Quisiera estar contigo




Tres años atrás.

Era la mañana del 14 de febrero de 2016, Shoko corría con prisa en las concurridas calles citadinas, el ambiente griego daba un ligero calor a sus mejillas, ya se había retrasado para sus clases en la universidad, pero no pudo evitar parar en una tienda y comprar unas lindas y jugosas manzanas para su bicho favorito, era el complemento perfecto para su regalo de San Valentín, en especial porque desde hacía unos días sentía que debía disfrutar sus días con él al máximo, se albergaba un presentimiento en su corazón, y por primera vez en su vida, rogaba porque sus premoniciones no tuvieran nada que ver con la realidad.

Desde muy pequeña, la jovencita tenía sueños, que le otorgaban algunas visiones del futuro, a veces se cumplían al pie de la letra, como cuando se cayó de la bicibleta a los 11 años y rompió su par de jeans de mezclilla favoritos, otros no eran tan claros, pero daban imágenes de lo que podría pasar, por ejemplo cuando entrevió que su padre las dejaría solas a su madre, hermana y ella, al principio creyó que sería por su partida al otro mundo, sin embargo lo que ocurrió fue un desastroso divorcio.

Aunque no todo era malo en eso, una noche estuvo en su mente un hermoso muchacho de cabellos rebeldes azules, que la salvaba de un peligro inminente, y sin quererlo, se enamoró, del caballero de sus sueños, un mes después, Milo la rescató de un idiota que casi la atropella por intentar alcanzar el verde de un semáforo, así fue como conoció al perfecto y rebelde estudiante de medicina, todos los días estaba en sus pensamientos, con su alegre y un tanto berrinchuda forma de ser, no cabía duda, lo amaba, como nunca lo haría, pero últimamente, estaba teniendo una idea, que se hacía cada vez más fuerte, en él, se veía a ella misma, como un ente de luz, que abrazaba a Milo, sin que el griego la sintiera, le hablaba, sin que la escuchara, lo besaba, pero no respondía, sólo lo veía llorar desconsoladamente.

Lo anterior la tenía sumamente asustada, no podía dejarlo, NO QUERÍA, ¿entonces que significado tenía todo aquello?, odiaba ver a su querido doctor hundido en esa miseria, no encontraba la manera de verlo feliz, y después estaba la otra parte que entendía aun menos, al final, casi cuando despertaba, veía de espaldas a un hombre bellísimo de cabellos largos aquamarina, su presencia la reconfortaba y en Milo se acababan las lágrimas, ella con todo el cariño que le cabía en su pecho, sujetaba las manos de ambos y las unía, para hacerse a un lado después, lo que la hacía sentir libre, en paz.

Estaba claro que no tenía planeado terminar esa relación, no había nadie que adorara a Milo como ella, ¿entonces qué planes había ahí?, ¿quién era ese otro chico de sus sueños?, divagó demasiado en lo que le acontecía, que entró al campus de su Universidad tropezándose con todo el mundo, la Institución tenía un anexo para el nivel preescolar, primaria, secundaria y preparatoria, no por nada el Saint era lo mejor del país, Shoko seguía chocando, cuando la fuerza de gravedad le provocó que tirara las manzanas, la persona a la que lastimó hizo un ruido de molestia y le ayudó a recoger las frutas.

-Ey chica, ten más cuidado, toma tus cosas- Su voz era gélida, neutra y elegante.

-Si, claro, discúlpeme, son las frutas favoritas de mi novio, y ya se me hizo tarde, la profesora Marín me va a matar, yo, yo....

Shoko ya no pudo continuar, ese joven tenía el cabello del mismo color que el que aparecía en sus sueños, así que era él, y aunque no estaba dormida, una nueva premonición apareció en su cabeza, ella en un charco de sangre, a Milo destrozado, y a este hombre dándole un fuerte abrazo a su entonces novio, del cual emanaba un amor y una calidez impresionantes, de vuelta a la realidad, la pobre mujer comenzó a sentir que las lágrimas se desbordaban por sus ojos, mojando sus femeninas mejillas, así que iba a morir...no quería que el amor de su vida pasara sus días extrañándola, el que se encontraba a su lado, se preocupó, y suavizando su manera de hablar, se dirigió a ella.

-Oye, no es para tanto, solamente fue un tropiezo, no deberías llorar, mejor apresúrate a tus clases.

-Nuevamente perdón, ¿podría saber tu nombre?, no te he visto, ¿no estudias aquí verdad?

-No, yo soy un aspirante a profesor, vine a una entrevista, pero todavía no termino mi maestría en Ciencias de la Educación, espero que algún día se me permita enseñar aquí, mucho gusto, soy Camus de L'eau.

-El gusto es mío Camus, lograrás tu meta, ya verás, me despido, gracias, disculpa otra vez mi torpeza.

Shoko dejó a Camus con la palabra en la boca, él se quedó pensando en que algo grave debería estarle pasando a ella, para llorar por un par de manzanas regadas por el piso, por eso era mejor ser frío y mantener la compostura en todas las situaciones, siempre puntual y exacto.

Por otro lado la chica tenía una aguja clavada en su corazón, su don se había vuelto su maldición, ¿cómo podía aceptar lo que iba a pasar?, ¿cuándo sería?, ¿cuánto tiempo tenía?, de lo que si estaba segura, es que debía dejarle las suficientes pistas a Milo, para que luche por ser pleno, sin ella a su lado, lo había sentido, Camus era la salvación de su querido bichito, las visiones de un amor más grande del que tenía con ella en esos momentos desgarró su alma, pero no le importaba, deseaba que el que más amaba tuviera a su otra mitad a su lado, y de eso se encargaría.

Por la noche, al acabar con sus clases y sus tareas, Shoko corrió a la motocicleta que la estaba esperando, besó intensamente a su guapísimo novio, y partieron rumbo a su cafetería favorita, con la luz tenue más linda, y la música romántica que a ella le gustaba, un camarero se acercó a tomar su pedido.

-Yo quiero un helado de chocolate con crema por favor- Dijo la chica, realmente adoraba las cosas dulces, y ahora más que nunca necesitaba el azúcar.

-Para mi un café capuchino con crema de whiskey- Milo prefería las bebidas más calientes, con un toque de alcohol para relajar cada parte de su cuerpo.

El griego miraba a su novia con mucha atención, no sabía qué era, definitivamente estaba distinta, con la vista perdida, como si estuviera nerviosa, no le prestaba atención a sus anécdotas con Aioria, cuando siempre la hacían reír, decidió investigar.

-Cariño, ¿te pasa algo?

-He... no amor, nada, sólo quería decirte, que te amo y deseo que siempre seas feliz, Milo...tuve sueños otra vez...

-Shoko, sabes que eso no debe importarte, el destino es el que uno se forja- El chico Antares optó por un porte de seriedad, su novia no debía preocuparse con eso, ella fingió aceptarlo, pero él no lo notó.

-Tienes razón amor, ¿me disculpas?, voy al baño, de regreso podremos intercambiar nuestros regalos de aniversario y San Valentín al mismo tiempo.

Estaba claro que Milo la juzgaría si le contaba todo lo que le había pasado, no podía ser tan directa, no con ese asunto tan delicado, tendría que dejarle pistas, su novio era realmente terco y obstinado cuando se lo proponía; Ya dentro del baño buscó en su teléfono móvil, un fragmento de un autor francés muy reconocido: Albert Camus, escribió un fragmento de su obra, con su delicada letra en una hoja de papel, la dobló con cuidado, y la puso dentro del libro que le regalaría, al lado de un separador en forma de copo de nieve, qué curioso, ese separador lo compró sin pensar, y ahora entendía que tenía que ver con la fría personalidad de aquel con el que chocó por la mañana, todo estaba listo, sus premoniciones no eran equivocadas, aceptaría su destino, y en otra vida, esperaba reencarnar para nuevamente hacer feliz a Milo, no le importaba si era como amiga, por lo menos en esta tuvo la fortuna de probar sus labios.

Una sonrisa adornó a sus nuevas lágrimas, le haría caso de una u otra manera, y sin que él lo supiera, le estaba revelando el nombre de su verdadero amor, con la consigna de que no desista, era necesario que mantuviera encendido el fuego de su piel, de su espíritu, tenía que estar con Camus, sin sentirse culpable por dejarla ir...

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Los días y las noches pasaron más rápidas de los que todos esperaban, Camus se estaba recuperando de una manera maravillosa, algunas veces Aioria lo cuidaba, pero eran más los momentos que pasaba con Milo, para desgracia de ambos, los médicos siempre iban acompañados por un enfermero o enfermera, así que lo único que podían hacer era dedicarse miradas intensas, sonrisas cargadas de nerviosismo, palabras llenas de coquetería (por parte de Milo), y sonrojos que se presentaban sin previo aviso, delatando los apresurados latidos del corazón de ambos.

Se acercaba el 24 de diciembre, y con eso Noche Buena y Navidad, todo el Hospital estaba en preparativos para que el personal que se quedaría en guardia, y los pacientes, pasaran una velada preciosa, sin importar que estuvieran en un lugar en el que no siempre se dan buenas noticias, justamente, ese era el último día de convalecencia de Camus en "El Santuario", Dégel le había pedido a Milo que por favor hicieran todo lo posible para que dejaran salir a su hermano antes, Antares no logró contestar, Afrodita se apresuró a entrometerse en la conversación.

-¡De ninguna manera guapo!, tu hermano todavía no está bien, tiene que reponerse, anda, no te preocupes, aquí lo cuidaremos, podrás pasar a desearle felices fiestas, y en la mañana de Navidad ya lo tendrás dado de alta en tu casa, relaja ese lindo rostro.

-Siendo de ese modo... no tengo más que decir, muchas gracias por todo, no sé cómo pagarles el haber salvado a lo más valioso que tengo- Dégel se avergonzó un poco por los cumplidos de Dita, ese enfermero realmente era un caso, y logró transmitirle la confianza que necesitaba, tomó sus cosas y se alejó con un porte elegante, tal como su hermano, su fina cuna francesa se desprendía de su esencia en todo el pasillo, dejando a los profesionales de la salud en la puerta del consultorio de Milo, ambos entraron y tomaron asiento mientras bebían su tan acostumbrado café con canela.

-¡Ay, con un hombre así uno siente una tentación monstruosa de pecar!- El enfermero soltó un sonoro suspiro, mientras ponía las manos en su cara de forma soñadora.

-Oye Dita, ¿cómo dices eso?, vas a dejar a Ángelo con el corazón destrozado- Milo no paraba de reír, su amigo no tenía remedio, era un admirador empedernido de la belleza.

-Ay Mili, tú sabes que yo amo a mi Masky con todo mi ser, pero míralo, ese Dégel es tan hermoso, y su hermanito no se queda atrás, y ni me veas de ese modo, no creas que no he notado cómo se te cae la baba cada vez que lo baño en su cama, o le cambio el vendaje, prácticamente lo violas con la mirada.- El peliceleste miraba a su compañero de trabajo de una manera tanto divertida como acusadora, el griego por su parte casi se ahoga con el café, y empezó a toser fuertemente para recuperar el aire.

-¿Qué?, ¡No!, por Atena, ¿qué dices?, yo sólo lo veo de una manera profesional, no tiene nada que ver el que esté tan bien dotado por su genética...

-No digas mentiras Milo Antares, que te conozco muy bien , aunque Shaka, Aioria y mi Masky digan lo que digan, ellos no tienen esa habilidad como yo, para notar cuando alguno de ustedes idiotas está interesado en alguien más, y es muy obvio que te mueres por el paciente del cuarto número 11, pronto dejará de estar bajo tu responsabilidad, y la ética profesional no te impedirá a que por lo menos lo invites a salir, ya empiezo a creer que eres virgen nuevamente.

-No es eso Dita, está bien, me descubriste, si, me gusta, me encanta, nunca vi a alguien tan perfecto desde Shoko, es tan bello que cada que lo veo quiero llorar... ¿pero crees que alguien como él se fije en mi?, y por otro lado, aunque sé que no debería sentirme así, siento que de alguna manera estoy traicionando a mi linda niña, yo había jurado que no volvería a enamorarme de alguien más....- El médico se recostó en su escritorio tras esto último, apoyando su frente en la fría madera, Afrodita puso un semblante triste, no deseaba ver así a su amigo.

-Milo... ya han pasado tres años, no deberías sentirte así, te mereces una nueva oportunidad, y Shoko no tiene nada que reprocharte, al contrario, yo lo vi, fue increíble como el hombre más casanova de toda Atenas cayera ante los pies de una sola chica, fuiste el mejor novio que ella pudo tener, y estoy seguro que lo que más desea desde donde está es que seas feliz, aprovéchalo, además, debo decirte un secreto, aunque tú eres el médico de Camus, arreglé con las enfermeras para que nuestro bello ejemplar francés pasara la Noche Buena aquí, la realidad es que él podía irse esa misma mañana.- Dita cubrió graciosamente su boca con una de sus manos.

-¡¿Que tú hiciste qué?!- Milo se levantó de golpe de su silla, por poco y tira su taza favorita.

-No me digas nada bichejo, lo hice por ti, sabes que tenemos una cena aquí en el hospital y que Camus ya puede caminar, aunque sea invítalo a bailar.

-Lo intentaré...pero es que es tan perfecto...y creo que tiene novia, sin embargo, ¡rayos si quisiera estar con él!.- El peliazul nuevamente se desplomó en su silla, mientras Afrodita volvía a suspirar.

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En otro lado de la ciudad, en el café Rodorio,un lugar encantador, ambientado con música de rock y pop clásico, un rubio de cabello rebelde disfrutada de un rico frappé malteada, a pesar del frío, con una linda pelirroja, que ya se estaba convirtiendo en lo más parecido a una novia, aunque aún no hablaran oficialmente al respecto, la química que tenían era innegable, parecían sincronizados, ya habían salido en cuatro ocasiones, y esperaban seguirlo haciendo por mucho tiempo.

-¿En qué piensas?- Aioria le embarró un poco de crema batida a Marín en la nariz, mientras le sonreía con mucha ternura.

-En, nada...-La chica le devolvió la sonrisa de la misma manera.

-No te creo, anda cuéntame.

-Es sólo que quiero saber más de ti Aioria, me encanta estar contigo, pero quiero conocer más detalles de ti, deseo saber si dentro de esa mirada de león, puedo encontrar a un dulce gatito que sospecho eres.

-Bien, debo advertirte que puedo ser ambos, dependiendo de la situación, y cuando quieras te muestro al león sediento guapa.

-¡Aioria!, qué lindo, quieres que me desmaye.

-No estaría mal... ya en serio, pregúntame lo que quieras, no puedo negarte nada.

-Genial, empezaré..., ¿desde cuándo eres amigo de Milo, Ángelo, Dita y Shaka?

-Verás, aunque a Milo todavía no te lo presento con formalidad, te diré que casi de toda la vida, estudiamos juntos la preparatoria, y después la facultad de Medicina, Shaka y Ángelo se especializaron en otras cosas, pero por fortuna nuestro maestro Dohko nos aceptó a todos en su hospital por nuestros deslumbrantes desempeños, aunque te rías, si somos brillantes, sólo que no se nos nota, a Afrodita lo conocimos un poco después, y Ángelo se enamoró sin remedio, igual se adaptó a todos y ahora somos como una especie de tribu, son los mejores, a la par de mi hermano Aioros.

-Es una linda historia, ¿y tu primera vez en la intimidad?- Con esto el rostro de Aioria se cubrió de carmín, no se esperaba esa pregunta tan rápido, sin embargo le respondió como le prometió.

-Marín, chica curiosa, no sé como lo tomes pero...fue con Shaka.

-¡Con Shaka!, vaya, eso no me lo esperaba, realmente eres un león.

-Ya lo sé, no es tan difícil de imaginar, la verdad es que estuve enamorado de él muchos años, pero no temas, ese asunto ya está cerrado, fue una linda experiencia y seguimos siendo amigos, de hecho hace tiempo quisiera presentarle a alguien, ya debe dejar de meditar tanto, ¿no conoces a algún buen ejemplar?

-Lo dirás de broma, pero conozco a alguien en su misma situación y es perfecto para él, se llama Mu, son tan parecidos, que creo podrían llevarse bien, ¿qué dices?

-Acepto la misión linda amazona..., todo se llevará a cabo en la cena de Noche Vieja, para que inicien el año como se debe, mientras tanto, ¿irás en Noche Buena a verme al hospital?

-No me lo perdería por nada.

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La Noche Buena llegó, el menú en el Santuario era digno de un banquete, sin alcohol por respeto a los pacientes, pero si con mucha alegría, a las 6 de la tarde, Camus cerró su libro mientras se retiraba sus lentes de lectura, ya le había deseado a Dégel una feliz noche cuando lo vino a ver una hora antes, sus amigos de igual manera lo visitaron por la mañana, y Marín le dijo que ella también volvería para estar con el doctor Aioria, por lo que ahora sólo quedaba bañarse y ponerse la ropa deportiva azul marino ligera que le permitieron usar, por ser una ocasión especial, afortunadamente, ya podía valerse por si mismo, se habían acabado los molestos baños con esponja en su cama, lo único que le agradaba era la mirada del doctor Antares, se podía palpar el deseo... nunca se había sentido tan orgulloso de su belleza física como ahora, aún no lo decía en voz alta, pero se derretía por Milo, y si nadie se enteraba estaba bien, su estatus no se movería, por una vez se permetiría ser humano, y deleitaría su vista con su médico.

Comenzó a desvestirse, alejando esa molesta bata de hospital de una patada, mañana por fin podría irse a su casa, y disfrutar de sus vacaciones que tanta falta le hacían, entró a la regadera de su cuarto, abrió el grifo y dejó que el agua caliente relajara cada uno de sus músculos, mientras se enjabonaba, un griego cruzó por su mente, sus fuertes brazos, su masculino perfume, lo estaba volviendo loco, tanto, que despertó su intimidad, le dolía, le reclamaba unas caricias que aun no sentía en carne propia, y ahí estaba, imaginándoselo, recorriendo con sus labios para parte de su piel.

"-Camus, tienes que calmarte, es tu doctor, y todavía no se aclara lo de esa llamada..., de cualquier manera, quisiera estar con él."

Prefirió apresurarse, o terminaría masturbándose en un lugar nada apropiado, envolvió una toalla a su cintura y salió a la habitación, en ese momento tocaron a su puerta, y sin pensarlo mucho, anunció que podían entrar, total, en ese hospital ya no conocía la palabra privacidad, seguramente se trataba de alguna enfermera para darle sus últimos medicamentos, pero no fue así, por el umbral se asomó Milo, que tuvo que contener el aliento por tal espectáculo, estaba seguro que podría sangrarle la nariz en cualquier momento, a Camus aún le escurrían gotas de agua por su blanca piel, su cabello mojado parecía más largo y lacio de lo usual, lo cual le daba una apariencia sumamente sensual, sus ojos brillaban, y sus labios estaban rosados por el contacto con el agua caliente.

Por otro lado, el francés no se quedaba atrás en su asombro, Milo llevaba una vestimenta diferente bajo su bata de médico, una camisa rojo oscuro, perfectamente adornada por una corbata negra, pantalón de vestir y zapatos italianos impecables, también negros, de más está decir lo increíblemente sexy que se veía.

Ambos perdieron la respiración, Milo se acercó peligrosamente, embelesado, sacó una cápsula de un frasco, y se le introdujo lentamente en los labios al aquamarina, luego en un susurro le dijo "traga, cabe perfectamente en tu boca", Camus obedeció, no le hizo falta un vaso con agua, ese era el primer momento que tenían a solas en días.

-Vine a invitarte personalmente a la cena de Noche Buena, cada paciente tiene como anfritión a su médico de cabecera, y tú eres el único que me queda esta noche, tenemos una cita, o algo así...

-Cla..claro, en un momento estaré listo Doctor Antares...

-Dime Milo, nos vemos más tarde Camus...

El joven profesor respiro con normalidad en cuanto su doctor se alejó de la habitación, ¿En qué se estaba metiendo?, eso claramente sonó a una insinuación, quizá se estaba volviendo loco, pero no tenía el tiempo de averiguarlo, terminó de vestirse, se roció un poco de su perfume Ralph Lauren, y salió con dirección al comedor del hospital, los pasillos se veían alegres, acogedores en esa noche invernal.

Dentro del comedor las cosas se veían aun mejores, los adornos verde y rojos, eran adornados por las luces multicolocolores de las series navideñas, los villancicos daban un aura de fiesta, la comida olía deliciosa en las mesas, las tazas de chocolate humeantes y tibias en los lugares para cada uno, era una suerte muy grande para él que no fuera un paciente grave, y pudiera comer de todo, ya estaba listo, y ahí estaba él... dando instrucciones aquí y allá, su varonil y seductora voz resonaba en todo el lugar, Milo era tan atractivo, que hasta dolía verlo.

Sin darse cuenta Afrodita lo tomó de los hombros y lo invitó a pasar para que no se quedara solamente observando, Camus hizo caso y avanzaron juntos, Milo adornó su rostro con una sonrisa, y los saludó a ambos, pero al francés le dedicó una mirada más profunda, podrían haberse quedado toda la velada así, sin perder detalle de lo hermoso que se veía el otro, hasta que el chillido de Dita los despertó del ensueño.

-¡Miren nada más!, están parados bajo un muérdago, ya saben lo que significa, deben besarse, ¿verdad que no hay problema jefe Dohko?, Shaka, Aioria, Ange, tienen que hacerlo ¿no es cierto?, todos lo haremos en algún momento, pero ustedes abren la tradición - El bello enfermero había planeado eso con toda la ventaja que su posición en ese hospital se lo permitía, todos los aludidos rieron divertidos, y Dohko dio su autorización, igual sabía que algo así pasaría, al autorizar un muérdago, esos chicos realmente le alegraban el trabajo.

-¡Beso, beso, beso!- Aioria comenzó con los gritos, era tan contagioso que hasta Shaka le siguió la corriente.

Los involucrados voltearon sus cuerpos frente a frente, Camus contenía la respiración, a Milo le temblaban las piernas, el segundo fue el que se atrevió a dar el primer paso, y con galantería tomó la cintura del primero entre sus manos, la tensión sexual nuevamente hizo su aparición, y ambos sintieron la sangre bañar la piel de sus rostros, el francés apoyó sus manos en el fuerte pecho del griego, se sujetaron con suavidad.

-Déjame hacerlo... solamente un momento.... Camus.

-Ya no puedo negarme... Milo.

Y sin la necesidad de más palabras, ni permisos, Milo acercó su rostro al de su querido paciente, esta vez no habría nada que le permitiera besar esos labios con los que inconscientemente había soñado todas las noches anteriores, los deseaba con desesperación, con pasión, poco a poco sus bocas entraron en el íntimo contacto, el beso era tan dulce, suave, sus labios se acariciaron con lentitud, disfrutando de cada segundo y cada sensación que recorría deliciosamente sus espinas dorsales, cada poro de su piel transpiraba un elixir exquisito propio del amor, el fuego de su verano interno se manifestó, y en ambos pasó la idea de que ya lo habían hecho antes, miles de veces tal vez en otra vida, o en otros cuerpos, como si eso ya hubiera ocurrido, pasando diez segundos, se separaron sonrojados, respirando entrecortadamente, Camus bajó la cabeza avergonzado, y Milo no podía apartar sus ojos de él.

-¡Hey joven médico!, sólo era un pequeño beso, pero parece que se emocionaron.- Dohko reía con ganas, realmente sería una gran noche.

Los dos se sorprendieron, ¿realmente habían durado tanto besándose?, ni siquiera sintieron el paso del tiempo, las emociones ya eran innegables, que para tratar de ocultarlas un poco, voltearon a la puerta, con la esperanza de que algo distrajera a los demás de su arrebato que acababan de tener, y así fue, Marín apareció con un elegante vestido negro con medias y zapatos de tacón alto a juego, ella giró en su dirección y caminó con su femenino andar, saludó con un abrazo a Aioria, le dijo a éste un comentario en su oído y él asintió con suavidad, seguido a eso, avanzó y atrapó a Camus en otro abrazo.

-Cam, me alegro tanto de que ya estés bien.

-Gracias Marín, a mi también.

Camus correspondió el abrazo, y a Milo se le estrujó el corazón, ¿cómo podía ser tan iluso?, la sangre le hervía, y no sabía qué hacer, se retiró de golpe, y le dijo a sus amigos que iría un momento a su consultorio por algo que había olvidado, los demás se creyeron su excusa, pero Camus no, se disculpó con Marín dispuesto a seguirlo, necesitaba respuestas, y las necesitaba ya.


Continuará......................

Mil gracias por tu lectura, nos leemos pronto

Yare.

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