29.

SECRETOS Y MAS SECRETOS.

(Advertencia; Escenas 18+)

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Nico di Angelo Pov.

Me sudaban las manos, y estaba nervioso como el infierno. Me pasé dos horas frente al espejo, dudando, practicando lo que diría cuando la tuviera enfrente. Cómo actuaría y como rayos iba a enmascarar lo que siento frente a todos los demás.

¿Estaba bien peinado? ¿Tenía la piel muy pálida…? ¿Se notaba demasiado sus ojeras? ¿Se veían mal?

Ya no podía seguir diciendo que era alérgico al color. La hija de Neptuno le había regalado junto a Hazel algunas prendas «coloridas»en su cumpleaños pasamos y se cuestionó sí mismo una y otra vez si debía usarlas. La cara se le puso caliente, se avergonzó con solo verse en el espejo. Definitivamente, estaba fuera de sí mismo.

Pero era difícil, no habían estado a solas desde el incidente de Halloween por varios motivos, el principal es que la hija de Annabeth y Percy nació a la mañana siguiente y luego llegó todo el asunto de las olimpiadas. Nos vimos un par de veces, pero no en calidad de novios, quizás hubo algunas miradas o roces accidentes con su brazo, aun así con los demás chicos alrededor era imposible que tuviéramos tiempo a solas. Al menos nos mantuvimos en contacto por mensajes, quizás por eso estoy tan nervioso. Nuestra relación es muy nueva y convivimos más por mensaje que en persona.

Estas semanas han sido sinceramente insoportables para mí.

No puedo dejar de pensar en lo que pasó la noche de brujas. Me aterra el hecho de que empiezo a olvidar su olor, lo suave que era su piel y lo bien que se sentían estar dentro de ella.

Cada que las imágenes de esa noche vienen a mi cabeza empiezo a sudar.

Es difícil concentrarme en clase cuando tengo una erección por recordar esa noche en la iglesia.

Toda esta intimidad entre nosotros era muy reciente. Algo que no podía imaginar ni en una de mis más locas fantasías, así que es normal que me sienta nervioso y avergonzado, solo pensar en preguntarle si podíamos volver hacerlo. ¿Era muy pronto?

Todo sería mejor si tuvieras más tiempo para vernos, por eso, planeo aprovechar las fiestas para reforzar las bases de nuestra relación.

Lo único que tenía que hacer es no arruinar la navidad y darle un bonito regalo. Podía hacer eso.

— Verte tan nervioso es lindo.— Opina Jason desde la cama.

—¡Jason…!—Siseo, mirándolo a través del espejo.—No estoy nervioso, solo es complicado…— Me excusó, pero no puedo evitar sonar intranquilo

— Te has mirado en ese espejo durante treinta minutos.—Menciona, ajusta sus lentes y vuelve su vista al libro en su mano.—Quién sabe cuanto tiempo más antes de que llegará.

Pongo los ojos en blanco y vuelvo a mirar mi vestimenta.

Traía puesta una simple camisa de color negro, unos jeans azules con una cadena que colgaba desde su cinturón. Botas militares gruesas y una chaqueta abrigada oscura.

Siempre me visto de negro y colores monocromáticos en general, pero por primera vez me cuestionó si eso está bien. Kali suele vestir con diferentes colores vibrantes. Quizás eso le gusta. Y yo quiero gustarle. Pero una parte de mí, la racional, me dice que si llego a ponerme una camisa rosa me mata.

— Solo práctico que decir.— Agregó.

— Por eso le compraste esa montaña de regalos por navidad.—Jason mira las bolsas a su lado.—¿Acaso quieres conquistarla con regalos bonitos?

— ¡No me decida! ¿Okey? ¡Son cosas pequeñas…!— Me arreglo el cuello de la chaqueta y paso mis manos por mi camisa para quitar las arrugas.—No quiero que me lance nada que pueda causarme una contusión.— Siseo.

El rubio de lentes sonríe con burla y alza una de sus cejas.

— Claro, hagamos como que te creo.—Resopla el de ojos azules.

— Jason.— Digo sentencioso.

— ¿Por qué estás tan nervioso? ¿Tienes miedo de hablarle?—Me pregunta.—Nunca me dijiste como termino el verano para ustedes.

Su cuestionamiento hace que se me encoja el corazón en el pecho.

— ¡No eres mi psicólogo! ¡Aún no lo eres…!— Exclamó y lo señaló.—¡No tienes permitido psicoanalizarme!

— Nico.

— Quedamos como amigos— Suelto con fastidio.—¿Feliz?— Pregunto.

La sonrisa en el rostro de Jason se desvanece y sus ojos azules se llena de compresión. Me mira con tristeza.

— Lo siento, Nico.—Aparta el libro en sus manos.—Pero me alegra que estés afrontando la situación.

Parpadeó y lo miro mal.

— Yo no huyó.

— ¿Quién dice que estás huyendo?—Me cuestiona con simpleza.

Entrecierro los ojos.

Otra vez allí estaba la faceta de psicólogo que me analiza.

— No trates de atraparme con tus trampas psicológicas.— Le advierto.

Jason golpea su bolígrafo contra la tapa del libro.—¿Cómo huyes de todas tus parejas sentimentales cuando las cosas se ponen serías?— Pregunta.

Se me cae la mandíbula.

— ¿Sabes qué? Me largo.— Tomo mi bolso y salgo de la habitación, unos minuto regreso.—Se supone que vas a llevarme, así que …— Murmuro.

Jason se ríe un poco y toma su bolso.

— Vamos.—Se levanta de la cama.— Tengo que hacer varias paradas.

(...)


Kali Guardalupe pov.

— Kali.—Dice Annabeth en tono sentencioso.—Deja de jugar con Zoe, necesita dormir su siesta.

La habitación estaba llena de una música alegre y tintes latinos muy marcados, guitarra y tambores.

Yo me desplazaba bailando al ritmo de «La chica del bikini azul» del sol de México con la pequeña Zoe en brazos que no hacía más que hacer sonidos ahogados que parecían gruñidos.

— Annabeth está sucediendo un momento importante de unión, tía sobrina aquí.—Exclamo sin parar de bailar. Bajo la cabeza para ver la cara rojiza y arrugada de la niña. Cómo recién salida del horno—¿Verdad? ¿Verdad que quieres estar conmigo?

— Tiene 1 mes, no creo que aprenda a bailar. — Me recuerda la rubia. Pues cada que la bebé lloraba la tomaba en brazos y colocaba canciones viejas de Luis Miguel.—No importa cuantola mesas de un lado al otro.— Asegura.

— Pero dejo de llorar.

— Llora por qué tiene sueño y no la dejas dormir.— Afirma.

Suelto un gruñido de fastidio y apagó la música. Aun así, me niego a dejar a la bebé en su cunita. Me gusta tenerla en brazos, desde que la vi por primera vez supe que la amaba. Ni siquiera la conocía y verla me hizo llorar.

Zoe Jackson nació el primero de noviembre en la Nueva Roma.

Aún recuerdo ir a verla, llegó una semana antes de lo esperado y se veía arrugada y roja; Como un tomate.

Tenía el cabello dorado de Annabeth solo que un poco más apagado y ojos verdes iguales a los de Percy. Aún no podría decir de qué color era su piel, era muy pronto para eso y seguía teniendo esa tonalidad rojiza que tienen los bebés recién nacidos.

Pero no me importa. Amo a este pequeño tomate arrugado.

— Ya basta.— Percy entra y toma al bebé de mis brazos.—Fue suficiente bebé para ti por hoy.— Se inclina y me da un beso en la frente al verme hacer un puchero de descontento.

Percy deja de forma cuidadosa a la niña en su cama, y de inmediato mi gato naranja y peludo salta a la cuna para verificar que todo esté bien. La lame un poco y se echa a su lado.

Desde que los hijos de Cheeto se fueron a sus hogares permanentes ha estado así, el veterinario me dijo que todo él instinto materno se iría cuando la castra, pero no pasó.

Cheeto primero tomo a un peluche como su cachorro y en cuanto Zoe llegó a casa se volvió su trabajo celestial cuidar a la bebé.

Se echaba en su cuna, cuando lloraba la lamía y trataba de consolarla.

Annabeth no podía sacar a la niña de la habitación sin que mi gata naranja la persiguiera maullando de forma desesperada para qué la regresará.

— ¿Por qué si dejan que Cheeto se le restriegue?— Me quejó.

— Por qué será bueno exponerla a animales domésticos para que su sistema inmunológico aprenda.— Annabeth se acerca y se asegura de que el gato no se acueste sobre la bebé, la niña se quedó dormida en cuanto tocó la cuna y escuchó él ronroneó de mi gata.—Y Cheeto, a diferencia de ti. Fue madre y sabe tratar con cuidado a los bebes.— Susurro la rubia de ojos grises.

— ¿Prefieres que un gato haga de niñera que yo?— Le cuestionó con un tono ofendido, susurrante.

— Así es.— Responde Percy.

Lo pienso un momento.

— Bueno, eso tiene sentido.

Annabeth y Percy me sacan del cuarto de invitados para que deje dormir a la bebé. Y me llevan a la cocina, dónde la señora Sally hacía galletas azules.

Habíamos venido de visita con Zoe a la casa de la mamá de Percy.

En realidad, los padres primerizos necesitaban de la guía de una madre experimentada. Y la señora Sally estaba encantada de ayudar.

— ¿La señorita campeona se quedará a cenar?— Pregunta Sally dulcemente.—¿O irás directamente campamento mestizo?— Me cuestiona.

Acabo de regresar victoriosa de los juegos olímpicos de invierno, así que aceptó gustosa todos los halagos.

— Pasarán a buscarme. Así que será para después.—Suspiro.—Nos vemos en acción de gracias… ¿Algún regalo en especial que prefieras?

La mujer de ojos azules se ríe.

— Cualquier cosa que mes des será agradecida.—Dice Sally.—Siempre uso la bufanda que me tejiste hace 2 años.

— ¿Y qué hay del Sr. Paul?

— Es igual para él.

Resoplo, insatisfecha.

— Que poco específico.— Escucho una bocina pitar de manera insistente y sé dé quién se trata —Vinieron por mí.

Tomo mi mochila para pasar unas semanas en el campamento mestizo antes del día de acción de gracias.

—Kali, no hagas llorar a los nuevos campistas.—Me pide Annabeth.—Y revisa las estrategias de guerra que escribe en tu cuaderno— Se cruza de brazos y yo sonrió nerviosamente—Para que no vuelva a pasar lo del verano pasado en la captura a la bandera.—La hija de Atenea me recuerda, entrecerrado sus ojos.

— Lo haré, lo haré.— Exclamó una y otra vez para dirigirme a la puerta.

— Me sienta mal dejarte sola en la cabaña de nuevo.— Resopla Percy.

— No pasa nada.—Le doy un rápido abrazo y Annabeth se acerca para darme un beso en la frente.—Nos vemos, cuiden a Cheeto. —Les pido, pensé en llevármela, pero la gata se estresa si la alejo de Zoe demasiado tiempo—No le den tantos premios, sobre mi cadáver será uno de esos gatos gordos norte americanos.

—Nos vemos en 2 semanas.— Percy toma las correas de mi bolso para impedir que salga del departamento.—No causes terremotos, ni tsunamis, ni erupciones volcánicas… Recuerda, si algo te molesta, inhala y exhala.

— Inhala y exhala, ¡Lo tengo!—Repito como si fuera un mantra y Percy me suelta finalmente.—¡Adiós!

Cuando saldo del edificio mi vista se encuentra con una minaban llena de semidioses, en la cual sonaba a todo volumen «Styles» de Taylor Swift.

Leo estaba literalmente sobre Jason, tocando una y otra vez la bocina.

— ¡Sube al auto, sirenita!—Chilla el moreno y yo subo al auto, saludo a todos y me tomo asiento al lado de Leo Valdez —Tú y yo haremos grandes cosas este invierno— Se inclina para susurrar en mi oído de manera muy «discreta» si me lo preguntas.—hice una playlist de reggaeton viejito que te va a encantar. Tenemos que hacer una fiesta épica.— Susurra el chico.

—Ah, bueno …—Giro ligeramente mi cabeza al notar que una mirada me quema la nuca. En asientos traseros, junto a Hazel estaba sentado Nico. Mirándonos mal. —Suena genial.

No creo que le agrade el hecho de que Leo invada mi espacio personal.

— La señorita Hazel estará presente, así que más nos vale hacer algo muy impresionante.— Susurra y yo asiento con la cabeza, tratando de ignorar la mirada de muerte que Nico nos lanza.

No creo que se sienta realmente celoso, quizás solo este molesto por qué Leo se sentó a mi lado y no él.

Solo anda de mal vibroso.

— Por supuesto.— Tanteo.

El viaje a Long island pasa en un parpadeo. Nico se hartó de ver a leo susurrando cosas a mi oído, se inclinó hacia nuestros asientos y empujó la cara de Leo lejos de la mía.

También le gritó un buen rato sobre como no respetaba los límites. Siendo sinceros, no entendí la mayor parte de su perorata por qué Piper estaba muy inspirada cantando «karma» a la par que Taylor Swift. Así que los gruñidos de Nico se perdieron en la melodía.

Cuando cruzamos la barrera, Hazel se acercó tímidamente a mí.

— Kali.—Ella jugaba de forma distraída con sus manos.—¿Podemos hablar?— Pregunto cabizbaja.

Antes de que pudiera responder siento el peso muerto de mi mochila abandonar mis hombros.

— Yo llevaré tu mochila, no te preocupes.—Me indica Nico.

Nos alejamos del bullicio de los Campistas y tomamos asiento en el muelle, dejando que nuestros pies rozen con el agua salada de la bahía.

— Te extraño.— Dice finalmente después de minutos de silencio.

Mi garganta se cierra al ver sus ojos color miel llenos de tristeza.

— Yo también.—Admito y sus brazos me envuelven casi de inmediato.—Lamentó lo que dije— Me disculpo con voz rota. No sabía lo estresada y triste que estaba hasta ahora cuando todas las emociones chocaron contra mí como un tsunami.—Yo no… No es mi asunto lo que hagas o dejes de hacer en tu relación.— Balbuceó.

Hazel se separa de mí negando con la cabeza y las mejillas húmedas.

— Sé que te preocupas por mí.—Me sujeta de los hombros.—Y-yo lamenté mi reacción, me puse a la defensiva y te trate mal.— Tartamudea.

— Está bien. —Sorbo mi nariz y limpio las lágrimas rebeldes que se escapan de mi rostro.—Creo que me pase.— Admito mi error.— Lo siento.

— No. —Sus ojos casi dorados están cristalizados, y tiene la respiración agitada.—Tu sinceridad es incómoda, pero refrescante.— Me tranquiliza.

Nos miramos un momento en silencio. Esto empezó cuando note lo miserable que se había vuelto Hazel, tarde unos meses en darme cuenta de cómo sus lindos ojos perdieron su brillo y había dejado de sonreír casi por completo.

Al principio pensé que el cargo de Pretora era demasiado estresante.

Que estaba en conflicto con su deber y su felicidad. Llegué a esa conclusión usando la lógica básica. Y cuando le pregunté solo se molestó conmigo.

Ella aparecía en mi casa para que la consolara y se molestaba cada vez que intentaba ayudarla. Yo no lograba comprender que le pasaba.

Hasta que lo entendí.

—Te quiero.— Digo apenas.

— También te quiero.— Me responde Hazel mirándome fijamente.

Nos quedamos unos minutos en silencio solo mirando la playa.

— ¿Y qué haces aquí?—Pregunto curiosa.— Sueles venir para solo para acción de gracias y noche buena.

— Solo quería algo de aire fresco.

— Pues tendrás un ciclón chocando contra tu cara.—Exhalo con fuerza y me inclino hacia atrás, apoyando mis manos de la madera del muelle.—Leo y yo organizamos las mejores fiestas clandestinas. — Afirmó emocionada.

Hazel suelta una risa amarga.

— Me muero por ir.

(...)
Estoy seriamente decepcionada, pero no es una decepción igual a cuando mi hermano mayor me invita al cine para ver la película Barbie y ya no hay boletos disponibles. Estoy triste, sé que es absurdo, pero estoy realmente triste por no haber podido tener un tiempo a solas con Nico.

No me gusta admitir que estaba tan frustrada cuando se hizo la hora de dormir y ni siquiera pude tener una conversación con él me puse a llorar, mucho, contra mi almohada.

Piper, Jason, Leo y Hazel estuvieron sobre nosotros todo el día. No nos dejaron ni un segundo libre, nada, y los quiero, pero…

Un beso. Todo lo que quería era un beso. Y un par de caricias, y quizás, bueno, más cosas de pareja…

Aunque estuve muy ocupada este último mes, no pude dejar de pensar en la noche de Brujas. No mucho, solo dos o cuatro veces al día. Me estaría mintiendo a mí misma si digo que no me gustó, me gustó mucho, y creo que es un parte inherente de mi ser una persona sexual. Siempre lo fui, no importa cuanto intentará negarlo.

Los genes de Afrodita son realmente fuertes en mí. Es su culpa.

No. No importa que tanto intenté echarle la culpa a una deidad del sexo y amor, soy yo la que desea a Nico.

Y también puede que Afrodita esté involucrada, pero eso es otra historia.

Escucho un par de golpes en mi ventana y mi corazón literalmente da un salto en mi pecho, salto de la cama y corro a la ventana. Ni siquiera me detengo para mirar a través del cristal quien está tocando, abro de golpe mi ventana y saco la cabeza al exterior para encontrarme con un ramo de rosas extendidas justo frente a mi rostro. El olor dulce llena mis fosas nasales y mi corazón enloquece.

Suelto algo parecido a un gemido enternecido y todo el aire se escapa de mis pulmones en una exhalación.

Nico aparta el ramo de rosas y me deja ver su rostro, luce ligeramente avergonzado, con los labios apretados y las mejillas de un rosa perpetuo, aun así lo está disimulando bastante bien. Me entrega el ramo y me mira desde abajo en un gesto tímido.

—¿Me dejas entrar?— Pregunta en un tono algo cohibido y yo me echo hacia atrás para darle espacio. El pelinegro entra por la ventana sin problemas y la cierra, apenas sus pies tocan el suelo de madera de mi cabaña.

—¿Cómo…?—Miro las flores en mis manos, incrédula y emocionada.

Están vivas, pero eso no tiene sentido por qué Nico hace que las plantas se marchiten cuando las toca.

— Solo tuve que ingeniármelas un poco…— Me explica y me muestra sus manos envueltas en guantes negros. Las comisuras de mis labios se alzan en una sonrisa—Y venderle mi alma al diablo, ósea a Meg. Las demás hijas de Deméter me odian.— Bufa.

Mi corazón se acelera al saber que se tomó tantas molestias para traerme un simple ramo de rosas.

El pelinegro empieza a quitarse los guantes mientras da pequeños pasos en mi dirección, dándome el tiempo necesario para apartarme si lo deseo, pero no lo hago. Me mantengo quieta en mi sitio, mirándolo fijamente.

Nico baja la cabeza para mirarme a los ojos, lleva sus manos detrás de su espalda para mantenerlas alejadas de las flores y se inclina para dejar un tierno beso en mis labios en forma de saludó. Fue rápido y aun así logro hacer que mi piel se erice.

— Mmm… — Miro las rosas y luego a él.—¿Me preguntó por qué te odian?— Suelto de forma acusadora y noto que Nico se congela en su lugar.

Me alejo y sonrió para mis adentros sabiendo que lo asusté. Busco un vaso, lo lleno de agua limpia y fresca para utilizarlo como jarrón provisional para el ramo de hermosas rosas.

Cuando me giró para verlo choco contra su pecho, Nico me empuja con su cuerpo hasta acorralarme contra la pared sin apartar sus ojos de los míos. Nico sacude la cabeza ligeramente, sonrie, pasando suavemente sus dedos por mi cabello y presionando un beso en mi frente.

— Eso no tiene importancia, no me importan en lo absoluto en realidad.— Afirma.— Te extrañé mucho, mi linda sirena.— Susurra y siento unas inmensas ganas de besarlo. Pero me contengo, aunque todo mi cuerpo este vibrando. Nico pasa un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, como si no pudiera parar de tocarme y yo me pierdo por completo en sus ojos.

— ¿Qué quieres para navidad? —Nico hace una ligera mueca de decepción, quizás esperaba que le dijera que lo extrañe también. Qué lindo.

En lugar de responder a mi pregunta, tira de la camisa que llevo puesta. La uso como pijama, es tan larga como un vestido, trago saliva y se me pone la piel de gallina al recordar que solo llevo un par de bragas debajo.

— Eh notado que desde que fuiste con tu familia el verano pasado no usas bikinis de dos piezas.— Mencionó.

Mierda. Tengo que inventarme algo.

— Es que… — Desvío la mirada.—Ahora tengo novio, y me he vuelto más recatada por respeto a ti.— trató de sonar lo más tierna posible.

Nico gira ligeramente su cabeza y sonríe con satisfacción.

— Eso es tan dulce.— Extiende su mano y acaricia mi mejilla, el metal de sus anillos es frío contra mi piel.—Pero sé que es una mentira.— Dice de manera rotunda, sin una pequeña pisca de vacilación de su voz fuerte.—Déjame ver.— Pide.— Es por fines puramente científicos, claro.

— No respondiste mi pregunta.—Cambio de tema rápidamente, y Nico me mira curioso— No hay nada que te haga feliz esta navidad— Pregunto. Si dice una play 5 lo mando a la mierda, esas consolas son realmente caras.

Pero igual quiero darle algo que le guste, por qué somos novios ahora y es nuestra primera navidad como pareja, y esas cosas…

Nico se aparta de mí, camina por la habitación y se sienta en el filo de mi cama en un gesto relajado.

—Tú ya me haces feliz. Solo déjame tenerte.

Resoplo. Algo material Nico.

—Pero ya me tienes —Me quejo. Me acercó hasta quedar parada frente a él. Me subo a su regazo, descansando mis piernas a cada lado de las suyas. Nico pasa su lengua por sus dientes y me mira con ojos oscurecidos—Y no puedes desenvolverme.— Siseo.

—Podría desenvolverte si me dejaras… —Dice con voz áspera, deslizando la mano debajo de mi camiseta para hacerme cosquillas en el estómago. Dioses. Puedo sentirlo endurecerse entre mis muslos y cada pensamiento sobre que regalos de navidad darle u otros conflictos desaparecen de mi cabeza.

— Tengo que advertirte…

— ¿Hay un monstruo come galletas debajo de tu blusa? ¿Tus tetas me van a morder?— Dice en tono juguetón, tratando de tranquilizarme.

Quiere que me sienta cómoda. Y eso me parece muy adorable.

— No tengo nada exagerado como Piper o Annabeth, así que no te decepciones.— Digo con la voz temblorosa por el nerviosismo.

Empiezo a sentir como me arden las orejas y mi pulso se dispara. Todo mi cuerpo parece entrar en alerta máxima y ponerse rígido, y caliente.

No tengo un problema tan grande con el tamaño de mis pechos, es que…

Yo, no lo sé. Nico suele preferir a los chicos, pero las pocas veces que supe de las chicas con las que salían eran altas con busto grande, dos cualidades que no poseo en absoluto. Y me da miedo, ¿vergüenza? No ser su tipo.

Nico coloca su mano extendida sobre mi vientre y la arrastra lentamente hacia arriba. Mi cara se calienta y mi corazón golpea mi pecho con tanta fuerza que lo escucho en mis oídos.

Antes de que su mano llegue a mis senos, tomo su muñeca y bajo hasta mi vientre de golpe. Nerviosa.

— ¡Y tengo un tatuaje…! —Grito rápidamente, con la voz agitada. Nico me mira sorprendido, él se paraliza y se tensa como piedra.—Y no planeaba contárselo a nadie, aún.—Balbuceo.— Annie va a castigarme hasta que tenga dieciocho…—Sentencio.—Es que en el lugar donde hacían los piercings tenía buenos precios y todos empezaron a gritar «Que lo haga, que lo haga» y no pude contra la presión social.— Trato de explicarle y Nico solo asiente con la cabeza a cada cosa que digo.

Al pelinegro le toma un momento asimilar lo que dije, unos 5 minutos para ser precisos.

— ¿Dónde está?— Nico pregunta finalmente.

Con mi mano envuelta alrededor de su muñeca, guío la suya por debajo de mi camisa, y me detengo justo al llegar a un punto debajo del valle de mis senos.— Aquí…— Susurro.

Nico vuelve sus orbes a los míos con los labios apretados, sonrojado hasta las orejas. Lo veo tragar saliva.

Saco su mano de debajo de mi camisa.

—Tu primero—Digo agitada, sonado profundamente nerviosa.

Jugueteando con el dobladillo de la camiseta que lleva puesta. Hace lo que le pido, alza sus brazos por encima de su cabeza para que pueda quitarle la camiseta. Lo hago. Y luego se echa los brazos hacia atrás para apoyarse de la cama, dejándome pasar mis dedos por las suaves y cálidas superficies de su abdomen, sus brazos torneados con venas brotadas y sobresalientes. Sus manos se mueven rápidamente para agarrar mis muñecas, levantándolas en el aire por encima de mi cabeza.

—Tu turno, Amore.

Mantengo los brazos en el aire mientras él aprieta la parte inferior de la camisa y la retira de mi cuerpo. Contengo mi respiración, sonrojada hasta las orejas y temblando como gelatina. Mis pezones se endurecen bajo el calor de su mirada, y cuando se lame los labios y pasa las manos por la parte delantera de mis muslos, la piel de gallina se extiende por cada centímetro de mí. La anticipación es sofocante, siento que me ahogo con el calor que emanan mis mejillas; Sus grandes manos recorren mis caderas más allá de mi cintura, colocándose justo debajo de mis senos.

Tuvimos sexo, pero nunca me había sentido más expuesta como ahora.

—Eres perfecta —Susurra, sentándose para besar el valle entre mis pechos mientras acaricia mi cintura.

Estoy prácticamente jadeando cuando su lengua golpea mi duro pezón y tararea felizmente, chupándolo en la boca. Mis manos agarran sus hombros y mi cabeza cae hacia atrás cuando él cambia a mi otro seno, prestándole la misma cantidad de atención. Él lame y besa todo su camino hacia mi cuello, gimiendo cuando me muevo contra él, y cuando llega a mi boca, estoy a punto de entrar en combustión.

—¿Olas? ¿Por qué en el pecho?—Pregunta contra mi boca. Casi no hay espacio entre nosotros y juro que esto es lo más contenta que me he sentido en semanas. Incluso más que cuando gane el oro en las olimpiadas.

—Es por mi primer amor.

Finalmente, su boca se encuentra con la mía de forma deseosa. Su lengua explora fervientemente mi boca, lo siento presionar mi piercing con la punta de su lengua, enredándose con la mía. Mis caderas desarrollan una mente propia y se frotan contra él.

Cada giro de mis caderas envía la ola de placer más adictiva a través de mí.

—¿Pero de qué primer amor me estás hablando?—Gruñe contra mi boca.

Sus dientes muerden mi labio inferior, en voz baja y tensa.

—Kali, no voy a durar si sigues haciéndome eso.— Pone sus manos en mis caderas y trata de detenerme.

—Te deseo tanto.

Su risa es oscura y sus ojos brillan.

—¿De qué amor hablas? Yo soy tu amor.—Arremete contra mí, y no puedo evitar soltar una risita al escuchar su voz molesta.

—Nico… —Gimo con impaciencia y empujó mi nariz con la suya— Yo también te extrañé mucho.

Mi cuerpo se balancea contra el suyo en una búsqueda casi desesperada de fricción, solo algo que alivie el dolor entre mis piernas, así que es bastante claro lo que quiero. Nico no sede.

—Respóndeme, Guardalupe.

El brazo del pelinegro se envuelve alrededor de la parte inferior de mi espalda, sosteniéndome cerca de él mientras nos voltea para que esté boca arriba. Su cuerpo es fuerte y duro, pero su piel es suave y tersa.

Ni siquiera parpadea mientras me mira, ebrio de lujuria. Toma mis muñecas y las aprieta contra el colchón, apenas respirando.

— No esperes que me quedé tranquilo cuando dices que te tatuaste por otro hombre cuando ya éramos novios.—Dice entre dientes, perece molesto conmigo, pero sus ojos negros están encendidos y sus brazos tiemblan.

Suelto una risita nerviosa.

— El océano.— Respondo con voz jocosa.— El océano siempre será mi primer amor.— Le explico.

La mirada de Nico se suaviza. Y suelta un suspiro largo y tendido.

— Genial.— Bufa.—Tengo que competir con una masa de agua.

Nico se acomoda entre mis muslos y alcanza una almohada de repuesto, indicándome que levante mis caderas para poder ponerla justo debajo de mi espalda baja. Se aferra a mis caderas.

—Déjame hacerte sentir bien, Amore.—Mete su mano en el bolsillo de su chándal gris y saca un condón, rasga el paquete y lo enrolla sobre sí mismo.

No puedo concentrarme en lo que se supone que debo hacer porque él ya está de rodillas entre mis piernas, su cuerpo parece haber sido esculpido por los dioses verdaderos y su pene es grueso, largo y duro. Trato de grabar como luce en mi mente para dibujarlo más tarde, quizás le pida que pose para que pueda dibujarlo mejor.

Toma el elástico de mis bragas y me mira en búsqueda de aprobación, asiento con la cabeza y él desliza la tela por mis piernas hasta que estoy totalmente desnuda. Hay un pequeño momento de silencio en el que nos miramos el uno al otro. Mi corazón todavía está martillando contra mi pecho, la sangre arde debajo de mi piel dorada, todo mi cuerpo está hipersensible y listo para recibirlo.

—¿Quieres que te folle, Sirenita?—Sus ojos se derraman sobre los míos, así que no me pierdo el destello de sorpresa cuando digo;

—Sí. Sí quiero.

Nico inclina su cuerpo sobre el mío, con un brazo sosteniendo su cuerpo. Se estira entre nosotros para frotar la cabeza de su pene sobre mi clítoris, haciéndonos estremecer a ambos, y se alinea con mi entrada.

—Qué buena chica —dice con orgullo, empujando la punta hacia adentro.

Mi cuerpo se estira para adaptarse a él, mis paredes envuelven y lo siento palpitar dentro de mí, hasta que está por enterrado por completo dentro de mí. Se me hace agua la boca. Es gentil conmigo al principio, movimientos lentos y profundos que hacen que los dedos de mis pies se doblen, pero luego su mano se mueve de mi muslo, y empareja empujones más fuertes con su pulgar en mi clítoris

Pierdo la cuenta de cuántas veces Nico me hace ver las estrellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y un hilo de saliva bajo por la comisura de mis labios. Me besa hasta que olvidó cuál es mi nombre, estallando de placer una y otra vez.

Me aferro a él, usando hasta la última pizca de energía mientras mi cuerpo lo toma una y otra vez.

La construcción comienza en mi estómago, intensificándose mientras Nico gime y susurra elogio tras elogio junto a mi oído, y mis uñas se hunden en los músculos tensos de su espalda.

Sus embestidas se vuelven más ásperas y sus manos se aprietan en la parte posterior de mis muslos.

Y cuando no puede apretarse más, la bobina en mi estómago estalla de golpe enviando cada nervio de mi cuerpo al caos. Mis ojos se llenan de lágrimas. Unas cuantas embestidas poderosas más y él está allí conmigo, gruñendo una serie de maldiciones indescifrables en italiano sobre la base de mi garganta.

Nico se acuesta a mi lado, jadeando, se gira para mirarme con una sonrisa y le doy un empujón. Se levanta para buscar una toalla húmeda, trata de ayudarme a limpiarme, pero no sé lo permito. Estoy demasiado sensible y Nico parece tener energía de sobra.

Ese chico es peligroso.

Se las arregla para cubrirnos con una manta y dejar un beso en mi frente.

Tardo mucho más tiempo en recuperar la respiración y lograr tranquilizarme por completo.

Miro el reloj sobre la mesita de noche, y mis ojos se abren por completo con sorpresa cuando noto que son las 4 de la mañana, ¿cómo es eso posible?

— No llores.— Nico limpia mis lágrimas con sus dedos —Eres una llorona. También lloraste la primera vez.— Se burla en tono juguetón.

Quiero decirle algo, quejarme, pero en realidad no puedo hilar palabras coherentes ahora mismo. Solo suelto un gruñido y descanso mi cabeza sobre su pecho, Nico me abraza y el sueño me invade por completo.

— ¿Qué tanto te gusta caminar derecho?

(...)

Mi teléfono suena, saco la mano del agua y tomo el aparato que descansa en el filo de la fuente.

«Kali, llevó 10 minutos afuera de tu cabaña. Sé que estás allí, me dijeron que no fuiste a desayunar»

Suelto un suspiro.

— Puedes pasar, estoy en la fuente.

La puerta de mi cabaña se abre lentamente, leo asoma su cabeza, mantenido sus ojos cerrados.

—¿Estás decente?— Alza la voz.

— Estoy en el agua.— Respondo.

Leo entra y deja la puerta abierta, abre los ojos y al verme dentro de la fuente justo donde me dije que estaba suelta un suspiro de alivio.

— Diablos— Silva—Parece que un autobús te paso por encima.— Exclama el moreno.

—Sí, algo así.

Leo entra en la cabaña luciendo como un niño emocionado por ir a Disney y se sienta en el piso, justo frente a la fuente. Saca un cuaderno de su bolso mágico y se prepara para escribir, básicamente planificar la fiesta que daremos en el búnker un día antes de acción de gracias, Hazel va a ir por primera vez, y encuentro algo dulce que leo quiera impresionarla.

No solo es llegar y poner música.

Tenemos que preparar una lista de canciones, decorar todo el búnker, comprar la comida, todas las bebidas, hacer una lista de invitados.

Y encontrar una forma de pasar el mensaje sobre la fiesta de manera no verbal a los Campistas veteranos.

La última vez utilizamos el código Morse. Es una táctica que aprendimos para no ser descubiertos por Quiron.

Dionisio es más fácil de evadir, solo le damos una botella de vino barato de contrabando y se queda callado.

— ¿Qué hace leo aquí?— Pregunta Nico en un tono sentencioso y arisco.

Lleva un par de bolsas en las manos.

—Planeamos una fiesta.— Le indico.

— ¿Nos trajiste comida?— Dice Leo en un tono meloso y juguetón.

— Es para Kali.— Nico me tiende un envase de plástico y unos palillos desechables, en un parpadeo estoy devorando una docena de Nigiri sushi. Mi tipo favorito de Sushi.

Leo hace una mueca de desagrado.

— ¿Está bien que comas sushi?— Pregunta con una chispa de asco en su voz.— Ya sabes, eres hija de Neptuno y hablas con peces.

Hago mala cara mientras mastico.

—Estoy cansada y tengo hambre, no me juzgues.— Digo entre bocados.


La fiesta se desarrolla como Kali y Leo se esperaban, Quiron no sospecha de sus inocentes Campistas y Dionisio no parece importarle mientras reciba un gran sacrificio y una botella de vino.

La música estalla en los oídos de Hazel quien se mantiene cohibida, replegada en una esquina.

El Búnker es lo más parecido a un club nocturno que los adolescentes semidioses que viven aquí conocerán hasta cumplan dieciocho y se vayan a la universidad, sin preocuparse por qué los monstruos los persigan.

La pelirroja cobriza se apoderó del karaoke desde que llegó. Llevaba un corset negro con moños rosas, una minifalda de color rosa claro, medias negras semitransparentes y tacones de plataforma del mismo color. La hija de Neptuno no había bebido ni una sola gota de alcohol, pero se veía muy alegre y desinhibida.

También estaba cantando la canción más sucia que los oídos de Hazel hubieran escuchado alguna vez.

Freak like me
(you need a freak like me)

You want a good girl that does bad things to you (you want a good girl)

You never been with no one as nasty as me

Spice up your life, come get a freak (do, do-do, do-do, do-do)

En un parpadeo la pelirroja cobriza estaba allí y al otro no. Desapareció de la fiesta en un abrir y cerrar de ojos.

Hazel intento buscarla entre la multitud, no quería estar sola.

No sabía cómo desenvolverse en este tipo de ambiente y en realidad se sentía un poco decaída.

La risa estridente de Kali se perdió en el frío de la noche. Nico la subió a su hombro, apretando una de sus manos alrededor de su muslo, saliendo del búnker a pasos rápidos mientras el mismo se contenía de reír.

Hazel no encontró a Kali, vio a Jason y Piper bailar en la multitud, pensó en acercarse para charlar, pero ellos se veía tan enamorados y parecían tan perdidos que no quería interrumpir eso. Otra vez se sintió sola y aislada.

Al final desistió de sus intentos de pasarla bien y olvidar lo que le estaba carcomiendo la cabeza.

Salió del búnker, y se quedó allí, parada a mitad del bosque.

Sin querer volver a su cabaña, pero tampoco a la fiesta. Solo se abrazó a sí misma y fijo su vista en el cielo.

Había muchas estrellas esa noche.

— ¿No te gusto la fiesta?— Pregunto una voz conocida detrás de ella.

Hazel se giró para ver la Leo con un traje mal puesto, luciendo desaliñado, sosteniendo un baso en cada mano.

Ella sonrió apenas y recibió él baso.

— Es una gran fiesta en realidad.—Las manos de Hazel tiemblan, se lleva él baso rojo a la boca y engulle el licor combinado con soda de un trago—Es la mejor fiesta, la más grandiosa y amable, el problema soy yo.

Leo la mira preocupado y se acerca lentamente hasta quedar parado aún lado de la morena de ojos miel.

— ¿Estamos hablando de la fiesta…?— Pregunta cauteloso.

La respiración de Hazel se acelera y sus ojos se llenan de lágrimas.

— No lo sé, yo…—Leo trata de acercarse, pero cuando Hazel retrocede el se detiene.—Soy una mala persona.— Tartamudea.

La morena limpia con sus manos temblorosas sus mejillas.

— Hazel.— La llama.—Eres la mejor chica que he conocido en toda mi vida. Eres amable y considera con todos, y tienes unos ojos preciosos.—Eso último hizo que Hazel soltará una risa ahogada. La voz de leo suena tan intensa, tan real y llena de emoción— No creas que son halagos vacíos, siempre soy honesto contigo.

Una sonrisa triste se extiende en los labios afelpados de la joven morena.

— Gracias.— Susurra con voz rota.

Leo nota que Hazel tiene frío al verla abrazarse a sí misma, se quita el saco y lo pone por encima de sus hombros.

— ¿Qué tan mal están las cosas?

— Él es perfecto. Un caballero.— Lo defiende una y otra vez.—Dice las cosas correctas y es seguro, pero no siento nada. Y eso me mata. Yo he intentado, pero… — Balbucea y sus ojos se llenan de lágrimas.

Ninguno dice nada, solo acompañados por el sonido de los sollozos de Hazel llenando el silencioso y frío bosque.

Leo lanza su baso lejos y mete sus manos dentro de sus bolsillos.

Quiere abrazar a Hazel. Le rompe el corazón escucharla llorar, pero sabe que será peor si se acerca a ella.

— A veces nos obligamos a nosotros mismos a querer algo, nos aferramos a eso con tanta fuerza que olvidamos nuestra propia felicidad.— Piensa en Calipso, pero aparta esos recuerdos de su mente.—Y a veces te esfuerzas tanto por ello, que… — Leo mira de reojo a la hija de Plutón y susurra.—Ignoras que la persona perfecta para ti está justo allí. Solo esperando.

Ellos comparten una mirada.

No dicen nada, pero lo saben.

Durante el último año han estado teniendo algo mucho peor que una aventura carnal. Han estado teniendo un romance emocional, puramente platónico. Se llaman todas las noches, se buscan con la mirada, entre los roces accidentales, comparten una complicidad que no deberían.

— No puedo hacerle eso.

Leo suelta un suspiro tembloroso.

Incapaz de controlar sus manos, sacude su cabello y rasca su nuca.

—Supongo que te hace sentir como deberías.— Leo camina en círculos, y se detiene frente a ella.—Él es bueno para ti, sin dudas un amor seguro, y todos te dicen que es el indicado.—Se afloja la corbata, sintiéndose como un tonto por ponerse un traje solo para verse bien para Hazel.—El amor de Frank por ti es verdadero, lo veo en sus ojos.— Exclama, lleno de culpa y presiona su dedo índice suavemente contra su pecho.—Pero ¿Él sabe que me llamas llorando? ¿Sabe la razón por la que lo haces?— Relame sus labios, ansioso— Dime, … ¿Sabe al menos dónde está tu corazón?

Hazel envuelve su mano alrededor de la mano de Leo en su pecho.

— ¿Crees que lo encuentre incluso si le dieras un mapa del camino?

Kali dejo de mirar la escena, y se giró para ver el rostro de su novio a unos escasos centímetros del suyo y lo vio articular tres simples letras «W.T.F» y hacer una mueca de incredulidad.

A lo lejos logra ver a Leo tomar el rostro de Hazel entre sus manos y besarla, y ella duda, pero finalmente le corresponde. Luego se van juntos de la mano, seguro para tener un gran momento al estilo de «Aladin» sobre el dragón Festo mientras cantan a dueto un mundo ideal.

Kali tenía las piernas envueltas alrededor de Nico, este la sujetaba de los muslos, con la espalda apoyada sobre la corteza de un pino.

Ni siquiera sabe cómo es que no los notaron allí…

Ni siquiera estaban tan adentrados en el bosque. Si se fijaban bien podrían haberlos visto perfectamente.

—Podemos…— Dijo apenas, sintiendo cada parte de Nico enterrada hasta la empuñadura dentro de mi, latiendo dentro de ella mientras sus paredes lo apretaban—Coger y estar confundidos al mismo tiempo.— Pregunta con vos temblorosa.

(...)

A la mañana siguiente las cosas se pusieron aún más raras.

Habían quedado en ir temprano al departamento de la señora Sally para con la cena y alistar los preparativos para acción de gracias, pero algunos estaban tenían una terrible resaca y se movían un poco más lento.

Kali alcanzo a Nico mientras esté entraba a la cabaña 13.

— ¡Nico, Nico, Nico…!— Grito en un susurro, alarmada.

—¿Mmm? ¿Qué pasa?— Pregunto mientras entraba a la cabaña.

Kali entro detrás de él.

— Hice algo muy malo.

— No puede ser tan malo, Amore.— Se inclinó y junto sus labios.

El rechino de una puerta hizo que ambos semidioses abrieran de par en par los ojos y miraran dirección.

Y allí estaba Hazel, saliendo del baño de la cabaña. Mirándolos con los ojos desorbitados y la boca abierta. Por un momento pareció que medusa utilizo su mirada afilada para volver a la hija de Plutón una estatua de piedra.

Se separaron y Nico abrió la boca para intentar explicar lo que pasaba.

Tenía una excusa perfecta, Kali tenía un sucio en los labios y el lo estaba limpiando con su boca. Genial.

Entonces Hazel reacción.

Nico cayó al suelo al recibir un derechazo de su hermana.

El sonido del puño de Hazel chocando contra la mejilla de Nico estalló en los oídos de Kali quien pareció ver todo en cámara lenta, el puñetazo fue tan fuerte que bien pudo haber noqueado al pelinegro sin problemas.

— ¿¡CÓMO TE ATREVES?!—Jadeo Hazel horrorizada y abrazo de forma protectora a la pelirroja.—¡Que le haces a Kali…! ¡¿Perdiste la cabeza?! ¡Es Kali! ¡Kali! ¡No uno de tus…! ¡Tus!— Mira a Kali y luego a Nico en el suelo.— ¡Ella si es decente!—Grita.

Kali Sisea en desacuerdo.

—¿Me golpeaste?— Chilla Nico descolocado por el golpe.

Hazel lo mira escandaliza y se cubre la boca como su no lo pudiera creer.

—¿Por eso no duermes en nuestra cabaña…? — Susurra temblorosa y suelta a la pelirroja cobriza, para alzar su puño y golpearlo de nuevo.—¡¿No te llega el oxígeno al cerebro?!

— ¡Basta! ¡Hazel!— Kali la jala para que no golpee a su novio, y ambas forcejean por un momento.

— ¡Te vimos con Leo afuera del búnker!—Exclama Nico.

Hazel se detiene de golpe y se gira para mirar a su hermana.

— ¿Qué?

— ¿Vas a extorsionar a tu hermana?— Chilla la hija de Neptuno.

— La extorsión es parte de ser hermanos, corazón.

Hazel y Nico empiezan a discutir.

La morena le recrimina por pervertir a una inocente doncella, y Nico por ser hipócrita con él.

— Secuestre a Leo.— Exclama Kali.

Los hermanos se giran para verla.

— ¿Qué?— Dicen a la vez.

El día de acción de gracias fue bastante tensó. E incómodo.

Pero sobrevivieron a él sin que el grupo se desmoronara por dramas amorosos de sus integrantes más jóvenes. Esto iba a explotar pronto.

Hola chicas y chicos.

Espero que les haya gustado el capítulo. Aquí una imagen de las características más estables de Kali actualmente.

Se me hace tierno imaginar que Kali se vistió de negro para combinar con Nico, apesar de que a ella no le agrada vestirse así.

Memes del capítulo;

Bye bye.

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