un noviazgo, sobre todo, porque cada persona a mi alrededor decía que no perdía nada intentándolo, que no debía cerrarme, pues quién sabía y terminaba enamorándome. Me esforcé de verdad, la consentí con detalles casi cada día, le daba su espacio cuando así lo requería, mis padres la conocieron y, aunque ahora me arrepiento, estaba planeando algo especial para formalizar nuestra relación.

¿Cuál fue mi gran sorpresa? El mismo día que me le iba a declarar, sin avisar, fui a buscarla para invitarla a salir un rato, pero la encuentro en la salida del instituto besando a otro chico.

Me dije a mí mismo que no podía enojarme porque no éramos nada, aunque los últimos cinco meses habíamos estado en la etapa de conocernos (incluidos besos). Sin embargo, la cereza del pastel fue su «no deberías estar celoso por ese niñato, sabes que solo sigo allí por los beneficios de su apellido, a ti es a quien amo».

Comprendí que, lamentablemente, la falsedad de las personas puede llegar a extremos que a veces ni imaginamos, al menos no un adolescente. Esos tres casos, junto a otros menos chocantes, fueron la principal razón para que una sola mentira consiga que la duda me carcoma y que la amargura y la frustración me invadan.

En fin, esto tampoco significa que voy a desbloquear al pelinegro o haré como si nada hubiera pasado, puesto que, al fin y al cabo, él me mintió de una forma muy descarada. No lo sé, creo que al menos debería disculparse con la lista, a pesar de que no quiera explicar sus motivos.

Exactamente faltan veinte minutos para que acabe la última clase del primer periodo, y si le agregamos los cuarenta del descanso, tendré que verle la cara a Blake en una hora.

Por favor, necesito de manera urgente que alguien venga y me saque de aquí, no importa cómo, pero que lo haga. Bueno, podría echarme a correr y no mirar atrás, luego les explicaría que surgió algo y debía volver a casa, que ellos se ocupen por hoy de la campaña.

Jo, de todos los escenarios y situaciones que había simulado en mi cabeza en los últimos minutos, sin mentir, fueron una perdida absoluta de tiempo y neuronas porque el chico frente a mí está actuando de una forma que ni siquiera llegué a considerar.

Quizá estoy volviendo a exagerar un poquito, tampoco es que me haya puesto a pensar demasiado en sus posibles reacciones, debido a que estaba muy convencido de cómo se comportaría al momento de encontrarnos. Era fiel creyente de que me ignoraría por completo, volviendo así a los primeros días que nos conocimos, cuando era aún más amargado y arrogante.

Pero no fue así, claro que no.

Desde su llegada a nuestra mesa pude sentir sobre mí su potente mirada, más que todo afilada como si estuviera listo para atacar, además que su entrecejo estaba arrugado.

Por mi parte, pues intenté hacerme el desatendido, como si no supiera por qué está así.

Pasamos al menos un cuarto de hora acordando lo que haremos una vez lleguemos a los diferentes cursos, quiénes hablarán y qué diremos para convencerlos. Todos aportan ideas, excepto el pelinegro que parece haber encontrado otro modo para hacerme notar su enfado, ya que no ha parado de lanzarme patadas muy bien disimuladas, exigiendo que le preste atención.

Querido cerebro, recuérdame nunca más volverle a hacer algo parecido a este chico con complejo de canguro, porque en serio se está comportando como un mocoso berrinchudo.

Me tomo unos segundos para respirar con tranquilidad, pero su nueva patada hace que alce mi mirada y, por primera vez, no la despeje de la suya.

Ninguno de los dos está dispuesto a ceder en esta guerra improvisada que hemos creado, es como si nuestro orgullo estuviera ahora mismo en juego.

O al menos eso creía hasta que con disimulo, para que nadie note que ambos hemos dejado de escuchar las indicaciones, levanta el celular y lo agita, luego puedo leer el ahora que dicen sus labios sin haber emitido sonido alguno.

Quiere que lo desbloqueé.

Ruedo los ojos para dejarle en claro lo molesto que está siendo, pero aun así, entro en su chat y cumplo con su pedido. Tan solo toma unos cuantos segundos para que aparezca el en línea y luego el escribiendo, lo que me hace ocultar una leve risa por su rapidez con la que sus dedos se mueven y su concentración en la pantalla del celular.

Pero vuelvo mi mirada hacia abajo debido a que acaba de llegarme un mensaje, sorprendiéndome porque eso fue más rápido de lo esperado.

Blake: Jódete tú.

Leo una, dos y tres veces el par de palabras que me envió. Comienzo a escribirle la respuesta del año que tanto merece, pero entonces me percato de que ya no puedo seguir.

«No puedes responder a esta conversación» me avisa su chat.

¿Será cabrón? Acaba de bloquearme.

Regreso a verlo y me encuentro con sus ojos posados en mí, sonríe de un lado desbordando indiferencia, me muestra el dedo del medio sin cambiar su expresión y termina desviando su mirada hacia los chicos, como si en verdad estuviera interesado en lo que están diciendo.

—¡Ahora eres tú quien está actuando de manera infantil! —alzo la voz con el fin de llamar su atención, pero termino captando el interés de mis amigos, quienes me ven sin entender qué pasa.

—¿Sucede algo? —Amy es la primera en preguntarme confundida.

—Seguro se acabó de fundir su última neurona, aunque tampoco habría gran cambio —el pelinegro indica de forma venenosa, mas me ignora.

Me siento ofendido cuando diviso que a quienes creía y consideraba mis amigos, en este preciso momento, están luchando por no soltar una carcajada. Son unos traidores de lo peor.

—Claro, para atacar sí hablas sin problema, ¿no? —vuelvo a cuestionarle, sin embargo, una vez más hace como si estuviera hablando con su mano, literalmente, pues tiene su palma levantada en frente de mí.

—¿Ahora por qué están discutiendo? —exclama ofuscada la rubia—. La última vez estaban llevándose bien y ahora no se han dicho nada, así que no entiendo de dónde surge el problema.

—Yo no tengo ningún problema —dice Blake y le regala una sonrisa a mi amiga, quien comienza a ponerse como un tomate—, es otra persona a la que le gusta gritar de la nada.

—Aquí el único culpable eres...

—A ver, parejita —Nhoa suelta con molestia para interrumpirme—, ya es momento de ir a los cursos, y debido a que ustedes son el presidente y el vicepresidente de la lista —nos señala a cada uno, pero nosotros estamos mirándolo furiosos por la manera en que nos llamó al principio (o al menos yo sí) —, deben lucir como si fueran los mejores amigos. Así que ya compórtense.

—Ni que tuviera tan malos gustos —comenta malicioso Blake, aunque alza los brazos como si no hubiese dicho nada cuando mi amigo lo regresa a ver.

—Eso lo debería decir yo... —me callo porque mi amiga cubrió mi boca con su mano, luce cansada por la discusión.

—Chicos, no deberíamos pelear —interviene por primera vez Sam, ofreciéndonos una sonrisa nerviosa—. Mejor apurémonos para no perder tiempo y visitar todos los paralelos que podamos.

Como si fuera la voz de la razón, todos asentimos y la tensión que había comienza a disminuir casi por completo.

Digo casi porque el pelinegro parece estar a punto de soltar otro comentario filoso, pero en ese justo momento, observo cómo Sam se acerca a él y coloca una mano en su hombro, llamando su atención y sonriéndole.

Blake le devuelve una pequeña sonrisa y suspira, parece relajado.

Los cuatro empiezan a dirigirse hacia el ascensor, mas mis pies siguen estáticos.

¿Qué sucedió hace solo unos segundos? ¿Cómo logró Sam aquella hazaña tan jodidamente complicada? Tenía entendido que no se conocían, pero ¿por qué parece que sí?

Dejo mis dudas a un lado cuando escuchó a Amy llamándome para que me apure.

Las dos horas de clases que teníamos para promocionar nuestra campaña pasan volando en un pestañeo. Si bien al principio el ambiente estaba algo pesado, con el transcurrir del tiempo este mejoró, ya que las risas y los comentarios no se hicieron esperar cada vez que salíamos de un curso. Aunque casi no interactué con uno de mis compañeros, el amargado, sí hubo uno que otro cruce de palabras amistosas.

Ay, debo admitir que la felicidad de esta mañana regresó mucho más fuerte, principalmente, porque los demás estudiantes lucían interesados, bromearon con nosotros, muchas chicas se emocionaron al ver a cierta persona (aunque también hubo chicos).

En conclusión, me atrevería a decir que conseguimos convencer a la mayoría.

Ahora mismo estoy algo inquieto, sin embargo, trato de ocultarlo mientras balanceo mis piernas, primero una y después la otra.

Doy un salto asustado cuando siento el frío invadir mi brazo, pero me relajo al fijarme en la botella que está extendida hacia mí. 

—No sabía qué comprar, entonces recordé que siempre pedías esto —la deja caer sobre mis manos y se sienta a un lado mío.

—Gracias —agradezco en casi un susurro sin despejar la mirada del té frío que tanto me gusta. De reojo lo miro asentir mientras destapa su gaseosa y le da un gran sorbo.

—¿Por qué te enojaste conmigo en la mañana? —cruza una pierna y coloca su codo sobre esta para poder sostener su cara con ayuda de su puño, sus ojos se fijan en mí.

No puedo creer que esos tres nos hayan obligado a sentarnos para arreglar nuestros problemas.

Suspiro antes de responder.

—Blake, tú habías llegado al instituto desde mucho antes, pero a pesar de ello, decidiste no aparecer con nosotros en la ceremonia —suelto rápidamente, regresándolo a ver—. Lo peor es que hayas decidido mentirnos como si nada.

Y por primera vez, al menos a esta distancia tan cercana, noto el cambio de su expresión segura a una de completa sorpresa. Su mirada rehúye de la mía y cae en sus manos, donde sus dedos comienzan a jugar con nerviosismo.

Él no esperaba esto.

—Así que, dime, ¿por qué mentiste? 

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