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Sus palabras susurran mentiras que jamás creeré.

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— Tenemos otros tres gladiadores listos para pelear— Mercurio señaló a Leo y Sarah esperando en las gradas, quienes vestían armaduras iguales a las de kali. — Aunque, las únicas dos forma en que la princesita del mar salga de la arena son siendo ganadora o en una pira.— El público enloqueció y los ojos de Kali se endurecen.— Debo aceptar, que esta es la primera vez que hay una princesa en la arena.

El público repleto de sátiros, cíclopes y espíritus del bosque rieron junto al dios de los mensajeros y ladrones.

Suelto la espada y el escudo que me dieron dejando que cayera la suelo con un estruendo, mis brazaletes son lo único que necesito como arma.

— Parece que la princesita no necesita armas o ya se rindió.— El dios señala las enormes puertas del anfiteatro.— ¡Veamos cuanto dura contra la bestia más salvaje y popular! — Las puertas se abren con un crujido.—¡Admiren! ¡Al León de Nemea!— Exclama.

Un gruñido resuena en la arena.

Kali se lame los labios y retrocede. Puede escuchar los gritos de leo y Sarah pidiendo que corriera.

Sentía una furia ardiente quemar sus venas y llegar hasta su corazón. Estar allí, parada en medio de una multitud que la miraban con expectativas, que hacían apuestas de cuánto tardaría el león en destrozarla, cuanto gritaría o si iba a intentar rendirse. Se sentía… Humillada, como un mono de circo.

Kali miro por encima de su hombro en dirección a la terraza donde los dioses principales descansaban, allí estaba su padre, Neptuno, el dios del mar, con un rostro inexpresivo. Como si no le importara. Kali supo entonces que él no iba a ayudarla, que podían destrozarla miembro por miembro y su padre no movería un dedo por ella.
Se suponía que ver a tu padre te trae una sensación reconfortante, cálida o familiar, pero solo siente los bellos de su cuerpo erizarse ante la sensación eléctrica de peligro en el aire.

Pocos metros lejos de él estaba Venus, la diosa de la belleza, quien la miraba con una sonrisita llena de confianza.

Y eso le molesta, la llena de furia y una ardiente sensación de traición. Por ella fue quien la trajo hasta aquí, solo para convertirla en un chiste.

Para que un montón de dioses se burlara de ella y su título.

Kali tenía mucho de algo que personas consideran un terrible defecto; Orgullo y dignidad.

Y esto, ser exhibida de esta forma, hería profundamente su orgullo.

Estaba en esa etapa de su vida en la que no era una mujer, pero tampoco era una niña. Era el mejor momento para tener una madre o padre que la guíe en los momentos difíciles. Ahora aquí, parada sobre esta arena, en el maldito Coliseo Romano, con miles de dioses y espíritus pidiendo por mi cabeza para satisfacer su deseo de ver una batalla de gladiadores, se sentía como una prueba más. Como si al universo no le bastará con quitarle a su madre, darle un padre ausente y llenarla de luchas, ponía en su camino otra prueba para asegurarse de que fuera digna de avanzar en la vida.

Hasta ahora, y desde que llegó, había estado tratando de adaptarse.

Eso solo logro hacerla sentir solitaria y rechazada. Ella no podía cambiar, no podía exigirle a las personas a su alrededor que cambiarán por ella. Ya no se afligiría por eso, por qué nunca sería lo que esas personas esperan de ella. Por qué existía gente que veían cosas buenas en ella sin pedírselos, y deseaba dar su cien por cien por ellos.

Se quitó el Yelmo, por qué nunca había disfrutado pelear usando una armadura, dejando que su cabello cobrizo callera por su espalda y se agitará con el viento.

Mi brazalete derecho se convierten en dos dagas de oro imperial.

— Parece que la princesita del mar no necesita un escudo.— Comento el dios Mercurio, quien sobrevolaba la arena.— Veamos cuanto dura.

— Apuesto todo a la niñita de pelo rojo.— Declaró Dionisio, mirando por encima del hombro a la chiquilla.

— ¿No al héroe que derrotó a Gaia? — Le cuestionó Marte, extendiendo su copa para que se la rellenara.— No es una apuesta inteligente.

— Tú has tus apuestas, yo haré las mías.—El dios coloco su dedo índice en el borde de la copa y está se llenó del más dulce vino existente.

Nadie conocía realmente todas las habilidades de Kali, ni siquiera Percy. Pues siempre iba sola a las misiones, nunca no participaba en los ejercicios de guerra de la duodécima legión. En general, a pesar de reputación, nunca había peleado con 100% contra algún campista. Era bastante pasiva, claro que tiene la mecha corta, pero nunca llega al extremo de pelearse de forma sería. Por lo que verla, tan pequeña y delgada, contra un rival bestial que la doblaba dos veces en tamaño, y suma los enormes colmillos y garras.

Resultaba más que alarmante. No sabían si Kali se había enfrentado alguna vez a una criatura como esa, siempre estaba resguardada en la Nueva Roma cuando no salía a cumplir misiones en solitario.

La criatura tiene la apariencia de un león del tamaño de un camión, con el pelaje dorado, espeso y reluciente e impenetrable a las armas.

Si se concentraba, Kali podía oír a Annabeth explicándole al oído cada mito y leyenda griega. Y cómo Percy agregaba ciertos comentarios de su pelea contra la criatura con la ayuda de Thalia y Zoe, Bianca.

Las dagas de Kali se transformaron en un arco, planto sus pies en el suelo y cerro uno de sus ojos para apuntar; Y esperó. El león rugió con fiereza y se lanzó hacia ella, haciendo que el suelo bajo sus pies temblará ante su peso.

La semidiosa apretó la cuerda de su arco, Sarah le gritó que se apartará del camino cuando el león dio un salto con sus fuertes patas traseras y abrió sus enormes fauces llenas de dientes para devorarla. Pero la pelirroja no se mueve, suelta la cuerda del arco y la flecha vuela hacia el centro de la boca de la criatura. Kali se desliza ágilmente por debajo de la bestia y se las arregla para equilibrarse, vuelve a tensar las cuerdas y apuntar hacia la boca llena de dientes del enorme león.

Cada flecha que daba en el interior de su boca lo hacía más lento y débil.

Después de cuatro flechas más, la bestia se derrumbó y estalló.

El público divino se quedó en silencio mientras Kali caminaba para tomar el botín de guerra que había dejado la criatura, tomo la piel de león del suelo y lo alzó por encima de su cabeza. Con una sonrisa orgullosa plasmada en su rostro de piel dorada y ojos verdes.

Hubo un corto minuto de silencio y luego el público estalló en víctores.

— ¡Parece que la princesita del mar tiene trucos bajo la manga! ¡Es más fuerte de lo que parece! — Gritó.

Marte bufo inconforme, no era el tipo de lucha que esperaba. Baco alzó su copa en su dirección, sonriente.

La siguiente prueba fue La Esfinge, ruina para los cadmeos y llamada Fix.

En esta ocasión Kali no tenía una verdadera estrategia para vencerla, así que utilizó la fuerza bruta.

Esquivó ataques ágilmente, mantuvo distancia y cuando vio la oportunidad empleo el agua en el ambiente para impulsarse, subirse encima de ella y clavar sus dagas en los ojos de la esfinge. Explotó y Kali desfiló con su botín de guerra, orgullosa.

En esta ocasión le había tomado más tiempo vencer a su oponente, pero era obvio que sería la vencedora.

Marte aplaudió y se carcajeó de forma animada al ver la violenta escena.

Venus le lanzo pétalos de rosa.

Y Neptuno tenso la mandíbula y apretó los puños, más preocupado por el estado de saludo de su hija.

El siguiente monstruo que salió a la arena fue la Quimera de Licia, una bestia enorme y un par de alas de dragón, dando como resultado a un monstruo de cuatro cabezas: una de león, otra de macho cabrío, otra de dragón (ambas salidas del lomo), y la última de serpiente, que nacía en la cola. Kali descubrió rápidamente que la adorable cabeza de serpiente podía escupir fuego. Sí, como los dragones.

Por dónde lo viera, aquella criatura no tenía puntos ciegos. Parecía un cúmulo de cabezas enojadas.

Kali nunca había tenido que correr tanto, los mestizos estaban hechos para peleas cortas y brutales. Es decir, no tienen resistencia. No para batallas extensas. Solo pueden pelear en su 100% durante un corto tiempo.

Termino con las piernas y brazos llenos de raspaduras por todas las veces que tuvo que deslizarse por la arena caliente para esquivar el aliento de fuego de la cabeza de serpiente que salía de la cola de la Quimera. Si esta pelea seguía alargándose, Kali lo iba a poder resistir. Perdería. Y perder solo significaba una cosa; Iba a morir.

— ¡Has algo Kali! ¡Derrota a esa cosa fea!— Le grito Leo, alarmado.

Kali se giró a verlo, agitada.

—¡¿Y como se supone que lo haga!?—
Le grita histérica y cansada, pero su voz se ahoga con el golpe que recibe en el vientre de la criatura, el latigazo que recibió de parte del cuello largo de la serpiente la mando a volar.

El golpe fue tan fuerte que sus pies se despegaron del suelo y su cuerpo salió disparado contra una de las paredes del coliseo, choco contra esta y luego cayó al suelo con dolorosa brutalidad.
No podía respirar, inhaló, pero no era capaz de sentir el alivio del oxígeno, el golpe había sido secó, le saco todo el aire de los pulmones y la aturdió a un nivel en que ni siquiera escuchaba el ruido que hacía la multitud a su alrededor.

Su cabeza zumbaba y sus piernas no respondían. Había un sabor metálico en su boca, y tardo en darse cuenta de que la sangre venía de su nariz.

Escucho a la criatura rugir triunfante y el suelo vibrar con sus pasos.

Se estaba acercando. Iba a comérsela entera y no quedaría nada. Si no se levantaba ahora mismo, no quedarían ni siquiera sus huesos para que Percy le hiciera un funeral digno de ella.

No.

Definitivamente, tendría un funeral, con todo los cánticos, fuego y oro.

Solo necesita que su cabeza dejara de zumbar y su visión se ajustará. Tenía que ponerse de pie y luchar.

Kali respiro profundamente y aunque tenía la garganta seca, su voz venía de lo más profundo de sus entrañas.

Te conozco.

Su voz flaqueó un momento, pero decidió ignorar el sabor metálico en su boca y seguir cantando.

Caminé contigo una vez, en un sueño

Te conozco

Esa mirada en tus ojos es un brillo tan familiar

Kali giró su rostro hacia la Quimera. Era tan grande como un autobús y estaba llena de dientes filosos.

Pero este había dejado de avanzar.

Y sé que es verdad, que las visiones rara vez son todo lo que parecen

Se levantó con dificultad, aunque sus piernas estaban temblando. Se puso de pie, firme, colocando su cuerpo en dirección a la Quimera.

Pero si te conozco, Se lo que harás
Me amarás de inmediato.

De la forma en que lo hiciste una vez en un sueño

Empecé a tararear la melodía de la canción mientras me acercaba con lentitud y cautela a la Quimera. Este gruñía de forma amenazante y bufaba con un matiz de temor los contornos de todos sus rostros. A pesar de todo y sus advertencias para que kali no diera un paso más, no atacaba.

El monstruo retrocedía inseguro, como si mi voz lo hiciera entrar en pánico. Se sacudía y se rascaba sus múltiples oídos de forma ansiosa.

Con las manos desnudas, sin llevar ningún arma, Kali se acercó hasta estar a escasos pasos de la Quimera.

Pero si te conozco, Se lo que harás

Me amarás de inmediato.

Kali extendió sus brazos hacia arriba y la enorme criatura por fin cedió sin antes soltar un bufido de frustración. La quimera se mecía con la dulce voz de la joven, encantada, adormecida e hipnotizada por el llamado de su voz.

La cabeza de león se echó hacia abajo y dejo que la morena acunara uno de sus rostros entre sus manos.

De la forma en que lo hiciste una vez en un sueño

La Quimera estalló en humo dorado cuando una lanza de oro imperial lo atravesó. La pelirroja cobriza bajo las manos con lentitud. Había activado uno de sus brazaletes para que esté se convirtiera en una lanza en cuanto estuvo lo suficientemente cerca para dar un golpe mortal al monstruo.

Le dolía la garganta, como si alguien la hubiera raspado con un rallador.

Kali ni siquiera se había dado cuenta, pero todo el coliseo se había quedado en completo silencio, escuchando.

Cuando reaccionaron, una lluvia de víctores rompieron el silencio.

— En definitiva, la princesa del mar tiene muchos trucos bajo la manga.— Comento Mercurio, casi divagando. Miro a la chica con una sonrisa con una chispa de curiosidad y burla, y Kali le devolvió una mirada asesina.—Su cabello del color de las castañas bañadas en sirope de fresa y sus ojos como el mar en plena tormenta. Un millón de cortesanos hubieran escrito alabanzas sobre su belleza y peleado a duelos por sus favores ¿No creen?

El público enloqueció, llenando el aire de víctores, aplausos y gritos.

Kali exhaló con fuerza y se limpió la sangre que caía de su nariz con dorso de su mano, bajo la mirada y se sobó la garganta. Como si encantar aquella Quimera hubiera agotado cada pisca de su energía, intento vocalizar, pero su garganta ardía como el infierno. Ya no podría volver a cantar, al menos no sin unos días de descanso.

— El próximo oponente de nuestro gladiador con corona es conocido por «castigar» a los ladrones.— Se le escapó una pequeña risa.— ¡Vamos! ¡Abran las puertas…!— Exigió el dios Mercurio y las enormes puertas del coliseo se abrieron en un chirrido. — ¡Para el águila del Cáucaso! ¡Que devoraba el hígado de Prometeo!

En cuanto las puertas se abrieron, una ráfaga de viento tiro a Kali al suelo.

Cómo un cohete hacia el cielo, abrió sus enormes alas emplumadas y dio un fuerte chillido al aire que taladro los oídos de Kali. Se arrastró por el suelo, intentando alejarse del ave.

Era una maldita águila enorme, con garras como cuchillos y un poco tan afilado como un hacha. Y volaba.

— Syrrax… Syrrax.— Trato de gritar, pero su voz estaba desgasta.

La enorme ave se abalanzó sobre ella, Kali cubrió su cuerpo con un escudo al activar sus brazaletes, regalo de su padre.Mientras evitaba los ataques arrastrándose por el suelo, se cubría con el escudo del filoso pico y garras de la enorme águila. Llamaba al nombre de su pegaso, exhausta.

— ¿Syrrax? Qué nombre tan lamentable para un amante.— Se burló mercurio y todo el público estalló en carcajadas.— Parece que la princesita está en problemas.

La pelirroja cobriza golpeó la cabeza al águila con su escudo, eso aturdió lo suficiente al monstruo para que ella pudiera arrastrarse lejos del peligro.

El águila sobrevolaba al héroe como si fuera una presa, un conejo asustado.

Volvió a abalanzarse sobre la chica, pero esta vez logro atrapar una de sus piernas. El águila alzó vuelo con gran agilidad, enganchando sus garras en el tobillo de la pelirroja. Kali agito sus brazos en el aire, entro en pánico casi de inmediato, ahogó un grito al notar lo rápido que se estaban alejando del suelo seguro. Llamo a su pegaso, esta vez con mucha más urgencia.

— Si el águila la deja caer desde esa altura, la cabeza de nuestra gladiadora se partirá como un coco.— Exclamó el dios Mercurio con gracia, mientras Kali intentaba desesperadamente liberarse.— Quizás el héroe que venció a Gaia logré vencer al ave.

La pelirroja gritó con voz quebrada cuando sintió las garras del águila en su tobillo y la sangre deslizarse hacia sus muslos, bajo su falda de cuero.

Levantó su torso y utilizo su brazalete, el cual se convirtió en una daga para hacer un corte en las patas del ave.

El monstruo chilló con dolor, y soltó a su presa. Entonces Kali se precipitó al suelo con rapidez, sin posibilidades a sobrevivir a una caída así. Pero eso no sucedió, antes de que el cuerpo de kali se estrellara contra el suelo, un pegaso de pelaje color crema atrapó a la chica con gran agilidad. La pelirroja cobriza se aferró al pegaso, aliviada, lo beso y agradeció en silencio por venir a ella.

«Lamento la tardanza, princesa. Pero puedes estar segura de que siempre te atraparé» le prometió Syrrax.

Kali sonrió hacia su pegaso, compañera y amiga.

— ¡Vamos por ese pajarraco!— Susurro con vos ronca. Le dio una palmada en el costado del pegaso, cariñosa.

Enfrentando a águila en su propio terreno fue fácil vencerla, Syrrax era mucho más rápida y audaz. Ella sabía cómo evitar los ataques, asegurándose de mantenerse firme y equilibrada en el aire para que Kali tuviera un tiro limpio durante el agitado vuelo.

El águila estalló en humo dorado, y Syrrax descendió con Kali espalda a la arena para dejarla en el suelo con seguridad. Aunque los músculos le ardían, Kali bajo del pegaso y le pidió que inclinara la cabeza para poder besar su rostro en agradecimiento.

«Estaré cerca, princesa. Llámame si necesitas de mi ayuda» El pegaso de color crema relincho y emprendió vuelo, subiendo a los cielos.

— Querido público.— Exclamó el dios de los ladrones.—Parece que nuestra gladiadora favorita venció con algo de ayuda al águila del Cáucaso. Lucho de forma valiente hasta llegar a la última prueba. — El público aplaudió, estalló en víctores.—Ahora tras esas puertas se encuentra la última prueba. La madre todos los monstruos.

—¡Equidna…!— Las enormes puertas se abrieron y una mujer se abrió paso con una caminata elegante. Es normal y humana— La ninfa mantiene que es más hermosa que la diosa Venus, pero — Señala la mujer.—Para darle peso a sus palabras, acepto luchar por el título de la más hermosa.


Kali se tambaleó un poco y observó a la mujer a metros de ella.

Equidna parecía una mujer normal, poseía una estatura promedio, portaba un largo vestido con varias capas de tonos pasteles y el cabello ondulado marrón oscuro recogido en un elegante moño. Tenía un rostro de rasgos finos y delicados, sus ojos eran oscuros, tanto que parecían dos posos infinitos, pestañas muy largas y labios teñidos de carmesí. Era preciosa.

La hija de Neptuno tuvo que aceptar que la ninfa era hermosa, no del tipo de belleza cambiante de Afrodita. Si una más estática, que no se adapta a tu gusto, sino que te obliga a mirar.

En resumen; Equidna parecía una mujer de la época griega normal.

Ni siquiera se veía peligrosa. Se veía más bien bastante frágil.

En ese momento, Kali considero que cortarle la cabeza sería demasiado violento cuando su «oponente» no parecía tener la capacidad de pelear.

Equidna alza la barbilla y me barre con la mirada sin vergüenza.

Obviamente, puedo sentir como sus ojos espeluznantemente oscuros me juzgan en vos alta. No lo oculta.

— ¿Una niña moribunda peleará por el buen nombre de Afrodita?

Su voz es femenina y orgullosa, pero suena demasiado fastidiosa y llena de desprecio para resultarme atractiva.

— Hija de Neptuno, descendiente de Afrodita.—Exclamo con firmeza. Hago una reverencia cruzando mis piernas— Es un placer.— Digo. Sin levantar la cabeza, la miro a través de mi cabello.

Equidna hace una mueca.

— Pero que… —Ella suspira.—Decepcionante.—Completa.—No esperaba menos de afrodita.

Enderezó la espalda y evitó sentirme decepcionada por el escrutinio de la Ninfa, esposa de tifón. Dioses.

Una cara tan bonita… Si no se estuviera comportando como una zorra celosa, la dejaría ir encantada.

Pero ahora la mandaré de vuelta al Tártaro. Rápido y eficaz.

— Eres tan pequeña y roja, te voy a engullir de un bocado.— Afirma con una lengua afilada y dientes picudos.

Bien. Mataré a esta perra.

— Oh, no seremos amables.—Bufo y muevo mis hombros, preparándome para pelear.—Pues fíjate.— La señalo.—Te voy a partir la madre, pendeja.

— Semidioses— Sisea y de pronto sus dientes se ven peligrosamente filosos y grandes. Y ella crece…—Como odio todos esos pequeños bastardos.

En un parpadeo. Equidna quintuplicó su tamaño y peso. Tan alta como una casa de dos plantas, y las capas de su vestido que la hacían parecer flotar cuando caminaba ocultaban debajo una enorme cola de serpiente.

La cola está en diferentes tonos de marrón y escamosa. Larga como un autobús, que se sacude y agita una especie de maraca en su punta.

— ¡Mierda…!— Susurro. Mientras retrocedo torpemente.

Okey. Esto sería más complicado de lo que había creído.

Equidna parece que se hace cada vez más grande y no considero tener la energía suficiente para mantener el ritmo en una pelea que dure más de 5 minutos.

Suelto un suspiro tembloroso y mi brazalete derecho se convierten en una lanza y el izquierdo un escudo respectivamente, ambos hechos de oro imperial. Me preparo, y cuando Equidna se lanza hacia mí como un animal hambriento, hago mi propio movimiento y le clavo la lanza en la palma de la mano. El chillido de dolor del monstruo se mezcla con agradable sonido de maracas y se aparta.

Un torbellino de agua se forma a mi alrededor como un campo de fuerza y repelente al mismo tiempo. La pelea es intensa, los ataques de Equidna son cada vez más salvajes, mortales y con una furia descomunal. Mientras lleva sus garras a mi brazo y desgarra mi piel, La ninfa no para de despotricar sobre los dioses, especialmente sobre como Afrodita es una envidiosa que no deja que nadie más la supere.

No importa, no la estoy escuchando. Estoy mucho más atenta a cualquier ventana que pueda utilizar para dar un golpe mortal en el monstruo.

Cómo temía, la pelea se alarga lo suficiente para que mis cansados músculos ardan como el infierno y todo mi cuerpo llore por el dolor. Estoy cansada, las garras y cola de Equidna son muy filosas y dejan una sensación de entumecimiento cuando logran rasgarme. Realmente espero que esta perra no sea venenosa.

Pero incluso los pulmones me duelen con cada respiración. Empiezo a creer que me voy a desmayar ahora mismo.

La cola de serpiente de Equidna barre el suelo debajo de mí. Y mi cara choca contra el suelo arenoso. Me tumba al suelo de un solo golpe, tan repentino que no logré reaccionar a tiempo para esquivarla como había hecho antes.

Mi mente viaja rápidamente.

Bien. Esto no estaba en mis planes.

Intento levantarme rápidamente, pero otro golpe de la cola de Equidna me manda tan lejos que ruedo por el suelo y siento mis extremidades arder por las raspaduras que provoca toda la fricción de la arena contra mi piel.

Debo tener la piel al rojo vivo. Y cuando mi cuerpo para de rodar como un barril ya no puedo pensar siquiera en levantarme. Cuando mi cuerpo cansado dejo de moverse, el muy estúpido lo tomo como una especie de invitación para apagarse por completo y recuperar energías.

Me quedó en el suelo, el dolor no logra aturdirme, no lo suficiente como para olvidar en dónde estoy y que si no me pongo de pie, esa ninfa iba a destrozar mi cuerpo en un parpadeo.

Espero que no graben cuando me ponga a llorar, o si ya estoy llorando, pero es que todo me duele.

Coloco mis manos a cada lado de mi cabeza y me levanto con esfuerzo.

— ¿Esto es todo lo que tiene Afrodita? ¡Otra de sus débiles descendientes para ser devorado! — Ella se desliza hacia mí con ayuda de su cola de serpiente mientras clava sus garras en la arena, para arrastrarse con rapidez hacia mí.— Espero que mires como rompo sus huesos uno por uno. Cómo lleno su bello y joven rostro de marcas.

Lo intento, pero no logro levantarme, solo arrastrarme hacia atrás. Tengo la vista empañada por las lágrimas, giro mi rostro hacia el balcón donde están descansando todos los dioses.

Mis ojos se clavan en mi padre divino, no puedo evitar enviarle una mirada suplicante. Quiero que me ayude.

Soy su hija, aún soy una puta niña, él debería querer cuidarme.

Pero no lo hace, el dios apenas me da una mirada y capto una chispa de decepción en sus ojos verdes.

Mi garganta se seca y… Cuando me giró hay una mano llena de garras listas para destrozarme, sobre mí.

Cierro los ojos y espero el golpe, pero nunca llega. Abro de nuevo mis ojos y veo a Syrrax bajar en picada del cielo para morder el rostro, brazos y todo lo que tenga al alcance de Equidna.

Estoy consternada y paralizada por la visión ante mis ojos.

Equidna rueda sobre sí misma mientras lanza manotazos y gruñe lleno de furia, sacude sus manos intentando apartar al pegaso

Syrrax no sede, es igual testaruda que su jinete y demasiado protectora.

— ¡Vete! ¡Syrrax…! ¡Obedece!— Mi grito sale desgarrado de mi garganta.—¡Maldición! ¡Syrrax!

Mis piernas no escuchan mis órdenes al igual que mi pegaso. Mis brazaletes se convierten en un arco y flechas, y aunque mis manos tiemblan, trato de estirar la cuerda y apuntar hacia la monstruosa ninfa. Pero no puedo.

Si lanzo una flecha y alcanza a Syrrax por accidente no me lo perdonaré.

Necesito que se Syrrax se vaya, que se aleje lo suficiente para poder tener un tiro limpio hacia Equidna. Mi vista se nubla por las lágrimas que bajan por mis mejillas como cataratas.

Estoy obligada a permanecer aquí, viéndolo todo sin poder hacer nada. Mis manos están temblando sobre la cuerda y el arco hecho de oro imperial.

La situación es similar a ver a un gorrión acosar a un gato salvaje.

Equidna logró atrapar a Syrrax, la multitud jadeo y…

Algo hierve dentro de mí y se extiende por mis venas. Todo se vuelve rojo.

El público se ríe y celebra, como si hubiera sido un extra divertido de ver, pero dentro de todo el bullicio un grito lleno de dolor sobresale y hace que absolutamente todos se callen.

Kali se cubre los oídos y se sacude. No pude escuchar nada, no sabe si está gritando o llorando, o ambas.

Equidna partió el cuerpo de Syrrax a la mitad. Como pegaso no solo era una criatura mitológica, no explota en una nube de oro, es de carne y hueso.

Lo tomo como si fuera una muñeca de trapo y lo rompió en dos.

Toda la sangre calló sobre mí, como si lo hubiera hecho apropósito.

Alguien dice algo.

No puedo escuchar el ruido de fondo, solo estática en mi oído. Mis entrañas se sacuden y algo tira de ellas.

Grito. Grito tan fuerte que se me desgarra la garganta. Golpeó el suelo con mis antebrazos y este se sacude…

Un terremoto sacude todo el coliseo.

El cielo se oscurece y las nubes se estremecen, prediciendo una gran tormenta y posterior inundación.

El suelo tiembla y se sacude. Se abre ante mi furia y dolor, los chorros de agua se elevan en fila hacia la ninfa monstruosa. La envuelven y elevan por encima de la altura del coliseo.

Ella se sacude y grita, pero no logra liberarse. Pero es imposible.

Kali tomó la espada que lo ofrecieron cuando entro al coliseo y aunque no sabía usarla, la empuñó con fuerza.

El agua la eleva con amabilidad y rapidez. Cómo un vórtice realizó un millón cortes por todo el cuerpo de la ninfa, el agua se deslizó de su cuerpo y permitió a Kali caer. El agua obligó a Equidad a alzar la cabeza y dejar su cuello expuesto, Kali cayó hacia ella como un remolino y corto su cabeza.

El cuerpo de Equidna explota, pero su cabeza cercenada cayó al suelo como un botín de guerra. Para Afrodita.

Entonces Kali se desplomó hacia el suelo, el agua se juntó para intentar amortiguador su caída, pero no tenía la suficiente fuerza para lograrlo. Se precipitó al suelo desde 4 metros de altura, cuando su cuerpo choco contra el suelo, un sonido hueco lleno el aire. Quedando tendida en el suelo, con la vista fija en el cielo y los ojos abiertos, pero desprovistos de cualquier luz.

Una suave llovizna empezó a caer sobre el Coliseo Romano. Y el público estalló en víctores, aplausos y gritos.

Y mientras el dios Mercurio daba por terminada la lucha de gladiadores, lo último que pueden ver es como Leo y Sarah saltan de los asientos que antes los mantenían retenidos para correr por la arena hacia el cuerpo de Kali.

Hola chicas y chicos.

Espero que les haya gustado el capítulo. Estuve algo enferma y por ello tarde algo más en escribir, casi me les voy. Aprovechenme.

Vuela alto Syrrax, fuiste el mejor pegaso que una princesa pudiera tener alguna vez.

Datos

Kali trataba a Syrrax como si fuera su hija, la mimaba y solía trenzas su cril y ponerle flores. Y para cuando Syrrax murió, ella y el cheeto (gato de Kali) habían logrado llevarse bien.


Bye bye.

A

guante el planeta del tesoro ✊

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