C a p í t u l o : ━━ III ━━


México parpadea un par de veces, manteniendo los ojos entrecerrados. No puede dejar de pensar en los acontecimientos de más temprano, especialmente por el hecho de que sufrió un... ¿Ataque de imágenes? Bah, en realidad no sabía cómo definirlo. Cualquier nombre que encasillara lo que vivió sonaba tan real como absurdo, incluso para él.
Si era sincero, no sabía ni siquiera qué era lo que le había ocurrido, no tenía ni idea. Quería pensar que tal vez solo era algún síntoma por dormir poco, o alguna tontería extraña que se le pasaría después de un tiempo.
Fuese lo que fuese, esperaba a que terminase pronto. Si algo había aprendido muy bien luego de llevar un tiempo en con el sistema de ONU, era que a los tercermundistas nunca les era rentable llamar la atención. Un perfil bajo era su mejor opción, y siendo una "herramienta" importante de USA, no le convenía padecer más rarezas que saltaban a la vista de otros.

La voz del groenlandés logró devolver a México al mundo real, lejos de sus cavilaciones.

━━¿Te quedarás hasta tarde? ━━preguntó Groenlandia. Era el último, junto a él, que permanecía en la oficina de los norteamericanos.

━━No lo sé, supongo que no tengo otra opción ━━responde el latino encogiéndose de hombros. Su voz parece mantener una mezcla de resignación y algo que el groenlandés percibió como burla. No pudo estar seguro de si eso último sería correcto.

El bicolor trata de restarle importancia a ese detalle, pero no lo consigue. Su intuición lo conduce a temer que el mexicano pueda estar teniendo alguna clase de problema, y parte de su labor como "colaborador" en América es cuidar de los tercermundistas de Estados Unidos.
Literalmente ese, luego de servir a su pueblo y en cierta medida a ONU, era su trabajo principal; y no era secreto para nadie que el mexicano era la cereza en el pastel del norteamericano de lengua inglesa.

La isla con un parche en su ojo izquierdo vuelve a dirigirse al latino, ahora con una voz que, pese a que trata de modular, delata su interés anormal por el otro país.

━━¿Quieres que te espere, o vas a...?

━━Voy a volver yo solo, no te preocupes por eso, Groenlandia ━━afirma antes de dar media vuelta y quedar frente a la isla, quién lo mira con un gesto preocupado.

México se obliga a sonreír lo más sinceramente posible, convencido de que el otro americano le dejaría tranquilo y seguiría con su camino si le mostraba algún gesto que disminuyera su aspecto de haberse levantado con el pie izquierdo.
El bicolor de climas fríos suspira y devuelve el gesto amablemente, solo para luego tomar sus pertenencias y dirigirse a la salida, dándole varias miradas analíticas al mismo hispano y a sus cosas, buscando alguna señal que saliera de los parámetros comunes.
Al no ver nada fuera de lo usual (aparte de la expresión apagada de México), se respira hondo, como tratando de convencerse de que no hay nada demasiado extraño y prosigue con sus deberes lo más tranquilamente que puede, aún dirigiendo varias miradas al hispano que buscan algún pretexto para darle la razón a su intuición.

━━Buenas noches, trata de dormir al menos seis horas, ¿Quieres? ━━dice asomando su cabeza desde el umbral de la puerta. Ni siquiera espera una respuesta antes de cerrar y que sus pasos se escuchen alejarse lentamente por los corredores.

De nuevo, México se queda solo. Ésta vez dentro de una oficina iluminada por luz artificial, cuyas persianas siguen abiertas solo para recordarle el tiempo que llevan ahí dentro. Camina unos pasos hasta llegar frente a su computador y observa la hora: 1:36 de la mañana, nada mal para ser su primer día de trabajo en el nuevo año, se dice mentalmente con evidente sarcasmo.
Apaga su laptop luego de enviar unos documentos (no precisamente pocos) a sus estados, y otros más a TLCAN directamente por petición de Canadá. Guarda su aparato de nuevo en su maletín junto a su cargador y poquísimas hojas de papel que le recordarán los pendientes que tiene para el siguiente día. Sabe a la perfección que su yo del futuro querrá matarlo por eso, pero por ahora no le da la mayor importancia. Ya mañana podrá estresarse por aquello.
Cierra las cortinas de la oficina y no apaga las luces hasta que está a punto de salir de la estancia. También cierra la puerta con cuidado y se dispone a caminar él también por los pasillos que conforman la planta del edificio hasta llegar al ascensor; se acomoda la corbata en el camino y mira algo nervioso a todas partes, a la vez que sus pasos se vuelven cada vez más rápidos y el sonido de las suelas contra el piso se vuelve más audible.

Llega finalmente al elevador arrastrando el mismo delirio de persecución que lo acompaña todas las noches desde que los ataques de imágenes aparecieron, y como si de alguna maravilla se tratase, se abalanza al interior del mismo. Una vez dentro presiona frenéticamente el botón que indica claramente "Segunda planta". Se arrincona en una esquina de la caja de metal y se esfuerza por mantenerse calmado, pero su cuerpo parece ignorar olímpicamente sus peticiones. Su corazón retumba en sus oídos, mientras que el aire se vuelve escaso, teme volver a quedar atrapado en un bucle mental de visiones indescifrables aparentemente infinitas del que no puede escapar, pero para su suerte tal evento nunca se efectúa. Muy por el contrario, lo único que sucede es que alguien detiene las puertas metálicas del ascensor justo cuando estas estaban a pocos centímetros de cerrarse.
Estuvo a punto de soltar un chillido aterrado.

El mexicano no puede evitar maldecir para sus adentros con una mezcla extraña de desesperación y miedo que le deja un sabor agrio en la boca.
Las puertas se abren una vez más de par en par y el antes desconocido entra al elevador con una expresión gélida. Tiene los ojos rasgados y con unas ojeras a penas notables bajo ellos, aparte de que al principio no parece siquiera estar prestando atención a la presencia del tercermundista.
El latinoamericano reconoce de inmediato por sus prendas oscuras y de marca, aparte del olor a colonia cara y al emblema de la ONU en el hombro izquierdo de su traje que se trata de una potencia; y luego de eso, al levantar su mirada las estrellas amarillas y la piel roja delatan por completo al country. México contiene la respiración y espera a que el país presione el botón de la planta a la que desea ir, rogando para sus adentros que no coincidan en piso. Sus plegarias parecen ser escuchadas y China oprime la figura que señala al primer piso.
El tricolor agradece mentalmente su suerte, y no era para menos.

A México le encantaba alardear de su enorme valentía, pero al momento de llevarla a la vida cotidiana el tricolor se daba cuenta de que, incluso con una simple mirada, podía sentirse desnudo delante del asiático. Le asustaba, un poco, pero igual lo hacía.
La mascarilla de color negro que el chino poseía lo hacía parecer más severo de lo que de por sí ya era.
China era más alto que él, no de manera exagerada, pero su estatura era muy parecida a la de USA. Era uno de los países más grandes de todo el mundo, por no mencionar que tenía un monstruoso poder en el mercado internacional. Su mera presencia en el elevador hacía sentir extraño a México, más de lo antes ya se sentía, e incluso pese a que su respiración se había controlado, su corazón no dejaba de palpitar tan sonoramente que juraría que incluso aquella potencia podría escucharlo.

No intercambiaron palabras más allá de un "buenas noches" que el tercermundista pronunció con nerviosismo y el chino respondió apenas de forma audible gracias al cubrebocas que ocultaba poco menos de la mitad de su rostro.
No se llevaban mal entre ellos, pero era evidente que en muchos aspectos el mexicano se sentía profundamente intimidado por el asiático que hacía competencia con la potencia a la que el, técnicamente, "servía".

La puerta del elevador se abrió en el destino seleccionado por México, y el país no tardó nada en salir de la estancia y caminar apresurado entre los pasillos.

━━“No quiere que lo vean” ━━Es lo primero que piensa China una vez que las puertas metálicas se cerraran de nuevo, luego de que el americano desapareciera de su vista al doblar en una esquina casi de inmediato.

México sigue avanzando con pasos presurosos, pero el miedo ya no es tanto como antes. Es muy consciente de que a esas horas son extremadamente pocos los países que acuden a esa planta del edificio. Recorre dos corredores más y finalmente se detiene frente a una puerta con una ventana cuyo cristal distorsiona la imagen del interior. Ignora la placa que ya antes ha leído cientos de veces y toca la puerta cuidadosamente.
Escucha los pasos de alguien al interior aproximándose, y en cuestión de segundos la puerta queda abierta frente a él, revelando la presencia de la mujer que se dedica a escucharlo casi todas las noches/madrugadas según la hora a la que termine sus deberes.

━━México, adelante, me da mucho gusto verte de nuevo ━━afirma ella con una sonrisa resplandeciente que dentro de poco el mexicano imita.

━━Buenas Noches, doctora. Me da gusto verla a usted también ━━responde el país educadamente una vez entra a la estancia y deposita su maletín cerca de la puerta que la fémina cerró una vez él estuvo dentro.

━━Toma asiento, yo de mientras prepararé un té para los dos, estoy segura de que te vendrá bien, ¡debes estar incluso más cansado que él resto de tus hermanos!

━━En realidad no hace falta, estoy bien así.

━━Tonterías, México. A mí no me engañas, te conozco mejor de lo que crees ━━sostiene la mujer mientras hace varios ademanes con su única mano libre━━. A parte, un buen té de manzanilla jamás viene mal, eso ya deberías saberlo.

El hispano no puede evitar esbozar una sonrisa desde el sofá donde se encuentra sentado al escuchar la terquedad de su psicóloga, la cuál, algunas veces para bien, y otras tantas para mal, le recuerdan a él mismo y a sus estados. Se encoje de hombros, y por dentro se permite admitir que en realidad ella tiene razón, y luego de un día algo tedioso de trabajo frente a un computador una bebida como esa se agradecía mucho.

Escucha como María coloca la tetera con agua en la estufa, y luego oye sus pasos cortos y ligeros volver a la sala principal, donde él, un sillón vacío y varias estanterías repletas de libros sobre teorías de la personalidad y cosas especializadas en el funcionamiento tanto del cerebro como de la mente humana la esperan pacientemente.
La psicóloga toma asiento en su sitio sin borrar su característica sonrisa de sus labios, toma la pequeña libreta que utiliza para tomar notas de sus conversaciones y acto seguido coge también la pluma negra con la que luego se dispondrá a escribir lo que ella considere más importante. El latinoamericano sabe que si lo desea puede ver los apuntes que ella realiza si eso lo hace sentir más cómodo, pero por alguna razón que escapa de su comprensión, prefiere mantenerse alejado de esa libreta.
México observa atentamente a la psicóloga, esperando que sea ella quién, como siempre, inicie su conversación con una pregunta cualquiera.

María es una mujer bajita a comparación de la mayoría de los países, incluso a comparación de los europeos, quienes no son precisamente muy altos. Tiene las caderas anchas y la cara redonda, a parte de la piel morena, los ojos de color café y el cabello rizado recogido en dos trenzas. Es una de las poquísimas mexicanas que la nación hija de España ha visto trabajando en los planteles de ONU, y tanto su acento como su forma de ser la delatan demasiado como latinoamericana.

Ella se remueve ligeramente en el sofá y, una vez se encuentra cómoda mira a su país directamente a los ojos, pensando en cómo debería comenzar la consulta. No quiere, por obvias razones, ser muy invasiva con la federación luego de llevar un tiempo sin verse o hablar directamente gracias a las vacaciones navideñas; a parte, como ya vió con varios de sus otros pacientes, al parecer el primer día no fue el mejor para los tercermundistas.

━━¿Qué tal te fue hoy? Ya sabes, con eso de renunciar a la comodidad de la casa y volver al trabajo.

━━Supongo que pudo haber sido mucho peor. Sinceramente no extrañaba mucho volver aquí, pero se necesita comer ¿No?

La fémina soltó una risa nasal y asintió con la cabeza, dándole la razón.

━━¿Qué tal USA? ¿No tuviste problemas?

━━No, no. Para nada, él se portó muy bien conmigo.

━━Al parecer su relación va mejorando cada vez más, ¿O me equivoco?

━━No se equivoca doctora, en realidad él gringo y yo últimamente hemos estado mucho mejor (claro, dentro de lo posible).

━━Y supongo que eso te alegra.

━━Por supuesto que lo hace. Después de todo es mi vecino, mi compañero de trabajo y también, para mi buena y mala suerte, es mi jefe. Prefiero estar tranquilo con él. Convivo demasiado como para soportar que se ponga sus moños cada vez que tocamos el tema de la migración o los tratados económicos.

━━¿Qué me dices de Canadá y Groenlandia?

━━Lo de siempre, no han cambiado. Canadá sigue siendo el único miembro "normal" entre toda la bola de intensos que conformamos Norteamerica, y Groenlandia sigue siendo el mismo tipo de siempre, igual de directo y en el trabajo, es tan intenso como todos los demás días.

━━Bueno, es una gran noticia el que tu ambiente de trabajo haya mejorado tanto a comparación de otros años. Deberías estar orgulloso, conseguiste hacer las paces con Estados Unidos y arreglar los roces con Groenlandia. Tu esfuerzo ahora  está dando buenos frutos ¿No lo crees?

━━Supongo que sí.

Esto último, México lo dijo con voz más apagada, y María lo notó inmediatamente. Ese detalle era el mismo en todos los países latinoamericanos que atendía; al parecer, pese a que avanzaban, la entidad del "Yo" seguía muy hundida bajo sus propios prejuicios, en especial cuando se trataba de logros tan personales como el llegar a un acuerdo no político con otros country.
Seguía sin entender del todo bien el origen del constante rechazo al reconocimiento en los triunfos de aquellos latinos cuando no se trataba de algún aspecto superficial como la economía, gastronomía o incluso, la cultura.
María estaba a punto de encaminar la conversación hacia ese punto específico cuando, sin esperarlo, México se atrevió a hacerle una pregunta a ella.
No le molestó en lo absoluto, sin embargo no pudo evitar sorprenderse al menos un poco. Era muy raro que el tricolor hablara dentro de la consulta para otra cosa a parte de responder preguntas o comentar algo fuera del tema, más asociado a conversaciones superfluas.

Supuso que, posiblemente, no todo hubiera ido tan bien después de todo.

━━Doctora, ¿Puedo hacerle una pregunta? ━━La voz del tricolor suena de pronto más ronca y oscura, y su expresión cambia de un gesto amable y tranquilo, a uno más duro, con la mandíbula apretada y el entrecejo fruncido levemente.

━━Claro, no veo problema alguno.

El hispano respira antes de dejar salir las palabras, clavando sus ojos amarillos y brillantes sobre la mirada apacible de la mujer que los escucha.

━━¿Usted realmente piensa que estoy avanzando? ¿Después de todo, en verdad algo ha cambiado o dentro de poco volverá a ser como antes?

Antes de que María respondiera, México escucha a la tetera avisar que el agua estaba lista y se levanta inmediatamente a apagar la flama de la estufa. María también se levanta y lo sigue de cerca, culminando ambos en la pequeña cocina.

La mujer, parándose de puntitas, sacó dos tazas de la alacena que estaba frente a ella mientras que el country que la acompañaba abría los sobres de té. Sirvieron el agua en los recipientes, agregaron las bolsas con hierba que le daría sabor a la bebida, un poco de azúcar y luego volvieron a sus lugares en la sala de consulta, moviendo con cuidado el líquido mediante una cucharita para que los granos del endulzante se disolvieran.
México fue el primero de ambos en probar la bebida, cuidando de no quemarse. Concluyó que lo mejor sería dejar reposar el té durante unos minutos, así que lo depositó en la mesa rectangular que estaba frente a él. La psicóloga imitó sus movimientos.

El ambiente se quedó en mutismo unos segundos, solo para que luego la voz de la latina se alzara levemente.

━━Claro que lo creo, México. Lo he visto, has cambiado mucho desde la primera vez que llegaste a mi consultorio.

El hispano se incomodó un poco con ese comentario. En realidad, no era capaz de recordar muy bien cómo había sido la primera vez que había asistido con ella a recibir tratamiento.

Y, como si le hubiera leído la mente, María se apresuró a aclarar:

━━No te preocupes si no puedes recordar muy bien algunas de tus citas. Aquella vez acababas de salir del hospital, no estabas muy bien que digamos, es normal que lo olvides.

No obstante, aquel comentario en lugar de tranquilizarlo, consiguió alarmar un tanto más al americano. Tomó su taza de té y comenzó a beber ignorando el ardor en su boca, tratando de romper el contacto visual con la fémina que no parecía muy angustiada por su pérdida de memoria.
Era cierto a parte del hecho de entrar a la estancia, no recordaba nada de lo que hablaron en esa ocasión. No recordaba su primer consulta, ni la segunda, tampoco la tercera. Todos sus recuerdos se limitaban solo a un saludo y a la puerta de la sala siendo abierta.

Ese estúpido sonido agudo que perforaba sus oídos vuelve, y con él, varias imágenes que por primera vez en un buen tiempo son los suficientemente lentas como para apreciarlas, aparte de verse más claras de lo usual. Sin embargo, a su vez, todos los sonidos que llegan a su mente parecen distorcionarse, como cuando se encuentran bajo el agua.

Un cuarto blanco con una iluminación tan brillante que lastimaba sus ojos, manchas de sangre en el suelo de azulejos blancos, él y USA hablando, luego discutiendo y finalmente a su vecino del norte dejándolo completamente solo en un bar atiborrado de ciudades y entidades de otras naciones.
Nada tiene el más mínimo sentido, y sin embargo esos mismos recuerdos se repiten una vez más en su cabeza antes de desaparecer como una nube de humo, lentamente, dejando más dudas que respuestas.

La federación aparta bruscamente la taza de sus labios y cierra los ojos con fuerza mientras masajea suavemente sus sienes. Le ha quedado un dolor horrible, parecido al de una migraña luego de rescatar esas memorias.
María no pasa por desapercibido tal cambio abrupto de comportamiento y se acerca al país hasta que queda a su lado.
No se atreve a tocarlo.

━━¿México? ¿Qué pasa?

━━Me duele la cabeza, creo que es por trabajar tanto luego de muchos días durmiendo ━━murmura con una pizca de humor, aún sin abrir los ojos. Siquiera se detiene a pensar que aquella mentira ha salido literalmente sin planearla.

━━¿Quieres que te dé algo? ¿Ya te había pasado antes?

━━No gracias. En un momento se me pasa; y no, nunca me había pasado antes, al menos no así.

Ambos se quedaron en silencio mientras el americano esperaba a qué el dolor desapareciera.
Los minutos se volvieron eternos e incómodos, especialmente para la fémina, puesto que su cabeza se había quedado en blanco, sin saber cómo actuar.
Así, el tiempo transcurrió lentamente, y poco a poco, el malestar del hispano se redujo a una sensación de cansancio que jamás había sentido antes. Su cuerpo pesaba y le pedía un descanso a gritos desesperados que se manifestaban en forma de sueño. No tenía siquiera ánimos para seguir con la consulta.

En cuanto consiguió la fuerza suficiente, la federación se levantó de su asiento, exaltando a María, y dirigiéndose hacía la salida. La mujer lo siguió con la mirada, intrigada.
Era evidente que México no se quedaría más tiempo. No le sorprendía, después de algo así ella tampoco tendría muchas intenciones de seguir charlando.

━━Nos vemos mañana, doc. Hoy, sinceramente, lo único que quiero es volver a casa ━━Esas fueron sus últimas palabras antes de salir del consultorio.

     
Regresar a su morada no fue algo que el mexicano disfrutó en lo más mínimo, al menos refiriéndose a todo lo que fue el trayecto. Las luces de los autos cuando salió a las calles y el sonido de los subterráneos que se vió en la obligación de escuchar solo volvieron más molesto el camino. Estaba demasiado sensible a todos los ruidos fuertes y a las luces directas en la oscuridad que le traía la noche; todo aquello solo le habían causado náuseas.
Cuando llegó finalmente a su vivienda, ni siquiera reparó en colocarse la pijama, solo se molestó en subir las escaleras en dirección a su habitación, lanzar su maletín a una parte cualquiera del lugar y deshacerse de la corbata y el chaleco que ya comenzaban a fastidiarlo.
Se arrojó a la cama y casi de inmediato se vió en un sueño profundo pero intranquilo del que, pese a que no lo disfrutó en lo absoluto, no pudo despertar hasta la mañana del día siguiente.

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