capítulo 1
17 de julio de 2018
—Estoy aburrida.
El chico a su lado, alto y moreno, la miró con la ceja alzada.
—Eso es porque no has tomado en lo más mínimo y eso te hace introvertida. Vienes a un antro a tomar, no a sentarte con cara de amargada —dijo y luego le ofreció su botella. La botella más cara del mundo, por cierto. Malditos antros.
—No quiero tomar —dijo ella, haciendo una mueca—. La última vez que tomé me puse muy mal y vomité cuatro veces, de las que yo recuerde.
—Y es por eso que tienes que aprender a tomar para poder divertirte. Vamos, toma, yo te estaré cuidando.
Liliana, la chica de cara amargada según su amigo, dio un largo suspiro que se perdió entre el ruido de la música. Al final aceptó la botella solo porque había cooperado por ella y no quería desperdiciar todo ese dinero.
Solo esperaba no ponerse tan mal... O al menos no vomitar a nadie.
❤️🩹
—¿Es que yo me veo así de hermosa todos los días? —preguntó. Se acercó al espejo del baño y besó su reflejo. Qué bella era.
—¡Ey, ey! —protestó la señora que cuidaba el baño—. ¡Aléjate de los espejos, niña!
Lily se indignó.
—¿Niña? ¡Que tengo ya dieciocho! ¡Los he cumplido la semana pasada!
—No importa, ¡chu! ¡O haré que los limpies tú!
Con toda la vergüenza y molestia del mundo, solo le puso mala cara para no perder orgullo y salió del baño. Iba haciendo eses. Traía puesto unos jeans flojos y un top negro de cuero, y su pelo era un desastre por el sudor de haber estado bailando tanto, pero aún así se sentía hermosa.
Tan hermosa que podía hacer que medio antro cayera rendido a sus pies. O al menos conseguirse a un muchacho el cual besar.
—¡Como ese! —dijo señalando a un tipo pelirrojo que la miró mal, tal vez no dándose cuenta que había hablado en voz alta. Se acercó a él y le dio una sonrisa borracha—. Hola, guapo —dijo—. A que me quieres besar, ¿verdad?
El chico la miró confundido, y en vez de excitarse (como Lily había esperado que pasara), pareció empezar a tener miedo.
—¡Liliana! —llamó alguien detrás, y cuando ella se dio la vuelta vio a Raúl caminando hacia ella. Lily suspiró—. Dios mío, que eres más escurridiza que el agua. Me arrepiento de haberte dicho que tomaras.
Intentó tomarla del brazo para llevársela pero Lily se zafó.
—¡Que no! ¿Es que no ves que estoy en una escena romántica con... con...? —Lo miró—. ¿Cómo te llamas?
—Eh... ¿Gabriel?
—¡Con Gabriel! Nos íbamos a besar y luego íbamos a tener sexo, ¿a que sí?
El chico la miró casi horrorizado. Pobrecito, se notaba que era su primer contacto con una chica. Pero Lily estaba tan desesperada por besar a alguien que podía tomar hasta a el menos experimentado.
—Lily, solo lo estás asustando. Vámonos de aquí.
Raúl la volvió a tomar del brazo y la jaló de ahí, lejos del chico pelirrojo que Lily tanto ansiaba besar. Lo malo de esta bonita escena, donde este chico solo quería cuidar a la chica de una desgracia, no se vio de tan bonita manera para los demás en el antro. Pues era él arrastrándola mientras ella lloriqueaba que quería que la dejara ir, pero no por algo malo, sino para irse a una vueltita.
—¡Que me dejes! —protestó, molesta—. ¡Tú me dijiste que tomara y ahora te aguantas!
—¡No imaginé que te pondrías tan insoportable! Vamos, te llevo a casa.
—¡Que no! —gritó, un poco más fuerte de lo que le hubiera gustado. Se zafó con fuerza de su brazo y, aprovechando la sorpresa del chico, se dio la vuelta y salió corriendo lejos de él.
O lo mejor que se puede correr en un antro, que es un lugar abarrotado de gente. Lo único que hacía era chocar con gente y luego caminar-correr entre ella.
No quería irse. Había bebido ya mucho, y estaba borracha, ella lo sabía. Pero nunca tomaba, siempre era una hija y alumna esencial, buena en todo, entonces merecía ser libre un rato.
Siguió alejándose hasta que... Bueno, chocó con un poste. O así le decía al menos a Adrián, porque era la persona más alta que ella conocía. Pálido como un vampiro y de cabello castaño. Ojos verdes que el desgraciado siempre presumía a Lily.
—¿Lily? —preguntó cuando la vio bien—. ¿Qué haces aquí? No sabía que venías.
Ella sonrió tontamente. Se alegraba mucho de verlo incluso cuando lo veía muy seguido.
—Adrián... ¡Me he escapado de Raúl! Me quiere llevar a casa y...
—¡Aquí estás!
Lily, tal cual niña pequeña y borracha, pegó un salto al escuchar la voz de Raúl y su primer instinto fue esconderse detrás del pos... de Adrián.
—¿Qué pasa? —preguntó este, mirando un poco mal a Raúl.
Raúl se encogió un poco. No era que fuera un miedoso, sino que Adrián tenía cierta personalidad de empoderamiento cuando se lo proponía.
—Es ella. Está muy tomada y se quiere liar con medio antro. Solo quiero llevarla a casa.
—Ah, vale —dijo Adrián—. No te preocupes entonces, que se quede conmigo y yo la llevo a casa. Estará conmigo y mis amigos.
—¿Estás seguro? Solo mírala, parece una niña chiquita. Nunca debí decirle que tomara.
—¡Chiquita tu abuela! —protestó Lily, a lo que él rodó los ojos.
Raúl y Adrián hablaron un poco más, pero ella ya no les prestó mucha atención porque ya sabía que de nuevo era libre.
Y estaba caliente. Tenía muchas ganas de agarrarse con quien pasara por delante de ella. Así que mientras esos dos idiotas hablaban, Lily empezó a caminar mientras buscaba a alguien con quien pasar el rato. O besarse, ¡lo que sea, dios!
Había un grupo de chicos en la esquina, pero todos estaban mirando de manera morbosa a cualquier chica que pasaba, así que automáticamente los descartó.
Luego miró de lejos a un tipo que vestía como vaquero, y aunque se lo pensó, hizo una mueca y lo descartó. ¿Quién se viste así para un antro?
Siguió buscando con la mirada y justo cuando se decidió por regresar a buscar al chico pelirrojo, una mano la tomó por la espalda para cambiar el rumbo de su caminata.
—¿Adónde vas, Lily? —dijo Adrián—. Tú vienes conmigo y mis amigos, no creerás que te dejaré sola en un lugar así, ¿o sí?
Lily protestó con una lloriqueada barata mientras era arrastrada hacia quién sabe dónde. Llegaron a uno de los sillones de la otra esquina, cerca de la pista. Habían tres chicas y otros dos chicos. Dos de las chicas se estaban agazajando con el mismo chico.
Lily hizo una mueca. Ella quería ser libre, pero... tampoco tanto.
—Daniel, Kevin, ella es Lily. Una buena amiga.
Por como respondieron al llamado de sus nombres, Daniel era el tipo que se estaba toqueteando y besando con las dos chicas, y entonces Kevin era el pelinegro de largas piernas con cara de amargado.
La tercera chica era la que estaba a su lado, era bonita pero él no la miraba en lo absoluto. Estaba prendido en su teléfono, sin prestarle atención mientras que era obvio que ella quería besárselo o algo más.
Lily, al mirarlo de pies a cabeza, frunció la nariz.
—¿Siempre viste así de mal? —preguntó, quizá en voz no tan baja.
El tal Kevin no era feo. Tampoco era el chico más guapo que había visto, pero era atractivo. Alto, blanco, de cabello negro y tal vez de ojos miel (no podía ver bien con la oscuridad y las luces del lugar). Pero el problema es que iba vestido como un cholo. Y eso espantaba.
—Siempre —le confirmó Adrián. Luego le ofreció una cerveza, y como ya se le estaba pasando un poco el efecto de borracha, ella aceptó.
Estuvo ahí sentada y aburrida durante un buen rato, hasta que decidió que tenía que ponerse a hacer algo o se quedaría dormida. Y podría estar muy, muy borracha, pero dormirse en un antro ya era otro nivel de vergüenza.
—Bueno, vale, ¿vas a dejar que te bese? —soltó con voz tonta.
El chico pelinegro alzó la mirada hacia ella por primera vez en un buen rato y le frunció el ceño.
—¿Qué?
—¡Ella! —Lily apuntó a la chica de su lado—. Tiene como una ahora aquí sentada esperando a que voltees a mirarla y ni siquiera te dignas a darle un respiro. ¡Vamos, quiero un beso!
Él bufó.
—Estás loca. Ni la conozco.
—¡Ese es el chiste! —protestó Lily, acercándose más a él y a la chica—. Se tienen que besar porque no se conocen, así no hay problema ni nada.
Kevin negó con la cabeza.
—Sigues estando loca.
—Vaaamos —gruñó—, estoy tan aburrida y Adrián no quiere dejarme ir para besarme a alguien. Mínimo déjame ver la ganancia de esta pobre chica que lo ha estado pidiendo toda la noche.
La chica enrojeció de la vergüenza, y Lily se habría sentido un poco mal por ello cuando se levantó y se fue del sillón, sino hubiera estado tan borracha.
Ahora solo estaban ella y el amargado.
—Genial, hiciste que se fuera —dijo él.
—¿Que yo...? ¡Pero si tú fuiste el idiota que no se la quiso besar!
—¿Es que tengo que obligatoriamente besarme a alguien?
—¡Sí! ¡A eso vienes a un antro! ¡A besarte a medio mundo!
El chico empezó a reír de manera falsa. Se acercó a ella solo para poner una mano en su frente y empujarla hacia atrás.
—Bueno, y a todo esto, ¿quién eres tú? De repente apareciste aquí a fastidiar y ahuyentarme a mi ligue.
—Pero... ¡Si yo no fui! ¡Tú ni le prestabas atención a la chica!
Kevin rodó los ojos.
—Bueno, tal vez ya quería prestarle atención cuando hiciste que se fuera.
—¡Solo quería verlos besarse! ¡La pobre chica se veía con tantas ganas!
—¡Y ahora yo tengo tantas ganas de besar a alguien y por tu culpa ya no se puede!
Lily, a pesar de estar muy borracha, se fastidió. Puso la cara más ofendida que pudo y se levantó del sillón para ir a buscar a Adrián, que quién sabe dónde se había metido porque tenía rato que lo había perdido de vista.
Estúpido Kevin. Y pensar que se le pasó por la cabeza elegirlo a él para besarlo. Qué tipo tan pesado.
—Eh, ¿que adónde vas?
Era él, de repente se había puesto de pie y la tenía tomada del brazo para evitar que caminara más lejos. De pie se veía más alto, y eso que ella era alta.
Pero no, eso no quería decir... Lily se refería a que de pie imponía más atracción. Hasta se veía guapo.
—A un lugar donde no estés tú de amargado. Mira que arruinarme así la noche; no, gracias.
—Que no puedes.
—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú?
—Si es necesario, sí. Adrián me pidió que te cuidara y eso haré aunque estés así de insoportable.
Lily bufó. Iba a seguir protestando pero de un jalón la volvió a sentar en el sillón. No la dejó ni hablar o defenderse cuando le ofreció otra cerveza.
—¿Qué?
—Bebe —respondió Kevin—. Así al menos estarás callada como hace rato.
Joder, qué mala noche.
Pero bueno, sí tomó. Pero lo hizo para matarlo a él. Si iba a estar de su niñera al menos tenía que batallarla. Así que bebió tanto como su cuerpo le permitió y, cuando se sintió más ligera que el aire, fue a bailar.
Es un hombre, ¿no? Los hombres se sentían atraídos por el baile de una mujer. ¿Verdad?
Kevin tal vez no. O a lo mejor era porque Lily parecía un pato bailando y lo único que hacía era reírse de ella.
A Lily no le importó y siguió bailando, hasta que pronto se le olvidó por qué lo hacía y empezó a dejarse llevar. Le gustaba bailar, eso no significaba que lo hiciera bien. Sin embargo, siguió bebiendo y se olvidó del amargado del sillón.
Bailó con el chico que estaba a su lado y luego con el del otro lado, incluso una chica entró también al baile.
Y tomó hasta que la vergüenza ya no existía y los mareos sí llegaban.
—Dios mío, están tan borracha —escuchó una voz—. Vamos a que tomes aire.
No supo quién le dijo eso. Para ser sincera, a parir de ese momento, Lily dejó de estar tan consciente de lo que hacía o decía. De repente solo sentía ganas de ser deseada y de desear a alguien.
Se dejó arrastrar por dicha persona y, solo cuando estuvieron en un balcón donde había un poco de menos gente, se dio cuenta de quién era el chico.
Era el amargado.
Para el amargado estaba guapo.
Y el pelirrojo ya se había ido, así que no quedaban muchas opciones.
Entonces se acercó y lo besó. Tomó su fea camisa para arrastrarlo a ella y chocó sus labios.
Duró apenas dos segundos antes de que él se separara.
—¿Qué demonios haces? —protestó Kevin, mirándola de mala manera.
—Es que quiero besarte —dijo, apenas entendible.
—Yo no. Estás muy borracha.
—¿Y eso qué?
Se acercó de nuevo e intentó besarlo. Pero el amargado se alejó aún más.
No la soltaba, la tenía tomada de la cintura, de hecho, pero en sí estaba alejando sus bocas. Y eso no era bueno. Porque esa mano en su piel la estaba poniendo caliente y solo quería besárselo.
—No te voy a besar si estás borracha.
—Bueno —Lily se encogió de hombros—, tampoco quiere que me beses, yo voy a besarte a ti. Eres el ligado aquí.
Kevin soltó una risa sarcástica.
—Muy gracioso. Siéntate aquí mientras voy y busco a Adrián.
NO. Mala idea. La primera fase de Lily borracha es... ser mal borracha. Peleonera.
—¡Que no quiero Adrián! ¡Quiero un beso!
Así que en vez de dejarlo hablar, lo volvió a acercar y se puso de puntillas para poder besarlo bien. Sintió la tensión del chico cuando tocó sus labios y por un momento creyó que la iba a apartar de nuevo, pero... De repente se relajó.
Y entonces Kevin también le estaba devolviendo el beso.
Más que eso. La estaba tocando. Se estaban tocando... Ella tocaba su rostro solo para acercarlo más y hundir los dedos en su cabello, mientras que él usaba sus manos para dejarlas en la espalda desnuda de Lily.
Qué buen momento para elegir ese top.
Se sentía en el cielo.
Kevin bajó sus manos poco a poco hasta que llegaron a sus caderas, y ella empezó a sentir un dolorcito rico en la parte alta de su pelvis cuando de un tirón la acercó a él y pudo sentir algo que...
Él la alejó.
Así al seco.
Lily se separó con el aliento en la boca y unas ganas de... Le frunció el ceño.
—¿Pero por qué te detienes? —le gruñó, molesta.
Kevin lo soltó así de muerto:
—Tengo novia.
Y bueno, ahí va la fase dos de Lily borracha: la sentimental.
Se puso a llorar.
Y no se refería a lloriquear o hacer un pancho, sino que de verdad se puso a llorar a mares. Se dejó caer en el sillón y se tapó la cara por la vergüenza de que le vieran el rímel corrido.
Sintió el peso de alguien más sentarse a su lado y luego una mano incómoda palmeándole la espalda.
—Eh... Oye... No llores, ¿vale? No estoy enojado.
Pero eso solo la hizo llorar más.
Había tenido el mejor beso de su vida y había sido con un chico con novia. Joder, que todos eran iguales, decían amar a una pero se besaban a una cualquiera en un antro.
¡Y ahora ella era esa cualquiera! ¡Era la otra!
Lloró más.
Malditos hombres.
Y lo peor de todo es que aún tenía ganas de coger y besárselo.
Lily lloró hasta quedarse dormida y al día siguiente amaneció en su habitación con una resaca de los mil demonios sin saber qué había pasado con el amargado.
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