Libre de ti.

España y México.

¡Resubiendo un viejo OS por la ocasión jsjsjs!

¡Prometo que el otro se subirá algo tarde, pero se subirá :33!







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Ecatepec, Estado de México (actualmente), Nueva Hispania; 1815—

En esta pequeña localidad se oyeron varias detonaciones y es que, al fin habían terminado con el ultimo caudillo que siguió las ideales de Hidalgo.

La representación de la colonia ya no sabia que hacer. La lucha se había descontrolado bastante desde la toma de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato.

Pero ahora... No sabia que hacer, no tenia dirigente... ¡¿Cómo se había logrado convencer de armar tal revuelta?!
Ahora sufría por ello, Hispania estaba furioso y sus tropas realistas no se detenían.

Las intendencias que lo conformaban se habían unido a él. Pero para ser sincero... Aun no tenia una idea clara para toda esta guerra.



—1816—





Un año, un año peleando sin tener un líder. Pero como si la virgen lo hubiese escuchado, los hermanos Rayón llegaron para ayudarlo.

Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria y Pedro Ascencio son los encargados de dirigir las tropas insurgentes.

Con esto, los pequeños batallones se esconden en cerros, selvas. Para evitar que los disuelvan.
La corona hispana tiene a su cargo los mejores hombre pero...

En Veracruz, puerto, para ser exactos. Guadalupe Victoria toma el puente del Rey, uno de los accesos mas importantes de la Nueva Hispania y del gobierno virreinal.

Mientras tanto el joven de apenas 13 años de apariencia no sabe que hacer o que pensar. Lo único que se le ocurrió fue seguir a estos humanos.

Pero, las revueltas entre propios insurgentes empezaron. Y esto se debía a la indecisión del menor. Peleo varias veces con sus intendencias, que no comprendían porque el adolescente quería parar con la guerra.

Esto provoco que Antonio empezara a disipar estos pequeños grupos. En ese tiempo, un nuevo virrey llegaba a mandar a la Nueva Hispania.

Juan José Ruiz de Apodaca y Eliza era su nombre. Un hombre que sabia que necesitaba diluir a los insurgentes para poder finalizar aquella guerra.

Pero parecía que estos ya se habían rendido, pues solo eran pocos los que quedaban.

—Costas Soto la marina, Intendencia Nuevo Reino de León, (Actual estado de Tamaulipas); 1817—

En las costas del actual estado de Tamaulipas, de Londres llegaba un general, con trecientos hombres a su cargo.

La chica que lo miraba al ver que era hispano. Estuvo apunto de atacar, pero la representación de un estado de Hispania hizo acto de presencia.

—Espera! Només vinc per ajuda. Si us plau, deixeu-me parlar amb el teu virregnat. —La chica que era parte de la intendencia dijo un firme. ¿Qué? Pues no entendió al joven frente a ella. Este se aclaro la garganta y volvió a decir—Solo vengo por ayuda. Por favor, dejadme hablar con tu virreinato.

Después de un par de días, pues no era fácil dar con el adolescente que estaba oculto en el sur.
Llego, viendo al joven castaño de ojos verde claro y un traje militar del ejercito realista.

—¿Por que me buscáis? —Pregunto con algo de lejanía. —Y quien sois además?

—Soy Cataluña, estado hispano. Hoy, solo quiero pedir tu ayuda. Él, es Francisco Javier Mina. —Señalo al general que había esperado con ansias al joven virreinato y que ya había alistado a sus hombre. —Quiere derrocar a Felipe VII. Pero para eso. Necesita tu ayuda.

—Felipe VII... ¿Acaso el no es el rey de Hispania? —Cuestionó, ¿por qué un hispano quería derrotar a su jefe? El catalán asintió y dijo.

—Pero nosotros no lo queremos, necesitamos terminar con su reinado. ¿Nos ayudaras?

El menor no sabia que decir, ni siquiera sabia que pensar. Tenia sus propios problemas ahora.

—Podremos ayudarte con la constitución de Cadiz. —Volvio a decir el catalán mientras detenía al joven que estaba dispuesto a irse.

Esto provoco que el joven lo mirara. ¿Que podía salir mal de todo esto?

Una nueva lucha empezó. Todo parecía ir mejor. Pero apenas Antonio se entero que entre filas insurgentes se encontraba uno de sus estados lo hizo enfurecer mas.

Las luchas fueron feroces. Pero no solo el ejercito realista ganaba terreno por tener mejor estrategia. Sino que entre el propio ejercito insurgente empezaban las enemistades y desconfianza.

Las intendencias empezaron a pelear entre ellas o con el menor. Cataluña que trato de organizar a estos, no lo logro. Mas porque ellos no querían recibir ayuda de un hispano. A pesar de que este les había hecho ganar varias batallas.

Así que, después de una lucha de 7 meses. En noviembre, Mina es apresado junto a Cataluña.

El primero es fusilado, pero el otro recibe una gran reprimenda que no olvidará jamas. Después de eso es devuelto a Europa.

—1818, en alguna parte del actual estado de Michoacán

—¡Ya no quiero seguir con esto! —Grito el virreinato, mientras sujetaba sus ropas.

—¡¿Qué?! —Exclamo Puebla de los ángeles.  —¡No puedes hacer eso! Ya hemos aguantado bastante, debemos seguir.

Pero el chico no quería escuchar. Estaba harto de la lucha, de las guerras, peleas y muertes.
Era comprensible para varias intendencias.

Él aun era joven, nunca había vivido una guerra. Era normal que estuviese asustado y que se "acobardara" ahora.
Mejico (←Esta escrito así. Porque antes así lo llamaban a Yahir) miro al chico y aunque el sabia que lo mejor era terminar todo esto, sabia que no debían. Ya llevaban 8 años peleando y resistiendo a pesar de las peleas.

Y aunque Hispania hubiese recuperado el puerto del Rey aun quedaban pocas esperanzas en ellos.

[...]

No sabían como, pero Antonio los había encontrado. Nueva Hispania estaba frente a él y las intendencias detrás del virreinato. Mejico mostraba preocupación, sabia de lo que su esposo era capaz por haberle desobedecido.

Y bueno, el virreinato había roto demasiadas reglas desde 1810.
Pero en ves de eso, Antonio hablo con una voz cálida y con cariño al chico frente a él.

—Oh, Nueva Hispania. Tranquilo, no estoy molesto con vos. —El hispano se arrodillo con una sola pierna y extendió los brazos al adolescente. —Yo se que vos estas harto de esta lucha sin sentido.

El menor no respondió, pero si aparto la mirada. El hispano sabia que podía volver a tener a su colonia devuelta. Solo debía ganar su confianza.

—¿Por qué no vienes conmigo chaval? ¿Por qué no le pones fin a todo esto? —Pregunto aun con esa voz amable, que a las intendencias lea causaba mala espina. Pero al novohispano lo hacían sentir culpable por tanta lucha. —¿Queréis tierras? Esta bien, os las daré. ¿Queréis dinero? También os lo daré. ¿Quereis que cambie la constitución de Cadiz? Lo haré, solo venid con papá.

El castaño hizo con las manos una señal para que el menor se acercara a él.
El menor iba a dar un paso, pero su "madre" lo detuvo.
Antonio cambio ligeramente su rostro amable por una mueca de molestia. Pero volvió rápidamente a mostrarse amable.

—Vamos chaval, yo se que no quieres esto. —Volvio a decir.

—¿Cómo sabéis que no quiero esto? —Pregunto el de lentes. Si él ni siquiera lo sabia. —A-ademas no quiero que los dañes a ellos.

Menciono refiriéndose a sus intendencias que lo apoyaron desde 1810. El hispano trago en seco, pero debía ganar a su hijo.

—Te daré... No, mejor dicho. Os daré el indulto militar. —Era arriesgado, pero no podía perder a su colonia. —A todos vosotros se los daré. Pero solo si venís con papá.

—¿Enserio? —Pregunto dudoso el menor.

—Nueva Hispania no... —Susurro Mejico. Sabia que Antonio estaba llevándose al niño con sus palabras. Pero al parecer el virreinato no lo escucho.

—¡Por supuesto chaval!  —Menciono alegre. —Ven mi niño, ven con papá.

Volvió a decir, el adolescente que tenia la espada en la mano izquierda y era sujetado por la derecha por su otro padre, sonrió.
Dejo caer su arma y su mano se deslizo de la mano del ex tenochca.

Nueva Hispania había ido con su padre, donde este fue recibido con un abrazo.

—Jefe Antonio... —Lo llamo con alegría. Mientras las intendencias no podían creer la decisión del joven.

—Nueva Hispania. —Sus ojos verdes se enfocaron en los oscuros ojos de su esposo.

Yahir temió no solo por el crió, sino por todos ahí. Retrocedieron pasos, no, no volvería con él.
Pero no podía hacer mucho ya.

—Vámonos. —Lo llamo Valladolid. Mejico no quería dejar solo a su niño... Pero no volvería con Antonio.

Así que, junto con las pocas intendencias se fue, se adentraron en los cerros. Dejando al virreinato con su padre.

—1820—

Antonio tuvo que cumplir su palabra, pues aunque quería castigar a su colonia. Sabia que eso le traería mas problemas.
Pero no todo iba bien entre él y su crió.

Por alguna razón se veía distante y es que a pesar de tenerlo cerca, el virreinato aun sufría por los guerrilleros que aun quedaban.

Pero trato de llevar una vida normal, pero a pesar de eso, aun no tenia acceso a varias cosas que los peninsulares si.
Y eso molestaba al joven de lentes, que vestía como el ejercito realista.

Si, quería a su padre. Pero ya no sentía el mismo respeto por él. Pues este aun no cambiaba demasiadas cosas que los habían dividido en un principio.
Y aun seguía bastante dolido por la guerra.

Mientras hacia sus cosas, conoció a un militar muy distinguido. Su nombre; Agustín de Iturbide.

Un coronel criollo que había dirigido a varias tropas hispanas. Pero que como el menor estaba molesto con la corona.
Así que, cuando le encargaron el combatir contra Vicente Guerrero, es cuando la lealtad de estoy hombres se esfuma.

—¿Independencia? —Cuestiono el virreinato, ya le habían hablado de eso. Fue el propio Modelos quien se lo expreso por primera ves.

—Asi es, así todos podremos ser iguales. Así todos estaréis conformes. —Menciono el criollo mientras miraba al joven. —¿No es lo que buscáis? La paz, la igualdad, un lugar donde todos estéis bien.

El menor lo pensó, claro eso buscaba desde un principio. Pero con lo ocurrido en Guanajuato todo se había descontrolado y se habían perdido los principio básicos de la lucha.

—¿Qué tenemos que hacer? —Preguntó el adolescente. A lo que el coronel sonrió dispuesto a explicar su plan.

[...]

En ese año, claro hubo guerra, pero eran los insurgentes quien vencían ante todo esto.
La batalla de Zapotepec fue una de estas.
Pero no era porque Iturbide estuviera haciendo un mal trabajo.

Claro esta que algo buscaba con ello y, no era la victoria militar, sino política.
Trataba de ganar la confianza de Guerrero y por medio de cartas, fue cuando comenzaron a hablar del tema mas importante. La igualdad entre ambos ambos.

Pronto aquellas cartas empezaron a ser mas. Hasta que ambos aceptaron verse con sus batallones.

Llegaron a Acatempan, donde las intendencias que aun resistían venían del lado de Guerrero.
Y el virreinato junto Iturbide.

Nueva Hispania y Mejico se abrazaron al verse y aunque estaban dolidos los demás, se alegraban de ver al menor a salvo.

—¿Qué queréis decirnos? —Preguntó el general insurgente al criollo frente él.

—Solo quiero hablar sobre la independencia. —Todos lo miraron intrigados. Claro, era algo que las capitales de antiguos señoríos mesoamericanos buscaban desde hace mucho. Librarse de la corona hispánica. —Y sobre la igualdad que esta pudiera tener para todos.

Así se dijo, así se hablo. Pasaron horas escuchando los ideales del coronel y aunque parecía una locura era lo que muchos buscaban.
Vicente Guerrero sonrió, pues esto ayudaba a todos. Ambos aceptaron y en un abrazo, unieron sus fuerzas y ejércitos.
Formando así, el Ejercito Trigarante.

Pronto se redacto el llamado Plan de Iguala, donde se proclamaba a la Nueva Hispania como una nación libre.


—1821—

Pero para los peninsulares no iban bien las cosas. Antonio sabia que algo andaba mal.
Pero eso lo confirmo en unos días.

—¡No! —Exclamo después de leer el tratado. —No pienso firmar esto.

Todos estaban frente al hispano esperando que firmaran, aunque sabían que la negación duraría bastante.

—¡Jefe Hispania, por favor! —Suplico el chico, pero el ibérico no sedería.

—¡No! ¡¿Por qué buscáis alejarte de mi?! —Le grito rodeando el escritorio hacia el chico. El cual estaba asustado. Sabia que Antonio se estaba molestando bastante.

—¡Solo quiero ser libre! —Le grito, a lo que el castaño lo miro mal.

—¡Libre! ¡Pero si os e dado todo! ¡Comercio! ¡Tierras! ¡Indulto! —Estaba en una gran cólera el mayor. —¡Sin mi no serias lo que eres hoy! ¡No podéis separar mi!

—Es mejor firma Antonio, es obvio que estas tierras ya no nos pertenecen. —Todos voltearon a la entrada viendo al virrey Juan O'Donojú (Aunque este no tenía el cargo totalmente).

—¡P-pero señor! —Exclamo el i
no mientras veía al vocero de su rey.

—Pero nada Antonio. Debemos reconocer la derrota cuando la tenemos enfrente. —El hombre de gran puesto tomo una pluma firmando el acta. Luego se la paso al hispano. —Firma.

El padre de la nación aunque de mala gana, acabo firmando el Plan de Iguala. Apenas hizo esto. Varios acompañantes de Iturbide hicieron lo mismo.

—¡Bien! Que todo quede por la paz. —Menciono O'Donojú mientras volvía a salir de la sala. —Hay que informar a las tropas de esto y al mismo rey.

Salio de la sala, como la mayoría de humanos. Dejando a las intendencias, Hispania y el antiguo virreinato solos.
Claro que todo eso era incomodo, el castaño veía por el ventanal donde tomo cierto objeto entre sus manos.

—Vos necesitáis de mi. —Menciono sin mirar a su niño.

—No jefe Antonio. —Menciono mientras lo volteaba a ver. —Puede que eso hubiera sido antes, pero ya no necesito de usted. Tendrá que aceptarlo quiera o no.

El hispano apretó el mango de aquel objeto mientras mordía su labio inferior.

—¡No lo pienso aceptar! —Le grito corriendo hacia él con su hacha. Pero el menor actuó rápido, enterrando su espalda en el abdomen del mayor.

El hacha cayo al piso resonando por toda la sala. La expresiones de terror de las intendencias no se hicieron esperar.
El menor solo sentía la sangre caliente del mayor correr por su mano.

El hispano se aferro a la vestimenta de su ahora ex colonia. El adolescente no sabia que hacer ahora. Había herido a su padre y no solo de forma física.
El mayor iba cayendo poco a poco al piso, el menor oyó la voz quebrada de su tutor.

—No me dejes... Sois lo único que me quedaba. —Y es que el novohispano no sabia que sus primos también estaban haciendo lo mismo que él. Se estaban independizando del hombre que tanto los quiso, aunque nunca lo demostró.

La espada cayo al piso, al igual que Antonio. Que sostenía la herida hecha por su colonia.
Las lágrimas caían y se mezclaban con el rojo de la sangre.

—Lo siento... —Murmuro el menor mientras Mejico lo jalaba hacia la salida. —Enserio lo siento...



—27 de noviembre, 1821; Ciudad de México (actualmente)—

El ejército trigarante entraba triunfal por la ciudad. Todos los novohispanos estaban eufóricos por haber logrado algo grande después de una década de guerra.

Iturbide iba al frente del batallón, a su lado izquierdo el antiguo virreinato y al derecho Vicente Guerrero.

Todos se concentraron en la plaza, donde el coronel se dirigió a todos con unas simples palabras.

—¡Mexicanos! Hemos descubierto la manera de ser libres. Pero depende de vosotros ser felices.

Todos aclamaron sus palabras, el humano se dirigió al chico. Donde tomaba una corona y la ponía sobre la cabeza de la nueva nación.

—Hoy, como nación libre. Te doy el nombre de, Imperio Mexicano. —El menor sonrió, dejando la corona sobre la corona.

—Gracias. —Fue lo único que dijo con voz amable. Y es que después de 10 años de pelea al fin tenia paz.

Lastimadamente, esa era el inicio de varios problemas y guerras.













—Ohayo Perez.

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