🔹Ray🔹

 

La tensión en mi trabajo se podía cortar con un cuchillo. Los murmullos y las miradas de reojo se habían vuelto una constante desde que Eliseo comenzó a esparcir rumores sobre mi familia.

Era como si cada día trajera consigo un nuevo reto, y sinceramente, ya estaba agotada y tenía miedo que me despidan de la escuela. Pero, en medio de todo ese caos, hubo una luz que intentó brillar: Ray, el profesor de música de la escuela secundaria.

Ray siempre había sido un tipo amable y atento, y aunque lo consideraba un buen amigo, nunca lo había visto como algo más. Era demasiado coqueto, casi metrosexual y muy delicado para mi gusto, yo pensaba que él era gay. Sin embargo, eso no le impidió intentar acercarse más a mí en esos momentos tan difíciles.

Una tarde, mientras recogía mis libros después de clase, Ray se acercó. Llevaba su guitarra al hombro y un bandoneón muy pesado entre sus manos.

—Meteora, ¿cómo estás? —me preguntó con genuina preocupación.

—Podría estar mejor, Ray —respondí, tratando de mantener la compostura—. Estos rumores están haciendo mi vida imposible. Ya quiero hacer algo en contra de Eliseo, estoy harta que ande comentando que yo soy espiritista.

Ray asintió, visiblemente molesto por la situación.

—No puedo creer que Eliseo esté haciendo esto. Es realmente injusto y muy deshonesto. Escuché lo que pasó con tu madre y él, y no creo que sea justo que pagues las consecuencias por ello.

Sentí un nudo en el estómago. No quería que la historia de mi madre y Eliseo se convirtiera en una payasada, aunque ya era el chisme del colegio.

—Gracias, Ray. Pero no sé qué hacer. Siento que todos me están juzgando sin conocer la verdad. Todos dicen que por culpa de los espíritus malignos que hay en mi casa, Eliseo pudo haber muerto.

Ray me miró fijamente a través de sus ojos grises.

—Déjame ayudarte. Puedo hablar nuevamente con Eliseo, intentar razonar con él. Quizás si se enfrenta a alguien más pesado, entienda el daño que está causando.

—No creo que funcione —suspiré—. Eliseo está decidido a arruinarme. No sé si seguir hablando con él cambiará algo.

Ray sonrió y, con un gesto de valentía, colocó una mano en mi hombro.

—Déjamelo a mí. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras esto pasa. Además —añadió con un tono más suave—, no puedo soportar verte tan estresada por su infantilismo.

No quería decirle que sus esfuerzos probablemente serían en vano, así que simplemente asentí, agradecida por su apoyo.

Al día siguiente, durante el almuerzo, vi a Ray dirigirse hacia Eliseo en la sala de profesores. Su mirada era firme y parecía decidido. Sabía que estaba a punto de enfrentar a Eliseo y, aunque no tenía muchas esperanzas, no pude evitar sentir una pequeña chispa de alegría porque había alguien que reconocía que el profesor de educación física estaba descontrolado.

—Eliseo, tenemos que hablar —le dijo Ray, plantándose frente a él.

Eliseo levantó la mirada, sorprendido por la confrontación.

—¿Sobre qué? —respondió con frialdad.

—Sobre los rumores que estás esparciendo sobre Meteora y su familia. Esto tiene que parar.

Eliseo se levantó, mirándolo con desdén.

—No sé de qué hablas, Ray. Solo estoy diciendo la verdad.

Ray no se dejó intimidar.

—No es la verdad, y lo sabes. Estás distorsionando los hechos para hacer daño. Esto tiene que terminar. Quiero que pares de ser tan insolente y malagradecido. Tú eras el novio de la mamá de Meteora, así que no vengas a decir que es una mala familia.

—¿Y quién te crees que eres para decirme qué hacer? —espetó Eliseo, alzando la voz—. Esto es entre Meteora, su madre y yo. No es asunto tuyo.

Ray dio un paso hacia adelante, mostrando una valentía que no había visto en él antes.

—Es asunto de todos cuando afecta el ambiente de trabajo y la vida de las personas. No voy a permitir que sigas con esto. ¡Déjate de joder, Eliseo!

Los demás profesores en la sala habían dejado de comer y estaban observando el enfrentamiento con creciente interés. La tensión era palpable. Todos miraban con asombro el bochornoso espectáculo.

—¿Ah, sí? —Eliseo cruzó los brazos, desafiante—. ¿Y qué piensas hacer al respecto, payaso?

Ray no titubeó.

—Voy a asegurarme de que la dirección sepa lo que estás haciendo. Y si eso no funciona, buscaré otras maneras. Pero esto va a parar, Eliseo.

Eliseo se echó a reír, aunque había una nota de nerviosismo en su risa.

—Buena suerte con eso, Ray. Haz lo que quieras y déjame en paz.

Ray se volvió y, al cruzar la sala, me miró con una mezcla de preocupación y determinación. Sabía que había hecho todo lo posible para ayudarme, y aunque no estaba segura de que fuera suficiente, yo empezaba a apreciar su valentía y ya lo veía con otros ojos.

Más tarde, mientras me dirigía a casa, Ray me alcanzó.

—Lo intenté, Meteora, pero él se merece una piña en medio de la jeta. No puedo pegarle para que reaccione esa maldita rata porque solo lo veo en el colegio y no sé donde vive. Bueno, no sé si logré algo cin esto, pero al menos los demás saben que no estás sola en esto, saben que él exagera y que yo te apoyo.

—Gracias, Ray. De verdad lo aprecio mucho  —dije, pero también sabía que la batalla estaba lejos de terminar, que Eliseo estaba difamando todo por pura venganza.

Ray me acompañó hasta la puerta de mi casa, y antes de irse, me miró con una seriedad que no le había visto antes.

—Meteora, si necesitas cualquier cosa, cualquier cosa en absoluto, no dudes en decírmelo. No quiero verte pasar por esto sola. ¡Llámame, vos tenés mi número!

—Ok, Ray. Gracias por estar ahí —respondí con una sonrisa débil.

Entré en la casa y encontré a mi madre sentada en el sofá, viendo la televisión. Se notaba que la situación la estaba afectando profundamente.

—Mamá, ¿estás bien? —le pregunté, sentándome a su lado.

—No sé, Meteora. Siento que todo se está desmoronando. Primero lo de Eliseo que casi se muere, ahora escucho ruidos … No sé cuánto más puedo soportar.

—¿Ruidos? —exclamé débilmente.

—Creo que el espíritu de tu padre intenta regresar.

—¡Silencio!

—Es tu papá, él no quiere dejarnos solas...

Me reí estrepitosamente, balanceándome en el marco de la ventana.

—Mamá, es un pájaro carpintero. De ahí viene ese ruido, calma, no pasa nada.

—¿Lo juras? —me gritó desde el sofá donde estaba sentada.

—Vamos a superar esto, mamá. Juntas. Y no estás sola. Ray ha estado tratando de ayudarnos.

—¿Ray? —preguntó con un leve interés—. ¿El coqueto profesor de música?

—Sí. Enfrentó a Eliseo hoy en la sala de profesores. Intentó defendernos.

Mi madre suspiró.

—Agradezco su esfuerzo, pero no sé si eso será suficiente. Eliseo está decidido a hacernos daño. Su madre también me llama por teléfono y dice que su hijo nos quiere denunciar por daños y perjuicios.

—Lo sé, está super loco, pero no vamos a rendirnos. Tenemos que encontrar una manera de superar esto.

Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido. Ray había demostrado ser un amigo leal, pero sabía que no sentía nada romántico por él. No era el tipo de hombre que buscaba.

Necesitaba a alguien más rudo, más directo, y Ray simplemente no encajaba en esa descripción. Nunca me gustaron los metrosexuales vanidosos que les gusta la ropa de las grandes marcas. Yo siempre fui alguien más simple y él no era mi tipo.

Pero, por ahora, tendría que concentrarme en resolver el problema con Eliseo y los rumores. Mi familia y yo necesitábamos encontrar una forma de recuperar nuestra paz y nuestra dignidad, y sabía que, con o sin Ray, lo lograríamos.

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