🔹Las secuelas de la muerte🔹

Despues de la escuela pasé por el parque, sé ahora que fue una mala elección ir a pie a mi casa. Vi a Eliseo paseando a su perro, estaba con una mujer pelirroja caminando y riendo. Cuando ella se da vuelta puede ver quien era. Era Enriqueta y fue un golpe bajo, más de lo que jamás habría imaginado, sentí una mezcla de asco e indignación. Eliseo, el mismo hombre que salía románticamente con mamá, aparentemente estaba probando las mieles donde mi papá había estado.

Regresé a casa con un mal sabor de boca. Tenía que contárselo a mamá, aunque sabía que la noticia le causaría risa.

—¡Mamá! —llamé mientras entraba a la casa, todavía tratando de procesar lo que había visto.

Mamá estaba en la cocina, cortando cebolla y perejil, para la ensalada de papa.

—¿Qué pasa, Meteora? Estás muy roja.

—Vi a Eliseo en el parque —dije, tratando de disimular mi rabia —. Estaba con Enriqueta.

—¿Enriqueta? —preguntó, frunciendo el ceño—. ¿La misma Enriqueta que...

—Sí, mamá. La misma Enriqueta, la pelirroja que trabajaba en la vinoteca y que tenía una relación con papá.

Mamá abrió la boca y cayó al suelo el cuchillo que sostenía. El sonido metálico contra la cerámica pareció resonar en toda la cocina.

—¿Qué...? ¿Cómo es eso posible? —su voz se quebró, y pude ver su indignación en sus ojos.

Durante los siguientes minutos, traté de explicarle a mamá todo lo que había visto. Ella escuchaba en silencio, con las manos pelaba las papas sin siquiera mirarlas y una expresión de sorpresa habitaba su rostro. Pero a medida que yo hablaba, noté que algo cambiaba en sus ojos. La claridad que normalmente tenía empezó a desvanecerse, reemplazada por una especie de mirada perdida y brillante.

—Esto... esto no puede estar pasando —murmuró.

—Mamá, esto es una cosa del diablo. No puedo sacarme la imagen de mi cabeza —dije pero no parecía escucharme.

De repente, se puso el delantal de cocina amarillo con flores rojas, con una expresión de terror.

—Es un complot, Meteora. ¡Todo esto es un complot para destruirme! —gritó, comenzando a ponerse nerviosa, caminó de un lado a otro de la cocina.

—Mamá, por favor, cálmate. Nadie está tratando de destruirte.

—Ese tipo es un falso de mierda.

—Tenés razón, mamá —suspiré.

Pero ella no me escuchaba. Continuaba murmurando cosas.

—Primero Antoine, ahora Eliseo. Todos están en mi contra. Quieren destruir mi moral, hacerme parecer una arpía. No puedo permitirlo. ¡No puedo! —su voz era cada vez más alta, y su mirada desorbitada.

—Vieja, escúchame. Necesitas sentarte y respirar. No es un complot. Es solo una coincidencia pelotuda —traté de acercarme a ella, pero me apartó con un movimiento brusco.

—¡No me toques! —gritó—. ¡No puedo confiar en nadie! Todos están en mi contra.

En ese momento, la puerta principal se abrió y la abuela Brigitte entró en la casa. Inmediatamente notó la tensión en el ambiente y se acercó a nosotros con rapidez.

—¿Qué está pasando aquí? Oí gritos—preguntó con firmeza.

—Abuela, mamá está... —comencé, pero mi vieja la interrumpió.

—¡Es un complot! Todos están en mi contra. Antoine, Eliseo, Enriqueta... todos quieren destruirme, todos quieren que sea una fracasada de mierda.

La abuela se acercó a mamá y le tocó la frente con una calma que solo ella podía tener en momentos de crisis.

—Cecil, cariño, respira. Parece que tenés fiebre. No entiendo que dices de un complot. Necesitamos tranquilizarnos y pensar con claridad —sus palabras se atropellaron—. Explica que está pasando.

—No entiendes, mamá. ¡No entiendes nada! —gritó mi vieja, pero la abuela la tomó por los hombros y la obligó a mirarla a los ojos.

—Cecil, escúchame. Vamos a resolver esto. Pero necesitas calmarte. Por favor, siéntate en la poltrona.

Después de unos momentos de resistencia, mamá finalmente se dejó llevar y se sentó, con lágrimas rodando por sus mejillas.

La abuela y yo nos sentamos junto a mamá, tratando de que baje sus pulsaciones. Poco a poco, su respiración se fue calmando, pero todavía podía ver ese brillo en sus ojos.

—Abuela, vi a Eliseo y a la ex amante de papá, Enriqueta, juntos —expliqué.

—¿La chica que atiende la vinoteca?

—Exactamente —repliqué hastiada.

—Necesitamos hacer algo al respecto, abuela. No podemos dejar que Eliseo siga saliendo con Enriqueta, especialmente después de todo lo que ha pasado —sugerí.

—Tienes razón, Meteora. Pero también hay que dejar el pasado atrás, debemos ser cuidadosas para no caer en estas espantosas coincidencias de la vida misma. Es mejor hacer la vista gorda y no hacer nada que empeore la situación —respondió la abuela apelando a la racionalidad.

—¿Qué sugieres, entonces? —pregunté, esperando que tuviera alguna solución.

—No, no, no. Yo quiero hablar con Eliseo. Debemos confrontarlo directamente y asegurarnos de que entienda lo que está haciendo. Luego, veremos qué hacer con Enriqueta.

—Es una pésima idea —dijo mi abuela.

Mamá asintió débilmente, aunque todavía parecía en estado de shock.

—Pero ustedes no entienden... yo no quiero volver a pasar por esto, no quiero ser el hazme reír —dijo—. No puedo soportar más  que se burlen de mí.

—No tendrás que hacerlo, mamá. No aseguraremos de que todo esto no pase a ser un circo —le prometí.

Al día siguiente, decidí enfrentar a Eliseo en su casa. Sabía que sería una conversación difícil y superflua, pero era necesaria.

Eliseo abrió la puerta y se sorprendió al verme bajo la lluvia.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, con una cara de confusión.

—Necesito hablar contigo —dije con firmeza—. Es importante.

—Ya renuncié al trabajo, ahora déjame en paz —dijo, cruzándose de brazos, mirándome con recelo.

—Te agradezco infinitamente —respondí irónicamente.

—¿Entonces a que viniste, Meteora? —preguntó.

—Sabemos que estás saliendo con Enriqueta —dije, y pude ver la expresión de sorpresa en sus ojos.

—¿Qué? ¿Cómo lo sabés?

—Eso no importa —respondí—. Lo importante es que entiendas que no debes jugar con fuego.

Eliseo se quedó en silencio por un momento, como procesando lo que le dije.

—No veo por qué esto es tan importante. Enriqueta y yo estamos conociéndonos, eso es todo.

—No es solo eso —dije dubitativa—. Enriqueta era amante de mi papá. Todo esto... es demasiado es muy descabellado.

—No lo sabía —dijo Eliseo, y pude ver un atisbo de remordimiento en su expresión—. De verdad, no sabía nada de eso. Ella parece tan normal que me resulta curioso que sea ella la que le gustan los viejos...

—Ahora lo sabes —dije—. Y necesitamos que entiendas lo doloroso que esto es para mí mamá.

Eliseo miró el suelo, pasando una mano por su cabello.

—Lo siento. No tenía idea. Pero no entiendo por qué esto es un problema para ustedes. Primero me acusaban de tener gerontolofilia y ahora la chica que me gusta es la que le gustan los vejetes. Todo parece estar al revés.

—Porque todo esto se siente como una traición continua —dije—. No podemos seguir adelante con nuestras vidas si sigues involucrado con alguien que ha causado tanto dolor a nuestra familia, pero esto ya no importa, Enriqueta solo existe para vos. Mi padre está muerto.

Eliseo se quedó en silencio por un momento, y luego asintió lentamente.

—Entiendo. Yo ya no sé que pensar. Hace unas semanas conseguí laburo en la vinoteca, es ahí donde la conocí y pegamos onda. También Enriqueta me dijo que era virgen —explicó con la mirada torcida.

—Cuidado, esa chica tiene más manchas que un tigre —tiré la bomba y me fuí.

—¿Cómo dices?

—Nada, yo espero que esto les ayude a encontrar algo de paz —dije mientras cruzaba la vereda.

Al regresar a casa, mamá parecía un poco más tranquila, aunque todavía estaba claramente afectada por todo lo que había pasado.

—Gracias por estar ahí para mí —dijo, mirando a la abuela y a mí—. No sé qué haría sin ustedes.

—Siempre estaremos aquí para ti, mamá —respondí, tomando su mano.

—Ahora necesitamos comer y disfrutar para sanar y seguir adelante —dijo la abuela—. No podemos dejar que el pasado nos destruya.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido después del fallecimiento de papá.

La vida y la muerte nos había lanzado más desafíos de los que jamás hubiera imaginado, pero estábamos enfrentándolos pacientemente. Y eso, al menos, me daba algo de consuelo. Sabemos que las secuelas de la muerte siempre emergerán para hacer estragos en nuestra moral.

Los días siguientes fueron un poco más tranquilos. Mamá abandonó la paranoia que tanto le afectaba a su mente y a su autoestima. Poco a poco, mamá comenzó a recuperar su estabilidad emocional, aunque todavía había días grises y extraños.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top