Una última vez - Kacchako
Pareja: Katsuki Bakugo x Ochaco Uraraka
Advertencia: Angst (o intento). Posible OOC.
Escrito el 19 de Junio de 2021
Disclaimer: Boku no Hero Academia ni sus personajes me pertenecen. Son obra original de Kohei Horikoshi, yo solo los uso para fines recreativos.
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El humo, las cenizas, el fuego y la destrucción. Todo hacía que se le complicara hacer algo tan simple como recobrar el aliento. Quiso incorporarse, pero ese agudo dolor en su costado izquierdo lo hizo volver a desplomarse. Tosió un poco, llevando su mano hacia su boca, como si de esa forma evitara que el humo intoxicara sus pulmones: era inútil, pero de algún modo, dentro de su desesperación parecía ser un dejo de esperanza.
Giró su rostro y vio a uno de sus compañeros caídos: Chargebolt, quien mantenía sus ojos abiertos. Algo en su pecho se oprimió. Quiso acercarse, pero apenas sí se podía mover sin sentir que algo se desgarraba más en su interior.
—Mierda —susurró, tosiendo un poco.
Ya no sabía que más hacer. Y es que, en realidad, ¿qué más podía realizar? Estaba atrapado en un maldito edificio antiguo, a punto de colapsar, cientos de personas, entre civiles y héroes muertos, miles de heridos... él, aquel que ostentaba el título del número uno, entre ellos.
Una especie de nueva Liga había aparecido hacía unas semanas: más grande, más fuerte, más peligrosa. Ya era casi a diario noticias de héroes desaparecidos en acción, caídos, y cada vez esta nueva agrupación juntaba más seguidores dispuestos a darlo todo.
Había recibido el llamado de una misión que requería ir directamente al refugio de este grupo, juntando a los mejores héroes que el país tenía: era el golpe final. Pero no todo salió como lo planeado. Este grupo era mucho más astuto, su líder de algún modo vio venir lo que pasaría y estaba totalmente listo para darles una calurosa bienvenida a los héroes.
No eran meros delincuentes, wannabes o lo que sea: así como el gobierno juntó a sus mejores armas, esta nueva liga lo hizo también.
Y el resultado ya estaba dado.
Había llegado a su límite y un villano aprovechó esa instancia para atacarlo por la espalda y enterrarle una especie de daga, y si bien el arma no llegó a su corazón directamente, había hecho daño suficiente como para dejarlo desangrarse. Y el maldito huyó tan rápido como atacó, siendo su jodida risa lo último que Katsuki escuchó antes de desplomarse producto de su herida y el cansancio.
Odiaba pensar que esta vez, el mal había ganado.
Volvió a toser con más fuerza. A esta altura, ya nadie respondería a sus gritos de ayuda, nadie iría a buscarlo. Tan solo a su alrededor contaba a siete héroes muertos, ni quería pensar cuántos más había fuera de su rango de visión. Estaba jodido.
—¿Así es como vas a morir, Bakugo?
Se preguntó a sí mismo en un susurro. De tener más fuerza, habría reído sarcásticamente. Claro que así es como moriría. Sería recordado como uno de las tantos "caídos en acción", seguro harían honores en algunas escuelas e instituciones. Su familia sufriría, pero estarían orgullosos de él por seguir su ideal y convertirse en el héroe número uno...
Sentía que su garganta se cerraba. Aún dentro de su resignación, no quería dejar escapar la mínima esperanza de salir de ahí, sobrevivir. Katsuki sentía que tenía tanto que hacer aún, tanto que avanzar, tanto en su carrera como en su vida personal. No podía, no debía rendirse. Pero su cuerpo ya no respondía. Estaba simplemente tirado como un maldito trapo.
Era su fin.
Y dentro de sus pensamientos, ella apareció: como quisiera verla una vez más. Abrazarla mientras duermen, escucharla hablar sobre su día, tomar su mano al salir juntos, besarla, finalmente llevarla de vacaciones a Grecia, o a donde sea que ella quisiera ir.
Debió escucharla.
—Llámame paranoica, pero tengo un pésimo presentimiento, Katsuki —la voz de Ochaco se hizo notar a sus espaldas. Bakugo giró y la miró con su ceño fruncido. La mujer jugueteaba con sus dedos, como lo hacía cada vez que se sentía muy nerviosa—. ¿Tú no?
—Tranquila, Mejillas —suspiró. Desde que se le asignó la misión, que la muchacha había estado tirándole indirectas para que no fuera—. Me he enfrentado a cosas peores: como el escrutinio de tus padres, por ejemplo —bromeó a modo de distender el ambiente, pero claramente no funcionó.
Ochaco se cruzó de brazos y suspiró.
—Katsuki, por favor.
—Ya lo hablamos. Fui llamado, no puedo y tampoco quiero negarme. Debo ser un ejemplo de-
—De liderazgo y valentía, lo sé —terminó su frase. Odiaba que su esposo se haya creído tan fervientemente esa frase que uno de los altos mandos dijo cuando se le informó de su lugar en el ranking.
Se mantuvieron en silencio unos cuantos segundos. Katsuki sabía que su esposa estaba preocupada. No era para menos. Pero él sentía que ella debía comprender también cuál era su labor como número uno, por algo había luchado años para lograr ese puesto. Había sido la gloria obtener el título, superar a los idiotas de Deku y Shoto, de sentir ese reconocimiento tan anhelado.
Se acercó a ella y posó una de sus manos sobre su hombro, llamando su atención.
—No te darás ni cuenta cuando regrese para la cena, 'Chaco. Lo prometo.
La castaña asintió sin convencerse.
Maldijo su ego y el exceso de confianza que tuvo con esta misión. Le estaba pasando la cuenta. Al menos agradecía que Ochaco no fuera llamada, por lo menos uno sobreviviría para seguir adelante con sus sueños.
Comenzó a cerrar sus ojos, pero internamente se gritaba que no lo hiciera, que se moviera. Prometió llegar a cenar con su mujer. Prometió verla.
—¿Katsuki? —el rubio volteó a verla, algo adormilado mientras acariciaba despacio su cabeza—. ¿Estás despierto?
—Mhmm.
—He estado pensando algo —murmuró, acomodándose mejor para mirarle a los ojos—. ¿Y si tomamos unas vacaciones cuando regreses? Podemos ir a Santorini.
Bakugo enarcó una ceja divertido.
—Que específico, Ochaco —sonrió algo flojo—. ¿Por qué quieres ir ahí?
—He visto algunas postales y parece un lugar maravilloso. Nos podemos relajar, disfrutar, quitarnos el estrés... Quizás, poner en marcha el 'Proyecto Bakubebé'.
Al mencionar aquello sus mejillas se tiñeron rápidamente. Katsuki la acercó a su pecho y besó su frente con cariño, volviendo a acariciar su cabello.
—¿Crees que ya es tiempo?
—Yo... Yo de verdad deseo tener un bebé, Katsuki. El tiempo pasa y no nos hacemos más jóvenes a decir verdad.
—Llevamos casados apenas tres años. Creo que un bebé puede esperar un poco más. Además, mi lugar en el ranking demanda demasiado, y no sé si pueda ser un padre presente.
La castaña se mantuvo en silencio. El héroe explosivo creyó que se había dormido, pero no era así. Sintió a su mujer suspirar.
—Claro, "héroe número uno".
La forma en cómo ella dijo su título no le agradó para nada.
—Mejillas...
—No, no. Tienes razón. Fue algo tonto de mi parte sacar el tema.
La castaña se volteó, dándole la espalda.
—Buenas noches.
Bakugo frunció su ceño algo molesto. No le respondió y volteó al otro lado, finalmente quedándose dormido.
Que idiota fue. Debió haberla abrazado, haberse disculpado tal vez. Debió haberla besado antes de dormir y haber prolongado ese abrazo cuando partió a la mañana siguiente. Bakugo no era un hombre de muchos arrepentimientos: pero cuando se trataba de Ochaco y sus últimos minutos a su lado, éstos llegaron de inmediato.
Tosió fuertemente al punto que evitó que cayera dormido. Tomó una bocanada de aire, aunque esto fuera solo humo. Trató de erguirse, trató de obviar el dolor en su cuerpo, de no ver la sangre desparramada a su lado. Necesitaba salir. Necesitaba sobrevivir, maldita sea.
Escuchó ruidos sobre su cabeza: el cielo del techo colapsaría en cualquier segundo. Debía moverse rápido si no quería que la viga cayera sobre él y lo matara instantáneamente. No, Katsuki Bakugo no moriría aplastado ni derrotado por un villano. Saldría, se recuperaría y seguiría siendo el héroe número uno. Sería también ese esposo que Ochaco merece, le daría el vamos a la búsqueda del bebé, y no tendrían uno sino tres por lo mínimo. "Si vas a hacer algo, hazlo en grande", se solía decir.
Pudo arrastrarse un poco y fue por unos segundos que luego una buena parte del techo cayó a su lado, terminando de enterrar a su camarada. Cerró sus ojos ante la imagen, disculpándose con Kaminari en su mente y prometiéndole que le diría a Kyoka que fue un gran hombre hasta el final. Seguro esas palabras servirían de consuelo.
Volvió a desplomarse. Ya no podía más. La pérdida de sangre había sido tanta, la sofocación, las quemaduras en su piel... Ni siquiera sabía como es que seguía con vida a esas alturas, pero agradecía a quien fuera que al menos le diera un breve tiempo extra para irse recordando a su amada.
—Perdóname —susurró. Y algo dentro de él comenzó a invadirlo, un estado que él decía orgulloso nunca sentir: pánico.
Comenzó a desesperarse a medida que lágrimas caían por su rostro, aunque estas se evaporaban mucho antes de que cayeran al piso. Llevó una de sus manos a su boca, y sin poder más, rompió en llanto. Apenas sí le salía la voz, pero eso era lo de menos.
—Perdóname, amor, perdóname —dijo entre sollozos. Sabía que eso solo aceleraría más su intoxicación—. Soy un estúpido, Ochaco. Perdóname, perdóname.
Imágenes variadas vinieron a él. Sus padres, sus amigos. Recuerdos de infancia, de la escuela, de su trabajo. De ella.
De su sonrisa.
La forma en como su cabello solía desparramarse sobre la almohada y lo graciosa que se veía al despertar.
Sus ojos. Sus brillantes, marrones ojos que le dedicaban la más dulce mirada. Aquellos ojos que, durante los días previos a su misión, parecían tan preocupados y asustados por él, por su bienestar.
Su Ochaco. Su adorable, bella, fuerte Ochaco.
Solo quería verla una última vez.
Y decirle aquello que solo daba por sentado que ella sabía.
—Te amo —susurró, su mano empuñada sobre su boca.
Y cerró sus ojos.
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