Beso francés
Advertencia: Capítulo con contenido adulto, lee bajo tu propia responsabilidad, sin más que decir, disfruta mucho tu lectura, y gracias por llegar hasta aquí, sin tus visitas, comentarios y votos, esto no sería posible.
Un trotamundos va por las naciones, sin estar demasiado tiempo en ninguna, abandonar tu patria puede resultar desastroso si no estás preparado para la libertad que conlleva, romper ataduras de tus recuerdos infantiles, dejando huella en la arena, que a la vez se borra con el viento, en la más leve de las brisas, estar lejos... para encontrarte a ti mismo, irse... sin saber si encontrarás un nuevo hogar, con la incertidumbre arrebatadora de conocer cosas nuevas, algunos argumentan que hace falta tener la osadía de no tener vínculos, o vivir con el corazón en estado de pausa, o tal vez en un constante instinto de huida, así fue como Camus migró de Francia a Grecia, corriendo contra reloj para dejar atrás el mal sabor de boca que le dejaron sus grises e insípidas experiencias en su patria.
Buscando desesperadamente la paz que aparentaba en su imagen puramente intelectual, en compañía de la única persona que admiraba en la imagen perfecta de su hermano mayor, sin embargo, no se puede escapar de lo inevitable, encontró buenos amigos, bellas tardes en su compañía, bebiendo vino, disfrutando de los vientos que acariciaban su rostro, del calor que emanaban los colores del cielo, de las plantas, la vibrante energía de las flores, la tranquilidad de su té verde por las mañanas, y sobre todo, lo encontró a él, a su máxima victoria sobre el amor, y sobre sus propios prejuicios, Milo le arrebató más que un suspiro, y lo llevó más lejos que una ilusión, confirmándole, que su hogar estaría con su persona más amada.
Era real, el tenerlo junto a él, en la intimidad de su alcoba, rodeado de su exquisito perfume, enloqueciendo sus hormonas con cada beso, entregándole el alma cada vez que se volvían uno, en los momentos como ese, en los que hacían ardientemente el amor, donde sus manos cobraban vida propia, recorriendo cada espacio de la piel del otro, tocando, acariciando, sintiendo, delirando... con sus cabellos enredados y mezclados sin orden, obedeciendo únicamente al descaro apasionado de sus gemidos, al calor mezclado con la fragancia del sexo, endulzado con el más tierno de los afectos, y el más delicioso de los orgasmos.
Las finas gotas de sudor los hacían brillar, tal como lo hacen las estrellas, alcanzadas juntos en los besos húmedos de sus labios, en la tibia unión de sus sexos, que desterraban las sábanas solamente para unirse más, un poco más, y otro tanto más, hasta que uno de los dos suplicara por piedad, por una muerte dulce que lo desconectara del mundo, con nada más en la mente y en los sentimientos que el grito ahogado de su ser amado, glorificando los espasmos del cuerpo, santificando la desnudez que los envolvía en una atmósfera privada.
El erotismo se convirtió para ambos en una nueva forma de convertir su amor en arte, en la belleza de saber que con nadie más se podrían mostrar así, tan vulnerables, tan a la merced de su compañero, con sus secretos bien guardados, Camus custodiando la virilidad de Milo, con su propio interior, aprisionándolo en la cárcel más deliciosa que era su carne caliente, marcándolo como propio con las señas de sus uñas en su espalda, al igual que las pequeñas heridas rojizas en su cuello que su griego le dejaba a veces de forma imprevista e impaciente, y en otras, como esa madrugada, de manera tortuosamente lenta, pasando sutilmente su lengua en la zona afectada, que se sentía en llamas con su sensual roce, para después acrecentar el fuego al percibir sus perfectos labios, que sólo lograban que lo deseara insanamente, con una sed que tendía a convertirse en insaciable, aguardando por más, sofocada momentáneamente cuando los dos dejaban libre sobre el otro su semen, explotando así la más profunda de sus lujurias.
Después, venía el más perfecto de los besos, cuando se mordían mutuamente sus labios, y aguardaban por estar unidos un poco más, con sus dedos memorizando cada detalle de su rostro, observando en los ojos del otro, un enlace más profundo que el agua del mar, con las sonrisas más sinceras que nadie a visto jamás, sellando su pacto mudo con un intenso abrazo, que nadie se atrevía a romper tan pronto, o mejor dicho nunca, por lo que muchas veces terminaban durmiendo así, tan unidos como se pudiera, pero con el alba levantándose entre las montañas, conciliar el sueño ya no era una preocupación.
-Milo... ¿por qué siempre me despiertas a las cinco de la mañana para tener relaciones íntimas?
-Mi Camus, mi muy bello, frío y precioso Cam, no pude notar en ningún momento que me rechazaras, además en mi defensa diré que esta vez te dejé dormir más, ayer fue a las tres de la madrugada, y mira la hora, ya casi son las seis y media, no sé cómo aguanto tanto tiempo haciéndote el amor, te juro que más de diez veces siento que me voy a venir.
-Yo no tengo la culpa de eso...- El sonrojo de Camus, ocasionado por la forma tan liberal de hablar de su novio, lo orilló a esconder su cara en su pecho, que a Milo le pareció muy tierno, y con el mayor de los cuidados, pasó uno de sus brazos por la espalda de su aquamarina, y el otro por encima de su cabeza, pasando su mano por todo el largo de su cabello.
-Si la tienes, sólo hace falta que te mires en un espejo, eres completamente deseable, a veces me despierto en la noche y siento tu respiración tan cerca de mis labios, que me es imposible resistirme, eres el mejor sexo que he tenido, porque te amo, y no me tienes que decir que soy el tuyo, porque lo sé.
-¿Cómo estás tan seguro de eso?
-¿No lo soy?, no me mientas, estoy muy seguro que soy mejor que tu amiguito Saga, es un imbécil.
-Mon amour... ¿estás celoso?
-No...
-Dímelo de frente.- Camus se levantó un poco, abrazó a su novio por el cuello para poner todo el peso de su cuerpo encima de él, Milo abrió sus piernas para que el chico francés se acomodara entre ellas, y en un galante gesto lo abrazó por la cintura, en lo que el otro jugueteaba con los mechones rebeldes de cabello de su nuca.
-Que soy mejor, y superior amante que Saga... si no, no gritarías así cada vez que meto mi..
-¡Silencio!, si me encanta que lo hagas, pero no hay que perder la elegancia al hablar de un modo tan vulgar.
-Ay Cammie, ya dilo...
-Me encanta que me cojas...
Milo estalló en risas, el tono de voz que utilizó Camus era típico al que le salía cuando estaba avergonzado hasta los huesos, además de que el color carmesí de sus mejillas se acentuó, más el gesto de desaprobación que usó, le indicaron que estaba en lo correcto, a su hermoso profesor si le gustaba mucho más la forma en la que él le hacía el amor, por lo que sus celos (que se negaba a confesar), se disiparon rápidamente, recuperando su confianza en sí mismo respecto a sus habilidades como amante.
-A mi me fascina C-O-J-E-R-T-E Cam... y me encantaría hacerlo otra vez, sin embargo, esperaré para probar de un bello postre francés, en su tierra.
-Esa forma tuya de alargar las palabras que me molesta, provocarán tu muerte prematura bicho venenoso, aunque esta vez tienes razón, tenemos que preparar todo para el vuelo, debo pasar a mi departamento a ver si Dégel ya está listo, y por unas corbatas que me regaló mi padre, nos vemos en tres horas en el aeropuerto.
-Si amor, yo también tengo que ir con mi madre, parece que mis papás les enviarán regalos a los tuyos, además de reunirme con mi estúpido hermano, pero tengo una idea más.
-¿Cuál es?
-Ahorremos agua y tiempo duchándonos juntos...
-Será una verdadera delicia...
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El tan planeado viaje a Francia duraría exactamente una semana, de los cuales tres los pasarían en la ciudad de las luces París, y los otros cuatro en la campiña, Milo le solicitó a Dohko un lapso para salir del país, que después repondría cuando el bebé de Aioria y Marín naciera, prácticamente hicieron un intercambio de guardias, como era su costumbre, por otro lado el aquamarina aprovechó el periodo vacacional antes de emprender el siguiente curso escolar.
El verano ya estaba presente, inundando a todos con su singular belleza en el verdor de los árboles, y la ausencia de flores que se marcharon con la primavera, el entorno era más sereno en apariencia, pero más ardiente, libre para desatar pasiones al compás de las danzas de aquellos que se alejan del mundo en una entrega carnal, y para Camus la estación que coronaba todavía más el calor del sol como el rey del cielo, era comparable a lo que Milo le hacía sentir, durante su trayecto al aeropuerto a bordo del taxi que compartía con Dégel, evocó en su mente su peliazul, al leer el soneto XVIII de Shakespeare: "¿A un día de verano compararte?, más hermosura y suavidad posees."
Así era Milo, como un incendio en el cual estaba dispuesto a consumirse, se sentía increíblemente feliz, de llevarlo al extranjero, y por esta vez ser el que le muestre el mundo, pero antes, tenía un pendiente más, observó el ramo de tulipanes a su costado, necesitaba agradecer profundamente a alguien, por la felicidad de la cual estaba gozando, cerró sus párpados un momento, y a sus recuerdos vino una pequeña y delgada mujer que chocó con él una vez, tirando al suelo un montón de manzanas de un encendido color escarlata, era fue su primera señal de que su existencia daría un giro inesperado, cuando recuperó su memoria de caballero al servicio de Atena, se le reveló el rostro de aquella que lo encaminó hasta el corazón de Milo, y relacionó su imagen con la bonita niña a la que su Instituto le rendía un silencioso homenaje, en días anteriores, le preguntó a Mu por la sepultura de la joven, y sintió la imperiosa necesidad de ir por su propio pie, a presentar el más solemne de los respetos.
Indicó al chófer dónde detenerse, Dégel ya sabía lo que Camus quería hacer, y sin cuestionarlo, le sonrió y le dijo que lo estaría esperando para volver a Francia, el camino de piedra resonaba bajo sus zapatos, su saco se levantaba un poco con cada paso que daba, y las flores le regalaban su perfume en forma de un abrazo espiritual, la lápida se presentó hermosa ante su mirada, con el ángel tallado en piedra que la vigilaba en la perpetuidad, le entregó el ramo, que curiosamente era el único que había regalado a una mujer, en todas sus vidas.
-Gracias Shoko...
No hicieron falta más declaraciones, él siempre fue un hombre de pocas palabras, sin embargo, sus sentimientos no eran tan cortos como su sencilla oración, estaría en deuda con ella, y su propio homenaje sería llevar a Milo a la felicidad, cuidando lo que Shoko más amó, con su seriedad característica, regresó pensativo, el silencio reinaba el lugar, y tratando de no profanar el sagrado descanso de todos los que moraban ahí, elevó una plegaria a los dioses por su eternidad.
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El avión estaba en completo silencio, estaban próximos a aterrizar en el aeropuerto de la ciudad de las luces, pero la mayoría de los pasajeros dormía, las tres horas y treinta minutos que separaban a la capital de Grecia de París, las parejas de hermanos las pasaron conversando sobre las cosas que iban a ver, entre ellas las impresionantes obras de ante del museo del Louvre, el palacio de Versalles, la avenida de los campos elíseos, el arco del triunfo, y por supuesto, la impresionante Torre Eiffel.
Kardia y Dégel eligieron un par de asientos que estaban en la fila trasera de los de Milo y Camus, con motivo de comodidad, y para darse ellos mismos un instante de privacidad, y es que para el peliazul mayor, estar tan cerca de su educado francés le seguía pareciendo una delicia, lo devoraba con la mirada, era tan sexy con esos lentes, y sus impecables guantes sosteniendo un ejemplar de poesía medieval, tan culto, tan inteligente..., con su vista clavada en su lectura, y las piernas recatadamente cruzadas, que se moría de ganas por abrir y sostenerlas en sus hombros, haciéndolo jadear.
Aprovechando el silencio del avión, sonrió de una forma peculiar, entre sádica, y sensual, para lograr lo que tenía en mente, tuvo que cerciorarse de que los "niños pequeños", que era como ellos llamaban a sus hermanos menores, estuvieran dormidos, por lo que se asomó ligeramente por encima de su asiento, para encontrarse con la imagen de ellos dos totalmente inconscientes, Milo recargado en el hombro de Camus, y éste apoyándose en la cabeza del primero, con sus manos entrelazadas, y otro libro de sonetos de Shakespeare en el regazo del aquamarina, no cabía duda que los de L'eau eran exactamente iguales. Contento de encontrar la situación a su favor, regresó a su asiento, dispuesto a atacar con besos húmedos la blanca piel del cuello de Dégel, pero no tuvo éxito, porque inmediatamente se topó con la pasta fría de la literatura que disfrutaba su pareja, el peliverde se la puso de barrera para que Kardia no lo tentara.
-Alto ahí Kardia, no es el lugar, ni el momento.
-Vamos Dégel, sé que también quieres, ya no eres tan tímido como la primera vez que estuvimos juntos en el viñedo, he despertado a un dios del sexo...
-Ni aunque me estés susurrando en el oído, todavía tengo autocontrol, lo mejor será que esperes, y te prepares, porque Atenas es tu campo de batalla, pero París es mi reino, y tú estarás dentro de mis dominios.
-¡Vaya!, ¿es tu intención sonar tan sensual?
-Completamente, por eso... prepárate, escorpión.
Dégel se retiró sus anteojos, y los guardó lentamente en el bolsillo de su saco, sin quitarle la vista de encima a Kardia, dejó su libro a un lado, y se acercó peligrosamente hasta su boca, acorralándolo entre su cuerpo, y la maravillosa vista de las nubes en su ventana, tenían la ventaja de no tener más compañeros en esa fila de asientos, y dada la calma momentánea, nadie los molestaba, al peliazul se le atoraron las palabras en su garganta, sus pulmones se quedaron sin aire, y su corazón bombeaba sangre a miles de palpitaciones por segundo, que estalló en un sonoro suspiro cuando Dégel le dio el más placentero de los besos franceses, su lengua recorría su boca con maestría, sutileza, y elegancia, era tal la atracción del momento, que literalmente se sintió desfallecer cuando el peliverde se separó de su rostro, para llevar los dedos del griego hasta sus lubricados labios, lamió con lentitud, con paciencia, como degustando un caramelo, la yema sensible de sus dedos índice y medio, para después succionar ambos sugestivamente, simulando una acción que ya habían repetido incansablemente en la intimidad de una habitación.
Kardia sentía que el pantalón de mezclilla le estaba apretando demasiado, tenía una potente erección surgiendo de su entrepierna, y Dégel sólo lo empeoraba con su bellísima imagen de cabello lacio ligeramente despeinado, y con un precioso sonrojo en sus mejillas, además de esos atrayentes ojos, que le estaban atravesando el alma, trató de reponerse cuando su galo paró de golpe, y se enfadó un poco al escuchar su masculina risa, mientras se incorporaba y retomaba su lectura, con sus lentes en su lugar.
-Eso es jugar sucio, es el beso francés más rico que me han dado.
-Tú empezaste Kardia, si juegas con fuego te puedes quemar.
-Eso es precisamente lo que quiero, la verdad, ya me urge llegar, y estar sólo contigo.
-Tendremos varias noches parisinas para hacer lo que nos gusta, paciencia.
-Para ti lo que sea bombón francés, ya quiero agradecer a mi suegra por hacerte tan exquisito...
-No te atrevas...
Por supuesto que Kardia no se atrevería, pero le gustaba molestar a Dégel con el tema, tenía que vengarse por provocarlo tanto en ese avión, y le intrigaba cómo era eso de que estaba en sus dominios, pensar en eso le ayudaba, porque realmente estaba algo nervioso, era la primera vez que conocía a los padres de alguno de sus novios, cambiar de ser un casanova a un hombre entregado a veces era difícil, pero ver a su peliverde le despejaba todas sus dudas, no había nadie en el maldito universo más perfecto que él, y se encargaría de hacérselo saber todo el tiempo que pasaran juntos, también sentía un poco de envidia de Milo, ese tonto tenía mucha práctica para relacionarse con todos, y él, digamos que era un poco más impulsivo, esa visita a Francia le enseñaría muchas cosas.
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La capital francesa era imponente, Milo sólo veía pasar un edificio tras otro con un estilo único y europeo, el paseo en camioneta lo estaba poniendo eufórico, nunca pensó que la familia de Camus fuera tan influyente, el mayordomo que los recogió en el aeropuerto parecía un caballero sacado de libros de etiqueta y modales, lo que le comprobó que su pequeño y gélido cubito de hielo era más reservado de lo que pensaba, ya que nunca le contó sobre su posición económica, y hablaba muy esporádicamente sobre lo que dejó atrás en su tierra natal, de igual forma, a su vista eso era un rasgo más de sencillez, que de secreto, no pudo continuar con sus reflexiones, porque sus ojos se agrandaron con ilusión cuando a lo lejos se pudo observar la Torre Eiffel, suplicándole a su Cam que lo llevara, a lo que el galo sonrió y accedió, indicando un "si" suavemente con un movimiento de su cabeza, su emoción fue tanta que lo besó, sin importarle que sus hermanos mayores estuvieran tan cerca de ellos, igual, ya debían acostumbrarse, con los únicos que iba a contenerse sería con el matromonio de L'eau, y más les valía que agradecieran por eso.
La llegada a la residencia de la respetable familia francesa fue igual de placentera y estimulante para el peliazul, una construcción arquitectónica del siglo XIX, tan elegante como su Camus, le dio la bienvenida, sentía como si pudiera viajar en el tiempo al cruzar ese vestíbulo repleto de obras de arte y pisos de mármol, además de los múltiples elementos de caoba en los muebles, y lámparas de cristal colgando del techo, comparaba sus casas paternas con sus propias personalidades, la de él era moderna, fresca, y con lo último en tecnología en sus instalaciones, mientras que la de Camus era refinada, con una belleza singular perfectamente sincronizada entre el buen gusto y la estética.
Llegó el tan ansiado momento, los padres de Dégel y su Cammie, los recibieron, invitándolos a pasar a la biblioteca, ahí se comprendió perfectamente la demente obsesión de los hermanos por la lectura, los libreros eran interminables, pero fueron nada cuando notó que la belleza de Camus era heredada por su madre, ¡era su versión femenina!, que no pudo evitar sonrojarse ligeramente, torpemente agradeció cuando la señora le dio un abrazo por cuidar tan bien de su hijo, y aún más por salvarle la vida, las lágrimas de la dama fueron secadas por Dégel con un pañuelo blanco, que a Kardia le pareció un gesto enternecedor y bello.
Pedir la mano de Camus no fue más fácil, el matrimonio escuchaba serio y atento las explicaciones de Milo argumentando el por qué sería un buen esposo para Camus, el aquamarina le daba su mano en apoyo, esperando el resolutivo, y respiró tranquilo cuando el padre de ellos, Krest le dio su aprobación, más un comentario que los dejó pensativos.
-Joven Milo, no nos preocupa que merezcas a Camus, sabemos que él es lo suficientemente inteligente como para elegir una pareja con metas, trabajo estable, y buenos valores, lo que nos angustia es que comentan nuestros errores, en nuestra juventud, mi esposa y yo pensamos que el amor se basaba en una construcción social, que llevaba a un matrimonio conveniente, para después darnos cuenta que sin esfuerzo, apoyo, y confianza no valía nada, sean conscientes de que la vida no es siempre bella, en la tempestad encuentren su apoyo, es mejor darse cuenta de eso tarde, a no hacerlo nunca.
Las frases dichas por Krest calaron en lo más hondo, las dos parejas adoptaron el consejo, y cuando la visita fue más relajada, los serios señores aconsejaron a sus hijos llevar a sus invitados a un paseo nocturno por las concurridas y espectaculares calles de París; Después de acomodar el equipaje en las habitaciones, donde cada quien compartiría el lecho con su amante, los pares de hermanos salieron, Dégel se llevó a Kardia a uno de sus restaurantes favoritos, mientras que Camus cumplió con su promesa de llevar a Milo a la Torre Eiffel.
Mientras caminaban en las calles cobijadas por la noche, un grupo de chicas que pasaban por el lugar, le lanzaron miradas, coqueteos y uno que otro comentario sobre lo increíblemente guapo que era a Milo, alguien como él no era común en esa parte del mundo, Camus se molestó, pero su caballerosidad era más grande, por lo que no hizo nada más que caminar más rápidamente, dejando al griego atrás, que respondiendo lo más rápido que pudo, lo alcanzó y abrazó por la cintura, para darle un largo y muy apasionado beso, que dejó a las chicas más que decepcionadas.
-Parece que tienes un club de fans.
-Adoro ver que no sólo yo soy el celoso en esta relación Cam.
-Es que... eres irrestible Milo.
-Hey, ¿a quién le haré el amor esta noche como un loco?
-En mi casa están mis padres, no podemos hacer ruido...
-¡Oh vamos Cammie!, tu casa es básicamente una mansión, tendría que usar un micrófono para que tu familia nos escuchara, no me quites el placer de terminar dentro de ti, y no me vengas con excusas de que tendremos los días en la campiña francesa, ahí también lo quiero hacer, no desaprovecharé una sola noche para hacerte mío.
-Milo...
-Tu ciudad es hermosa, como tú, y no te ofendas, pero yo quiero probar a otra delicadeza francesa, ¿nos vamos ya?
-Está bien.
El camino a la mansión de L'eau fue de lo más divertido, porque esta vez fue Camus el que conducía un Mini Cooper, de color rojo con negro, Milo le interrogaba constantemente sobre el por qué en Grecia no manejaba un coche, a lo que el aquamarina despistadamente respondía que no era necesario, sus risas se desbordaron cuando el médico reprodujo "City Of Blinding Lights" de U2, según él para sentirse como en una película, al aquamarina, si que le gustaba esa banda de Rock, gracias a su bicho favorito, por lo que pasaron un gran tramo del camino cantando a todo pulmón a coro con Bono.
Entraron en silencio, porque ya pasaban las once de la noche, era la hora perfecta, en la que siempre terminaban enredados en la cama, pero antes pasaron a la cocina, para tomar algunos bocadillos de jamón y queso panela que el galo preparó en el momento, y asegurar una botella de vino, ¿cómo no beberlo estando en la ciudad más romántica del mundo?, a Milo se le hizo un nudo en la garganta y el estómago ver a Camus así, tan atractivo, ya que cuando entraron a la casa, dejó su saco en un perchero en la entrada, por lo que su camisa azul marino se le acomodaba mucho mejor ahora que había arremangado sus mangas para no ensuciarla, además de aflojar su corbata para dejar al descubierto esa sensible zona, tan besable, tan deseable..., se contentaba en pensar cuántas veces su Cam lo vio de la misma manera, como cuando se mojó accidentalmente en su primera cita, y pudo ver el deseo en su mirada.
Las escaleras en forma de caracol con barandal sobriamente negro, les parecieron más largas que las que conectaban sus casas en el Santuario de Atena, Milo llevaba la comida, y Camus el vino, abrieron la puerta de su recámara, y el ambiente más acogedor aguardaba por ambos, la habitación de Camus en Francia, era mucho más impresionante que la de Grecia, los libros eran imponentes en un librero que iba desde el piso hasta el techo, con cortinas largas que daban a un hermoso balcón, y un móvil del sistema solar que colgaba de uno de los soportes de la parte más alta del cuarto, el francés se subió a una silla y lo encendió, las bonitas lámparas de los planetas giraban en su órbita alrededor del sol, que desprendía una luminiscencia encantadora, el dueño de la alcoba conectó su celular al equipo de sonido, que era de los pocos elementos ahí que les recordaba que no estaban en una escena de un castillo del renacimiento, para poner música.
-Milo, tal vez te parezca extraño, pero quiero hacer el amor, con alguna de tus canciones...
-Cammie, tengo una que queda perfecto.
En las bocinas del cuarto se empezó a escuchar "Still loving you" de la banda Scorpions, los sugerentes acordes del principio, dieron el ambiente perfecto para entregarse, con las primeras copas vacías de la bebida embriagante que fueron tomadas de un solo trago, la ropa comenzó a estorbar, Camus tomó la iniciativa, y se sentó sobre las piernas de Milo, en esa alfombra en la que estaban apoyados, para quitarle su camiseta negra con lentitud, pasando sus dedos por cada músculo que se le atravesaba, con sus pupilas conectadas, y sus rostros sonrojados, el peliazul sintió en cada fibra de su piel las caricias de su adorado amante, toda su anatomía se erizó del placer, que fue correspondido por el aquamarina al verlo en la plenitud de su semidesnudez, no pudo evitar tocar con más descaro su cuello, su pecho, sus pectorales, para finalmente besarlo y marcarlo como su compañero lo hacía con él, al momento que le desabrochaba el cinturón y su bragueta con las manos temblorosas, quizá por el vino o el deseo.
Con la prenda un poco más abajo de la cadera, el calor se sintió más intenso entre ambos, Milo para igualar las condiciones, desabrochó la corbata, y después cada botón de la camisa de Camus, se la pasó lentamente por los hombros, y luego por los brazos, dejando sus manos en la espalda baja del francés, acariciando cada vez más abajo.
Una opresión en la ropa interior de ambos se estaba despertando, sus masculinas partes privadas estaban impacientes por el más glorioso de los roces, por lo que Milo, siguiento en esa misma posición, se levantó y con ello a Camus, tomándolo de su trasero, y reafirmando su agarre de sus piernas en su cintura, sus brazos estaban deseosos de más por lo que la fuerza para cargarlo fue extremadamente fácil, se acostó con él, aprisionándolo con su cuerpo, y lo besó, en un fogoso beso francés, sus lenguas se entrelazaban, dejando salir un pequeño hilo de saliva, que luego bebían mutuamente, elevando considerablemente los grados de temperatura.
El Doctor se incorporó para bajar su propio pantalón, arrastrando su prenda íntima con él, dejando al descubierto un sensual camino de vello, y más abajo una imponente erección que goteaba líquido preseminal, lubricando, esperando a ser hundido en el hermoso cuerpo del aquamarina, que ante increíble visión, no aguantó más y se apresuró a degustar esa parte de Milo que se le antojaba más deliciosa que una paleta de caramelo, pasó la calidez de su boca por toda su extensión, y hasta donde podía para no atragantarse, lo cual era mucho y muy profundo, las rodillas del peliazul amenazaron con fallarle, pero es que Camus le estaba dando el mejor sexo oral de su vida, cada oleada de placer iba acompañada de un gemido y el nombre del francés entre suspiros, el cual bebía de esa fuente como si fuera agua viva, cada saboreada de su griego le nublaba el juicio, lamió una vez, se separó un poco para después volver al ataque, el joven Antares, se apoyó como pudo del cabello de su amante, que jalaba un poco con cada succión que lo acompañaba al orgasmo, el cual llegó explosivo bañando de su blanca esencia el interior de la boca de su amor, al cual se le escurrió un poco de semen de la comisura de sus labios, que luego quitó con uno de sus dedos, y lamió como si todavía fuera la intimidad de Milo.
Eso fue demasiado, tan terriblemente sensual como para ser ignorado, con el frenesí recorriendo sus venas, Milo acostó a Camus para levantarle la cadera, y quitar su pantalón de confección italiana en el acto, pero con su ropa interior se demoró más, la bajó con una lentitud tortuosa, para después sentir su aroma al acercarla a su nariz y boca, entrecerrando los ojos, observando la reacción del aquamarina al verlo oler esa prenda tan personal, eso sólo enardeció el momento, si es que eso era posible.
-Mi.. Milo, ¿por qué?
-Tu aroma es único amor, y eso, es mío.
Ambos desnudos, sin barreras para amarse, se dispusieron a entregarse a la más rica de sus pasiones, el erotismo reinaba en esa manera de hacerse el amor, como en todas sus entregas, Milo se colocó atrás de la espalda de Camus, estimulándolo por detrás para que le abriera paso por sus deliciosas paredes, su francés gemía su nombre con cada intromisión, y cuando pudo sentir a su amado Doctor dentro de él, gritó tan sensualmente, que Milo casi se viene de nuevo.
-Cammie, me tienes al borde de otro orgasmo, si gritas así otra vez, no sé que voy a hacer.
-Vamos a hacerlo con estocadas suaves...
-Buena idea amor.
La entrada y salida de la intimidad de Milo, efectivamente se hizo más suave, que paradójicamente convirtió ese roce de cadera y piel, en algo parecido a un orgasmo perpetuo, el peliazul besaba sensualmente el lóbulo de la oreja de Camus, que sólo atinaba a arrugar las sábanas entre sus manos, cerraba fuértemente sus párpados cada vez que su novio tocaba con la punta de su glande su punto máximo de placer.
-Cammie, eres tan... tan... estrecho, ¡mmm!
-¡Oh mon amour!, te deseo... te deseo tanto..., ¡Milo! ¡ah!
Era cierto que si esa casa no fuera tan grande, todos escucharían su sinfonía producto de la más satisfactoria y hermosa de las relaciones sexuales, pero aún no se acababa, Milo salió del interior de Camus, para voltearlo con cariño,besando uno de sus hombros, para quedar frente a frente, lo miró intensamente a los ojos, cuando le abrió sus piernas, y entrelazó lentamente una de sus manos con las de su hermoso profesor, esa unión de sus palmas, fue el toque perfecto de una noche perfecta, incluso significaba un contacto más íntimo que el que estaban a punto de reanudar, y con esa conexión de sus almas, se atrevió a hacerle una confesión.
-Te amo Camus...
-Y yo a ti...
Entró de nuevo en él despacio, disfrutando cada sensación, las estocadas siguieron suaves, intensas, duraderas, profundas, Camus gemía muy bajito en los oídos de Milo, que a él le parecieron la más maravillosa música, solamente para corresponderle de la misma manera, regalándole sus propios gemidos roncos y masculinos.
Las cosas se calentaron a tal punto, que los sonidos ya no eran sólo de sus bocas, sus caderas comenzaron a chocar cada vez más rápido, provocando en ambos placer que se acumulaba en sus vientres, dispuestos a estallar en un orgasmo parecido al estado perpetuo de gozo, el francés aprisionó más al griego entre sus piernas, ejerciendo más presión, provocando que juntos alcanzaran la cima al momento que sus suspiros se ahogaron en la boca del otro, en el último de los besos de esa sensual noche de sexo. Separaron sus labios jadeando, con el calor escapando de sus poros por el ligero sudor que los cubría, rozaron su nariz con la de su compañero, en un cariñoso gesto de ternura, que terminaba por demostrar cuánto callaban sus almas y corazones en palabras, pero que expresaban con caricias.
La madrugada pasó por sus mentes y memorias como perfecta, comiendo los bocadillos que dejaron olvidados en la impaciencia por tenerse, conversando entre las notas frutales del vino sobre sus planes de boda, y sobre lo sensual que fue para Milo (por fin), hacerlo en el dormitorio de Camus, se sentía como un adolescente que profanaba por primera vez un lugar sagrado. Los siguientes días y noches fueron igual, apasionados por el otro, y juntos, como estaban destinados desde la era del mito.
Continuará...
Comentarios: ¡Hola chicas!, ¡y chicos! (espero jeje), terminé acaloradísima por escribir esto, espero que mi mamá nunca se entere de lo que hace su hija jajajaja me daría un sermón interminable, pero ya en serio, espero que les guste como a mi, de ante mano les agradezco por acompañarme en este lindo recorrido, y les pido una disculpa por no contestar los comentarios del capítulo anterior, hoy los leí todos, y cuando les iba a escribir, pensé: mejor les pongo el siguiente capítulo y ¡aquí está!, también tengo dos nominaciones pendientes, también las haré jeje sólo les pido un poco de paciencia, ya sólo nos queda un capítulo más y el epílogo (lloraré), y con respecto a los especiales de las parejas, ¡si los haré! esta vez me pidieron a Kardia y a Dégel, y un MuXShaka, que también amo, perooooo, los voy a poner como historias aparte (one shot), afuera, en mi perfil, cuando termine este fic, su trama quedará inmersa en esta historia, pero también estará escrita de un modo que las personas que no leyeron Mi amado Doctor, las puedan disfrutar.
Nos leemos pronto, Yare. (No se olviden de comentar, votar, agregar a sus listas de lectura, recomendar, compartir, es gratis jeje, para que más personas conozcan la pasión por una OTP preciosa Milo y Camus).
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