XXIII. Atando cabos
Tengo muchas manías,
si supieras de ellas
¿las cambiarías?
Soy muy impulsiva
si te grito
cuando me pongo nerviosa
¿lo entenderías?
Si me desahogo
contigo
¿me aconsejarías
que lo olvidase,
a sabiendas
de que siempre busco
respuestas?
Si me ves distante
¿pensarás
que tengo un problema
o que estoy sobreestimulada?
¿Quizás te enfades
cuando no reaccione
pese a decirte
que estoy mareada?
¿Me dirás exagerada
cuando no pueda hablar
por agobiarme
en un sitio
donde había mucho ruido?
¿Pasarás de mí
cuando me mueva
de un lado al otro,
cuando entre en crisis?
Si me ves ensimismada
¿te quejarás?
¿Me gritarás
a sabiendas,
de que odio los conflictos
y que los evito,
que me pongo nerviosa
si te veo fruncir el ceño?
A veces soy difícil,
a veces muy lista,
otras una niña chica,
si no lo soportas
¿qué haces llamando
a mi puerta?
Siempre divago,
analizo,
comparo
y estoy contigo,
pero después,
me toma de la mano
toneles de información.
El juramento hipocrático
me estaba formando
un glioma
pero ¿a ti?
Ya se te estaba propagando
el carcinoma.
El sarcófago
lo vi
pero la metástasis
no apareció
hasta después
de partir.
Atisbo el cielo,
ojeo
el reloj,
¿qué tan decepcionada
estoy?
¿Qué tan en shock
estoy?
¿Cómo no me lo imaginé?
Si estaba delante
¿cómo no até cabos?
Si todo me olía rancio.
Menuda desilusión,
la aneurisma
me estaba haciendo la ola
y tú te quejabas
si pensar
en que me desmantelabas.
Pero no llores,
no te enfades,
solo estoy diciendo la verdad
y si no te gusta
y no eres capaz de soportar,
mete la cabeza en un hoyo
y aprende a contar hacia atrás.
Si no sabes
no te preocupes,
la volverás a cagar
y aprenderás,
si no lo haces,
una infinita desdicha sufrirás.
— Janny.
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