Camille
¿Qué es el éxito?, ¿cuál es la máxima cumbre de la autorrealización?, algunos dirán que es el dinero, la fama, los títulos, el amor, el estatus... pero de una forma más simplista y perfecta, el éxito es todo eso, y a la vez nada, depende de la perspectiva y proyecto de vida de cada mente, única e irrepetible, tal vez lo definiría como ver concretadas aquellas cosas que llevan a la senda de la felicidad, con ello, el éxito escapa de toda definición, que en nuestro esfuerzo humano y egoísta queremos encasillar en una sola praxis, escudándonos en unas cuantas frases que dictan un diccionario, así que no, no podemos decir que una persona es exitosa hasta hundirnos en el trasfondo de su experiencia, sus recuerdos, sus sentimientos, porque esta tendenciosa palabra tiene muchos rostros, y hay que poseer coraje para desenmascararlos todos.
Por lo anterior Camus se encontraba en una contienda para abrir una de sus puertas a esa dulce sensación de plenitud, preparado con hasta la más mínima arma de inteligencia para defender su tesis de doctorado, estaba listo para superar un reto, que no era de nadie más que de él. Lo necesitaba, porque esa individualidad que lo hacía crecer y trascender en el ser, era lo que compartiría de ahora en adelante con Milo, quien lo apoyaba como el más sincero de los aplausos, animándolo a estudiar, y cuidando de él cuando el sueño estaba a punto de vencerlo en medio de un montón de papeles con sus escritos de ecuaciones matemáticas, colocando tiernamente una almohada en el escritorio para que no se lastimara, revisando su salud cada día y cada noche, ensayando junto con él las posibles preguntas que le harían sus sinodales, con su expresión de asombro al conocer tantas cosas que en boca de su Cam le parecían fascinantes.
Después de su preciosa boda, y su hermosa luna de miel, acordaron que su vida no se absorbería en una fusión de personalidades, si no en un enriquecimiento de su autoconstrucción para ser grandes juntos, por eso Milo continuaba de una manera genial con su labor médica, apasionado como siempre en el campo de la medicina, y ahora le correspondía al joven francés acrecentar su propia definición de éxito, para ofrecer lo mismo, que con mucho cariño su griego le otorgaba.
Esa tarde era definitiva, su corazón le latía con fuerza, el nerviosismo desbocado inconscientemente en sus piernas era igual al impacto que produce la detonación de una bala a causa de la pólvora, con la corbata pulcramente atada, y el mejor de sus trajes de color negro, se presentó orgulloso a su examen recepcional, sus gafas de cristal eran como un escudo para su seguridad, en cuestión de segundos, repasó en su cerebro las horas interminables de lectura para llegar hasta ahí, y antes de comenzar, hizo un recuento instantáneo y gratificante de las personas que lo acompañaban en su momento de gloria profesional, sus queridos amigos, viejos y nuevos, sus padres, su hermano, y su Milo... que con la sonrisa más conciliadora y perfecta, le daba su ánimo en silencio, tocó con anhelo el anillo de matrimonio dorado en su dedo anular izquierdo, su alianza le daba fuerzas, coraje para enfrentarse a lo que fuera.
El público y sus superiores en la cátedra tomaron asiento, las luces de la sala de juntas de la sección Universitaria del Instituto Saint se enfocaron en él intimidantes, como si también lo juzgaran con su inquisidora luminiscencia, el momento de la verdad había llegado, y las sabias palabras adquiridas con su esfuerzo brotaron de sus labios, los nombres de los genios en los que se apoyaba eran como otros estandartes de sus argumentos, Galileo, Newton, Einstein, Hubble, Gamow, Hawking, iban de la mano con él cuando términos como materia oscura, astrofísica, teoría del big bang, inflación cósmica, nucleosíntesis primoridial, cosmología, eran fuertemente cuestionados por aquellos que determinarían si merecía ser llamado Doctor o no, el profesor desviaba y contestaba elocuentemente a todos los interrogatorios, agotando así las posibilidades de sus dictaminadores de desestabilizarlo, dejando muy en claro su alto coeficiente intelectual, y su capacidad como científico.
Al término de la presentación, el mundo académico de la Física Teórica estaba a los pies de Camus de L'eau, sus maestros estaban orgullosos, al igual que sus amigos y familia, pero Milo... él estaba rebosante de cariño y admiración, adorando con sus propias manos el sueño de su Cam, calificándose a sí mismo como su máximo fanático, amando en secreto todas las cosas que podían enseñarse el uno al otro, y esperando con ansias seguir descubriendo cosas nuevas a su lado. Con una tenue sonrisa en sus labios, el aquamarina se doblegó un poco ante sus emociones cuando le solicitaron amablemente que terminara su presentación leyendo las reflexiones y dedicatorias finales de su tesis.
-Respetable jurado y acompañantes, deseo terminar con unas palabras de alguien a quien le apasionó la divulgación científica tanto como a mi, Carl Sagan tuvo un sueño, de que la humanidad se enamorara de la ciencia como lo hice yo, "El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue, y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer (...)", esa misma sensación, tal como lo dijo Carl, me motivará en dirigir mis investigaciones en pro de mis semejantes... y para ti... que sabes perfectamente quién eres, te agradezco por estar, por coincidir, y por permanecer: "En la vastedad del espacio, y en la inmensidad del tiempo, mi alegría es compartir un planeta y una época contigo (...)".
Era imposible que alguien en ese recinto confundiera el destino de la última declaratoria, la mirada profunda e intensa de Camus que no enfocaba a nadie más que a Milo, desencadenó un instante de amor presenciado por todos, el peliazul no contenía su semblante alegre, y sin emitir un sólo sonido, articulando un leve movimiento de labios, le dijo en la distancia un "te amo", un juicio sencillo, que escondía en su interior su propio universo, su cosmos.
El dictamen aprobatorio con mención honorífica era obvio, pero aún así se sintió enérgico, como alcanzar la cima del Everest cuando rindió su protesta y firmó su acta de examen, las felicitaciones y las fotografías con los presentes, estaban alagando a Camus como se merecía, su momento de brillar fue mágico, y más aún con la compañía de su esposo, qué bien se sentía decirlo, que no paraba de abrazarlo y darle pequeños besos, susurrándole las más dulces frases en su oído, quizá su éxito había sido alcanzado.
Sin embargo, el festejo posterior al evento fue cancelado abruptamente, el vino blanco quedó intacto en las copas, las conversaciones cesaron, porque Marín ya no estaba en condiciones de estar ahí, el tercer trimestre de embarazo le pasó dolorosamente la factura, el bebé Leo estaba a punto de nacer, ella fuerte como ninguna mujer, se aferró a la voluntad que le quedaba por traer a su hijo al mundo, con un Aioria casi desmayado de la impresión y en parte por la alegría, era tarea de Milo apelar a su profesionalismo y atender ese parto, Camus lo comprendió al instante, así como él, su peliazul tenía que situarse en la cima de su éxito como Doctor, con los pacientes que necesitaban de él, le regaló una mirada conciliadora, un tierno abrazo, y una motivación.
-Lo comprendo mon amour, ve, cuida de mi amiga, de tu amigo, de su hijo, y hazme sentir orgulloso de estar casado con el médico más capaz e inteligente, eres el mejor, y yo estaré esperando cuando salgas a decirnos que todo salió bien, gracias a ti.
-Cammie, festejaremos esto, lo prometo, y no, gracias a ti, esa dedicatoria fue... espectacular, nunca dejaré de quererte.
Milo besó cariñosamente el dorso de la mano de Camus, en una forma galante y seductora, que le decía todo lo que lo deseaba, lo que lo amaba, sonrojándolo como siempre y sintiéndose como la primera vez que lo hizo. Los autos atravesaron el tráfico como si fueran una manada de lobos, las risas nerviosas, las constantes llamadas a quienes hacían falta en el hospital ocuparon el resto de la tarde y parte de la noche, aguardando buenas noticias, y un Aioria regañado continuamente en la sala de parto por un muy divertido Milo y un neurótico Afrofita, que intentaban centrarse en hacer que Marín no se desvaneciera en cada contracción.
Las horas pasaron, y la alegre buena nueva fue anunciada, el pequeño bebé Seiya ya estaba con ellos, Dohko llamó a Shion para decirle el acontecimiento, el director de Instituto Saint sintió una calidez en su alma, su deber con Atena estaba hecho, sus caballeros eran felices, después de todas esas sangrientas guerras.
Cuando la pelirroja estuvo en condiciones de recibir visitas, al primero que deseó ver fue a Camus, con intenciones de agradecerle más que nunca, el salvarla de un destino funesto, ese viernes por la tarde en el campus, le cambió la vida a todos, y ahora el diminuto bulto envuelto en una frazada azul cielo se lo confirmaba desde la cuna transparente.
-¿Quieres abrazarlo Cam?
-¿Qué?, ¡no Marín!, nunca en mi vida he abrazado a un niño, mucho menos a un bebé, es más al único que abrazo es a Milo, y con trabajo a mi hermano o mi madre.
-Ay Camus, yo sé que a Milo no sólo lo abrazas, y perdona que me ría, pero anda, hazlo, necesito ayuda, yo no puedo ir por él, y necesito darle de comer.
-Esta bien, te lo pasaré, pero será la única vez.
-Si, yo confío en ti.
El aquamarina se aproximó sonrojado hasta el bebé, avergonzado por el doble sentido en las palabras de su amiga, sin querer revivió en su memoria la forma en la que Milo lo compensó en la cama después de atender el parto de Marín, pero de repente, como el estruendo de un rayo, inesperada y tajantemente, su mente quedó en blanco cuando tomó en brazos a ese pequeño, su tibia temperatura, y su aroma comparable a los suaves algodones de azúcar nublaron sus sentidos, la bellísima canción de cuna que le cantaba su nana se apoderó de sus recuerdos más remotos, el tenue compás de la respiración de esa nueva vida le dio esperanza, y una ternura diferente, no era igual a ninguna que hubiera experimentado antes, no, esta era especial, al imaginar que ese minúsculo ser humano era tan indefenso, provocando en su interior un instinto por protegerlo, como noqueado, se lo pasó a su madre que con cuidado comenzó a amamantarlo, la visión en sí era magnética, sin un sólo rastro de otra emoción que no fuera enternecedora.
-Camus, ¿Milo y tú no piensan en tener hijos?
-No lo sé...
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La interrogante de Marín le daba vueltas en la cabeza, constante, no había mañana, tarde o noche que no lo atormentara, en su vida actual poseía cosas hermosas, un esposo increíble, que amaba con todas sus fuerzas, su carrera profesional iba en ascenso, tal vez hasta se atrevería a soñar con un Premio Nobel para su vejez, se alegraba porque sus amigos y hermano estuvieran bien en sus propias relaciones, y su hogar, que residía en la persona que más amaba, era todo lo que podía desear, pero algo, algo le faltaba..., ¿qué era?, en su interior, presentía que tenía una misión más que cumplir.
Camus nunca le comentó a Milo el deseo de ser padre, porque francamente no lo sentía, sin embargo a causa de su impacto al cargar el bebé de su amiga, su cordura le estaba fallando, y comenzaba a dudar, estaba tan distraído empacando su maleta para irse unos días de retiro al bosque con su esposo y todos sus compañeros, que sin querer metió dentro de la valija el control remoto de la televisión, acción que a su amado Doctor no pasó desapercibido, su sensual y masculina risa lo trajo de vuelta a la tierra, sonrojado y con su típica expresión de enojo cuando algo le salía mal, trató de mantener la poca dignidad que le quedaba intacta.
Milo en ese tiempo de casados, aprendió a ser más prudente, claro que había notado cómo Camus chocaba con el más simple objeto, excusando su torpeza con que su nueva casa era más grande que sus departamentos, y con muebles que no eran de su gusto minimalista y sobrio, también como duraba minutos sin parpadear con la taza de té verde a punto de derramarse, o de las palabras que decía en tono muy bajo cuando se quedaba dormido, su bello profesor sólo repetía la palabra bebé, y el peliazul no podía estar más eufórico con la idea, su amor le alcanzaba y sobraba para mucho más, imaginar a Camus arrullando a una hermosa bebita de los dos, le hacía dar un vuelco a su corazón, pero atendiendo a la seriedad de su marido, estaba esperando a que él fuera el que se lo propusiera, deseaba que se diera cuenta solo, mientras tanto él aguardaría por compartir su alegría, y su total apoyo y acuerdo, porque en esta situación su precioso galo no era tan intuitivo.
Cuando estuvieron listos, partieron de su propiedad en la zona residencial de Atenas en el Audi azul eléctrico de Milo con destino a las montañas, el panorama de la ciudad poco a poco se perdía entre las carreteras solitarias, con el pavimento gris contrastando con el paisaje verde del camino, y el próximo amanecer como su único acompañante; La antigua orden dorada tenía un campamento, por órdenes de Shion, para limar asperezas con el pasado, y ser de nuevo amigos en esa oportunidad de vida que les otorgó Atena, por lo que el rencor del peliazul para con Saga estaba más que superado.
Después de conducir un par de horas, tomando chocolate caliente en sus termos de viaje, uno con la constelación de escorpio y otro con la de acuario, escuchando música clásica a petición de Camus, charlando y divirtiéndose como los cómplices que eran, el matrimonio Antares-de L'eau llegaron al destino reservado por el viejo patriarca. El lugar no era un simple campamento, si no un resort de cabañas, con opciones a hacer actividades al aire libre, como caminatas, canotaje y fogatas recreativas, además de tener los lugares para dormir distribuidos conscientemente por Shion, ya que Dohko quería jugarles una broma y separar a todas las parejas, afortunadamente, todo quedó como debía ser, Mu y Shaka, Ángelo y Afrodita, Aioros y Shura, Milo y Camus, Dohko y Shion, los únicos que estaban con un amigo, y porque sus parejas estaban lejos eran Aioria y Aldebarán, y finalmente Saga y Kanon.
La mañana la utilizaron en desempacar y reconocer la zona montañosa, el aire fresco con olor a los árboles de pino, cedro y eucalipto, impregnaba el ambiente de un aura relajante y fría, la humedad del suelo, desprendiendo ese mágico aroma a tierra mojada por una reciente lluvia milagrosa, fundiéndose con el polvo en una suave alfombra de la naturaleza, las hojas deshaciéndose en la suela de sus botas, y la textura rugosa de los troncos combinaba exquisitamente con la danza de colores verde, café y amarillo, con las copas de esos memoriales bosques cubriendo la inmensidad del cielo, que se movían en armonía con el señorial vuelo de las aves.
En medio de esa excursión distinguieron también una cueva, que seguramente los osos negros usaban como refugio cuando caía la noche estrellada de luna llena, la interesante forma del relieve de las rocas era un atrayente natural al cual Camus se quedó largo tiempo analizando, pero fue interrumpido por Milo que lo alagaba por su forma de vestir, y alejándolo del lugar, para alcanzar a los demás, en medio de sus pasos, el francés tomó a su amado Doctor por el brazo, para estar más cerca de su cuerpo, disfrutando de estar ahí, sin prisas, y sin preocuparse por lo que fuera a suceder más adelante.
-Cammie, no es justo que seas tan sexy, esa camisa de franela, tus jeans rotos, tus botas, te ves tan distinto a como vistes en Atenas, me provocas mucho sabes...
-Milo, por si no te has dado cuenta, visto exactamente igual a ti, tú me compraste esta ropa para venir, ¿te acuerdas?, sólo te tomaste la molestia de que mi camisa fuera roja y la tuya amarilla.
-Ey, dame crédito, por lo menos son a cuadros, así nos vemos geniales, además con todo eso y la reencarnación, quién sabe y en otra vida yo fui rubio y tú pelirrojo.
-No me sorprendería, y volviendo al punto inicial, ¿por qué te querías vestir igual que yo?
-Para notarnos como la feliz pareja de esposos que somos, causar envidias y eso, y desabotonar con mi boca esa camisa, esta noche...
-Deja de seducirme en medio del bosque y con todos nuestros compañeros cerca.
-¡Ay!, le quitas la diversión a todo, en la noche nos arreglamos en nuestra cabaña...
-Tonto y venenoso bicho...
La amenaza de Milo fue cumplida, en medio del calor emanado por la chimenea que hacía crujir en el fuego, los troncos que se convertían en cenizas gracias a las ardientes llamas, que era muy similares al efecto de sus sugerentes toques, su piel desnuda destilaba un aroma a pasión, lujuria, y entrega... con sus labios recorriendo el espacio más íntimo, dando besos en los sitios más erógenos y privados, causando el placer más inaudito, que los hacía unirse cada vez más,en medio de sus piernas, y en la humedad caliente de sus sexos brillantes por su lubricación, signo indiscutible de la excitación, rozándose a veces suave, lento, y otras fuerte, rápido, fogoso, la senda entre la cordura y la sensualidad de la carne fue saltada, y no quedaba más que una sinfonía de suspiros y palabras cargadas de deseo, que les nublaba el juicio, cuando derramaban su semen en el otro, en medio de su sudor y su orgasmo, endulzado por un abrazo íntimo e interminable en las últimas oleadas de sensibilidad sexual, de suaves caricias y de frases de amor dignas del más romántico de los poetas, ahí, acostados en la cama, con la blanca sábana como mero pretexto de un resto de pudor que ya sobraba, el peliazul recitó de memoria un fragmento de una obra del Marqués de Sade a su Cammie, apoyándose en sus brazos para no asfixiarlo, dándole cortos besos cada vez que tomaba aire para respirar y agradecer al destino por la más afortunada de sus suertes.
-"Vamos a darnos indiscriminadamente a todo lo que sugieren nuestras pasiones, y siempre seremos felices. La conciencia no es la voz de la naturaleza, sino sólo la voz de nuestros prejuicios".
-"Justine"... no tenía idea de que leías algo tan... sugerente...
-Quiero que tengas una idea clara de las sensaciones que me provocas, para mi, no hay mejor momento que este, sin barreras entre nosotros, me haces sentir completo.
-¿En serio Milo?, ¿yo te soy suficiente?
La mirada de Camus expresó mucho más que su voz, parecía un verdadero llamado de auxilio de una forma indirecta, le estaba preguntando si en ese hogar, que habían formado ambos, había cabida para algo más, un esfuerzo extra de sus más lindas proyecciones, Milo, tomó a Camus por el mentón, y le dio un beso en su frente, dispuesto a aclarar sus dudas y disipar sus temores.
-No entiendo por qué me lo preguntas, cuando yo responderé que si, una y otra vez, hasta que te canses, hasta que me quede sin aliento, es más, no es que me seas suficiente, nunca tendré un momento donde yo diga "basta de Camus" no..., siempre volveré a ti, te quiero tanto, que mi amor, alcanzaría para cualquiera, hasta para algo más.
-¿Me estás insinuando que...?
-Te he escuchado decir bebé entre sueños...
-Milo, no sé, en mi interior, en mi alma, creo que tenemos una misión más, pero no podría llevarla a cabo si no estás de acuerdo.
-Cam, contigo, todo, y lo que sea, somos un equipo.
-Entonces todo a su tiempo, no digo que sea ahora.
-Claro, cuando estemos listos...
En el interior de esa cabaña de madera, estaba por reanudarse una insólita batalla donde no existía un perdedor, pero el estruendo de un potente relámpago arruinó la energía eléctrica, dejando como única fuente de luz a la chimenea, Milo opinó que eso era aún mejor, ya que el sonido de la lluvia era un acompañante perfecto a su juicio para hacer el amor, sin embargo unos golpes seguros y firmes a su puerta los distrajeron de su nueva entrega, por lo que el peliazul enredó la sábana blanca a su cintura para tapar un poco su virilidad, para atender al inesperado visitante. La puerta de madera chilló a causa del clásico movimiento de las bisagras metálicas, encontrándose de frente con Aioria que lo miró con una ceja levantada, y una cara fingida de asco.
-Vístete bicho, qué desagradable.
-¡Ay por favor!, si es de lo mejor que has visto maldito gato, ¿qué es lo que quieres?
-Shion nos quiere para que ayudemos a los empleados a reparar el poste averiado de luz, Dohko no debió decirle que siempre hacemos esto cuando el hospital falla en la instalación eléctrica, ese maldito curso en la preparatoria nos perseguirá por siempre.
-Rayos, ni hablar, el patriarca siempre será el patriarca, no entiendo por qué no manda a su hijito, seguro no quiere molestarlo en su lecho de amor con nuestra barbie favorita, permite que me cambie y voy.
-Aquí te espero, y a Shaka no le gusta que le digas así.
-Tiene que aguantarse.
Las carcajadas de ambos le quitaron tensión a la situación, y mientras Camus observaba desde el cristal de la ventana a Milo y Aioria alejarse, sintió una corazonada, un sentimiento inexplicable le hizo pensar en aquella cueva que vio en la tarde, que alcanzaba a ver con dificultad desde su cabaña, por un instante se le olvidó que su esposo también estaba de acuerdo en tener hijos algún día, dejando su dicha para otro momento, las nubes negras de tormenta, que impedían ver cualquier estrella atrevida del firmamento, se conglomeraban amenazantes, con esa tétrica pero atrayente tonada de truenos y rayos, que solamente consiguieron con su oscuridad agrandar un destello dorado dorado proveniente de esa guarida de osos, sentía un deseo obsesivo por ir ahí, algo lo estaba llamando, una cosa fuera de este mundo, incluso de este universo, lo atraía de una manera que solamente un Dios sería capaz de hacer.
Sus piernas le temblaban por la impaciencia, no era capaz de esperar a que Milo regresara, estaba a punto de volverse un demente, le aterró pensar en palabras como esquizofrenia, psicosis o algo peor, pero tenía que ir, a pesar de las primeras gotas de agua fría que se escuchaban a través del techo, se vistió rápidamente con la ropa de esa tarde, más una chaqueta de mezclilla con gorra de tela negra, y sin tomar siquiera las llaves se fue, sus pies no le respondían y corrían por inercia, el agua empapaba su cuerpo a cada metro que recorría, el bosque parecía todavía más grande de noche, pero no le importaba, un cálido cosmos se hacía cada vez más real y más grande, la belleza de ese destello dorado ahora era abrumadora, quitaba con sus manos desnudas a toda rama que se le atravesara, provocándole diminutos cortes en su piel, a lo cual solamente se limitaba a limpiar la sangre que salía en su ropa.
Por fin llegó a la entrada de la cueva, su agitada respiración era visible en el vapor que se desprendía de su boca, se apoyó en sus rodillas, tratando de recuperarse un poco, pero no lo conseguía, sus lágrimas se confundían con las gotas de lluvia, en un implacable choque contra ese suelo. No era posible... no después de tanto tiempo, separados de ella por la desgracia, sentirla cerca otra vez..., ¿cuántos años?, ¿cuántas vidas?
-Mi señora...
Su voz no parecía propia, le era ajena, extraña, no se sentía a la altura de estar ahí, tocó con fuerza su pecho, tratando de buscar algún signo de que había muerto, solamente así estaría seguro de poder verla, pero no era así, se encontraba más vivo que nunca, con la alegría desbordándose por cada poro de su cuerpo, y pronto comprendió que no era el único que lo estaba sintiendo, sin embargo si fue el primero, porque cuando llegó no había nadie más, poco a poco sus compañeros se agruparon en el mismo estado de shock, era ella...
Shion se abrió paso entre sus caballeros, con un paso firme, parecía que él y Dohko eran los únicos que podían mantener su boca cerrada, y su mirada tranquila, Camus no estaba entendiendo, pero se imaginaba lo que se venía, tal vez existía una nueva amenaza, y era su deber cumplir con la seguridad de la Tierra y de todos los seres que la habitaban, aunque las palabras del lemuriano, no iban precisamente por ese rumbo.
-Caballeros, aquí hay alguien que ustedes conocen muy bien, y que aguarda verlos, en su antigua reencarnación el encargado de protegerla fue Aioros, ahora... ella decidirá a su nuevo protector.
No fue necesario que se dijera más, el cosmos hablaba por ellos, y por un llamado magnético, que conectaba la atención de todos en el caballero del signo de Acuario, que avanzó lentamente, los demás se quedaron expectantes cuando vieron que Camus tomó con decisión la mano de Milo, para caminar juntos hasta la cueva, como si pisaran tierra sagrada, el silencio reinó el lugar, hasta que un quejido, seguido por un adorable llanto conmovió sus espíritus, era tal y como la recordaban, aunque fuera un bebé, la pequeña niña que reposaba en una blanca cobija tenía esos mismos ojos azules, y cabellos de un raro y hermoso color lila, sus bracitos se alzaron cuando enfocó en su campo de visión al aquamarina, que con mucho cariño la recibió en su regazo, con eso, esa bebita de rosadas mejillas, y una lidisima sonrisa se acurrucó en el pecho del que la cargaba, Milo al igual que Camus lloraban de alegría pues su devoción no había cambiado en lo más mínino, por fin estaban con ella.
Al igual que como entraron, se retiraron de ese recinto de piedra volcánica, para ser recibidos por sus compañeros que estaban de rodillas, ante la divinidad de la presencia que se encontraba con ellos, Shion sonrió como pocas veces lo hacía, y les indicó con un gesto a Camus y a Milo que se acercaran a él, cuando lo hicieron, unió una palma del peliazul, con la que le quedaba un poco libre al aquamarina.
-Atena, los a elegido... es su deber protegerla... como su hija..., no se alarmen, les hablo en general, la venida al mundo de nuestra Diosa no es por una desventura, no, ella quiere ser feliz como ustedes, y experimentar de nuevo el amor que se convirtió en su ideal de lucha, su favor para con nosotros, y su bendición siempre estará, por el valioso sentimiento que somos capaces de experimentar.
Milo cargó a la bebé y abrazó a Camus con su otro brazo, después de todo no tendrían que esperar para poder tener su familia completa, su alma era más que bendecida, y ahora tenía un nuevo motivo para ser una gran persona, su amor, y su preciosa niña, por otra parte, el galo repasó el sentimiento que albergaba en su alma, cuando en un principio se creía incapaz de sentir un amor tan profundo y sincero, qué equivocado estaba..., sus cavilaciones se cortaron de tajo ante una muy interesante pregunta por parte de Ángelo.
-Señor patriarca, todos estamos felices de la vuelta de la señorita Atena... ¿pero cómo vamos a llamarla?, no podemos decirle por su nombre de Diosa.
-Diles Dohko...
-Si Shion, chicos, verán, si por nosotros fuera, obviamente la llamaríamos Sasha, Dégel, Kardia, y nuestros otros compañeros estarían felices por eso, y claro, si se trata de ustedes, estoy seguro que prefieren decirle Saori, porque fue como la conocieron, pero tomen en cuenta que esta también es su nueva vida, no podemos decidir por ella, será Atena, la que por medio de su cosmos nos revele sus deseos.
Los presentes cerraron sus ojos para sentir más de cerca la voluntad de su Diosa, sonrieron para sus adentros al experimentar sus sentidos inundados por tan cálido cosmos, esperando por una única palabra, que llegó hasta ellos en un dulce susurro.
-Camille...
Los hombres reunidos abrieron sus ojos de golpe, sus párpados se quedaron fijos en su lugar, Milo y Camus por su parte se miraron intensamente el uno al otro, ese era un nombre francés, y una clara combinación de los suyos, ¡Atena había elegido tomarlos para su nueva familia en todos los sentidos!, la voz confundida de Shion llamó la atención de todos.
-Camille, qué raro, ella siempre había preferido los nombres con "S".
-Te cuidaremos siempre preciosa, tu papá Milo, y yo..., daremos la vida por ti...
FIN...
Comentarios: Chicas y chicos, ahora si es el fin, de verdad que estoy muy agradecida con todos ustedes que me leyeron, quisiera tener las palabras más adecuadas para decirles que sin sus votos y comentarios no habría sido lo mismo, quiero que sepan que yo también me emocioné al saber lo que pensaban, me divertía muchísimo al leer sus ocurrencias, sus felicitaciones y sus buenos deseos, esas notificaciones en mi celular eran maravillosas, me daba un mini salto en el corazón al ver la pantalla iluminada. Sólo les pido un último favor, que no se vayan todavía, porque nos queda un epílogo, se han imaginado a un tío celoso como Kardia, a un cariñoso Dégel enseñando a caminar a Camille, o a Milo y Camus como papás, más un plus de curiosidades, yo sé que si, por eso no se pierdan el siguiente y último capítulo, más adelante pondré los especiales que tenía pendientes, finalmente, les aplaudo desde la distancia.
Gracias totales, como diría Gustavo Cerati
Nos leemos pronto, un abrazo y seguiremos por aquí, Yare.
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