El amor es agridulce
El día de San Valentín para muchos es una fecha más allá de lo romántico. Es un día especial donde reafirman su amor hacia su pareja con regalos, chocolates, flores y ositos con las palabras "Te Amo".
Para otras personas, no pasa de una manera de aumentar el consumismo, una táctica sutil de las enormes empresas para vender sus productos en una absurda cantidad una vez al año.
Pero para Justine, San Valentín será recordado como el día en que encontró a su prometido con otra en la cama que compartieron noches de amor y días de películas con palomitas, refrescos y muchos otros momentos de alegrías.
Con lágrimas en los ojos, la joven simplemente salió del departamento que compartía con quien pensaba ser el amor de su vida, sin siquiera esperar que el intentara inventar una excusa ridícula, prejuzgando su capacidad intelectual.
Fue directo a la casa de su amiga Andy, a esperar que la misma llegara de su trabajo, para despejar en sus hombros toda la tristeza que sentía.
Tal fue la sorpresa de Andy al volver del periódico donde trabajaba, ver a su querida Tiny sentada en una de las gradas de su escalera de granito, llorando copiosamente.
-¿Qué pasó mi amor? –Preguntó mientras se deshacía de su bolso y sentaba al lado de Justine, sus manos inmediatamente yendo al encuentro de los cabellos rojos y sedosos de la amiga de toda la vida.
-El... Roberto, el... -Las palabras no querían salir de su boca, como si se lo dijera, lo tornaría real.
-¡Por favor Tiny, me estás preocupando! ¿Ocurrió algo con el idiota de tu prometido? –Andy sabía que Roberto no era alguien en quien confiar, pero decidió no interferir en el noviazgo de la amiga, pues tenía miedo de perder su anhelada amistad.
-¡Encontré al imbécil con otra en nuestra cama! ¿Puedes creerlo? –Soltó en un grito haciendo con que Andy saltara levemente asustada.
-¡Si lo puedo creer! ¡Sabía que era un idiota! ¡Lo voy a matar Tiny, y esta vez no me lo impedirás! –Andy se levantó de un solo salto y empezó a caminar hacia su movilidad ya preparada para pelear, a lo que Justine corrió a su encuentro para impedir que la amiga hiciera alguna tontería.
-No lo hagas, no vale la pena... -Susurró agarrando su mano, haciendo que Andy se detuviera.
-Tienes razón. ¿Sabes algo? Hoy en Rafaelo's hay una cena solamente para solteros, y ¿qué es lo que haremos? Vamos a sentarnos en una mesa, comeremos comida rica, tomaremos unas copas de vino hasta que no podamos pararnos y luego volveremos a casa para llorar por el resto de la noche, viendo alguna película cursi para sacar aquél insecto de tu sistema.
Justine observaba a su amiga impresionada. Andy siempre fuera del tipo aventurero, del que no le importa comer en el restaurante más fino o en el carrito de perros calientes de la esquina. Y ella admiraba tanto el espíritu libre que poseía que varias veces deseara ser como la rubia natural de cuerpo escultural.
- ¿Qué me dices querida? –Andy sacó a Justine de sus devaneos con un toque ligero en su hombro.
- ¡Si, eso es lo que haremos! –Declaró. Era hora de cambiar. Justine estaba cansada de ser la chica aburrida. Ahora ella sería más decidida, más aventurera, más... Andy.
- ¡Eso es! Nos vemos a las ocho en Rafaelo's. Ahora vamos a descansar que en algunas horas tengo que volver al trabajo.
Ambas entraron a la casa minimalista abrazadas. Era siempre así, una era el apoyo de la otra. En varias ocasiones, fue la vez de Justine consolar a su amiga desilusionada.
Andy fue directo a su habitación y Justine a la habitación que siempre usaba cuando dormía allí. Tenía varios artículos de higiene personal y algunas ropas que dejaba por si sucedía alguna emergencia, como hoy.
Al pasar por la puerta, caminó rápidamente hacia el rincón cerca de la ventana y se dejó caer en la cama suave, en cuestión de minutos cayó en un sueño profundo lleno de pesadillas que mostraban la escena de la traición una y otra vez.
Ya pasaban de las seis cuando Justine finalmente despertó. Se sentía más cansada que antes, como eso era posible? Tal vez las pesadillas fueran la razón del cansancio, que era más emocional que físico.
La joven decidió que ya no pensaría en Roberto, así que se levantó y se dirigió al baño. Preparó la tina con agua tibia y después de meterse, relajó por algunos minutos.
Como no tenía ninguna ropa de salir, se prestó un vestido de su amiga. La pieza negra le quedaba un poco corta, debido a que era un poquito más alta que Andy, pero felizmente, ambas tenían la misma constitución física, así que la tela se adecuó perfectamente a su cuerpo.
Utilizó un maquillaje sencillo, nada extravagante y finalizó con un pintalabios coral.
Cuando se fijó en reloj, faltaban apenas algunos minutos para las ocho, así que metió su celular, documentos y algo de dinero en una cartera pequeña, cortesía también de Andy y pidió un taxi.
Al llegar al restaurante, no se sorprendió al ver el lugar sin ninguna decoración de San Valentín, al final de cuentas, era noche de renegados.
-Buenas noches, tengo una reserva a nombre de Andrea Mackenzie y Justine González. –El maître la miró con empatía y luego se puso a buscar su nombre en la lista. Algunos minutos de tensión se pasaron hasta que finalmente las encontró.
-Por aquí señorita. –Dijo simplemente y caminó hacia la mesa correspondiente. –Siéntese por favor, en algunos minutos, un mesero vendrá a tomarle su pedido. –Sin esperar por respuesta, el hombre se fue, dejándola sola con sus pensamientos.
Justine observó el lugar atentamente. A pesar de parecer un día normal en el restaurante, había algo diferente. Un clima de soledad se insinuaba a cada rincón y ella podía ver que cada persona allí presente, realmente no quería de hecho estar ahí.
Las mesas adornadas apenas con un florero con flores naturales y las luces bajas, proporcionaban un aire melancólico al lugar, evidenciando la condición de todos.
- ¿Desea algo para tomar, señorita...? –El mesero se detuvo en la mitad de la frase al darse cuenta de quien estaba sentada en la mesa. –Eso no puede estar pasándome a mí... -Susurró no tan bajo, ya que Justine escuchó perfectamente sus palabras hostiles.
- ¿Algún problema, Evan? –Preguntó desafiadoramente. Todos en el local tenían conocimiento de que los dos no se llevaban bien. Andy y Justine frecuentaban el lugar a muchos años, en ese entonces, Evan las trataba muy bien, pero después que ella empezó a ir solamente con Roberto, algo raro pasó. Evan siempre los atendía, pero lo hacía muy mal. Traía los pedidos cambiados, daba respuestas cortas y en la mayoría de las veces groseras. Una de esas veces, Roberto lo desafió a una pelea afuera del local, pero Justine los impidió alegando que ambos eran adultos ya y que eso no era necesario, pero podía ver en los ojos del joven mesero, que él quería tanto aquello cuanto su ex prometido.
-Ningún problema Justine, pero sabes que hoy solo atenderemos a los solteros. –Evan resaltó lo obvio y recibió a su vez, una mirada con la ceja levantada de la joven.
-Estoy consciente de eso, y aunque no tenga que darte ninguna explicación, solo para que no me botes del lugar, sí, estoy soltera.
Cuando dijo eso, pudo notar que algo en la mirada de Evan cambió, algo que ella no consiguió descifrar. Frunció su ceño y continuó mirando fijamente al hombre parado delante de su mesa con la pose altiva, casi triunfante.
Evan era un chico muy bonito. Con casi dos metros de estatura, porte atlético y lindos ojos color caramelo que combinaban perfectamente con sus cabellos castaños, llamaba la atención de prácticamente todas las chicas que ingresaban al local.
-Entonces, ¿qué te sirvo para beber hoy señorita? –¿Aquello era una minúscula sonrisa o es que Justine finalmente había sucumbido al llamado de la locura?
-Estoy esperando a Andy, pero hasta mientras, tráeme una copa de vino por favor. –Decidió ignorar la sensación rara que crecía en su interior al ver Evan sonreír después de tantos años.
-Como diga. –Respondió en su típico mal humor, pero esa vez sí que había algo diferente en su postura.
Justine observaba mientras él paseaba por las mesas, atendiendo a todos, como si fuera el dueño del lugar. Podía ver los músculos de su espalda moverse cada vez que bajaba a entregar algún pedido.
Cuando Evan desaparecía por las puertas de la cocina, Justine respiraba profundo, solamente para detener la respiración cuando el volvía a salir con un plato de comida en sus manos.
Algunos minutos después, seguía sola, así que decidió dejar de acosar al mesero gruñón con su mirada y llamar a Andy para ver a qué hora llegaría.
-Hola Andy, ya estoy en Rafaelo's... -Empezó, pero su amiga como siempre acelerada, no la dejo siquiera terminar de decir lo que quería.
-Tiny, perdóname, estoy tarde lo sé, ocurrió una emergencia aquí en el periódico, espérame algunos minutos más que ya llego amiga, mil perdones... ¡Ya lo sé Jesús! ¡Camila, no así no! –Se podía escuchar el caos del otro lado de la línea. –Tengo que ir amiga, cuando esté saliendo te llamo para avisar... ¡Ya voy jefe! –Y la línea quedó muda de repente.
Andy era sub gerente de uno de los mayores periódicos de la ciudad, así que tenía mucho trabajo que hacer y Justine comprendía perfectamente, pero eso no significaba que no le afectó saber que en ese momento no era prioridad para su amiga.
-Aquí está, la primera copa es por cuenta de la casa. –Una copa de vino apareció de repente en su mesa, y Justine respiró hondo intentando ocultar el susto que acababa de llevar con la aparición repentina de Evan.
-Gracias.
-Lo siento, ya sabes, por lo de la ruptura y todo eso... -Evan dijo, sus mejillas completamente ruborizadas.
-Descui... -Justine empezó a decir, pero el mesero ya estaba lejos para cuando parpadeó, así que dio de hombros y llevó la copa con el líquido tinto a sus labios, sintiendo el dulce sabor del alcohol invadiendo sus papilas gustativas.
Un suspiro nostálgico escapó de su boca cuando se percató de que el líquido se había acabado.
- ¡Evan! –Llamó. Él apenas la miró de lejos, a lo que Justine levantó la copa vacía señalando que necesitaba otra.
-No deberías beber con el estómago vacío, Justine, te puede hacer mal. –Sentenció mientras llenaba la copa nuevamente.
-Cuando Andy llegue vamos a pedir algo, así que no hay problema, además nunca te caí bien, ¿porque la advertencia?
- ¿Quién te dijo eso? –Evan parecía increíblemente sorprendido y sincero.
-Cada vez que venía con... ya sabes... me tratabas mal.
-No te trataba mal a ti Justine, y si a él. –Pudo ver el odio pasar por sus ojos al mencionar Roberto.
-Oh. –Fue lo único que le ocurrió. Para no necesitar decir nada más, bebió el vino de una sola vez, arrancando otra sonrisa del mesero. –Otra por favor. –Pidió. La noche sería larga.
-Justine...
- ¡Otra copa Evan! Es más, déjame la botella de una vez.
-No haré eso y lo sabes.
-Entonces hagamos lo siguiente, cada vez que yo beba una copa, te invito otra.
-Sabes que no puedo ingerir alcohol en el trabajo. –Otra sonrisa, ¡demonios!, ¿cuándo Evan se volvió tan atrayente?
-Aburrido. –Ahora era Justine quien esbozaba una sonrisa.
-Sabes, eres muy bonita cuando sonríes... -La sonrisa desapareció de su boca en el mismo instante, dando lugar a una mueca.
-Bueno, tengo que ir... y no te dejaré la botella. –Evan señaló antes que ella pudiese pedir nuevamente.
De todas maneras, él sabía que no podía negar a servirle, así que cuando Justine pedía por otra copa, la llenaba hasta la mitad, alegando que el jefe así lo había estipulado.
Después de beber casi la botella entera de vino, la joven no estaba embriagada, sin embargo, la traición de Roberto ya no le importaba tanto como horas antes.
Para pasar el tiempo mientras esperaba y esperaba a Andy, sacó su celular y se puso a ver sus redes sociales. Así pasaran otras dos horas y nada de la amiga.
-Justine, necesito saber si tu amiga va a venir, hay mucha gente que quiere entrar, pero no hay mesas disponibles y bien...aún estás sola, así que...
-Oh, Evan... sí, quiero decir, no... no creo ya que Andy venga... mejor me voy a casa... -Sacó algunos billetes de su billetera y las dejó sobre la mesa, esperando que fuese suficiente para pagar todo el vino que consumió. Luego se levantó y sin despedirse, salió a pasos rápidos del restaurante.
Afuera estaba frio y no había un solo taxi para llevarla a casa. ¡Perfecto! Ya no bastaba la vergüenza de hoy.
Busco su celular en su cartera para llamar un móvil, pero su corazón paró al percatarse de que el aparato no se encontraba adentro.
-No puedo creer... -Dio la vuelta para entrar al restaurante a buscar su celular, pero se chocó contra una enorme pared de músculos vestida con un delantal negro en la cintura. Sus manos fueron parar instintivamente al pectoral definido de Evan y Justine pudo sentir que era más tonificado de lo que creía. –Pe-perdón, no te vi. –Podía sentir sus mejillas sonrojándose.
-Lo sé, quiero decir, creo que lo olvidaste... -Evan entregó su celular, tocando su mano en el acto, demorándose más de lo necesario.
-Gracias... -Susurró mirándole a los ojos. –Lo estaba yendo a buscar, necesito llamar un taxi...
Evan la miró de una manera inusual. Su iris oscureciendo de repente.
-Si me esperas, puedo llevarte.
-Te lo agradecería mucho. –Era el fin. Justine pidiendo un favor a Evan. Pero para ser sincera, fuera el quien ofreciera en primer lugar.
El chico apenas asintió con la cabeza y corrió de vuelta al restaurant. Volvió algunos minutos después ya sin su habitual uniforme y con dos cascos en la mano. Justine lo miró con una ceja levantada y Evan apenas sonrió.
-Así que tienes una moto...
-Vamos, te va encantar, no tengas miedo.
-No tengo miedo Evan, para decir la verdad, amo motos. –Dijo pasando su mano suavemente por el asiento de cuero de la hermosa Harley Davidson. Evan paró de caminar instantáneamente y la miró con admiración.
-No a todas las chicas les gustan las motos...
-Pues no soy como todas, Evan. –Vistió el casco y subió detrás de él.
-Bueno, ¿a dónde vamos? –Preguntó con la voz ronca.
-En realidad... no tengo a donde ir.
- ¿Como?
-Yo, bueno, vivía con Roberto, así que técnicamente no tengo hogar por el momento.
Evan suspiró y sin decir nada, prendió la motocicleta e ingresó al tránsito nocturno.
Justine no tuvo elección sino abrazarlo para no caerse con la velocidad que él conducía. Algunos minutos después, parquearon frente a una casa del estilo colonial, muy parecida a las que ella veía en las revistas de decoración.
- ¿Dónde estamos? –Preguntó impresionada con la enorme casa.
-En mi casa, puedes dormir aquí hoy... mañana te ayudaré a encontrar un departamento para ti, es mi día libre.
-Quien iba imaginar que dentro de este pecho musculoso late un corazón. –Bromeó y entraron acompañados de las risas despreocupadas.
La casa era tan grande por dentro como lo era por afuera. Justine fue llevada hasta un cuarto de huéspedes más grande que su propio cuarto.
- ¿Cómo tienes esa casa tan grande trabajando de mesero? –Pregunto con curiosidad genuina.
-Auch... -Evan puso la mano en el pecho en una falsa ofensa. –Mi papa es dueño de Rafaelo's. –Señaló antes de dejarla sola en la enorme habitación.
- ¿Pero porque trabajas ahí como mesero entonces? –Gritó ya que Evan estaba en otra habitación.
-Por qué necesitamos formar nuestro carácter, ante todo, Justine. –Su proximidad y la voz ronca arrancaron escalofríos de la joven. –Aquí, puedes dormir con esto. –Sujetó una blusa gris delante de sus ojos, pero Justine no hizo mención de sostener la pieza de ropa. Lo único que podía hacer era mirar dentro de sus ojos y ver que él la deseaba tanto cuanto ella lo hacía.
–Quiero mucho besarte, Justine, pero no quiero servir de repuesto... -Declaró, acercando su frente a la de ella.
-Yo también tengo ganas de hacerlo, Evan. -Acarició su mejilla sintiendo el escozor de su barba por hacer. –Muchas ganas. –Sus dedos ahora contorneaban su boca rellena. –No quiero que pienses que es por despecho... quiero hacerlo porque necesito probar el sabor de tus labios... -Esas palabras bastaron para que Evan apegara su boca a la de ella y empezara un beso frenético, lleno de emociones, que los llevaría hasta la enorme cama y terminaría en una de las mejores noches de sus vidas.
-Eres tan linda...
-Gracias, también eres hermoso.
- ¿Cómo quedaremos a partir de ahora?
-Cómo lo quieras. ¿Qué es lo que deseas, Evan?
-Deseo a ti.
UN AÑO DESPUÉS
-Tiny, te cuento que hoy van a hacer la cena de solteros, ¿quieres ir?
-Andy, sabes que estoy con Evan...
-Sí, y me encanta, pero él va trabajar hoy, tal vez quieres ir a darle un beso...
Andy estaba actuando muy sospechosa, pero Justine decidió aceptar la invitación para ver en que iba terminar todo eso.
Cuando pasaron por la puerta de Rafaelo's, frunció el ceño al ver el local completamente adornado con globos de corazones. Miró confundida hacia Andy y su amiga sostenía la mayor sonrisa que ya había visto.
De repente, Evan apareció con una rosa roja en una mano y una cajita de terciopelo en la otra.
-Justine, sé que puede parecer locura nuestro amor, pero ya sabes, siempre encuentro algo de razón en la locura, así que, ¿cásate conmigo? –De rodillas delante de ella, lo único que Justine pudo hacer, fue decir un sonoro SÍ ACEPTO.
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