1 || 🐇

REGRESO

By I.

9:40 pm.

Mamá llevaba conduciendo unas siete horas.

Íbamos a Pasadena, al sureste de Houston en el condado de Harris.

Se veía agotada, más no débil.

Su vista al frente no flaqueaba por nada. No habría perdido su concentración ni aunque un extraterrestre bajara del cielo y se nos pusiera enfrente.

No era fácil adivinar que era lo que pasaba por su cabeza.

Habían tantas cosas sucediendo a nuestro alrededor que bien podría escribir su propio libro de bolsillo y venderlo con la etiqueta de <<Drama americano a los 33>> en grande. El índice probablemente anunciaría subtítulos en letras rojas aún más pequeñas, unos subtítulos más o menos como:

•Pag. 1 - 36
¿Por qué mi ex marido es tan imbécil?

•Pag. 36 - 58
Aprende a lidiar con él divorcio.

•Pág. 58 - 70
Aprende a lidiar con tu hijo posiblemente gay.

•Pag. 70 - 99
Aprende a salir de la quiebra, busca empleo.

•Pag. 99 - 115
Lo qué hay que hacer si no tienes más familia.

Si, últimamente se había vuelto una tarea difícil el descifrar los pensamientos de ella, más cuando eran como ahora, totalmente en silencio..

Aunque yo tampoco podía serle de mucha ayuda. De hecho no podía hacer nada. No deseaba molestarla.

Con el tiempo aprendí que a veces lo mejor que podía hacer era darle su espacio, dejarla meditar cuando fuese necesario y bueno, a su vez yo también darme mi tiempo. Como todos, yo también tenía mis propios problemas, mis propios pensamientos.

El estéreo del auto sonaba, llevaba encendido un rato desde que salimos de nuestro antiguo hogar, dejando de lado nuestra antigua vida.

La canción que llenaba la falta de ruido era Souk Eye de Gorillaz, una de mis bandas favoritas.

Permití que aquella melodía danzara al compás sobre mis oídos mientras mi madre pensaba en sus cosas, lo más probable era que ella tampoco deseaba ser interrumpida.

"Try to find tomorrow ain't easy 'til you.. dive in"
- Tratar de encontrar el mañana no es fácil hasta que te sumerges

La música me empapaba de color en etapas grises cómo la que atravesábamos ahora, simplemente se me metía en los huesos y hacía vibrar hasta el rincón más escondido de mi adolescente anatomía. Me fascinaba.

"Waiting on L.A to come find me.. be forgiven"
- Esperando en L.A. Ven a buscarme, se perdonado

No podía dejar de pensar en lo que nos esperaba al lugar a donde íbamos, la vieja casa en donde mamá había crecido cuando niña y joven.

Verás, te pongo rápido en contexto.

Mis abuelos le guardaron rencor durante bastante tiempo a mi madre. Para nada era ningún secreto que a ellos nunca les agradó mi padre desde el inicio de su relación, y pues bueno, tenían razón al odiarlo.

Como siempre, mis abuelos estaban en lo correcto cuando del bienestar de su propia hija se trataba.

Ellos tenían ese superpoder que es tan propio de los padres para detectar el peligro. Ya sabes, como cuando de pequeño estás corriendo y ellos te dicen "No vayas tan rápido por que te vas a caer" y tú por alguna extraña razón te crees que eres flash y sientes que nada ni nadie te puede parar, piensas que sería una estupidez caerte porque no eres tan tonto como ellos creen, pero de pronto ¡Saz! Te caes de la forma más humillante posible dándote de lleno en toda la cara y raspándote brazos y piernas.

Si, ese superpoder ¿sabes cuál?

Antes de que mi madre y mi padre se casaran de una manera legal y los dos decidieran que lo correcto era hacer sus vidas juntos lo suficientemente lejos de todo, mis abuelos le advirtieron que era totalmente imposible que algo bueno saliera de un matrimonio con una persona así, un hombre que teniendo veintitrés años embarazó a su pareja teniendo ella quince en ese entonces.

Aunque creo que no es necesario ningún superpoder para darte cuenta de lo mal que suena un matrimonio con un hombre así.

En fin, a mi madre por supuesto que en su momento no le importaron las advertencias que mis abuelos le intentaban hacer ver con desesperación. Inko solo estaba enamorada, su cerebro no alcanzaba a procesar la información como la gente normal lo hacía.

Era como si estuviera bajo los efectos de un fuerte narcótico, como si su cerebro hubiera decidido hacer las maletas e irse de vacaciones a Timbuktu dejando a cargo de todas las decisiones a su tonto y sentimental corazón.

Después de un largo tiempo se armó de valor para llevar a cabo una estupidez.

Tan decidida como solo ella solía ser, la mujer que me dió a luz tomó sus cosas a sus veintidós años y cuando yo apenas cumplía los siete huyó a otro estado junto al que creía era el amor de su vida, claro, arrastrándome con ellos en el proceso.

"Por favor, no vayas. Piensa en tú futuro y en el de tú hijo. Si nos dejas no podremos ayudarte"

"Si te vas con él ni siquiera te atrevas a regresar después. En el momento en que pongas un pie al otro lado de nuestra puerta dejarás de ser parte de esta familia"

Tal y como lo prometieron.

Aunque con el tiempo a mis abuelos se les pasó el resentimiento y perdonaron a Inko, mi madre aún en su vergüenza y sin ganas de escuchar un gran <<Te lo dijimos>> prefirió nunca volver por su cuenta.

Gran error.

Ellos intentaron contactar con ella durante bastante tiempo, lo hicieron durante años, pero mamá simplemente no podía verlos a la cara de nuevo, no se sentía capaz.

Tristemente hasta la fecha ese ha sido de sus peores decisiones tomadas por el tonto y miedoso corazón.

Ellos fallecieron. Mis abuelos murieron sin poder volver a vernos ni a mi madre ni a mi.

Nunca pudieron ver como mi madre se daba cuenta de su error y nuevamente se armaba de valor, solo que esta vez para dejar a mi padre.

Nunca pudieron verme crecer.

Mis padres llevaban bastante bastante tiempo separados, desde que yo cumplí once, aunque el divorcio definitivo había sido apenas hacia poco menos de medio año.

¿Para ir a donde íbamos justo ahora? aún tardó más.

Ella decidió regresar a Pasadena hasta hacía unos tres días atrás.

Después de darle varias vueltas llegué a la conclusión que el despido de sus dos empleos con los que cubría la mayoría de los gastos fue el detonante de todo para traernos de vuelta.

¿Qué sucedería con nosotros de aquí en adelante?

El que mamá hubiese optado por enfrentar cara a cara su pasado y regresar a casa de mis abuelos en lugar de tener que quedarse un segundo más con su vida reciente ya hablaba mucho de nuestra situación actual ¿verdad?

¿Tanta era su culpa o.. tanta era su desesperación? ¿su necesidad?

"I'll be a regular guy for you i never said i'd do that" "Why you looking so beautiful to me now when you.. so sad?"
- "Seré un chico normal para ti", nunca dije algo así. ¿Por qué luces tan hermosa para mi justo ahora que estás tan triste?

¿Qué tenía preparado para ambos el futuro?

¿Estábamos haciendo lo correcto?

Solo el tiempo nos haría llegar en su debido momento las respuestas a cualquiera de nuestras preguntas.

— Oye, Izu.

— ¿Si? ¿qué pasa, mamá?

— Por favor sube el volumen de esa canción. Es bonita, me gusta.

"I will always think about you, that's why i'm calling you back.. on my way through"
- Siempre pensaré en ti, por eso estoy llamando de vuelta.. a través de mi camino

Viniera lo que viniese, sin duda estaba dispuesto a aceptar cualquier reto siempre y cuando tuviera a mi madre a mi lado.

Ya habíamos pasado por mucho, pero sabía que aún teníamos fuerzas para más.

Estaría listo para enfrentar lo que sea que se aproximase en nuestras vidas, siendo yo quien cuidase su espalda en esta nueva etapa a lo desconocido.

11:26 pm.

El cielo obscurecido, el aroma a tierra húmeda y las avenidas pavimentadas decorando la entrada de los hogares con pastizales y empedrados me hacían estremecer.

Desde hacia más de diez años no recorría los caminos de Pasadena. Era muy acogedor, justo como vagamente solía recordar.

Cuando el auto dió un giro a la derecha y se adentró en una zona residencial bastante cálida, no tardé ni un minuto en saber que ya habíamos llegado, que ahofa realmente estábamos alejados de Arkansas.

Tras minutos conduciendo por las calles de Houston mi madre se detuvo frente a una casa de dos pisos con un amplio jardín. Por poco y reconocí el lugar.

— Izuku — gentilmente me llamó, con esa delicadeza tan propia de ella.

De pronto el vehículo se apagó, quedándonos por completo en silencio.

— ¿Mm?

— Ya estamos aquí, ¿estás listo?

No, ¿pero lo admitiría en voz alta? jamás.

Eché un vistazo rápido a nuestro alrededor o al menos a lo que mi visión alcanzó a captar.

El tenue manto de la noche cubría el vecindario y aquello me transmitía una paz impoluta.

Suspiré.

— Si, lo estoy — mentí. — ¿Tu lo estás?

Mi madre copió mi acción, girando de lado a lado su rostro observando detenidamente de arriba a abajo el sitio en donde habíamos aparcado, analizándolo con un poco más de detenimiento.

Igual suspiró.

— Si, también lo estoy.

Al final, cinco segundos fueron suficientes para que ambos finalmente nos decidiéramos a bajar del auto y comenzáramos a caminar, yendo hacia la puerta de la residencia a un ritmo tortuoso.

Pude jurar que ambos nos tomamos mentalmente de las manos. Éramos unos mentirosos de primera, obviamente ninguno estaba listo ni de broma para lo que seguía a continuación.

Estando de pie pude notar que volvió a perderse durante un momento en sus pensamientos.

Se le veía dispersa, metida hasta el fondo en sus propias ideas, ajena por completo al mundo que la rodeaba, no obstante, justo después al regresar a la realidad la expresión en sus orbes de inmediato transmutó. El verde jade de sus ojos se obscureció unos dos tonos y el sentimiento de determinación que comenzó a desbordar fue de película.

— Necesito que te quedes aquí y me esperes un momento ¿si?, no tardaré. — explicó dando la media vuelta y comenzando a alejarse en dirección contraria.

— Espera — la frené. — ¿Aquí? — Quizá sonaba cobarde pero eh, ¿podías culparme?, me quería dejar solo en un barrio que desde hacía años no conocía. Era de noche y parecía que no había ni una pobre alma en kilómetros a la redonda. — O sea ¿te refieres aquí aquí aquí?

— Si, Izuku, ahí.

— ¿Pero a dónde vas tu?, ¿aunque sea puedo esperarte dentro de la casa en donde posiblemente no me van a robar?

Volteó a verme con una mala cara que preguntaba <<¿En serio acabas de decir algo así?>> antes de ignorarme y seguir con su camino.

— Precisamente voy por las llaves para abrir, genio, ¿o qué? ¿piensas entrar a una propiedad que lleva más de tres años abandonada solo parándotele enfrente y pidiéndoselo por favor a la puerta? — bufó, con burla.

Auch, la franqueza y el sarcasmo de mamá cuando se hallaba nerviosa o molesta eran más irritantes que de costumbre.

Continuó avanzando, cruzó al otro lado de la calle y caminó aproximadamente unas dos casas a la derecha.

Pasaron casi tres minutos antes de ver como se armó de valor y finalmente tocó el timbre de la residencia en donde se había detenido.

Aún a lo lejos pude ver que se encontraba inquieta.

De pronto la puerta se abrió y de ella se asomó una bella mujer rubia quien observó por todos los ángulos boquiabierta a mi progenitora.

No estaba lo suficientemente cerca como para poder escuchar lo que hablaban pero parecían conocerse de antes, de hecho, más que eso parecía que eran muy buenas amigas. Dos mujeres que no se habían visto en bastante bastante tiempo.

Ambas se abrazaron con fervor e incluso juraría que de aquella linda unión brotó alguna que otra lágrima.

Sonreí.

Al separarse giraron hacia mi dirección.

Dijeron algo todavía inaudible para mis oídos pero que provocó que el rostro de la contraria se iluminara por completo en un parpadeo, como si hubiese visto un mismísimo ángel con alas y todo a una distancia relativamente cerca de su hogar.

La mujer rubia gritó algo a los adentros de su casa.

Se alcanzó a escuchar como si hubiera llamado el nombre de alguien, y entonces, unos segundos más tarde del interior se asomó una segunda persona.

Era un muchacho rubio y despeinado, mucho más joven que ella pero al mismo tiempo más alto, aunque viéndose similar hasta cierto punto, probablemente de mi edad.

Él chico vestía una playera de tirantes y un pantalón flojo, ambos de color negro. Parecía que acababa de llegar del gimnasio.

Como si fuera posible hacer zoom en la vida real, mi vista enfocó su rostro más cerca de lo que estaba y juro que algo dentro de mi se estremeció cuando vi su cara de sorpresa, confusión y pasmo, todo al mismo tiempo, observándome de arriba a abajo.

Me era extrañamente familiar.

Los tres ahora no dejaban de ver hacia mi. Estuve a nada de alzar mi mano y saludar como respuesta, pero de un momento a otro el joven pareció molestarse y sin darme tiempo a actuar volvió adentro sin decir ni una palabra.

Por otro lado, quien parecía su madre junto a la mía también dejaron de observarme y continuaron con lo suyo.

Al final opté por no moverme, quedarme ahí quietecito y esperando, intentado ignorar lo anterior.

Apenas y pasaron unos cinco minutos cuando vi como se despedían una vez más.

La de ojos verdes de nuevo comenzó a caminar de regreso hacia mi mientras que la rubia cerró la puerta de su residencia con ella y su familia dentro.

— ¿Y bien? — inquirí en cuanto la tuve lo suficientemente cerca. — ¿Quiénes eran? ¿por qué se abrazaron?

— Por favor, Izuku.. nos fuimos de aquí cuando tenías siete, no cuatro. No es posible que no los recuerdes a ellos tampoco.

En sus manos traía las llaves.

— ¿Dices que los conozco? — pregunté con cierto tono de burla. — Lo lamento pero no se me dan bien los rostros y todo eso. Que sepas que ya hago un esfuerzo por ubicarte a ti. No suelo ser de los que tienen buena memoria y creo que lo sabes.

Una sonrisilla divertida se le dibujó también.

No nos gustaba tocar mucho ese tema y cuando lo hacíamos era a base de bromas para amortiguar el peso real de la situación.

Si, uno de nuestros más grandes problemas era mi falta de memoria.

No recordaba la mitad de mi vida. Como si alguien hubiera tomado unas tijeras y hubiese cortado toda mi infancia y algunas partes de mi adolescencia.

Pero luego te contaré más de eso.

— Pues me parece increíble que no recuerdes a Mitsuki o a Katsuki tampoco — dijo ella. — Cuando eras pequeño pasabas prácticamente todo el tiempo metido ahí con ellos. Parecían más tú familia que yo.

Se acercó hasta que posó con cuidado el objeto de bronce contra la cerradura en la puerta, lo giró de un lado a otro y al escuchar un "click" finalmente abrió.

Mit.. Mitsuki..

¿Katsuki..? Katsuki.. Ka..

No me sonaban del todo.

No había mucha información - por no decir prácticamente nada - que retuviera de aquella época en mi vida cuando era un infante.

Hacia bloqueado muchas cosas de forma involuntaria.

Aunque si hacía un esfuerzo.. algunas cosas me eran vagamente familiares, muy muy poco y en fragmentos difusos.

Esos nombres sonaban como un eco lejano dentro de mi cabeza.

¿Mitsuki?, creía recordar a una señora que siempre venía a ver a mamá. Nos invitaba a comer a su hogar las deliciosas galletas con chispas de chocolate que ella misma horneaba y me pellizcaba de modo tierno las mejillas hasta que estás se ponían rosadas.

¿Katsuki?, el era quizá mi amigo. Un niño más grande que yo con el que exploraba el vecindario tal vez. No lo sabía, no terminaba de convencerme.

En realidad todo aquello se sentía tan ajeno.

En mi mente ni siquiera era capaz de ver con claridad la imagen de la única persona con la que deseaba reencontrarme desde hacia tiempo, la única persona que había marcado un antes y un después en mi vida y que por la extraña manera de ser de mi cerebro, yo no podía recordar nada sobre el más que su nombre.

¿El seguiría viviendo en Pasadena?

— Bueno bueno.. — volví de mi ensoñación, retomando el tema. — ¿Y por qué se abrazaron?

— Oh pues verás, cuando te alejas de tú hogar durante diez años y vuelves de la nada, la gente suele sorprenderse y por alguna extrañísima razón siente la necesidad de abrazarte. Muy raro, ¿no? — ironizó con su inmaculado sarcasmo.

Maldita obviedad.

Solté la risa más fingida que pude.

— Eres tan graciosa, mamá — ella rodó los ojos. — ¿No has considerado en ser comediante?, vi la carpa de un circo a las fueras. Cuando empieces a buscar empleo deberías ir primero por ahí. Quizá busquen payasos.

— ¿En serio te dió risa? — bufó. — Ni siquiera intenté ser graciosa. Si hubiera querido serlo habría sacado los chistes de como te dejó tú ex novia, esos si que son divertidos.

— ¡Mamá!

— Solo digo — se defendió, encogiéndose de hombros.

Yo alcé las manos en señal de rendición.

Y sin más, ambos sonreímos.

Si, así era nuestra relación.

Éramos madre e hijo, pero también compañeros de vida, los mejores amigos.

Al poner un pie dentro de la casa, el aroma a viejo comenzó a impregnarse en mis fosas nasales.

Pude notar que mamá al igual que yo hizo un esfuerzo por no aspirar el polvo que entraba a nuestras narices amenazando con perforarnos los pulmones, no obstante, ambos fallamos.

Los dos tosimos al sentir las partículas revoloteando a nuestro alrededor.

A la hora en que recuperamos la compostura Inko se inclinó hacia un estante en su derecha y se escuchó presionar algún tipo de interruptor. De inmediato sus preciosos ojos viajaron fugaces de un lado a otro al encenderse las luces.

— Wow... — soltó con la boca ligeramente entreabierta.

Se quedó como suspendida, congelada, como si mil recuerdos le taladraran el cerebro de pronto.

— ¿Todo bien? ¿pasa algo?

— No, es solo que.. — hizo una pausa, aún procesándolo. — Sigue justo como.. está igual que..

— ¿Mamá?

Cerró con fuerza los ojos.

— Pfff.. — exhaló un largo y sonoro suspiro antes de abrirlos. — No ha cambiado mucho ¿sabes?

Silencio. No supe que responder.

Me sorprendió que aún hubiera electricidad si se suponía que mis abuelos habían dejado la casa desde hacia tres años al fallecer y en teoría nadie se encargaba de ella, pero preferí no hacer preguntas por el momento.

Después de unos segundos admirando el lugar, finalmente Inko prosiguió, haciendo un claro esfuerzo por centrarse en el ahora.

— Oye, cariño — me llamó. — Hazme un favor y trae mi bolso que se quedó en el auto ¿si?

— ¿Solo tu bolso?

— Si. Mañana bajaremos las otras maletas — me dijo, haciendo un movimiento con las manos para restarle importancia.

— ¿Estás segura?, si estás muy cansada puedo traerlas yo solo. De verdad no me cuesta.

— No, es tarde y tú también debes estar cansado.

— No tanto — mentí. La verdad es que si estaba agotado, solo quería recostarme en algo blando y perderme en la inconsciencia. — Vamos, déjame hacerlo.

Ella sonrió y negó levemente como diciendo <<No tienes remedio>>

— No, en serio — repitió. — Además, Mitsuki tenía algo que hacer, pero dijo que vendría por la mañana junto a su familia para echarnos una mano con lo del aseo y eso. Mañana le pediré a Masaru que nos ayude con las maletas.

¿Masaru?

— ¿Vendrán? — pregunté por acto reflejo.

— Si. Rechacé su oferta, pero en serio que esa mujer es especial. Mitsuki nunca acepta un no por respuesta. Supongo que como mínimo debemos aprovechar la ayuda prestada y agradecerles ¿no?

Asentí.

— Bien, entonces ve por mi bolso. Cuando termines cierra el auto y a la puerta de aquí enfrente le pones pestillo ¿estamos?

Asentí otra vez.

— Mientras yo iré a checar si los cuatros pueden usarse para descansar o si tendremos que quedarnos en la sala. Ya mañana nos encargamos del resto.

— De acuerdo.

Sin pensarlo mucho nos miramos un segundo y nos dedicamos una sonrisa pura antes de seguir. A veces cuando las palabras solían quedarse cortas hacíamos eso. Simplemente nos mirábamos y nos sonreíamos.

Mi madre tenía un carácter fuerte cuando la situación lo requería, fuera de eso, comúnmente solía ser una mujer verdaderamente simpática y cálida, de esas que te transmiten cariño con la sola mirada, de las que se la pasan dejando buenos deseos a quien se les cruza en el camino.

Ambos éramos similares en ese aspecto.

Hice lo que me pidió y al regresar con su bolso me dirigí con cuidado al segundo piso.

La curiosidad por ver de nuevo aquellas habitaciones me atraía bastante, pues aunque no recordaba prácticamente nada, algo dentro de mi reconocía la sensación de hogar en el ambiente.

El color blanco en las paredes ya manchado por el paso del tiempo era lindo, demostraba que había sido habitado antes, repleto hasta el más recóndito rincón por años y años de anécdotas de personas.

Demostraba vida.

Apenas e iba a entrar a la primer recámara cuando la mayor me interrumpió saliendo de esta.

— Oye oye, toma tú mochila y ve al cuarto del fondo — declaró señalando una puerta a unos metros lejos. — Ese será tuyo a partir de ahora.

— ¿Acaso elegiste por mi?

— Escucha, Izu, solo hay tres cuartos en esta casa — comenzó a explicar. — Este era el de mis padres, el de fondo era el mío cuando tenía tu edad y el de allá solía ser el de huéspedes. Por obvias razones yo estaré en el de mis padres y eso solo te deja dos opciones a ti. Entonces dime que escoges, ¿quieres el de huéspedes sin calefacción, o prefieres el del fondo que si tiene?

Tenía un buen punto.

— De acuerdo — me encogí de hombros. — Vale, pues me voy a dormir — le señalé la habitación del fondo y me dirigí directo hacia mi nuevo espacio en la casa.

— ¡Sabía que eras listo, muchacho!

— Lo que digas. Oh, por cierto, dejé tu bolso en las escaleras.

— Debí haber hecho algo muy bueno en mi otra vida ¡En serio no te merezco!

— ¡Y que lo digas! ¡Buenas noches!

— ¡Buenas noches, cariño!

Ambos sonreímos.

Caminé lo que parecieron ser unos siete u ocho  metros hasta que llegué a aquel cuarto. Antes de entrar, recostarme y cerrar mis ojos, me detuve en seco y volví una vez más a ver en dirección a mi madre, no supe porqué, solo lo hice.

— Oye, mamá.. — la llamé ahora con un tono más serio. — ¿Estás segura que ya no necesitas nada por hoy? ¿todo está bien? — no pude evitar que esas preguntas salieran de lo más hondo de mi, después de todo, sabía que era algo difícil volver para ella.

No sentía tan de fiar la idea de dejarla sola aquella noche.

Fue un ruidito muy bajo, pero la escuché suspirar antes de contestarme.

— Si, Izuku. Todo bien.. — no se oía muy convencida, sin embargo comprendí que necesitaba su espacio.

No quería o no se sentía lista para hablar de ello y yo se lo respetaba.

— Tu no te preocupes, cariño — agregó rápidamente. — Solo necesito dormir.

— Vale.

— Y ya que estamos en esto — intentó desviar el tema, volviendo a un semblante más animado. — ¡Necesito que mañana te levantes temprano! ¡Los Bakugo llegarán a eso de las diez!

— Está bien.

— ¡Te amo, hijo!

— Y yo a ti, mamá.

Finalmente abrí la puerta y la cerré justo después de entrar y dejarme abrazar por el único lugar donde la vida casi siempre era de color rosa, los sueños.

Solo le pedía al universo que todo saliera bien.. y quizá.. solo quizá.. el poder encontrarlo una vez más a el.

Me preguntaba si podríamos reencontrarnos aún sin recordar su rostro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top