Capítulo 33
A varios kilómetros de allí en la Florida, Miami, se encuentra recogiendo la urna de las cenizas de sus padres, un joven de 28 años de edad, de anchos hombros, casi un metro ochenta de altura, cabello negro perfectamente peinado que contrasta de una manera abrumadora con sus ojos celestes, como las alas de las mariposas morfo azul, sin embargo su mirada en estos precisos instantes,tiene significado opuesto al de las sublimes mariposas, en vez de vida y amor estaba cargada de sufrimiento, culpa y desesperación.
Camina lentamente adolorido, respirar se le hace intenso y vivir se le hace dificultoso, sube al taxi que arrendó y le pide amablemente al chofer que se dirija al lugar donde tantas veces fue feliz.
Sabía que la palabra cementerio viene del término griego “koimetérion”, que significa dormitorio porque, según la creencia cristiana, en el cementerio, los cuerpos dormían hasta el día de la resurrección, sin embargo estaba convencido de que sus padres merecían una eternidad libre, en un mejor lugar que un cementerio.
Introduce con dificultad en el bolsillo interior de su traje el certificado oficial de cremación, cuando el auto se detiene, abre la puerta con la mano del brazo derecho que no está escayolado y en silencio recorre en camino que lo lleva a la orilla de la Bahía Vizcaíno.
Al llegar cerca del agua se detiene, el aire húmedo se cuela entre sus cabellos y sonríe, pero su sonrisa esta despojada de felicidad y colmada de consuelo y conformidad. Abre la pequeña tapa de la urna y poco a poco esparce las cenizas en este su sitio especial, donde pasó junto a sus padres numerosas tardes observando la laguna, siendo una hermosa y unida familia.
Permanece callado mirando a lo lejos sin un punto fijo y recuerda la última discusión con sus padres:
-Solo te estamos preguntando a que te dedicas, nadie te está juzgando-le decía su padre mientras sostenía la mirada en los ojos de él.
-No pregunten lo que no quieren saber-contestó el fríamente.
-Hijo, no queremos que corras peligro, te pasas las semanas enteras viajando a… Dios sabe dónde, no queremos que un día salga por las noticias tu muerte-le explica llorando su madre.
-Los entiendo pero mientras menos sepan será mejor para todos-les dice abrazando a sus padres.
-Te queremos mucho hijo-indica su padre.
-Yo los quiero también y eso no lo cambiará nada ni nadie-le responde antes de marcharse por la puerta.
Tras recordar ese momento con sus padres, sus ojos se llenan de lágrimas y colapsa por primera vez desde el accidente, cierra los ojos fuertemente y piensa:
-Me he pasado la vida esperando a que pase algo y lo único que pasa es la vida, no entendía el valor de esos momentos hasta que hace pocas horas se han convertido en recuerdos, por ello haré lo que me gusta hacer antes de que se convierta en lo que me gustaría haber hecho. Tengo que aprender a vivir con que todo no tiene respuesta o sentido, no todo es justo o tiene lógica. Ninguno de los que se hacían llamar mis amigos ni siquiera me han llamado, hipócritas eso es lo que son, pero el karma se ocupará de ellos. Hoy vuelvo con la familia que me queda y gracias a dios los adoro a cada uno de ellos, estoy feliz de tenerlos. Siempre recordaré que mi madre siempre me decía:
“Cuanto más triste sea tu historia, más grande debe ser tu sonrisa.”
Horas después se encuentra abordando un avión con destino a Alabama, dejando atrás los errores del pasado, su forma estúpida de intentar ser perfecto y comenzaría aprender de las caídas para poder levantarse más fuerte que nunca, así podría emprender su nueva vida.
En el aeropuerto de Alabama, David lo esperaba ansioso, al arribar el avión en pocos minutos su primo salía arrastrando una pequeña maleta con dificultad debido a su condición, David se apresura a alcanzarlo y nota que está destrozado aunque parezca un tipo duro a la vista de todos, ambos jóvenes se fundieron en un sentido abrazo y se dejaron llevar por el dolor compartido.
En el camino a Grove Hill, David conducía mientras su primo aprovechaba para descansar un poco, prácticamente llevaba tres días sin pegar ojo.
Minutos antes de llegar al rancho David conversa con su primo:
-Tenemos que ponernos al día en muchas cosas -le dice David.
-Tendremos demasiado tiempo-le dice y por primera vez sonríe.
-Ya casi llegamos, imagino que mis padres estén despiertos esperándote-le indica David.
-¡Mis tíos nunca cambian!-exclama el joven.
-Ahora descansaré de ser el centro de atención-se mofa.
-¿Aún hay lindas chicas en Grove Hill?-pregunta acomodándose en su asiento.
-No lo dudes, sigues siendo un casanova, en cambio a mí no me interesan.
-Al fin te declaraste gay-le dice carcajeándose.
-No y lo sabes bien pero tengo ya a mi chica o bueno intento que sea mía-le contesta.
-Me encantaría saber quién logró abrir las puertas de hierro macizo y cruzar el foso de cocodrilos que defendía tu corazón.
-Una doctora-le dice riendo por la ocurrencia de su primo.
-Encontró la cura a tu enfermedad-le dice y los dos ríen.
-Creo que me contagió la locura -le guiña un ojo.
-Es fenomenal que no me trates con lastima, no lo toleraría y por cierto me alegra estar de vuelta-agrega el joven.
En la gran casa del rancho estaba solo la luz de la sala encendida donde los señores Rice esperaban la llegada de su sobrino y su hijo.
-Bienvenido, mi niño-le dice Alice y lo abraza.
-Gracias tía por acogerme-le dice siendo sincero y agradecido.
-Para eso está la familia-le dice Fred y le da un fuerte abrazo.
-Les quiero pedir que no quiero llantos ni periodo de luto, mis padres lo hubieran querido así, a veces las personas se van de este mundo sin quererlo pero no tienen salida, por ello disfrutemos nosotros que aún tenemos nuestros días contados-sugiere Lucas.
-Como quieras, mi niño-le dice Alice comprendiendo sus palabras.
-¿Te fue bien en el viaje?-pregunta Fred.
-Fenomenal y una vez en Alabama volver a hablar con mi primo es recordar nuestras travesuras de la infancia-declara él.
-Ha dormido casi todo el camino y sus costillas fracturadas no le impiden burlarse de mí-dice David chocando los cinco con su primo.
Leire al oír la conversación baja las escaleras y se encuentra con la bonita escena familiar, David y el chico parecían volver a tener 15 años.
-Hola-saluda Leire al joven.
-Hola, mi nombre es Lucas Travis, para servirle-le dice y besa la mano de ella.
-Yo soy Leire Lezcan-le dice ruborizada.
-¿Eres doctora?-indaga Lucas.
-Sí, si necesitas algo no dudes en acudir a mí-indica ella.
-Ok, lo haré-le dice y mira a David y le guiña un ojo.
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