[01] Blue Eyes
CAPÍTULO 1
━━━━━━━━━━━━━━
Nuevamente contempló la vida silvestre a través de la imagen borrosa y casi nítida de la ventana del autobús de la escuela, desviando todo tipo de pensamiento a donde la extensión de tierras verdes se miraba por hectáreas enteras.
Su nombre era Clark, un chico de cualidades excepcionales y sin embargo, obligado a permanecer entre los humanos por la búsqueda de una vida tranquila sin vestigios del desconocido pasado. Cada día de su vida era el mismo, despertar, mirarse al espejo antes de arreglarse para el colegio, y una vez en el autobús conseguía la manera de distraerse de los sonidos del exterior. A veces era capaz de controlarse, pero cuando las hormonas de un adolescente crecían exponencialmente todo eso se salía de control. Perdía la cabeza y sus dones salían a relucir en su máxima lucidez.
—Oye, tonto— jugueteó el único joven sentado de lado contrario y quien se acreditaba el título del bravucón de Clark.
Al ver que el ojiazul permanecía inmóvil insistió al picarle el hombro ligeramente más fuerte de lo que debía y aún así sintió como su dedo parecía no hundirse en la carne como debería hacerse por formaciones anatómicas, aunque decidió no darle mayor importancia, pues de seguro sólo eran los frutos del ejercicio o la posición.
Supo que logró su cometido en cuanto el de adelante suspiró profundamente.
Anhelaba voltearse a pedirle que parara, a devolverle todo lo que le había hecho todo ese tiempo, pero él no era así, no después de conocer los límites de su fuerza y lo destructiva que podía ser si no se mantenía aislada de todo aquel que estuviera hecho de carne y huesos.
—¿Estás asustado? ¿Quieres a tu mami?— empujó sin éxito alguno, riéndose como solo un niño que disfruta algo hace.
A Clark no le hizo gracia, sino que lo puso a recordar todas esas veces de niño donde las opciones de huida era escasas. Sus poderes entonces eran un completo misterio saliendo a relucir sin un momento en específico. Siempre se trataba de lugares incómodos donde la gente le miraba raro y señalaba sin pudor alguno como su madre llegaba a rescatarlo.
"Mi voz es una isla, Clark. Nada hacía ella, cariño"
"Pero el mundo es muy grande, mamá"
"Entonces hazlo pequeño"
En el último empujón, más hostil que los demás, la única jovencita sentada de lado contrario al ojiazul sintió un ápice lastimoso incitándole a detener ese soez comportamiento, por supuesto que era completamente ignorante del potencial de Clark, pero aun así levantó la voz, removiendo la mano del mocoso que lo molestaba, terminando con los molestos empujones de un jalón. El joven pelirrojo miró hacia nada más y nadie menos que Corinna Ruthford, la única chica casi tan popular como Lana Lane pero muchísimo más temida por el tipo de chicos a los que les encantaba buscar problemas con gente inferior.
—Basta ya, déjalo en paz— pidió, tensando la mandíbula.
—¿Por qué? ¿Es tu novio?
Lo único que verdaderamente jamás entendería sería el afán de los niños al pensar que por defender a alguien ya se trataba de un lazo emocional con la persona, cuando lo que realmente pasaba era una situación de empatía adolescente.
—¿Y si lo fuera cuál sería tu problema?— provocó, enarcando una ceja, de tal manera que las burlas se acabaron.
En su lugar, el bravucón decidió permanecer en silencio derecho en su asiento, mientras que Clark miraba con admiración a la salvadora que jamás pensó en tener. Corinna le sonrió, abrazó su mochila y en el intento más grande por llevarse con el de ojos azules se cambió de lugar a su lado, saludándole con la sonrisa más cálida y afable que se permitió.
—Soy Corinna— presentó sin ser capaz de borrar la alegría de su rostro.
—Clark
Él la conocía de las prácticas de deportes así como de las clases que tenían en común, claro que jamás se permitió hablarle por el estricto grupo de amigos que siempre estaban con ella, entre esos la mismísima Lana, su amor platónico del instituto, pero tan lejana que hacía que sus pies permanecieran plantados en el subsuelo.
Perdió la noción del tiempo para cuando el autobús arribó a la granja Kent y el tuvo que despedirse con toda la pena del mundo, bajándose del autobús y aún así mirando sobre su hombro a la hermosa joven de ojos caramelo despidiéndose por la ventana, perdiéndose en el horizonte.
Ese pudo ser uno de los mejores días del año, no obstante, esa misma tarde a descender la temperatura se halló en la camioneta de su padre frente al taller mecánico cerca de la granja, un lugar que le servía solamente para quedarse dentro del vehículo, dibujando lo que le viniera en mente mientras gastaba el tiempo, cosa que en esa ocasión no fue de ayuda, pues sin haberlo pensado, alguien le abrió la puerta, arrancándole la libreta de las manos entre carcajadas. Así supo que se trataba del grupo de amigos del mismo que siempre le molestaba.
Un bufido se desprendió de sus labios en cuanto lo sujetaron del cuello de la chaqueta, empujándolo contra la cerca de metal frente al taller, burlándose en repetidas ocasiones siempre de lo mismo; una rareza que ni siquiera ellos comprendían. En lugar de levantarse a liberar toda esa rabia contenida bajó la mirada a las piedras libres sobre el pavimento, apretando un tubo de la cerca con su mano, sintiendo el metal torcerse con toda esa fuerza ahogada.
Jonathan Kent miró desde el extremo, abandonando la pieza de uno de los motores del Shelby que arreglaba para un viejo amigo. Atino por erguirse ante la vista temerosa de los bravucones, terminando por alejarlos por lo mal que se verían si el padre de Clark les decía algo, por lo que le arrojaron en la cara la libreta, marchándose victoriosos por el rumbo más corto.
Otra vez se sintió un bicho raro abandonado en medio de la nada, solitario y triste. Aunque ese estado fue momentáneo, extinguiéndose al ver una mano ofreciéndole su ayuda apenas por una porción borrosa de la vista, que al enfocarse se volvió una chica que conocía de apenas, sonriéndole con toda esa calidez de Kansas.
—¿La tomarás o no?— bromeó
Obviamente lo hizo, levantándose sin halar de su peso, accidentalmente descubriendo la porción del tubo doblado que ella si alcanzó a ver pero decidió callar, optando por sacudirle la tierra de los brazos y acomodándole los cabellos color ébano sobre el marco celeste de su mirada dirigida únicamente a ella.
—Hay algo que no entiendo— musitó—. ¿Por qué seguían molestándote?— interrogó, siguiendo sus pasos hasta la libreta en el suelo.
—Bueno— suspiró profundo, sacudiéndole la tierra—. Quizá porque no soy como ninguno de ellos.
Corinna sonrió, acomodándole las tiras de la sudadera colgándole por el pecho.
—No, Clark, tienes toda la razón
—¿Ah si?— preguntó incrédulo, perdiéndose en sus ojos.
—Tú eres mucho más de lo que ellos juntos podrían llegar a ser.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top