22: Confianza
HawkMoth se encontraba de pie en su guarida, paralizado ante el repentino dilema que se presentaba ante él.
Había sentido como una fuerte emoción negativa se expandía rápida y peligrosamente como un incendio en medio de una sequía, sacudiendo las entrañas del villano al percibirlas.
Era una sensación tan fuerte, no recordaba haber sentido antes un poder y dolor tan grandes proviniendo de una persona, ese sin duda podría ser su más poderoso akuma hasta el momento, el campeón que cumpliría sus objetivos y le entregaría la victoria de una vez por todas.
Pero nada preparó al portador de la mariposa para lo que encontró a continuación en cuanto la mariposa negra llegó a la que sería su víctima.
Esas dolorosas emociones nacidas de un fuerte y profundo dolor, la sensación de traición y abandono por alguien amado, la soledad desgarradora de encontrarse solo contra el mundo y saber que nada se puede hacer para cambiar una insoportable realidad.
Todas esas emociones que tanto poder le darían a su akuma, todo eso provenía de Felix.
Felix, su Felix. ¿En que momento su hijo había sido arrastrado a sentir emociones negativas de una magnitud así?
¿Y que se supone que debería hacer él, tanto como padre como HawkMoth, al respecto?
Todo su ser le gritaba que era ridículo que dudase qué hacer en esa situación, pero ninguna de sus partes lograba ponerse de acuerdo en qué decisión tomar.
¡Él era HawkMoth! La persona más temida de todo Paris, un villano que no dudaba en tomar cualquier medio con tal de alcanzar su objetivo, un hombre con una misión que cumplir a cualquier costo.
¡Por favor! ¡¿En que estaba pensando?!
¡Felix era su hijo! No podía tratarlo como a cualquiera de sus otras inútiles marionetas y manipular sus emociones para que hiciese su trabajo. No a su hijo, él era todo lo que le quedaba.
Pero esas emociones eran tan fuertes, y sabía bien que Felix era alguien sumamente capaz, sin duda altamente superior a cualquiera de los anteriores idiotas que había akumatizado antes.
Si le daba el poder para que luchase, Felix podría ser capaz de derrotar a los héroes y conseguir las joyas, podrían traer de regreso a la mujer que tanto amaban y habían perdido.
Pero ese era el estúpido cuento que siempre se contaba a sí mismo para darse esperanzas y fuerza para continuar una vez más, "solo un último intento", "esta vez será diferente", "hoy será el día en que obtendrá la victoria", "la próxima vez sin duda lo conseguirá"...
Ya estaba cansado de todo eso, no podía hacerle eso a su hijo cuando sabía bien que aunque llegase a derrotar a sus enemigos, nunca se perdonaría a si mismo por involucrarlo en todo ese asunto.
Él era el villano, no Felix, no iba a obligar a su hijo a rebajarse a su nivel y adentrarse en esa profunda oscuridad a la que él ya estaba tan acostumbrado.
Pero tener a su disposición un poder como ese era una oportunidad única...
Pero Felix era lo único que no estaba dispuesto a sacrificar por su objetivo...
Pero si ganaban, la victoria sería de ambos y podría volver a hacer feliz a su familia ya reunida...
Pero si fallaba, algo a lo que ya estaba más que acostumbrado pese a su terquedad, habría involucrado a su hijo por nada...
Pero también ayudaría a Felix a desahogarse y cumplir sea cual fuera el objetivo que le ayudase a dejar ir esas emociones...
Pero también sabía que estaría aprovechándose de un momento de debilidad de su hijo para que este hiciese lo que él quería en lugar de realmente ayudarlo...
Pero... Pero... Pero...
Uno tras otro se seguían sobreponiendo en su mente argumentos para la decisión que debía tomar.
¿Akumatizar a su propio hijo, quien era todo lo que le quedaba en el mundo y se había prometido a si mismo no involucrar en todo el asunto de ser un villano? ¿O dejar pasar una oportunidad única, renunciando a lo que podría ser el campeón más poderoso de todos que obtendría por fin su tan ansiada victoria?
¿Que se supone que debería hacer?
Tomando aire y dejándolo salir en un pesado suspiro, HawkMoth tomó su decisión.
~•~•~•~
Felix abrió pesadamente sus ojos, desorientado de lo que había ocurrido.
¿Qué había pasado?
Recordaba haberse transformado en Chat Noir, haberse reunido con Ladybug, comenzar a discutir y luego ella le había dicho... su estómago se contrajo al recordar mejor lo que había ocurrido a continuación.
Ladybug accidentalmente le había revelado que estaba enamorada de Felix Agreste, él había regresado a su casa y en un arranque de ira había masacrado lo que alguna vez había sido un bello jardín de rosas.
También le pareció recordar a una mariposa negra acercarse a él, después de eso no recordaba nada más.
Torpemente sobresaltado levantó el rostro para asegurarse de dónde estaba.
¡¿Había sido akumatizado?!
Desecho de inmediato esa idea al notar que seguía justo en el mismo lugar, en medio del destrozado jardín de rosas, exactamente en la misma posición en la que había caído después de destrozarlo, la única diferencia era que en lugar de que el cielo se viese pintado con los colores del atardecer ya estaba totalmente ausente del sol.
¿Entonces se habría desmallado por él el cansancio y soñó con que un akuma se le acercaba? Eso parecía ser la explicación que más sentido tendría para su situación.
Lejos de sentirse mejor después de haberse desahogado con los rosales, se sentía realmente miserable y estúpido.
Ya no estaba cegado por la furia ni tenía energía para seguir destruyendo cosas, pero la tristeza le pesaba enormemente en el alma.
Sentía como le picaban los ojos de nuevo y su visión de volvía borrosa, pero no quería ponerse a llorar otra vez.
Era tan patético.
Sintiendo unos pasos lentos y hasta casi cautelosos hacia él, Felix levantó levemente la vista, no queriendo que nadie lo viese en ese estado pero incapaz de resistir la curiosidad de saber quien se acercaba.
Fue entonces que vio a su padre frente a él, indescifrable e imponente como siempre, observándole de pie con una mirada que no supo descifrar.
Incapaz de sostener su fija mirada, Felix desvió la vista, sintiéndose terriblemente avergonzado y humillado de ser descubierto en un estado tan deplorable.
El adulto por su parte, siguió observando con atención a su hijo, asombrándose de su estado al verlo y sentirle más de cerca.
Sentía el broche de la mariposa arder en alerta de tan fuertes emociones, y al encontrarse tan cerca de su emisor podía reconocerlas y hasta experimentarlas con mayor profundidad y detalle.
Felix se sentía tan triste, destrozado, decepcionado de todo y de todos, abandonado de la vida, tan cansado de pelear y mantenerse fuerte, tan solo y desprotegido ante el mundo, con heridas que solo podían hacerse cuando uno deja de lado cualquier protección y se abre por completo a otras personas solo para que estas tengan más facilidad en hacer daño.
Su hijo estaba experimentando todo eso y él siendo su padre no sabía qué hacer.
¿Cómo podía consolarlo? Si sabía perfectamente que nada de lo que dijese ayudaría ni cambiaría nada. ¿Que podía hacer para animarlo? Con vergüenza admitía que ya no conocía lo suficiente a su hijo como para saber que le gustaba.
¡Maldición! ¡Todo eso era su culpa! Su hijo confió ciegamente en quien sabe cuántas y cuales personas porque se sentía solo y fue traicionado ¡¿Y dónde demonios estaba él?! ¡¿Qué hizo él como padre en los momentos difíciles de su hijo?! ¡Abandonarlo y aislarse como un maldito cobarde!
Felix seguía con la cabeza gacha, deseando simplemente desaparecer y olvidarse de todo.
Sintió como su padre se acercaba, pero aún así no quiso mirarlo a los ojos, no podía, no tenía más fuerzas.
Pero no se esperó lo que vino a continuación.
Su padre, un hombre realmente frío y distante que solo había aumentado estas características desde que ella no estaba, una persona realmente impredecible y orgullosa, se estaba arrodillando en el suelo (utilizando un traje de seguro realmente costoso) y llevándolo contra su pecho tal como cuando era un niño asustado por una tormenta.
Entre los brazos de su padre, en ese torpe pero anhelado abrazo, Felix finalmente sintió como simplemente ya no podía más.
Y lloró, lloró como todo un niño pequeño y asustado que se había lastimado e iba en busca de su padre para que lo curase, sabiendo que su padre no era ningún médico pero que de cualquier forma lo arreglaría todo.
No sentía sus energías renovadas, no desaparecía el cansancio, no quería volver a enfrentarse al mundo, no tenía esperanza de que sus problemas se arreglarían, ni siquiera pensaba que las cosas fuesen a arreglarse así como así o que todo había valido la pena.
Pero finalmente se sintió más ligero, como si un enorme peso se le quitara de encima aunque aún sintiese el dolor de haberlo cargado sobre si antes, que la tormenta ya no era tan mala aunque aún siguiese lloviendo y él se encontrara mojado tiritando de frío.
No era una solución mágica que todo lo curase en un instante, pero era una anestesia que realmente había necesitado.
Para el Agreste mayor era lo mismo, no compensaría el tiempo perdido ni cambiaría sus acciones pasadas, pero si sería dar el primer paso para comenzar a aprovechar desde ya cada segundo y dejar de repetir sus errores pasados.
Aún la extrañaba a ella y era un dolor que nunca olvidaría, pero debía seguir adelante con esa enorme cicatriz y dejar de abrir constantemente su herida. Debía hacerlo por Felix, no podía seguir dejando que su hijo saliese lastimado porque él estaba muy ocupado lamiéndose sus heridas propias como para cuidarlo.
No volvería a ser el mismo, no sin ella y después de todo lo que había hecho, pero podía intentar ser un mejor hombre mañana de lo que había sido ayer.
Y allí se quedaron ambos Agreste, padre e hijo abrazados de rodillas en medio de un destrozado jardín, un jardín que nunca volvería a ser igual que antes pero que mantenía la esperanza de volver a florecer y sanar algún día. Llevaría tiempo y esfuerzo, y sin duda no sería trabajo de un solo día, pero al menos había empezado a intentarlo dando el primer paso.
~•~•~•~
Bonus:
Esa noche solo hubo dos testigos de lo ocurrido entre los Agreste, fueron dos pequeños Kwamis que en ningún momento dejaron de observar y cuidar de cerca a sus portadores a pesar de todos.
Ninguno de ellos estaba orgulloso de los medios que habían utilizado para llegar a esa situación pero sin arrepentirse de sus acciones.
Plagg se sentía culpable por haber llevado a Felix a un punto de ruptura emocional y Nooroo se sentía mal por haber intensificado la percepción de emociones de HawkMoth, pero ambos sabían que sus portadores habrían sufrido mucho más si no los hubiesen impulsado hasta ese punto.
De no haber intervenido ellos, sus portadores no habrían tardado en descubrir sus identidades secretas, y ninguno de ellos habría salido bien parado ante la revelación de que su única familia era su enemigo. Ya fuera que lo descubriesen en medio de una batalla final o en algún otro momento, el sufrimiento sería realmente horrible e incluso había una gran posibilidad de que uno de ellos no saliese con vida.
Los Kwamis no se enorgullecían de sus medios, pero estaban satisfechos con los resultados del fin para el que los utilizaron.
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¡Taran! Y así termina esta pequeña mini saga de tres capítulos, que aunque corta creo que ha quedado bastante bien.
No se alarmen que aún tengo mas publicaciones del mes PV para hoy ¡Deséenme ánimos y mucha suerte que estoy tratando de terminar de escribir las últimas historias para poder publicar todo hoy!
En fin, este relato va dedicado a la gran Pao! Muchas gracias por tus consejos y tu apoyo! No habría llegado tan lejos sin tu ayuda!
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