[06 - Malrry: Girl. Under. You]


[06 — Malrry: Girl. Under. You]

Su familia estaba decepcionada de ella, y no sabía la razón. Aunque bueno, sospechaba que fuese por su rechazo a los especímenes del sexo opuesto. Mal no podía hacer nada, no había alguien digno para ella, nadie a quien conociera llamaba su atención.

Ni intima, ni físicamente.

Podía provocarlos, seducirlos, pero solo era para burlarse; ese era su pasatiempo. Divertirse y luego ahuyentarlos, como una costumbre.

Su madre, harta de dicha situación, le dijo que sí o sí tenía que elegir a un esposo. ¿Por qué? Porque de lo contrario se quedaría sin herencia.

Para Mal era lo de menos, había aprendido muchas cosas durante su vida, era una exitosa empresaria y no logro eso con ayuda de papi y mami. Pero de ahí a vivir exiliada y no poder dirigirles la palabra...

Tuvo que reconsiderarlo.

Aquella noche de luna llena, mientras leía un libro de mitología griega, atribuido por Hesíodo. Encontró una singular cita que le llamó la atención, la recitó, por pura curiosidad, inocentemente, sin saber en lo que se metía.

Saludos, Hímeros. Dios del deseo sexual. Hijo de Afrodita. Recuéstate y disfruta del banquete, y puedo advertir que te llevaré a nuevas y excitantes posiciones.... Haz que el ardor de mi piel sea causado por tus caricias, con suma delicadeza posee mi cuerpo y has que mi corazón palpite a tu ritmo, que mis piernas flaqueen por tus viriles movimientos y que sean las sábanas testigos de nuestra pasión. O Hímeros, quiero ser la chica debajo de ti.

Mal Bertha se carcajeó fuertemente, los griegos siempre exageraban todo. Aunque envidiaba la forma en la que describían el amor, ese amor tan... febril, apasionado, vivaz, latente, un amor que te hacía sentir parte de la historia. Y ni hablar de cuando en uno de esos relatos se consumaba el acto de este amor, nunca sintió sus mejillas tan calientes.

Ella no tenia eso, no tenia amor, no tenía a nadie a quien amar y desear, y nadie la deseaba a ella.

Por eso su envidia.

Porque ella estaba sola.

Lo que no sabía, es que sus plegarias habían sido escuchadas, y estaban a punto de ser cumplidas.

Aquella deidad la observaba en compañía del resto de los Erotes, y solo esperaba el momento en que estos se distrajeran para poder poseerla. Su hermano gemelo Eros notó esto, por lo que posó su mano en su hombro.

—Al menos procura no abusar de ella, recuerda lo que le hiciste a Peito —le reprochó mencionando a su hermana menor. Quien le dirigió una mirada de soslayo, Peito sabía que Hímeros no controlaba sus instintos; de Ares y Afrodita él saco la peor parte de ambos dioses. Así que ayudó a su hermano a no cargar con la culpa.

—Te ayudare —anunció ella. Logrando que la mitad de los hombres que la acompañaban la miraran con curiosidad—. Como escuchaste Hímeros, te ayudare con esta mortal... podrás cortejarla con mi ayuda, y cada vez que sientas que tus instintos te sobrepasan, las flechas que Apolo me obsequió te arrojaré —si lo iba a ayudar al menos podía divertirse...

Una vez los Erotes estuvieron de acuerdo, Peito e Hímeros descendieron a la tierra.

Y con miradas cómplices comenzaron su travesura.

[...]

Mal se había quedado profundamente dormida, no había razón para seguir despierta después de aquella lectura tan erótica. Estaba sola en su casa y no tenía intenciones de salir aquella noche.

Tampoco iba a atormentarse con lo que le dijo su madre, así que, prefirió tomarse las cosas con calma y relajarse. Ya llegaría el momento de buscar a su "príncipe azul".

La chica escuchó unos golpes en su puerta, al principio los ignoró, pero al ver que estos insistían tuvo que hacer un esfuerzo por levantarse y saber quien no apreciaba su vida como para despertarla.

—Sí, ¿disculpe? ¿Sabe acaso qué hora es? —preguntó ella con molestia. Pero bastó con que abriera bien los ojos para apreciar a semejante bombón que estaba frente a ella.

De repente se arrepentía de la forma en la habló tan precipitadamente.

—Eh, lamento despertarte preciosa, pero, quisiera saber si tienes un cargador portátil, me olvide el mío en mi otro piso y no creo que las tiendas estén abiertas a las... —hizo un ademán mirando su reloj—. 11:30 p.m. —terminó la frase con una gran sonrisa en su rostro, sonrisa que derretiría a cualquiera. A Hímeros de repente se le dificultó concentrarse, al notar que su presa llevaba puesto un pijama de satén demasiado... revelador.

Peito observaba aquella escena con suma diversión, nunca se imaginaría ver a su hermano usando su arsenal de seducción en vivo y en directo. Si, podía ser la diosa de la seducción y el cortejo, pero eso no significaba que anduviera por ahí retozando en la cama de todo lo que se moviera. No como sus hermanos, quienes no tenían preferencia por un género o por el otro.

Mal frunció el ceño, de ser algo tan banal hubiera podido esperarse hasta una hora más prudente, pensó ella.

Le hubiera cerrado la puerta en las narices de no ser porque tan bello rostro no merecía ser arruinado.

—Eh, si, déjame buscar, creo que tengo uno.

Las deidades se dieron permiso de entrar solas, alarmando a Mal, quien no había notado la presencia de la otra.

—Ah, por cierto, mi nombre es Harry, y ella es mi hermana... —pensó un poco, intentando inventar un nombre que no sonara tan... ­griego—. C.J.

La entonces rubia se acercó a Bertha y con una sonrisa traviesa le dio un ligero apretón de manos. Apreciándola bien, hasta ella pudo haberse interesado en Mal, lástima que su hermano la vio primero.

Mal Bertha se presentó ante ellos y con una pequeña mueca se disculpó dejándolos solos, para buscar el artefacto en su habitación. Una vez lo tuvo en sus manos, pudo regresar y encontrarlos a ambos sentados en su pequeño sofá.

Sonrió hacia ellos y le entregó el objeto a quien se hacía llamar Harry.

Dio unos pasos hacías atrás sin intenciones de alejarse, pero torpemente tropezó con la pared, haciendo rebotar su busto. Y provocando cada vez más a Harry.

C.J. se dio cuenta de esto, así que actuó rápido y se lo llevó con ella.

—Eso será todo, gracias por el cargador Malsy, te lo devolveremos en cuanto se pueda, ¡que tengas buena noche! —anunció la diosa alejándose y saliendo del departamento de Mal. Cerrando la puerta detrás de ella. Y como había prometido, una de las ardientes saetas hizo escocer la piel de su hermano—. ¡¿Qué te sucede?! Pudiste tenerla, ahí, influenciarla con tus poderes y, ¡no lo hiciste! Tú, gran idiota...

—Es que no solo quiero poseerla, yo quiero más que eso, quiero que ella me lo suplique.

—Sí, sí... la próxima vez que la veas trata al menos de hacerla delirar contigo, o si no, no te ayudaré —sentenció. Su hermana desapareció, dejando una pequeña nube de humo negro detrás de ella. Peito pudo darse cuenta de que Hímeros ahora tenía mucho autocontrol, no sabía si era porque se sentía culpable, o porque de verdad estaba luchando por controlar sus instintos, pero el hecho era que se estaba esforzando.

[...]

Mal Bertha no tenia control de sus acciones, todo lo que hacía y decía, podía sentir como si fuese controlada. Pero, le gustaba estarlo.

Harry la chocó a la pared de su habitación y puso sus manos por encima de su cabeza y mordiendo fuertemente su cuello en el proceso. Ella gimió, no sabiendo si era dolor o placer lo que sentía. Percibió que él se estaba relamiendo los labios cuando un pequeño líquido se deslizó detrás del lóbulo de su oreja, mordiéndolo también en el proceso.

Volvió a gemir, notando que era placenteramente sensible en aquella parte de su cuerpo. Y para disfrute de la deidad, quien también adoraba meter las narices ahí.

Mal se removió un poco, enroscando las piernas en su cintura y zarandeándose como un gusano en el proceso, la tenía tan sujeta que le fue difícil realizar tal movimiento.

—Oh, señor...

Sus pupilas se dilataron al sentir los dientes del opuesto clavarse una vez más sobre su carne, esta vez en su labio inferior, halándolo ligeramente y logrando que ella diera un ronco gruñido. A la fémina estaba empezando a gustarle jugar rudo.

Harry se detuvo abruptamente, dejándola un tanto desconcertada, tanto que tuvo que bajar de su cintura y alejarse un poco. Ella lo miró con curiosidad y con inseguridad pronunció: — ¿Por qué tú...?

No hizo falta continuar, la sonrisa socarrona de su acompañante le dio a entender porque paraba tan de repente. Ella también le sonrió, acto seguido se acercó a él y saltó encima de él, cayendo convenientemente sobre la acolchada cama. Dándose cuenta ella que durante todo ese manoseo se habían movido bastante a través del cuarto.

Aquel día de lluvia parecía nunca terminar, la chica tenía un abrigo puesto y medias en sus pies para disipar un poco el frío. Le marcó a Harry para que pasaran la tarde juntos, observando cómo las gotas empañaban las ventanas de su departamento, actividad que adoraba la chica en los días nublados y lluviosos; que por más sencilla que fuera le causaba gran placer y le transmitía cierta calma. El adonis llegó, con una inocente sonrisa y un par de perritos calientes para devorar, a Mal no se le pasó por la mente que la devorada sería ella.

La chica comenzó a repartir besos por la cara de él, llenándolo de diminutas cosquillas. Y bajando cada vez más a través de su cuerpo, deteniéndose fría y calculadoramente sobre la parte más acalorada de él.

Pero esto tuvo que dejarlo a medias, unos insistentes golpes a su puerta la desconcentraron. Planeaba ignorarlos, pero al ver que quien no apreciaba su vida no se detendría, decidió bajarse del cuerpo de él e ir a atender al umbral. No prestó atención a su aspecto desaliñado, su cabello alborotado, sus mofletes casi hirviendo, su abrigo desabrochado y dando una exquisita vista de su bralette, y sobre todo las zonas rojas que comenzaban a aparecer en su cuello. Cualquiera que la viera sabía que estaba teniendo o tuvo sexo salvaje.

—Sí, ¿diga? —preguntó la mexicana con una sonrisa hipócrita. Sorprendiéndose de lo que se encontró frente a ella—. ¿C.J.?

Intento arreglar un poco su ahora patético estado, pero la rubia la detuvo.

—Oh, no, les traje esto, lo necesitarán —la aludida puso en sus manos una caja completa de preservativos, enrojeciendo aún más las mejillas de Mal, quien ahora se preguntaba como C.J. sabía que ellos estaban a punto de... ¡rayos! —. No me lo agradezcas... no hace falta —se burló ella.

Mal cerró extrañada la puerta y camino hacia su habitación, encontrándose a Harry ahora desnudo y esperando por ella en medio de la cama. Su mirada curiosa no pudo evitar fijarse en ciertas partes muy exclusivas de él, que anteriormente no había podido apreciar.

Una sonrisa traviesa surcó el rostro de él, orgulloso de su dote.

Con mucha vergüenza trato de subir la mirada, pero nuevamente no pudo, había algo que le pedía que lo mirara, que le impedía pensar con claridad.

—Yo, tu hermana trajo esto...

Harry se carcajeó, dándose cuenta de que la caja era decía que los anticonceptivos tenían sabor a fresas, la fruta favorita de Mal. Como si fuese a necesitarlos, pensó él.

La deidad bajó de la cama y sujetó fuertemente de la mano a Mal, quien con timidez ahora lo miraba. Las ganas de intimar no se le iban tan fáciles a la chica, pero los acontecimientos la bloquearon, Harry lo entendió, así que solo faltaba darle un pequeño empujoncito.

Acercó la mano de ella a su boca, y con lentitud, besó cada uno de sus dedos, hizo lo mismo con su otra mano; y las pasó por su pecho guiándolas hasta su cuello. Beso su frente y comenzó un camino de besos hasta sus labios, presionándolos con los suyos.

Mal se quedó sin aliento, sintiendo como su ropa interior se humedecía completamente, reviviendo aquel fuego de hace unos minutos. No hizo falta mucho para que el beso tomara otro rumbo, y como si por arte de magia se tratase, ya ella estaba desvestida.

Harry besó todas, y cada una de las partes de su cuerpo, no dejando ningún espacio sin acariciar. Torturándola. Aquel encuentro pasaba de ser rudo y salvaje a ser delicado y tierno, a Mal le gustaba como podían cambiar las cosas, pero debía admitir que el Harry feroz y febril le encantaba.

Aquel dios, hombre, Erote, deidad... estaba enloqueciéndola.

Mal no recordaba haber sentido tanto placer en su vida, su pecho ardía de solo pensar que en su corazón comenzaba a formarse un sentimiento que ella nunca le había transmitido a nadie en su vida. Si, quería explorar su feminidad. Ser tocada, besada y poseída por Harry. Quería sentirlo dentro de ella, ¿pero a qué precio? Ella era una simple mortal ordinaria, ¿Qué podía ofrecerle ella que cualquiera de sus amantes no pudo?

Pero claro, ella era ajena a estas preguntas.

En estos momentos solo pensaba en el placer, y en las posibilidades de haberse enamorado de Harry.



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Inspirado en G.U.Y de Lady Gaga.

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