Capítulo 2
Pasaron varios días desde aquella ocasión que rescató al joven príncipe de tez canela y cuerpo bronceado, llevaba varios días encerrado en su habitación. Esto le preocupaba en demasía a Degel ya que Camus amaba salir para poder distraerse un rato del reino.
-¡Camus abre por favor!- Gritó su hermano mayor esperando que abriera, pero no obtenía respuesta.
-¡Camus por favor... Llevas días sin salir de tu cuarto! Sabes que me preocupo mucho por tí y no quiero que te pase algo por favor-
-¡Déjame solo Degel!... Solo quiero un poco de privacidad- Respondió el contrario con un tono de tristeza.
-Está bien- Contestó Degel un poco triste por la manera en la que su hermano le respondió- Si necesitas algo solo dímelo por favor- Después se fué de ese lugar.
-Perdóname Degel... Pero... No quiero ver a nadie- Susurró triste mientras pensaba en lo cruel que era el destino y sobre todo se recriminaba el porqué se había enamorado de alguien imposible.
De pronto se le vino una idea, era arriesgada pero lo haría.
Esa noche esperó que todos se fueran a dormir para poder salir de su reino sin ser visto por los demás, incluso por su padre o Degel.
Después de cerciorarse que todo estuviera en orden salió con sigilo de su habitación en busca de la bruja del mar... Era temida por todas las criaturas del reino, pero era su única salvación.
Se aventuró hasta lo más profundo del abismo para poder llegar con ella, nadó entre varios animales que custodiaban la cueva, hasta que por fin pudo dar con la bruja del mar.
-¿Quien está ahí?- Preguntó una voz muy aterradora a lo lejos.
-Soy el príncipe Camus- Contestó nervioso.
-¡El príncipe!- Esbozó una sonrisa macabra la bruja y nadó hasta donde estaba Camus- Que necesita su majestad... Debe de ser de gran importancia que estés aquí ¿No es así-
-Yo... Solo vine a pedirle un favor- Cerró los ojos, porqué tenía un poco de miedo- Un favor ja, ja, ja... Dime que necesita un príncipe como tú y veré si te puedo ayudar- Respondió maliciosamente.
-Verá yo... Quiero convertirme en un humano- Después de decir esto desvió su mirada para otra dirección.
-¡Qué!- Se sorprendió la bruja- ¿Como quieres ser un humano? ¿Acaso tu padre te pateó la cabeza?- Cuestionó sorprendida porque a lo largo de toda su existencia nadie había sido capaz de pedirle algo así.
-Eso es lo que necesito... Señorita Shoko. Me he enamorado de un príncipe y daría todo porque pudiera estar a su lado - Respondió Camus nervioso.
Shoko se quedó pensativa ante tal oferta tentadora, era algo que no dejaría pasar... Porqué podría tener lo que deseaba con solo darle su capricho a ese joven iluso que no sabía en realidad las consecuencias que esto podría desatar. Pero lo usaría a su favor.
-De acuerdo... Te ayudaré- Esbozó una sonrisa maliciosa- Las criaturas del mar no podemos amar a un humano, excepto a costa de inmensos sacrificios. Puedo hacerte un hechizo, pero tendrás que darme tu voz a cambio. Debes saber que si tu príncipe no siente lo mismo por ti, no sobrevivirás fuera del agua y desaparecerás de este mundo. Tu decides si tomas mi oferta o no-
-¡Lo tomo!- Gritó Camus muy seguro.
-De acuerdo... Solo te diré una cosa. No hay vuelta atrás- Respondió la bruja y enseguida perdió la voz. Salió una luz blanca de su boca y llegó hasta las manos de la bruja.
-Ja, ja, ja- Rió maliciosamente- Vete a la superficie de una vez- Shoko le entregó una botella y le dijo que tocando tierra debería de tomárselo.
Y así lo hizo, salió de ese lugar tratando de llegar a la superficie. Nadó hasta la playa donde había dejado al príncipe Milo, bebió el brebaje mágico que Shoko le había dado y después de un fuerte mareo se desmayó.
Al día siguiente lentamente recobraba el conocimiento, su cola de pez se había convertido en dos hermosas piernas.
Estaba feliz por ello, trató de levantarse pero no podía, cada paso que trataba dar, se caía al suelo, todavía no estaba acostumbrado a usar sus nuevas piernas.
También tenía un gran detalle... Desde que despertó estaba completamente desnudo.
-Ese si era un gran problema- Pensó tratando de buscar algo con que cubrirse.
Por ese mismo lugar caminaba el príncipe Milo. Desde aquél día juro buscar por cielo mar y tierra a esa persona tan bella que lo salvó, solo recordaba parte de su rostro cuando lo dejó en la arena.
Dejó escapar un suspiro como un joven enamorado y siguió buscando por la playa.
De pronto sus pensamientos fueron interrumpidos cuando pudo observar a lo lejos a un joven de tez clara y cabellos lacios tan largos que cubrían su parte de su espalda.
-Wow- Dijo sorprendido al poder verlo tratando de levantarse.
Sabía que era ese chico quien lo había salvado, se parecía mucho. Con sigilo se acercó hasta donde estaba su salvador.
-Hola- Saludó Milo parado justamente detrás de él.
Al oír esa voz comenzó a sentirse nervioso, lentamente giró su vista para poder ver de quien se trataba y era nada menos que aquel príncipe que salvó del agua.
Se giró completamente para quedar frente al joven y le sonrió.
Con una mirada coqueta el príncipe se presentó- Mi nombre es Milo y soy el príncipe de este reino- Hizo una leve reverencia y tomó la mano de ese chico misterioso, no sin antes recorrer con su vista el cuerpo desnudo de ese chico que le salvó la vida.
Rápidamente Milo se quitó la chaqueta que tenía puesta junto con la capa que usaba en su espalda para poder cubrir al joven misterioso.
-Dime... ¿Como te llamas?- Cuestionó Milo tratando de conocer más a ese chico pero después notó que no podía hablar.
-¡Oh ya veo... Eres mudo! Ven vamos a mi castillo- El heleno tomó a Camus entre sus brazos y lo llevó con sutileza hasta su castillo.
Cuando llegó el príncipe a su castillo, los soldados de la guardia real estaban atónitos... Jamás habían visto al hijo del rey tan animado, de igual forma deslumbró la belleza de ese joven que llevaba en sus brazos.
-Te llevaré a mi habitación y te pondrás ropa más cómoda ¿De acuerdo?- Respondió con una sonrisa mientras caminaba hasta su habitación con él.
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