Antes de Medianoche


Pareja: Kacchako (no explicitado)

Advertencia: Posible OOC. 

Escrito el 05 de Junio del 2021

Disclaimer: Boku no Hero Academia ni sus personajes me pertenecen. Son obra original de Kohei Horikoshi, yo solo los uso para fines recreativos.

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Sábado por la mañana. Ochaco ordenaba todo en su apartamento para lo que sería un día dedicado totalmente a sus amigas: una salida por brunch, una ida de compras y luego pasar el resto de la tarde y noche con una maratón de películas protagonizadas por Chris Evans, porque... obvio.

El plan perfecto.

Terminó de alistar su hogar a las diez y quince. Tenía tiempo para ducharse y arreglarse, debía verse con las chicas al mediodía. Corrió buscando su atuendo adecuado, lo dejó pulcramente estirado sobre su cama y se metió al baño, poniendo en su celular un poco de música para alegrar el ambiente.

Ambiente de mierda. El agua caliente nunca salió. Terminó duchándose con agua demasiado helada para su gusto, entre pequeños gritillos desesperados y dándose cuenta que su celular se había descargado a la mitad de una canción bastante buena.

Trató de entrar en calor al envolver su cuerpo en una toalla, luego colocó otra sobre sus hombros y apresuró el paso hacia su cuarto para vestirse. Miró la hora al pasar por fuera de la cocina: diez y cincuenta. ¡¿Cómo mierda tardó tanto?! Sin más tiempo que perder, cerró la puerta de su habitación, soltando un sonoro suspiro. Volteó para tomar su ropa, y de verdad pensó que alguien le debía estar jugando una cruel broma.

Un gato calicó.

Un maldito gato tricolor.

Sobre su ropa.

Y lo peor de todo es que ella no tenía mascotas. ¿Cómo demonios llegó esa bola de pelos...?

Oh. La puerta de vidrio que daba hacia su balcón estaba entreabierta. No se debió haber dado cuenta, cuando trapeó el piso de su dormitorio que no la cerró del todo cuando creyó haber terminado de secarse.

Intentó espantar al gato con un "shu, shu", pero el minino ni se inmutó. Es más, amasó el vestido de la chica, dio unas vueltas y se acomodó para luego dormir.

Ya que. Buscaría otra cosa que usar, aunque realmente quería ponerse ese vestido nuevo que su explosivo amigo le había regalado. Iba a estrenarlo con esa salida, y ahora estaba arruinado, sirviéndole de almohada a un gato callejero.

Buscó en su armario algo similar, pero no encontró algo que la dejara contenta. Optó por unos vaqueros ajustados, una blusa sin mangas con cuello en "V" de color palorosa y unos botines marrones claro a juego.

No se sentía linda, pero era un plan de emergencia. Se maquilló rápidamente, solo un delineado y un poco de rímel sobre sus pestañas sería suficiente; ya estaba demasiado atrasada.

Tomó su cartera, salió de prisa y cruzó la calle para poder tomar algún taxi hacia su punto de encuentro. Estaba algo fuera de su presupuesto, pero tenía un compromiso importante agendado hacía semanas y no iba a llegar tarde, no iba a...

...Se quería morir.

Cuando llegó a aquel restaurant cerca de la costa, la reservación que había hecho con anticipación había sido cancelada. Trató de hablar con el encargado, buscar una explicación razonable, pero todo lo que le dijeron fue que ya no había sobrecupos, y una importante figura política requería de la mesa que ella había reservado semanas antes.

¿Cómo iba a explicar eso a sus amigas? Discutió incluso con el gerente del local, explicó toda su situación, pero la única solución que le dieron fue darle una nueva reservación... para tres semanas más.

Declinó. Sus trabajos eran tan demandantes, que si habían organizado esta salida con anticipación, fue porque no tenían tiempo para después. Salió del lugar más que enojada, buscando algún lugar para sentarse y llamar a Mina: debía darle las malas noticias.

Espera.

Ninguna de las chicas todavía había llegado.

Extrañada, tomó su teléfono, pero recordó que no alcanzó a cargarlo. Mierda, quizás la habían llamado y ella desaparecida totalmente. Buscó con la mirada algún teléfono público ¿todavía existían?  Y al dar con uno, introdujo las dos monedas. Por suerte sabía el número de Mina de memoria, por lo que marcó y esperó que le contestara.

Y esperó.

Y esperó.

¿Qué demonios pasaba? Esa mujer vivía con el aparatito pegado a su mano, ¿por qué no contestaría?

¿Hola?

—¡Mina! Mujer, menos mal que contestas.

¿Uh? ¿Ochaco? ¿De dónde diablos llamas, mujer?

—Un teléfono público. Larga historia, poco tiempo: ¿dónde estás? Tampoco he visto a Yaomomo, Tsuyu ni Jirou. Quedamos a las doce, pero, no vas a creer todo lo que ha-

Para continuar, inserte una moneda. De lo contrario, cuelgue.

Ochaco quiso gritar. Buscó en su cartera una jodida moneda y la colocó antes de que la llamada terminara.

—Mina, escúchame: ¿dónde están? La reservación se canceló, no tengo mi celular cargado y no las encuentro. Sigo aquí frente al restaurant.

Ay, 'Chaco, cariño —suspiró la chica al otro lado—. Estaba por llamarte. Ni Yaomomo ni Jirou van a poder ir. Y Tsuyu-

Para continuar, inserte una moneda. De lo contrario, cuelgue.

Ochaco buscó rápidamente otra moneda en su cartera, pero no halló ninguna más. Excelente día para salir sin más cambio.

—¿Hola? ¿Mina? —suspiró. La llamada se había cortado.

Colgó el teléfono y llevó ambas manos a su rostro. Estaba frustrada, quería llorar, tenía hambre y estaba incomunicada.

Se dejó caer sobre una banca. Bien, dos de las chicas no llegarían, eso estaba claro. Pero no alcanzó a oír con pasaría con las otras dos. No le quedó de otra que esperar a que aparecieran y ver dónde podían ir a comer algo.

Quince minutos.

Media hora.

Una hora y quince.

—No van a llegar —murmuró para sí misma. Se levantó de su lugar y a paso lento caminó por el paseo peatonal, dirigiéndose a cualquier lugar.

Ya nada importaba.

Sin darse cuenta, llegó hasta el centro de la ciudad, donde la gente parecía caminar a paso apresurado para continuar con sus vidas. Sintió un olor a comida salir de algún local y eso le hizo agua la boca: estaba más que hambrienta.

Bueno, al diablo el brunch, solo sería almuerzo de algún local de comida rápida, y no el fino restaurant con vista a la costa que tanto quería conocer.

Una campanilla sonó al empujar la puerta, encontrándose con una fila de personas esperando pedir su orden. Suspiró resignada y se colocó detrás de una mujer rubia, viendo qué ofrecía el menú.

Yakisoba. La fotografía lo mostraba demasiado tentador y eso solo abrió más su apetito. Cuando finalmente pudo pedir su comida, se llevó tremenda decepción al darse cuenta de la falsa publicidad: apenas si era un cuarto de lo que la foto mostraba, además, parecía que el pollo no había sido bien cocinado.

Hizo un puchero.

Tomó su bolsa y salió rápido de ahí: iría a casa y cocinaría algo allí mejor. Dudaba que las chicas llegaran para la noche de películas, así que solo se pondría su pijama y se echaría a llorar sobre su cama por su maldito día. Ya había tenido suficiente.

Estaba por abrir la puerta de su apartamento, cuando escuchó un fuerte ruido por dentro. Se alarmó, hasta que recordó: ¡el maldito gato!

Entró de golpe y encontró al felino encima de su librero, botando todo lo que pillaba a su paso. Dejó caer la bolsa con comida y corrió al interior, sacando al gato de ahí y llevándolo afuera. ¿Cómo pudo olvidar al minino?

Recogió lo que había botado, y se dio cuenta que la fotografía de su graduación estaba arruinada: el vidrio roto había pasado a llevar el papel, rompiendo una parte de la foto. Era uno de los pocos recuerdos que le quedaba de la academia, y estaba rota.

Sollozó un poco. Terminó de recoger lo que quedaba, y sintió otro ruido detrás de ella: el gato había vuelto, y estaba hurgando en la bolsa con comida que ella había dejado tirada en el suelo.

—Oye —llamó. El felino alzó su cabecita, la miró un par de segundos y luego volvió a meterse de lleno en la bolsa. Ochaco suspiró por enésima vez—. Debes tener hambre.

Se colocó de pie, limpió su rostro y se acercó hacia el intruso, tomándolo con cuidado. Se dio cuenta que era una gatita en realidad y no era tan grande. Acarició un poco su cabeza, la dejó sobre el sofá y buscó algún platillo viejo para dejarle algo de atún.

¿Qué más daba ya?

Mientras la gatita comía, ella cargaba su celular. La pantalla de este encendió, y de inmediato cientos de mensajes y llamadas perdidas se registraron. Tomó el móvil y fue deslizando por cada uno de ellos: eran de las chicas, quienes se disculpaban por no poder verse, dieron sus excusas e insistieron al ver que ella no respondía. Claro, de haber cargado su celular, se habría ahorrado bastantes malos ratos.

Se colocó su pijama, a pesar de apenas ser las cinco de la tarde. Cerró sus cortinas, llevó una pequeña fuente con papas fritas hacia el living y se acomodó en el sofá frente a la televisión: al menos podía contar con Chris Evans.

La gatita -a quien decidió llamarla tan originalmente como Pelusita- se acomodó a su lado, durmiéndose rápidamente. Al menos había logrado darle un buen día al pobre animalito.

Ya estaba en la tercera película de su catálogo, Contando a mis Ex, cuando se estiró un poco. Tomó su celular ya completamente cargado y vio la hora: era ya bastante tarde. Se fijó que la minina seguía dormida, tan tranquila y sonrió un poco.

—Al menos una de las dos tuvo un buen día.

Volvió a enfocarse en la película: era una comedia quizás algo cliché, en cuanto a que esos dos quienes no se llevaban bien al principio terminan medio enredados. Al menos alguien se preocupaba por la protagonista.

No como a ella.

Ese día realmente contaba con sus amigas. No se habían visto en semanas, y sentía que tenía tanto que contarles. Quería también escucharlas a ellas, sus historias de trabajo, de sus familias, de lo que sea. Ya comenzaba a sentirse sola.

El apartamento de una habitación incluso ya se sentía grande. Claro, ahora tenía a Pelusita, pero no era lo mismo.

Llegó al final. Ugh, esa típica confesión amorosa, y todo eso. Ahora se sentía más sola.

¿Quizás necesitaría a alguien? Esa persona que te acompaña en todo, que estará para ti cuando tengas un mal día como el de ella, esa persona que te calmará en tus días de rabia y te alentará en los buenos...

No, era mucho pedir. Aunque ella se preguntaba si habría alguien que la sacaría de esas sombras de la soledad, que la contendría en las noches...

...Su teléfono anunció un mensaje. Se sobresaltó un poco, lo tomó rápidamente y leyó:

Bakugo 23.40 pm

Oi, la ojos de mapache me dijo que no les resultó lo de hoy.

Bakugo 23.41 pm

No quiero decir te lo dije, pero... Te lo dije.

Bakugo 23.42 pm

Voy saliendo de la agencia. Hace un frío de mierda a esta hora, así que ten lista la puta tetera que necesitaré un café.

Bakugo 23.42 pm

Llevo tus jodidos dulces.

Bakugo 23.43 pm

Oi, ¿estás viva al menos?

Bakugo 23.44 pm

No importa. Llego antes de las doce.

Sonrió un poco más animada.

Quizás, esa persona que le ayudaría a alejar esa soledad ya estaba.

¿Por qué no?

____

Brunch: El brunch, también conocido como desayuno tardío o almuerzayuno, es una combinación de almuerzo y desayuno. Se suele servir, por regla general, en un período de tiempo que va desde las 10:00 hrs. hasta las 16:00 hrs. (Wikipedia(?))

Bien, aclarado eso, espero que les haya gustado este OS que salió de una conversación con mis amigas sobre Chris Evans y una grosera cantidad de tiempo escuchando ABBA gracias a Mamma Mía! (?)

Besitos!!  💖✨


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